—¡Que no escape!
Las fuerzas policiales y los bomberos de New Jersey habían llegado al lugar de emergencia. Justo frente aquella pared humeante en la ya inexistente gasolinera, estaba un hombre sin un ápice de control.
Parecía un animal salvaje; gruñía y amagaba en rasguñar a los oficiales, como si tuviera garras afiladas. Actuaba inconscientemente y se denotaba en sus ojos perdidos, esa persona es la misma que fue transformada en un Demonio Nebulosa hace unas horas.
Ya eran las 7 p.m., y todo era oscuridad tras extinguir el incendio. La energía se cortó repentinamente a 4 kilómetros a la redonda y no había forma de hacerla regresar, o eso informaban los medios locales.
La nueva venida de esos engendros regó nuevamente esa semilla del miedo en la cabeza de las personas. Nadie sabe lo que sucedió ni querían saberlo, era demasiado riesgo y no había nadie que les garantizara estar a salvo.
Bueno, realmente si lo había, y no era solo uno. En la densa humareda estaba ese grupo de extraños que combatieron contra la criatura en la tarde.
Sagitario, Acuario y Hope, ocultas detrás una arboleda alejados de la zona de peligro, para evitar exponer sus identidades a más amenazas en una espera que parecía eterna.
—Perdón por hacerte venir a estas horas, Virgo —suspiró Yvonne angustiada.
Efectivamente, aparte de las 3 susodichas, había alguien más en la escena.
—No hay problema, mi deber es acudir en nombre de las estrellas —parafraseaba Virgo, su acento mezclaba modismos medievales y su lengua materna: el italiano.
Una mujer con cabello trenzado de un suave color castaño. Portaba un traje igual al de sus compañeras, solo que constaba menos elementos defensivos, denotándose en la parte superior de su cuerpo.
Por no decir que el único estaba en sus antebrazo a modo de brazales. En su lugar, sobre la superficie del traje llevaba unos ropajes (presumiblemente del mismo material) que cubrían su torso y hombros, similares a las antiguas "armaduras de Dios".
Justo cómo sus leyendas, ese era el "don" de su constelación; sanar heridas, sin importar su gravedad, desprendiendo una cálida aura verdosa en el proceso.
Justo así fue como logró sanar los brazos casi destruidos de Hope en cuestión de minutos.
—¡Tch! Un soporte llegó antes que la otra bola de idiotas —gruñó Acuario, refiriéndose a sus otros compañeros de equipo
—No deberíais referirte a tus acompañantes de esa forma, fuisteis alineados así por una razón.
»Mis disculpas, señorita, me temo que mi don no puede curar más allá de las cicatrices y los daños permanentes.
—Así fue como me lograron sacar del hospital, ¿cierto...? Parece que me tendré que acostumbrar —cuestionó Hope, su garganta rasgada fue curada de igual manera.
Miraba su antebrazo; las cicatrices y manchas de quemaduras se expandieron, superponiéndose a su piel sana restante
¿Era alguna clase de metáfora? Ni ella lo sabía, ese sentimiento ardiente que la envolvió cuando lucho contra el demonio ya no estaba en ningún sitio…
—¿¡QUE CREES QUE ESTÁS HACIENDO!?
Un grito que la sacó de su mente en el peor momento posible. Bajó la mirada, solo para ver el filo de una espada rozando su yugular.
—¿Crees que me olvidé tan fácilmente de que casi nos matas allá? —exclamó Acuario, quien había hecho aparecer su mandoble nuevamente.
—¿¡Que estás diciendo!? ¡Aún no tiene la experiencia, pero…! —gritó Yvonne, fue interrumpida por la peliverde.
—¿Por qué la defiendes? ¿Solo porque fue una conocida de tu noviecito?
»Tú no eres como nosotros. Lo sabes, ¿no es así?
En la mirada agotada de Hope se proyectaba esa expresión frívola. Esa frase que había escuchado tantas veces, distorsionada en caras conocidas que por mucho intentó diluir en sus memorias.
Ese pasillo de escuela, justo ahí donde nuevamente las miradas juzgonas le seguían, cuando el iris de sus ojos se apagó…
Pero como siempre, tenían la razón. Si hubiese divagado por más tiempo, se habría cobrado la vida de alguien, tal vez la de cientos, o miles de personas más, y la culpa recaería en ella.
La angustia se apoderó de ella, delatado por su hiperventilación. Al límite de un castigo que, según su mente, tenía merecido.
—Me temo que vuestro intento de herir será fútil, estrella de Acuario —exclamó Virgo.
Junto a Yvonne, se habían puesto en frente de su amenazante "compañera" lo que hizo que la pelirroja se sintiera protegida.
Era un sentimiento extraño; estaba acostumbrada a reconocer la culpabilidad puesta por los demás, pero no podía evitar sentir alivio, porque por primera vez en una situación así, había alguien que velaba por ella.
—Incluso piensan que pueden pararme…
«Que les quede claro una cosa, esa llorona no va a ser mi líder jamás.
Sin mediar más palabra, hizo desaparecer su Ju Jiàn, y sencillamente se fue del lugar a regañadientes.
—¿Estás bien? —preguntaba la pelinegra, mientras revisaba si Hope había recibido alguna herida.
—Aunque su actitud sea un declive en nuestra imagen, su don es de los más poderosos entre nós —acotó la de cabello castaño.
—No se preocupen, en cierta parte la entiendo.
Hope se mostraba estoica. Ese sentimiento pasado volvió, pero aunque estuviese hundida en miedo y tormento, no pudo hacerle llorar esta vez.
El carmesí de sus heridas estriadas, sin inicio ni aparente final, un camino lioso justo como su mente. Aunque doliese, aún quería encontrar la raíz de esos sentimientos.
Que es lo que ha estado latiendo en su pecho, ¿el miedo a desaparecer, o finalmente estaba encontrando ese "algo" que Ansel siempre busco en ella?
No quedaba nadie en el epicentro del ataque, solo el sosiego de la naturaleza acompañado de un largo suspiro.
—Oye, Yvonne.
—¿Si?
—¿Cuánto nos faltaba para llegar a ese sitio? —preguntó la pecosa. con su expresión de siempre.
—Nos faltan 2 horas, pero parece que estás impaciente por llegar —dijo Yvonne de forma burlona.
—Como sea. Y gracias por lo de antes, tú…
—Serafina di Sante; costellazione della Vergine, a vuestro servicio —proclamó Virgo mientras hacía una pequeña reverencia.
—Un gusto, Hope… Stella.
Ambas zodiacos quedaron de piedra al escuchar ese apellido, casi como si hubieran visto un fantasma.
—… ¿Dije algo malo?
—N… nada, no te preocupes, deberían llegar a recogernos en unos diez minutos —dijo Yvonne disimulando.
—Oh, cierto, tu auto… —susurró Hope, echando un vistazo hacia el terreno quemado donde, efectivamente, el auto de la madame estaba completamente chamuscado.
«Espero que no me lo cobre junto a las facturas medicas».
10 p.m.
La capital del país de la libertad: Washington, DC. Reconocido por sus lugares históricos en la cultura estadounidense, tales como El Capitolio o el Monumento a Lincoln.
Un lugar envuelto por el arrullo de la vegetación al no haber gente transitando, siendo sus paisajes bastante distintivos durante el anochecer.
El único ruido que de escuchaba en la autopista era del motor de un auto polarizado y blindado rozando el límite de velocidad.
Cualquiera pensaría que estarían relacionados a fuerzas armadas de alto rango, o algún agente gubernamental, pero lo cierto es que se trataban solamente de la pelirroja y aquellas dos enmascaradas.
Un sujeto de vestidura formal conducía, Serafina e Yvonne mantenían guardia, mientras que Hope estaba por caer rendida ante el cansancio.
Llevaba dos días completos sin dormir, y con todas las experiencias de hoy, sus ojos simplemente se dejaron llevar por la serenidad del soplo nocturno.
Hope siempre fue de sueño pesado, así que al cerrar sus párpados por un momento, simplemente se hundió en sus sueños.
No le quedaba muchas cosas por soñar, pero esta vez había algo que se sentía distinto en su subconsciente.
La cara de su padre, aún la recordaba vívidamente después de tantísimos años, soñaba con él a diario cuando todo se tornaba negro en su interior.
Estaba aterrado, ¿por qué estaba así? Nunca lo había visto así, él siempre fue valiente y apasionado por su trabajo, así no es como lo recordaba…
Sus ojos, ¿dónde estaban? Solo estaban sus cuencas vacías bajo una boca haciendo muecas horrorizadas, mientras varios puntos en negro neón parpadeaban tras él.
Eso era una constelación.
—NO DESPIERTES.
—… ¿Qué?
—Que te despiertes, ya hemos llegado —dijo Yvonne mientras bajaba del auto junto a la signora.
Hope despertó agitada, frotando sus ojos con fuerza, vaya sueño tan espeluznante fue ése…
Ignorando aquello, efectivamente, ya habían llegado al lugar. El cuartel general de la autoridad espacial; la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio, o NASA por sus siglas en inglés.
Encargados de todos los temas relacionados a la astronomía y astrología. Enfocados en el estudio de cuerpos celestes así como el comportamiento de las constelaciones con cada aparición.
—A partir de ahora, vas a entrar a una zona cuya información tiene la capacidad de cambiar el rumbo del planeta si sale a la luz —dijo Yvonne, cambiando su tono juguetón a un temple completamente serio.
«Comprendes los riesgos de conocer esta verdad, ¿cierto, Hope?»
—Completamente, Sagitario.
—Entonces, adelante.
Ambas, Yvonne y Serafina activaron sus máscaras, preparándose para entrar.
Era una construcción antigua, despintada, y sin rastro de cualquier referencia a lo que fue el centro, tan siquiera había alguien en el lugar. Las luces sepias junto al sonido seco de los pasos daban una vibra bastante lúgubre.
Era un ascensor de modelo antiguo, encima había un foco que luchaba por mantenerse encendido, no muy espacioso y con una cantidad limitada de botones.
—¿Es el último piso? —preguntó Hope.
Yvonne puso su anillo en uno de los botones desgastados, haciendo que las luces del panel centelleen paulatinamente.
—No vamos hacia arriba.
—RECONOCIMIENTO DE PATRÓN ENERGÉTICO ACTIVADO: SAGITARIO 002. ACCESO PERMITIDO.
Una voz metálica sonaba con interferencia en los antiguos altavoces, para que después sin previo aviso, el elevador fuese forzado a descender.
Por cada metro que bajaban, el ambiente se volvía más pesado y frígido, como si viajaran a otra dimensión.
Bajaron el equivalente a 4 pisos, la puerta del elevador se abrió solo para mostrar un pasillo oscuro, cuya diferencia entre el suelo y las paredes era mínima. Había una resonancia gigantesca, alertando de que el lugar podía ser enorme.
—Que es este sitio… ¡Agh!
Los pies de Hope acabaron enredándose y simplemente cayó arrodillada ipso facto, esta atmósfera ininteligible le hizo creer a su mente que estaba cayendo al vacío.
—Bienvenida seas, Zodiaco.
La pelirroja sintió un escalofrío recorriendo su columna antes de poder levantarse, el sentimiento que transmitía esa voz era… inmaculado.
Arribó su mirada; efectivamente, el lugar era gigantesco, equiparable a un planetario, tal vez por eso la inmensa resonancia.
Solo alcanzó a notar una gran mesa de mármol negro, que reflejaba las luces de arriba tan claras como un espejo. Y alrededor, habían 7 personas del mismo semblante que Sagitario y Virgo.
Enmascarados con el símbolo de la cruz solar; la máxima muestra de adoración a los astros en el mundo. Con patrones y detalles distintivos en sus trajes, sumados a la amplia gama de tonalidades que cada uno presentaba.
Y al otro lado, mirándola fijamente estaba él, su máscara de madera vieja podría reconocerse donde sea. El máximo exponente de la astrología:
—Nos… tradamus...
—El nombre que se me ha concedido en este mundo, pero prefiero que bajo este, mi techo, llaméis a mi nombre verdadero.
»LIBRA; la constelación del equilibrio, y la primera estrella de todo el universo, habido y por haber.
Al decir esto, su tono de voz cambió sin aviso, reverberando entre las paredes y los vidrios que proyectaban galaxias enteras. Levantó su mano deteriorada, enseñaba un anillo blanco que estaba incrustado entre la carne y falanges de su dedo anular.
—Esto no puede ser real…
—Siempre lo ha sido, Hope Stella —dijo Libra, mirando fijamente a la pelirroja.
—¿¡Como sabes…?! —La de pecas fue interrumpida en seco.
—¿Tu nombre? No solo eso, sé todo de ti, así como de todos los aquí presentes. vuestra vida, memorias, inclusive vuestros sueños y penurias.
—Pero si sabes todo, y tu eres…
—No soy un dios, y ninguno de nosotros lo es. Solo soy una fracción de lo que fui cuando todo fue formado, y vosotros solo fuisteis elegidos para salvar su mundo de la amenaza latente en la que se encuentra.
»Veo que conociste al treceavo, ¿no es así?
—¿Treceavo? … Pero yo solo recuerdo que eran 12 de ustedes —balbuceó Hope nerviosa, recordando vagamente las lecciones de astrología con su padre.
—Eso es lo que la humanidad cree.
—Ofiuco; La constelación de la serpiente, el nunca nacido. —respondió Virgo.
—Es correcto, constelación de Virgo. Cuando este universo se expandió, con el poder conferido en mi nacimiento, uní doce constelaciones para mantenerlo de pie.
»Pero hubo una que no pudo existir, no obtuvo suficiente de mi estela para ser "algo". Eso es Ofiuco.
—Él es la causa y motivo de los Demonios Nebulosa, antiguamente fue sellado en algún lugar de Jerusalén, Israel —continuó Sagitario.
—Hasta que fue liberado de esas ruinas, el veintiocho de diciembre de 2015.
—Cuando verificaron la existencia de los signos zodiacales… —susurró Hope.
—¿Recuerdas con qué? —preguntó Libra, obviamente sabiendo la respuesta.
La pelirroja buscó entre su diluvio de recuerdos mezclados. Justo en el momento en el que el frío de la ciudad estaba por hacerle desaparecer, fue anunciado en una gran pantalla LED.
—El Codex de Nostradamus… el verdadero. Contenía eventos pasados, pero que fueron precedidos hace miles de años usando la posición de las estrellas —respondió Hope después de mucho esfuerzo.
—Veo que tienes conocimiento, y es normal, puesto que lo llevas en tu sangre.
La pelirroja se congeló con esa oración, pensando si a lo que se estaba refiriendo era...
—Q… ¿Qué está diciendo…?
—Aquellos aventurados de cosmología no fueron quienes encontraron definitivamente el Codex. Hace doce años, la primera persona en explorar aquellas ruinas fue… Rigel Stella, tu padre.
Hope solo alcanzó a cerrar su boca para que la aflicción no escapara de ella. Las inevitables lágrimas querían descubrir su debilidad.
—Veo como estos sentimientos humanos te sublevan, entiendo que pienses que este peso sea demasiado… —Libra quería continuar, pero fue interrumpido por Hope.
—No, está bien… al menos después de tanto tiempo, sé que no fue mi culpa —titubeaba la pelirroja. Al parecer esas lágrimas eran de consuelo.
»Ahora sé que… hizo lo que amaba hasta el final, y eso me hace sentir alivio, mínimamente.
Todos en la sala quedaron impactados, mirándose unos a otros en silencio. Incluso tras los agujeros de la máscara de Libra, se podían ver sus arrugados ojos ensanchándose, era la primera vez en su infinita vida, que no pudo predecir los sentimientos de alguien.
—Los seres humanos nunca dejáis de sorprenderme —dijo la longeva constelación.
—¿Gracias?
—Si mis estrellas decidieron mantenerse a vuestro lado, debe ser por algo —dijo mientras se acercaba a la pelirroja, para acto seguido sujetar la mano que portaba el anillo.
«Entonces, Hope Stella, debo preguntarte lo siguiente: ¿Quiere salvar tu mundo?».
—Si mi papá ya no está… eso significa que no tengo nada más que perder —dijo la pelirroja, tragando saliva para no ceder ante la presión.
»Al fin y al cabo, esto es lo que Ansel hubiese querido en lugar de solo morir... Acepto.
—Entonces, esta es la última decisión. Bienvenida seas a los Zodiacos, estrella de Géminis.
Todos los presentes, menos una, se levantaron y aplaudieron al unísono, esto podría ser la catarsis que Hope buscó por tanto tiempo.
Las luces de toda la edificación se apagaron de golpe, mientras que Serafina e Yvonne salían junto a Hope en su ropa normal de civil.
—Mañana te daré un tour por todo el lugar, ¿no te gustaría un traje chulo como el de nosotras? —le decía Yvonne a Hope, volviendo a su característico tono risueño.
—Ya veré, supongo —respondió Hope con indiferencia.
—Has de descansar, a partir de mañana vuestra vida va a dar una vuelta de 180 grados.
La amargura volvió por unos segundos al escuchar las palabras de la mujer de cabello trenzado. Había olvidado que ya no tenía un hogar al que llegar.
—¡Piensa rápido!
Hope quedó confundida con la orden y solo abrió sus manos, habían caído unas llaves con un llavero dorado de la Torre de París.
—Te alquilé un apartamento a un par de cuadras de aquí, es una zona muy bonita. Lo elegí con Virg… quiero decir, Serafina.
—¿¡Que..!? —Hope quedó completamente en shock, dejándola al borde del desmayo.
—Es grande, tiene amueblado básico, comida por montón, ¡y hasta un baño! …que al parecer necesitas urgentemente —dijo Yvonne disimuladamente.
No sabía si lo decía por la cantidad inherente de tierra y mugre que tenía hasta en el cabello… o por el rebote continuo de sus piernas que indicaban otra cosa.
—Pero… ¿¡Por qué!? ¿¡Cómo!? —sollozaba Hope en su confusión.
—¿Eso importa? Ahí tienes la dirección, ¡disfrútalo!
La pelirroja no sabía cómo responder. Entre temblores y jadeos, simplemente estalló en lágrimas balbuceando:
—¡¡GRACIAS!!
Para luego echarse a cojear con sus últimas fuerzas.
—Wow, nunca pensé ver a alguien tan… curioso —dijo la de cabello castaño, mientras veía a Hope caerse cada que intentaba acelerar.
—Déjala pensar en ella por una vez en su vida, ha pasado por mucho, además, ¿no puedes ver lo genial que es? —respondió la madame.
—¿Y como lo sabes?
Yvonne se detuvo y volteó a ver a la pelirroja alejándose, mientras visualizaba en ella a su difunto amigo, Ansel.
—Cuando le expliqué de todo esto, nunca le dije como se llamaba su estrella.