"De nadie seré, solo de ti.
Hasta que mis huesos se vuelvan cenizas, y mi corazón deje de latir."
AINHOA
Traté de calmar mi llanto sin mucho éxito, levanté la cabeza de su pecho y fijé la vista en su rostro. Estaba demacrado, sus ojeras eran muy pronunciadas, sus labios estaban violáceos y resecos hasta el punto de sangrar, estaba más pálido de lo habitual y hasta era preocupante; pero lo que me alarmaba era su nariz sangrante, traté con varios hechizos sanadores pero la sangre no paraba de emanar. Dejé su cuerpo en el suelo con cuidado, primero revisé su pulso y una parte de mí se tranquilizó cuando pude sentirlo, era lento, pero ayudaba en cierta forma a calmar mis nervios y preocupación.
Me arrodillé a su lado y con mi varita lo examiné de pies a cabeza, después de casi cinco minutos los resultados dispararon todas mis alarmas, sus pulmones se estaban llenando de sangre debido a una hemorragia interna. Las lágrimas comenzaron a salir sin que pudiera detenerlas, sentía un dolor indescriptible en el pecho y un nudo comenzaba a formarse en mi garganta. Él estaba muriendo, Riddle estaba agonizando por mi culpa. ¿No era eso lo que buscábamos? Déjalo morir, ya no existirá Lord Voldemort, hemos ganado y, sobre todo, todos tus amigos y los que alguna vez conociste tendrán la oportunidad de vivir. Los padres de Harry y él podrán vivir y tener la vida que siempre merecieron vivir. Eso era lo que quería, era para lo que abandoné mi vida anterior, era por lo que armé todo este plan; pero el corazón se me contraía con dolor en el pecho y se me hacía casi imposible respirar, el nudo que tenía en mi garganta no me permitía articular hechizo alguno y las lágrimas salían indiscriminadas de mis ojos. Me incliné un poco hacía él y deposité un casto beso en sus labios, un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando los sentí tan helados. Apoyé mi cabeza en el pecho de Tom, sus latidos eran cada vez más y más lentos. Sólo podía pensar en mi tío y cómo él sabría qué hacer, sentí cómo algo me arrastraba al vacío y me aferré con mayor fuerza a Riddle.
- ¿Grindelwald? - Levanté la cabeza del pecho de Riddle y fijé la vista en mi tío. - ¿Qué pasó?
-Eso no importa, te-tenemos q-que salvarlo. - Me levanté del suelo como pude. - Vamos, tenemos que llevarlo con Nicolas. - Lo tomé de la túnica y mis sollozos comenzaron a acentuarse a medida que la desesperación me iba sobrepasando. - Haré lo que quieras, pero por favor ayúdame a salvarlo.
-Hay una cura. - Se soltó como pudo de mí e hizo levitar a Riddle, colocó sus manos en la espalda y se quedó mirándolo.
- ¿Qué estamos esperando? - Entrelacé mi brazo con el de él y me sequé las lágrimas, tomé la mano de Riddle y esperé a que Dumbledore nos hiciera aparecer en casa de Nicolas, pero eso nunca pasó. - ¿Qué sucede? ¿Por qué no nos movemos? - Fijé la mirada en él; pero él miraba, sin expresión alguna en el rostro, el cuerpo casi inerte de Riddle.
-Si quieres que te ayude, déjame entrar en tus recuerdos, quiero toda la verdad. - Solté su brazo como si me hubieran pasado corriente, no podía creer que me estuviese chantajeando. - ¿Crees que no sé distinguir entre un recuerdo forzado y uno real? Por favor Grindelwald, no me subestime. - Abrí la boca para decir algo, pero la cerré de golpe nuevamente. - Decide rápido, Riddle está muriendo. - Observé al aludido, la angustia me invadió.
-Está bien. - Suspiré, cogí una de sus manos entre las mías y empecé a mostrarle todos mis recuerdos. El ataque en el mundial de Quidditch Cómo murió Cedric, cómo Harry nos contó que colagusano había tomado su sangre para devolverle su cuerpo a Voldemort, el ataque a Arthur Weasley, la llegada de Umbridge como directora de Hogwarts y los castigos que impuso, el ejército de Dumbledore, la muerte de Sirius a manos de Bellatrix, la búsqueda de los horrocruxes, su muerte a manos de Snape, la muerte de Alastor en la Batalla sobre Little Whinging, la muerte de mis padres a manos de Voldemort buscando las reliquias, la muerte de mi abuelo, la muerte de Snape, la supuesta muerte de Harry, cuando Harry me entregó las reliquias de la muerte, la batalla entre Harry y Voldemort, mis años de prófuga y cómo llegué hasta aquí. Estaba cansada, le había mostrado todo, no había un solo secreto que ahora Dumbledore ya no supiera. - Ahora, ayúdame a salvarlo.
- ¿Para qué? - Apartó su mano de las mías y comenzó a caminar a lo largo de la habitación, enlacé una de mis manos a la de Tom. - Él será una de las peores escorias, matará a tus amigos y sus padres, matará a tu familia e incluso a mí. - Mi cabeza era todo un laberinto sin salida, era una batalla de ideas contradictorias. ¿Por qué me decía todo eso? - ¿No es para esto por lo que viniste aquí? ¿A destruir al meollo de tus desgracias? - Un extraño fuego comenzó a invadir mi cuerpo al recordar las atrocidades que el joven que tenía frente a mí, haría algún día no muy lejano. - ¿Por qué quieres salvarlo? Déjalo morir de una vez por todas, deja que el sentimiento que desarrolló por ti lo mate y termina de una vez por todas con esto. Déjalo morir en tus brazos y al fin hallarás la paz que tanto busca, Ainhoa. Deja que el amor que siente por ti lo mate, es una buena venganza. - Así como apareció comenzó a extinguirse el fuego que sentía en las venas, el frío que me envolvía era insoportable y hasta podía sentir como un hoyo profundo comenzaba a formarse en mi pecho, justo en el lugar en que se supone debería de estar mi corazón.
-A veces el mayor acto de osadía es amar a quien nos ha lastimado, la batalla más dura es la que libramos contra nosotros mismos y todos aquellos sentimientos que nos envenenan; pero, sobre todo, sólo los valientes son capaces de perdonar, mi pequeña.
- ¿Mamá? - Busqué con desesperación de dónde provenía su voz, pero no la encontré, solo estaba Dumbledore observándome con curiosidad, esperando una respuesta.
-Sólo escúchame, no hay tiempo. - Volví a buscarla con la mirada inútilmente, al final cerré los ojos y me dejé llevar por su voz. - Bueno, no le queda mucho tiempo ¿Luchas o no? Yo no críe una cobarde. - Fijé la vista en Tom, su aura se iba apagando, su respiración iba ralentizándose y el único impulso que tenía era correr a abrazarlo y no dejarlo ir.
-Dime que tengo que hacer, por favor. - Susurré acercándome al cuerpo de Riddle y abrazándome a él, aunque estuviera levitando. No me importaba lo que dijera Dumbledore, ya nada me importaba.
- ¿No lo dejarás morir? - Sentí como se acercaba a nosotros, pero no quise desviar la vista del rostro de Tom, involuntariamente acariciaba su frente y cabeza con una mano, mientras que con la otra sostenía una de las suyas. Negué con la cabeza. - ¿Por qué? Si es que se puede saber, claro.
-C-creo que le amo. - Sonreí de lado. Eres un jodido desastre, tía; lo amas, lo odias, lo quieres vivo, lo quieres muerto ¿Quién te entiende? - Pero a su vez lo odio. - Fijé la vista en sus claros ojos, necesitaba que alguien me dijera que eso era normal y que definitivamente no estaba volviéndome loca. - Es imposible amarlo, para mí está prohibido. Esto va más allá de tu comprensión.
-Las personas son capaces de cambiar por amor, a veces las peores batallas no se solucionan con violencia. - Entrelazó mi brazo con el suyo y tomó la mano libre de Tom. - Solo es imposible si tú lo crees.
- ¡Tú no lo entiendes! -Mi voz fue más estruendosa de lo normal. - Guardo demasiado rencor hacia él, me hizo mucho daño, me arrebató todo lo que amaba. - Rompí en llanto, no sé en qué momento me desvié de mi objetivo. - Me hirió de todas las formas posibles.
-Este chico que tienes frente a ti aún no lo hace Ainhoa, aún puede ser salvado.
- ¿Alguna vez has amado al ser que se supone que deberías odiar con todas tus fuerzas? - Me miró sin verme realmente, dejó escapar un suspiro y asintió. - ¿Quién? - Apartó la mirada y sentí como algo me tiraba hacia el vacío y luego aparecimos en un lujoso salón de té. ¿A quién había amado tanto?
-Tú debes ser Ainhoa. - La voz de una joven mujer hizo que soltara el brazo de Dumbledore y la mano de Tom, asentí con desconfianza ante la dama. Era una mujer menuda y de mí misma estatura. Su cabello era negro, lacio y largo hasta su cintura; llevaba un vestido largo con largas y sueltas mangas de color lila, lo más impresionante eran sus ojos. Sus ojos eran una combinación del mercurio más espeso con verde petróleo, me quedé hipnotizada mirándolos y ella simplemente se dedicó a sonreírme con cortesía. - Necesitaría indagar más en ella, Albus, sólo así podré darte una respuesta concreta. - El aludido asintió en señal de afirmación.
- ¿De qué están hablando? - Ambos se miraron de manera cómplice por unos instantes. - ¿Sabéis qué? No me importa. Tom se está muriendo, por si lo habéis olvidado.
-Mi nombre es Perenelle Flamel, soy la...
-La esposa de Nicolas. - Dije algo sorprendida, era tan hermosa como la describían las leyendas. - Entonces sí eres real, todos creían que eras un mito, nadie nunca te vio.
-Soy algo celoso, ¿Cómo no serlo con una mujer tan hermosa? - Las mejillas de Perenelle se tintaron de rojo al escuchar las palabras de Nicolas, que acababa de entrar al salón. - Un placer, Ainhoa. - Hice una leve inclinación al igual que él en señal de saludo.
-Yo solo quiero salvar a Tom. - Ignoré a los presentes y volví a tomar la mano de Riddle, me importaba poco lo que Dumbledore sabía o había hablado con Perenelle, cada segundo que pasaba era un segundo menos en la vida de Tom. - Nicolas, dime que hacer. - Sentí mis ojos humedecerse amenazando con desprenderse de ellos incontables lágrimas.
- ¿Lo ama? - A pesar de que su mirada estaba fija en mí, su pregunta iba dirigida a Dumbledore.
-Sí, su amor es más fuerte que el motivo por el que regresó. - Esta vez dejé de mirar a Riddle y mis ojos se fijaron en mi tío, su mirada no me expresaba nada y un silencio incómodo se implantó en la habitación.
- ¿Regresé? - Perenelle negó con la cabeza, abrió la boca como queriendo pronunciar palabra, pero volvió a cerrarla y dirigió la mirada al suelo, en un punto infinito. - Responde Albus, ¿Cómo así que regresé?
-Creo que no es el momento para hablar de esto. - Seguía guardando la calma, no se veía ni alterado ni mucho menos nervioso, como sí lo estaban los esposos Flamel. - Primero tenemos que velar por Riddle, luego hablaremos.
-Me vale mier...- Nuevamente sentía esa sofocación insoportable, mi cuerpo temblaba y podía sentir como toda mi magia se condensaba en mis manos.
-No hay duda. - La voz de Perenelle fue la que rompió el silencio que se había instalado en la habitación, sentí como se acercaba a paso lento y dudoso hacia mí. - Tienes que calmarte o podrías incendiar todo. - No entendía el motivo de su consejo, hasta que mi vista fue a parar en el reflejo de mí que se revelaba en los vidrios de un gran ventanal. Literalmente estaba ardiendo; mi cabello eran llamaradas de fuego, mi piel había adquirido una tonalidad rojiza intensa y mis ojos ya no eran verdes sino tan negros como el carbón. Era la misma imagen que visualicé de mí misma en la mente de Anastasia unas semanas atrás. Traté de regularizar mi respiración.
- Tú y yo hablaremos luego. - Dije mirando a Dumbledore a los ojos, ya lo sabía todo acerca de mi pasado y al parecer algo más que yo estaba ignorando. - Usted, por favor dígame que puedo hacer por Riddle. - Volví a tomar la mano de Tom entre las mías, era lo único que me preocupaba de verdad en ese momento.
-Primero necesito saber si lo amas. - No supe responderle, abrí la boca y volví a cerrarla. - ¿Ainhoa?
-No sé si a esta mezcla de odio y ganas de salvarlo se le puede llamar amor. - Una lágrima resbaló por mi mejilla, Perenelle asintió conmovida y con una pequeña sonrisa adornando su rostro. - Pues entonces sí, lo amo.
- Bien. - Suspiró y se acercó a nosotros. - Porque para salvarlo se necesita de un gran sacrificio de tu parte. - Suspiré y asentí resignada. Perenelle se acercó a mí, apoyó sus manos en mis hombros y me guió por un pasillo, no quería dejar a Riddle, pero tenía que hacer todo lo que me indicaran.
- ¿Cuál es el secreto que compartes con Dumbledore? ¿Qué es lo que ignoro? - Perenelle se debatía internamente si decirme o no lo que estaba ocurriendo, podía ver en sus ojos aquellos sentimientos de confusión.
-Es mejor que te des un baño y trates de calmarte, será una larga noche. - Fue todo lo que dijo y salió por la puerta de la habitación en la que me había dejado. Un dormitorio sofisticado, una cama grande con doseles de madera en las esquinas y cortinas rojas que caían a los costados. Una cómoda pequeña con espejo y una pequeña silla frente a ella, un armario empotrado a la pared al lado derecho de la cama y al lado de la puerta de entrada había otra puerta que guiaba al baño. No me diría nada, al menos no en ese momento. Me di una ducha rápida con agua helada, necesitaba aclarar mis ideas. ¿Cómo es que, de un maravilloso regalo por parte de Tom, había terminado en casa de los Flamel y rogándole a Merlín que mi peor enemigo no muriese?
-Ya estoy mejor. - Nicolas se encontraba haciendo algo que parecía una poción pero que a lo lejos supe que era una práctica de alquimia. Perenelle observaba la luna por uno de los ventanales que había y Dumbledore sólo observaba a un inconsciente Riddle, lo habían acomodado en uno de los muebles de la sala.
-Te explicaré que es lo que haremos Grindelwald.- Fue Dumbledore el que rompió el silencio que gobernaba en la habitación, ninguno de los otros presentes se inmutó.- Nicolas está haciendo un brebaje que necesita de tu sangre.- Asentí y sin decir nada me acerqué hacia donde se encontraba el aludido trabajando, cogí una navaja que había sobre la mesa e hice un corte lo suficientemente profundo en la palma de mi mano y la cerré en un puño dejando caer la sangre en el caldero en el que trabajaba Nicolas.- Bien, ahora necesito que te sientes y hablemos.- Con un movimiento de varita por parte de Dumbledore ya tenía curada la herida.-Siéntate.
-Sólo quiero hablar respecto a Tom, su pulso es cada vez más lento y no tengo tiempo para sentarme a tomar un té contigo mientras conversamos sobre mi pasado y lo que me ocultas sobre mí misma. - Ni si quiera parpadeó.
-Como te dije, es magia muy antigua. Nicolas conoce un remedio que combina la alquimia y la magia, pero nunca nadie lo ha usado o bueno no hay antecedentes de que haya funcionado. - Llevó sus manos a la espalda y comenzó a caminar por la habitación. - Básicamente ligaremos su vida a la tuya.
- ¿Espera qué?
- Por eso te preguntamos si realmente lo amabas, si estabas dispuesta hacer cualquier cosa por él. - Lo medité por unos momentos, se me vino a la mente el primer beso que me dio en el pasillo de Hogwarts. Vi a Nicolas hacer un corte en una de las manos de Riddle.
- ¿Qué haces? - Quise acercarme, pero Dumbledore me detuvo, vació la sangre en otro caldero que juro que no había visto minutos antes.
-Ambos tendrán que beber el brebaje, Ainhoa.- Me obligó a tomar asiento de nuevo.- Tú tomarás el que lleva su sangre y él, el que lleva la tuya.- Quise vomitar de solo pensarlo.- Luego extraeré de tu cabeza el recuerdo de más compenetración tengas con Riddle.- Asentí poco convencida, nuevamente tendría que dejarlo indagar en mi mente.- Y por último haremos algo que no sé si te guste.- Levanté una ceja e hice un gesto con las manos para que continuara.- Para terminar el hechizo tengo que extraer parte de tu alma.
- ¡No hay forma! - Me levanté de golpe y me acerqué hacia donde estaba Tom, se veía como muerto pero su débil pulso me indicaba que aún estaba vivo.
-No hay otra forma de hacer esto, Grindelwald. - Lo fulminé con la mirada. - Se entrelaza tu vida a la de él; tu sangre recorriendo sus venas, un recuerdo que lo mantenga vivo y un pedazo de tu alma que le de vida a la suya. Estarán unidos para siempre. Mientras uno viva, el otro también lo hará.
-Y-yo. - ¿Estás segura de lo que estamos haciendo? Estamos hablando de Voldemort Ainhoa, no seas estúpida. - Tengo miedo. - Esas palabras salieron atropelladas de mis labios, hacía mucho que no las decía o si quiera las sentía.
-El amor requiere sacrificios cariño. - La dulce voz de Perenelle se instaló en mi cabeza haciendo eco en cada una de sus palabras.
-Et dabo tibi animam meam vitae. - Si le iba a dar parte de mi alma, sería yo misma quien la fraccione. Quise mover una de mis manos, pero no respondía, no podía mantener el hechizo y realizar la fragmentación a la vez, Perenelle se dio cuenta de lo que intentaba hacer y con mucho cuidado sacó su varita, tomó un pedazo de mi alma. El dolor que sentía era insoportable, caí sobre mis rodillas, depositó lo que me había quitado en un frasco. -Finite. - Me sentía débil, lo último que vi fue a Dumbledore y Perenelle correr hacia mí, todo se volvió oscuro.
TOM
La luz que había invadido el exterior había cesado, traté de abrir los ojos nuevamente.
- ¿Funcionó? - Era la voz de una mujer, una voz fina y con un tono francés algo gracioso. En su voz pude detectar una nota de preocupación. Logré abrir los ojos, pero tuve que parpadear un par de veces para adaptarme a la luz de mi alrededor. Todo era borroso, pero con el pasar de los segundos se iba haciendo más nítido. Me senté de golpe, ganándome un leve mareo. Cerré los ojos y llevé mis manos a masajearme la sien.
- ¿Ainhoa? - No podía pensar en nada más que no fuese ella, lo último que recuerdo es la cámara de los secretos y su rostro lleno de lágrimas preguntándome que había hecho.
-Está débil, se desmayó. - Nuevamente la voz de aquella mujer, abrí los ojos y los fijé en su mirada del color del mercurio.
- ¿Quién demonios son ustedes? ¿Dónde estoy? - Busqué mi varita en mi túnica, pero no la encontraba, comencé a alarmarme.
-Riddle, calma. - Dumbledore apareció por uno de los corredores, llevaba mi varita en su mano. - ¿Cómo te sientes?
-Algo mareado. - Me acerqué hacía donde estaba él, tambaleé un poco al inicio, pero poco a poco mis pasos se fueron haciendo más firmes. - ¿Dónde está Ainhoa?
-Te llevaré a donde está. - Fijé la mirada en la mujer, era muy bella, sentía que la había visto en algún lado. -Oh claro, soy Perenelle Flamel...
-La esposa de Nicolas Flamel. - Asintió con una sonrisa en su rostro, busqué por toda la sala y visualicé a un joven de no más de 30 años conversando con Dumbledore. - Él debe ser Nicolas. - Volvió asentir. - Pensé que eran un mito. - Comenzó a caminar por el mismo pasillo por el que había entrado Dumbledore minutos antes, luego regresaría por mi varita, necesitaba ver a Ainhoa.
-Está algo débil. - Fue todo lo que dijo antes de abrir la puerta del dormitorio, entré después de ella. Ainhoa yacía dormida en la cama, parecía un ángel, me volví para agradecerle, pero ya se había ido. Ni si quiera sentí cuando cerró la puerta. Caminé hasta donde estaba ella, me senté a un lado y acaricié su cabello. No pude evitar depositar un beso en su frente. Te has vuelto débil Riddle, ¿dónde quedó el chico que torturaba personas por placer? Ignoré la voz de mi consciencia y seguí observando como dormía Ainhoa, poco a poco mis párpados fueron cerrándose.
- ¿Riddle? - Sentí un leve zarandeo, lo ignoré, me giré y seguí durmiendo. - Ohhh Maldito Riddle, despierta idiota. - Con fastidio me giré para quedar boca arriba. - ¡Riddle! - Sentí como un peso caía sobre mí haciendo que abriera los ojos de golpe, lo primero que vi fueron unos ojos color esmeralda observándome curiosos.
-Ainh...- No pude terminar la frase ya que sus labios encontraron los míos en un beso, cerré los ojos por inercia y me dejé embriagar por Ainhoa Grindelwald. Pudieron ser minutos, horas o segundos los que pasaron hasta que ella rompió con el beso. - Hola
-No vuelvas a tratar de morirte, idiota. - Una lágrima resbaló por su mejilla, me senté como pude aún con ella encima de mí. Detuve la lágrima que se había escapado de sus ojos con mi pulgar.
-Lo intentaré. - Sonreí tratando de calmarla, ella asintió seria.
-Tengo algo que hacer. - Se bajó de mí tan rápido que no me dio tiempo de reaccionar. Me quedé abrazando su esencia, se había ido de la habitación.