Los años continuaron pasando con tranquilidad, llegando así el noveno cumpleaños de Elena. Ese día, estaba celebrando junto a su madre, tía y los pocos amigos que tenía. Su abuelo se encontraba fuera del pueblo por trabajo, lo que la hacía sentir un poco decaída por no tener a Conner en ese día tan especial.
La celebración se llevaba a cabo en el patio trasero de la colina donde se encontraba la cabaña de Conner. El aire fresco de la montaña, mezclado con el aroma del pan recién horneado, llenaba el ambiente. Elena y otros dos niños corrían alrededor, sus risas resonando como campanillas, mientras que Selene y Thalia acomodaban las cosas en una mesa de madera.
— Hoy es el día, ¿crees que despertará su emblema? Sabes que el viejo estaba escéptico. —, Pronunció Thalia mientras ponía el pan recién salido del horno sobre la mesa, echando un vistazo de reojo a los niños que corrían.
— Sabes que papá solo se preocupa. Además, ¿no tienes curiosidad? Podría despertar el mismo emblema que el mío o el tuyo. —, Respondió Selene, mientras exprimía naranjas en una jarra metálica para hacer jugo fresco. Las gotas de jugo salpicaban, capturando la luz del sol y creando pequeños arcoíris.
Ambas mujeres se miraron unos momentos. En el antebrazo izquierdo de Thalia se notaba un emblema de una espada y lanza cruzados, que representaba la clase de Gladiador, con tres círculos alrededor, indicando su tercer nivel. Selene, por otro lado, tenía en el cuello un emblema de un colmillo sombrío, que representaba la clase de Acechador, con un solo círculo alrededor.
La preparación de la comida y otras cosas para la fiesta de Elena siguió con calma. El aroma del pan recién horneado, mezclado con el jugo fresco y las risas de los niños, creaba una atmósfera cálida y acogedora. Al otro lado del patio, se veía a la joven con sus dos amigos hablando bajo un árbol después de haber corrido bastante tiempo. Uno de ellos era Liam, vecino y mejor amigo, un año mayor que Elena, quien se mostraba algo callado y abrumado por la otra acompañante, una niña llamada Emma.
Ambos niños eran un año mayor que Elena y tenían emblemas. Liam tenía la marca de un fuego en el dorso de la mano, sin ningún otro distintivo, mientras que Emma tenía en la nuca la marca de un martillo, también sin distintivo aparente.
— ¡¿Y bien?! ¿Cuál crees que sea tu emblema, Elena? —, Cuestionó con emoción Emma, mirando a Elena de pies a cabeza, esperando algo increíble.
Elena movió la cabeza de un lado a otro con duda, mostrando algo de nerviosismo. Se notaba especialmente en su mirada perdida y sus puños cerrados.
— No sé si despertaré uno. Puede que sea como ustedes y tengamos que mandar un comunicado a la capital para recibir uno secundario... —
Las palabras de Elena provocaron que la expresión de Emma y de Liam se mostraran levemente sorprendidas. Ambos se miraron por un momento antes de abrazar juntos a la más joven, buscando hacerla sentir mejor.
— N-no pienses en eso, Elena. No lo sabremos aún... Además, puede que despierte el mismo que tu abuelo. ¿No decías que él era el más fuerte de todos? —, Comentó Liam, algo apenado por verse mucho más bajo en comparación con Elena y Emma.
Aquellas palabras, especialmente las que hicieron alusión a su abuelo, provocaron que Elena se mostrara más energética. Se apartó con dificultad del abrazo, alzando los brazos en señal de exclamación.
— ¡Tienes razón, puede que despierte el mismo que el abuelo! —
Las palabras de Elena resonaron tan fuerte que el viento las llevó hasta los oídos de su madre y tía, quienes rieron por lo bajo antes de que una alzara la mano, llamando a los niños a sentarse a la mesa.
Liam, quien fue el primero en notar el llamado, avisó a las otras dos chicas, y todos se dirigieron a la mesa, donde cada uno de los niños tomó asiento. Recibieron el pan recién preparado en forma de sándwiches de queso y jamón, mientras que Selene servía jugo fresco en vasos de madera pulida, dejando uno frente a cada niño.
Los tres niños comenzaron a comer gustosamente. Elena, en una de las esquinas de la mesa, disfrutaba de que su madre le rascara el cabello. Thalia se adentró en la cabaña en busca de algo, tardando solo unos minutos. Mientras tanto, el sonido de las hojas de los árboles moviéndose por el viento impregnaba el ambiente.
— Mamá, ¿crees que Nonno llegue antes del anochecer? —, Preguntó Elena con curiosidad, mientras masticaba de manera poco educada un bocado de su sándwich.
Selene suspiró y le limpió los labios con un paño, mostrando una expresión de rendición ante los pocos modales de su hija.
— La última vez que supimos de él, dijo que haría lo posible por llegar, así que no te preocupes por ello. —, Mencionó Selene, mirando en dirección a la cabaña, notando que su hermana estaba tardando más de lo debido en traer el regalo para Elena.
Cuando estaba por ir a ver el motivo de su tardanza, vio salir a Thalia desde la cabaña con bastante agitación, con el ceño fruncido y una espada en su funda en la mano derecha. Antes de que pudiera decir algo, un abrumador rugido resonó por todo el pueblo, denotando la presencia de una bestia mítica en las cercanías.
— Selene... saca a los niños de aquí y llévalos al refugio del pueblo junto a los aldeanos. —, Proclamó Thalia, mostrándose tensa, mientras que tras acomodar un anillo en su dedo, una armadura se extendió alrededor de su cuerpo, cubriéndola por completo. El metal brillaba a la luz del sol, reflejando un resplandor que parecía darle un aire aún más imponente.
— Pero Thal-... —, Las palabras de Selene fueron interrumpidas por la urgencia de su hermana mayor.
— ¡SOLO MUEVETE DE UNA VEZ! —, Exclamó Thalia, emprendiendo camino hacia la entrada del pueblo y gritando por el camino para indicar a los aldeanos que corrieran al refugio. Los habitantes, alertados por el rugido y las órdenes de Thalia, comenzaban a moverse apresuradamente, recogiendo a sus hijos y pertenencias más preciadas.
Selene guió a los niños con cuidado y calma hacia el centro del pueblo, dirigiéndose hacia el refugio. Miró unos momentos hacia atrás, notando la espalda de su hermana mayor alerta ante la situación. El corazón de Selene latía con fuerza, pero se esforzó por mantener una expresión serena para no asustar a los niños.
— Manténganse juntos y no se detengan por nada, ¿de acuerdo? —, Les dijo Selene a los niños, que asintieron con seriedad, aunque en sus ojos se veía el temor.
A medida que avanzaban hacia el refugio, Selene pudo ver cómo otros aldeanos también se dirigían hacia allí, formando una corriente de personas que huían del peligro inminente. La sombra de la bestia mítica se cernía sobre el pueblo, y aunque no podía verla directamente, Selene sentía su presencia, pesada y opresiva.
Finalmente, llegaron al refugio, una estructura subterránea robusta y segura, construida precisamente para situaciones como esta. Los aldeanos se apiñaban dentro, susurrando oraciones y esperanzas de que todo saldría bien. Selene se aseguró de que Elena, Liam y Emma estuvieran a salvo antes de dirigirse a la entrada, donde otros adultos vigilaban ansiosamente.
— Estaremos bien aquí. Manténganse juntos y cuiden de los más pequeños. —, Les dijo Selene a los aldeanos, quienes asintieron con nerviosismo pero determinación.
El rugido de la bestia resonó de nuevo, más cercano esta vez, y Selene sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que su hermana Thalia estaba allá afuera, enfrentando el peligro para protegerlos a todos. Un nudo de preocupación se formó en su pecho, pero se obligó a concentrarse en mantener la calma y el orden dentro del refugio.
Los minutos pasaban con lentitud agonizante. Cada ruido fuera del refugio hacía que los corazones de los aldeanos latieran con más fuerza. Sin embargo, Selene mantuvo la compostura, brindando palabras de aliento y asegurándose de que todos estuvieran a salvo.