[Capítulo 10]
Los cuatro regresaron a la mansión. Roxana y los dos niños estaban tan hambrientos que se devoraron la comida que Magalí había llevado del restaurante. Después de cenar, los niños se dirigieron al piso de arriba para darse un baño y Magalí miró a su amiga con vacilación.
—¿Por qué huyes de él? No lo entiendo; pensé que estaban divorciados. ¿Por qué le tienes tanto miedo? Y tampoco me dijiste por qué se divorciaron. ¿Qué sucedió exactamente en los últimos años?
Después de encontrarse con su mirada, Roxana bajó la vista y dudó por un instante; sin embargo, decidió contarle más o menos la historia.
—¡Dios mío! ¡No puede ser!
Ni en un millón de años Magalí pensó que Roxana drogaría a Luciano y daría a luz a sus hijos. «Por eso huyó cuando escuchó su nombre».
Roxana se mordió el labio y parecía que agonizaba.
—No quiero que sepa sobre Bautista y Andrés. Además, todavía me preocupa que siga guardándome rencor por haberlo drogado; las personas con una personalidad como la suya pueden vengarse siempre y cuando quieran hacerlo. No tendría miedo de asumir las consecuencias si estuviera sola, pero ahora que tengo dos hijos, tengo que actuar de manera responsable. —Esbozó una sonrisa autocrítica y continuó—: Quizás solo pienso de más. Puede que no le importe en lo absoluto, de todos modos, soy insignificante.
—Eso es lo que tú pensabas. —Magalí frunció el ceño—. Creo que reconoció tu voz y cuando entró al lugar, preguntó dónde estabas. Parece que iba tras de ti.
Luego de escucharla, Roxana se quedó atónita por un instante y sintió un dolor punzante en el pecho. «Debe haberme odiado por lo que hice aquella noche. Apuesto que eso es lo que siente por mí».
—No te preocupes —la consoló Magalí al ver lo alterada que estaba—. Estoy segura de que no te lo cruzarás con facilidad, dado que Horneros es una ciudad grande y sus trabajos tampoco están relacionados.
Roxana asintió con la cabeza, con la esperanza de que la suerte estuviera de su lado.
—¡Mami!
De repente, escuchó las voces de Andrés y Bautista desde arriba. Las mujeres interrumpieron su conversación de inmediato y miraron hacia las escaleras. Los niños acababan de ducharse, aún tenían el cabello y la piel húmeda. Los pequeños, quienes vestían pijamas estampados con manchas de vaca, bajaron las escaleras, se acercaron a las mujeres, inclinaron la cabeza hacia arriba y las miraron con los ojos abiertos de par en par.
—¿De qué hablan ustedes dos?
Magalí se puso de cuclillas y tomó a ambos niños en los brazos.
—¡Ustedes dos son tan adorables! ¡Me agradan tanto! Vamos, vengan a casa con la tía Magalí.
Andrés y Bautista no podían pronunciar ni una sola palabra mientras Magalí seguía apretándoles las mejillas. Roxana no pudo evitar reírse por lo bajo, por lo que se levantó y rescató a los niños de los brazos de su amiga. De repente, recordó algo.
—Oh, antes de que me olvide, dado que regresé apresuradamente y estaré ocupada trabajando, no puedo tener a Andrés y a Bautista conmigo todo el tiempo. ¿Puedes recomendarme un jardín de infantes para ellos? También tendré que encontrar una niñera.
Los niños no dijeron nada al escuchar lo que dijo su madre. Debido a su nivel de inteligencia, no necesitarían ir a un jardín de infantes. «Como nuestra mami estará ocupada, solo podemos hacer todo lo posible para aliviar su carga».
Magalí reflexionó al respecto durante un momento.
—¡Sí! Tengo un jardín de infantes en mente.
—Cuéntame —dijo Roxana mirándola.
—Hay un jardín de infantes para niños de familias prestigiosas y es bastante conocido en Horneros —dijo Magalí—. Las clases son interesantes, los niños aprenderán varios idiomas y los maestros tienen muy buen nivel. Muchas familias adineradas pelearían por un lugar para sus hijos. No tendrás que preocuparte por los bravucones en esa escuela.
—¿En serio? —respondió Roxana al instante—. Déjame averiguar más sobre este jardín de infantes en Internet. Si todo va bien, espero inscribirlos de inmediato.