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Chapter 3 - 2. El Cielo Bajo El Mar.

—Bienvenidos sean todos, estamos aquí reunidos nuevamente para descubrir lo que deparan las estrellas para nosotros. ya en el agitado presente o en el incierto futuro.

Una cámara apuntaba a una mesa, en la cual habían hojas con símbolos raros y plumas de escritura, unas manos bastante deterioradas sobresalían del plano.

—Para los nuevos aventurados en el mundo de la astrología, me presentó ante ustedes —su voz raspada denotaba edad avanzada.

«Me hago llamar Nostradamus, y seré vuestro guía».

La astrología dicta que en las estrellas hay parte de nosotros, y de esa manera podemos deducir nuestro destino e incluso anteceder hechos futuro.

Algunos piensan que estamos conectados a aquellos cuerpos celestes debido a que en cierta parte estamos hechos de ellos, otros creyentes piensan incluso que son divinidades las que nos asignan nuestro destino al nacer.

Desde hace 7 años, un autoproclamado profeta conocido como el nuevo "Nostradamus" capturó la atención a nivel mundial.

Incluso aunque escondiese su cara bajo una máscara de madera caoba, imponía una presencia pura, casi espiritual. Su túnica gris cubría todo su cuerpo, lo único que se sabía es que era alguien longevo, y manejaba una lengua bastante antigua.

Empezó con sus predicciones desde la primera aparición de aquellas criaturas, bautizadas como "Demonios Nebulosa", describiendo la fecha, hora y lugar de su emerger.

Mucha gente se mostraba escéptica, pero su misticismo acertaba sin margen de error, ganando reconocimiento inclusive de los gobiernos mundiales, que aunque dudosos, agradecían la colaboración al garantizar la seguridad de sus naciones.

Sin embargo, la mañana del 21 de Septiembre, a través de todas las cadenas televisivas mientras profetizaba acerca del mes próximo, daría a conocer algo que alertaría a todo el mundo:

—El veintisieteavo día de Libra, el sol al occidente lagrimeará, y las estrellas guiarán a una verdad enmascarada por ellas —dijo mientras trazaba una línea dirigida al este en un mapamundi, marcando la salida del sol con dirección a…

Yukón, Canadá, una de tantas zonas nevadas, los relojes marcaban las 3 p.m. en todos los edificios migratorios construidos en esa línea divisoria con Estados Unidos.

Pero no había quien los leyera, ya que la zona había sido evacuada debido a la aparición de otra aterradora criatura proveniente de aquel claro congelado.

El frío se intensificaba fuera de las paredes de hormigón en esos edificios vacíos, o que lo parecían, ya que dentro se ubicaba aquél enmascarado llamado Géminis, que enfrentó a uno en terreno estadounidense.

—Rastro proveniente de Alaska, 141°00'W, confirmo ubicación —susurró al comunicador de su muñeca.

El demonio caminaba dejando un rastro de destrucción, la presión de sus pisadas mataba la poca vegetación que había sin congelar y los árboles parecían papel en comparación.

Levantaba sus deformes manos, preparándose para abrirse camino por las estructuras, actuaban instintivamente o eso se creía hasta ahora, ya que al estar frente a ellas, simplemente se detuvo.

Una conducta extraña ciertamente, no era como sus predecesores, sus ojos inyectados en sangre dejaban claro su deseo: buscaba un objetivo.

—¿Es cosa mía o acaba de…?

—¿Detenerse? Esto no debería pasar, pero mínimamente tenemos algo más de tiempo.

Detrás de Géminis se encontraba su compañera enmascarada, aunque no era la misma de la última vez, su traje negro constaba de un patrón escamado y su brillo era color aguamarina.

—Ugh, si me hubieras dejado acabarlo cuando estábamos en Alaska, la misión hubiera durado tres días en vez de seis.

—Acuario, sabes perfectamente lo que pasaría si llegara a alcanzarte —dijo Géminis, su voz apagada denotaba cansancio.

—¡No me hagas pasar por debilucha! ¡Las provisiones se nos acabaron hace 1 día! No pode…

—Deja de actuar como si solo tú tuvieras cosas importantes que atender, apégate al plan y lo acabaremos aquí mismo. —Los reclamos de Acuario fueron interrumpidos con una respuesta tajante.

Acuario se tragó su orgullo a regañadientes, aunque no entendía del todo en que pensaba su compañero, se notaba angustiado, incluso por encima de la falta de alimento y sueño.

—Aries, ¿estás allí? —dijo Géminis a través del comunicador.

—No pierdes tiempo con tus planes, ¿cierto?

Sobre el techo de una estructura en aquella área se encontraba otro sujeto despidiendo una vívida aura rojiza. Su traje asemejaba a una armadura gótica, y su máscara entreabierta solo se dejaba ver entre el humo, ya que al parecer, estaba fumando

—Avísale a Tauro, el plan es hacer tiempo, vendrán a auxiliarnos en 25 minutos.

—Ya lo escuchaste, grandullón, aquí se acaba —dijo Aries dirigiéndose a su compañero quien se encontraba detrás suyo.

—A su orden, comandante…

Un hombre fornido, semejante a los demás, el brillo azulado bajo su robusto traje le daban un aura intimidante.

El aire se enfriaba más cada segundo y mientras los cuatro sujetos esperaban ese momento decisivo, la tensión en el ambiente se desató.

El demonio finalmente encontró su objetivo, sacudiendo la nieve con un rugido monstruoso, provocando que aquellos enmascarados hicieran acto de presencia, y acto seguido, con una velocidad nunca vista, corrió desenfrenado arremetiendo contra todo lo que se cruce.

Todo o nada, Géminis lanzó un último grito, cargando adrenalina para el contraataque:

—¡ATAQUEN, ZODIACOS!

El clima invernal del norte se hacía más presente cada minuto. Hoy, 27 de septiembre, día en el que las hojas café finalmente comenzaban a caer.

Nueva York ha sido y siempre será llamada "la ciudad que nunca duerme", incluso ante la presencia de la luna, las pantallas y luces LED iluminan hasta el más recóndito callejón.

Pero siempre habrán sitios renegridos; donde por más que algo brille, no será suficiente para dejar ver alrededor. Esa era la "casa" de Hope.

Pasaron seis, casi siete días desde que Ansel se fue, ella racionó la comida, pero se acabó hoy justo como su esperanza, su última compañía era una triste vela apunto de acabarse.

No había a quien pedir ayuda, nadie cubriría la desaparición de su compañero si al final no vuelve, ¿quién se preocuparía por un vagabundo? Su condición tampoco podría llevarla muy lejos.

Para las noticias, es más importante un monstruo que destruye casas a las personas que viven allí. Encima alaban a las estrellas por ello, pero si realmente guiarán a algún lado, Hope no debería estar aquí.

Suficiente de plegarias en vano, ella solo quería saber por qué quien consideraba un hermano se esfumó sin más.

¿Trabajo? El nunca se iba más de un día y siempre llamaba, ¿tal vez el sentía que era una carga? ¿Y si decidió irse para buscar algo mejor el solo?

La paranoia estaba consumiéndola, denotándose en los arañazos de su muñeca, un mal hábito generado desde años para lidiar con el trauma, aunque ahora es contraproducente.

«Se supone que estaríamos juntos…» pensó Hope. Aquel tormento reprimido se descargaba en sus manos, sujetando la bufanda amarilla que Ansel le había regalado.

El chirrido de la puerta la sacó de sus pensamientos, hablando del susodicho, Ansel acababa de llegar, su expresión de cansancio era absoluta.

Para ella fue como si le volviera el alma al cuerpo en un segundo, pero bajo su cara, ese temor primogénito a la soledad seguía borboteando, y sus voz lo dejaba más que claro

—Ansel…

—Lo siento, de verdad, mi celular se dañó y no pude avisar de que me quedaría más tiempo.

Hubo un breve silencio que fue cortado instantáneamente, un sonido venía del bolsillo del pelinegro, era un tono de llamada.

Hope tenía en sus manos su viejo celular, que dejó caer tan pronto la mentira de su compañero se desmoronó

—Si te quieres alejar de mi, solo dilo.

—Hope, en serio, no es lo que… —Ansel intentaba justificarse rápidamente, pero fue interrumpido por Hope y su voz ahogada.

—No, está bien, no es como si fuera la primera vez.

—¡Sabes perfectamente que no lo haría!

—Eso mismo me dijo mi madre, cuando mi padre…

Ni siquiera pudo terminar esa frase, ella simplemente quería retirarse, evitar recordar a toda costa el día que todo empezó, pero al dar un par de pasos, terminó tropezando.

El golpe seco de sus rodillas contra el suelo resonó en la habitación, pero no se inmutó, el pesar emocional que recorría todo su ser era mucho más fuerte.

—Si vas a irte y no quieres volver, no sientas pena por mi… no hace falta que mientas

—Si de verdad piensas que estoy mintiendo ¿por qué no te has quitado la bufanda?

Esa bufanda, lo único de color en toda la escala de grises de la pelirroja; ella la sujetaba con fuerza, sostenía esa promesa que Ansel le hizo cuando estaba al borde de fallecer. Pero esta vez…

—¿Sabes lo que estuve a punto de hacer? —preguntó Hope, intentando no quebrarse.

—Yo…

—Eso pensé —susurró la pecosa, quien carecía de fuerza para levantarse.

—Oye, sé que no he podido estar junto a ti lo suficiente, pero… —Ansel es interrumpido nuevamente por Hope con una pregunta que heló su sangre.

—¿Al menos puedo saber a dónde fuiste? ¿Sin mentiras?

Ansel frenó en seco. Él no quería hablar, la presión lo hundía, pero ¿por qué? ¿Era tan necesario mentir incluso frente a su amiga abatida? Nadie lo sabía más que él, miró su anillo con mucho pesar y sin levantar la mirada dijo:

—Perdóname…

—No te preocupes, está bien… me lo esperaba.

La voz de Hope rompió lo monótono, ya no esbozaba ninguna emoción, ni lágrimas, simplemente… se rindió.

Ella simplemente de levantó y volvió a sentarse en esa desgastada silla, ahora sumidos en total oscuridad, ya que la vela finalmente se había consumido por completo.

Ojos caídos, mente mareada, alma rota, y un nombre que ahora suena irónico. Aquellas imágenes a lo alto de ese edificio volvieron a su cabeza, pero esa voz que la alejaba de la orilla desapareció.

Las estrellas ya se habían alineado para esos dos hemisferios en el cielo, ya tomaron su decisión.

El final del callejón estaba tan cerca, casi se podía sentir, el latido de su corazón hacía temblar su cuerpo… ¿Su corazón? ¿Su cuerpo?

¿Era el suelo?, no, las paredes incluso. Piezas de hormigón empezaban a caer del techo como si fuera un sismo, solo que cada segundo retumbaba con más fuerza.

Ese ambiente ennegrecido solo transmitía suspenso puro. Los ojos de Hope volvieron a la vida solo para contemplar que su deseo se estaba haciendo realidad, aunque nadie pudiera ver su rostro.

Hasta que una luz violeta empezó a parpadear con violencia, dejando ver su expresión, no era alivio; era pánico. Sus ojos se dirigieron al origen de la fuente de luz, era…

—¡HOPE, CUIDADO!

—… ¿Ansel?

Y en un destello, una explosión cegadora demolió completamente la vivienda; reducida a escombros y polvo, incluso las estructuras adyacentes se estaban derrumbando.

Quedaba una pieza de muro en pie, justo donde ella estaba, Ansel la protegió del estallido dentro de una especie de burbuja de energía que al desactivarse, acabó cayendo completamente maltrecho.

—¡Oye, oye, oye! ¡¡Ansel!! —gritó Hope, intentando hacer reaccionar desesperadamente a su compañero, sin éxito aparente.

Ella no entendía que había pasado de un momento a otro, pero aunque apenas podía ver claramente después del impacto, un destello verdoso proveniente de arriba aclaró sus dudas.

La luz lunar resaltaba su silueta; un Demonio Nebulosa, pero no uno cualquiera, era el más grande visto jamás, con una contextura masiva que cubría la carretera completa. El cielo dejaba ver una constelación dibujada en él.

Tenía la misma estructura rocosa, pero su cuerpo era larguirucho, sus patas y cola darían la apariencia completa de un escorpión si no fuese por su horrida cara empedrada y su dentadura desfigurada.

Sus ojos inyectados en sangre no dejaban de perseguirle, pero fue imposibilitado de levantarse debido a la explosión, que acabó aturdiéndolo y agrietando su amorfo cuerpo.

El chico pelinegro estaba completamente malherido, mientras que la mitad de su cuerpo estaba completamente destrozado, la onda expansiva golpeó directamente a su columna, imposibilitando el movimiento de sus piernas.

Si no hubiese sido por esa energía proveniente del anillo que tenía el de cabello azabache, ambos hubieran muerto en el acto.

—¡ANSEL, POR FAVOR! —Gritó con todas sus fuerzas.

Ella intentó llevarlo en brazos, pero incluso aunque su vida dependa de ello, su caminar seguía siendo el mismo que la condenó, y en conjunto a sus heridas, simplemente terminó cayendo junto a él.

—H... ¿Hope?… —murmuró Ansel, a pesar de sus heridas, aún podía hablar.

—¡Ansel!

—Gracias a las estrellas… que estás bien.

—¡Por favor, resiste, pediré ayuda! ¡Estarás bien, te lo juro! —dijo la pelirroja al borde del sollozo.

—N… No van a llegar a tiempo.

—¡¡No mientas ahora, maldita sea!!

Todas esas lágrimas que Hope llevaba conteniendo desde hace tanto salían como una cascada, mirar a su amigo así era como ver su vida pasar ante sus ojos.

—Hope… perdón por todo, yo no quería meterte en todo esto —susurró Ansel.

—No… Ansel… no tú también… —balbuceó la de pecas, su llanto era completamente incontrolable.

—Sé que no pude estar contigo todo el tiempo como te prometí… pero esto estaba más allá de mí.

Hablar dolía como el infierno, pero él quería que su amiga del alma escuchara sus palabras, mientras que ella intentaba buscar una ayuda inexistente en ese ahora terreno baldío.

—Por favor… ayúdenos… quien sea.

El ruido de su llanto parecía estar resonando en el demonio, empezó a ventilarse salvajemente, evidente en las contracciones de su "torso", fijando su mirada en la fuente del ruido… o quizás lo que estaba detrás de él.

—Hope… ten esto, por favor —Ansel extendía su brazo con sus últimas fuerzas, poniéndole aquel anillo en su dedo anular.

El miraba su cara, una mezcla de pánico, confusión, desesperanza y sobre todo dolor en estado puro.

—Cuídalo con tu vida… se que no me perdonarás por mentirte, pero al menos entenderás por qué lo hice —continuó Ansel, con mucha dificultad dando un vistazo a la criatura tendida en el suelo.

Sus lumbreras poseídas le devolvían la mirada. No cabía ninguna duda; ese demonio detectaba un rastro de energía blanquecina que solo provenía de el, y Ansel lo sabía, así aceptando su destino, dirigió a Hope su última voluntad.

—Hope… prométeme que estarás a salvo.

—¡DEJA DE HABLAR COMO SI FUERAS A MORIR! ¡¡ESTAREMOS JUNTOS SIEMPRE, ME LO PROMETISTE!!

—Cuida esa bufanda… no sabes lo cara que me salió… je, je…

—¡ANSEL, POR FAVOR!

—No te preocupes… yo seguiré contigo, no llores o me pondré triste también.

El pisó retumbó de nuevo, el demonio finalmente se puso de pie, un rugido salido del averno daba pie a su último ataque.

Aunque el sol estuviera saliendo, fue opacado completamente por el fulgor que desprendía el interior de esa bestia amorfa, se hinchaba mientras se veían grietas en su piel empedrada.

El brillo subió hasta que una esfera de energía incandescente se formó alrededor suyo, el área empezaba a carbonizarse, esto era el final.

Antes de que la explosión los alcanzase, Ansel entre lágrimas, pero sonriendo de oreja a oreja, le dedicó unas últimas palabras a su amiga del alma:

—Cuídate… y ten una buena vida por mi.

Un grito desgarrador resonó en toda la 9na avenida antes de que la luz la consumiera por completo.

—¡¡ANSEEEEL!!