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Corazones en la Tormenta

🇧🇷Lhuma
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Synopsis

Chapter 1 - Capítulo I.

En una mañana soleada, todo el Ducado de Agrum estaba frente a la mansión, esperando. Desde los sirvientes hasta el Duque, la Duquesa y sus hijos, los herederos Rudger y el segundo Declan. Sus rostros tensos miraban al horizonte, buscando alguna señal.

—¿Aún no llegó? — Más tarde que los demás, pregunta Lillia tomando su lugar.

—Todavía no, parece que la puntualidad no forma parte de sus principios. — Enojado, Rudger contesta.

— Es mejor que te conformes, hermano. — A su lado, Declan impacientase con la actitud de su hermano mayor — Ella será tu esposa, y hasta donde sé, las novias llegan tarde.

— ¡És una falta de respecto! Madre terminará enfermándose a este ritmo, si llega a pasarle algo a mamá… — Decía Rudger, a regañadientes.

— ¡Suficiente! — A la orden del Duque, los reclamos terminan.

Enoch Stepen conocía el temperamento de sus hijos, así como los sentimientos de Rudger, pero llegados a este punto, no podría más ayudarlo; como vasallos leales de la Corona, tenían un deber a cumplir, y para mantener todos los acuerdos establecidos por su Rey, Rudger necesitaba contraer matrimonio.

Entonces, cuando el sol estuvo alto en el cielo, pudieran ver una enorme nube de polvo, y luego, el sonido de cascos y relinchos estridentes; sus invitados habían llegado.

Al frente de la caballería, un caballo y su jinete trotaban a una velocidad aterradora, seguidos por otros dos jinetes; los gritos que obligaban al animal a trotar y los relinchos, se mezclaban. Finalmente, deteniéndose al frente de las escaleras de la mansión, los tres caballeros trotearan en círculos, apaciguando sus montarías.

— ¡Arre! — Sus voces elevadas seguían diciendo.

No tardo mucho, hasta que lo restante de su comitiva los alcanzara; cuatro carruajes ricamente elaborados exhibían un escudo de armas desconocido. Otros dos vagones de carga formaban parte del grupo, además de un vagón de sirvientes y un gran batallón de caballeros.

Nerviosos, los sirvientes del Ducado miraban la gran escena con miedo, sus ojos abiertos como platos, buscaban en todos los nuevos rostros, la persona que, en el futuro, se convertiría en su nueva señora; pero, a pesar de que buscaron, no pudieron encontrarla por ningún lado. Solo cuando los recién llegados sirvientes, caballeros y criados quedaron alineados, fue que la dama que todos esperaban, apareció.

Fue ella quien estuvo galopando desenfrenadamente instantes atrás, quien dirigió sus acompañantes hasta allí, y ahora, bajaba tranquila de su caballo; fue impresionante verla y todos los que la esperaban quedaron impactados. Camino tranquilamente, sin ser molestada por su ropa polvorienta, o por su cabello despeinado — altiva y digna — hasta alcanzar los Duques; mantenía una sonrisa fría en los labios, y sus ojos color amatista dejaban un fuerte sentimiento de intimidación.

— ¡Perdóneme por llegar recién ahora, Excelencia, pero hemos tenido contratiempos en el camino! — Dijo suavemente, dirigiéndose al Duque, entonces, a la Duquesa ofreció una mesura — Encantada de conocerla, ¡señora!

— No hay nada que perdonar, estos imprevistos pasan, espero que no haya pasado nada grave. — Apresurado, el Duque la disculpa — Aparte de eso, ¿tuvo un buen viaje, Alteza?

— Fuimos atacados por bandidos, pero no consiguieron lo que querían. — Sin darle importancia al hecho, la mujer responde con calma, incluso riéndose de lo sucedido — En cuanto al viaje, nunca había visto tantos paisajes hermosos a la vez, así que fue agradable.

— Su Alteza, debes estar cansada después de todos estos eventos y del largo camino para llegar hasta aquí. — Compadeciéndose de ella, la Duquesa la toma de sus manos delicadamente — Guiémosla a la habitación para que pueda descansar.

— ¡Muchas gracias señora! Pero aún no terminé mis saludos. — Declinando cortésmente, se vuelve hacia Rudger — Usted debe ser Rudger, ¿no? Soy Iris Garden, Primera Princesa de Gaudia.

Contrariado, Rudger besa la palma de su mano extendida en su dirección, sin decir una palabra más; su mandíbula apretándose, rechinando los dientes para contener la frustración, y ni siquiera mira correctamente a su "prometida".

— Tú, por supuesto, debes ser Declan, ¡encantada! — Haciendo caso omiso de la descortesía de Rudger, Iris saluda a su hermano.

— Encantado ¡Su Alteza! Y no dudes en llamarme hermano, ¡pronto seremos familia! — A diferencia de su hermano, Declan recibe calurosamente a su futura cuñada.

— Lo tendré en cuenta. — Riéndose hermosamente, Iris clava sus ojos agudos en el rostro de la joven pegada a su lado — Pero, usted yo no conosco, no la vi en su registro familiar.

— Qué grosero… — Rudger abre la boca, lamentablemente es para traicionarse.

— ¡Ella es nuestra protegida, Su Alteza! Es hija de un primo, el fallecido barón Balmecen, y como somos familia, asumimos la responsabilidad de cuidarla y criarla. — Deteniendo a su obtuso hijo, el duque explica la situación — ¡Vamos, preséntate Lillia, no seas grosera!

— ¡M-M-M-Mucho gusto, Su Alteza! Soy Lillia Balmecen… — Con voz baja y asustada, como si se la fueran a comer, Lillia se presenta.

— Humm. — Ignorando sus tremores y su apariencia lastimera, Iris busca la Duquesa — Ahora sí, señora, me gustaría bañarme y descansar un rato.

— Por favor, venga Princesa, la guiaremos a su habitación para que puedas estar cómoda. — La Duquesa le indica el camino.

— Ustedes, ¡pórtense bien y instálense sin causar alboroto! — Dirigiéndose a sus sirvientes y caballeros, Iris ordena.

Se escucho un fuerte grito a sus órdenes, cinco doncellas y dos caballeros la siguieron, mientras el resto se ocupa descargando los vagones; y como fueran ordenados, trabajaran en completo silencio.

El Duque, sus hijos y Lillia quedaron asombrados al ver las exorbitantes pertenencias de la Princesa siendo llevadas a la mansión; entre sus cosas, incluso vieron muebles y elementos decorativos.

— ¿Ella desprecia lo que hemos preparado para acogerla? — Buscando encontrar defectos en el carácter, o en cualquier aspecto de la Princesa, Rudger se queja.

— ¿Eres un idiota? Es obvio que la Princesa sólo quiera estar cómoda, como en su hogar. — Abismado con la falta de empatía de su hermano, Declan pasa a recriminarlo.

— ¡Ya es suficiente, Rudger! Todos sabemos que no querías casarte, pero no permitiré que le faltes el respeto a la Princesa. — Advierte el duque, dejándolos atrás.

Sus siguientes quejas mueren en su garganta, cuando ve que todos seguían a esa Princesa extranjera, como un perro sigue a su dueño. Profiriendo maldición tras maldición en sus pensamientos, Rudger regresa a su habitación para lamentar su triste destino.