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Chapter 5 - Capítulo 5: Fragilidad

Al día siguiente, Dana se esforzó por ocultar su dolor. Aunque trató de sonreír, sus ojos hinchados y las ojeras profundas la delataban. Cuando su compañera de trabajo le preguntó si todo estaba bien, ella respondió que solo estaba cansada, alegando que se había quedado despierta viendo una serie. Era una mentira que le costaba sostener; aunque esa explicación podría justificar su fatiga, no podía ocultar las marcas de sus noches de llanto. Su compañera, notando algo extraño, decidió no insistir.

En el camino a casa, el peso de la verdad la abrumaba. No quería preocupar a nadie, convencida de que pronto se recuperaría de esta ruptura. Sin embargo, esa noche volvió a llorar hasta que el amanecer llegó, y así sucedió durante varios días. Comía poco y dormía menos, las ojeras se hicieron cada vez más evidentes, y su rendimiento en el trabajo comenzó a decaer. Su jefe, que siempre había valorado su dedicación, notó la distancia en su mirada y cómo confundía las mesas al servir.

Finalmente, decidió darle unos días libres, un gesto que Dana aceptó de mala gana. Aunque necesitaba descansar, su trabajo era lo único que le permitía escapar de la dolorosa realidad que la rodeaba. Se sentía un estorbo, incapaz de realizar bien su labor.

Al llegar a casa, tomó su celular y marcó a sus amigos, pero nadie atendía. Solo Jazmín, una amiga de tiempos pasados, respondió. La voz de Jazmín sonaba molesta, reprochándole el tiempo que había pasado sin hablar y su ausencia cuando más la necesitaba. En el pasado, Dana había ignorado las súplicas de su amiga, sumida en su relación con Fabián. La conversación terminó abruptamente, con Jazmín cortando la llamada, incapaz de escuchar más excusas.

El impacto de esa conversación caló hondo en Dana. Se dio cuenta de cómo había descuidado a sus amigos por alguien que ya no estaba en su vida. Recordó todos los momentos en los que sus amigos se habían acercado a ella, compartiendo sus problemas, mientras ella se mantenía ciega a sus necesidades. La tristeza la envolvió, y anheló poder retroceder en el tiempo y cambiar su comportamiento, pero eso era imposible. Se sentía atrapada en una espiral de culpa, llorando por la oportunidad de reparar sus relaciones.

En la cama, pensó en llamar a sus padres. Tenía una buena relación con su madre, pero desechó la idea. No quería preocuparla con su dolor y no sabía cómo expresar lo que sentía. Esa noche, se obligó a cerrar los ojos sin haber comido nada, lo que resultó en pesadillas aterradoras que la mantenían atrapada en su angustia.

Su mente, en un juego cruel, le mostraba las verdades que intentaba ignorar. Decidió que debía retomar el ejercicio, una actividad que siempre le había traído alivio. Sin embargo, su falta de descanso y la mala alimentación la llevaron a desmayarse en la plaza donde había ido a correr.

Las luces de la plaza comenzaron a desvanecerse a su alrededor mientras Dana se sentía más ligera, pero también abrumada por la confusión. Los rostros de las personas que la rodeaban se volvían borrosos, y las voces se mezclaban en un murmullo distante. Justo antes de perder el conocimiento, una ola de desesperación la invadió al pensar en todo lo que había dejado atrás: la relación que la había consumido, los amigos que había descuidado, y la vida que había dejado de lado.

Cuando todo se volvió oscuro, una pregunta resonó en su mente: "¿Cómo había llegado a este punto?" Su última conciencia fue de un profundo vacío, justo antes de que unas manos solidarias la levantaran del suelo y llamaran a una ambulancia.