Esta es la historia de una joven que cada día de su vida es igual al anterior. La tristeza y la angustia le invaden, tanto que termina refugiándose en la bebida y el internet, con la esperanza de hacer diferente y llevadero su día. Pero pese a pasar horas viendo contenido y de vaciar botellas, esa sensación no se va, sino que parece que cada vez está más cansada, sin ánimos de levantarse y con pensamientos destructivos hacia su persona.
Se mira al espejo, pero ya no es aquella chica sonriente y alegre, solo queda una mirada vacía e ida, unas ojeras que ya no se diferencian del maquillaje corrido de tanto llorar. Trata de verse con los mejores ojos, y por cortos momentos se podía notar su belleza. Sin embargo, volvían a aparecer esos pensamientos que le atacaban diciéndole que era fea, horrible, que no valía nada y que nadie se fijaría en alguien como ella, tanto le agobiaban esos pensamientos que empezó a creer que era verdad, sin importar cuanto pedía que se detuviera, esa voz no se callaba.
Las mañanas eran las peores. El sonido del despertador era un cruel recordatorio de otro día que debía enfrentar. Con pesadez, se levantaba de la cama y se dirigía al baño. Cada paso era una lucha contra su propia voluntad. Frente al espejo, observaba su rostro cansado, las marcas de una noche más sin sueño. El agua fría del grifo apenas lograba despejar su mente nublada.
No tenía a quién recurrir ni la fortaleza para salir sola de todo esto. Sin darse cuenta de cuándo empezó aquel tormento ni de cuándo terminaría, lo único que sabía es que el tiempo pasaba, pero los días eran iguales. Se refugiaba en su pequeño apartamento, un lugar que alguna vez había sido su santuario, pero que ahora se sentía como una prisión. Las paredes parecían cerrarse cada vez más sobre ella.
Las noches eran una tortura interminable. Las pocas veces que lograba dormir, las pesadillas le robaban la poca energía que le quedaba. En esas pesadillas, revivía momentos de su pasado, instantes felices que ahora se sentían como un sueño lejano. Cuando no podía dormir, el insomnio se convertiría en su fiel compañero. Pasaba horas mirando el techo, escuchando el tictac del reloj que marcaba cada segundo de su agonía.
En el trabajo, su rendimiento comenzaba a decaer. Las tareas que antes realizaba con facilidad ahora le parecían insuperables. Su jefe notaba el cambio, pero ella se obligaba a ocultar su sufrimiento tras una sonrisa forzada. Sin embargo, los ojos hinchados y las ojeras no podían ocultar la verdad. Sus compañeros intentaban acercarse, pero ella se mantenía distante, temerosa de que descubrirían la verdad detrás de su fachada.
La bebida se había convertido en su único escape. Cada noche, una copa tras otra, tratando de ahogar sus penas. El alcohol le proporcionaba un alivio temporal, pero al despertar, la realidad la golpeaba con aún más fuerza. Sabía que no había una solución, pero en su desesperación, era lo único que parecía ayudar.
Internet era su otra vía de escape. Pasaba horas navegando, buscando algo que llenara el vacío que sentía. Redes sociales, videos, foros… nada lograría mantener su interés por mucho tiempo. Sentía que su vida estaba estancada, atrapada en un ciclo sin fin de tristeza y desesperación.
Ahora la pregunta es ¿cómo llegó ella a esta cárcel?
Primero que nada, hay que volver unos 2 años atrás…
Continuará en el siguiente capítulo…