"La ambición rompe los lazos de sangre y olvida las obligaciones de gratitud."
AINHOA
El pelinegro dormía plácidamente en la cama, su respiración era lenta y acompasada. Algunos mechones caían sobre sus ojos y le daban un aire de despreocupación. Por sus ojeras pude percibir que no ha dormido hace días. Suspiré antes de acomodarlo en la cama, me dolía verlo en ese estado; a pesar de estar durmiendo tenía el ceño fruncido, algo le preocupaba y aunque quería entrar en su mente para saber que le pasaba, decidí no hacerlo por respeto.
- No era necesario aturdirlo, Ainhoa. - Dumbledore irrumpió mis pensamientos, al escuchar su voz algo dentro de mí se removió dejándome un leve sentimiento de ira. - Bastaba con pedirle que se fuera.
- Me siento más... segura... - Dude un momento. Intenté calmar esa ira que crecía dentro de mí. - Luego hablaré con él. No puedo decirle lo que pasa si ni siquiera yo sé quién soy o lo que sucede. -Asintió lentamente, llevó su mano a uno de los bolsillos de su chaleco y sacó un reloj. Miró la hora y luego fijó la mirada en la puerta de la enfermería.
- No creo que sea el indicado para darte explicaciones. - Intentó levantarse de la cama, pero lo tomé del brazo impidiéndole que continuara caminando.
- Si no eres tú, ¿Quién?... - Antes de que terminara de decir algo, la puerta de la enfermería se abrió de golpe dejando ver a un chico con el uniforme de Durmstrang, su rostro contorsionado por la ira se me hacía vagamente familiar.
- Albus me puedes explicar qué demonios es eso de que Ainhoa... - Se detuvo unos metros antes de la camilla al notar mi presencia, sus ojos se llenaron de lágrimas y no podía evitar que su mirada vagara entre Dumbledore y yo. - ¿Realmente es ella? - Su voz denotaba algo de preocupación y nerviosismo. El profesor asintió lentamente en señal de afirmación. - Ainhoa... - Dijo mi nombre en apenas un susurro, me resultaba tan familiar.
- Perdona, pero ¿te conozco? - Tenía el impulso de abrazarlo muy fuerte, pero mi instinto de supervivencia me hacía desconfiar. - Albus, quiero respuestas.
- Ainhoa, soy Ayran. Soy tu hermano mayor. - Las palabras del castaño hacían eco en mi cabeza y repentinamente volvía a sentir una punzada de dolor. Recuerdos se mezclaban en mi mente y dejé salir un grito de dolor que se había formado desde lo más profundo de mí. Dolía demasiado. - ¡Ainhoa! - Unos brazos me sostuvieron, el dolor era cada vez más insoportable y mi cuerpo había dejado de responder. - Albus, ¿qué está pasando?
- No lo sé, sus barreras mentales se están rompiendo. No entiendo, sus recuerdos los tienes tú. - Ellos hablaban y me costaba prestar atención a lo que decían, el dolor era más de lo que podía soportar. - Hay demasiados recuerdos. Recuerdos de esta época y de la que vivió en el futuro ¿Si le quitaste sus recuerdos no Ayran?
- No tuve valor de hacerlo, solo los oculté en su propia mente.
- Ayran, lo que hiciste la puso en peligro. Ahora entiendo por qué tu padre hizo aquel ritual en la cámara. - Sus voces empezaban a escucharse cada vez más lejanas. - La única forma de que ella salga viva de todo esto es completando lo que tu padre comenzó. Si ella sigue recordando así, terminará perdida en su propia mente.
- Ayran, ayúdame...- Fue lo último que pude pronunciar antes de dejarme arrastrar por la oscuridad.
AYRAN
Dumbledore me había prometido que Ainhoa estaría a salvo, había pasado meses planeando las cosas con mi madre y ahora resulta que no han pasado ni si quiera dos años y ella está de regreso. En ese tiempo mi madre fue entregada por orden de mi padre a la MACUSA, no veo a mi hermano desde que Ainhoa desapareció y yo me vi obligado a refugiarme, ayudado por Dumbledore, en Durmstrang. En este tiempo ese maldito de Albus no había hecho ni si quiera el mínimo esfuerzo por detener a mi padre, solo se había sentado a mirar como pasaban las cosas.
- Llevémosla al baño de prefectos, podremos sumergirla en esa gran tina. - Antes de que pudiera reaccionar, él me la había quitado de los brazos y estaba de pie esperando a que me levantara.
- Si no la mata su mente la matará el hielo. - Me levanté como pude y lo miré a los ojos directamente. - Déjame hacer el hechizo sin necesidad de eso. El hielo detendrá su corazón...
- ¡Tenemos que arriesgarnos! - No me fiaba de él, nunca pude confiar en él, sobre todo después de que mi madre nos contara el pasado que compartían. - Ella podría...
- ¿A qué le temes Albus? - Me acerqué un poco más a él y sin que pudiera impedirlo, le arrebaté a mi hermana de los brazos. - Es mi sangre y la única familia que tengo, no la sumergiré en hielo.
- Has las cosas como se te dé la gana de hacerlas. - Las palabras salieron con ira de su boca, se hizo a un lado y acosté a Ainhoa en una de las camillas.
- No necesito tu permiso para eso. - Saqué mi varita y apunté a la mente de mi hermana. Comencé a pronunciar el hechizo en voz baja, los gritos de Ainhoa no se hicieron esperar. Lo siento tanto Anhi, por favor resiste.
- ¿Qué crees que haces? - Sentí una varita en la sien, giré lentamente y terminé frente a frente con un chico de mí misma altura. Sus ojos estaban teñidos con un destello color escarlata, solo los había visto en mi padre y Ainhoa cuando su ira los sobre pasaba.
- ¿Quién diablos crees que eres? - Mi varita apuntaba hacia él, busqué con la mirada a Dumbledore; pero no pude encontrarlo, no sé en qué momento se había retirado de la habitación.
- Soy Tom Riddle y ella es mi novia. - Solté una carcajada sin ganas, alguien como él no podía llamarse el novio de mi hermana. - ¿Te he contado algún chiste?
-Por favor, hasta aquí puedo oler tu asquerosa sangre. - Arrugué un poco la nariz. - Mi hermana no puede ser la novia de alguien tan común como tú. - Se aferró más a su varita y el destello de sus ojos se hizo más notable.
- ¡Cru...
- ¿Se puede saber qué demonios están haciendo? - Ainhoa había despertado y se había sentado en el filo de la cama a observarnos. El pelinegro hizo ademán de explicarse, pero ella levantó su mano para que se detuviera. - ¿Saben?, mejor no me digan.
- ¿Qué es lo que recuerdas? - Ambos hablamos al mismo tiempo. Lo miré con detenimiento, ¿Cuánto sabía él acerca de todo esto?
- Todo, Tom. - Se levantó de la cama y se puso en medio de ambos. - Tú tienes muchas cosas que explicarme Ayran. - Sonríe de lado y me abraza, por un momento dudo, pero le devuelvo el abrazo. La había extrañado tanto, era la única familia que me quedaba. Suspiré. - Necesito mi varita, mi verdadera varita. - Asiento y saco su varita de mi abrigo.
- ¿Cómo...? - Iba a preguntar, pero eso dejó de importar cuando vi el extraño collar que llevaba en el pecho. Ainhoa se dio cuenta y lo colocó por adentro de su blusa. - Eso...
- Luego hablaremos de ello... Otra cosa, Tom si es mi novio. - Toma la mano del pelinegro quien la mira con admiración y alivio. Pongo los ojos en blanco.
-Si papá...- Llevé mi mano a frotar mis costillas, había olvidado cuanto dolía que ella me golpeara.
- ¿Papá? - El chico suelta su mano y se cruza de brazos. - Hasta hace un mes eras huérfana y sin familia, ahora te sale un hermano y hasta un padre. Necesito respuestas Grindelwald.
- ¿Estás usando el apellido de papá? ¿Eres estúpida? Con razón fue tan fácil para él encontrarte. - La tomé de un brazo y la jalé conmigo fuera de la enfermería. El pelinegro tiró de su otro brazo, haciendo que me detuviera a poca distancia de la entrada. - Te lo advierto, no te metas en mi camino.
- ¿Grindelwald es tu padre? - Ignoró mi advertencia y miraba fijamente a Ainhoa, su rostro estaba distorsionado por el enojo y sus nudillos se estaban poniendo blancos por la presión que ejercía en el brazo de ella. - ¡Respóndeme maldita sea!
- Me estás lastimando, por favor, Tom. - Ainhoa sollozó al hablar, sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas. Nunca había visto a mi hermana llorar, ni si quiera cuando mi padre nos castigaba. - Déjame explicarte.
- Anhi, no tienes nada que explicarle a esta sangre su...- Su mano impactó con fuerza en mi mejilla, se había soltado de mi agarre.
- No lo vuelvas a llamar así, solo me recuerdas a él. - Asentí con algo de tristeza, no pensé que lo que dijera haría que ella me comparara con nuestro padre. - Tom, por favor te lo explicaré.
- ¿Como todo lo que me has explicado? - Intentaba controlar su ira, pero sus palabras eran más duras de lo que pretendía. - ¿Qué me vas a explicar? ¿Qué me has tomado el pelo todo este tiempo? ¿Qué casi muero por culpa de tu padre? ¿Qué soy el idiota que te cree todo? ¡NOS HAS MENTIDO TODO ESTE TIEMPO! - La soltó con brusquedad haciendo que ella tambaleara, la sostuve y quise sacar mi varita, pero ella no me dejó.
- Nunca te mentí...
- ¿No? ¿En serio Ainhoa? No sé quién eres y todo lo que me has dicho no ha sido más que una mentira constante.
- ¿Y tú nunca me has mentido? - Ella tomaba una posición defensiva, me hice a un lado y los dejé decir lo que tenía para decirse. Había metido la pata hasta el fondo y ahora realmente me sentía culpable. Ella seguía siendo Ainhoa y no necesitaba que la defendieran. - Por favor, Riddle ¿Crees que no sé de tu diario? O podemos hablar de tus caballeros o quizás prefieres que hablemos de la cámara. - La ira se iba apoderando de ella y con ello podía sentir como su magia comenzaba a salirse de control. Sus ojos se tornaban de color negro.
- Ainhoa. - La llamé, pero ella solo podía mirar y apuntar a Riddle quien se había quedado de pie mirándola, no había desenfundado su varita y la observaba con preocupación. Todo su enojo había desaparecido.
- Ainhoa, cálmate. - Suspiró y dio un paso hacia ella. Jamás la había visto actuar así, su cabello ondeaba como fuego y su piel comenzaba a ponerse colorada. - Sé que suelo perder los estribos, pero te amo. Si no estás lista aún para decirme la verdad, esperaré. - Comenzó a regular su respiración, poco a poco sus ojos regresaron a la normalidad al igual que el resto de ella.
- ¿Qué fue eso? - Me acerqué a mi hermana con cuidado, Riddle ya estaba a su lado.
- ¿Pasó de nuevo? - Su pregunta iba dirigida a él, solo se limitó a asentir. - Te prometo que te diré la verdad en cuanto haya arreglado unas cosas con Ayran, por...
- No quiero hablar en este momento, será mejor que nos demos un tiempo. - Fijó su mirada en mí y volvió hablar. - No soy un nacido de muggles. Soy mestizo, mi madre fue Merope Gaunt. - El apellido me sonaba de algún lugar, pero no podía recordar de dónde. - Cuídala, por favor. - Antes de que pudiera responderle salió de la enfermería.
-Este mocoso... - Ainhoa torció el gesto y se dirigió a una de las camillas más cercanas y se sentó. - ¿Dónde he escuchado el apellido Gaunt?
- Son descendientes de Salazar Slytherin. - Ainhoa se encogió de hombros y señaló un espacio a su lado para que tomara asiento.
- Creo que no era tan común como creía. - Sonreí de lado, ella no respondió nada más. - Lo lamento.
- No es tu culpa, tengo demasiado secretos y esta es una pelea que veníamos aplazando. - Suspiró con cansancio.
- Veo que has despertado. - La voz de Dumbledore rompió con el silencio que se había instalado en la habitación. Nos observaba desde la puerta con los brazos cruzados.
- No gracias a ti. - Escupió Ainhoa con algo de enojo mal disimulado. - Recuerdo todo, antes de que pregunten. Así que saltémonos las preguntas innecesarias.
- No cambia mucho el que tengas o no tus recuerdos. - Las palabras de Albus hacen sonreír a Ainhoa.
- ¿Dónde está mamá? - Dumbledore guarda silencio y fija su mirada en mí, mi hermana hace lo mismo esperando una respuesta de mi parte.
- Bueno verás... - Rasco mí nunca buscando las palabras adecuadas. - A mamá la tiene la MACUSA. Padre hizo que la capturaran.
- No hiciste nada para salvarla, aún después de años sigues siendo un maldito resentido. - Sus palabras tomaron con la guardia baja a Dumbledore.
- No tenía ningún deber para con ella. - Se limita a contestar.
- ¿Qué pasó con Liam? - Frotaba el puente de su nariz con desesperación.
- No sabemos nada de él desde que te rescatamos...
- No volviste por él tampoco. - Ni si quiera hacía falta que lo mirara para saber que sus palabras iban dirigidas a Dumbledore. - Me imagino que tampoco hiciste nada para detener a Gellert.
- Sabes bien que...
- No me vengas con excusas Albus, ¿crees que no sé qué hace años que tienes el vial?
- ¿Tuviste el vial todo este tiempo? - La mano de Ainhoa me obliga a permanecer sentado.
- Cómo...
- Sé muchas cosas Dumbledore. El hecho de haber recuperado mi memoria no elimina mis recuerdos del futuro.
- No tengo por qué discutir esto con ustedes. - Su voz es firme al igual que sus palabras, su rostro es inexpresivo.
- Albus, te arrepentirás de no haberlo hecho. - Sonríe de lado y continúa hablando. - Por cierto, ¿Cómo se tomará Dippet el hecho de que hayas dejado entrar a Gellert Grindelwald a Hogwarts? - Ambos la observábamos sin saber de qué estaba hablando.
- ¿Qué cuento estas contando ahora? - Duda por un instante, pero su expresión vuelve a ser la misma.
- Alexander Sokolov. - El nombre no me suena de ningún lado, pero al parecer a Albus sí. - No te asustes, no era Gellert en sí. Es Liam. - Su rostro se contrae en una mueca de dolor. - No sé qué es lo que ha pasado, pero estoy segura de que es Liam. Tengo que arreglar todo esto.
- Ainhoa, ¿Liam? - Mi voz apenas sale en un hilo, ella asiente lentamente.
- No sé por qué ni cómo, pero lo averiguaré. Hay muchas cosas que él sabe del futuro...
- Esto es demasiado enredado. - Albus sigue observando a Ainhoa sin hablar, ni si quiera se inmuta por lo que ha dicho Ainhoa.
- Creo que es hora de hacerle una visita a papá. - Sonríe con malicia y luego se dirige hacia Dumbledore. - ¿No crees tío Albus?
- De ninguna manera. Papá quiere matarte, Ainhoa.
- Es su destino. - Dumbledore toma asiento frente a nosotros. - Ainhoa es la única que puede enfrentarse a tu padre. - Puedo ver en sus ojos la malicia. Niego.
- ¡NO! - Me levanto y camino de un lado a otro. - Mamá y Liam han arriesgado demasiado por salvarla, como para que ella vaya y se entregue así sin más a padre.
- Ayran, hay muchas cosas que no entiendes... El destino no puede cambiarse. Al final hicimos de todo para cambiarlo, pero ya ves tu hermana ha vuelto al mismo punto.
- No me interesa... No permitiré que mi hermana se convierta en un cerdo para el matadero. - Siento que estoy por enloquecer, ambos permanecen en silencio. - Si tú no has sido capaz de detenerlo y le temes, no permitiré que mi hermana vaya ahí y firme su sentencia de muerte.
- Al final la decisión es mía. Lo haremos a tu manera Ayran, esperaremos un tiempo; pero al final, sabes que tendré que hacerlo. - Suspiro cansinamente y la abrazo, ella corresponde mi abrazo y luego me suelta. - Iré a descansar y buscar a mi obstinado novio. Tengo unos TIMOS que rendir en unos días.
- Si lo van a hacer a su manera, no pidan por mi ayuda. - Camina hasta la puerta de la enfermería y se detiene ahí.
- No te preocupes Albus, las líneas de sangre no aseguran la lealtad. - Mi hermana me toma de la mano y caminamos hasta donde se encuentra Dumbledore, abre la puerta y lo mira a los ojos. - Si algo le pasa a mi madre... Ten por seguro que mi padre no será el único que pagará. Sabes a lo que me refiero tío Albus, recuerda que ahora ya sé quién soy. - No espera una respuesta de Albus y ambos salimos de la enfermería. Caminamos hasta encontrarnos fuera del castillo.
- Anhi...
- No haré nada imprudente, tranquilo Ayran. Aún no es el momento. - Vuelvo abrazarla y ella deposita un beso en mi mejilla. - Es tu último año y no planeo vivir con Dumbledore, así que una vez que termine el año nos encontraremos en la estación del tren y veremos qué hacer. - Asiento y con la imagen de mi hermana sonriendo, desaparezco de Hogwarts con destino a Durmstrang.