(24 de diciembre de 2592)
La detonación de un arma corta cortó el aire, y Jae Soon cayó de rodillas, cabizbaja. Mientras su cuerpo perdía tensión, un grupo de soldados de Centrum, en uniformes negros y rojos, comenzó a rodearla, enfundando sus armas. Estos se acercaban, y uno de ellos la tomó de la muñeca mientras los otros reían por lo bajo:
- Deja de jugar y tírala al riel. Nos estamos demorando.
Este la tiró de vuelta al suelo, crispado, y siguió a la spartan, siendo seguido pronto por los demás. El que quedó a la cola pateó polvo contra el cuerpo inerte, y dijo en voz en voz baja:
- Desagradable bruja...
Mientras estos se alejaban, la Eternity seguía su curso. A través de la ventana de proa, se podía ver al astro rojo como una mancha entre las estrellas, el monitor arrojando las coordenadas exactas, cambiando cada fracción de segundo con el movimiento, el contador disminuyendo rápidamente. A unos veinte metros de donde habían abordado a la alférez, un vehículo aéreo los recogió bajando una de sus rampas laterales. Dos escoltas silenciosos, enmascarados, miraban a todos ellos desde dos lentículas iridiscentes en su rostro, tal como el piloto lo hacía con los mandos neurales, cerrando la geométrica navecilla y ascendiendo directamente a uno de los cargueros.
Dejada atrás, Jae Soon conoció una vez el vacío, y tras un intervalo inmedible, volvió a estar consciente en medio de un lugar penumbroso, lleno de ecos en tanto andaba hacia lo que parecía delante. Sentía frío, su aliento estaba helado, aunque no podía verlo, ni sus propias manos, y ni siquiera su propio torso agitarse, tratando de retener calor en su interior. No tenía ningún sentido que ella pudiese sentirse de aquella manera cuando ni siquiera podía ver dónde lo hacía, no se hallaba, no se distinguía a sí misma de la oscuridad, y eso la estaba comenzando a desesperar.
Su creciente histeria la hizo correr, ella podía oír sus pisadas, sentirse retumbar a cada zancada, tratando de alcanzar aquel pálido brillo que la aguardaba, pero no podía verlas, sus piernas no estaban, pero ella seguía. Lo sabía, se estaba moviendo, pero su objetivo sin embargo seguía dolorosamente lejos:
- Ey, tú...
Su espinazo se paralizó con aquella voz. Trató de aclararse en medio de su neblina mental, solamente consiguiendo concluir una cosa; ella no había dicho nada.
¿Acaso había enloquecido?¿Acaso solo escuchó la voz de sus propios pensamientos?
- Oye, basta de esto. Para de correr. No te servirá de nada.
De nuevo. Ella temía lo que podía ocurrir a continuación, y a pesar de ello decidió tomar aire, sin ver aun nada más a su alrededor, para decir a débil voz:
- ¿Yo dije algo? ¿Es un sueño?
- ¿Alguien me oye?
Jae Soon una vez más se sobresaltó:
- No, yo no dije eso, no, no...
- Claro que no, esa fui yo - respondió la voz - Con tan pocas luces, quién sabe cómo sobreviviste tanto.
- No sabes nada.
La voz tomó un tono de mofa:
- Ah....¿eso crees?
- Vete de aquí, déjame sola.
- Pero si acabamos de conocernos.
- No me conoces, no eres real.
La voz rio:
- Soy muy real, y sí que te conozco...
Jae Soon sintió un toque en el hombro. No pudo verlo tampoco, pero al voltear, su frente se perló de sudor (o eso sentía), al verla:
- Soy tú.
Era más o menos verdad. Se veía bastante igual, aunque llevase otro tipo de vestimenta y estuviese maquillada. Era ligeramente más alta, seguramente por las sandalias de plataforma hechas en madera pulida:
- ¿Por qué pasa esto?¿Dónde estamos?
- Todavía en ninguna parte. Y ambas sabemos por qué pasó.
Como baldazo de agua fría le llegó la realización:
- Yo, Kwan Ha...¡No puedo seguir aquí! - decía, buscando la salida con la mirada - ¡Debo detenerla, debo encontrar al equipo, va a estrellarse...!
La joven se apresuró volviendo sobre sus pasos. La otra solamente se volteo y le siguió con la mirada un trecho, diciéndole:
- ¡¿Y eso qué más da?!
La alférez se detuvo, en tanto su interlocutora continuaba:
- ¡Morirás, y no puedes evitarlo!
- No, no pienso hacerlo. Aun tengo...algo por hacer, ¡Go Nam, él...!
- ¡Está muerto por tu culpa! - dijo sonriendo - ¡De seguro los otros también murieron!
Jae Soon se quedó helada sin saber qué responderle. No, ella no podía aceptar que le dijeran semejante cosa, no debía, sólo recordarlo...todo vino a ella, y era demasiado. Se llevó la mano al pecho, bajando la mirada por la vergüenza que sentía ¿tan pronto había fallado?
- Cállate.
- Solo digo la verdad - respondió ella, tras su oído - Tus promesas no tienen valor, felicidades.
- Ya para...
La joven sintió una mano fría posarse sobre su invisible espalda, y darle un par de palmadas:
- Eres una decepción completa. Se te dieron tantos dones...y los tiraste a la basura...
- ¡Nunca pedí tenerlos!
La otra retrocedió un par de pasos, y la miró de arriba a abajo con falsa condescendencia:
- ¿Crees que es una excusa? - replicó, y se encogió levemente de hombros - Yo tampoco lo hice...
Ahora estaban en un espacio distinto. Un laboratorio rústico cubierto de baldosas cuadradas, donde numerosas personas en batas iban y venían, un grupo de ellas haciendo anotaciones en torno a una camilla acolchada verde. Sobre ella Jae Soon vio a una niña retenida con correas, conectada por cables a monitores; esta parecía desorientada, sus ojos buscando cerrarse y no siendo capaces ante la luz blanca estrellándose contra su rostro.
- ¿Qué es esto? ¡Oigan, déjenla!
Intentó acercarse pero no pudo, chocando contra una barrera elástica que le impidió llegar al punto. Retrocedió, e intentó usar su telequinesis, pero sin efecto alguno. De inmediato su otra yo se puso de pie a su lado, con una expresión apagada:
- No puedes ayudarla.
- ¿Por qué estamos aquí?
- No estamos en ningún lado. Es un recuerdo nada más.
Esta la miró directo a los ojos.
- Primero quería que lo vieras. No eres especial, ¿recuerdas?
A su mente llegó el recuerdo propio, y todos aquellos que estuvieron junto a ella en lugares no muy distintos a aquel, recibiendo las aumentaciones.
- Lo recuerdo - dijo, apartando la mirada de aquella escena - Recuerdo todo esto, pero sé que esa que está ahí no soy yo. No era exactamente así.
- En parte tienes razón. Esa solía ser mi infancia. Hace mucho.
- Dime quién eres.
- Te lo mostraré.
Sucesivas escenas pasaron, y en ellas vio a esta réplica, supuso, pues ella misma jamás había estado en aquellos lugares, no que pudiese recordar. Una niña miraba con odio a una mujer mayor, que luego era encerrada en un cuarto pequeño y más tarde se escapaba, usando esos poderes que le eran tan familiares, perpetrando una masacre sin ninguna clase de remordimiento. Sería una constante después, tras verla huir de aquel lugar, y ser rescatada por un señor, llevada a su casa y cuidada por su esposa...
- Esto jamás pasó.
- Pasó alguna vez. No en esta vida, claro.
Se veía a la niña masacrando animales de granja en la madrugada, y poco a poco iba creciendo, sin olvidar, aparentando, mintiendo, manipulando a todos a su alrededor. Ella buscaba a la mujer mayor, y cuando creció finalmente la encontró, a ella y al lugar de donde había venido. Ellos la encontraron también, ella se mostró a sí misma en señal abierta, en un concurso, y al final la sacaron de su hogar. Ella fingía miedo, y cuando llegó el momento mostró su verdadera cara, masacrando a todos, en medio de una confusión, y a partir de allí no pararía.
Jae Soon veía como su símil abandonaba a su familia con dolor, y descendía por un sendero oscuro. Saqueaba lugares, mataba a más gente, reunía aliados, usaba sus poderes para hacer daño y lo disfrutaba. Perseguía a una chica, una hermana que jamás tuvo, y todo para su interés egoísta de vivir ella a costa del sufrimiento ajeno, cosa que luego lograría; se sucedieron más conflictos, más peleas, fue perseguida y acorralada muchas veces, pero siempre lograba escapar. Una batalla tras otra, una conspiración tras otra, y en poco tiempo había adquirido el poder que deseaba, mintiéndose ahora a sí misma.
Vio cosas muy extrañas, pero nada tenía que ver con lo que había conocido, ni siquiera los símbolos que leyó los podía reconocer, apenas entendiendo uno que otro. No había covenant, no había UNSC, ni tampoco habían viajes a otros mundos o insurreccionistas, o al menos no los que ella conocía. Había incluso gente como ella, pero diferente...era interesante, parecía parte de leyendas que, se aseguraba, tenían muy débil fundamento en la historia. Se vio como en oficinas, reuniones con altos cargos, y como siempre en más peleas junto a otros, pero también comenzó a ver algo más:
- Tú también lo ves.
- ¿Qué cosa?
- En este punto tú y yo teníamos la misma edad que ahora.
Jae Soon respondió su propia duda en silencio, mientras podía ver a aquella mujer quebrarse por dentro, poco a poco, su desmejoría y su despiadada actitud aumentando a niveles absurdos hasta que el punto de inflexión llegó. Entonces comenzó a ver también las consecuencias que tuvo que enfrentar por todo lo que había hecho, poco a poco, acumulándose, ocultas tras un alivio que solo era temporal, reencuentros demorados y reformas internas. Vio guerra, vio paz, y luego vio como comenzaba a perder todas y cada una de las cosas que había tomado por la fuerza, comenzando por su libertad.
- Ninguna merecía lo que nos pasó.
- Pero tú decidiste ser mejor - la otra dijo, suspiró y añadió - Yo abrí los ojos muy tarde.
- Eso no, no es...
- Entonces me preguntó por qué decidiste sólo rendirte así de fácil.
La joven no entendía aquello. Si acababa de decirle que...entonces se dio cuenta:
- Quieres decir que...
Ahora se vieron en un bosque, de día, y estaba nevando. Pronto pudo ver a una mujer a lo lejos ir trastabillando por el claro, dejando rojas pisadas a su paso, cubierta de una túnica rota y empapada:
- Me lo mostraste.
- Hmh...
- Es como nosotras...
La otra sonrió, con una expresión más serena:
- Da algo de miedo si la ves de esta forma, ¿no?.
- No deberíamos seguirla tan de cerca, podría detectarnos.
- No puede percibirnos.
- ¿Por qué?
- Eso es de lo que te vine a hablar...
- ¿Yo podría...
- Dime, ¿seguirás adelante o no?
- ¿Huh?
- Lo que oíste.
Jae Soon entendió entonces a lo que se refería:
- Sí, lo haré.
- Nos volveremos a encontrar...
Cuando la alférez volteó a su izquierda, ya la otra se había esfumado.
Se levantó en medio del ruido de las sirenas, el riel vacío, y el tranvía seguía destruido cerca de ella. Habían varios cadáveres de tripulantes cerca, por los cuales musitó un par de palabras antes de saltar y salir de la vía por el parterre opuesto. Ahora recién se percataba de sí misma, y podía ver que su cuerpo seguía en su lugar, finalmente regenerado de sus heridas, aunque no se sentía demasiado enérgica dadas la circunstancias. Inspeccionó el área con su percepción extrasensorial, pero no encontró a nadie, así que avanzó de prisa, tomando el fusil de un soldado enemigo.
Entro a una de las chamuscadas zonas de almacén, y comenzó a buscar. Sabía que cada una de estas poseía un elevador de carga hacia la planta baja de la Eternity, por lo que albergaba la esperanza de que todavía hubiese uno funcionando con el generador de fusión secundario. Allí solamente halló filas de material militar destruido, y el armazón del aparato hecho añicos por una explosión, así que tuvo que salir a seguir buscando.
- Esto tomará demasiado.
Comenzó a pensar en otra solución, y de inmediato pensó en apostar por ello. Tal como el tranvía a babor, tal vez aun quedase el de estribor, o de otra forma tendría que trepar por el lado directamente, gastando más poder del que podía darse el lujo. Miró las señalizaciones, y tomó ruta hacia una de las subestaciones, a menos de 700 metros de allí.
Tras sortear almacenes que aún quedaban en llamas, y los montículos de cuerpos de sus antiguos camaradas de navío, no podía sentir más que esa revulsión nuevamente en su vientre antes de llegar a su destino luego de haber acelerado lo más posible, usando un cuatrimotor que se averió a tres cuartos de camino.
- Bien, ahora debo ver sí...
Se asomó a la subestación, y al adentrarse encontró que el tranvía seguía en el canal, aunque bastante averiado, con las marcas de hollín y disparos en todos lados. Los anillos magnéticos no estaban en mejor estado, varios se veían abiertos o descolocados; sería peligroso usar este medio, pero poco tiempo tenía, si acaso minutos a lo mucho.
Tomó aire, y se subió a la cabina de conducción.
Miró los controles, y el problema más grande era que estaban en hibernación. Cerró los ojos para usar su poder, y llegar remotamente al mecanismo de emergencia con tal de reactivar la IA básica del vehículo. Tras unos cuantos glitches en los holomonitores esta respondió con su saludo:
- ....llegado a la Subestación C. Próxima parada, Estación 8.
Ella necesitaba ir en el otro sentido si quería llegar a los hangares inferiores.
- Invierte dirección de recorrido, protocolo de emergencia 79.
- Se detectan defectos en la ruta hacia destino, oficial. Confirme comando.
Jae Soon tragó saliva, esperando lo mejor.
- Comando confirmado, procede.
El vehículo comenzó a elevarse en el aro, que comenzó a brillar por dentro. El tranvía inició despacio, y poco a poco fue adquiriendo su velocidad predeterminada. En menos de 20 segundos ya estaban acercándose a los primeros aros defectuosos, haciendo los vagones brincar abruptamente, o rozar apenas su superficie. La alférez se agarró del tubo de sujeción, pues prefería ir de pie ahora que en el partido asiento del monitor.
Luego el techo chocó, abollándose, provocando una reacción en cadena donde hubo un choque, luego otro, un brinco enorme dado en un tramo donde los anillos estaban inoperativos, para finalmente llegar a un curso de colisión. La joven corrió hacia atrás, logrando brincar fuera de un vagón partido a medias, aferrándose apenas a la cornisa de la vía antes de que todo se estrellara.
Trepó, y tras recuperarse, se limpió la suciedad de encima, y resumió su marcha mirando atrás el desastre una última vez. Siguió finalmente entre las compuertas que daban al hangar, y descendió el elevador inclinado hacia un lugar específico, grabado en su memoria. Tomó otro elevador, que manejó con su propia mente dado que estaba desactivado producto del daño, llegando finalmente a la explanada que servía de pista a naves de menor tamaño.
Pero pronto se dio cuenta de que no estaba sola todavía. A través del campo de fuerza que sellaba aquella área del vacío del espacio, no solamente se perfilaba demasiado cerca el orbe marciano, sino que, perfilados contra su brillo estelar, habían decenas de aquellos soldados. Estos se hallaban deshuesando rápidamente piezas de pelicans y kestrels, montándolas en naves de carga geométricas con ayuda de exoesqueletos mecánicos, comprimidos y sin blindaje visible. Uno de los navíos enemigos se elevó en el aire, desapareciendo en un destello similar a ondas en un lago; eso, para la alférez, explicaba por qué no habían evacuado todavía, y seguramente otros grupos como aquel estarían llevándose cuanto pudieran en otros puntos.
A lo lejos vio lo que había ido a buscar. Su transporte la esperaba, aun intacto, una cosa más parecida a un ladrillo de lados inclinados que a cualquier cosa que pudiese volar, veteado con sus dobles líneas rojas, características de un grupo de reconocimiento lejano. Su pin había sido suficiente, si no se hubiese achicharrado, y supiera a donde debía ir.
El problema es que no estaba en óptima condición para pelear, y había acabado justo frente a las fauces del lobo, deseando con todas sus fuerzas, por su mente ese pensamiento de que no deseaba estar allí, de que deseaba desaparecer:
- No tengo opción...
Se preparó para combatir, poniéndose en guardia con el arma levantada. Uno de los elegidos que estaba en el lugar, aparentemente supervisando la operación, comenzó a acercarse en su dirección a paso seguro. Pero algo era inquietante, y ella miró alrededor para asegurarse:
"¿Por qué viene él solo? Nadie más se movió acá..."
El supersoldado se fue acercando, y era obvio ahora, que ni siquiera tenía prisa. La incertidumbre se apoderó de Jae Soon, quien lo vio cada vez más y más frente a sus ojos hasta el punto en que estuvo a nada de invadir su espacio personal sin cambiar su postura o ponerse alerta. Ella tuvo que hacerse a un lado abruptamente, viendo con incredulidad cómo su enemigo le pasaba de largo sin voltear en ningún momento.
Perpleja, vio a este comunicarse con alguien, mirando el ascensor de donde acababa de salir, revisando su interior con un escáner que le salía del casco.
"Esto es de lo que ella hablaba"
Volvió a mirar su transporte, y corrió con todas sus fuerzas, lo más rápido que sus músculos y poder psíquico le permitieron, llegando en menos de un minuto al vehículo, tras atravesar, saltar y barrerse por debajo de numerosos obstáculos y enemigos que siguieron con sus cosas como si nada. Mostró la mano en el panel externo, abriendo hacia arriba la compuerta y bajando la rampa; fue al oir el chasquido hidráulico de aquello que los que estaban allí comenzaron a voltear hacia donde estaba parada, sabiendo que algo muy irregular pasaba frente a sus narices. De lejos, el elegido hizo ademanes para que tropas dejasen lo que hacían y se apresuraran a revisar:
- Debo irme de aquí ya...
Se apresuró a la cabina de pilotaje, y activó los controles. Por el estrecho parabrisas pudo ver a muchos soldados correr hacia allí con sus armas listas para tirar a matar. Más pronto que tarde, la compuerta se fue cerrando por sí misma según el protocolo automático. Los motores traseros zumbaron de vuelta a la vida, y el generador de campo paratemporal ronroneó en la parte central, listo para ser ejecutado.
Pero al ver esto los soldados enemigos abrieron fuego alrededor del transporte, y por la hendija de la compuerta cerrándose, varias municiones lograron entrar y rebotar por todo el fuselaje interno, provocando chisporroteos y la activación de una alerta:
- Advertencia: Detección de material extraño en el generador de campo. Por favor, remueva impurezas antes de utilizar.
No había tiempo. Incluso en su rostro comenzó a sentir el descenso de la Eternity a través de la engrosada atmósfera del planeta con el que iban a chocar. Esto lo sabían claramente los otros, que al parecer reportaron este daño antes de retroceder de vuelta a sus propias naves llevándose casi a rastras las partes restantes. A través del campo de fuerza se veía la fricción del escudo de energía con las partículas de oxígeno, por lo que, ahora que todo estaba configurado en el orden correcto, Jae Soon comenzó a elevarse dentro del hangar al igual que los otros, quienes al parecer prefirieron dejarla atrás para que muriera.
- Por favor, funciona.
Una luz rodeó todo el transporte, y prácticamente al instante, todos los transportes, incluyendo el suyo, desaparecieron de aquel lugar.
La alférez volvió a parpadear, y mientras atravesaba el túnel de Tiempo Viviente, el fuselaje temblaba, y más chispazos se escuchaban desde atrás. Hubiese tomado demasiado tiempo atravesar el supercarguero entero, así que lo haría como antes, mediante el tiempo mismo. Las coordenadas estaban colocadas para generar una línea alterna con demasiada divergencia, pero no había otra opción si quería salvarlos a todos antes de que esto pudiese ocurrir.
La turbulencia que estaba experimentando de repente empeoró, y se vió a si misma incapaz de controlar el vuelo. Intentó usar sus poderes, pero era inútil, los monitores y medidores comenzaron a enloquecer, y rayos fluidos comenzaron a rodear todo el fuselaje, sintiendo que incluso la tiraban hacia abajo junto a todo lo demás.
El tirón fue tan potente que su frente chocó con el panel de control central, quedando en blanco.
(3743 Lacedaemonia, 13 Delphinios)
Los spartan recorrían las galerías superiores tratando de tomar el ascensor al centro de la "Plataforma Alfa", en los niveles superiores de la montaña. El Jefe Maestro, revestido nuevamente en su Mjolnir VI GEN-3, corrió hacia la primera oleada de soldados, equipados con lo que parecían ametralladoras antiguas en miniatura. Este se barrió en el suelo para sorprender a uno, y con su gancho le quitó el arma a un segundo, al tiempo que Emile ultimaba a otro que estaba a punto de atacarlo por el flanco derecho.
El resto del equipo, de espaldas a las entradas, comenzó a tomar las consolas de seguridad, cubriéndose detrás de ellas. Llegaban más y más enemigos a través de las compuertas en todos los lados, al menos más de 20 unidades de infantería revestida en armazones grises, un visor naranja obscureciendo sus facciones.
Joyeuse volvió a hablar, esta vez por el VISR de los spartan:
- Bien. Encontré la clave. Vayan al elevador ahora.
En la columna central detrás de ellos se abrió de la nada el acceso a una plataforma redonda. Intentaron retirarse, pero los disparos los abrumaban, no teniendo demasiadas opciones antes de que se quedaran sin municiones:
- Comandante, debe subir primero - dijo el Jefe.
- ¿Qué tienes en mente?
- Distraerlos. Usted es prioritario para la operación, evacuarlo va primero.
- Sabe que no me iré de aquí sin usted, suboficial - replicó - Necesito a todos para que el plan tenga efecto.
- No caeremos hoy, señor, eso se lo aseguro.
Jun respondió, con algo de mala gana:
- Bien. Cat, Carter, conmigo. Seis, cubre al Jefe. Jorge y Emile, juntos a las 2.
- Entendido, señor - dijo Emile.
- Esperen - pausó Jun - Aún no. Que sea en 5...
Hizo lentamente la cuenta regresiva, mientras los soldados de gris se acercaban peligrosamente, obligándolos a agazaparse incluso más bajo para no recibir tiros desde todas las direcciones. Unos rugidos furiosos se oyeron a lo lejos:
- Jun, creo que este es un buen momento - dijo Cat.
Se vieron dos elegidos en armadura, los cuales Carter distinguió con familiaridad, portando armaduras pesadas y dos cuernos en sus cascos. Estos se abalanzaron contra los spartan, corriendo frenéticamente hacia donde estaban:
- ¡Ahora, Jefe, Jorge!
Los dos spartan salieron de su cobertura, y ayudados de sus escudos, resistieron suficientes municiones como para saltar hacia aquellos guerreros enajenados. Jorge le dio un codazo en el visor a uno, tirándolo al piso, en tanto el Jefe forcejeaba con otro, que lo estaba poniendo contra la consola, doblando el metal tras su espalda. Seis disparaba su arma con la mayor precisión hasta ahora, al punto de que inclusive varios tiros desviados rebotaban en puntos vitales de sus enemigos, que caían de inmediato. Emile hizo lo propio, disparando su arma a corta distancia, y cubriéndose con uno de los cuerpos para luego destajar la pierna de uno con su cuchillo, apuñalar al siguiente, y cortarle la mano a un tercero antes de darle un tiro en la frente.
Jun mientras tanto logró llegar a la plataforma, y apenas la compuerta cerró el elevador subió de forma casi imposible de notar, a excepción del panel superior numerando en ático, los mismos símbolos que Carter había visto antes. Llegando a destino, se encontraron en el nivel del navipuerto, varios vehículos de antigravedad retenidos por arneses en sus casillas alargadas esperando para ser utilizados:
- ¿Ahora qué? - preguntó Cat.
Una casilla de las que estaba apartada del resto se encendió. La nave flotando en ella era similar a un trapecio invertido, con una protuberancia prismática encima y al frente:
- Allí, esa es nuestra escapatoria. - señaló Carter.
- ¿Es el transportador?
Joyeuse respondió:
- Usted deme las coordenadas para sacarnos de aquí, y yo lo traduciré a esa cabina de pilotaje.
- Entonces vamos...
- Necesitaré unos minutos para hacerlo volar.
Abajo, John y Jorge luchaban hombro con hombro contra los elegidos, quienes sacaron sus mazos de gravedad para acabar pronto con la pelea. El lugar se había convertido en un caos, los que trabajaban allí o bien seguían escondidos bajo sus terminales operativos, o murieron en el fuego cruzado. Jorge le dio un martillazo con ambos puños al suyo, pero este lo embistió, levantándolo en el aire hasta que el spartan logró desequilibrarlo y quitárselo de encima, dándole otro golpe hacia abajo antes de recibir de vuelta un impacto de mazo. El Jefe en cambio esquivaba con agilidad inusitada cada ataque, y tomando una nueva arma con su gancho, vació el cargador de un arcabuz automático sobre su adversario, que cayó postrado con sus escudos drenados.
Emile y Seis habían conseguido hasta ello eliminar al último soldado por el momento, pero seguros que más elegidos vendrían en camino para causar problemas. Se dirigieron inmediatamente a ayudar a sus compañeros, el segundo saltando al cuello del berserker y clavando el cuchillo en su cuello desprotegido, derribándolo como una saeta a un rinoceronte. El granadero hizo lo propio, apuñalando por los costados al otro, lo cual permitió a Jorge propinarle al elegido una golpiza que lo dejó fuera de combate una vez forcejeó con él por detrás con una llave, quebrando su cuello.
- Creo que ya terminamos aquí - dijo Emile.
- Subiré a la sala de mando - afirmó el Jefe - Extraeré a Joyeuse y me reuniré con ustedes en el navipuerto.
- ¿Seguro que no necesitarás ayuda? - preguntó Jorge.
- B-312 me cubrirá - replicó John.
- Claro que sí, mi amigo, hagamos esto. - dijo Seis levantando cinco.
El Jefe no supo cómo reaccionar a aquello, por lo que solamente asintió. Seis al ver aquello bajó la mano, y lo siguió al elevador. Este volvió a subir, y ahora tomó más tiempo; John simplemente se preguntaba qué pasaría después de salir de este lugar, cuál era realmente esta misión que sonaba tan existencial y urgente. Era consciente de que cooperar con los exmiembros de Noble era su única posibilidad de salir de allí con vida, especialmente teniendo en cuenta los indicios de que estos sabían información que podría ayudarle. Él había dejado una batalla sin terminar, y estaba dispuesto a seguir con lo que fuese aquello con tal de poder cumplir su objetivo final, todo por lo que sus camaradas pasaron años sacrificando sus vidas.
Recordaba ahora de golpe a aquellos buenos compañeros que había perdido. Sus propias razones para hacer todo esto. Después de todo, pensó, todos los que alguna vez consideró hermanos y amigos durante estos años habían tenido razón. Era humano, a fin de cuentas, y valía la pena proteger eso:
- Vector Letal.
Seis lo volvió a mirar, en tanto el Jefe añadía:
- Así te llamaban en los informes de ONI.
- Meh... - replicó él, y suspiró - ¿Y eso qué importa ya? Nunca ha importado...
- Allá abajo...cuando alzaste la mano. Me recordó a alguien.
- Suena bien. Pero no creo que sea relevante, ¿sabes?
- Tu conducta es...extraña. No lo esperaba.
Seis volvió a poner vista al frente, bajando la cabeza.
- Si tuvieras idea, hombre verde...
La compuerta se abrió, e ingresaron a la sala de comando central con las armas en alto, obligando al personal civil a tirarse al suelo sin decir una sola palabra. Cuatro elegidos salen a su encuentro, a lo que los spartan disparan hasta vaciar sus cargadores, esquivando las balas enemigas y, una vez logran acortar la distancia, los tajos de las espadas. La pelea es breve, pues apenas uno fue lanzado hacia una de las consolas, sin aviso, ambos sienten un pinchazo eléctrico que los pone de rodillas, apagando sus escudos al instante. Frente a ellos se materializó entonces un quinto supersoldado, portando un casco que, en vez de visor, portaba una máscara mortuoria plateada, con dos rostros metálicos más en los flancos.
Este era más alto que los otros, y a pesar de no vérsele la expresión, alguien conocedor podría hacer visto en su lenguaje corporal el aire de despectiva arrogancia en su pose erguida de mentón levantado, y andar desembarazado ondeando levemente su larga capa roja:
- Así que al fin vinieron, tal y como era obvio que pasaría - dijo - porque a fin de cuentas fui yo quien insertó aquella ninfa en los controles.
- Esperabas que los ayudara a escapar. Por supuesto. - replicó Joyeuse.
- Huh, de verdad eres tonta...
- ¡Ey, compañero...! - exclamó Seis.
El elegido lo miró, y este agregó:
- Y tú eres...
- Mi nombre es Aristeo, el general a cargo de esta fortaleza. Y les doy las gracias por hacer este día algo más entretenido de lo habitual. Lucharon bien. Que pena que no morirán igual.
Este sacó un arma corta de la parte posterior de su cinturón, y apuntó a la frente del Jefe. Los spartan habían estado tratando de moverse, pero parecía como si de repente sus exteriores se hubiesen convertido en piedra:
- No puedes moverte, ¿verdad, bárbaro? - se burló el general - Lástima, tiempo de ir al Hades...
- Oye, espera... - dijo Joyeuse.
El oficial volvió a mirar atrás, donde un display holográfico se manifestaba ahora, mostrando la forma femenina autopercibida de la IA, voluptuosa aunque cubierta de traje monopieza:
- ¿Y ahora qué quieres, constructo? - preguntó.
- ¿Recuerdas por qué me trajeron aquí?
- ¿Qué...?
Aquellas fueron las últimas palabras que aquel pronunciaría, justo antes de que un proyectil saliera de la nada, transformándolo en pulpa roja antes de que nadie pudiese reaccionar. Los otros elegidos se voltearon al enorme ventanal que daba al vasto valle sembrado de acacias, intentaron auscultar el azul cielo en busca de la procedencia de aquel ataque, pero nada pudieron ver antes de ser terriblemente heridos por proyectiles automáticos volando a velocidad hipersónica.
De un momento al siguiente, los spartan se vieron rodeados por varios escogidos trepando hacia la sala de mando desde fuera, cargados entre varios para luego ser subidos en una cabina solamente iluminada por luces lineares muy delgadas. Los display en sus visuales nada mostraban en medio de la quietud que seguía, una que, a su parecer, duraba ya demasiado tiempo. Fue difícil de saberlo, atrapados sin moverse, cuánto duró aquel viaje, solo que en un momento sintieron aquella nave descender suavemente sobre una superficie bastante sólida, siendo cargados como fardos de vuelta hacia fuera, una vista majestuosa dándoles la bienvenida.
Fueron tirados al piso. No lo pudieron ver a la primera, pero escucharon el zumbido sordo de una máquina alada volando sobre sus cabezas, emitiendo un destello que los hizo sentir sueltos de nuevo. Apenas sintieron sus propios cuerpos, el Jefe y Seis se levantaron, colocándose espalda con espalda:
- ¡¿Pero qué fue eso?! - exclamó B-312.
- Prepárate. Nos rodean.
Era cierto, todos aquellos que se los habían llevado de aquel lugar no eran sino ¡otros elegidos!, un grupo de ocho, todos vestidos en armaduras dorado y rojo, con una hombrera mostrando la cabeza de un jabalí en ella, tallada en platino. Pronto escucharon otro zumbido, y con una pasmosa velocidad, indetenible por la física convencional, otro de aquellos vehículos, con forma de trapecio oblongo, descendió cerca de ellos. El Jefe fijó la vista en el vehículo, expectante, y prontamente la compuerta se abrió en su eje horizontal, revelando a Jun, Jorge, Cat, Carter y Emile en (casi) perfecto estado. Estos iban acompañados de un solo supersoldado de aquellos, vestido en una armadura marfileña, llena de líneas en grabados barrocos, un casco de crin horizontal, y hombreras con grabados de león:
- ¿Qué significa esto? - preguntó el Jefe.
El desconocido se acercó, pasando a los otros, que le saludaron con un golpe de pecho, y le respondió:
- No somos tus enemigos, guerrero extraño. Me llamo Petrocles, y te he traído aquí por orden de mi señor.
- ¿Y eso por qué?
Jun entonces también se adelantó, manteniéndose tras su inesperado anfitrión, y aclaró:
- Tampoco me gusta la idea, pero por ahora ellos son aliados.
- Suena a basura - dijo Seis, burlonamente - ¿Querían matarnos y ahora nos quieren ayudar?
- Aquellos que enfrentaron allá son enemigos del arconte, y de todos nosotros. Por favor, acompáñenme a verlo, espera por ustedes.
Jun miró al Jefe, asintió, y este devolvió el gesto, con la guardia ya baja. Seis también se distendió, y mirando a los demás, también comenzó a andar, dónde sea que los estuvieran llevando. Los demás elegidos se pusieron en formación de escolta, disuadiendo con su mero posicionamiento a los spartan para que formasen una fila india, sin orden establecido a excepción de Jun, quien se mantuvo al lado del tal Petrocles. El panorama era majestuoso en verdad; tal y como era de donde habían llegado, aquel era un inmenso complejo construido en mármol, o en lo que parecía tal, con láminas de diferentes metales y joyas decorando sus pilones, muros, arcos, relieves de mujeres, guerreros desnudos, seres fantásticos como sirenas, sátiros o arpías se alineaban en las paredes.
Las murallas, sin embargo, eran lo más destacable, paredes altísimas, tres de ellas, concéntricas, la cuarta detrás de ellos, todo ello rodeando los niveles excavados en la ladera de aquel nevado.
Recorrieron grandes corredores, fuentes de oro, jardines con árboles de doradas manzanas, pabellones con estatuas de dioses, héroes de antaño junto con otros de renombre. Finalmente, entrando por la pesada puerta del palacio interior, las paredes estaban rematadas en su parte baja por murales extensos, mostrando escenas épicas de grandes gestas, batallas antiguas, guerras trágicas e incluso comedias donde los personajes se veían en predicamentos absurdos. El Jefe fue el primero en notarlo, tal vez él único, en un mural de bronce, pulido y brillante, donde una multitud de soldados se veían luchar, sufrir, caer ante una horda de enemigos harto conocidos, fácilmente distinguibles a pesar de sus saturados arneses, con aquel portal en forma de pétalo de fondo.
Estaban llegando al final del último pasaje de alto techo, y en el mural de uno y otro lado se veía a guerreros como aquel que les guiaba dirigiendo a los demás, otros de aquellos escogidos también aparecían, destrozando al enemigo. Junto con las cruentas batallas de navíos en los cielos, el retrato de la hecatombe se volvía poco a poco el de una victoria anunciada, un semidios en nobles atavíos y rica armadura, levantando en su espada la cabeza de un sangheili con el casco ceremonial del inquisidor. En los últimos 20 metros, sin embargo, aquella ornamentación llegaba a su abrupto final, y la pared se podía ver apresuradamente pelada de todo rasgo, con las marcas hechas por herramientas láser visiblemente frescas.
Las puertas finales fueron abiertas, haladas de cada lado con una cuerda por una fila de sirvientes afeitados, enfundados en túnicas marrones sencillas y la frente marcada con una alfa mayúscula. Lo que se desplegaba antes ellos, aunque digno de la pompa que habían visto hasta el momento, no tenía la elegancia de lo anterior, y era sobre todo por todas aquellas personas desperdigadas por la amplia sala de suelos rojos. Columnas cuadradas sujetaban todo, simétricamente distribuidas, y en torno a varias de ellas los grupos de gente finamente vestida discutían o reían, de pie o recostadas en catres, mientras más siervos iban de aquí para allá ofreciendo comida en pesadas bandejas, cargadas entre varios. El grupo siguió por la alfombra extendida al centro, donde nadie se atrevía a pisar.
- Esta es la sala de audiencias de mi señor.
Todo era un alboroto, y en medio, algo más parecido a una pirámide escalonada que a un estrado, de cinco niveles, se alzaba sobre toda aquella escena. En sus tres niveles inferiores, conectados por escalones a cada lado, más de aquellos cortesanos, mejor vestidos que los de más abajo, estaban totalmente inmersos en su ocio, sus risas y comiendo hasta atorarse. Otros andaban recibiendo las caricias de jóvenes mujeres y varones, en medio de la música ambiental cuya procedencia era en absoluto enigmática. En el nivel más alto, un hombre de redondo mentón y mirada pesada se sentaba en su trono, y junto a él estaban dos, una joven peinando sus rizos dorados cuidadosamente a la derecha, y un hombre de edad más avanzada a su izquierda, con un aulós largo entre manos, y una cítara colgando de una correa sobre su cuello.
Petrocles subió, y los guardias, elegidos con lanzas de pie en el cuarto nivel, le dejaron pasar hasta aquel en el trono. El guerrero se arrodilló y le susurró algo al oído, haciendo que este mirase a quienes habían entrado. Hecho apenas eso, la música se detuvo, y el instrumento de viento fue tocado en una nota larga, mientras con una mano despedía a la muchacha, quien se inclinó y desapareció por detrás. La escolta se detuvo al pie de la estructura central, al igual que los spartan, que vieron a su guía llegar con ellos mientras el hombre de la izquierda detenía su tonada:
- ¡Todos contemplen la majestad del tiranos inmortal, hijo de Zeus!
El hombre se puso de pie, exponiendo su pecho untado en aceite donde la túnica no lo cubría, solamente sus piernas recubiertas por partes de una armadura y botas cual garras de león. Este extendió los brazos, abarcando a sus invitados:
- Bienvenidos, extraños - exclamó - Soy el arconte Tirias. He aguardado este momento desde hace tiempo...
- ¿Ah, sí, chico rudo? - devolvió Seis - ¿Crees que nos impresionas? Vamos, ya dinos lo que quieres.
Jorge le dio un codazo en las costillas para que se callase, lo que lo hizo doblarse de dolor y toser. Jun entonces habló:
- Disculpe a mi subordinado, pasó por...demasiadas cosas.
- Debería cortarle la cabeza yo mismo por tener tan suelta la lengua, pero soy piadoso.
- Se lo agradezco. No es mi intención causar molestias - asintió el coronel.
- Primero deberían ponerse cómodos. Todo lo que ven aquí es solo una muestra de mi hospitalidad.
- Deberíamos hablar del asunto que nos trae aquí, primero
- Ustedes nos extrajeron de aquella instalación - intervino el Jefe - ¿Por qué?
- Veo que la indisciplina en tus filas no es aislada, Jun. Ahora entiendo por qué su cuartel general cayó tan rápido.
Los spartan al oírlo le lanzaron miradas de oculta rabia y de desprecio absoluto:
- Tienen espejos, al parecer - musitó Cat.
- Calma, responderé a sus preguntas ahora mismo - replicó el arconte
- Díganos, ¿Cómo supieron que estábamos allí?
- Los habíamos estado buscando desde hace tiempo. Una sobreviviente nos habló de ustedes.- ¿Dónde está?¿Qué hicieron con ella?
- Al principio pensaba venderla como esclava, si les soy sincero. Luego las cosas cambiaron...
- ¿Y eso qué sería? - preguntó Carter.
- Cuando la capturamos, llevaba un aparato con ella, y extrajimos mucha información valiosa gracias a su colaboración.
- Debe haber algo más que lo motive...
Petrocles levantó la mano hacia Jun, negando con la cabeza:
- Está bien, déjalo preguntar. En efecto, puedo decir que la llegué a conocer bastante bien.
Los cortesanos comenzaron a murmurar, cuando de repente alguien emergió por detrás del trono, recibiendo salutación de los elegidos apostados ahí. La esbelta mujer llevaba el cabello rubio recogido en una diadema de flores rosas, y estaba ataviada en un largo vestido aguamarina que dejaba ver la piel clara de su cuello y hombros. El hombre de la izquierda tocó de forma angelical su cítara mientras los pies calzados en sandalias se acercaban al trono del arconte, quedándose finalmente a su lado. Y una vez más, Emile vio aquellas orejas puntiagudas, sintiendo el mismo vacío incómodo en el diafragma:
- Iotha...
- Así que es verdad, puedo darme cuenta. Realmente son ustedes entonces...¿no es así, amada mía?
Jun y los demás se quedaron de piedra al oír a aquel sujeto decirle así a su comandante general, mientras que el Jefe siguió sin comprender de quién se trataba, en tanto la mano de la elfa era tomada con delicadeza por el aristócrata:
- Gracias. Por cumplir tu promesa - dijo ella, y miró a los suyos - Finalmente podemos reunirnos.
- Mi regalo para ti, a cambio de todo lo que me has dado...
Iotha apartó la mirada, algo avergonzada, cuando una voz familiar intervino:
- Yo ayudé con eso. Realmente su plan funcionó, comandante.
Era Joyeuse, quien una vez más hablaba por el invisible sistema de sonido.
- Gracias a ti por contactarme en primer lugar. Sin ti esto no habría sido posible.
- Comandante - dijo Jun - Es bueno que lo haya logrado, pero dígame, ¿Qué ocurrió...al final?
- Perdimos la batalla. Lo último que supe es que la sede de la Corporación fue atacada también.
- Entonces deberíamos volver y reagrupar nuestras fuerzas.
- Eso fue hace un año, coronel - respondió ella - no podemos hacer más por ahora.
- Aquella nave fue estrellada, contrario a lo que nos fue prometido. Seguro nadie dentro sobrevivió.
- Está diciendo que...
- Tanto ellos como nosotros fuimos manipulados por Centrum.
- Eso no cambia el hecho de que mi familia estaba allí, ni lo que hicieron con esas personas - exclamó Jorge con rabia - Ustedes no son más que bestias...
Dos elegidos se acercaron a él, y con sus lanzas lo electrocutaron, dejándolo de rodillas. Iotha extendió el brazo por mero reflejo, y el arconte avanzó un par de pasos, alzando la voz:
- ¡Basta! - exclamó - Ahora escuchen. Cuando aquellos extranjeros llegaron con su tecnología y regalos ante nuestro rey hace 20 años, ellos firmaron acuerdos, incluso bajo nuestra costumbre de sacrificio, y sellar nuestro pacto con la sangre de sus manos.
- Lo entiendo - dijo Jun - Centrum no suele apreciar costumbres de otras líneas temporales, a menos que sea de extrema conveniencia.
- Aprendimos esto solamente ahora. Carecen de todo honor, de alguna forma compraron a muchos de los nuestros a su causa. Ahora mi lugarteniente está muerto por su culpa, y tuve que mantenerme quieto.
- Ellos se infiltraron entre sus filas, como hicieron con nosotros - dijo Joyeuse.
- Ahora tengo que mantenerme aislado en este palacio. El nuevo rey está con ellos, y amenazó con castigarme si no obedecía a esas...alimañas de abrigo negro. Ustedes van a ayudarme con eso.
- ¿Señor, está de acuerdo con eso? - preguntó el Jefe - He visto de lo que estos elegidos son capaces, sobre todo en números. No deberíamos apresurarnos a confiar.
- ¿Ves a la mujer allá arriba, suboficial? Ella es mi superior, y si ha llegado a esa instancia sin morir, es porque podemos trabajar juntos.
- Si son capaces de entenderlo - dijo el arconte - entonces podemos celebrar nuestra alianza.
- Solamente queremos una cosa - dijo Jorge.
Los demás lo miraron, notaban claramente la expresión oscurecida en su rostro:
- ¿Y eso qué sería?
- Nos dejarás volver.
- Jorge... - musitó Emile.
El spartan se adelantó junto a Jun y el hasta ahora atento Petrocles, quien se cruzaba de brazos:
- Cuando hagamos el trabajo que quieres, nos darás un transporte para irnos de aquí. Si no cumples, juro que ninguno de mis compañeros caerá sin pelear.
Hubo un silencio momentáneo, y el arconte, tras acariciar su mentón, replicó:
- Se cumplirá tal y como haz dicho - y luego se dirigió a Jun, condescendiente - ¿Estás de acuerdo con eso, líder?
Iotha miró con preocupación, sabiendo que, si quería que sus hombres sobreviviesen, debía actuar con mesura y prudencia como siempre. No solamente eso, sino que, realmente ella no quería tener que alzar la mano contra quien se había tornado su protector, y amante. Ciertamente había sido apenas un año de cientos que había tenido su vida, años que habían ido y venido sin que lo notase, sin que nada moviera su alma; aún los recordaba, su mundo, su destierro, el día en que conoció su profesión cuando un ser apareció desde un camino de hadas, y la llamó al deber. Nada tuvo que perder entonces, hasta que su entrenamiento concluyó, y aquellos pocos compañeros se convirtieron en camaradas; hizo todo por protegerlos desde entonces, ¿y para qué si ya no quedaba nadie más?
No, no podía permitir tales lamentos en su mente, ahora tenía responsabilidades incluso mayores, y debía cumplir con ellas, ese bien por el que ellos lucharon, y en el que ella llegó tanto a creer. Esta es la vida que la eligió, la que la llevó hasta ese año entero, lo cual, irónicamente, le hacía agradecer a aquello que le causaba a su vez tanta amargura. Aquel que ahora estaba a su lado comenzó como una conveniencia, y ahora, sabía, daría la vida por ella, tal como ella haría por él, a pesar de las normas y costumbres locales que debían sortear. Pero ella también se debía a quienes estaban bajo su mando; debía reivindicarlos.
En un instante sus pensamientos fueron interrumpidos, y Jun nada pudo responder cuando una sirena empezó a chillar en el ambiente, enviando a la IA de vuelta al chip del Jefe, quien se pone alerta primero. Todos aquellos cortesanos comienzan a asustarse, perdiendo la compostura que habían mantenido por miedo a la ira de su amo:
- ¡¿Qué significa esto, copero?¿Por qué has activado la alerta?!
El hombre de la izquierda, con los nervios de punta, parece tener la mirada desencajada por la incredulidad, mirando aparentemente a la nada:
- No fui yo, no... ¡no puede ser, son los enemigos del abismo!¡han vuelto!
Una proyección holográfica comenzó a manifestarse en el aire como una especie de ilusión, una especie de nube de polvo plateado mostrando figuras de naves apareciendo de una en una al borde de un mapa con un sol en su centro y varias órbitas como hilos de plata a su alrededor. Ya eran numerosos aquellos navíos de apariencia curvilínea, apareciendo más y más desde burbujas que tan rápido como palpitaban desaparecían. Para los spartan no era buen augurio.
- ¿Y por eso haces tanto escándalo? - recriminó el arconte
Este se lanzó contra los pies de su amo, postrándose frente en tierra, temblando:
- Mi señor, la flota del sistema ha abandonado su posición, ahora ellos se dirigen para acá.
Todos los nobles presentes ahora estaban en pánico, y varios trataron de salir de aquella sala, siendo interceptados por guardias armados que levantaron sus rifles en contra. No tuvo que caer más de un cuello bajo la espada antes de que la desesperación se subsumiera en un murmullo temeroso y los sollozos de las mujeres. El arconte pensó entonces en aquella amenaza que acababa de mencionar, enviada por su propio señor, y sonrió, diciendo, en frente de toda su corte:
- Tenemos tiempo suficiente entonces. Transmite mi voz a todas las estaciones de batalla etéreas.
- Está hecho...
- Escúchenme con atención, les habla su arconte - retumbó su voz en un eco - Tienen permitido encender los helioquemadores. Activen el escudo global y carguen toda la munición atómica.
- Ponme en corriente general, ya.
- Listo.
Desde todos los proyectores en el planeta, la imagen del arconte se elevó en patios, plazas, frente a edificios y parques, su voz retumbando en todas partes, en cada hogar y callejón de cada ciudad y poblado, mientras en los cielos aparecían hexágonos de luz sólida ocultando los cielos grises:
- Ciudadanos de Ascalantia - exclamó - En este día he venido a ustedes para hablar con la verdad.
Hemos sido abandonados por el rey Koros, y hemos sido traicionados por sus nuevos amigos de más allá de los portales. Pero todos ustedes han rumorado, y todos nosotros ya lo sabíamos, el cómo durante años han ido envenenado las almas de muchos en contra de su propia gente, y los han llevado a convertirse en esclavos de sus designios infames...
La población comenzaba a inquietarse y murmurar al ver como el escudo planetario era activado, y varios comenzaban a discutir el significado de todo aquello, el qué podía haber detrás de la susodicha traición. En el cuarto nivel del estrado, uno de los elegidos montando guardia comenzó a tener un temblor en la comisura del labio, detrás de su visor:
- Ellos han conspirado contra nuestra gente, para tomar el control. He sido informado de que sus argucias nos acaban de dejar a nuestra suerte ante los enemigos de Lacedaemon. Esto no es una tesis lejana, o una especulación, ahora mientras les hablo una armada entera pretende venir a aniquilarnos, ¡esperan que nos rindamos, y nos arrodillemos como ovejas en el matadero!
En las calles comenzaban a armarse disputas. Personas aleatoriamente comenzaban ataques contra lugares cercanos a las multitudes, y las transmisiones comenzaban a fallar repentinamente. El elegido comenzaba a tener un temblor en una de sus manos ahora, y el de al lado comenzaba a notarlo con preocupación:
- Yo no ambiciono poder ni riquezas, no aspiro extorsionar a nadie para obtener lo que quiero. Esos no son los valores de un verdadero hombre. Lo que si debo hacer es pedirles perdón por haber estado tan ciego...Sé que no merezco exigirles mucho más servicio del que sus padres dieron en la Gran Guerra, pero sí les puedo asegurar esto. Si no se levantan ahora, tengan por seguro que ninguno tendrá otra oportunidad...
Fuego se levantaba en las plazas, soldados armados disparándose de repente entre sí, la gente luchando de forma encarnizada los unos contra los otros, vehículos terrestres siendo estrellados contra edificios haciéndolos estallar. Los reportes de las guarniciones en abierta confrontación civil comenzaban a llegar desde todas partes, y varios sectores agrícolas entraron en oscuridad.
- Así que solamente les pediré esto una vez. Luchen por sus hogares, luchen por sus familias, luchen por cada pie de tierra bajo sus pies, y luchen por el futuro de los hijos, tal y como sus padres respondieron a la llamada de la guerra en su nombre.
Este entonces desenvainó su espada, elevándola al cielo:
- ¡Hijos de Esparta, ¿Quién de ustedes alzará su espada junto a la mía?!
Los escogidos levantaron al unísono sus espadas en la sala del trono, a un solo aullido de lanzas y fusiles levantados. Entre los nobles también se levantaron vítores, poco a poco aumentaron las aclamaciones, entre la reticencia de los que quedaban en silencio. Muchos no lograron escuchar aquellas últimas palabras, pues poco a poco las comunicaciones habían seguido cayendo. Fue suficiente, aun así para que el caos fuese abordado por los leales del arconte, que en masa descendían donde podían desde sus transportes para pacificar a los terroristas, y a ellos se uniese población local, presta a enlistarse en pos de sobrevivir.
- ¡Es hora de mostrarles a esas lagartijas lo que es una pelea real!
Más aullidos vinieron de los escogidos, dentro, pero también fuera de la sala, viendo el holograma de su amo en el palacio, los sirvientes en su mayoría sobrecogidos de terror. En el palacio todos los defensores se habían puesto en pie de guerra bajo las órdenes de sus comandantes y los látigos de los capataces, en orden, funcionando como un mecanismo de relojería sin ningún contratiempo.
Sólo en las mazmorras había agitación de presos intentando forzar su salida cual bestias recién enjauladas; la esposa del arconte había tenido suficiente sabiduría como para crear un método de detección efectivo para la casa de su señor.
Sin embargo, lo que nadie sospechaba, es que fuera y dentro, las cosas podrían ver tornas giradas para bien y mal, cuando la transmisión fue cortada en los últimos lugares con energía. El copero quiso levantarse, pero comenzó a tener espasmos que lo tiraron de lado, urgiendo al arconte a reclinarse para saber qué le pasaba, y fue entonces que aquel escogido también cayó al suelo, haciéndolo ver hacia atrás. La incertidumbre nuevamente comenzó a invadir la estancia en tanto los spartan se mantenían en posición, en tensión por todo lo que estaba tomando lugar a su alrededor, ya con sus cascos puestos encima.
Los otros guardianes se aprestaron a ayudar a su compañero, pero antes de que el primero lo tocase, este se paro de forma mecánica, haciendo el torso atrás, tronando los huesos de su propia columna antes de encorvarse, apretándose a sí mismo. Los escogidos blandieron sus lanzas, y Petrocles tenía la atención enfocada hacia sus hombres para asegurar que hicieran su trabajo, neutralizar a todo aquel con mínimas señales de comportamiento anormal.
Estos clavaron sus armas, pero las puntas acabaron atacando al suelo de mármol. El otro ya había saltado, daga en mano, en contra de la comandante, haciendo al arconte abalanzarse sobre él apenas oyó el aire cortarse por la velocidad con que su subordinado había iniciado su ataque.
Pronto logró someterlo, un tiro certero en la nuca fue todo.
Iotha miró su abdomen, y ahora el arma estaba clavada hasta el fondo, haciéndola caer contra el trono mientras por su larga falda bajaba un chorro de sangre. Ella arranco la manga de su vestido, y se la amarró alrededor de la cintura con buena presión, antes de quedar fatigada. El Jefe subió por el estrado, y finalmente llegó a ella, cargándola entre sus brazos, todo tan rápido que los elegidos no reaccionaron a tiempo, aun si, para cuando se dispuso a bajar, las lanzas le apuntaban todas al cuello:
- ¡Déjenlo bajar, cerebros de cabra! - gritó el arconte, y dijo a John - Rápido, te llevaré al sanatorio...
El gobernante le siguió apresuradamente, lleno de consternación, llevando al copero sobre su espalda. Los demás spartan solamente los vieron partir, y aunque Jun trató de ir con ellos, sus escoltas se lo impidieron, amagando sus espadas para disuadirlo.
El Jefe solamente asintió al ver al coronel, quien hizo lo mismo, y se retiró por su derecha en dirección a una de las muchas puertas automáticas que flanqueaban la gran sala, todo entre el horrorizado murmullo de la corte. Carter podía ya notar para entonces que no pocos entre aquellos seres banales y decadentes no solamente se habían quedado en silencio, sino que observaban con detenimiento todo lo que estaba pasando, alguno tratando de contener la sonrisa. Claramente se había demostrado, a su parecer, que aquel lugar era de todo menos seguro, y que debían cuidarse las espaldas en todo momento.
Por un pasillo estrecho, los sirvientes ven a su amo pasar deprisa, y de inmediato se arrodillan, agachando la cabeza, sin saber quién es aquel otro que le sigue. La comandante apenas podía distinguir las formas pasando a toda velocidad frente a su vista decaída, la oscuridad amenazaba con tomarla. Intentaba pensar en la miasma cada vez mayor de su mente lo que acababa de pasar
¿Por qué su cuerpo quemaba por dentro?
Pronto llegaron a un sector similar a unos laboratorios, con camillas alineadas, capsulas y aparatos que ni el Jefe ni Joyeuse habían visto antes:
- ¿Ahora qué sigue? Debemos estabilizarla - preguntó la IA.
Varias mujeres enmascaradas, vestidas en ceñidas escafandras blancas, se inclinaron ante el arconte y rápidamente tomaron a la mujer herida en una camilla flotante, similar a la fusió entre una camilla y un puff. De debajo del objeto emergieron robots que comenzaban con su trabajo de revisión y estabilización, infusionando coagulantes y anestesia por su piel mientras se alejaban:
- Sobrevivirá - dijo el Jefe.
- Tomaré tu palabra, extraño.
El arconte entonces recibió una transmisión, mientras dejaba al copera a cargo de las sanadoras:
- "Mi amo, tenemos un problema"
- "¿Quién eres tú? ¿Qué ocurre?"
- "Soy uno de los ingenieros en la bahía de portales" - dijo aquel, asustado - "Las puertas al mundo abisal se han abierto por sí mismas, no sé por qué...mi superior fue engullido por una de ellas, he aislado el área, pero nadie más logró salir."
- "¿Cómo pudieron permitirlo? Son unos inútiles...Enviaré una unidad acorazada, no debemos permitir que nada salga de allí."
- "Como ordene. Me encuentro monitoreando las señales en el interior. Aumentan, pero no detecto formas de vida...espere, no, no, no, ¿qué significa todo esto"
- "Habla"
- "Los vórtices...alguien los está redirigiendo..."
- "Vere qué es lo que pasa yo mismo."
El arconte terminó de hablar, y se dirigió al Jefe Maestro:
- "No podemos hacer nada más por mi mujer aquí. Acompáñame, necesitaré manos extra"
Fuera, en el valle, la noche no existía, sino un cielo anaranjado iluminando las colinas, los riachuelos y la ciudad asentada a lo largo de su extensión. Fue cuando una sombra cubrió las cabezas de las personas, muchas portando armas para defenderse en sus manos, contingentes de soldados apagando los focos de caos, así como filas de trasgresores arrestados. Estos últimos sonrieron de forma perturbadora al ver hacia el cielo como todos los demás, la forma de un poderoso navío, tan extenso como para sumir toda la urbe en las sombras. Todas las fuentes de poder se apagaron en ese mismo instante, y hubo quietud.
- Mi señor, una de sus naves
Y luego se hizo luz.
Desde el vientre de aquella bestia púrpura, brillantes proyectiles verdes comenzaron a llover por miles envolviendo todo, los primeros edificios demolidos por las explosiones, secciones enteras de residencias arrasadas en segundos, miles de gritos, miles de vidas, extintas antes de poder reaccionar al peligro que se avecinaba. De entre ellos los traidores alcanzados por el plasma quedaron en su sitio, sonriendo con malicia, mientras los sobrevivientes de aquella primera andanada se reagrupaban como podían entre los escombros.
- ¡Fuego! - gritó el comandante desde la muralla.
La artillería de partículas lanzó su ataque, enfocados a la proa de la nave enemiga a lo lejos, en un intento por perforar el casco del puente de mando de forma expedita. Muchos de ellos lo recordaban, eran veteranos de la Gran Guerra, por décadas desgracia sobre desgracia, derrota tras derrota, y luego hallaron la forma, las armas de guerra fueron mejoradas, las tácticas actualizadas, conocieron aquella victoria hace años gracias a esto, y pensaban hacerlo también hoy.
El contraataque llegó de inmediato, los proyectiles de repetición color aguamarina comenzaron a impactar la fortaleza, chocando contra el escudo de energía, una, y otra vez, haciendo más y más presión sobre el generador de fusión en el corazón de la montaña. Los haces a millones de grados centelleaban, los escudos de su punto de tiro cediendo como plástico derretido, prontamente hipercalentando el exótico polímero lustroso debajo al rojo vivo. Los que miraban a través de la muralla comenzaban a vociferar y celebrar, extasiados de ver cómo la nave parecía comenzar a derretirse de adelante hacia atrás. Cada vez los proyectiles eran menos, y todo el casco comenzó a volverse rojo.
Los cañones se sobrecalentaban, pero la forma no parecía moverse de su sitio. Los oficiales comenzaron a preocuparse, preguntarse qué andaba mal, pues el objetivo parecía seguir totalmente estático. Pasaban más minutos, y la brillante silueta seguía sin hacer ningún movimiento, así que se avisó al arconte, quien ordenó detener el ataque.
Así fue que, una vez el último cañón se detuvo, todos quedaron a la expectativa de la siguiente orden. Los spartan habían sido guiados por Petrocles, mientras tanto, en dirección a la muralla del palacio interior, protegida por baterías de plasma y proyectores solares que no habían sido usados todavía. Todos ellos estaban avistando lo que reconocieron como un supercarguero covenant:
- ¿Por qué dejó de dispararnos? - preguntó Jun.
- Esto no me gusta nada - añadió Carter.
- A mi tampoco - dijo su guía - No ayuda que aquel navío sea de modelo desconocido.
- Atacaron sin preguntarse lo que tenían en frente - intervino Seis - Pero qué idiotez.
- Preferimos atacar primero, y mucho tardamos. Ya la gente está muriendo allá abajo por nuestra hesitancia.
- ¿Cómo quieren que los ayudemos desde aquí? Necesitamos una nave para abordarlo - dijo Cat.
- Debemos freír sus generadores de escudo primero. Pero esta reacción es anormal...
- ¿Y no podrían...
Emile fue interrumpido por un pitido agudo que hizo a todos los presentes en la región llevarse las manos a los oídos. De inmediato, el rojo del carguero se difuminó como una nube naranja de ascuas al viento, y la piel de su casco se reveló completamente intacta justo antes de que su campo de energía titilara de vuelta a la vida.
- No le hizo nada - musitó el elegido - Eso no es posible, no tenían esa tecnología antes...
Desde el vientre de la nave, nuevos haces de plasma descendieron a la ciudad debajo, pero esta vez acompañados de un destello que comenzó a acercarse a toda velocidad. Los sistemas de sensores comenzaron a proyectar la imagen de calor de un artefacto en forma de isocaedro con una lectura de energía potencial peligrosamente elevada. Con desesperación se ordenó volver a activar la artillería, pero cuando los primeros disparos le dieron al proyectil misterioso, este ya estaba casi frente a los ojos de todo el mundo, dejando tras de sí una onda expansiva de luz roja que cegó a todos.
Las tropas del palacio, que se habían comenzado a formar defensivamente en cada nivel a la espera de los agresores, fueron invadidas por el horror cuando el calor comenzó a llegar a ellos, enrojeciendo sus pieles hasta el punto de ebullir su propio sudor. Muchos cayeron gritando por las quemaduras, y cientos de los escogidos de menor rango sintieron que se cocinaban dentro de sus armaduras tras la inmediata destrucción de sus escudos personales.
- Petrocles, esto es terrible - se comunicó uno de sus comandantes - Decenas de mis heranos han quedado fuera de combate, y sus equipos electrónicos están fritos. La primera muralla no resistirá otro ataque.
- Es peor que eso - se comunicó otro - El generador de fusión se está sobrecalentando. Debemos desactivar el primer escudo para evitar que estalle.
El elegido apenas se estaba levantando del suelo mientras escuchaba estos reportes, y una vez fijó la vista al horizonte, se fijó en las decenas de naves de descenso llegando al complejo. En la lejanía, el valle estaba ardiendo en llamas, la ciudad convertida en ruina carbonizada. Ninguna transmisión venía ya de aquel lugar. El carguero enemigo ya no disparaba sus proyectores, y ahora presionaba una vez más el escudo de energía con sus misiles de plasma.
- Retira a tus hombres, Andrónico, refuercen la segunda muralla.
- Pero general...
- Haz lo que te digo, y prepara a tus hombres restantes para la defensa.
Petrocles colgó y se comunicó a otro canal, mientras indicaba a los spartan que lo siguieran:
- Ordena que desactiven el primer escudo, los encerraremos en la primera muralla. Cubran la retirada enemiga con los cañones de lanza. Cambien a fuente de poder interna, nos dará tiempo.
Apenas terminó de dar esa orden, recibió otro informe:
- Aquí Aleteia 4205...
- ¿Qué pasa?
- Acabo de interceptar una transmisión proveniente de nuestro atacante.
De inmediato las dudas asaltaron a Petrocles cuando la grabación en audio comenzó a serle compartida. Reconocía vagamente el idioma, pues mucho diálogo no había tenido con quienes la hablaban, siendo este ni más ni menos que aquella lengua de los guerreros reptiles cuya boca no tenía mejillas, y se abría como la de las serpientes al pegar gritos de agonía frente a su espada. Solamente percibió en ello un problema muy importante, y es que quien estaba hablando no era uno de aquellos seres, ni tenía el acento ahogado de aquellos que les dirigían desde detrás del campo de batalla, sino uno mucho más delicado, aunque impetuoso.
- ¿Es esa la voz de una mujer?
- La identificación tonal corresponde a una fonación humana femenina - afirmó Aleteia - La traducción indica...
Para ese momento, los armeros del arsenal cercano habían equipado a los spartan con mochilas cohete, armas de dotación regular y un arma secundaria corta, cargada con aguijones sólidos. Jun al escuchar lo que había dicho su anfitrión, no pudo sino acercarse para conocer más de la situación:
- Tal vez hay algo que nos quieras contar...
- Acabó de recibir una noticia sin sentido.
- Sería bueno escucharla.
Por un momento Petrocles dudó, pero se decidió a comparir la información, pues se relacionaba directamente a la misión que tenía en mente para los extraños desde un inicio.
- Oigan esto, entonces.
En los VISR del resto del Equipo, el audio ya traducido por IA decía lo siguiente:
- Inclínense y déjense iluminar por el fuego purificador, usurpadores del Ecúmene. Soy Makee la Bendecida, heredera del Dominio, avatar de la Bibliotecaria, y he venido a comenzar la Reclamación.
Emile entonces dijo:
- ¿Ahora una humana es parte del covenant?
- Supongo que esto no es así por aquí... - dijo Jun.
- Claramente no. Los enemigos solo buscaban nuestra desaparición. Jamás tendrían hombres en sus filas...
- Significa que su arconte no solo fue dejado a su suerte - dijo Carter.
- También los nuevos amigos del rey trajeron un equipo de limpieza. - añadió Cat.
- Ni siquiera había acabado de entender esto de los Cuerpos Infinitos aún - se quejó Seis.
- Estos enemigos son de donde vienes, entonces...
- No, en realidad no sé de donde puedan venir, aunque tengo mis ideas.
- No importa por ahora, vengan conmigo.
Petrocles los llevó fuera del arsenal, y a ellos se fueron juntando más escuadrones de escogidos listos para pelear. Tomaron la ruta, mediante puentes de gravedad, directamente a la segunda muralla, donde un pequeño gran ejército ya aguardaba atrincherado a los invasores. Las naves covenant ya habían comenzado a descender dejando a sus tropas, rebasando las abrumadas piezas de artillería, que no podían con el número de banshees que había comenzado a hostigarlas.
Los proyectores solares disparaban, igual que los defensores sobre la muralla eb que estaban, mientras de sus casillas habían emergido las baterías de misiles hipersónicos listos para derribar a más naves que pudiesen arribar demasiado cerca. En el momento en que una de estas fue destruida por un wraith, los spartan y elegidos que les acompañaban recorrieron un pasadizo que los llevó al fragor del combate. Otras unidades locales ya habían comenzado a contraatacar a las tropas alienígenas, mayormente compuestas de grunts y drones, que buscaban desactivar los proyectores e inhabilitar las baterías.
Jorge es es el primero en usar su arma de repetición pesada para moler la primera oleada de grunts menores dispatando sus pistolas de plasma, mientras que el propip Jun comienza a derribar drones con tiros certeros de su pistola de púas. Petrocles se halanzado ya, disparando su arma de mano y blndiendo su espda contra unos jackals de una variedad color rojizo, de picos gruesos y anchos llenos de dientes, que atacaban usando sus escudos para cubrirse de la hoja afilada, y atacaban usando cuchillas de plasma atadas a sus muñecas opuestas. Seis lanzó granadas incendiarias contra otra oleada de grunts, mientras Carter los remataba desde cubierto.
Más phantoms descienden, y una ola de brutes aparece, cubierta de dispersas placas rústicas y portando mazos de gravedad cortos. El que está en medio ruge levantando su martillo, y los demás avanzaron, cargando contra la primera fila de soldados disparando en grupos de ocho. Petrocles señaló entonces uno de los phantoms al coronel, quien con un ademán indicó a Seis y Emile que lo siguieran.
En los niveles inferiores, el Jefe y Tirias habían llegado a la zona de portales, los acorazados terrestres formando un perímetro defensivo alrededor de las compuertas entreabiertas. El arconte blandía su espada hacia delante, mientras de los vórtices emergían fuerzas enemigas de infantería, revestidos de uniformes negrirrojos y máscaras de lentillas plateadas, presionando su avance hacia los defensores posicionados tras barricadas. La refriega se estaba intensificando, y a pesar de la artillería derribando esbirros en manadas, más atacantes seguían arribando, de frente, pasando sobre los cuerpos chorreando un fluido iridiscente en vez de sangre.
- ¡Acaben con estos espectros sin alma!¡Que sus cadáveres sean un túmulo para los caídos!
- Algo no está bien - dijo Joyeuse - ¿Por qué insisten con esta táctica? Es un desperdicio...
- Es cierto - dijo el Jefe - aun así debemos mantenerlos a raya o podrían unirse con los de fuera.
- Lo sé. Esto no...oye, espera, ¡creo que lo tengo! ¡Es obvio!
- ¿Qué?
- Ellos no quieren atravesar nuestras defensas - afirmó la IA - Los portales, el carguero, es así como llegaron...
- Quieren mantenerlos abiertos.
El arconte escuchaba lo que decían por el comunicador, e intervino entonces:
- No arriesgarían su buque insignia sin una vía de escape. Quiere decir que podemos descabezarlos antes de que puedan reagruparse.
Nuevamente este profirió un llamado a sus tropas, subiéndose a uno de los blindados:
- ¡Lacedemones!¡Tiren las puertas abajo, no dejen pasar a más!¡A sus lanzas, heranos!
Estos profirieron un grito en respuesta, y una primera falange de elegidos se posicionó en fila con sus lanzas y escudos levantados. Los cuerpos de los atacantes chocaban, y los de más atrás intensificaban el fuego, los blindados avanzando entre la primera, segunda y tercera columna de soldados en filas de tres. Del techo de los vehículos emergían salvas de cohetes antipersonales, acertando en los arcos metálicos de los aparatos dimensionales, no suficiente para destruirlos de un golpe, pero sí para interrumpir de forma intermitente sus funciones. El mecanismo interno para evitar sobrecargas ayudaba a que los portales se mantuviesen activos por largos intervalos, pero golpearlos repetidamente provocaría un apagado de emergencia:
- ¿Cuánto tiempo? - preguntó el Jefe.
- Pronto, menos de un sexto de clepsidra...
John no dijo más, y llamó a Jun:
- Comandante. La contención es efectiva.
Este no respondió, y solo se oyó estática en la comunicación:
- Parece que los sistemas de transmisión locales se están sobrecalentando - dijo Joyeuse - Deberíamos reagruparnos.
- No - replicó él - Por ahora esperaremos.
De lado y lado los guerreros caían, y las columnas estaban siendo rodeadas, sus escudos y blindaje protegiéndolos de los disparos de láser por el momento. En un momento, simplemente, se comenzó a escuchar un crujido, y uno de los oficiales en negro y rojo miró sobre su hombro, y se percató de que uno de los portales tenía una quebradura.
Y esta estaba creciendo.