Frente a la habitación se encontraban 6 personas sentadas unas enfrente de otras.
Por un lado, se encontraban Jin, el jefe de familia Drakastar, sentado en uno de los sillones con su imponente postura que solía caracterizarlo. Isaac también se encontraba en la habitación pero haciendo su papel de siempre. Haciendo todo lo posible por atender a los invitados..
Del otro lado, se encontraba tres personas sentadas frente al sillón donde su padre se encontraba sentado, en el sillón estaba sentado un hombre de mediana edad, aproximadamente tenia unos 40 años de edad.
Aun se veía joven, a pesar de su edad la juventud aun lo acompañaba, si bien tenia ese toque de adultez la realidad es que se veía bastante bien, aun era prominente y bastante resplandeciente, sin duda, no le pedía nada a absolutamente nadie, su aspecto era increíble...
Este hombre era el señor de la familia Sunnflare, mejor conocido como Byokko Sunnflare
Byokko era un hombre bastante dotado, físicamente era un monstruo dotado con músculos y una gran altura.
Sus músculos no eran una broma y se podia decir que recibir un puñetazo de este hombre podia significar el final de tu vida.
Byokko tenia ojos verdes que resplandecían profundamente, cabello naranja que se asemejaba al hermoso atardecer, barba prominente y una postura bastante similar a la de su padre.
Este hombre no era alguien que podías tomar a la ligera, este hombre se debía respetar como lo que era, de otra forma, te enfrentarías a un destino peor que la muerte.
No por nada era llamado Byokko, la llamarada Solar.
Aquel que quema todo lo que toca.
"...."
Por otro lado, se encontraba un mayordomo que parecia ser el acompañante de la familia Sunnflare, él estaba parado en la esquina superior de la habitación, observando todos los movimientos que pasaban sobre él, no había mucho que destacar de este anciano, era un anciano que parecia tener algunos 70 años de edad, sus arrugas ya sobresalían, su cabellera blanca reflejaba su edad y realmente no había muchas cosas especiales en él.
Sin embargo, la historia dictaba otra cosa, este hombre era peligroso y en un futuro seria alguien que causaría un enorme dolor de cabeza.
Abel lo miro con recelo, sin embargo, no le prestó demasiada atención ya que su atención estaba totalmente centrada en la persona que lo miraba directamente a los ojos.
Amelia Sunnflare, la chica que maldijo su destino.
Amelia era una hermosa chica que resplandecía incluso mas que la propia luz.
Cualquiera que la viera se hipnotizaría por la peculiar belleza que la caracterizaba, atraía a hombres y mujeres por iguales con su resplandeciente brillo que deslumbraba a quienes la miraban, uno capaz de alterar las neuronas de los hombres, quienes volaban como polillas atraídas por el brillo que ella generaba, Amelia Sunnflare era el sueño de todo hombre, al menos de todo hombre que aspiraba a algo en la vida.
Su belleza era sin igual, un hermoso cabello blanco cenizo bastante largo, sedoso y con un brillo sin igual. Sus ojos afilados eran de una tonalidad morado, bastante raro poseer dicho color, pero eso hacia a su apariencia una mucho mas exótica e intrigante.
Poseía una figura sin igual, esbelta, con grandes curvas que mostraban lo maduro que era su cuerpo. Un rostro sin igual que tenia líneas delicadas que enmarcaban la belleza que ella poseía.
Sus rasgos eran de la realeza y sin duda era la definición perfecta de princesa, su ropa reflejaba su posición que a pesar de llevar un vestido bastante sencillo, pero por mas sencillo que fuera a ella simplemente le quedaba perfecto.
Era una diosa y por mas que Abel la hubiese mirado mas de un centenar de veces, la realidad es que no podia quitar su mirada de su resplandeciente figura
Esto alerto el corazón de Abel. Su corazón latió como nunca antes había latido, no estaba enamorado de ella ni de si figura ni nada por el estilo, la verdad es que su corazón latía de miedo y terror a que todo sucediera como siempre solía suceder.
Estaba aterrado y nervioso, sin embargo, tenia la ligera esperanza de que por fin todo terminara de una maldita vez.
Abel siguio mirando ha Amelia pero nada malo le sucedió. La miro y la siguio mirando durante unos segundos y nada malo le paso.
En este punto de la historia, su mente se volvía completamente inútil, aquí comenzaba su carrera como villano, se volvía un perro faldero que lamia las botas de Amelia, su mente dejaba de funcionar correctamente y lo único que pensaba era estar tras esta mujer.
A partir de este momento su mente se dividía en dos partes, por un lado su mente que estaba consiente y deseaba seguir el camino del bien, por otro lado se encontraba la mente que estaba corrompida por la maldad, ambas conciencias luchaban la una con la otra en busca de ganar el control de su mente, generalmente la mente maligna terminaba ganando, firmando así su sentencia de muerte.
Esto era lo que generalmente debería pasar, sin embargo, en este momento nada de eso había pasado, uno dos y finalmente paso mas de un minuto y la mente de Abel seguía completamente intacta.
Por fuera era el mismo de siempre pero por dentro estaba gritando de felicidad.
-¡Al fin!. ¡Al fin soy libre!. ¡Maldita sea!. ¡Por fin estoy libre de este maldito ciclo de porquería. Gracias dios, gracias por sacarme de este maldito infierno infinito!-
-Jaja. No puedo creerlo...-
La mente de Abel estaba en un alivio profundo, estaba tan feliz que no se percato de su error.
"¡Abel!"
"¡!"
Sorprendido, salió de sus pensamientos y miro a su padre quien tenia una mirada furiosa en su rostro.
"¿No vas a saludar a nuestras visitas?"
"¡Oh!"
Las palabras de su padre eran frías con un ligero toque de ira que Abel pudo percibir a la distancia.
Al ver su ira, inmediatamente se acerco hacia donde estaban sus invitados y con una reverencia respetuosa se dirigió hacia ellos.
"Saludos. Mi nombre es Abel Drakastar, un placer conocerlos..."
Su voz era armoniosa y emanaba respeto.
Byokko, el padre de Amelia miro al chico con diferentes miradas en su rostro, Amelia por otro lado, miraba fríamente al chico frente a ella.
No tenia interés en él chico y lo único que le interesaba era irse de este lugar lo mas rápido que se podia.
"El es Byokko Sunnflare, jefe de la familia Sunnflare y rey del reino de Solaris"
"Saluda al rey de Solaris"
"Un placer conocer al rey de Solaris, un verdadero placer mi Señor..."
"Hmph..."
"Al menos tienes modales, mocoso..."
"...."
"Por otro lado esta la hija del Lord Sunnflare, la princesa del reino de Solaris, Segunda hija del rey de Solaris y aquella que heredara el trono, su nombre es Amelia Sunnflare, princesa del reino de Solaris y aquella que heredara al trono de su padre. Saluda a Amelia Sunnflare, la próxima reina de Solaris"
"...."
Abel la miro durante algunos segundos y al verla, pudo ver el odio que ella tenia en sus ojos.
Sin embargo, modales eran modales, sabia por que tenia esa mirada en su rostro pero no había mucho que pudiera hacer, simplemente hizo la misma reverencia y saludo a la que seria su prometida.
"Un saludo mi princesa, un placer conocerla..."
Fue lo mas respetuoso que pudo pero era inevitable lo que se vendría mas adelante.
"Tsk..."
Chistó sus dientes pero se quedo con su odio, Abel compendio su odio hacia él, no dijo nada así que simplemente tomo asiento a lado de su padre.
"...."
Todos se miraron en total silencio, en un silencio incomodo que nadie sabia como romper.
"Ah..."
Jin suspiro un tanto cansado y fue él quien decidió romper el silencio.
"Bien, no quiero que esto se alargue demasiado. Dime a que viniste a mi casa y cuales son tus motivaciones para hacer esta reunión.?"
"No te hagas el tonto Jin, sabes por que vine a este lugar, vamos, todos sabemos por que estamos aquí. ¿No es acaso obvio?"
"..."
"Veo que quieres ir directamente al grano, así que te hare una pregunta"
"Adelante, seré cortes contigo ya que eres un buen amigo mío"
"..."
"¿Por que rayos quieres arreglar un compromiso como este?"
Al momento de que Jin dijera esas palabras, la habitación se puso un poco caliente.
Byokko era una persona desinteresada a quien generalmente se le veía animado y muy optimista a la hora de hablar.
Sin embargo, cuando Jin menciono esas palabra, Byokko, enderezo su postura y entonces, con una mirada mas seria, contesto la pregunta de Jin.
"Es algo que ya hemos hablado mas de una vez. Tu mas que nadie debe saber por que propuse este matrimonio, es algo que no podemos hablar con ellos cerca. Tu sabes a lo que me refiero, ¿verdad?"
"...."
"Comprendo..."
Al momento de decir esas palabras mi padre guardo silencio y siguio bebiendo el te que estaba sobre la mesa.
Simplemente ya no dijo mas y guardo silencio ante las palabras de Byakko.
Su rostro era serio, era raro verlo así y al verlo de esa manera, Abel supo que debía tratarse de algo serio, sin embargo, no pudo importarle menos, ahora mismo estaba tan centrado en su felicidad que no le importaba absolutamente nada de lo que pasaba a su alrededor.
Era como si esto no tuviera relevancia para él.
Byakko entonces postro su mirada sobre Abel.
Lo miro directamente a los ojos y luego le pregunto algo importante.
"Mocoso. ¿Cómo era que te llamabas?"
"Abel, ese es mi nombre mi señor"
"Ya veo, así que te llamas Abel, ¿eh?"
"Bueno, no tiene relevancia eso, al final solo quiero hacerte una pregunta"
"Abel. ¿Qué opinas sobre este matrimonio?"
"¿Te justaría casarte con mi hija?"
"¿Te parece hermosa mi hija?"
"¿Que opinas sobre todo esto?"
"...."
Abel se quedo en silencio durante unos segundos, no tenia idea de que decir o mas precisamente no tenia idea de como elegir sus palabras.
Miro a su padre por unos segundos, sus miradas se cruzaron y cuando eso sucedió su padre sabia lo que Abel iba a decir.
Intento detenerlo pero fue demasiado tarde.
"Su hija es hermosa mi señor, es alguien de otro mundo que no puedo describir con palabras... Sin embargo, existe un problema en todo esto"
"¿Problema?"
Incluso Amelia alzo su ceja al escuchar las palabras de Abel.
Byokko se encontraba un tanto interesado por saber su respuesta.
Abel, trago saliva antes de decir lo que pensaba.
"El problema lo veo en este matrimonio sin sentido. Yo, Abel, no quiero casarme con su hija..."