A la mañana siguiente.
Sylvor se encontraba sentado enfrente del tocador de su hermana. Leía un pequeño documento que se repartió por en la ciudad. El folleto era sencillo, con una decoración mesurada que se consolidaba elegante.
— Las lenguas hablan magnificencias de tu futuro esposo —ronroneó.
— ¿A qué te refieres? —interrogó DǒuMàn XīngRuò. Sus sirvientas la vestían detrás de un biombo. No podía ver al chico, pero imaginaba su tranquila e irónica expresión—. Dilo sin sarcasmo.
— Pues aquí dice: «… y ambos pasaron la noche en el mismo lugar, acampando juntos». Otra línea: «El chico que participó en el asesinato de un joven campesino…». Hay mucha información. ¿No lo quieres?
— Es mentira —aseveró la joven, firme.
— ¿Mentira? ¿Te lo dijo él? Qué conveniente, ¿no?
— Pensé que no leías sandeces.
— No suelo leer literatura populista y superficial, pero si te trata de mis hermanas, claro que me tragaré mis preferencias y me pondré a investigar hasta en las fuentes más detestables.
— ¿Debo agradecerte?
— No, ya me felicitaron por ello —aseguró, hundiéndose en su asiento, complacido.
DǒuMàn XīngRuò lo analizó. Sylvor era un mujeriego de primera. Su hermana no tardó en sacar sus conclusiones.
— Una fantástica noche, supongo —habló débilmente.
— La mejor de todas… ¿O la quinta? ¡Aún no sé en qué rango colocarla! —Coqueteó con las damas antes de aproximar—. Te ves hermosa. Te pareces a madre.
— ¿Debo tomarlo como un cumplido?
— El comentario viene de un bastardo de rasgos extranjeros vistiendo prendas que equivalen un lingote de oro, por favor, tómalo como un cumplido —esclareció, contento.
— No eres una paria —consoló su hermana, tocando su mejilla.
— Apuesto a que DǒuMàn MéiFēn opina lo contrario. —Ella solía llamarlo de esa forma— ¡Y qué bien que suena! He detectado que ya no le temes tanto como antes y que ella se mantiene en línea. —Le besó el revés de la mano— ¿Acaso tienes con qué amenazarla?
— No sé de qué hablas.
DǒuMàn XīngRuò lo empujó. Se sentó. Sus acompañantes comenzaron a decorar su cabellera.
— ¡Vamos, soy tu hermano!
— Un hermano que trafica con la información.
— No lo venderé, lo juro.
— ¡Te encanta jurar!
Sylvor era la miel encarnada. Se dedicó a fastidiarla para que hablara. ¿Lo qué ganó? DǒuMàn XīngRuò no tardó en echarlo de la habitación.
Su envolvente actitud no guardaba rencores. Nadie era capaz de robarle esa dulce sonrisa con la que muchas caían. Se paseó por el pasillo hasta llegar al patio, donde caminó en un sendero abierto con tejados de mármol.
— Escuche que estabas por acá —le dijo DǒuMàn JiāYí.
Sylvor extendió aún más su sonrisa. Llenó sus pupilas de felicidad. Su cabellera marrón, casi castaña, lucía esponjosa y descuidada. La luz le brindó hermosura.
A mal tiempo, buena cara, ¿no?
— ¿Y viniste corriendo a verme? —cuestionó, radiante.
Complacido, extendió los brazos hacia los costados. Esperó un abrazo.
DǒuMàn JiāYí se mostró con una actitud más relajada. Posó su mano en la empuñadura de su espada. Los hoyuelos de su rostro alimentaron el encanto de su semblante. Y su ordenada dentadura refinó la mesura con la que su pecho se elevó al son de la carcajada.
— Jajaja, no.
Sylvor regresó sus manos a su sitio. Se encogió de hombros, simple y calmo.
— Bueno, entonces me retiro —notificó.
En seguida, DǒuMàn JiāYí agregó:
— No espero la hora para que tus hermanas se casen y se vayan de aquí, así no volveré a ver tu rostro.
— Me encantaría disfrutar de lo mismo; sin embargo, te recuerdo que tengo dos hermanos pequeños, ya sabes, los gemelos, los de la misma edad, ¿te suenan? Oh, creo que sí. Además, trabajo aquí renovando textos y….
— Una inútil labor.
— …viajo en búsqueda de más.
El aire se volvió pesado. Las aves que estuvieron jugando en el jardín optaron por marcharse. Al fondo del camino, en el tronco de un árbol, una ardilla parecía atenta a la disputa. Su nuez había rodado tronco abajo, estaba esperando recuperarla, pero la amenaza la mantuvo inmóvil.
Sylvor negó, conforme.
— Me retiro, Pequeña Albóndiga, tengo que…
El apodo enfadó a DǒuMàn JiāYí. Empotró a Sylvor contra la pared. Su espalda vibró, y días después descubriría que la embestida había sido tan rencorosa como para dejarle un moretón de seis semanas.
— En serio espero que busques la forma de dejar este sitio cuando tus hermanas se vayan, sino me obligaras ayudarte.
— Ay, que amable, ¿ayudarme?, ¡qué propio! Pero ¿eres capaz de decirlo y no escupirlo? Estás muy cerca. Sabrás disculparme, pero amo a las mujeres. ¿Te apartas? Vamos —cantó, encantado—. Retírate.
DǒuMàn JiāYí presionó.
— No estoy jugando.
— Y yo tampoco. Te pareces a tu hermana. Por esa cara…, sucede lo que sucede —advirtió. Señaló con el mentón su entrepierna, donde se evidenció un bulto—. ¡No me culpes! Como dije, amo a las mujeres, y pues tú… eres idéntico a…
DǒuMàn JiāYí se apartó, asqueado.
— ¡Estás pensando en mi hermana de esa forma!
— ¡Bueno, técnicamente no somos hermanos, no compartimos sangre! Está permitido. Es bueno que sientas ese increíble amor de hermano. Admirable, muy admirable. —Festejó, alegre—. No, era broma. No la podría ver de esa forma. Por todo, la considero como una hermanastra. Sería abominable verla de otra forma, ¿no crees? Además, está casada. No soy un rompe hogares. Si me disculpas… —DǒuMàn JiāYí observó de nuevo su pantalón. No le creyó, algo debía haberlo puesto de esa forma y estaba seguro de que ese algo era DǒuMàn MéiFēn. Sylvor justificó—: Estoy así por la estimulación. Me gusta rudo. Tu hermana no tiene nada que ver.
DǒuMàn JiāYí lo sujetó de sus solapas.
— Sylvor, te lo advierto, lárgate.
— No te desquites conmigo. No es mi culpa que ha tu padre le complazca mi trabajo.
— Tampoco será su culpa si mueres de casualidad.
— Ay, ¿tus sueños húmedos son mi muerte? Eso es lindo. Pero, como ya dije, no cojeo por ese lado. Prefiero imaginar que me asesina una mujer, no un hombre.
DǒuMàn TiánYì había estado buscando a su hermano. Al reconocer el tono de su voz, doblando la esquina, dijo:
— Nuestro padre espera… —Se detuvo abruptamente. Escrutó a Sylvor. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo vio. En esta ocasión, se veía mejor alimentado. Aunque su cuerpo se mantenía delgado, no estaba jorobado; de hecho, se veía limpio. Salir de su estudio le concedió gracia—. ¿Sylvor? ¿No tienes trabajo? Anda a esconderte entre tus libros.
— Solo vine a hablar con mi hermana. Quería aprovechar el tiempo mientras se vestía para platicar con ella.
— ¿Mientras se vestía? —interpeló DǒuMàn TiánYì, mirando en dirección a la habitación.
— Oye, yo le cambiaba los pañales —gargajeó, orgulloso. Colocó sus dos manos en su cadera—. No hay nada nuevo que no haya visto antes. Me retiro.
— Cálmate —le aconsejó DǒuMàn TiánYì a DǒuMàn JiāYí—. No subía desde hace mucho.
En una mañana tan entretenida, en la que la ardilla había aprovechado la llegada de DǒuMàn TiánYì para rescatar su nuez, era evidente que más eventos suscitarían. La dama YǐnLuò WēnYí, quien era la mejor amiga de DǒuMàn XīngRuò, se había levantado muy temprano para pasar a verla a primera hora. No era alguien que siguiera reglas, sus emociones la dominaban. Saltó del carruaje aún en movimiento y corrió por el Imperio. Digna de su animosa actitud, transitó deleitándose. Todo su cuerpo vibró de sensaciones florales y puras. Experimentó el cosquilleo del bienestar, y se regocijó de respirar como lo hacía, de danzar como podía y de brincar a sus anchas.
— ¡Ya llegó por quién lloraban! —aclamó, en todo dulce y audible— ¡Sylvor, que placer ver tu sonrisa! —y lo besó en las mejillas, abrazándolo—. ¡Te ves encantador, así como el Majestuoso lago de Lircay!
— ¡Pequeña YǐnLuò! Mírate, estás más alta.
— ¡Amo estarlo! ¡Amaría ser mucho más alta, la más alta del lugar!
— Amo que lo ames.
— ¡Amo que tú lo ames! —confirmó—. Debes salir más de tu oficina. Me encantaría verte en mi hogar, sabes que eres bienvenido. Nadie se atrevería a ofenderte.
DǒuMàn TiánYì y DǒuMàn JiāYí estaban plantados en tierra como las columnas del camino. YǐnLuò WēnYí había tomado sus manos y las había agitado en saludo, siempre observando a Sylvor. Para ser sinceros, ambos hermanos nunca sabían cómo comportarse frente a ella. YǐnLuò WēnYí era dulce y risueña, no había forma de generarle desplantes. No cabía plantearse esa situación ni siquiera en la imaginación. Lo más probable era que se pusiera a llorar, ya que era delicadamente sensible. Sus emociones estaban a flor de piel. Además, por lo considerada que era y sus largas estadías en el Imperio, la veían como una prima.
— Ustedes también se ven cautivadores. ¡Adoro! He escuchado que ganaste un nuevo premio, felicidades, DǒuMàn JiāYí. Te lo mereces. Es bueno que alguien tan destacado te reconociera. Y tú, DǒuMàn TiánYì, un día me escapé de casa y te vi infiltrado en una pelea callejera; luego tuve que huir, mis guardias me encontraron. Pero me encantó verte luchar. Tienes una increíble fuerza interior. ¡Me sentí tan orgullosa! —Les sonrió a los dos—: ¡Son esplendidos!
Los descendientes del clan YǐnLuò nacían con pupilas rectangulares colocadas en posición horizontal. En su frente, en el lado derecho, traían pintado de rojo el adjetivo positivo más destacado de su personalidad, el cual se formalizaba a sus diez años. La secta LóngYu YǐnLuò promovía tradiciones honorables, centrándose sobre todo en la actitud de sus discípulos. En la ceremonia ShèngCì[1], que finalizaba la primera etapa de su vida, comprometía a su gente a ser virtuosa. Sobre su pómulo izquierdo, aparecían tres líneas verticales, llamadas ShénSī[2], los trazos eran tan delgados como un cabello, simbolizaban el limite permitido de pecados que podían cometer según el ShénBàn[3], su libro de reglas; se borraban automáticamente, estando sujetos a tres oportunidades de vivir éticamente. Los YǐnLuò se presionaban a sí mismos con la crítica pública, desarrollando gelotofobia y presión social que les hacía padecer urticaria. Esta era su Maldición Divina, la cual no veían como una condena, sino como una oportunidad de redención.
YǐnLuò WēnYí tenía sellado "Amor[4]" en su frente; era la única con dicho carácter. Se admiraba de ella misma por conservar ShénSī en su estado natural. No se imaginaba sin sus líneas rojas, vivía en balance, y así anhelaba mantenerse. Al adorarlas tanto, se dibujó otras tres líneas en su pómulo derecho, estas de tono rosa. Y gracias a que era hija del líder YǐnLuò, podía colocarse escarcha dorada en las mejillas, lo que la volvía espectacular.
DǒuMàn TiánYì había intentado entender su extraña filosofía de vida. La dama vibraba alegría y dulzura. Sus ojos zumbaban en melodía embelesadora de pasión por el simple hecho de estar con vida. Sin bromas, se afirmaría que, en total plenitud, amaba inmaculadamente; plagada del destello del cielo, saciada de la preciosidad de la tierra y deleitada con el placer cristalino de ser altruista.
Cualquier cosa podía resultar negativo; sin embargo, YǐnLuò WēnYí estimaba el desenlace sea cuál fuese.
— ¿Cómo resultó tu cita? ¿Te agradó SīKòu Fēng? —interrogó Sylvor.
— ¡Amo pensar que me gusta! —asintió, riendo y balanceándose. Cerró sus ojos. Sus cejas se curvaron, estimables—. Me he encariñado de su afabilidad. Creo que mi corazón adora la idea de convivir con él. Me he ensimismado en situaciones ficticias.
— ¿Adivino? —preguntó Sylvor, presionando la mejilla de YǐnLuò WēnYí—. ¡Amas que sea así!
— ¡Amo que lo sepas! Amaría que esto quedara entre nosotros. Mi padre adora que no exprese mis sentimientos, y yo amo saber que se siente tranquilo.
DǒuMàn TiánYì empujó discretamente a Sylvor y se paró frente a ella.
— YǐnLuò WēnYí, amaría que dudarás un poco si amarlo rápido o no. Te visto crecer… —Iba a soltar una fuerte crítica. Sacudió la cabeza y dio un paso atrás. Los ojos de YǐnLuò WēnYí se veían felices—. No hay cómo controlar las emociones… —susurró. Se tocó el mentón, meditativo. Poco después, solo pudo verbalizar—: Si resulta que SīKòu Fēng no es lo que aparenta y te lastima, contáctame, amaré destriparlo.
— ¡Amo que te preocupes! —sostuvo. Corrigió, contenta y segura—: SīKòu Fēng no es ese tipo de persona. Estoy segura.
— ¿Por qué tan segura?
— No existe una razón, solo estoy segura —garantizó. Sacó unas flores de su ropa y las colocó en el cinturón de DǒuMàn TiánYì—. No dudaré en regañarte si algún día repites que amarías destripar a SīKòu Fēng. Amaría que fueras más empático y menos desconfiado por tu bien. —Tomó sus manos. Cerró los ojos y se quedó callada largo tiempo—. ¿Sientes eso? Estoy confiando en ti. Créeme, no hay mejor sensación que la del amor —y dejó una rosa en la mano de DǒuMàn TiánYì, la cual lo obligó a abrazar. Se acercó a DǒuMàn JiāYí y le entregó una pulsera de margaritas. Espero a que se la colocara—. Me encantaría verte sonreír más —declaró. Se volvió hacia Sylvor—. Y a ti verte seguido, ya no juegas conmigo. Ordené que dejaran un regalo en tu alcoba. Lo vi y pensé en ti, espero que te guste. ¿Y bien?, ¿por qué no me tratas como antes?
— Antes eras pequeña —sonrió Sylvor—. Era normal platicar contigo.
— ¿Y ahora no? ¿Acaso me volví anormal?
— Amaría convivir contigo, tierna YǐnLuò WēnYí, pero eres una dama. Tienes una imagen que cuidar. Mi reputación arrastra rumores.
— Al fin le atinas a algo —murmuró DǒuMàn JiāYí.
DǒuMàn JiāYí y Sylvor cruzaron miradas. Sus ojos soltaron chispas.
— Amaría que todos se llevaran mejor —sonrió YǐnLuò WēnYí, conmovida. Repartió una galleta para cada uno. El chocolate suavizaba el estado de ánimo. Sus pupilas se curvaron en estímulo ágape—. ¿DǒuMàn XīngRuò?
— Está jugando —asintió Sylvor.
— ¿Está en Cube en este momento? —consultó, emocionada.
— Así es… ¡Hey! —la detuvo—, ya sabes que no puedes entrar, espera que termine.
— ¿La dejaste sola en Cube? —cuestionó DǒuMàn TiánYì, fastidiado.
— Es su poder mágico. Ella puede hacer lo quequiera con ello. ¿Qué tanto te preocupa?
— ¿Preocuparme? ¡Fùqīn es quién luego me regañará por esa mocosa!
El tiempo corrió. Los carruajes inundaron la ciudad. Los soldados limpiaron los caminos, paralelo a que los ciudadanos intentaban organizarse. Los soles se percibían realmente intensos. La gente curioseó por la zona, muchos estaban en sus ventadas, atentos. Los súbditos del emperador murmuraron entre ellos y guardaron largos silencios, admirados de las requisas de los líderes de Ocasip.
— ¿Adónde va tan rápido? —preguntó Piān Níhóng, afable.
— ¡Tenga cuidado! —gritó la joven, déspota— ¡Camina como si la calle fuera suya…!
— Creo que usted es la distraída, señorita —sonrió Piān Níhóng, pacífico.
La joven ladronzuela había chocado con él mientras escapaba. En sus manos, cargaba una torre de tomates. Esta se agitó gracias al impacto; varias cayeron al suelo. Pero la chica estaba apurada, no se quedaría a recogerlas. Escrutó el rostro del General de Ala, planeando escapar.
— Ay… —exclamó, en un suspiro ahogado, evidenciando que era ciego. No era mala mujer, entonces se sintió culpable—. No me di cuenta… —emitió, dudosa. Su cabeza se inclinó hacia adelante mientras que sus pies aguardaban la huida—. Yo…
Piān Níhóng colocó una expresión dulce. Su positivismo siempre lo mantenía de buen humor. No se ofendió.
Junto con la melodía, rocío rozando los pétalos sandía, la danza de las aves en el distinguido cielo agua y el preciso y distinguido aroma de notas doradas en el jugoso melocotón del cálido encuentro de satén, su respiración y gestos se contemplaron genuinos, de carácter considerado, grato e ingenioso.
La expresión canina, muestra de compasión y sensibilidad, que dominaba los extremos de su carácter, impactaron en la joven.
Ella parpadeó, boba.
— ¿Qué soy guapo? —preguntó. La chica negó en su consciencia, atónita—. ¿Alto? ¿Encantador? ¿Bondadoso? ¿Tal vez esbelto?
— Yo… lo… siento… No vi que era ciego…
— Siempre lo olvido —asintió, satisfecho. Se escuchó alagado—. ¿Está robando? —interrogó.
La señorita regresó a sus cabales. «¡No!», gritó, lista para correr.
Piān Níhóng desprendió su energía cubriendo el radio que los envolvía. La chica se quedó estática, como si dos personas hubieran clavado las suelas de sus pies en el pavimento y luego la sujetaran en contra de su voluntad de los brazos. Su cuello se tensó y su piel se sintió ajena. El poder del caballero era increíble. En esos microsegundos, distinguió como las piedras y el polvo palpitaron, temerosas.
— Ahora miente —sonrió Piān Níhóng, bondadoso.
— Tampoco… —chistó, nerviosa.
— Y vuelve a mentir, jovencita. —Como le estaba dando la espalda, Piān Níhóng se ubicó al frente de ella—. ¿Su nombre? —La dama estaba cabizbaja. La sorpresa la estancó en la nada. Piān Níhóng aproximó su mano para tocarle el hombro—. Señorita, su…
— ¡No soy señorita!
El General de Ala se quedó inmóvil. Su sonrisa se mantuvo fresca. El sol embelleció su figura.
— Eres encantadora —asintió, y recogió los tomates que estaban regados.
— General de Ala —habló JiàngYīn JùShēn—, si estaba robando, merece un castigo. Cortarle la mano es lo que se estipula.
Piān Níhóng accedió con un ademán.
JiàngYīn JùShēn dibujó una sonrisa que saturó el aire de la bandida. Acompañado del pesado sonido metálico, se colocó en posición y les ordenó a dos de los suyos sujetarla.
Los tomates cayeron como bellotas de un refugio destruido, un árbol vencido por el presuntuoso poder de una maquina pesada.
— LíngZé YúnChuān —repuso Piān Níhóng, tranquilo—, cuídala.
JiàngYīn JùShēn y los otros se detuvieron, desconcertados.
— Pero ella…
— Un susto es suficiente —declaró Piān Níhóng—. No lo volverá hacer.
JiàngYīn JùShēn, rabioso, enfundó su espada.
En ese momento, los soldados y el resto de los presentes se encontraban en medio de un evento. Una obra teatral estaba a punto de desarrollarse en medio de la Ciudad Imperial. Los astrónomos habían estudiado los cielos y señalaron que los dos soles se alinearían ese día y en ese punto, y la élite, en el estrado, gozaría de su intensidad si se ubicaban debajo. Los que estaban en la fortaleza de madera, que era casi idéntico a un pequeño coliseo, estaban aún acomodándose en espera de la función.
El anfiteatro relucía con la presencia de los rayos amarillo fuego. Su composición era cristalina por el exterior; el armazón, de roble. Para mantenerse en su estado, soldados, quienes estaban parados alrededor del enigmático centro, alimentaban al artefacto por turnos. Casi todo en el Imperio DǒuMàn funcionaba de esa forma; no era un país tan desarrollado como Snepden, pero la capital estaba próxima a los avances. En las noches, las diminutas aberturas de los caminos, pavimento de bloques de concreto, brillaban. El sistema de alumbrado se nutría con el Crystal Poy de gusanos de luz marinos, de enigmático resplandor azulino etéreo. Del mismo modo, el auditorio se había edificado base el Crystal Poy de artemias, las cuales, luego, fueron fundidas bajo la energía de los maestros Hé con una mezcla de técnicas secretas del clan YǐnXīng. Su cimiento había tardado horas. Y, ahora, se debía mantener la obra.
Como un soldado de buena posición y mérito notable, LíngZé YúnChuān tenía ordenes de limitar la cercanía de la población, demandas recibidas directamente por el General Lù ZhànXiāo. Con el nuevo mandato de su superior Piān, no supo a qué dirigir toda su atención, si a la joven o a su papel.
Piān Níhóng reconoció su duda. Sonrió y comunicó:
— Que alguien te releve. Consíguele ropa y que la bañen.
— ¿Luego…? —preguntó LíngZé YúnChuān, distraído.
— Trabajará para mí —justificó.
«¿Acaso eso es castigarla? ¿Trabajar para usted? ¡La está premiando!», criticaron varios, menospreciándola con la mirada.
— ¿Mmn? Deténganse —instruyó Piān Níhóng—, ya me hice cargo. Cuiden el área. Robaste para alimentar a los niños del sector D —le dijo a la joven.
La ladronzuela se espantó.
«¿Cómo lo sabe?», se preguntó. La verdad es que había robado porque varios niños se morían de hambre.
El General del Ala extrajo de su armadura una bolsa de riquezas. Para el asombro de los presentes, y para explicar los ridículos gestos de quienes tenían en toda la cara: "qué diablos es eso", la tela exterior del monedero era rosa y blanca, embellecido por el estampado de un racimo de flores de ciruelo.
El señor no estaba avergonzado.
— Entrégale una monea y piedra espiritual a cada uno —estipuló—. El soldado LíngZé te acompañará. No escapes, no le gusta correr. Utilizará a Shuāng Māo para capturarte. Y al felino le gusta rasguñar —advirtió, delicado y paciente.
LíngZé YúnChuān asintió, orgulloso. Su Hé era grande como un lince; y sus garras, largas, rozaban los quince centímetros.
En las inmediaciones, los colores de los estandartes del clan YǐnXīng, LiángZhū, MǔDān, ZǐTéng, HuángFǔ, Léi y DǒuMàn se presumían con magnificencia en el cuarto nivel del anfiteatro. Sus colores y el bordado capturaron miradas y destellaron al lado, unos centímetros detrás, de las figuras representantes. Al frente de ellos, en el barandal, había un tapiz heráldico. Y los asientos, para distribuirse en niveles y cuidar la imagen del emperador, se dividió de la siguiente manera: DǒuMàn XiānYú estaba apartado del resto, ubicado en medio de la fortaleza, a sus costados había dos asientos más, siendo en total cuatro; en la izquierda se sentarían DǒuMàn ShūYǔ y DǒuMàn RuòXī, y, a la derecha, sus hijos mayores, DǒuMàn JiāYí y DǒuMàn TiánYì. Más allá, en el ala derecha, se constituía Noddon, Léi Dàrén estaba primero y HuángFǔ ZhēnFù próxima. Y, al frente de ellos, cruzando el agujero, la base en la que se realizaría el espectáculo, se posicionaban los YǐnXīng, líder y señora, y MǔDān, líder y prima. Opuesto al emperador, se establecieron LiángZhū KuàiLè y ZǐTéng Gōng. Ya en los pisos inferiores, se ubicaban los familiares, discípulos y soldados de puestos relevantes, y el resto no era más que gente modesta que, por golpe de suerte, dado a sus labores, terminaron en el lugar.
— Usted… —suspiró HuángFǔ ZhēnFù, gustosa—. ¿Pretende ignorarme? —Lo examinó de soslayo—. Es un fastidio estar aquí, ¿no?
— ¿Cómo debo considerar sus intenciones? —interrogó Léi Dàrén, serio.
— ¿Hubiera preferido que ese documento no llegara? Es mejor que la gente piense que la secta Xiena Léi y la secta Heilongjiang HuángFǔ se detestan a muerte, y que no desaprovecharían la oportunidad de exponer al otro.
— Imaginé que diría eso.
— Las piezas de un juego de mesa no solo están destinadas a emplearse para una partida base sus reglas. Existen múltiples funciones.
— Anticipé eso. ¿Y qué gana? Conozco a detalle la firma de HuángFǔ MùChuān. La falsificó —acusó.
— Me encanta los efectos de las acciones, o el ciclo de los errores a conciencia. ¿No es hermoso contemplar cómo alguien paga su deuda ante la vida con su ruina? ¡Lo adoro! Dejaré ese tema de lado. Observe, Léi Gōng —dijo, sin mirar a lo que se refería—, MǔDān Gōng ya está tramando algo con YǐnXīng Gōng. Es innecesario mirarlos para saberlo. Sus ojos lo examinan como si fuera un parasito. ¿Podemos apostar? —Léi Dàrén no negó—. Le digo que platicaran conmigo tan pronto se termine esto. Ansían la espada de mi hijo. Usted no respondió a la propuesta de disculpa que le planteé.
Léi Dàrén frunció el ceño.
— ¿Era necesario exponer el hallazgo de…?
— Arma de doble filo —sentenció HuángFǔ ZhēnFù, interrumpiéndolo—. O esta cuchilla es incrustada en nuestros cuellos o en la de ellos. Eso depende si continúan avanzando o deciden detenerse.
En Noddon, hace no mucho, había suscitado un fuerte temblor. Se investigó el epicentro; se dio en la insoldable profundidad del mar. El fenómeno provocó una magnifica prodigiosidad, la sacudida partió las capas de la vasta extensión marina. Alteró el equilibrio de las aguas desvelando especies ocultas por milenios. Las inéditas criaturas del océano se adaptaron rápido a la renovada biodiversidad acuática. Léi Dàrén guardó silencio y, en secreto, tuvo una reunión con HuángFǔ MùChuān, en la que firmaron un acuerdo. Durante ese tiempo, los discípulos del Norte, del clan HuángFǔ y Léi, aprovecharon los recursos y se sumergieron al mar en busca de Hé.
Un maestro Hé debía ser paciente y cultivar adecuadamente el Crystal Poy de su inquilino. Los discípulos del Norte evitaron utilizar sus habilidades, fortaleciendo el poder del Hé. Nadie del consejo lo dijo de frente, pero muchos calcularon el tiempo y maldijeron a Léi Dàrén. El tiempo era esencial si un clan quería ser superior a otro. Y, en esa situación, Noddon llevaba la ventaja. Si acontecía un ataque, el Norte ganaría; sobre todo, porque los Hé del mar eran los más dominantes, si provenían de generaciones antiguas en reserva, mucho más; en cambio, el Sur se había quedado sin recursos oceánicos.
DǒuMàn XiānYú discutió coléricamente con Léi Dàrén. El Señor del Norte le explicó que no confiaba en nadie del consejo para enviarle una carta anunciándole de lo ocurrido. Aquel era un tema que prefería hablar directamente con él, y que había visto el viaje hacia el Imperio DǒuMàn como una oportunidad para platicar de ese y otros temas. Dejando su rabia de lado, DǒuMàn XiānYú lo comprendió. Todos eran unos oportunistas, hubieran votado por la importación rápida cuando los nuevos seres todavía debían acoplarse y reproducirse. Luego de dejar las cosas claras, regresaron a su amistad de siempre. Pero el emperador comenzó a dudar de su amigo y Léi Dàrén optó por hacerse el de la vista gorda y el desinteresado.
— De acuerdo—aceptó, firme. HuángFǔ ZhēnFù bebió de su copa, lo contempló curiosa—. HuángFǔ JiānWú se casará con Léi XuěYún.
El cuerpo de la joven señora se colmó de felicidad.
Léi Dàrén distinguió una tierna sonrisa bajo su velo. Aquello lo estremeció. Nunca había visto sonreír de armonía inocente a HuángFǔ ZhēnFù. La primera vez que la vio contenta, o expresando alegría, fue cuando castró a una banda criminal que abusó de mujeres de un pueblo de Heilongjiang, y, luego, la escuchó reír a carcajadas cuando les obligó a comer sus extremidades. Ella aseguró que era lo justo, considerando que las muchachas se habían suicidado al quedar deshonradas y para evitarles la vergüenza a sus padres. Complacida, les entregó los criminales a las familias dañadas. Lo ultimo que escuchó fue que los esclavos vivieron horrores hasta su muerte.
— Espero sus futuras visitas —articuló, sincera y grata—. Sirvió de algo venir hasta aquí. En serio, esto me da asco, pero esto otro lo reconforta. Léi XuěYún se verá adorable vestida de novia, ¡ayyyy! Se verá mucho mejor vestida con las prendas de la secta Heilongjiang HuángFǔ. No se arrepentirá, Léi Dàrén, verá que Léi XuěYún será la esposa más feliz.
— ¿Por qué no vino HuángFǔ MùChuān?
— Yo soy más convincente. Además, usted permitió que el fuego ingresara en Noddon. Mi esposo jamás lo dejaría desprotegido. Se quedó como lo que es, o como lo nombran, el Sub-Señor de Noddon, así que, si esas apestosas ratas de oro intentan hacer algo, no se preocupe, mi querida Léi XuěYún estará a salvo.
— ¿Qué podrían hacer? Estamos en paz.
— ¿En paz? La gente baila en un pavimento de huesos; son caníbales que festejan en la miseria; presumen frente de los desdichados. En todos estos años, ¿qué han hecho por sus pueblos? ¿Paz? En las tierras habita un sentimiento pausado, colmado de resentimiento, entre el pueblo y el imperio y sus señores. La cuerda se está descosiendo. Y ellos necesitarán de líderes para guiar la lucha. No hay paz. La cuna de oro, en la que duerme el dragón, está cayendo, y usted, esta vez, no dudará en elegir al bando correcto, porque es consciente, Léi Gōng, de que DǒuMàn XiānYú lo asesinará si se opone a masacrar rebeliones de causa noble. Todos aquí quieren Noddon, no somos más que un obstáculo para sus fines; nos matarían si pudieran.
— ¿Por qué duda tanto de todo el mundo? —interrogó Léi Dàrén.
— ¿Por qué habría de confiar en alguien?
— ¿No confía en su esposo?
— Adoro y amo a mi esposo. Sin embargo, mi sentido de supervivencia me mantiene alerta.
— ¿Y usted es de confianza?
— Todo ser humano está destinado a corromperse. Supervivencia, Léi Gōng, supervivencia.
— Pero no traicionaría a los suyos.
— Antes me arrancaría las costillas, una por una.
— ¿Y traicionaría a otros?
— Si hay una forma de evitarlo, no; pero si se compromete con la vida de mi hijo o esposo, y ahora la de mi futura hija, Léi XuěYún, sí; si solo es la mía, moriría antes de hablar.
— Digna de ser HuángFǔ ZhēnFù —admiró Léi Dàrén—. Espero que mi hija aprenda mucho de usted.
— ¡En serio, muero por verla vestida de rojo! Su hermosa cabellera negra y el maquillaje en esa pálida dermis, destellará más que Natural Glacier.
En el lado Sur, donde grandes cabezas estaban decoradas con el brillo de los soles, y, desde sus nucas a la cima de sus cráneos se expandía una cálida bienvenida primaveral con aroma a crisantemo, la cual era mezcla de la tierra sana y la bendita fertilización de minerales que aparentaban eternidad y una belleza extendida hacia la riqueza y la buena música, MǔDān Gōng articuló:
— ¿Por qué está tan feliz?
Sus palabras se escucharon metálicas y resonantes, traía una máscara de bronce que cubría su rostro con un amuleto asociado a las dolencias en medio de la frente; otras zonas de su cuerpo estaban revestidas del mismo material.
— Creo que acaba de vender al hijo —esclareció YǐnXīng Gōng.
— ¡¿Venderlo?! —se exaltó— ¡¿Lo vendió?!
— Tranquilo, cariño —le dijo MǔDān ZhēnFù, su esposa.
— ¡¿Tranquilo?! ¡¿Sabes todo lo que hice para que…?! —Se detuvo, todos se volvieron hacía él— ¡Mierda! ¡Esa sucia extranjera!
— Me quedo con tus cosechas de este mes —asintió YǐnXīng Gōng, siguiendo lo acorado en la apuesta—. Fue un buen negocio, bueno, para mí —añadió delicadamente, fingiendo consideración con su compañero de juego.
— MǔDān Gōng, no se exprese a sí de una dama —aconsejó YǐnXīng QīngPíng—. Le recuerdo que HuángFǔ ZhēnFù le salvó la vida una vez. Debería…
— ¡Yo preferí la muerte a su ayuda! —escupió, desenfrenado—. ¡Esa me salvó sin antes consultarme!
MǔDān ZhēnFù le pasó un pañuelo.
«¡No lo hizo porqué fuese amable, sino porque le beneficiaba!», reflexionó MǔDān Gōng.
YǐnXīng QīngPíng supo leer sus pensamientos: «¡Hombres!», concibió ella. «Todos idiotas».
— YǐnXīng Gōng, ¿qué hace mi hijo con LiángZhū KuàiLè?
YǐnXīng QīngPíng era la madre de YǐnXīng LíngJiàn. Se sorprendió al verlo platicando con LiángZhū KuàiLè. La mujer jugó en su asiento, se movió de un lado a otro buscando la mirada de su hijo, quería que acudiera a ella y le clarificara sus intenciones.
— Oh… —expresó YǐnXīng Gōng—, ¿qué cree que hace ese joven? ¿Se conocían?
— Mi hijo nunca lo mencionó.
LiángZhū KuàiLè era el hijo de un difunto rey que rindió su ejército para evitar una masacre, regente de las islas Lircay, Corca y Yauyos; como no protestó ante el emperador, aquel le permitió encargarse de las tierras a cambio de renunciar a su título y servirle como vasallo. Hace cuatro años que el señor había fallecido, era LiángZhū KuàiLè quien administraba por herencia, desempeñando fielmente el compromiso de su padre. Como nuevo y joven gobernante, dejaba mucho qué decir. Se caracterizaba por ser parlanchín, excedía lo que toleraba la sociedad. Era excelente anfitrión para las alamas alegres e interesantes; sin embargo, todos en el Imperio DǒuMàn, personas que estaban centradas en cometer pecados capitales, lo consideraban una molestia. LiángZhū KuàiLè, a pesar de su desenfreno y extravagancia, demostraba ser alguien justo y noble. Vestía llamativo, portando glamurosas prendas de pueblos indígenas, obsequios de sus anfitriones, las cuales presumía, promocionando donaciones. Era un fiel explorador y sociólogo, conocía un poco de todo y se expresaba con lenguas e idiomas de otras zonas, olvidando sus tradiciones y dejando de lado su propia cultura. Tenía tratos comerciales con muchas personas, siendo la cabeza de toda conexión. Sus amigos lo amaban, le eran fiel. LiángZhū KuàiLè refutaba por lo correcto sin miedo, y jamás había desestimado a alguien presumiendo su apellido y linaje. La gente en Lircay, Corca y Yauyos lo adoraban casi como a un dios, siendo el más caritativo en donaciones y un fastidioso activista sofocante en leyes de protección.
— Ay, niño —le dijo a YǐnXīng LíngJiàn—, sé directo. —Le acarició la mejilla. Llamó a su sirviente, demandó que le trajera más bocadillos—. No dudes. ¿Qué tienes que decir? No creo que sea tan malo como almorzar gusanos de seda.
— Necesito un favor.
— ¿Un favor?, ¿con qué pagaras?, ¿con tu cuerpo? ¡Puedo hacerte un descuento! Jajaja, es broma. Bueno, siempre puedes esperarme en mi dormitorio. —Inclinó su cabeza—. De nuevo, ¡broma! El costo depende el favor.
— Yo tengo un amigo, lo conocí hace mucho tiempo en un viaje. Hace unos años falleció, su hijo quedó solo. Era pequeño, pero su padre le enseñó bien. Trató de administrar las tierras, pero fue atacado por unos bandidos y tuvo que huir; sus esclavos fueron asesinados. Una señora, heredera de una buena fortuna, lo encontró y cuido; lo crio como a un hijo.
— ¿A qué quieres llegar? ¿Qué quieres que haga? No entiendo.
YǐnXīng LíngJiàn esbozó una sonrisa, nervioso. Negó con la cabeza. Continuó explicando:
— Luego del ataque, el pequeño perdió la memoria y se volvió mudo.
— ¿Mudo? ¿Quieres que le enseñe hablar o algo así? YǐnXīng LíngJiàn, yo puedo crear riqueza, pero ¿hechizos…? Como cualquiera de aquí, no tengo ese don. Los dioses castigaron a todos. Por si te lo preguntabas, no poseo le privilegio de haber salido ileso. Mi clan…
— Sé cómo funciona su clan. Lo sé. Yo no pido que le regrese el habla. Verá, lo encontré hace poco, nunca dejé de buscarlo. La señora que lo estaba criando falleció. Sin embargo, antes de morir, la dama le contó la verdad y el joven recuperó la memoria.
— ¿Y…?
— Quiero que usted lo represente.
— ¿Quieres que lo represente? ¿Cómo o para qué?
— Quiero que el hijo de mi amigo trabaje para mí. Ahora que pertenezco al consejo, yo podría contratarlo solo si alguien notable vela por él. Como soy quien lo presenta, nadie de mi clan puede interceder. —LiángZhū KuàiLè dudó. YǐnXīng LíngJiàn repuso, exaltado—: ¡Tiene talento, lo juro!
— Te has puesto guapo con los años, YǐnXīng LíngJiàn. Pero… ¡Agggg!, mira, ni siquiera conozco al joven. ¿Está aquí?
— De viaje. Llega en unos días.
LiángZhū KuàiLè estudió el panorama. Solo había un puesto del que se buscaban candidatos porque en un tiempo estaría libre. A LiángZhū KuàiLè se le borró la sonrisa y contempló seco a YǐnXīng LíngJiàn. Lo intimidó con la mirada.
— ¿Quieres que lo vuelva embajador? ¿Tanto querías a tu amigo? ¿Lo haces por una promesa o algo así?
— Él me salvó la vida y protegió a mi hermano. Me sirvió bien.
— ¡Ánimas!, ¡¿quién le puede decir que no a ese rostro?! —proclamó, sonriendo de nuevo. Tocó las mejillas de YǐnXīng LíngJiàn y jugó con ellas un rato— ¡Está bien! Si dices que es talentoso y, claro, si eres capaz de asumir las consecuencias en caso me mientas, entonces te apoyo. No obstante, no puede ser embajador así no más. ¿Eso en qué clase de gobernante me convertiría? ¿Ha recibido la educación adecuada? No lo digas. Pagaré su educación. Escúchame bien, entrénalo un tiempo y, luego, lo envías a Corca. Hay mejores eruditos allí. Podrá ser todo tuyo cuando termine su formación. Espero que esto no sea negocio de tu familia. Si me entero de que me engañas, te cerraré las puertas y devolveré a tu hermano a su hogar.
— Puede confiar en mí, LiángZhū KuàiLè —dijo. Colocó en sus manos, sin que nadie lo viera, un fino hilo blanco—. Esta es la mejor de sus inversiones, no se arrepentirá.
— Eso veo —susurró LiángZhū KuàiLè, casi enmudecido. Su cuerpo se erizó y ocultó el hilo prestamente—. Espero que algún día hagas algo similar por mí.
— ¿Tiene hijos? —Ambos rieron—. No se preocupe, allí estaré. Si necesita uno de mis dedos, no dudaré en cortármelo.
— Hakuna shida[5]. Relax, nene, relax, tampoco exageres.
YǐnXīng LíngJiàn lo besó en la frente, agradecido.
LiángZhū KuàiLè le tiró un manotazo en la pantorrilla, riendo, indiscreto.
YǐnXīng QīngPíng se quedó atontada y contrariada. No supo qué hacer, si ir detrás de su hijo o ir a afrontar a LiángZhū KuàiLè por lo que acababa de hacer.
ZǐTéng Gōng regresó y tomó asiento, se había cruzado con YǐnXīng LíngJiàn, quien ni siquiera lo saludó. Le preguntó a LiángZhū KuàiLè:
— ¿De qué platicaban?
— ¿Te importa?
[1] Regalo Sagrado. 圣赐 (shèng cì)
圣 (shèng): "sagrado" o "santo". 赐 (cì): "regalo", "don" o "gracia otorgada".
[2] ShénSī (神思) puede significar "Pensamiento Divino" o "Reflexión Espiritual".
[3] Lazo Divino. 神绊 (shén bàn)
神 (shén): "divino" o "dios". 绊 (bàn): "lazo" o "vínculo", también puede implicar una conexión o atadura profunda.
[4] Amor. 爱 (ài)
[5] "No hay problema" del idioma suajili.