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La Ultima Ascensión

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Synopsis

Chapter 1 - Capítulo 1: Un temprano despertar

La tarde caía sobre el tranquilo pueblo de Septen, en el continente humano. Los primeros rayos dorados del sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo de cálidos tonos anaranjados y rosados. La brisa traía consigo el olor a tierra húmeda, y el murmullo de los árboles susurraba un mensaje de calma. Conner Blackstorn, de 51 años, se encontraba fuera de una modesta casa de madera, con los nervios a flor de piel, caminando de un lado a otro frente a la entrada de la vivienda. La inquietud se reflejaba en cada uno de sus movimientos, mientras sus pasos resonaban de forma inquietante sobre las tablas desgastadas del porche.

Conner era un hombre alto, de al menos 2,12 metros, con un físico robusto que destacaba por su pronunciada espalda, hombros anchos y gruesos brazos. Vestía una camiseta de mangas cortas, algo desgastada, y unos pantalones sostenidos por tirantes, lo que le daba una apariencia bastante modesta. Su rostro era tosco, con una mandíbula bien definida y unos ojos caídos de tono avellana que reflejaban una mezcla de nerviosismo y expectación. Su cabello corto, de color negro con algunos mechones blancos, y una barba descuidada completaban su aspecto. Mientras esperaba fuera de la cabaña, podía sentir la suave brisa de la tarde acariciando su piel, añadiendo un toque de calma a su inquietud.

Él había dejado su vida de aventuras atrás hace décadas para criar a sus dos hijas, Selene y Thalia. Ahora, en este día especial, Selene, la menor de las dos, estaba a punto de dar a luz. Conner miraba hacia el cielo, donde el sol se estaba ocultando, y el silencio de la tarde era interrumpido sólo por los suaves sonidos del pueblo. Sus manos estaban temblorosas, y cada crujido de la madera bajo sus botas parecía resonar en su pecho como un tambor, amplificando su ansiedad.

En ese momento, Thalia, la hija mayor de Conner, corría por los senderos del bosque hacia el pueblo desde la capital central, donde servía como caballero en la Academia Élaris. Había recibido noticias urgentes de que su hermana estaba en trabajo de parto, y no podía permitirse estar ausente en este momento crucial. La brisa se volvía más fría y el cielo se oscurecía lentamente, reflejando el creciente estrés de la situación.

A medida que los segundos pasaban, Conner comenzó a reflexionar sobre su vida mientras su mirada se perdía en la puesta de sol. Los recuerdos comenzaron a inundar su mente: batallas pasadas, rostros de amigos perdidos, y las promesas que no pudo cumplir. Su cuerpo se estremeció ligeramente, y la angustia por no tener noticias desde el interior de la vivienda lo carcomía por dentro. Se preguntaba si Selene estaba soportando el dolor como había soportado él tantas pruebas en el pasado.

"¿Cómo estará yendo todo ahí dentro...?", pensó el hombre, su voz interior cargada de una mezcla de esperanza y desesperación.

De repente, desde el interior de la cabaña, los alaridos de desesperación se hicieron audibles, haciendo que el corazón de Conner se acelerará aún más. El sonido desgarrador de la voz de Selene, cargada de dolor, perforaba el aire. Conner apretó los puños con fuerza, deseando poder hacer algo más que esperar. Su mente estaba agitada, y su ansiedad aumentaba con cada segundo que pasaba.

En ese momento, un grito familiar rompió la tensión: "¡Papá!" Thalia, finalmente llegando, se lanzó hacia el pueblo, su respiración entrecortada por la carrera. Conner tuvo la visión de la mayor de su hijas, con el rostro cubierto de sudor y el uniforme militar ligeramente desarreglado, era un consuelo inesperado.

La mujer, de 31 años, con una altura de 1,67 metros, tenía una melena castaña que caía en ondas suaves hasta sus hombros y ojos almendrados de color gris que reflejaban un cansancio acumulado. Su rostro mostraba la firmeza de alguien acostumbrada a enfrentar desafíos, con una mandíbula bien definida y un aire de seguridad que contrastaba con el agotamiento visible en su expresión. Su piel, bronceada por las largas horas bajo el sol mientras se encargaba de la custodia en la academia, reflejaba la intensidad de su trabajo. La postura de Thalia, aunque ligeramente encorvada por el cansancio, mantenía una dignidad inquebrantable que mostraba su determinación y amor por su familia.

— Papá, ¿qué pasa con Selene? ¿Cómo va todo ahí dentro? — La voz de Thalia temblaba, revelando su temor a que algo malo sucediera. Sus ojos buscaban desesperadamente algún indicio en el rostro de su padre.

— Calma, mocosa obstinada... Puedes escuchar cómo va todo ahí dentro. — Conner respondió, intentando mantener la calma, pero su propia voz temblaba a pesar de sus esfuerzos.

Los orbes de ambos se encontraron, compartiendo una mezcla de preocupación y esperanza. Los alaridos y jadeos provenientes del interior continuaron intensos hasta que cesaron repentinamente, llenando de temor los corazones de los dos. La atmósfera estaba cargada de una tensión palpable mientras la puerta se abría lentamente.

Ambos se acercaron a la entrada de la cabaña, sus corazones latiendo desbocados. La monja del pueblo apareció en el umbral, su rostro cubierto de sudor pero con una sonrisa de alivio en sus labios.

— Todo salió bien. — La monja asintió con una sonrisa, aliviando las ansias acumuladas.

— Selene está a salvo, y el recién nacido pudo salir sin mayor dificultad. — Las palabras de la monja hicieron que Conner y Thalia soltaran el aliento que habían estado conteniendo, y el alivio se reflejó en sus rostros.

Conner abrazó a Thalia con fuerza, alzándola por la emoción que lo inundaba, mientras las lágrimas de alivio comenzaban a recorrer sus mejillas. El sonido de los primeros llantos del recién nacido resonó desde el interior, un sonido que prometía nuevos comienzos y esperanza en medio de la tranquila noche que se avecinaba.

Thalia, con dificultad, se escabulló del abrazo de su padre y, con un suspiro, miró hacia la entrada de la cabaña.

— Papá... Vamos a conocer a la mocosa que nos tuvo histéricos. — Dijo, con una sonrisa cálida que contrastaba con el cansancio de su rostro.

Conner asintió, y juntos, padre e hija, entraron apresuradamente en la cabaña. La monja dejó el camino despejado, alejándose con paso ligero. El ambiente estaba impregnado de un silencio expectante y un suave aroma a hierbas medicinales que llenaban la habitación.

Selene yacía recostada en su cama, con una expresión de agotamiento y alivio en su rostro, sosteniendo en sus brazos al recién nacido envuelto en mantas. La recién nacida, estaba adormilada y tranquila en el pecho de su madre, mientras los nuevos miembros de la familia se acercaban para conocerla.

— Mjmjmj, Papá, Thalia... Vengan aquí, tienen que venir a conocer a esta mocosa... — Mencionó Selene con una mezcla de alegría y cansancio en su voz. — ¿Ven? Ella es la nueva integrante de la familia. —

Conner, quien fue el primero en acercarse, sintió un nudo en la garganta al ver a su nieta por primera vez. Con cuidado, se arrodilló junto a la cama, observando al infante con ternura. Sus ojos se encontraron con los de la menor, que, aunque cerrados, mostraban un brillo de vida y promesas futuras.

Thalia se acercó unos segundos más tarde, viendo a su hermana con una sonrisa de alivio en el rostro. — No esperaba que tú y ese sujeto sacaran una niña tan linda, una lástima que él no esté para verla. —

Selene asintió débilmente, su voz cargada de emoción. — Sí, es una lástima, pero... Papá y tú están aquí conmigo. —

La recién nacida, recostada sobre el pecho de Selene, se veía ya adormilada, siendo observada con asombro por los adultos en la habitación. La monja regresó en esos momentos, acercándose con una bandeja que tenía un bowl de cerámica con agua y paños limpios, ofreciendo estos para que la familia se hiciera cargo del resto.

El sol se había puesto por completo, sumiendo la cabaña en una suave penumbra iluminada por la luz de unas velas. La monja ya se había retirado, y en la habitación principal solo estaban los tres, quienes se miraban de vez en cuando con una mezcla de cansancio y felicidad.

— Y... ¿Cómo se llamará? — Cuestionó Conner, limpiando los pocos restos de sudor del rostro de Selene con una expresión de ternura y preocupación.

— Oh, lo olvidaba, ella es Elena, Elena Blackstorn. — Respondió la madre de la pequeña, y en ese momento, los tres compartieron una mirada de profunda satisfacción.

Aquel comentario provocó una clara expresión de emoción por parte de Thalia, la cual no pudo evitar derramar unas pocas lágrimas por la situación.

— ¿Querías verme llorar? — dijo Thalia, mirando con desdén a la menor.

— Ese nombre dije cuando aún éramos niñas, por si teníamos otra hermana... ¿Los recordabas? —

Selene solo asintió, acomodando con ayuda de su padre a la pequeña al lado de ella, aprovechando el gran espacio vacío en la cama, y rodeando la zona que da con el muro con almohadas para asegurar a la menor.

El silencio envolvía la habitación mientras cada uno reflexionaba sobre el significado de ese nuevo comienzo. Conner sintió una mezcla de alivio y esperanza que lo reconfortaba, mientras la familia se reunía en torno a la nueva vida que acababa de comenzar. La noche que caía sobre Septen parecía ahora llena de promesas y nuevas aventuras por venir.