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Chapter 17 - CAPÍTULO 16: UN REGALO PARA MI VÍBORA

"Un amor cruel, un amor caprichoso había invadido mi vida. El amor exige sacrificios. Y en los sacrificios corre la sangre."

AINHOA

Ha pasado exactamente una semana desde el enfrentamiento que tuve con Alexander, la semana más larga de mí vida debo decir. Si bien ya no nos habíamos retado directamente, me las había hecho ver negras en las clases extra de DCAO, Dumbledore y Dippet habían visto necesario un club de duelo debido a las circunstancias en las que nos encontrábamos socialmente. En varias oportunidades terminé con algún hueso roto y él con alguna que otra herida profunda e incluso aturdido o desmayado; tuve que evadir las preguntas de mis amigos cada vez que me preguntaban qué era lo que pasaba entre el profesor y yo.

También tuve que ayudar a Dumbledore hacer más de seis hechizos de localización, recurriendo a la alquimia, para poder hallar el paradero de Nícolas. Después del séptimo intento, uno de los hechizos nos reveló que se encontraba en París, sin perder tiempo fue en su búsqueda, necesitaba hablar con él sobre la situación en la que se encontraba Riddle. Desde hace tres días que no sé nada de él y ser paciente no es una de mis mejores virtudes que digamos, mi ansiedad ha ido en aumento desde que Riddle comenzó a vomitar sangre y desmayarse más seguido, haciéndome cuestionar la razón por la que estuviera ayudando a mi enemigo. Soy consciente de que debería alegrarme la idea de que muera, pero me encontraba rezándole a todos los Dioses y magos del jodido universo para que Nícolas tenga respuestas y una cura para el mentado maleficio.

-Ainhoa, pss. - la voz de Anthony desvaneció las telarañas de mis pensamientos, pronuncié un leve "Mmm" sin apartar la mirada del duelo entre Walburga y Diana. Zebaul se había dedicado a protegerse los últimos diez minutos, Walby la había hecho retroceder lanzándole hechizos sin parar, digamos que su Protego no soportaría más tiempo. - ¿Estás bien?

-Sí, ¿Por qué lo preguntas? - Giré la cabeza encarándolo, Walburga había debilitado lo suficiente el escudo de Diana y con un Confundus la había dejado aturdida en el suelo.

-Pues, te está sangrando la nariz. - Descruzó sus brazos que estaban sobre la mesa y llevó su dedo pulgar a limpiar mi nariz, cuando me mostró su dedo, entendí a qué se refería.

-Yo... no sé qué pasa, me siento bien. - saqué un pañuelo del bolsillo de mi túnica y limpié la sangre. - ¿Ya está limpio? - Asintió en señal de afirmación, le regalé una sonrisa torcida tratando de calmarlo y soltando un suspiro ambos volvimos la vista hacia la plataforma de duelo.

-Veamos, ¿quién será el próximo? - Alexander comenzó a buscar con la mirada entre los alumnos, sabía que lo hacía solo para crear temor entre todos y que realmente ya sabía quiénes o con quién se enfrentaría.

-Su enseñanza es una mierda. - Susurró Orión en mi oído, sonreí por su comentario, él se encogió de hombros y yo negué con la cabeza.

-No, su actitud es una mierda. - Corregí ganándome un asentimiento en señal de afirmación por parte de mis dos amigos.

-Riddle. - El aludido levantó la mirada y la fijó en el profesor, como estaba en una mesa al lado de la nuestra pude ver un destello de desconfianza en sus ojos al ver a Alexander. Estaba pálido, sus ojeras eran más pronunciadas y sus labios tenían una tonalidad violácea. - Los demás profesores dicen que eres de los mejores magos de tu generación al igual que Grindelwald...- Lo fulminé con la mirada cuando posó su vista sobre mí, no me gustaba el rumbo que estaba tomando su insinuación. Riddle volvió a fijar la mirada en su libro e ignoró lo que Alexander decía. - A ella ya le he mostrado sus puntos débiles, quiero verte en duelo conmigo. - Riddle cerró el libro de golpe y cerrando las manos en puños levantó la mirada.

-Él no puede batirse a duelo. - Dije con voz calmada, ganándome las miradas curiosas de todos los presentes en la habitación a excepción de Riddle y Alexander que se retaban mirándose a los ojos. - No sé si no se lo notificaron, profesor; pero Riddle no puede realizar prácticas de duelos o jugar al Quidditch por motivos de salud, fue una orden del director Dippet. - Sokolov caminó hasta mí, rompiendo el contacto visual con Riddle y acercándose peligrosamente hasta mi lugar.

-Esta es mi clase, Grindelwald. - Dijo sonriendo con suficiencia. - En mi clase no acepto débiles ni cobardes. ¿O es que acaso Riddle no puede defenderse solo? - Lo estaba chinchando en su orgullo, nuestras miradas conectaron y nuevamente comenzaba a sentir ese dolor de cabeza insoportable que me provocaba queriendo meterse en mi mente.

-Terminemos con esto. - La aterciopelada y casi inaudible voz de Tom hizo que se girara sonriente hacia él y ambos caminaran hasta el centro de duelo. Mentalmente le agradecí que desviara su atención de mí y de mi mente. Una vez que estuvieron arriba, busqué la mirada de Riddle, pero este ni siquiera se dignó a mirarme.

- ¡Depulso! - Riddle logró esquivarlo y empezaron a lanzar hechizos de ataque, mas no de protección, todos observaban expectantes la escena. Más de una vez él impactó contra una de las paredes del aula, al igual que Alexander. - Maldito bastardo, veremos cómo te van los no verbales. - Riddle se enderezó en su lugar, lo observaba confundido al igual que todos; aferré mi varita con mayor intensidad, sus palabras eran de odio puro. Pero ¿Cómo? ¿Por qué?

Tom se llevó las manos a la cabeza y cayó de rodillas tratando de suprimir un grito de dolor. Sokolov lo observaba sin expresión alguna en el rostro, Tom se arqueó apoyándose sobre sus rodillas y las palmas de sus manos. Le estaba lanzando un crucio.

-¡Expelliarmus!- La varita de Alexander, nueva debo decir, salió volando por los aires junto con su dueño.- ¡Protego Horribilis!- Me coloqué delante de Riddle en posición de ataque.- Es suficiente, ¿no ves que lo estas lastimando?- En ese momento olvidé por completo en donde me encontraba, ni con quien me enfrentaba o a quién estaba defendiendo.- ¡Sectum!- Varios cortes comenzaron abrirse en su cara.- ¡E verte Statum!¡Flipendo!- Volvió a estrellarse contra la pared, lancé todos los hechizos que sabía, lo ataqué con hechizos verbales y sin varita al mismo tiempo. No quería darle espacio a que se defendiera, había un hechizo que quería lanzar y si lo hacía terminaría en Azkaban. Me detuve al sentir una mano sobre mi hombro.

-Para Ainhoa. - Tom tosió un poco y se agarró el costado, tenía el labio roto y me miraba a los ojos. - No vale la pena. - Sonrió de lado, pero enseguida su rostro se distorsionó en una mueca de dolor.

-Vamos, te llevaré a la enfermería. - Pasé su brazo sobre mis hombros y rodeé su cintura, sonrió malicioso. - Borra esa estúpida sonrisa de tu rostro, aún no te he perdonado lo de Dolohov. - Suspiré cansada ayudándolo a bajar de la mesa de duelo.

-Pero estas en camino de hacerlo. - Me guiñó un ojo, tuve que sostenerlo con más fuerza ya que casi caemos de bruces.

-No hagas que me arrepienta de salvar tu pálido culo, tío. - Soltó una leve carcajada, sonreí sin darme cuenta, pero enseguida comienzo a preocuparme cuando siento su piel cada vez más fría.

-Te ayudo. - Orión me sonríe de lado y pasa el otro brazo de Riddle por sus hombros, haciéndome más fácil el poder caminar.

-Gracias, Black. - Ambos nos detenemos y giramos la cabeza hacia Riddle que rueda los ojos. - No pongan esas caras, no volveré a repetirlo.

-Vaya, entonces lo que dicen es verdad. - Nos sobre saltamos al escuchar a Dolohov acercarse, Riddle se tensa a mi lado, miro en sus ojos y puedo notar culpa. ¿Lord Voldemort puede sentir culpa? Estúpida aún es humano. He ahí mi adorable y amorosa consciencia. - Riddle, te estas ablandando. - Una sonrisa cursa su rostro y los tres nos quedamos petrificados, Orión suelta a Riddle haciendo que aplique toda mi fuerza en tratar de estabilizarnos.

-Okey, puedo decir que lo he visto todo. - Orión coloca sus manos a ambos lados de sus cachetes y abre la boca en señal de sorpresa. - Riddle agradece y Dolohov bromea con él. - Hace un gesto en señal de que se desmayará en cualquier momento. - Cogedme Ainhoa. - Anthony pone los ojos en blanco y pega un manotazo en el pecho de Orión.

- ¿A dónde creen que van? - La sonrisa se nos borra a todos. Sí, Riddle también sonreía por las ocurrencias de Orión. - ¿Y bien?

-Pues a llevar a Tom a la enfermería. - Dije sin siquiera regresar a mirarlo, le hice una señal a Orión para que me ayudara y una vez que Riddle se apoyaba sobre él, me giré para encarar a Alexander. - Le dije que no podía batirse a duelo, pero a usted no le importó e igual lo obligó hacerlo. - Caminé hasta a él y me paré a unos centímetros.

-Sigo siendo su profesor, Grindelwald. - Sonrió con suficiencia.

-Un profesor abusivo que olvida que esto es una clase y no un campo de batalla. - Mi ira es palpable, ver su estúpida sonrisa solo hace que esta aumente. - Así que le moleste o no, lo llevaremos con Madame Anabela. No necesito su permiso. - Me giré y ayudé a Orión a sostener a Riddle.

-Eres, patética Ainhoa. - Todos volvieron a mirarlo confundidos, dejé que siguiera hablando. - ¿Qué pensaría Harry Potter si te viera ayudando al ser que mató a sus padres, amigos y seres queridos? - La sangre se me congeló en las venas, me quedé estática en mi lugar ¿Cómo sabía él sobre Harry? - ¿Cómo se sentiría San Potter al ver a su adorada novia, enamorarse de un bastardo sangre sucia como Riddle? - Saqué la varita y me volteé a encararlo, olvidé al resto. - ¿Qué? ¿Me vas a negar que no lo dejas morir por qué lo quieres? ¿Enserio te enamoraste de ese bastardo? ¿De ese sangre...

- ¡CÁLLATE! - La sangre me hervía en las venas, él no podía hablar de Harry... ¿De Harry o de Riddle, Ainhoa? - Si vuelves a mencionar a Harry, no respondo, cabrón. - Soltó una carcajada que solo hizo aumentar mi ira, por la cabeza solo se me cruzaban miles de formas de hacerlo retorcerse de dolor. - Dejad de buscarme las cosquillas, tío. No sé qué buscas o quién demonios seas, pero si seguís haciéndome enfadar y metiendo tus narices en mis puñeteros asuntos, créeme que un avada será el menor de tus males. - Bajé la varita y sin mirar a nadie caminé hasta donde Orión me esperaba con Riddle, Alexander no dijo nada más, dio por culminada la clase y todos salieron sin decir ni una palabra.

-Ainhoa, ¿Qué mierda fue eso? - El aliento de Riddle acarició el lóbulo de mi oreja, la piel se me puso de gallina y el estómago comenzó a hormiguearme.

-Nada. - Respondí con el tono más frío que poseía, lo último que necesitaba en ese momento era que él notara lo que causaba en mí. Alexander no podía tener razón sobre mis sentimientos ¿O sí?

-Ya, no me lo creo. - Dijo en un susurro para que nadie más que yo lo escuchara. - Pero haremos como que sí. - Asentí, llegamos a la enfermería y le pedí a Orión que le explicase a Madame Anabela lo sucedido, me daba igual lo que tuviera que inventarse Alexander para salirse de esa con Dippet. Dejé a los chicos en la enfermería y emprendí camino hasta la torre de astronomía, era la hora de la cena y no tenía nada de hambre.

........

No sé cuánto tiempo llevaba exactamente ahí, de pie con los brazos cruzados, mirando el panorama. El cielo estrellado, el suave murmullo del viento, el brillo de la luna reflejado en la superficie del lago negro, la atrayente oscuridad y misterio del bosque prohibido. Suspiré cansada, llevaba dándole vueltas a la información que Alexander había soltado desde que llegué. Estaba completamente segura de que no había podido filtrarse en mi mente en ningún momento, era imposible que lo supiera. Bufé molesta y me di la vuelta dispuesta a irme, cuando noté una sombra en la puerta.

- ¿Quién eres? - Saqué la varita y comencé a acercarme con cuidado.

-Vaya que eres desconfiada, soy Riddle. - Pronuncié un casi inaudible Lumos y lo apunté hacía él cerciorándome de que era verdad.

- ¿Qué haces aquí a esta hora? - Dije acercándome a él y cogiéndolo del brazo para arrastrarlo conmigo fuera de la torre de astronomía.

-Pues...- Se detuvo en seco haciendo que frenara con él, me miró nervioso, crucé los brazos sobre mi pecho, comenzó a rascarse la cabeza algo tenso. - Me escapé de Madame Anabela. - Fruncí el ceño. - Necesito mostrarte algo. - Sonrió como un niño pequeño al tiempo que cogía mi mano y me arrastraba con él sin darme tiempo de llamarle la atención por lo que había hecho.

-Ri-Rid-ddle. - Logré decir con la voz entre cortada por la falta de oxígeno en mis pulmones, tiré de mi mano y me apoyé sobre mis rodillas para recuperar el aire. - ¿A dónde vamos?

-A la cámara secreta. - Dijo en un susurro, me incorporé y volvió a tomar mi mano entre la suya, entrelazó nuestros dedos y sentí como un fuerte hormigueo recorría mi cuerpo al tiempo que mi corazón se aceleraba desbocado.

- ¿Para qué? - Traté de sonar fuerte, no nerviosa y ansiosa como estaba. - No me fío de ti.

-Lo sé. - Suspiró pesadamente y fijando su mirada en mis ojos sonrió de lado. - Prometo que no es algo que pueda lastimarte, por favor. - Asentí y comencé a caminar a su lado sin soltarlo de la mano, francamente no sé el motivo de eso último.

Llegamos al baño de niñas y entramos, aún sin soltar mi mano abrió la puerta de la entrada a la cámara y bajamos por ella. Avanzamos entre las columnas decoradas con serpientes, no pude evitar caminar muy lento y con desconfianza, de lo cual Tom se percató, pero no dijo nada; sólo se escuchaban nuestros pasos y respiraciones a través de los muros sombríos, la imagen era decadente y fúnebre e incluso la Habitación era muy fría.

Al llegar al último par de columna pude ver una gran estatua adosada al muro del fondo, Salazar Slytherin. Nos detuvimos ahí y Tom se posicionó frente a mí.

-Llegamos. - Asentí con la cabeza y esperé a que continuara. - Siento mucho lo que pasó con Dolohov. - Sus palabras me descolocaron un poco, ¿Dijo que lo sentía? - Necesito que me perdones. - Su voz se escuchó en un hilo, comenzó a toser.

-Eso yo...- No me dejó terminar, llevó su mano libre a uno de los bolsillos de su túnica y sacó su varita, inmediatamente me tensé.

-No voy a atacarte. - Sonrió de una forma que hizo que el corazón me diera un vuelco, volvió a toser, pero esta vez con un poco de sangre, se limpió en la manga y siguió como si nada para que no me preocupara. - Sé que es muy difícil que lo hagas, pero necesitaba decírtelo. Llevo días preparándote una sorpresa. - Soltó mi mano y llevó la suya a masajearse el lado derecho del estómago. -He estado practicando mucho para este hechizo y solo puedo hacerlo aquí ya que necesito que mi poder crezca. - Asentí cruzándome de brazos. - Necesito que pienses en el recuerdo más bonito que tengas y que cierres los ojos. - Fruncí un poco el ceño, pero obedecí. Busqué en mi mente el recuerdo que más me gustase y no pude evitar quedarme estancada en aquel en el que yo estaba bailando con mi padre un vals en la sala de nuestra casa en España, mi madre sostenía la cámara y nos tomaba fotos. Él me daba vueltas y me guiaba a lo largo de nuestra improvisada pista de baile. - Mantén los ojos cerrados Ainhoa. - Volvió a toser y yo sonreí ante la imagen que tenía en la cabeza, luego de unos minutos escuché sus murmullos, un pequeño pinchazo en mi cabeza hizo que abriera los ojos. Riddle se encontraba frente a mí con la varita en alto hacia el techo, sus ojos estaban cerrados y de su nariz caían unas cuantas gotas de sangre.

-Rid-Riddle, ¿Estas bien? - No pude evitar acercarme a él con lentitud, una ansiedad inexplicable me hacía temblar, pronto sus oídos también comenzaron a sangrar.

-Sólo espera. - Dijo en un susurro, siguió recitando su hechizo y todo comenzó a desaparecer a nuestro alrededor, estábamos envueltos en una esfera de luz que poco a poco iba dejando atrás los frívolos muros y adornos de la cámara, en su lugar paredes color champagne comenzaron a materializarse frente a nosotros, dos figuras se posicionaron frente a mí, haciéndose cada vez más y más visibles, eran mis padres.

-Pero ¿Cómo? - Fue lo único que pude articular antes de que mis padres se abalanzaran sobre mí y me cortaran el oxígeno.

-El Hechizo dura apenas diez minutos, disfrútalo. - No presté mucha atención a lo que decía, cerré los ojos y me dejé rodear por los brazos de mis padres, el perfume de mamá golpeó mis fosas nasales y el cabello suave de papá se enredó en mis dedos.

-Má...-Al fin fui capaz de pronunciar palabra alguna. - Pá...- Ellos asintieron lentamente con una sonrisa en el rostro, podría jurar que una lágrima rebelde descendió por la mejilla izquierda de mi padre. - ¿Cómo es qué...?

-Él nos trajo. - Respondió mi madre señalando a Riddle que ahora se encontraba apoyado en una de las columnas con un semblante mucho más pálido que el habitual, por un momento quise correr hacía él, pero fijó su mirada en mí y vocalizó un "Estaré bien, aprovecha" que hizo que asintiera y volviera a mis padres. -Es un chico muy majo, se nota que te quiere. - Papá asintió dándole la razón y rodeando los hombros de ella con su brazo.

- ¿Quererme? - Reí con burla ante la inocencia de mis padres. - Él no sabe lo que es el amor.

-Quizás no el amor como tú lo conoces, pero si lo conoce en su propia interpretación, cariño. - Extrañaba la voz ronca de mi padre, me abalancé sobre él y rodeé su cuello, sollocé como una niña en ese lugar tan seguro.

- ¿Bailamos? - Dijo él acariciando mi cabeza, comenzó a sonar la melodía de una canción cuya letra era muy bonita, él guiaba mis pasos con lentitud y al ritmo de esta. Una vez que levanté la vista del hombro de mi padre vi como mi madre bailaba con Riddle, sonreí inconscientemente y apoyé la cabeza en su hombro viendo como ellos hablaban y sonreían. Tom se notaba algo cansado, pero aun así asintió a algo que le dijo mi madre antes de tomarlo de la mano y acercarse hasta nosotros, cogió una de mis manos y la depositó en la palma de Riddle.

-Bailen, dennos esa satisfacción. - Ella derramó una lágrima al tiempo que mi padre la abrazaba. - Por favor. - Asentí en señal de afirmación al igual que Riddle. Colocó su mano izquierda en mi cintura y con la otra tomó mi mano derecha, dejé que me guiara a su ritmo. Una vuelta, dos, una cargada y segundos después estaba sonriendo de oreja a oreja bailando con mi peor enemigo al lado de mis padres. - Tenemos que irnos. - La dulce voz de mi madre hizo que soltara de golpe a mi compañero de baile, sonreían orgullosos.

-Los amo, los amo demasiado. - Susurré siendo consciente apenas de que estaba sollozando. - Todo lo que he hecho es por ustedes.

-Solo sé feliz y nosotros lo seremos. - Mi padre depositó un casto beso sobre mi coronilla y volvió al lado de mamá. - Cuídala, es algo obstinada, pero en el fondo es muy frágil. - Se dirigió a Riddle.

-Prometo cuidarla con mi vida, señor. - No despegó su mirada de mí ni un solo momento al decir esas palabras, un extraño escalofrío recorrió mi cuerpo y le regalé una media sonrisa.

-Cuídate pequeña. - Fue lo último que dijeron mis padres antes de comenzar a desvanecerse poco a poco, dejando a la vista nuevamente las opacas y desoladas paredes de la cámara.

-Gracias. - Susurré con la mirada fija en el suelo. Sentí un pequeño ardor en el dorso de mi mano derecha y cuando revisé había una pequeña runa que sabía significaba familia.

-Es como si el recuerdo nuevo que acabas de fabricar se materializara en tu piel, no es nada malo. - Sonreí para mí al delinear cada trazo de la runa.

-Gracias, es el mejor regalo que me han dado en el mundo. - Sin pensarlo siquiera me abalancé sobre él y lo rodeé con mis brazos.

-No e-es n-n-adda. - Me separé un poco de él y pude notar como sus ojos se iban poniendo rojos y la sangre descendía más rápido por sus oídos y nariz. - Un regalo para mi víbora. - Sonrió de lado antes de desmayarse entre mis brazos, caí de rodillas aferrada a su cuerpo y buscando con desesperación su pulso. Solté el aire que retenía en mis pulmones cuando lo encontré, aunque fuese algo lento.

- ¿Qué has hecho Riddle? - Sollocé como nunca y abracé más su cuerpo hacia mí. - ¿Qué has hecho? - Repetí haciendo que mi voz retumbara por toda la habitación.