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Chapter 22 - CAPÍTULO 20: LA PRINCESA DE HIELO

"Estaba a un latido de perder la cordura. La muerte asomaba su oz sin remordimiento alguno y en el último aliento de su boca, aprisioné su esencia en mi memoria."

AINHOA

Parpadeé un par de veces para acostumbrarme a la poca luz que entraba en la habitación, me desperecé y me senté en la cama observando cada detalle del dormitorio de Tom.

Los recuerdos de la noche anterior se reproducían como una película en mi mente, cada beso y caricia podía sentirlos arder en mi piel. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan tranquila, tan feliz. Sin querer había aprisionado el collar con los dijes de las reliquias y las lágrimas de fénix entre mis manos, una ola de culpa me invadió sin poder evitarlo.

Me levanté de la cama envuelta en las sábanas, busqué mi ropa y me cambié. Riddle era alguien muy ordenado y pulcro, cada cosa tenía un lugar preciso y casi inamovible, una característica de su obsesiva y controladora personalidad. Deslicé una mano por los lomos de todos los libros que tenía en su pequeña biblioteca, eran títulos que ya había leído; pero había uno de ellos que estaba ligeramente fuera de lugar, no tenía un título ni en el lomo ni en la portada, lo saqué y eché un vistazo rápido. Era el libro que contenía el conjuro de los horrocruxes, ni bien lo tuve entre mis manos pude sentir la magia oscura que lo envolvía. De ninguna manera dejaría ese libro ahí. Estaba por salir cuando vi su diario sobre el escritorio, la curiosidad me llamaba, abrí la puerta para asegurarme que no estaba por ahí cerca y me senté en la cama con el diario entre mis manos. La última vez que había escrito fue el mismo día en que Grindelwald nos atacó en el bosque oscuro, hablaba del beso y de lo extraño que se sentía conmigo. Fui leyendo cada página de su diario, no pude evitar sonreír de medio lado al leer cada pensamiento contradictorio y dudas que tenía Riddle desde que me conoció; pero, la sonrisa se me borró de golpe al llegar a confesiones más antiguas donde hablaba de la cámara de los secretos, de los caballeros de Walpurgis y los primeros bocetos de la marca tenebrosa, el conjuro Morsmordre.

Eso me hizo pensar en que, si bien Riddle estaba enamorado de mí, nada me aseguraba que dejaría sus inclinaciones hacía la magia oscura. Suspiré, era momento de enfrentarlo, le mostraría ambos libros y pediría explicaciones. No podía matarlo, ya no era una opción; pero, si él elegía ser quien iba ser, no tendría más opción que hacerlo, aunque una parte de mí se fuese con él.

Tomé ambos objetos y salí de la habitación, me dirigí hasta mi dormitorio sin importarme los susurros de los chicos que me veían salir del dormitorio de Tom. Sentía un leve hormigueo en la nuca, decidí ignorarlo. Necesitaba hablar con Riddle antes de que las clases se reanudaran mañana, entré en la habitación sin importarme si mis amigas estaban o no despiertas.

-Dale más duro, no te trajiste abajo la puerta Ainhoa. - Puse los ojos en blanco al escuchar el comentario de una somnolienta pero ya arreglada Walburga. Decidí ignorarla. Lucretia y Anastasia salían del baño hablando de algo que no alcancé a escuchar.

-Por Merlín, estaba a punto de hablar con Dippet de tu desaparición Anhi. - Lucretia me abrazó y le regalé una sonrisa tranquilizadora. - ¿Se puede saber dónde rayos has pasado la noche?

-Solo les diré que fue una maravillosa noche. - Les guiñé un ojo, cogí el uniforme y me dirigí al baño.

-Anhi, ¿Te esperamos para ir al Gran Comedor? - miré los libros de Riddle que había dejado en la cama antes de bañarme, los había hechizado para que no pudieran abrirlos ya que mis amigas eran muy curiosas. Necesitaba pensar en cómo encararía a Tom.

-No, demoraré un poco aún y sé cómo se pone Walby por las mañanas cuando no consume su ración de Budín de Yorkshore. - Todas sonreímos a excepción de la nombrada que solo pone los ojos en blanco.

Una vez que me encuentro sola en el dormitorio, peino mi cabello con tranquilidad pensando en la mejor forma de enfrentar a Riddle. Tenía miedo. Miedo de que Tom no me eligiese a mí, que las cosas se terminen una vez que sepa que leí su diario y su plan acerca de los Horrocruxes. Suspiré con cansancio, guardé los libros en mi baúl con todas las protecciones del caso, no podía andar con ellos por todo el castillo.

Aseguré el estuche con la varita debajo de mi brazo izquierdo y me coloqué la túnica. No podía dejar de pensar en las posibles reacciones de Tom, cansada de ello decidí que iría a la biblioteca a buscar información acerca del otro tema que me preocupaba. Los sueños que tenía eran demasiado reales, pero no recordaba nada al despertar, quizás en algún libro encontraría un hechizo que pudiera ayudarme a recuperarlos o retenerlos en mi memoria.

-Ainhoa. - La voz de Charlus me detuvo unos pasos antes de llegar a la puerta de la biblioteca. Le debía una explicación y era mejor que se enterase acerca de lo mío con Tom, por mí a que se enterase por alguien más.

-Hola, Charlus. - Le regalé una media sonrisa, se acercó con la intención de darme un beso en los labios, pero giré el rostro y sus labios impactaron con mi mejilla. - ¿Cómo estás?

-He... Pues bien, supongo. - Llevó una mano a rascarse la cabeza, bajó la mirada al darse cuenta de que había rechazado su beso. - No te veo desde antes de navidad, te he extrañado un poco. - Su rostro se contrajo en una sonrisa que hizo que recordara a Harry, podría jurar que el corazón se me detuvo unos segundos.

-Charlus, creo que tengo algo que decirte. - Asintió con un poco de recelo, pero sin borrar la sonrisa de su rostro. Me indicó con la mano el pasillo, caminé a su lado en silencio por unos minutos, no era capaz de ordenar una sola de mis ideas.

-Ainhoa, dímelo. - Nos detuvimos en una esquina no muy lejos de la biblioteca. - No creo que sea tan malo. - Nuevamente sentía ese leve hormigueo en la nuca, busqué con la mirada por todos lados, pero no había nadie más que nosotros. - Adivinaré, estás con Riddle. - Fijé la vista en él, había algo diferente, un aire frío recorrió mi cuerpo erizándome la piel.

-Sí, pero cómo...- Esbozó una media sonrisa, pero esta era muy diferente a las que normalmente suele dedicarme. La desconfianza nació en mí, retrocedí un paso y endurecí el gesto.

-Simplemente lo sé. - Se encogió de hombros. - Pero hay algo que no entiendo, ¿No se suponía que lo odiabas? Explícame que pasó, Grindelwald.

-No es de tu incumbencia, Potter. - No tenía ganas de seguir con esa charla. - Me retiro. - Quise irme, pero me tomó del brazo haciendo fuerza e impidiendo que me fuera. - Suéltame, no hablo dos veces.

-Siempre supe que le importabas, pero le daba en la madre sentir tu desprecio. - Hablaba pausado y podía sentir su agarre intensificarse en mi brazo, comencé a contar para calmarme.

-Eso que tiene que ver, Charlus. - Su sonrisa se ensanchó, tiré de mi brazo para que me soltara.

-Todo. - Se encogió de hombros. - Me acerqué a ti para hacerle daño, la única persona que él quería y estaría conmigo. - Entrecerré los ojos, era muy diferente a Harry. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no mandarle un crucio por haberme utilizado de esa manera. ¿En serio Ainhoa? Tú te acercaste a él por el parecido que tiene con Harry, no eres mejor que él.

-No me interesa oír nada más que venga de ti, Potter. - Le hablé con frialdad, el hormigueo en mi nuca se intensificó.

-Ainhoa, esto apenas comienza. He soportado sus aires de grandeza durante años, que haga lo que quiera sin que nadie se atreva a ponerle un alto, que insulte a los nacidos de muggles. - Avanza un paso hacia mí. - Si no puedo tener lo que más ama, entonces se lo quitaré. - Él no lograría amedrentarme.

-Que te den, Potter. - Me di la media vuelta. Sentí como la angustia se apoderaba de mí y no entendía por qué una voz dentro de mí me decía que huyera a gritos.

-Él no puede tenerlo todo y lamento que seas tú quien tiene que pagar los platos rotos, Ainhoa. - Fue lo último que escuché, quise dar un paso, pero no pude. Sentí algo duro impactar contra la parte de atrás de mi cabeza, caí al suelo. Lo último que recuerdo es una sombra, un rayo de luz y voces lejanas.

-Tom. - Todo se veía borroso. Ainhoa, no cierres los ojos. No te atrevas a cerrar los ojos, estamos en peligro. La voz en mi cabeza sonaba alarmada, sentía varias presencias, intenté levantarme del suelo, pero mi cuerpo no respondía.

-Dulces sueños, niñata. - Fue lo último que escuché antes de sentir un hechizo que hizo que mi cuerpo impactara contra el muro más cercano, luego de eso todo se volvió oscuridad.

****

TOM

-No me importa lo que tengan que hacer, los lugares en los que busquen o los problemas en los que se puedan meter. - Trataba de contener la ira que sentía dentro de mí. - Pero ustedes la encuentran. - Sus ojos se hallaban fijos en mi mano sangrante, ni si quiera quise curarla, necesitaba sentir algo más que solo ira.

-Pero señor, ¿A nosotros qué nos importa lo que le pase a esa Grindelwald? - Fijé la mirada en Mulciber. Ese hombre era idiota o no valoraba su vida enserio. El resto de los caballeros solo negaron con la cabeza y se hicieron a un lado.

-Mulciber, ¿Te atreves a cuestionarme? - Me aferré a mi varita con toda la ira contenida que tenía, el nombrado tragó en seco. - ¡¿A MI?!- Por suerte había silenciado mi habitación, ese grito hubiera alertado a todo Hogwarts. Intentó decir algo, pero fui más rápido y lo silencié con un Crucio. - RECUERDO HABERTE DADO UNA ORDEN. NO PEDÍ TU OPINIÓN. - Volví a lanzar otro crucio, seguido de otro.

-Mi señor, pare o lo matará. - Salí del trance en el que estaba y observé como Abraxas colocaba su mano sobre la mano con que sostenía mi varita, fruncí más el ceño, pero le hice caso.

-Contaré hasta tres y no quiero verlos aquí, si me entero de que no la están buscando. - Pase la mirada de uno a otro. - Les juro por Salazar que desearán no haber nacido nunca. - Mi voz salió como algo parecido a un siseo. - Tú te quedas. - Dije observando a Malfoy, asintió sin decir más. El resto de los caballeros salieron de la habitación.

No pude evitar caminar de un lado para el otro por el dormitorio, sentía la mirada de Abraxas fija en mí. Me detuve un momento en el espejo de cuerpo entero que había a un lado del closet. Mis ojos eran una mezcla de azul con toques rojizos, reconocía esa mirada, pero había dejado de verla en mí desde que Ainhoa me salvó la vida en Francia. La necesitaba, necesitaba a Ainhoa.

-La encontrará. - La voz de Abraxas rompió con mis pensamientos. - Y Potter deseará no haberle tocado ni un solo cabello.

- De eso no hay duda. - Sonreí, ya me encargaría yo del asqueroso Griffyndor. - Debiste protegerla mejor, Malfoy. - La ira amenazaba con volver apoderarse de mí.

-Fuera de ser la mujer que usted ama, mi señor.- Me giré para quedar frente a frente con él, me había cansado de verlo por el espejo.- Es mi amiga, hice todo lo que podía, pero alguien me atacó por la espalda.- Hizo una pausa, algo cruzaba por su mente, esperé a que ordenara sus ideas para que me lo dijera.- No creo que Potter haya actuado solo, hay una pieza que falta en todo esto.- Le iba a responder cuando escuché cómo algo se arrastraba por el suelo, bajé la mirada y observé cómo Nagini subía por la pierna derecha de Abraxas. Se había puesto más pálido de lo habitual y no se atrevía a mover un solo músculo.

-Nagini, déjalo en paz. - Sacó la lengua para asustarlo y se desenredó de él, subió por mi pierna hasta mis hombros. - Te he tenido algo abandonada, perdona.

-El señor no tiene por qué disculparse, estaba con la ama y lo entiendo. - Nagini le había cogido un cariño especial a Ainhoa desde que la conoció, no trataba de amedrentarla o espantarla. Me pareció un poco extraño ya que la pitón era demasiado celosa y sobreprotectora. Abraxas nos observaba en silencio, era el único de mis caballeros que sabía de la existencia de Nagini y se había acostumbrado a escucharme hablar con ella, a pesar de que la serpiente siempre lo intimidaba.

-Nagini, Ainhoa está perdida.

-Amo, la señora no está perdida. Sé dónde está. - Cogí a la pitón de la cabeza y la sostuve en el aire.

- ¡¿Por qué demonios no empezaste por ahí?!

-Perdóneme, mi señor. Me entretuve con su humano. - Siseó apuntando hacía Abraxas, la coloqué en la cama e hice un gesto para que hablara. - Está en la cámara de los secretos, pero quien se la llevó no está solo. Hay alguien más con el chico ese de Griffyndor. - Me coloqué la túnica e ignoré el dolor que sentí cuando ésta rozó son mis nudillos.

-Abraxas, necesito que vayas con Dumbledore. - Odiaba tener que pedirle ayuda al maldito, pero sé muy bien que lo necesitaré para poder salvar a Ainhoa. Puedo lidiar con Potter, pero no estoy seguro de si la otra persona es un estudiante o un seguidor de Grindelwald o el mismísimo Grindelwald. - Y le digas que vaya lo más pronto posible al baño de niñas del segundo piso. - Sin darle tiempo a nada salí de la habitación en dirección al baño, no me preocupaba el basilisco ya que Ainhoa lo había matado. Recuerdo que iba a vengarme de ella en la cena con las eminencias, pero cuando la vi en aquel vestido esa noche me olvidé de todo. Ahora llevaría a Dumbledore hacía la cámara, no sabía cómo iba a explicar todo aquello, pero ya se me ocurriría algo.

Llegué al baño de niñas y entré sin si quiera fijarme en si había alguien alrededor, habían pasado muchas horas desde la desaparición de Ainhoa y eso me preocupaba demasiado. Si tan solo no me hubiera distraído con los amigos de Grindelwald, quizás la hubiera encontrado antes que Potter. Dejé abierta la entrada de la cámara para que Dumbledore pudiese entrar en ella.

-Lumos. - Susurré, todo estaba completamente oscuro. Caminé hasta llegar a la habitación principal, apagué la luz de mi varita y me escondí detrás de una de las columnas. En medio de la sala solo había algo así como una tina de baño y al lado de ella un cuerpo, miré hacia todos lados tratando de ver si había alguien más pero aparentemente no había nadie. Caminé con cuidado hasta el cuerpo, el corazón me latía con fuerza rogando que no fuese el de Ainhoa.

El cuerpo era el de Potter, por un momento pensé que estaba petrificado, pero cuando me agaché para tomarle el pulso me di cuenta de que estaba muerto. No entendía nada. Me incorporé nuevamente sin bajar la varita y me acerqué hasta la tina.

-Maldita sea, Ainhoa. - Por una fracción de segundo el mundo se me vino encima. El cuerpo de Ainhoa se hallaba dentro de la tina, pero debajo de una gruesa capa de hielo. Hice un rápido análisis de sus signos vitales con la varita y si bien tenía una fuerte contusión en la cabeza lo más alarmante era su pulso, cada vez más lento y débil.

Probé varios hechizos para descongelarla, pero rebotaban contra ella, en dos oportunidades salí disparado contra una de las columnas.

- ¡Desmaius! - Logré esquivar el hechizo por una milésima de segundo, corrí hasta una de las columnas y lancé un hechizo. Eran tres hombres encapuchados, el más alto de todos se acercó hasta donde estaba Ainhoa y los otros dos comenzaron a buscarme.

- ¡Expelliarmus! - Logré desarmar a uno de ellos, pero el otro me lanzó un hechizo que hizo que impactara contra la columna más cercana. - ¡Bombarda! - Tuve que atacar y protegerme al mismo tiempo.

-Avada...

-No más muertos, suficiente con ese. - Habló el tercero de ellos, señalando el cuerpo de Potter. - Solo pónganlo a dormir, tengo que llevármela. - Su voz era casi familiar, pero no sabía de dónde.

- ¡Ignis! - Mi hechizo alcanzó al hombre que estaba desarmado, su túnica se prendió en fuego y gritaba por ayuda. El que quiso lanzarme el imperdonable asesino, comenzó a lanzarme hechizos sin parar. El tercero comenzó a decir un montón de palabras que no entendía.

- ¡Desmaius Duo! - Jamás había estado tan contento de ver a Dumbledore en mi vida. - Riddle. - Fijé la vista en él, su mirada denotaba preocupación e ira. - Ve por Ainhoa, ya me encargo yo del otro hombre. - Asentí y corrí hasta ella, el tercero de los encapuchados trató de atacarme, pero se vio interrumpido por un hechizo de Dumbledore.

-Albus. - Esa voz se me hacía jodidamente familiar, traté de ignorar a ambos e intenté deshacer el hechizo protector que había puesto sobre la tina y solo obtuve los mismos resultados que la primera vez que lo intenté. Volví a monitorear los signos vitales de Ainhoa y no eran nada esperanzadores. - ¿Creíste que podías mantenerla lejos?

-Lo suficiente, sí. - No entendía nada, pero necesitaba sacar a Ainhoa pronto de esa tina o moriría de Hipotermia. - No sé cómo es que estás aquí, pero no la tendrás. Se lo prometí a ella.

-Siempre prometiendo cosas que no puedes cumplir. - Ambos se engancharon en un intercambio de conjuros digno de admirar, en ningún momento oí un hechizo de protección.

-Mierda. - Los hechizos se me acababan y no había logrado nada, los latidos de su corazón eran más y más lentos. Tiré la varita a un lado y me subí en la ella, comencé a golpear el hielo con todas mis fuerzas, sentía como la sangre salía de mis nudillos e ignoré el dolor que sentía, el hielo se rajó en un punto y comencé a golpear con más y más fuerzas; logré abrir un hueco en el hielo y seguí golpeando los alrededores para que se terminara de fraccionar. Caí dentro de la tina, sintiendo el cuerpo de Ainhoa me apresuré a salir y sacarla de ahí. Le di primeros auxilios, hasta que reaccionó.

-Por Merlín. - La ayudé a ponerse de lado para que pudiera botar toda el agua que había tragado, su cuerpo estaba totalmente frío y sus labios tenía una tonalidad violácea preocupante. - Tranquila, todo estará bien. - Un hechizo pasó cerca de nosotros, traté de cubrirla con mi cuerpo.

-Riddle, tenemos que llevarla a la enfermería. - Levanté la vista y la fijé en Dumbledore. - Yo me encargaré del cuerpo del joven Potter. - Asentí sin decir nada, me incorporé como pude con Ainhoa en brazos y comencé a caminar fuera de la cámara, casi corrí con ella en brazos a la enfermería.

-Madame Anabela. - Grité con todas mis fuerzas, dejando con cuidado el cuerpo de Ainhoa en una de las camillas que había más cerca a la puerta, la nombrada llegó corriendo hacia nosotros.

- ¿Qué fue lo que pasó? - Sin perder tiempo comenzó a monitorear sus signos vitales, le conté a grandes rasgos lo que había sucedido y luego de escucharme solo asintió.

-Necesito hacerla entrar en calor. - Apuntó apresuradamente un montón de ingredientes en un pergamino y me extendió la lista. - Corre con el profesor Slughorn y dile que necesito todo lo que está en esa lista. - Asentí. - Y Tom, no tardes. No tenemos mucho tiempo. - Salí disparado de la enfermería. Más le valía a Slughorn tener todo lo que Madame Anabela necesitaba.