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Chapter 2 - 1. Horrores Oscilantes, Pensamientos Estridentes.

20 de septiembre, 2023

9:30 P.M.

Una noche nublada con posibilidad de ventiscas según los pronósticos. En la cima del edificio más alto de Manhattan, el One World Trade Center, estaba Hope Stella; una joven pelirroja, desaliñada y de mirada perdida que se hallaba tambaleando en la cornisa de dicho edificio.

Una locura ciertamente, incluso ella lo sabía y se denotaba en su hiperventilación, pero en su cabeza parecía ser la única forma para finalmente encontrar paz.

Lo que parecía ser una vida perfecta, con amigos, alegría y un futuro prospero se desmoronó por completo y solo quedaba desgracia. Aquella larga cadena de desastre comenzó al entrar a la secundaria.

Debido a sus altas calificaciones, logró ingresar a Beacon High School, de las mejores escuelas secundarias ubicada en Hell's Kitchen (Clinton, NYC), una de las zonas más altas de la ciudad.

Al ser tan exclusiva, sus amigos de la infancia no estuvieron con ella, teniendo que estar sola contra un mundo desconocido.

Su mal caminar fue su condena, siempre cayéndose frente a aquellas personas que a sus ojos eran la perfección, por este motivo nadie quiso relacionarse con ella.

Para ella fue tristeza, pero para los demás alivio el no tener que juntarse con alguien que (supuestamente) solo quería arruinar sus vidas; estrellándose contra sus trabajos prácticos, fallando, ya sean actividades de grupo o interescolares, y un largo etcétera.

Todas sus pasiones de la niñez se esfumaron, pasaba desvanecida la mayoría del tiempo, lo que solo empeoraba esos encuentros.

Los adultos tampoco la apoyaron, la mayoría de estudiantes tenía gran estatus debido a sus padres y para no "arruinar la imagen" de la institución tenían que obedecer, para ellos Hope solo era un dolor de cabeza más.

—¿Qué tal, niña jengibre? Estoy ansioso por ver donde te caerás hoy.

—Ugh, aún sigues viniendo, ¿no te bastó con arruinar mi trabajo y ahora quieres arruinar el de alguien más?

—Vergüenza me daría juntarme con una inútil como tú.

—Cuidado con quien hablas, andrajosa. Por si no lo sabías, mi papá es un astrólogo reconocido, ¿y el tuyo?

De los tantos insultos que recibía diariamente, este último era el que más le dolía, debido a que su padre: Rigel Stella, desapareció cuando solo tenía 10 años. Vivió con su madre, con quien su relación nunca fue la mejor, y todo empeoró después de aquel acontecimiento.

Sin ayuda, sin amigos ni un lugar seguro, finalmente terminó siendo expulsada de la secundaria por falsos reclamos, en un complot organizado por la gran mayoría de la escuela.

A la edad de 15, su madre terminó echándole de casa en un ataque de ira, ver a alguien que le recordaba todos los días aquella pérdida, supuestamente, destruía su vida.

En la actualidad, vaga por las calles, refugiándose en las casas abandonadas de la 9na avenida, comiendo lo que encuentre y durmiendo donde pueda.

Rogando todas las noches a las estrellas para encontrar una salvación que lamentablemente nunca llegó.

Y ahora se encontraba aquí después de años, bajo el cielo nocturno, a punto de lanzarse al vacío para acabar su desesperanzada vida de una vez por todas.

…Pero había algo en ella, una voz ajena que llamaba a su nombre, y que ella conocía perfectamente.

«Maldición…» pensó Hope, después de un largo suspiro, salió cuidadosamente de la cornisa, y con pesar se recostó contra las paredes de la azotea.

Como Hope, hay más personas que rezan a las estrellas. El mundo cambió tanto en muy poco tiempo, y ahora una nueva creencia popular revolvió la humanidad como la conocíamos.

Tener la capacidad de anteceder hechos futuros y el cómo actúan las personas en base a la posición de los astros; de eso constaba la astrología.

Popularizándose el termino en 2009 tanto en el campo religioso como en el científico, debido a un descubrimiento histórico que daba completa veracidad a lo que antes eran "supersticiones".

Un cambio tan repentino, tanto para bien como para mal.

7 años hasta la actualidad, a raíz de la aceptación de esta terminología, una serie de criaturas desconocidas empezaron a aparecer alrededor del mundo.

No parecían a nada que se haya visto antes; gigantes con cuerpos amorfos, de material parecido al carbón y un olor penetrante a gasolina que inundaba el ambiente en su llegada. Simplemente no parecían de este planeta.

De un momento a otro, unas alarmas empezaron a sonar, la gente en todos los edificios repentinamente comenzó a correr despavorida.

—Manhattan, Calle Fulton, 74.007222222222, ¿es correcto? —Un enigmático grupo de 4 personas se encontraban en un edificio a la lejanía hablando desde una especie de comunicador.

Poseían unos trajes inusuales; placas negras que recubrían todo su cuerpo y colores neón brillando debajo, en sus hombros relumbraban unos extraños símbolos.

—Afirmativo, los transeúntes están siendo evacuados, proceder con la neutralización —respondía la persona tras el comunicador, poseía un acento peculiar, y su voz se escuchaba completamente distorsionada.

Un adulto fornido, un joven pelinegro, otro de rastas, y una mujer de figura esbelta y cabello corto, todos enmascarados como si de un culto tratase.

—¿Están listos? —preguntó desafiante el pelinegro.

—La pregunta ofende, ¡éntrale! —respondía enérgicamente el de rastas.

—Manténgalo simple, recuerden que no podemos llamar demasiado la atención —dijo la mujer del grupo.

El más adulto aunque silente, comprendía perfectamente la situación.

—¡Uno, dos, y tres!

A señal del pelinegro, aquellos individuos se lanzaron temerariamente desde edificio en el que se encontraban.

Tres pisos de caída, sorpresivamente aterrizando sin ningún rasguño, corrían compenetrados espléndidamente hacia el norte a velocidades sin igual. Claramente no eran humanos convencionales.

Cara a cara con el gigante, desgarraba edificios en aquella calle cerrada como si fuesen de papel, y su desplazamiento era completamente irregular, rompiendo el pavimento con sus pisadas.

El de cabello oscuro se movía con precisión a través de los escombros, la mujer del grupo en cambio los sobrevolaba aplicando elegantes acrobacias, ambos moviéndose en perfecta sincronía.

—¡Sagitario!

—¡A su orden, monsieur!

Repentinamente un aura vívida color rosáceo empezó a envolver a la mujer del grupo.

—¡¡Klaus!!

Sus pupilas se ensancharon al entonar aquella palabra, su punto de vista se alteró logrando ver más allá de lo que el ojo humano normalmente puede.

Miraba a la criatura mientras esquivaba airosamente, sus ojos como una mirilla apuntaban a lo que se suponía era su pierna.

—Su punto débil está detrás de las rodillas, ¡te toca, Capricornio! —dijo dirigiéndose a su compañero.

—¡No se diga más!

Corría hábilmente por el cableado eléctrico como si fuese suelo solido mientras saltaba los postes de luz, un rendimiento comparable a un atleta olímpico.

—¡¡Deneb!!

De un momento a otro, comenzó a desprender el mismo aura que su compañera, pero de color amarillento.

Generando una esfera de energía, hacía el ademán de lanzamiento cual si fuera béisbol, detrás de las "piernas" de la criatura.

De un momento a otro, de aquella esfera empezó a generarse la estructura de un cuerpo, un clon holográfico de aquél sujeto había aparecido.

Ambos poseían la misma extraordinaria fuerza y se notaba. Bastó un golpe de ambos para desbalancear al monstruo, atacando detrás de su punto débil.

—¡Te lo dejo servido, Leo! —dijo mientras retrocedía rápidamente junto a su clon.

El mayor del grupo, el único que no había saltado a la acción, se ubicaba en un edificio en paralelo, preparándose para la maniobra final.

—Leonis.

Lanzándose determinadamente, se sentía como si el tiempo se ralentizara mientras un aura azafrán recorría su cuerpo.

De cabeza a pies, con los que sin previo aviso hundían al gigante contra el ya agrietado pavimento, dejando nada más que mineral derruido sobre un gigantesco cráter.

Un golpe tal que había alcanzado a los edificios adyacentes e hizo retroceder a los demás, de la criatura solo quedó medio cuerpo enterrado entre escombros.

—Creo que con este se nos fue la mano, ¿no crees? —dijo Capricornio, refiriéndose a la llamada "Sagitario", su clon solo se limitaba a asentir.

—El olor aún no se ha disipado… ¡Cuidado!

Un temblor que venía del cráter sacudió el lugar, los trozos de mineral empezaron a moverse y a juntarse como si tuvieran vida propia.

Compactándose, el gigante amorfo se había reconstruido, y desde su mandíbula cuarteada salió disparado un rayo de energía que iba en dirección a Sagitario.

—¡¡Pólux!!

Parecía que había impactado de lleno, pero era el pelinegro quien se encontraba recibiendo el ataque con sus manos.

Parecía como si lo absorbiese, dicho ataque terminó disipandose y su traje ahora brillaba más que nunca.

—Uff, muchas gracias am… digo, Géminis —decía Sagitario, suspirando aliviada.

—Gracias a ti por ayudar, es momento de acabar esto.

El llamado "Géminis" se acercaba a la derrotada criatura, y con la misma postura, comenzó a absorber su energía, la luz en el mineral de su cuerpo empezaba a apagarse por momentos.

Hasta que al final, solo quedó una estatua de carbón, que sin equilibrio terminó rompiéndose en el suelo, haciéndose añicos.

Los escombros revelaban el cuerpo malherido de un hombre, quien parecía estar consciente a duras penas. Aunque aturdido, logró reconocer 4 figuras que se acercaban.

—¿Quiénes… son ustedes?

11:30 P.M.

Los disturbios habían terminado y los ciudadanos finalmente regresaban a sus hogares, una inexpresiva Hope entraba al suyo, una de las últimas casas habitables de la 9na avenida.

No necesitaba llave, directamente no había chapa ni manija, era un triste y oscuro rectángulo de ladrillo, ya que tampoco tenía electricidad.

—Ansel, no hagas eso, ya se que estás ahí —dijo Hope mientras encendía unas velas para iluminar.

Era un joven pelinegro, con mechas violetas y cicatrices que recorrían su cara. Su principal distintivo era el parche que cubría su ojo izquierdo, y ropa andrajosa (presumiblemente de la basura). Se asomaba juguetonamente desde las escaleras, o lo que restaban de ellas.

—¿No me vas a felicitar por llegar antes que tú está vez?

—Llevas tres días desaparecido, ni siquiera respondías mis llamadas.

—Estaba fuera de la ciudad y… no tenía cobertura —respondía el de pelo azabache, aunque su voz no sonaba tan convincente.

—Yo… como sea, no tengo hambre. Solo comeré una barra de cereal y me iré a dormir —respondía Hope dejando escapar un largo suspiro, las desapariciones de su compañero cada vez se hacían más comunes.

—Deja de comer tanto de eso, te va a hacer mal.

—Es la única cosa que me hace sentir… en casa —murmuró, estaba de espaldas alcanzando la empolvada alacena, por lo tanto su expresión melancólica no alcanzó a verse.

—Compré más fruta con el dinero de tus bordados, la gente los ama —dijo el pelinegro en un intento de hacerla sentir mejor.

—Nunca fueron buenos y lo sabes…

—Basta Hope, no te menosprecies así, eres buena…

—¡DEJA DE MENTIR PARA HACERME SENTIR MEJOR!

Gritó Hope desesperadamente, resonando con eco en aquella habitación vacía, un intento de movimiento errático que sus pies curvados no soportaron, cayéndose en el acto estampando su cara contra el suelo de concreto.

—¡Hope! ¡¿Estás bien?!

Ansel corría al auxilio, sin aparente respuesta, hasta que un sollozo rompió el silencio abruptamente.

—…Ya no soporto esto.

—Calma, todo estará bien, estamos juntos en esto —susurró Ansel, mientras levantaba y abrazaba a su compañera.

—¿No vas a dejarme? —Hope levantaba su mirada con temor, se podía notar una línea sangre recorriendo su boca.

—¿Dejarte? ¿Crees que lo haría después de estos 7 años juntos?

Era cierto, hace 7 años, Ansel encontró a Hope a punto de congelarse en uno de los profundos callejones de la avenida, ha sido el único compañero de Hope y la cuida desde entonces, a pesar de tener casi la misma edad.

—Esa bufanda que te dí es una muestra de ello, por algo no te la has quitado —dijo señalando a la bufanda de su amiga, su objeto más preciado.

—Te lo agradezco tanto, perdón por gritarte —respondió avergonzada, apartando la mirada.

—Gritar es lo mejor para desahogarse, solo deja de hacerte menos, aún tienes toda una vida por delante, no como yo.

—¿Seguiremos adelante juntos, no es así?

Hope se aferraba más al abrazo propinado por su colega, quien sentía que su corazón había sido tocado repentinamente.

—Tienes razón, seguiremos juntos.

A pesar de las condiciones, ambos parecían estar felices teniéndose el uno al otro.

—Vamos a curarte esa herida, creo que aún queda algodón en el botiquín —dijo Ansel, señalando la herida en el labio de su amiga.

—No hace falta, no es nada grave, creo que mejor me iré a bañar aprovechando que aún llega agua hasta aquí.

—No te detendré entonces, avísame cuando termines.

Hope empezó a subir lentamente la escalera al segundo piso sin terminar, perdiéndose al instante en sus pensamientos.

«Deja de pensar en idioteces, Ansel aún está contigo, todo estará bien». Pensaba Hope para si misma, procurando olvidar lo que intentó hacer temprano, yendo a tomar un baño de agua fría para despejarse.

Una luz parpadeante de color violeta empezó a iluminar la sala de abajo, provenía de Ansel, más específicamente de un anillo, incluso las velas se veían opacadas por ese fuerte brillo.

—¿Otro más? Ese hijo de… Maldita sea —murmuraba el pelinegro, su cara reflejaba absoluta preocupación

«Lo siento mucho, Hope…»

Pasaron solo 10 minutos, Hope bajaba las escaleras rápidamente al escuchar el inesperado rechinar de la puerta.

—Oye, Ansel, tú abriste la… ¿Ansel?

Buscó en toda la sala, al menos lo que podía con la poca luz que quedaba, solo encontrando una nota en la mesa.

"Perdón, me hablaron para trabajar y me tuve que ir rápido, te dejé algo de comida en la despensa, prometo llamarte cuando pueda".

Su expresión cambiaba rápidamente de confusión a su ya habitual desdicha, desechando sin dudar el papel que tenía en mano.

Y así, bajo la luna resplandeciendo a su máximo, se hacía otra noche que Hope dormía en completa soledad.