"Y si no puedo arreglarte, romperé todo lo que te rompe"
AINHOA
Por más que insistí, peleé, amenacé y lloré; ni Dumbledore ni los esposos Flamel soltaron palabra alguna acerca del gran secreto que tenían, mi intuición me decía que era acerca de mí y que era algo que no me iba a gustar para nada. Estuve con Riddle mirando el techo y conversando hasta que se quedó dormido, su magia aún estaba algo débil pero su físico comenzaba a ser más saludable en comparación a cómo llegó. Entre sus brazos me siento tranquila como si toda la ansiedad que siento desapareciera, nunca pensé que la paz que mi alma necesitaba la iba a encontrar en el peor de mis enemigos. Me giré un poco y pude observar su perfil adormilado; su piel había recuperado color, su cabello volvía a estar perfectamente peinado y sus labios eran rojos nuevamente, rojos como las cerezas.
Por impulso deposité un casto beso en sus labios, con cuidado retiré el brazo que tenía en mí y salí de la habitación tratando de hacer el menor ruido posible. Sin voltear a ver a nadie salí de la casa, ni si quiera tuve ganas de despedirme de Perenelle, ella sabía lo que Albus guardaba con tanto recelo sobre mí y no era capaz de decírmelo. La fresca brisa francesa golpeaba mi rostro con suavidad, llegué a una calle que recordaba vagamente de mi infancia, de una de las tantas veces en que había ido con mis padres. Pase al lado de un pequeño puesto en donde un hombre no mayor a los sesenta años vendía candados de infinidad de tamaños, formas y colores. Uno llamó mi atención en particular. Era circular con una serpiente grabada en medio, el ojo que lograba verse era de una pequeña piedra color ámbar, pregunté el precio y le entregué el billete al vendedor diciéndole que conservara el cambio. Emprendí nuevamente el camino, iba demasiado concentrada en el pequeño candado que no me di cuenta ni en qué momento llegué a la maya del Puente de las Artes, lo guardé en uno de mis bolsillos y apoyando las manos en la maya me detuve a observar el claro azul del Río Sena. La luna ya había aparecido, le daba un aire de misticidad al ambiente, suspiré agotada habían sido días llenos de emociones. La maya estaba abarrotada de candados de diferentes formas y tamaños, todos guardaban una promesa o un secreto en ellos y aunque duela reconocerlo tenía un secreto más que se refugiar en ese puente, éste era quizás el secreto más importante y escandaloso para mi cordura. Rebusco en los bolsillos de mi abrigo el pequeño candado.
- ¿Buscas esto? - Levanto la mirada sin ningún apuro, tratando de ocultar mi sorpresa al verlo. Sus ojos me atrapan y me trago las ganas de llorar al ver al motivo de que haya comprado aquel candado, parado frente a mí.
-Eso es mío. - Mi voz suena monótona, casi aburrida, sin vida. Me doy cuenta de ello y agrego una pequeña sonrisa de lado, lo que hace que él suspire y me devuelva el gesto.
- ¿Sabes? - Avanza un paso en mi dirección. - Estos candados no solo guardan secretos, los enamorados también los usan como un símbolo de promesa. Los muggles tienen la creencia de que el metal de este pequeño objeto es capaz de soportar una promesa. - Se encoge de hombros, su rostro vuelve a su seriedad de siempre.
-Ah. - Me giro nuevamente hacia el río y finjo no escuchar sus pasos acercándose. - No sabía eso Riddle, no sabía que eras un romántico sin remedio. - Escucho como suelta una carcajada y no puedo evitar sonreír al escucharlo, vivo.
-Te prometo...- Duda un poco en lo que dirá. - Te aseguro, como se lo aseguré a ella, que jamás dejaré que te lastimen o te hagan daño. - Siento la seguridad inquebrantable con la que dice aquellas palabras, sé perfectamente que por ella se refiere a mi madre. Me abraza por la espalda, siento su aliento en el lóbulo de mi oreja, vacila en decirme lo siguiente y espero sin mover un solo músculo a que se decida. - Te...- Carraspea un poco, es como si la garganta se le hubiera secado de repente. - Te amo, Grindelwald.
Una lágrima resbala por mi mejilla al mismo tiempo en que un pequeño clic me hace saber que el candado está puesto, acto seguido veo como lanza la llave y esta se pierde en algún punto desconocido del río. Me giro en el mismo lugar para quedar atrapada entre la maya, su cuerpo y esos ojos tan azules como la noche.
-Es que ese es el problema, Riddle.- Susurro mirándolo a los ojos.- El daño más grande, ya me lo has hecho tú.- Una lágrima resbala por mi mejilla.- Y Aunque suene absurdo, loco y masoquista.- Sonríe de lado, siento su nerviosismo.- Ya no puedo ir en contra de mí.- Nuevas lágrimas recorren mis mejillas, intenta atraparlas todas sin mucho éxito.- Te amo, Riddle.- Sus manos acunan mi rostro y lentamente acerca el suyo al mío, siento como su aliento me hace cosquillas en la punta de la nariz, me pongo de puntitas para alcanzar sus labios y acabar de una vez por todas con la ansiedad que me provocaba no sentirlos en los míos.
***
No negaré que la navidad fue una de las más bonitas que he pasado en los últimos años de mi vida, Riddle es una persona diferente. Dumbledore me prometió guardar el secreto y a pesar de que no he logrado que me diga nada acerca del secreto que tiene, se siente bien contar con su apoyo, al fin y al cabo, es la única familia que tengo en esta época. Al ser tutor de Riddle y mío nos permitió pasar las vacaciones de navidad ahí en París bajo su supervisión y la de los Perenelle.
Últimamente he comenzado a tener pesadillas, se sienten demasiado reales, tanto así que temo quedarme dormida.
- ¿Ainhoa? - La voz de Riddle me saca de mis cavilaciones, fijo la mirada en sus ojos y puedo sentir su preocupación. - ¿Me dirás ya que es lo que te sucede? - Medito durante un momento en si decirle o no lo de las pesadillas, sonrío para tranquilizarlo.
-No me sucede nada, Riddle. - Fijo la mirada en el libro que tengo entre mis manos, siendo sincera hace como medio capítulo que dejé de prestar atención a lo que dice.
-Ya, que no soy tonto. - Su mano se posa sobre el libro, ejerce presión hasta lograr que lo deje en mi regazo y con la otra me obliga a mirarlo. - ¿Crees que no escucho como caminas por toda tu habitación durante toda la noche? ¿Crees que no me he dado cuenta de que cada día tus ojeras crecen en tamaño y color? Por Merlín Ainhoa, sé que estas evitando dormir. - Trato de desviar la mirada, pero no puedo hacerlo, me obliga a seguir con los ojos puestos en los suyos.
-Vale. - Suspiro agotada. - Tengo pesadillas, he probado con poción sin sueños, pero aun así no dejan de atormentarme esas imágenes.
- ¿Qué ves? - Levanta una de sus cejas, ha flexionado las rodillas para quedar frente a frente conmigo.
-No lo recuerdo, sólo sé que es demasiado real. - Cierra el libro que tengo en mi regazo, se levanta y lo coloca nuevamente en la estantería junto con el mío, me toma de la mano y me hace una señal para que lo siga, suspiro con resignación y salimos de la biblioteca. - ¿Qué es lo que estás buscando, Tom? - Aún sin soltar mi mano busca con desesperación entre los miles de frascos que tiene Nicolas en su cuarto de pociones.
-Aquí está. - Sonríe como un niño al que acaban de comprarle un juguete nuevo. - Esta posición me ayudará a entrar en tu inconsciente cuando estés dormida, así podré vivir contigo lo que sueñas.
-No. - La sonrisa abandona su rostro y es reemplazada inmediatamente por un gesto de desconcierto ante mi negativa. - No te quiero indagando en mi cabeza.
- ¿Cuándo terminarán los secretos? - No podía decirle que nunca sabría nada acerca de mi pasado. - Estoy harto de no saber quién eres, tienes demasiados secretos y así no puedo ayudarte. - Me entrega el frasco y sale de la habitación antes de que pueda si quiera procesar sus palabras. Con todo el pesar del mundo vuelvo a dejar la pócima en su lugar y me dirijo a mi habitación.
Estaba demasiado cansada pero el miedo a dormir era mayor, saqué mi varita y comencé a hacer esquelas de figuras en el aire. Comencé a sentir como mis párpados iban haciéndose más pesados y aunque no lo quisiera terminé rindiéndome, dejé de luchar y me dejé arrastrar por Morfeo al mundo de los sueños.
"-Ainhoa, ven con papá. - Esa voz me era familiar, no era la de mi padre, pero me resultaba demasiado familiar. - Liam, ve por tu hermana. - Miré hacia todos lados, no reconocía nada del lugar en el que estaba, la habitación estaba a oscuras. Escuché unos pasos acercarse, di dos pasos hacia atrás y la puerta se abrió dejando entrar un pequeño rayo de luz.
-Te encontré, Anhi. - Esa voz, la reconocí de algún lado y hasta podría jurar que la he escuchado recientemente. - Sabes que a él no le gusta que entremos en esta habitación. - Tomó mi mano y sentí una calidez indescriptible. Una vez fuera del armario en el que estaba pude ver su rostro con mayor detenimiento. Sus ojos eran del color de una esmeralda, su cabello perfectamente peinado era tan cobrizo como el que alguna vez tuve, su tez era bronceada y una seriedad casi inquebrantable.
-Liam, no quiero verlo en serio. - El joven detiene su andar una vez que estamos fuera de la extraña habitación en la que me había metido. - Aún no tomo una decisión.
-No hay decisiones que tomar, Ainhoa. - Su voz suena más dura. - Él te eligió a ti entre los dos.
-Si logro aplazarlo hasta que mamá vuelva. - Logro zafarme de su agarre, se cruza de brazos y espera con la poca paciencia que le queda a que termine de hablar. - Quizás ella lo convenza, solo faltan dos días para que ella vuelva y menos de una semana para regresar al instituto. - Siento como una lágrima se desliza por mi mejilla, suspira agotado y siento como rodea mi cuerpo con sus brazos.
-Yo no entiendo sus decisiones Ainhoa, pero tampoco estoy dispuesto a cuestionarlas. - Siento la punta de su varita en la boca de mi estómago, trato de librarme de su agarre, pero es inútil. - Lo siento...- Susurra. - DESMAIUS. - Observo por última vez sus ojos y luego todo se vuelve oscuro.
No sé cuánto tiempo estuve inconsciente, abro los ojos parpadeando hasta que logro acostumbrarme a la luz. Intento moverme, pero estoy suspendida en el aire y a pesar de que no veo las cadenas, puedo sentir como unas imaginarias tiran de mis extremidades en todas las direcciones.
-Te quitaré la rebeldía, así sea lo último que haga. - Busco con desesperación aquella voz tan familiar y desconocida a la vez. - CRUCIO. - Intento no gritar, pero no puedo controlar lo que hago y gritos de desesperación se filtran desde lo más profundo de mi ser. Ruego, algo que dejé de hacer hace mucho tiempo. La tortura continúa durante algunos minutos más, hasta que la voz de una mujer irrumpe en la habitación.
- ¡¿Qué demonios crees que estás haciendo?!- Esa voz, estoy demasiado aturdida para reconocerla. - Bájala de ahí ahora, Gellert. - ¿Bisabuelo? Siento como caigo al piso de golpe en un sonido hueco, unos brazos me acunan y estoy tan cansada que no soy capaz de mantener los ojos abiertos.
-Te atreves a desafiarme. - Aunque quisiese sonar amenazante, su voz guardaba cierto grado de respeto y afecto hacia quien iban dirigidas. - Esto es culpa tuya...
-No me culpes de tus malas decisiones. - La voz de esa mujer era firme, como si hubiese perdido totalmente el miedo. - Si ella es quién la profecía afirma, tu fin será marcado por tu propio corazón oscuro. - Siento que alguien me levanta en brazos.
- ¡Te has atrevido a traerlo aquí!
-Llévatela, por favor y no mires atrás. - Una mano acaricia mi frente, se siente tan cálida. - Adiós, Ainhoa. - Siento como el vacío me arrastra a la oscuridad, pero justo antes de que lo haga completamente, logro escuchar un casi imperceptible "Avada Kedavra""
- ¡MAMÁ! - Me siento de golpe en la cama, cuatro pares de ojos me observan preocupados. Siento la ropa mojada y tengo ganas de llorar, busco a Tom quien al ver mis ojos comprende inmediatamente lo que necesito y me acuna entre sus brazos. Lloro sin pensarlo o si quiera detenerme a meditarlo. Los tres adultos se miran entre ellos con preocupación. - ¿Qué sucede?
- ¿Qué recuerdas? - Dumbledore se sienta a los pies de la cama y sostiene una de mis manos.
-No mucho, todo es confuso y extraño.
-Haz un esfuerzo, Ainhoa. - Es la voz de Perenelle la que capta mi atención ahora, intento recordar que fue lo que soñé, pero es casi inútil, solo una cosa ronda por mi cabeza, un nombre.
-Liam. - Es todo lo que digo, Dumbledore palidece y Perenelle sale de la habitación. - ¿Me dirás qué demonios está pasando Albus?
-Ella está recordando Albus, él está cerca si es que ella lo recuerda. - ¿Recordar a quién? Todo se estaba haciendo cada vez más confuso en mi cabeza y podía sentir como empezaba a doler.
-Saben qué, no me digan nada. - Me levanto como puedo de la cama y Tom me sigue muy de cerca, pero sin decir nada, está demasiado callado y es que sigue molesto, pero no puede evitar estar cerca. Ambos estamos confundidos acerca de lo que está pasando, pero si ellos no planean decirme nada tendré que averiguarlo por mí misma. - Quiero regresar al colegio ahora mismo. - Con magia reúno las pocas cosas que Dumbledore me trajo del colegio y tomo la mano de Riddle sin pensarlo. - Adiós. - Siento como somos arrastrados al vacío y minutos después estamos parados frente al lago negro. - Lo siento. - Es todo lo que digo, él suspira y suelta mi mano.
-Debo hacer unas cosas, te veo en la cena. - Camina hacia el castillo sin si quiera regresar a mirarme, me siento al borde del lago y me quedo observándolo hasta que siento que alguien me observa.
-Así que volviste. - Esa voz trajo un vago sentimiento de familiaridad, decidí ignorarlo ya que la venía escuchando desde hace poco más de un mes.
- ¿Qué quieres Sokolov? - Ni si quiera me molesté en girarme, no era una buena idea, pero estaba tan cansada que solo esperaría su ataque para defenderme.
-Así que salvaste al sangre sucia. - Esas palabras hicieron hervir la sangre en mis venas, me levanté y sin si quiera mirarlo comencé a caminar en dirección al castillo. - No puedo creer que te enamoraras de él, pobre San Potter... te cagaste en su memoria. - Apreté los puños, me detuve en mi lugar. - ¿Qué dirá el estúpido de Riddle cuando se entere que viniste a destruirlo? ¿Te imaginas cuánto te odiaría? - Sentí su aliento en mi oreja cuando dijo aquellas palabras, mi enojo iba en aumento. - ¿Cómo actuará cuando le diga que solo querías asesinarlo porque será el peor de los monstruos?
-No te atrevas. - Cerré los ojos tratando de contenerme.
-Eso te destruiría en vida, sería mejor que matarte yo mismo. - Me giré para quedar frente a frente. - Yo solo tendría que sentarme a ver como despierta en él, Voldemort, ¿Qué se sentirá que te arrebate la vida la persona que amas? - La ira me sobrepasa y con un movimiento de la mano lo elevo en el aire.
-Incend...- Alguien me tapa la boca y con su otra mano aprisiona mi cintura, rompiendo con mi concentración.
-Detente o te arrepentirás luego. - Las palabras de Orión me tranquilizan y a la vez me alarman. Me suelta lentamente.
-DESMAIUS. - Es todo lo que digo, haciendo que el cuerpo de Sokolov caiga al suelo con un sonido hueco, el muy maldito aún sonreía son sorna. - ¿Qué escuchaste? - Fue lo primero que dije en cuanto quedé frente a frente con uno de mis mejores amigos.
-Todo, pero no diré nada hasta que tú quieras contármelo. - Era la primera vez en que Orión estaba tan serio. - No estarás pensando en borrar mi memoria ¿No, Ainhoa? - Sería lo más seguro, pero no quería inmiscuirme en la mente de otro de mis amigos, no era justo. Suspiré.
-No, Orión. - Busqué su mirada. - Pero por lo que más ames en el mundo, prométeme que nunca dirás nada de todo lo que has escuchado esta noche aquí. - Asiente con firmeza. - ¡Promételo, Orión!
-Que ya, que te lo prometo Ainhoa, pero tienes muchas cosas que explicarme. - Asiento con resignación y tomando su mano lo guío hacia el castillo, confiando que no hay nadie en la torre de astronomía comienzo a contarle toda la verdad a Orión.