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Chapter 16 - CAPÍTULO 15: EL GATO Y EL RATÓN

"Nunca convencerás a un ratón de que un gato negro trae buena suerte."

AINHOA

Quería abrir los ojos, moverme; pero, lastimosamente mi cuerpo no respondía a las órdenes que mi cerebro daba. Todo era oscuridad, los recuerdos se confundían en mi mente y las punzadas de dolor se acentuaban con mayor intensidad en mi sien. La misma persona que había querido entrar en mi mente anteriormente, seguía intentándolo sin lograr su cometido, pero sin ninguna intención de cesar en su lucha. Me cansé de batallar contra mi cuerpo y dejé que la inconsciencia me arrastrara de nuevo con ella.

"- ¡Mira Mione! - Señalo eufórica un punto en el centro del campo de Quidditch, la emoción me embarga, por un momento pensé que no volvería a verlo. - ¡Es Harry! ¡Harry lo logró, Mione! - Ella asiente y me abraza efusivamente, sigo con la vista fija en él, pero hay algo mal, alguien está a su lado, nadie parece verlo. - ¿Cedric? - Mi voz fue apenas un susurro, Harry comenzó a gritar entre lamentos, al parecer nadie se daba cuenta de ello, los profesores comenzaron a acercarse a él.

- ¿Qué sucede? - Ron observaba confundido la escena, Mione me soltó al escuchar el tono de preocupación en la voz de Ron, me encogí de hombros.

- ¡Está muerto! - Una chica dejó escapar un grito y sin pensarlo dos veces corrí en dirección a donde se encontraba Harry aún abrazado al cuerpo de Cedric. Fue difícil llegar hasta él sin caerme o tropezar con todo el tumulto de alumnos que querían acercarse lo suficiente para ver lo que sucedía en medio del campo El ojiverde levantó la mirada encontrándose con la mía y el corazón se me partió en mil.

-N-No pude hacer nada. - Logró pronunciar entre sollozos. - Voldemort ha vuelto. Cedric me pidió que trajera su cuerpo. - Entonces no había sido mi imaginación, a quien vi si era el alma de Diggory.

-Dile que no es su culpa, yo no quise tocar el traslador cuando me lo pidió. - Sentí su mano en mi hombro, dirigí la mirada hacia él y me regaló una sonrisa. - Diles a mis padres que los amo y a Cho... A ella dile que siempre será el amor de mi vida. - Asentí dejando escapar una lágrima, conocía a Cedric desde que éramos niños, había crecido con él y siempre fue mi mejor amigo a pesar de ser mayor. - Cuídate pequeña víbora, se acercan épocas oscuras. - Su alma se desvaneció, solté el aire que retenía en los pulmones y al ver a Amos abrazar el cuerpo de mi amigo, lo entendí, Cedric realmente se había ido..."

- ¡CEDRIC, NO! - Me senté de golpe en la cama, el pijama estaba totalmente húmedo y un sudor frío perlaba mi frente. Miré a todos lados verificando que no me encontraba en el campo de Quidditch y que Cedric no yacía inerte frente a mí, lo único que vi fue la enfermería a oscuras y a alguien que me miraba preocupado sentado en una silla al lado de la camilla. Riddle.

- ¿Te encuentras bien? - Su rostro se veía aún más demacrado que la última vez que lo vi, sus ojos azules buscaban en todo mi rostro alguna señal que le indicara lo que estaba mal. Estiró su mano hacia mí, pero dejó caer pesadamente, pude ver en sus ojos el miedo a que lo rechace.

-Sí. - Mi voz era cortante y fría, sequé el sudor de mi frente y volví acostarme en la cama quedando bocarriba, sin nada más que mirar que el tétrico techo. - ¿Qué sucedió? - Solté de golpe unos minutos después, no le dirigí la mirada.

-Nadie lo sabe con exactitud. - Hizo una pausa y se acomodó mejor en su asiento. - Según lo que me dijo Dumbledore, comenzaste a gritar y quejarte de dolor después de que me desmayé, como si algo te causara un dolor físico insoportable; pero tu cuerpo no mostraba señal alguna de daño, lo que sí mostraba tu mente. Estabas agotada psíquicamente, como si hubieras empleado toda tu energía en algo, quisieron adentrarse en tu mente, pero no había nada, ni barreras, ni muros, ni recuerdos... Era más un vacío exasperante, tu mente estaba demasiado silenciosa. - Recordaba voces, un alma negra y desgarrada, gritos de ayuda y mucho dolor de cabeza. - Creí... creí que no despertarías. - Se llevó una mano al costado derecho y apretó los labios ahogando un quejido. Recordé lo de la maldición y no pude evitar posar mi mano en la que él tía libre, me miró perplejo.

-Ven...- Las palabras salieron presurosas de mis labios, se paró y se acercó más a la camilla. - Acércate Riddle, no muerdo. - Sonrió de lado, me corrí un poco más a la izquierda dejándole un espacio a mi lado derecho, se sentó. - Acuéstate, tonto. - rodé los ojos y me miró perplejo. - No hagas que me arrepienta...-Dije en tono de advertencia, aún dudoso se acomodó a mi lado. No sé por qué lo hice, pero necesitaba concentrarme en otra cosa que no fuese lo que había pasado hace dos días por lo que me decía un calendario a un costado de la puerta de la enfermería, me giré apoyando la cabeza en su pecho y pude escuchar los latidos de su corazón, iban rápido. - Dulces sueños, Riddle. - Susurré antes de dejarme arrastrar por el sueño.

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Me giré palpando con la mano algo en la cama, pero estaba vacío. Abrí los ojos con pereza y me di cuenta de que me encontraba sola en la camilla, a un lado de mi almohada había un pedazo de pergamino con las palabras "Gracias, TR", escritas en una perfecta caligrafía.

-Veo que has despertado. - La voz de Dumbledore me toma por sorpresa y hace que guarde rápidamente el papel bajo la almohada, me observa con desconfianza y con una seriedad imperturbable. - Tenemos que hablar, vístase y nos vemos en mi oficina dentro de quince minutos. - Asiento, se gira con gracia y sale de la enfermería. Lo sigo con la mirada hasta que lo veo desaparecer tras el gran portón de madera, suspiro y me bajo de la cama, pero al hacerlo me mareo un poco y tengo que sostenerme de la cabecera.

Tomo aire, cierro las cortinas que rodean la camilla y quitándome el pijama me colocó el uniforme lo más rápido que puedo. Una vez lista descorro las cortinas, camino hasta la oficina de Madame Anabela y una vez que toco la puerta le aviso que me voy. Camino hacia la oficina de Dumbledore, voy tan sumergida en mis pensamientos que ni siquiera me doy cuenta de que alguien me está siguiendo, hasta que al girar en una de las esquinas noto su reflejo en una de las armaduras. Me meto en un estrecho callejón que hay y lo dejo avanzar un poco.

- ¿Por qué me sigues? - Era un hombre por la forma de su espalda, llevaba una túnica con la capucha puesta y sostenía su varita con firmeza en la mano izquierda. ¿Quién eres? - Se gira despacio y levanta las manos en señal de paz, pero no relajo mi postura y mucho menos bajo la varita. - No repito dos veces, ¿Por qué me sigues? - Doy un paso hacia él y sin dejar de apuntarle logro quitarle la capucha, dejando al descubierto a Alexander.

-Ainhoa. - Sus labios se curvan en una sonrisa, me mira directo a los ojos tratando de intimidarme, pero le sostengo la mirada. - Solo caminaba por los pasillos. - Dice tranquilamente y se encoge de hombros.

¿Se cree que soy estúpida? Bueno... Si no dirás nada constructivo es mejor que te quedes callada, no estoy para tu sarcasmo estúpida consciencia... Vale.

- ¿Con la varita en alto y en posición de ataque? - Con un hechizo no verbal logro quitarle su varita y la guardo en el bolsillo interno de mi túnica sin dejar de mirarlo. - ¿Me crees idiota? - Vuelve a sonreír con suficiencia y baja las manos.

- ¿No te han dicho que eres muy paranoica? - Mete una mano en su bolsillo y extiende la otra hacia mí en señal de que le devuelva su varita, niego con la cabeza y vuelve a sonreír.

-El ratón no sobrevive confiándose del gato. - La sonrisa se le borra del rostro, sustrae cualquier emoción de su rostro y se cruza de brazos. Esa pose, sus rasgos, algo en él me es familiar. - ¿Quién mierda eres?

-Cuida tu vocabulario. - ahora que lo noto su voz tiene cierto tono español. - Y tú lo has dicho, el ratón no sobrevive confiándose del gato.

- ¿Por qué querías entrar en mi cabeza? - Mi pregunta lo toma por sorpresa, pero se compone rápidamente. - Solo lo preguntaré una vez más, ¿Quién eres?

-Solo puedo decirte que estoy aquí para eliminarte. - Mi sonrisa se vuelve una carcajada y me mira desconcertado. - ¿Qué es tan gracioso?

-Tú. - Saco del bolsillo su varita y la hago levitar frente a él, cuando intenta cogerla la hago trizas con un hechizo no verbal, su rostro se contrajo en una mueca de ira. - Pierdes tu tiempo, muchos ya lo han intentado y heme aquí. Sigo viva.

-No por mucho, niñata engreída. - Hablaba español, no me equivocaba, era español.

-No soy ninguna niña, imbécil. - Sonríe con suficiencia y pasa por mi lado empujándome con el hombro. Continué caminando por el pasillo hasta que la nuca me comenzó a picar, por instinto me pegué a la pared y vi como un rayo de color negro pasó frente a mí. - ¡Expelliarmus! - Grité apuntando con mi varita de donde había venido el hechizo, caminé con cuidado hasta que vi a alguien tirado en el suelo, me acerqué con cuidado hasta que logré ver su rostro. - No te metas conmigo, Sectumsempra. - Susurré para que no escuchara, en su pecho se abrieron cuatro cortes profundos que comenzaron a sangrar.

-E-Él gato siempre. - se retorció de dolor y llevó las manos a su pecho tratando de detener la hemorragia, sonreí de lado. - Siempre caza al ratón. - Sonrío con malicia, le di una patada en el estómago y ahogó un quejido.

-Sí, pero yo no soy ningún ratón. - Escuché pasos acercándose así que me arrodillé a su lado y comencé a gritar. - ¡Ayuda! ¡Ayuda! - Puse mi mejor cara de miedo y preocupación, Alexander sonrió frente a mí susurrando un "Pequeña Mentirosa" y se desmayó. - ¡Ayuda!

-Grindelwald ¿Qué pasó? - Dumbledore me ayudó a levantarme, me abracé a él y comencé a sollozar. No necesitaba que sospechara de Alexander y estuviera encima de él todo el tiempo, dificultándome el descubrir quién es realmente. El muy maldito venía por mí cabeza y no caería sin pelear, necesitaba saber quién era y que demonios estaba buscando.

-N-No lo sé. - Traté de regularizar mi respiración. Y el Óscar a mejor actriz del año es para... Ainhoa Grindelwald. - Yo iba hacia su despacho y de pronto alguien me atacó, el profesor se interpuso y recibió el ataque. - Solté un suspiro y bajé la mirada.

-No pude ver quién fue Albus. - Me miró sin expresar nada, mentía bien. - Lo siento. - Dumbledore asintió y se acercó a él, desabrochó su camisa y para sorpresa de ambos no había heridas. Eso era imposible, ese maleficio aun no era inventado y no había forma de que supiera el contra hechizo. ¿Quién era ese tipo?

- ¿Estas bien? - Alexander asintió, se disculpó y dando la vuelta desapareció de nuestro radar de visión. - Ven conmigo. - Asentí y lo seguí hasta su oficina, una vez que entramos cerró la puerta con magia e insonorizó la habitación. - Hay algo que no termina de encajar en su historia, señorita Grindelwald ¿Qué sucedió realmente?

-Ya se lo dije profesor. - Sentí una pequeña molestia en mi cabeza y supe que quería verificarlo, le abrí el paso dejándolo ver lo que quería e incluso implanté recuerdos falsos.

-Esto es grave. - suspiró con cansancio y se dejó caer sobre su asiento, permanecí de pie frente a él. - No puede estar sin protección. - Tenía la mirada fija en un punto lejano de la habitación. - Me temo que Gellert ha logrado vulnerar la seguridad que Hogwarts ofrece.

-No es necesario, sé defenderme muy bien. - Dije con frialdad, Dumbledore me estaba subestimando demasiado y eso me incomodaba de sobremanera. - He sabido sobrevivir todo este tiempo sola, puedo seguir haciéndolo, mucho más estando aquí en Hogwarts. - Negó con la cabeza, siempre queriendo controlarlo todo. Ya veo por qué sacaba de quicio a Snape a veces. Snape. No pude evitar torcer el gesto al recordar a mi padrino, Harry pudo perdonarlo antes de morir. Siempre le dije que su lealtad era incondicional hacia mi tío.

- ¿Qué pasó hace unos días en la habitación del joven Riddle? - Me tensé en mi lugar y lo miré por unos minutos casi eternos, opté por decirle parte de la verdad. - ¿Y bien Grindelwald? Estoy esperando. - Solté todo el aire que tenía en los pulmones.

-Realmente no lo sé, señor.- Unió sus manos frente a él y apoyó su mentón sobre ellas.- Lo único que recuerdo fue que me sentí muy mareada y el dolor de cabeza que tenía era insoportable.- Asintió y me indicó que continuara, decidí que era mejor ser sincera en algunas cosas, tarde o temprano sabría de mi don.- Puedo ver el aura de las personas, la luz y la oscuridad que hay en ellas, puedo sentir el dolor que siente el espíritu de las personas cada vez que la desgarran o pierden su humanidad.- Fijé la mirada en mis manos quietas sobre mi regazo.- Por eso convulsioné y me desmayé cuando vi a Vo...- Me mordí la lengua y rogué a todos los grandes hechiceros que no se hubiera dado cuenta de mi error.- a mi tío.- Me observó con desconfianza pero no dijo nada, lo dejó pasar.- No solo sentí el dolor de su alma al ser desgarrada tantas veces; sino que, pude sentir y escuchar el alma de todas la personas que mató.- Finalizo con ese ejemplo para aclararle mejor cómo funciona mi don.

-Pero ¿Qué tiene que ver con lo que sucedió el otro día? - Siento su mirada fijamente sobre mí, y yo me debato entre si decirle o no lo de Alexander, podría poner las cosas a mi favor.

-Hay algo que no está bien en el profesor Alexander. - Solté rápido, dirigí la mirada hacia él. - Su alma es algo oscura y sentí que querían entrar en mi mente, como estaba algo débil pues me desmayé. - Dije sin apartar la mirada de él.

-Es difícil saber qué es verdad y qué es mentira en su historia, señorita Grindelwald. - Espero a que continúe hablando, se levanta y se aleja del escritorio. - Sin embargo, he notado que hay muchas actitudes extrañas en el profesor Sokolov, los mantendré vigilados a ambos. - Me encojo de hombros restándole importancia a su amenaza. - Sobre el joven Riddle...

- ¿Qué hay con él? ¿Averiguó algo sobre esa maldición? - Negó con la cabeza y comenzó a jugar con sus manos, me sentía culpable al recordar las palabras de Alexander sobre la maldición de Riddle.

-No, no hay textos que hablen de ella. - Se levantó de su asiento y comenzó a caminar por toda la oficina con las manos en la espalda, estaba pensando. - Pero quizás hay alguien que puede ayudar...

- ¿Quién? - dije sin pensarlo, me levanté y comencé a caminar a su lado. - Dígame quién. - Me detuve frente a él y me dedicó una sonrisa.

-Mi buen amigo, Nícolas Flamel.

- ¿El alquimista? - Hasta donde sabía el único logro de ese hombre había sido la piedra filosofal.

-Querida, el hombre tiene casi seiscientos años, junto a Merlín ha sido uno de los más grandes desarrolladores de la alquimia. - Suspiró y yo seguí mirándolo. - Esto es magia muy antigua y si alguien sabe de eso es Nícolas. - Asiento y comienzo a trazar un plan en mi mente.

- ¿Cuándo hablaría con él? - Pregunto sin siquiera fijar la mirada en él, una sensación de alivio y esperanza me embargan, no sé qué me pasa.

-Yo me encargaré de eso, usted tiene que decidir si se queda en el colegio pasando las fiestas o se va al orfanato. - Asiento, no puedo dejar a Alexander con Riddle ¿o sí?

-Me quedaré en el colegio. - ¿Por qué siento la necesidad de defenderlo y cuidarlo? Debería dejarlo morir, a eso vine. Suspiro y él mueve la cabeza en señal de afirmación. Retira los hechizos y emprendo presurosa el camino hasta el Gran comedor, sin darme cuenta ya era la hora de la cena y mi estómago rugía de hambre. 

Alexander Sokolov ¿Quién rayos eres?