Chereads / Misticismo Perdido / Chapter 31 - Capítulo 29: ¡Es un conocido!, parte 1

Chapter 31 - Capítulo 29: ¡Es un conocido!, parte 1

Los adinerados aventureros declaraban que Grumelia era una de las más bellas provincias de todo Snepden. Narraban, entusiasmados, sus estadías en aromatizados y cálidos puntos de encuentro, donde el festejo nunca terminaba, la tristeza nunca florecía y la ignorancia huía espantada.

Quien recibía mejores halagos era la ciudad principal, poseedora del mismo nombre, administrador de amplias calles, corazones prósperos que emanaban inigualable elegancia cultural.

Los bulevares, que se erguen, estaban flanqueados por árboles que creaban un dosel blanco. El camino, el cual era acera de mármol pulido, se abría paso por las mansiones más opulentas y exclusivas, acercándose a las viviendas de estilo georgiano y neoclásico, hasta arribar más allá de la Iglesia Ortodoxa de Kimiya Mag. Los edificios, ¡la arquitectura como tal!, bordeaban las avenidas con fachadas de piedra tallada, balcones de hierro forjado y ventanales que reflejaban la luz del sol como diamantes brillantes.

La última tendencia de joyería deslumbrante, arte exquisito y de alta costura, se exhibía en escaparates adornados con glamur. Los restaurantes, cafés y pastelerías estaban moderadamente atestados, ofrecían terrazas amplias de temática floral que les bridaban una energía única e interesante. Los comensales, los clientes o los simples ciudadanos que paseaban, lucían de lo más complacidos. Niños jugaban en las farolas de decorados clásicos, los botones de sus chalecos saltaban y sus sombreros, hechos a la medida, los cubrían de aquella luz natural que aún no se disipaba.

Muy lejos de los rincones de la urbanidad, que emanaban un aire de refinamiento popular, donde la opulencia no existía, pero la belleza residía; se encontraba Sanctuary of the Dawn, palacio de la familia Caelifer.

El cuerpo de Zhì Yuè yacía en su lecho cubierto por un dosel translúcido, tejido de hilos que parecía robados de la luna. Alrededor de su joven cuerpo, un océano de almohadas y cojines se desplegaba; eran sus protectoras, nubes atrapadas en la quietud de una tormenta pausada.

Todo el aposento era un santuario de blancura inmaculada y divina. La pureza rozó lo irreal; ni el ártico ni el alba podrían rivalizar con la palidez de las sábanas que envolvía la palidez de Zhì Yuè. Su cabellera rojiza, desordenada y libre, era un enjambre de lana carmín sobre su rostro perlado de sudor.

Un escalofrío espectral recorrió su cuerpo. Tembló como si el viento del abismo lo atravesara. Su respiración, la que se frenaba de vez en cuando, se convirtió en un torrente angustiado. Las perlas saladas sobre su piel brotaron frenéticamente. Su figura se retorció en el lecho, retenido en las garras de un sueño ominoso. Liberó varios géminos sofocados colmados de dolor insoldable.

Su memoria se quebró. Se fragmentó como un cristal frágil. Una extraña sensación de vacío lo envolvió mientras conectaba los pedazos perdidos de su conciencia. ¿Dónde había estado? ¿Qué le había ocurrido?

Zhì Yuè abrió los ojos de golpe. Su respiración era irregular. Sus pupilas, dilatadas por el miedo, buscaron un punto de anclaje en la habitación. Levantó una mano hacia su pecho. Sintió los latidos frenéticos de su corazón. Este palpitaba con una intensidad que le resultaba distante.

La tos irrumpió sin previo aviso. Le rascó la garganta, seca y dolorida. Trató de tomar aire entre jadeos torpes. Sus labios estaban agrietados, y una sensación áspera se extendió desde su lengua hasta lo profundo de su cuello. Con un movimiento vacilante, se incorporó. Su cuerpo se sentía extraño, torpe, como si hubiera olvidado cómo moverse con naturalidad.

Al mirar a su alrededor, reconoció el lugar. Las paredes, el suelo, los muebles… Zhì Yuè estaba en su dormitorio. Sin embargo, algo no encajaba. A pesar de la familiaridad del entorno, el espacio parecía cargado de una energía diferente, un aire pesado que lo mantenía en un estado de alerta.

Se quedó inmóvil. Observó las sombras que se proyectaban en las esquinas de la habitación. Su pecho subió y bajó con lentitud mientras intentaba calmarse. Sabía que este era su refugio, pero ahora se sentía extraño. Se puso de pie torpemente.

«¿Cómo llegué hasta aquí?», se preguntó.

Una imagen borrosa emergió en su mente. El recuerdo se esforzó por atravesar su desconcierto.

En aquel vestigio, Zhì Yuè se veía a sí mismo junto a Yamagata y los demás, saliendo del Abismo Cueva Subterráneo. Las paredes húmedas y resbaladizas se cerraron a su alrededor, mientras el agua comenzó a inundarlo todo. La presión fue insoportable, tanto que las mismas rocas que los rodeaban cedieron. El caos fue absoluto y todo se derrumbó en un estruendo.

Fue entonces cuando Pax Cogno surgió como un salvador en medio del desastre. Su presencia imponente no dio espacio a dudas: Los salvó. Con fuerza sobrehumana, lo arrastró a él y Yamagata hacia la superficie, mientras el resto, Lucius y Dashiell, lucharon por su cuenta contra las corrientes que los deseaba engullir. ¡El impulso de sobrevivir prevaleció!

Al alcanzar la superficie, el grupo se dispersó. Cada uno nadó hacia la orilla más cercana. Buscaron tierra firme. Zhì Yuè, agotado hasta el límite, logró arrastrarse en el pasto. Sus manos se hundieron en el césped empapado, y cada movimiento era un esfuerzo titánico. Su cuerpo tembló incontrolablemente. El aire frío le cortó los pulmones.

Fue entonces cuando levantó la vista. Frente a él, dos enormes pies peludos de conejo se alzaron como una barrera ineludible. Su mirada subió lentamente, hasta encontrarse con el rostro severo y desaprobador de Nizthe. La expresión de su hermano era un mosaico de amargura y exasperación, sus ojos brillaron con una intensidad que lo hizo retroceder. Las orejas, largas y tensas, se movieron con vida propia, proyectaron una presencia ominosa imposible de ignorar.

Apenas Zhì Yuè tuvo tiempo de asimilar el momento cuando, detrás de él, los demás jóvenes se desplomaron en el suelo, vencidos por el agotamiento y el trauma. Sólo Pax Cogno permaneció de pie. Él los observó con una mezcla de cansancio y resolución. Zhì Yuè se obligó a mantenerse consciente, aunque su mente osciló entre la confusión y el pánico.

«Nizthe me capturó al final».

Zhì Yuè se tocó la cabeza. Se tiró sobre el colchón.

«¿Y ahora qué? Yo realicé un juramento. No puedo quedarme. No tengo el derecho de estar en esta casa».

Pensando en sus deberes y regañándose a sí mismo, sintió que algo le faltaba. No vestía mucha ropa, solo una bata ligera y ancha. Se tocó todo el cuerpo, intranquilo. Había algo distinto en su cuerpo, faltaba algo. Estuvo a punto de caerse de cara al ponerse de pie. Su pierna se enroscó en las frazadas. Descalzo, buscó por todo el dormitorio. Se sorprendió de ver una almohada y sábana debajo de su cama. Le pareció raro.

Envuelto en el blanco lienzo de su bata, Zhì Yuè emergió de su dormitorio como un espíritu. Sus pasos fueron ligeros. Sus pies acariciaron el mármol helado del patio. Llevó consigo un aire de misterio que evitó cualquier mirada curiosa. Evitó que la gente lo viera, quiso mantenerse en el anonimato.

Al avanzar, su instinto lo llevó a esconderse entre las columnas de los corredores. Allí, en uno de los rincones apartados, se fundió con la penumbra. El aire estuvo más pesado, saturado. Una tensión silenciosa lo envolvió, como si cada aliento que tomaba fuera compartido con algo más. Zhì Yuè no se movió. Permaneció en ese lugar, observando, mientras su propia inquietud se entrelazó con el murmullo distante de voces y pasos apresurados.

Desde su escondite, contempló cómo el jefe de la servidumbre abandonó la estancia con la paciencia de quien domina su entorno. Detrás de él, una hilera de sirvientes desfiló en completo orden, dejando sobre la mesa una colección de bandejas que conformaban lo que solo podía describirse como un desayuno abundante y meticulosamente dispuesto.

Cuando el último de ellos desapareció de su vista, Zhì Yuè se movió. Lo hizo con la precisión de un cazador y la delicadeza de un conejo. Cruzó el umbral del cuarto en silencio, cada paso medido para no perturbar la quietud del lugar. Ningún par de ojos lo vio, ningún oído captó su presencia. En ese momento, él no era más que un espectador clandestino.

— Eres un intruso en Dulcet Veil of Cloud y, para colmo, te atreves a poner un pie en Sanctuary of the Dawn —sentenció Zenobia Caelifer, la matriarca de la familia, con voz cortante y mirada de acero—. No sabemos nada de ti, ni de dónde provienes. Ni siquiera tengo la certeza de que tu nombre sea verdadero. Habla de una vez, ¿qué linaje te atreves a reclamar?

Zenobia Caelifer observó a su interlocutor con una mirada que destiló desprecio. Sus labios se apretaron en una línea fina y severa, apenas disimulando la desconfianza que sentía al tenerlo frente a ella. Cada palabra que pronunciaba salía de su boca como una sentencia irrevocable. El estoico Yamagata, por su parte, se mantuvo inmutable. Su rostro no mostró atisbo de emoción, y su cuerpo, recto como una columna, desafió la dureza del entorno. Zenobia se detuvo un momento, evaluó su calma con creciente irritación. Se tomó el silencio del joven como una ofensa.

— No lo recuerdo —respondió Yamagata, impávido.

— Vuelves a evadir mis preguntas. ¿Acaso nadie te ha enseñado que ignorar a quien te habla es una falta imperdonable de educación? Yo soy tu anfitriona, y exijo que muestres el respeto que corresponde.

— Él es mi invitado —interrumpió Cassius, hermético. Su voz se detectó igual de inexpresiva que la de Yamagata—. Yo soy su anfitrión.

El lado blanco de la cabellera de Cassius suavizó su cruda expresión. Su baby hair decoró su perfil. Se estimó cautivador. Su porte recto y elegante emanó una quietud espiritual etérea. En su rostro, imperturbable como un lago, se dibujó la delicadez orientada a la bondad, contradiciendo su neutra expresión. Y sus ojos verdes, aunque no deseaban alejar o intimidar, terminaron por dar dichas impresiones.

Ese día, como excepción, había en Cassius una especie de contradicción que Zhì Yuè figuró como encantadora. La habitual rigidez de su cara se había desmoronado mínimamente. Cassius no era de los que se expresaban con palabras efusivas ni gestos grandilocuentes. Zhì Yuè había aprendido que Cassius se comunicaba más con los pequeños actos. Las emociones de su primo eran un misterio para quienes lo rodeaban; generalmente, tildado como un vanidoso y engreído por el resto. Sin embargo, Zhì Yuè podía reafirmar que Cassius, en realidad, era el elemento apaciguador de su familia.

«¿Invitado de Cassius?», se sorprendió Zhì Yuè. «Cassius no es malo, pero tampoco es tan… permisivo. Zenobia luce enfadada. ¿Cassius no le pidió permiso…? ¡Qué raro!»

— Tú tampoco eres digno de pisar este lugar —espetó Zenobia con desprecio, su tono cargado de veneno—. Eres una mancha en esta casa, un intruso que corrompe con su mera presencia el linaje de tus primos. Gente como tú no debería siquiera cruzar nuestra puerta.

La agresión atravesó el aire. Cassius se mostró imperturbable y sereno. Ni una arruga en su frente, ni destello en sus ojos delataron emoción que pudiera utilizarse en su contra. Mantuvo su mirada fija en su abuela, no con desafío, sino con calma.

El silencio que continuó fue elocuente. No realizó algún parpadeo apresurado.

— Usted le dijo a Yamagata que se quedara —aclaró, en tono bajo, pero seguro. No había rastro de enojo o rencor—. Como anfitrión, es mi deber acompañarlo si percibo su incomodidad. No lo dejaré solo. Lamento ser una molestia en Sanctuary of the Dawn.

La cara de Yamagata estaba obstruida por su mascara. No había permitido que nadie viera su rostro, ni que le retiraran la careta a pesar de las peticiones. A raíz de eso, era imposible de deducir si Yamagata estaba o no incomodo. Su cuerpo tampoco comunicaba dicha emoción.

«¡Cómo él y Cassius son similares, se comprenden!», infirió Zhì Yuè, admirado.

— ¿A qué te dedicas exactamente? —inquirió Zenobia Caelifer con una ceja alzada y una mirada cargada de desdén—. ¿O acaso vienes de uno de esos gremios de magos de poco reconocimiento? Dudo que tengas la capacidad o el linaje para pertenecer a uno respetable. Desde luego, no pareces alguien que pertenezca a nuestro mundo.

— No lo sé.

«¿Lo hace para enfadarme?», se preguntó Zenobia.

«Creo que lo estoy haciendo bien», se felicitó Yamagata.

El chico estaba convencido de actuar cortés. No tenía idea del efecto de sus palabras ni el tono de su voz. No se le escuchaba grosero, sino desconectado y lúgubre. ¡Pero esa era su forma de ser! ¡Él no sabía cómo interactuar con las personas! ¡Sus intenciones no eran quedar como un malcriado!

Zenobia Caelifer lo observó irritada y desconfiada. Sus almendrados ojos se entrecerraron en cada una de las respuestas de Yamagata. Realmente pensó que el joven se concentraba en ofenderla.

— ¿Cómo es que un ser tan fuera de lugar como tú se atreve a presentarse aquí? —le dijo a Yamagata, firme, pero impregnada de una frialdad que congeló el aire—. Tus gestos, tu postura, incluso la manera en que pronuncias tus palabras, todo en ti respira una incomodidad que ni el tiempo ni la educación disimularían. Eres un visitante en mi casa, y debo admitir que tu presencia me resulta perturbadora e irracional —añadió, ladeando ligeramente la cabeza y mirando a Cassius—. ¿En tu mundo —preguntó con tono sutilmente mordaz— se permite que los despreciables se presenten ante los distinguidos con tanta facilidad? Por si no lo sabías, los valores aquí son más elevados.

Yamagata Kiriya se quedó en silencio. En su inocente percepción, ordenó las palabras y halló un consejo de vida. Respondió:

— Gracias. Lo tendré en cuenta.

Zhì Yuè se puso de pie y avanzó delicadamente hasta otro mueble. Quería ver si lo que buscaba se encontraba allí. Sin embargo, antes de aproximarse a la siguiente columna, cruzó ojos con Yamagata. Este último se puso de pie por la impresión.

«¡No, no! ¡Ignórame! ¡Finge que no me viste! ¡Siéntate, siéntate!», gritó Zhì Yuè en su cabeza. Realizó varias muecas. Yamagata entendió.

— ¡Au! —emitió Yamagata, seco y lúgubre. Se tiró al piso—. El sofá tiene algo. Me golpeó. Disculpen.

Yamagata se sentó en el asiento del lado.

Por fin, Zenobia le colocó la etiqueta de "vulgar". Por su parte, Cassius se preguntó qué le había pasado. Ambos estaban en butacas que le daban la espalda al que se ocultaba en la habitación.

Zhì Yuè se acercó a la puerta para abandonar el lugar. Yamagata no le quitó los ojos de encima.

De pronto, la cabeza de Zhì Yuè cochó contra algo peludo.

— ¿Te vas tan rápido, hermano? —preguntó Nizthe.

Nizthe atrapó a Zhì Yuè antes de que huyera. Lo sujetó sin piedad. Prontamente, lo llevó a su habitación y lo vistió con las prendas representantes de la casa Caelifer. En orden, regresó al salón y entregó a Zhì Yuè como si fuera un prisionero.

— ¿Por qué siempre me pasa esto? —murmuró Zhì Yuè.

Él estaba arrodillado en el suelo. Miró hacia el cielo esperando respuestas de un narrador omnisciente.

¿Spoiler? No recibió ninguna.

— ¡Genial!, sigilo nivel ninja —se burló Nocflo.

Este joven ingresó al salón con una energía incongruente. La atmosfera solemne del lugar recuperó algo de vida. Su jovilidad era suficiente para descolocar a la rígida Zenobia, su abuela. Las curvas de sus labios sugirieron que encontró algo profundamente divertido en la escena.

Su caminar fue fresco. No caminó con arrogancia, pero hubo un frescor tan natural que rozó la insolencia. Por un momento, sus pasos resonaron más de lo que deberían, un detalle que pasó inadvertido, pero no para la matriarca, cuyo rostro se contrajo en desaprobación.

Nocflo notó la severa mirada. No obstante, no lo demostró en absoluto. Es más, su expresión se inclinó aún mas hacia el jubilo travieso.

— De quién habrá aprendido —espetó Hill, serio—. Espía de bajo presupuesto.

Hill era el último hermano de Nizthe. Para ser pequeño, era desmedidamente renegón. Se plantó en la habitación con la autoridad de un monarca agraviado. Frunció su ceño hasta formar un surco profundo. Con los brazos cruzados en el pecho y el pie golpeando rítmicamente el piso, emitió un aire de martirio.

En ese momento, Nunu apareció mágicamente detrás de Zhì Yuè. Saltó y se restregó en el muchacho.

Zhì Yuè lo abrazó, contento. Preguntó:

— ¿También vas a juzgarme?

El rostro de Hill se retorció en una mueca de enojo. Su labio inferior tembló ligeramente de frustración. Sus grandes y brillantes ojos lanzaron una mirada furiosa.

— No puedes sentirte juzgado —sentenció.

Zenobia dirigió una mirada de desprecio hacia Zhì Yuè. Su genuino remarcado por la severidad de los años y la desconfianza cultivada a lo largo de su vida colmada de prejuicios, se tensó con el mínimo atisbo de un gesto: Una leve arruga en la frente y un encogimiento de su boca.

— Por fin decides honrarnos con tu divina presencia —se mofó Zenobia, bebiendo su té.

— ¡Un acto digno de un premio! —asintió Nocflo—. Lástima que los premios sean para gente que avisa antes de desaparecer como mago de feria.

— Detente, Nocflo, no seas cruel —intervino Nizthe, aunque el veneno de su tono lo desmintió—. Seguro hermano tenía un buen motivo para abandonarnos. Algo trascendental. ¿Verdad? ¿O fue una excursión filosófica al reino de "no sé qué estoy haciendo con mi vida"?

Zhì Yuè abrió la boca para hablar, pero Luna lo interrumpió. Se le acercó con dulzura.

— Oh, ya basta. ¿No ven que está agotado? —Abrazó a Zhì Yuè—. Aunque sí me gustaría saber qué pensabas cuando decidiste convertirte en un ninja fugitivo sin dejar una nota.

Zenobia observó la escena con una rigidez palpable. Su rostro palideció en indignación y preocupación por Luna. ¡Abrazar a esa cosa! Luna estaba cometiendo una afrenta a su propio honor. Por más que le había explicado, Luna no parecía entender que Zhì Yuè no era su verdadero hermano.

Un estremecimiento recorrió su cuerpo. Se trató de la repulsión ante una trasgresión de su orden moral.

— Luna, siéntate a mi lado —exigió de inmediato.

Antes de alejarse de su lado, Luna sostuvo con afecto las manos de Zhì Yuè. Le dijo:

— Te quiero. Es bueno verte bien.

El afecto era contrario con el resto de los presentes. Sus primos y hermanos lucían molestos con Zhì Yuè. Cada uno de ellos desbordó un aura negruzca. Sus ojos se vieron un poco más intensos.

El aire negro que salió de Hill se precipitó a Zhì Yuè con violencia, solo se detuvo cuando escuchó a inerte voz de Cassius.

— Quizás pensó: "¿Qué es lo peor que puede pasar? Mi familia no me tratará como el villano en una obra teatral de bajo nivel cuando regrese.

Cassius no levantó la vista. Se aferró a mirar el exterior de la ventana, aunque el resto de sus sentidos se mantuvieron atentos en quién era juzgado.

— ¡Oh, por favor! —exclamó Hill—. Escapó. Nos dejó en vilo durante meses y ahora aparece como si nada, con una cara de "opps". Esto no es una comida romántica. —Se volvió hacia Zhì Yuè—. ¿Qué esperaba? ¿Un abrazo grupal y música emotiva?

Todos observaron a Zhì Yuè. Finalmente, el joven encontró su voz, una que estaba teñida en una mezcla de arrepentimiento y agotamiento.

— Yo… tenía mis razones.

— Oh, claro —ironizó Hill—. Las famosas "razones".

— ¿Qué fue? —preguntó Nocflo, contento— ¿Te buscaste a ti mismo? ¿Quisiste huir del caos familiar? ¿o simplemente deseabas ver cuantos días podías sobrevivir con cero planificaciones? Lo ultimo no suena muy atractivo… —meditó, tocándose el mentón.

— No sean injustos —murmuró Luna.

— No nos hagamos ilusiones —agregó Nizthe. Suspiró exasperado—. Zhì Yuè siempre ha sido un maestro en el arte huir. Lo que no sabíamos es que también estaba cursando un posgrado en dramatismo y suspenso.

Mientras los comentarios seguían volando, Zhì Yuè no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa. A pesar de todo, en ese salón lleno de orgullo y regaños, había algo que no podía negar: Estaba en casa.

Hill se inclinó hacia el frente. Señaló a Zhì Yuè con el dedo como un abogado en pleno juicio.

— Entonces, oh gran escapista, iluminamos: ¿Fue una búsqueda espiritual o te perdiste buscando la panadería más cercana?

Luna se enfadó, algo inusual en su suave actitud. Regañó:

— ¡No seas malcriado! ¡Y todos ustedes! ¡Déjenlo respirar un segundo! ¡Ya regresó, eso es lo importante!

— Luna, compórtate como una dama —regañó su abuela, comedida.

Luna se mordió los labios. Se volvió a sentar.

— Si me quedo callada —repuso—, entonces todos molestaran de nuevo a Zhì Yuè, y mi hermano se volverá a ir.

— Claro, porque ese es el estándar ahora —resopló Hill. Giró los ojos con exageración—. "Regresar" es el gran logro. ¡Felicidades, Zhì Yuè! Estás nominado al Mejor Desaparecido del Año. ¡Vaya premio!

Nizthe frunció el ceño. Cruzó los brazos con teatralidad.

— Ni siquiera tuviste la decencia de regresar con algo interesante. ¿Un tesoro? ¿Una gran revelación ¿Un libro firmado por algún autor muerto? Nada. Solo traes basura o vagabundos. No has madurado. ¿Ya sabes qué vas a hacer con tu vida? Entre tanta gente, siempre te juntas con la peor.

— ¡Oye, no lo insultes! —rebatió Zhì Yuè. Se paró frente a Yamagata—. ¡Kiriya no es un vagabundo!

— Así que Yamagata sí era su apellido y Kiriya su nombre —deliberó Zenobia.

Algo avergonzada, y alternando su mirada entre su hermano y Yamagata, Luna corrigió:

— Zhì Yuè, Nizthe se refería al otro, al niño de cabello gris.

Zhì Yuè se quedó blanco.

«Pues… ¿de quién hablan?», se preguntó.

Nocflo descifró el desconcierto de Zhì Yuè.

— Dashiell —avisó, alegre y audaz—. ¿Ese es su nombre?

— Dashiell huyó apenas despertó —asintió Nizthe—. Lucius fue tras él.

«¿Qué dice? ¿Por qué Lucius lo perseguiría?»

Cassius se había apartado al rincón más alejado del salón al ingreso del resto de sus familiares. Él más que nadie quería saber qué había ocurrido con Zhì Yuè y dónde había estado. Como reconoció que la conversación se encaminaba hacia otra avenida, rápidamente preguntó, analizando a Zhì Yuè e interrumpiendo a los hablantes:

— ¿Por qué te fuiste?

Cassius miró a Zhì Yuè, apático y serio. Su voz se escuchó carente de emoción, pero fue lo suficiente como para penetrar en la atención.

Zhì Yuè levantó las manos.

— Lo diré, lo diré. Pero antes bájenle a sus comentarios.

— ¿Crees que estás en posición de solicitar algo? —cuestionó Nizthe, quien se alteró por el atrevimiento de su hermano.

— Me fui porque necesitaba espacio... Quería encontrar… respuestas.

— ¿Respuestas a qué? ¿Cómo se doblan las sábanas ajustables? —preguntó Hill. Arqueó una ceja.

— ¿O quizás cómo sobrevivir durmiendo al aire libre? —añadió Nocflo.

Luna puso una mano sobre el hombro de Zhì Yuè. Fue compasiva con su hermano.

— Ignóralos. Sé que tenías tus razones. Pero sí podrías haberme dicho algo, ¿sabes? No les habría dicho nada a ellos. Ya sé, la próxima envíame una carta.

— ¿La próxima? —cuestionó Nizthe, alterándose.

— ¿Acaso una carta había solucionaría todo? —interrumpió Nocflo—. "Hola, familia, estoy en medio de la nada reflexionando el porqué de las cosas. No se preocupen, solo estoy huyendo del paso del tiempo y mi pasado. Los quiero, muchos besos".

Zhì Yuè se llevó una mano a la frente. Suspiró.

— Lo olvidé, okey… Lo olvidé. ¿Satisfechos? La próxima lo haré.

— ¿Próxima? —cuestionó de nuevo Nizthe, enfadado.

— Al menos está vivo —recalcó Cassius, neutral.

Hill se cruzó de brazos y miró a Zhì Yuè con una mezcla de burla y expectativa.

— Entonces, ¿qué hacemos con él? ¿Lo castigamos? ¿Lo ignoramos? ¿Lo vendemos al circo? Porque, sinceramente, parece que ya tiene algo de experiencia como escapista.

—¡No lo venderemos a ningún lado! —intervino Luna, indignada—. Un castigo como… como… encargarse un mes del jardín es suficiente.

— ¿Un mes? —replicó Hill—. ¡Eso es un castigo para un niño! Mejor tres meses… ¡y que cocine también!

— ¿Cocinar? ¿Quieres matarnos a todos? —preguntó Nocflo—. ¡Recuerda la última vez que Zhì Yuè intentó hacer arroz! El humo todavía está impregnado en las cortinas.

En el pasado Zhì Yuè había cocinado arroz para demostrar que podría sustentarse solo en las calles. Lamentablemente, demostró todo lo contrario.

Los presentes se rieron.

— Y se preguntan por qué necesitaba espacio… —murmuró Zhì Yuè, resignado.

— Deberíamos darle un mapa —se mofó Nocflo—. La próxima vez que decida huir, al menos encontrar las rutas más rápido.

— ¡No habrá próxima vez! —resondró Nizthe, mucho más irritado.

— Nah —negó Hill—. Lo mejor sería un collar de Estrella Latiente, siempre y cuando no salga de Snepden podremos determinar su ubicación exacta. Las Estrellas Latientes emiten un bip cada cinco segundos. Así podremos rastrear su próxima "aventura introspectiva" en tiempo real.

— ¡Oh, mejor aún! —añadió Nizthe. Chasqueó los dedos—. Coloquémosle una alarma que suene cada vez que intente salir por la puerta.

— ¿Y si lo restringimos en una habitación? —cuestionó Cassius.

Este primo hasta pensó en cuál habitación de Dulcet Veil of Cloud retener a Zhì Yuè.

«Se tiene que condicionar el espacio», reflexionó.

— Puede ser… —murmuró Nizthe.

Zhì Yuè levantó una mano. No le quedaba demasiada dignidad.

— ¿Podemos, por favor, detener esta tortura? Fue un error. No se preocupen por ello. No lo haré…, no lo haré…

— Sabemos que fue un error —respondió Hill. Sonrió sádicamente—. Pero no es divertido que lo admitas. Lo divertido es recordarte lo monumentalmente idiota que fuiste.

— Honestamente, ¿quién nos puede culpar? —preguntó Nocflo. Lo señaló con su taza de té. Nadie supo cuándo empezó a beber—. Esto es mejor que cualquier obra que haya visto este año. Además, en serio mereces ser tratado así. Y eso que estamos siendo amables.

Zhì Yuè observó con el rabillo del ojo a Yamagata.

«¿Por qué siento como si todos ignoraran a Kiriya?»

Nizthe advirtió este interés. Se acercó a Yamagata con un cheque en mano y una pluma que sacó del bolsillo de su saco.

— ¿Cuánto quieres por alejarte de nuestro hermano? ¿Estarán bien 15 000 mil sonios?

— No seas avaro —reprochó Nocflo. Se acercó. Arrancó el papel y lo hizo bolita—. Por esa cifra, la última vez no aceptaron tu oferta. —Le sonrió a Yamagata—. Te regalaremos una finca y 200 000 mil sonios, solo tienes que decir que sí y alejarte por siempre de Zhì Yuè, y se te entregará todo el dinero cuándo lo solicites; ahora mismo, si así lo ambicionas.

— Si Zhì Yuè se vuelve a ir, los culparé a los tres —desaprobó Luna—. Ni siquiera Vopiscus se habría aferrado a fastidiarlo tanto. No pueden faltarle el respeto de esta manera. ¿Hacer esto en su cara? ¡Esto es ser mala persona!

Hill ignoró lo último que dijo su hermana. Repuso:

— Vopiscus no lo habría hecho, pues a él no le interesa nada más que su propia integridad.

— Hablando de egoístas —despreció Nizthe—. Tienes que disculparte con Alec Montklert —le informó a Zhì Yuè.

— ¿Qué sucedió con él? —cuestionó.

— "¿Qué sucedió con su hermana?", es la pregunta —corrigió Hill.

— Phoebe se escapó tras perder tu rastro —explicó Luna con voz serena—. No dejó ninguna carta ni mensaje; simplemente se marchó. Sus hermanas están convencidas de que lo hizo por ti. Alec Montklert dejó Sleeping Star en su búsqueda, mientras que Aeneas Nomen permanece pendiente de su residencia.

— Es hora de que aprendas que tus acciones afectan a otros —alertó Nizthe.

— Tras el ataque de Ocasip, tu desaparición causó gran alteración en Mermaid Wings —clarificó Nocflo, firme—. ¿Comprendes que pusiste en dificultades a varias personas? Hubo un pequeño levantamiento

— No hablemos de eso —interrumpió Cassius, indiferente—. Falta que Zhì Yuè nos proporcione detalles.

Nizthe pareció recordar algo que lo descolocó. Siguiendo la mirada de Cassius, sus ojos arribaron en la cercanía de Yamagata y Zhì Yuè.

Su ceño se frunció.

— ¿Qué tipo de relación tienen? —examinó.

Nocflo se atoró con su té. Tosió desesperadamente y preguntó:

— ¿Cómo que qué tipo de relación? ¿Qué fue lo que te contó Cassius? ¿Qué fue lo que vio? —Se volvió hacia su medio hermano— ¿Qué viste?

Cassius observó disgustado a Yamagata. No le gustó rememorar la escena.

«¿Sabrán quién es?», dudó Zhì Yuè.

— ¡Él es un conocido que conocí conociendo! —definió de pronto, nervioso.

— Me adoptó —aclaró Yamagata, lúgubre.

Ambos hablaron al mismo tiempo.

Las cosas no salieron bien luego de esa suave confesión.