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Chapter 4 - Capítulo 4: La Revelación

Dana salió del trabajo más temprano de lo habitual, a las 20:40 hs, con la esperanza de sorprender a Fabián. La idea de una cena juntos iluminaba su corazón, un momento para escapar de la rutina que los había ido desgastando. Sin embargo, al llegar a su casa, se dio cuenta de que algo no estaba bien. La ausencia de Fabián en su sofá, donde normalmente lo encontraba sumido en alguna serie, la llenó de inquietud.

Esperó unos minutos, la inquietud creciendo en su pecho. Finalmente, el sonido de un auto interrumpió el silencio. Al asomarse por la ventana, su corazón se detuvo. El vehículo no era el de Fabián. Su mente se aferró a la posibilidad de que se tratara de una amiga, pero su intuición le susurraba algo más inquietante.

Con el rostro pálido, observó cómo una mujer elegantemente vestida, con un vestido ajustado y tacones altos, bajaba del auto. La escena se volvió una pesadilla en cámara lenta cuando vio a Fabián, visiblemente ebrio, apoyarse en ella. La mujer lo guio hacia la puerta, despidiéndose con un beso que pareció resonar en el corazón de Dana como un eco ensordecedor.

La confusión y la traición inundaron su mente. No podía procesar lo que estaba viendo. Con lágrimas llenando sus ojos, la voz de Fabián se desvanecía en su mente, y las palabras que había querido pronunciar se quedaron atrapadas en su garganta. Fue en ese instante, con el corazón roto, cuando se dio cuenta de la amarga verdad: su relación había llegado a un punto crítico.

"Terminamos," logró decir, con su voz temblorosa, apenas un susurro. La indiferencia de Fabián ante su dolor la hirió aún más. Con una profunda tristeza, salió de su casa, sintiéndose como si le hubieran arrancado un trozo del alma. Preguntas atormentadoras la asaltaron: ¿por qué había permitido que esto sucediera? ¿No había dado todo por amor? La frustración y la impotencia la acompañaron mientras caminaba, sintiéndose más sola que nunca.

Esa noche, Dana luchó contra el insomnio, reviviendo cada instante compartido, cada risa, cada promesa. Las lágrimas manaron de sus ojos como ríos, y su corazón se sentía pesado. Los recuerdos buenos se tornaron en cuchillos que la atravesaban, y así lloró, aferrándose a la esperanza de que la mañana traería respuestas que jamás llegaría a encontrar.