El sol se alzaba sobre el pueblo de Septen, una semana después del incidente que había sembrado el pavor entre los habitantes de la localidad. Desde ese día, las reconstrucciones de las cabañas habían sido asistidas mayormente por Conner, quien trabajaba desde la primera hora del día hasta el ocaso, restaurando las viviendas de la gente y organizando a aquellos que tenían emblemas y a los que no.
Conner era la persona más respetada en la aldea desde que había llegado hace casi treinta años. Durante ese tiempo, había ayudado en el desarrollo del lugar, especialmente en la cacería y el procesamiento de recursos. Aunque no le gustara la idea, era considerado lo más cercano a un alcalde.
Ese día, se había finalizado la restauración de la última cabaña. Ahora, Conner podía centrarse en otro asunto que tenía ocupados todos sus pensamientos: el despertar del emblema de Elena. No podía permitirse relajarse más, ya que no estaba dispuesto a que se repitiera una situación similar a la del Rugir de las Sombras.
Conner se dirigía a la colina donde estaba su cabaña. Desde el patio trasero, se escuchaban niños gritando y jugando, provocando que el hombre soltara un suspiro al darse cuenta de que su nieta estaba con sus amigos.
"¡Agh...! Al final sí trajo a esos mocosos. Tendré que centrarme en varias áreas entonces...", pensó para sí mismo, rodeando su vivienda hasta llegar al lugar donde se producía el bullicio. Se encontró con Selene y tres niños corriendo de un lado a otro, mientras que Thalia, ya recuperada, estaba sentada en una silla con una mueca inexpresiva en el rostro.
— ¿Hasta cuándo seguirás con la cara larga? Eso ya pasó, debiste aprender de ello —, mencionó Conner, mirando ahora en dirección a los niños corriendo.
Thalia guardó silencio unos momentos, bajando la mirada con una clara expresión de culpa.
— No debí descuidar mi entrenamiento... Si no lo hubiera hecho, podría haber acabado con esa cosa de manera bastante fácil... — mencionó con un tono de voz seco y cargado de culpa.
Conner soltó un suspiro, alzando su mano izquierda para dejarla caer suavemente sobre la cabeza de su hija, revolviendo su cabello con una leve sonrisa en el rostro.
— Aprendiste de tus errores, recapacitaste y te diste cuenta de lo que te falta... Ahora, con esa experiencia, mejora. No te atormentes por ello —. Con eso dicho, caminó hacia los niños, pronunciando unas últimas palabras mientras se alejaba. — La academia dijo que tenías un mes libre... Ayuda en el pueblo entrenando a quienes tengan emblemas y capacidades. —
Mientras se acercaba a los niños, Conner los observó con una mezcla de ternura y calma. Elena, con su recién despertado emblema, estaba liderando una especie de juego de aventuras con Liam y Emma, dos de sus amigos más cercanos. Liam era un niño delgado, con cabello castaño y ojos verdes, siempre calmado y lleno de curiosidad. Emma, más energética, tenía el cabello rojizo y ojos azules, su despreocupación y agudeza a menudo sorprendiéndolos a todos.
— ¡Elena, Liam, Emma! —, llamó Conner con voz firme pero amable. — Vengan aquí, quiero hablar con ustedes. —
Los tres niños se detuvieron ante el llamado y corrieron hacia él, sus rostros cubiertos de sudor y de un tono rojizo le miraban con curiosidad. Selene se acercó también, curiosa por saber qué tenía que decirles su padre.
Conner los guio hasta un gran árbol en el patio trasero, cuya sombra ofrecía un refugio fresco del sol de la mañana. Se sentaron en el césped, formando un círculo bajo las ramas protectoras del árbol. Conner se acomodó en el centro, cruzando las piernas con una gracia inesperada para su tamaño.
— Aprovechando que están aquí, y ustedes tres ya cuentan con sus emblemas, es momento de que les cuente un poco más sobre nuestro mundo y las reglas que tiene —, comenzó Conner, su voz profunda captando la atención de los niños. — Con eso en mente, les contaré un poco del origen de los emblemas, cuántos son, cómo van sus niveles y qué tienen de bueno. —
Selene se sentó al lado de su padre, observando atentamente mientras Conner parecía tener la intención de educar a los menores con lo necesario para la supervivencia de cada uno, como también su desarrollo y crecimiento como persona.
— Los emblemas aparecieron hace siglos tras un gran acontecimiento, cada emblema tiene su propósito y significado —, explicó Conner, mostrando su antebrazo derecho, donde se podía ver su emblema. — Este es mi emblema, es del tipo guardián, como el de Elena. Como pueden ver, es diferente al de ella, ya que el mío se encuentra en un nivel intermedio. —
El emblema de Conner era un escudo con una espada cruzando justo en el centro, acompañado de cinco círculos a su alrededor.
— Representa la protección y la defensa, siendo una de sus características más visibles el desarrollo del cuerpo, por eso soy tan grande, y Elena también lo será. —
Elena miró a su abuelo con admiración, mientras Liam y Emma intercambiaban miradas de asombro. Conner continuó con sus explicaciones, cambiando su manera de relatar para hacerlo más accesible a los niños.
— Imaginen que existen cuatro reyes legendarios, cada uno con grandes logros. Uno tiene el don de la magia y puede hacer muchos hechizos increíbles. Otro de ellos tiene gran habilidad con las armas y puede usar la espada, lanza, arco, entre otras más, siendo un gran peleador que se adapta fácilmente —, dijo Conner con una sonrisa en el rostro, mirando a cada uno de los niños a los ojos, notando la atención que le ponían.
Una leve tos se hizo presente, proviniendo de Selene, quien decidió agregar una pequeña acotación a esa primera parte de la explicación.
— Estos dos reyes representan al emblema del Gladiador y el Hechicero. La tía de Elena tiene el emblema del Gladiador. —
— ¿Y los otros reyes serían los otros dos emblemas? —, cuestionó Liam, pensando unos momentos en ello mientras veía su propio emblema en el dorso de su mano.
— Así es, mocoso. Los emblemas faltantes son el del Guardia y el del Acechador. Cada emblema tiene su símbolo: Gladiador una espada, Hechicero una estrella, Guardián un escudo, y Acechador un colmillo —, explicó Conner, notando cómo Liam seguía atento a su propio emblema y cómo Emma estaba tocando su nuca.
— ¿No... no hay más reyes? Entonces, ¿Qué pasa con los emblemas como el de Liam o el mío? —, cuestionó Emma, algo preocupada por no ver su propio emblema mencionado durante la explicación.
Una vez más, Selene interrumpió, aclarándose la garganta mientras posaba su mano izquierda sobre el rostro de Emma, dándole suaves caricias en su mejilla en busca de darle algo de alivio.
— Bueno, aunque haya cuatro reyes, quedaban otros tres tronos más pequeños vacíos. Así que, un día, un poderoso gobernante nombró a tres príncipes que podrían ocupar esos tronos. Así nacieron tres emblemas que son especiales solo para quienes no pueden despertar uno de forma natural —, explicó Selene con una sonrisa tranquilizadora.
— Así es, estos emblemas que son dados a quienes quieren tener uno pese a no despertarlo son el del Herrero, que justamente lo tiene Emma, representado con un martillo. Otro es el del Alquimista, representado con una llama, como el de Liam, y el último es el emblema del Santo, que lo tiene la monja del pueblo, representado por una cruz con un par de alas —, acotó Conner, notando cómo Elena se acercaba un poco, tocando los círculos alrededor del emblema del mayor.
— ¿Y esto qué significa...? —, cuestionó la menor, mostrando la duda en sus ojos que no dejaban de observar las marcas.
— Oh, es algo similar a un nivel. Cuando trabajas mucho usando tu emblema, aparecen estos círculos, que son ocho como máximo. Cuando tienes los ocho, puedes hacer un entrenamiento especial para llegar a otra fase, por eso mi emblema, aunque es el mismo, no se parece al tuyo, Elena —, explicó Conner, mostrando una sonrisa en sus labios en todo momento.
Luego de esas palabras, siguió explicando las bases de los distintos emblemas y los caminos que conllevaban. Desde la fuerza que otorgaban hasta las dificultades que conllevaba tener cada uno de ellos. Los niños escuchaban atentos, absorbiendo cada detalle con fascinación.
El tiempo pasó rápidamente, y el estómago de Conner rugió, recordándole la hora del día. Con una risa, se levantó, estirando su cuerpo y observando a los niños.
— Bueno, creo que es hora de almorzar. ¿Qué les parece si continuamos esta lección después de comer? — sugirió Conner, extendiendo una mano a cada uno de los niños para ayudarlos a ponerse de pie.
Los niños victorearon, listos para un descanso y una buena comida. Selene sonrió, levantándose también y dirigiéndose hacia la cocina de la cabaña para preparar algo delicioso. Thalia, aún pensativa, se levantó lentamente, reflexionando sobre las palabras de su padre mientras se dirigía hacia la casa.
Juntos, todos se dirigieron al interior, listos para compartir una comida en familia y disfrutar del resto del día, sabiendo que aún había mucho por aprender.