"Una obsesión te puede llevar al borde de la locura y guiarte directamente a la perdición"
TOM
No fue fácil tomar el árbol genealógico de la oficina de Dumbledore con el celador rondando por ahí toda la noche, pero una vez que logré tomar el libro y salir de la oficina me apresuré a llegar a la sala común. No había ido a cenar y cuando llegué subí las escaleras a las habitaciones sin mirar a nadie en la sala común.
-Tom. - Me frené en mi lugar y esperé a que ella me alcanzara en las escaleras. - Te esperé en el Gran Comedor.
- Estaba en la biblioteca, no tenía hambre. - Me apoyé en la baranda con el libro detrás de la espalda, ella se apoyó contra el muro. - Estoy cansado, iré a dormir.
-La verdad, quiero la verdad Tom. - Su voz era firme sin denotar molestia, ladeo la cabeza e intentó ver que era lo que escondía, hice lo mismo interponiéndome en su campo de visión. - Sé cuándo me mientes. - Se encogió de hombros, ella no iba a parar hasta que yo hablara, pero si se lo decía no iba a dejarme ayudarla.
- ¿La verdad? - Asintió mirándome a los ojos, me puse serio antes de hablar. - ¿Cómo la que tú me dices? - Se quedó mirándome. - No tengo porque darte explicaciones de todo lo que haga o deje de hacer. - Me giré rápidamente y guardé el libro entre mi túnica, sentí como me seguía escaleras arriba y me detuve en el último peldaño.
-No sé qué demonios te picó. - Me cogió del brazo obligándome a mirarla. - Pero si vas a ponerte así cada vez que te pregunte por algo es mejor que no sigamos con esto. - Antes de que pudiera decirle algo se dio la vuelta y bajó las escaleras como alma que llevaba el diablo, si algo había aprendido es que es mejor dejar que Ainhoa Grindelwald se calme antes de tratar de hablar con ella.
Suspiré agotado y me dirigí a mi habitación, una vez dentro cerré la puerta con seguro y con un movimiento de varita me puse el pijama. Me senté en medio de la cama, crucé las piernas y abrí el libro, busqué la letra "G" y luego el apellido que me interesaba.
-Grindelwald. - Una vez que llegué a la página el árbol de la familia de Ainhoa comenzó a dibujarse, rama tras rama se iban uniendo familias, rostros iban apareciendo, dando paso a generaciones y generaciones de Grindelwald. No había ni una sola gota de sangre mestiza o muggle en su descendencia, sentí una punzada de dolor en la boca del estómago. - Arruinaré su linaje. - Traté de disipar ese pensamiento de mi cabeza y comencé a leer nombre tras nombre en el árbol, había 3 ramas que no eran visibles, las tres estaban unidas a Gellert Grindelwald.
-Así que eso era lo que estabas robando cuando no fuiste a la cena. - Cerré el libro de golpe y lo tiré a un lado de la cama, había estado tan concentrado en tratar de ver esas tres ramas, que no me había percatado del momento en que Ainhoa había irrumpido en mi habitación.
-Yo...- Me levanté de la cama y recogí el libro del suelo, ella estaba cruzada de brazos apoyada contra la puerta. - Si algún prefecto te ve en mi habitación, tendremos serios problemas. - Ella levantó una ceja e inmediatamente soltó una carcajada, fruncí el ceño. - ¿Qué es tan gracioso? - Comenzaba a irritarme, ella no paraba de reírse.
-Tú. - Dijo sin un solo atisbo de culpa o duda, puse los ojos en blanco y coloqué el libro en uno de los libreros que tenía en mi habitación. - Vamos, pudiste haberme dicho que buscabas el árbol genealógico, cualquiera puede tener dudas de su origen, cariño. - Yo no quería saber acerca de mi linaje, sabía de provenía de un asqueroso muggle y una estúpida squib. Mencionar a mi familia me ponía de un pésimo humor.
-Ainhoa, vete. - Fue todo lo que dije, la tomé del brazo y abrí la puerta. - No estoy de ánimos.
- ¿Me estás echando? - Asentí haciéndole un gesto con la mano para que saliera de la habitación. – O sea, tú me mientes ¿y todavía tienes el cinismo de botarme de tu habitación?
-Básicamente. - La tomo del brazo y la guío fuera del dormitorio. -Hablamos mañana.
-Riddle, si cierras la puerta te juro que no respondo. - Sonreí con sarcasmo y cerré la puerta, regresé a la cama y me acosté. Era mejor dormir, ya mañana arreglaría todo este desastre. Unos minutos después un estruendo me despertó, cogí la varita y me tiré de la cama en posición de ataque. - ¡A mí no me cierras la puerta en las narices en tu vida Riddle! - La tenía con el ceño fruncido frente a mí, apuntándome con su varita. Con toda la tranquilidad que pude traté de bajar su arma, pero no logré moverla ni un centímetro
-Cálmate, estas actuando como una loca. - Abrió los ojos como platos y se aferró más a su varita, regresé la puerta a su normalidad con magia y me volví acostar. Cerré los ojos y sentí como se subía encima de mí, debo decir que para nada delicada. Había colocado sus rodillas a ambos lados de mi cuerpo, con una mano me cogía del cuello y con la otra me apuntaba a la cabeza. - Pequeña víbora. - Susurré, abrí los ojos y le sonreí.
-Una sonrisa no...- La tomé desprevenida e invertí las posiciones, ahora yo estaba encima de ella sujetándola de las manos a ambos lados de su cabeza.
-Loca. - Fue todo lo que dije antes de unir mis labios a los suyos en un beso, quiso resistirse, pero terminó rindiéndose cuando deslicé mi lengua en su labio inferior pidiéndole permiso para entrar. Rompí con el beso y me bajé de ella, acostándome a su lado. Apenas pude verla bien, llevaba un camisón hasta el muslo color negro, tenía el cabello recogido en una cola alta y estaba descalza. - Conversemos, ¿Vale?
-Vale. - Se giró de lado apoyando la cabeza en su mano derecha y yo hice lo mismo. - Lamento lo de la puerta. - Sonreí y le di un pequeño beso en la nariz. Dónde quedó Voldemort, siento ganas de torturarte hasta que te desmayes. Silencio la voz de mi cabeza.
-No importa. - Suspiré y me paré de la cama en busca del árbol genealógico. - Tengo algo que decirte. - Ella se incorpora cruzando las piernas en su lugar, me siento al borde de la cama y le extiendo el libro. - ¿Has visto tu árbol genealógico? - Levanta una ceja y abre el libro en la página de su familia.
-No le veo nada de raro. - Se encoge de hombros, pongo los ojos en blanco y le señalo la foto de Grindelwald.
-Hay 3 ramas casi invisibles que se unen a él. - Ella acerca más el libro, lo pone contra la luz, se baja de la cama y ladea la cabeza al mismo tiempo que el libro.
- No hay ni fotos ni nombres. - Se queda pensando buen rato y frunce el ceño. - Es imposible, se supone que...- Fija la mirada en mí y se queda callada. - Gracias, Tom. - Deja el libro sobre la mesa y me abraza. - Porque...
-No lo sé el nombre que me dijiste, pensé que tendría algo que ver en como reaccionaron Dumbledore y los Flamel. - Me siento a los pies de la cama y ella se sienta en mis piernas. No puedo evitar besarla, llevo una mano a su nuca para profundizar y ella me rodea con sus brazos. Me levanto despacio, ella enreda sus piernas en mi cintura y yo llevo mis manos a sostenerla de las nalgas; muerdo su labio inferior y ella suelta un pequeño gemido, la acuesto con delicadeza sobre la cama y rompo con el beso, busco en su mirada alguna señal de que quiera que pare y ella vuelve a unir nuestros labios. Lleva una de sus manos a jugar con el elástico de mis pantalones y suelto un pequeño gruñido cuando siento su mano coger mi miembro, bajo por su mandíbula dejando un camino de besos por su cuello hasta llegar a sus pechos. Me separo un poco de ella y le quito el camisón, dejándola apenas en ropa interior, no llevaba brasier. Me apresuré a tomar uno de sus pezones entre mis labios, lamí y besé con detenimiento sus senos, arrancándole gemidos que eran melodía para mis oídos. Me detuve un momento a observar su rostro, pequeñas gotas de sudor perlaban su frente haciendo que algunos mechones de su cabello se adhieran a su rostro, había cerrado los ojos y se mordía el labio. - Eres hermosa. - Ella abrió los ojos despacio y soltó una pequeña sonrisa nerviosa, deposité un rápido beso en sus labios y volví a llenar de besos cada parte de su cuerpo, quería que mis labios grabaran en mi memoria cada recoveco de Ainhoa, nunca había deseado tanto a una mujer como a ella. Besé de derecha a izquierda su pelvis hasta que llegué al borde de sus bragas, las retiré suavemente disfrutando de cada una de sus reacciones a mis besos en su zona más sensible, juro que era endemoniadamente sexy verla retorcerse de placer al sentir mis labios cerca de su sexo.
-T-Tom. - La oigo balbucear cuando deposito un beso en su monte, levanto la cabeza y la miro directamente a los ojos. - Te necesito dentro, por...- Antes de que pueda terminar la frase la silencio con un beso, me quito como puedo el pantalón de pijama y el bóxer, ella enreda sus dedos en mi cabello tratando de calmar en cierta forma su ansiedad, me coloco entre sus piernas y comienzo a introducir mi miembro en ella con lentitud, disfrutando como se arquea y gime de placer. Una vez que siento que ha entrado todo comienzo a moverme lentamente, con embestidas lentas y delicadas, siguiendo el ritmo de sus caderas y disfrutando de cada uno de los gemidos que logro arrancarle de los labios. A medida que el ritmo aumenta siento como sus paredes internas se aferran como más fuerza a mi miembro haciéndome soltar uno que otro gruñido de la excitación. -Tom...- Ella hace que odie un poco menos mi nombre cuando sale de sus labios. - Quiero que llegues conmigo. - Sonrío mirándola a los ojos.
-Así será mi amor. - Aumento el ritmo, en cada embestida siento como se me va haciendo más y más difícil controlar las ganas de liberarme en ella, puedo sentir como ella está a punto de llegar, se aferra con las uñas a mi espalda y se arquea violentamente. Me dejo ir y muerdo su cuello al tiempo que ella desliza sus uñas por mi espalda. - Eso dejará marcas, ¿Sabes? - Digo sobre sus labios y ambos sonreímos. Me acomodo a su lado y ella acomoda su cabeza sobre mi pecho, la abrazo más a mí y enreda una de sus piernas con la mía. - No sé qué hice bien para merecerte Ainhoa Grindelwald. - Siento como su respiración va haciéndose cada vez más suave, deposito un casto beso en su cabeza y me dejo arrastrar por el sueño.
***
Me levanté temprano como de costumbre, Ainhoa aún estaba dormida y era la primera vez en días que lo hacía, como era domingo decidí dejarla dormir un poco más. Me bañe, me cambié y salí de la habitación con rumbo al Gran Comedor, cuando llegue al último escalón me di cuenta de que todos los alumnos que se habían ido a casa por las festividades ya habían regresado.
-Riddle. - La voz de Abraxas irrumpe mis pensamientos. - ¿Vas al gran comedor? - Estaba frente a mí con una sonrisa amistosa.
-Eh... Sí, claro. - Todo el camino al Comedor fuimos hablando de como habíamos pasado las fiestas, casi ni se inmutó cuando le dije que Ainhoa y yo estábamos juntos.
-Era algo que se veía venir. - Se encogió de hombros. - Son tal para cual, buen par de cabezotas. - Se frenó en seco al darse cuenta de lo que había dicho, me puse serio. - Perdón señor, yo no...- Solté una carcajada.
-Hey, no hay problema. - Sonrió aliviado. Deberías haberle arrojado un crucio, eres un maldito chiste Tom Riddle. Ignoré nuevamente la voz de mi consciencia y seguí conversando con Abraxas hasta que llegamos al Gran Comedor. Todo el mundo me miraba extraño, poco a poco las mesas de cada casa fueron llenándose de alumnos, pero ninguno era Ainhoa. Visualicé a Walburga y Lucretia entrar y tomar asiento en sus lugares respectivos, más atrás venían Orión junto con Dolohov y Greengrass. Me levanté de mi sitio y abordé al pequeño grupo que se disponía a tomar desayuno. - Buenos días. - Los aludidos me miran extrañados, pero hacen un asentimiento en señal de saludo.
- ¿Se te perdió algo Riddle? - Es Anastasia la que rompe el hielo, siempre tan directa. Sonrío de lado y todos me miran aún más extrañados.
-Sí, Grindelwald. - Los cinco sin excepción ladean la cabeza, Lucretia suelta una pequeña risita. Comienzo a sentirme observado por todo Hogwarts. - ¿Por qué no ha bajado con ustedes?
-Cuando salimos ella recién llegaba, ahora ya sabemos de dónde. - Comenta Walburga con una mirada pícara, me rasco la nuca con nerviosismo. - No demora en llegar. - Asiento con la cabeza y regreso a mí lugar. El tiempo pasó, todos se dirigieron hacer sus cosas, pero nunca apareció Ainhoa.
-Tranquilo, ella suele desaparecer por un buen rato. Disfruta de su soledad. - Lucretia se había posicionado a mi lado. - Ya verás que no demora en buscarte, si gustas puedes venir con nosotros. - Sonríe con dulzura, me vi tentado a rechazar su propuesta y buscarla; pero no quería parecer obsesionado con Ainhoa, decidí darle su espacio.
- ¿A dónde van? - Su sonrisa se hizo más grande y tomándome de la mano me arrastro fuera del castillo hasta el Lago Negro. Todo su grupo se encontraba jugando con la nieve, quise regresar, pero una bola de nieve me dio de lleno en la cabeza. - ¿Quién fue? - Todos señalaron como niños pequeños a Orión, el aludido ni si quiera respiraba. Saqué mi varita de la túnica y la apunté hacia él. Todos se relajaron cuando una bola de nieve le dio de lleno en la cara a Orión, así fue como me sumergí en una guerra de nieve con el grupito de Ainhoa, ni si quiera me di cuenta de la hora hasta que comenzó a oscurecer.
-Tom. - Me detuve en cuanto Dumbledore pronunció mi nombre, así que ya había regresado. - ¿Has visto a Ainhoa?
-No, profesor, justamente iba a ir a buscarla. - Sin decir nada más se da la vuelta y se aleja en dirección al gran comedor.
-Riddle, ¿Vienes? - La voz de Lucretia rompe con mis pensamientos, asiento y los sigo hasta el gran comedor. Así pasó la cena y no había rastro de Ainhoa, la nuca comenzó a picarme.
-La voy a buscar, no sé ustedes. - Quise levantarme de la mesa, pero una pequeña mano me retuvo.
-Iremos contigo, no me está gustando esto. - Salimos del Gran comedor en dirección a la biblioteca, en el camino visualicé un bulto a un lado de la escalera. Me acerqué con la varita en la mano. Traté de moverlo con el pie, estaba petrificado.
-Lumos. - Susurré, apunté la luz hacia su rostro. Era Abraxas. Dije el contra hechizo y este comenzó a estirarse, una vez que recuperó del todo la consciencia se sentó de golpe. Su mirada pasó por cada uno de los que estábamos rodeándolo hasta que se detuvo en mí. - ¿Qué pasó Malfoy?
-Riddle, te juro que hice todo lo que pude. - Su nerviosismo era palpable y el sentimiento de ansiedad iba en aumento en mí. - Yo no sé cómo pasó, te juro que intenté defenderla...- Tartamudeaba y comenzó a jalar de sus cabellos. - Te juro que lo inte...
- ¡HABLA DE UNA PUÑETERA VEZ MALFOY! - Lo cogí del cuello apuntándole a la sien con mi varita. Dolohov intento que lo soltara, ganándose un codazo en la nariz de mi parte.
-Suéltalo Riddle, así no puede hablar. - Lucretia me jalaba de la túnica, pero mi ansiedad era mayor, no escuchaba razones.
-Potter. - Lo sacudí para que dijera algo más. - Potter, se la llevo. - Lo solté con irá. Me incorporé como pude y busqué con la mirada algo, sin saber qué precisamente.
-Ese hijo de...- Orión no pudo terminar la frase debido a una severa mirada que recibió por parte de su hermana. - ¿Qué pasó Malfoy? Ese idiota no podría con Ainhoa ni volviendo a nacer mil veces. - Di un golpe a la pared, me arrepentí de inmediato cuando mis nudillos comenzaron a sangrar.
-Yo salía de la biblioteca y lo vi discutir con Ainhoa, así que me escondí detrás de una de las columnas a escuchar. - Hizo una pausa tratando de recordar. - Ella estaba muy tranquila mientras que él perdía más y más el control, le dijo algo de que ella pagaría los platos rotos y Ainhoa simplemente se dio la vuelta dejándolo solo. Cuando iba a girar en la esquina la golpeó con algo, ella cayó desmayada. Corrí hasta ellos, intentó lanzarme un hechizo, pero lo esquivé y así estuvimos un buen rato hasta que un hechizo me alcanzó por la espalda, no lo vi venir y pues ya no recuerdo nada más. - La ira se apoderó de mí, todos me observaban con miedo esperando mi reacción. Caminé hasta la esquina que Abraxas señalaba, había un pequeño charco de sangre en el suelo.
-Maldito León, esta me las pagará muy caro. - No sabía cómo desfogar mi irá, quería matar a Potter y torturar a Malfoy por no haberla protegido con su vida. Me contuve como pude.
- ¡Riddle, basta! - La voz de Greengrass me trajo de vuelta a la realidad, había estado golpeando la pared hasta prácticamente destruirme los nudillos. - Hablemos con Dippet o Dumbledore, ellos sabrán que hacer. - Solté una amarga carcajada.
-Si es que lo encuentran antes que yo. - Me di la vuelta y me aleje de todos ellos, Potter desearía jamás haberle tocado un pelo Ainhoa, de eso yo me iba asegurar.