En el Lago Celestial, donde las cenizas vuelan con el rugido de los Napatun,
Recuerdo cómo me protegías
En ese momento, no entendí tu lucha
Por mi vida
Ah, tus cabellos
Son arrastrados por el Lago Celestial
Ah, imaginé que estarías por siempre
A mi lado, como yo a tu lado.
El océano fue amable ese día
Recuerdo cómo luchaste
En el frío del mar, tu espíritu estuvo conmigo,
Quise recostarme en tu pecho
Ah, tu energía y belleza de ese día
Es arrastrada por la marea
Ah, imaginé que estarías por siempre
A mi lado, como yo a tu lado
Tu canto, tu presencia
Incluso en el gélido mar, el calor de tu espíritu fue percibido
Cuanto más pasa el tiempo, más te quiero
Te presentas en mis sueños
En el Lago Celestial, donde las cenizas vuelan con el rugido de los Napatun,
Recuerdo cómo me protegías
En ese momento, no entendí tu lucha
Por mi vida…
— La melodía es de los Ethereal Drifters, y fue compuesta para Hǎi Lìng Shū—explicó Zhì Yuè. Su voz pareció ser una brisa matutina.
Los ojos de Yamagata se iluminaron por una mezcla de curiosidad y desconcierto.
— ¿Es habitual que los seres compongan canciones para aquellos a quienes quieren?
— Es lo normal —aseveró Zhì Yuè.
Al terminar la función, se encaminaron hacia otro punto. Zhì Yuè quería que Yamagata viera la llovizna dorada en el amplio estanque de agua. Pese a ello, se detuvo de pronto para recoger su listón de cabello, de color negro y blanco, el cual se había desprendido, dejando sus cabellos totalmente desordenados. A su vez, Yamagata había estado concentrado en un juguete de niños, un moliente de viento. Él continuó caminando. Esta distracción produjo un accidente desconcertante. Zhì Yuè goleó su rostro en el Gran Hermano de Yamagata… o ¿Yamagata lastimó a su Gran Hermano en la cara de Zhì Yuè? Cualquiera de las dos.
Zhì Yuè se alejó avergonzado. Se tocó la mejilla. Antes de que su espalda chocara con el pecho de alguien, alcanzó a murmurar: «Yo… yo…» mirando a Yamagata con deshonra y pavor.
La persona sujetó su hombro con gentileza.
— Es cierto que has vuelto —le dijo, afable—. ¡Hace meses que no te vemos!
— ¡Joy! —se sorprendió Zhì Yuè.
El presente joven era cautivador, vibraba de empatía, su cabellera rubia rebelde caía como cascada, sujeta aquí y allá en coletas de alguien distraído más que de una mano disciplinada. Sus ojos verdes eran igual que los bosques, revelaban no solo una agudeza casi inquisitiva, sino también una ternura latente que parecía buscar en el mundo algo aún no descubierto.
Vestía ropa que anunciaba tanto su condición de aventurero como su oficio de científico. Su abrigo largo, de un tejido oscuro pero marcado por bordados dorados, ondeaba con el ritmo de sus movimientos. Sobre su chaleco de cuero, decorado con correas, descansaba un cinturón cargado de pequeños frascos.
Las botas, de cuero gastado, eran testigos de sus travesías y caídas, mientras que una bufanda larga y de tono verde pasto envolvía su cuello. Todo en él hablaba de una vida de búsquedas apasionadas y hallazgos inciertos, de una existencia trazada entre la lógica y el misterio.
Su rostro, sin embargo, suavizaba esa imagen de errante extraviado. Había en él una expresión de felicidad genuina, casi infantil, y una ternura que brotaba de una fuente interna de asombro constante por las maravillas del mundo. Se diría que era un soñador atrapado en el cuerpo de un explorador.
— ¿Y quién es el enmascarado? —preguntó Ayar, en tono sospechoso. Reconoció que Yamagata vestía ropa de Janap. Los puños de Ayar se bañaron en un aura morada. Se puso en posición de pelea—. ¿Estás con Natsugama? ¿Él te está obligando a…?
Zhì Yuè se paró en frente de Yamagata. Extendió las manos hacia Ayar, deteniéndolo. Chilló:
— ¡Cálmate! ¡Kiriya no es parte de Natsugama!
El aspecto de Ayar era imponente. Poseía una mezcla de fuerza contenida y gravedad que dominaba el espacio. Su cabellera era de un rojo oscuro, descendía liso y pesado, como si cada hebra reservara una escencia de su intensidad. Las puertas de su alma eran de un marrón tan profundo que a la luz parecían teñidos de rojo. Observaba el mundo con ceño permanente, no de furia, sino de una seriedad que desafía la ligereza y frivolidad.
Su constitución física era la de un hombre forjado en los volcanes. Sus músculos eran un testamento de entrenamiento extremo, marcados, pero sin exceso. Se mantenía erguido con la rigidez imponente del Monte Everest, inmóvil ante el viento y el tiempo, y con una espalda tan recta que hacía pensar que había acogido la postura de los flamencos. Era un hombre que, aunque aparentemente forjado de hierro y sumergido en la antipatía, conocía el fuego del compromiso y el sacrificio.
— ¿Y por qué se oculta? —acusó. Ayar infravaloró a Yamagata con los ojos— ¿Qué otros motivos tiene?
En realidad, tanto en Snepden como en Ocasip era sumamente común ver a personas vistiendo mascaras. El treinta por ciento de la población de los magos las utilizaban para ejecutar sus trabajos sin afectar a sus familiares. No querían que alguien los ubicara y se vengara de ellos por conseguir antes la recompensa de una misión, también intentaban evitar que los asaltaran. Además, muchos utilizaban un hechizo para volver sus rostros más estimables. Esta técnica consumía mucha magia. Y, en una batalla, energía era lo que escaseaba, entonces un montón de personas se cubrían los desperfectos faciales.
— Él… Él… ¡Él está desfigurado! —gritó Zhì Yuè.
— ¿Desfigurado? —se preocupó Joy. Se aproximó a Yamagata—. Pero si eres solo un joven.
Ayar se sobresaltó de una manera que contrastó con su solidez. Claramente, se escuchó como si un relámpago partiera una piedra. Sus ojos se encendieron, alarmados. Se colmó de pánico y urgencia.
— No lo toques, Joy. ¿No lo ves? Está sucio.
«¿Qué tienen las personas contra Kiriya? ¡Todos lo tratan mal!», se enfadó Zhì Yuè.
Los ojos verdes del adolescente se encendieron con una intensidad cortante. Se transformaron en dos dagas.
La mano de Ayar apenas se había levantado cuando Zhì Yuè ya había alzado la suya. Golpeó su palma. No fue torpe ni impulsivo, sino preciso. El sonido seco del impactó resonó entre ambos.
— ¡No está sucio! —corrigió.
Yamagata asintió.
— Yo me baño —comunicó, impasible.
Ayar se apartó. Su ceño se frunció.
— Mejor ten más cuidado por dónde caminas —le advirtió a Zhì Yuè, ignorando a Yamagata—. Casi arruinas la investigación de Joy.
— ¿Investigación? —cuestionó Joy. Lo había olvidado por completo. Había quedado impresionado viendo a Zhì Yuè. Luego de recordarlo, se llevó una mano a la boca y buscó desesperado por el suelo— ¡Mi investigación! ¡Mi investigación! ¡Mi…! —Yamagata lo había recogido del suelo. Joy abrazó con afecto el objeto aún en manos del otro. Ayar mató a Yamagata de una mirada—. ¡Gracias! ¡Gracias!
Joy se secó la frente.
Anteriormente, justo en el momento de toparse con Zhì Yuè, Joy había estado platicando con Ayar sobre los avances de su estudio. Su último progreso estaba en el interior del frasco, el cual, al momento de caer, rodó hacia la bota de Yamagata.
— ¿Qué es eso? —preguntó Zhì Yuè.
La cara de Joy se vio como la de un delfín. Apoyándose de sus manos y platicando desesperadamente, manifestó:
— ¡Es un prototipo de lo que podría ser un elixir de Esencia Vital! ¡Es una combinación perfectamente calibrada de ginseng astral, loto negro y polvo de cristal lunar! Estoy intentando desbloquear los secretos de la vida eterna… Es… eh… un pasatiempo totalmente normal…
— ¿Vida eterna? —preguntó Yamagata, melancólico—. Interesante. Aunque no posees suficiente control de energía espiritual. El frasco estuvo a punto de explotar.
Yamagata había apagado el frasco humeante, por ello, aún lo conservaba en su mano.
Joy lo observó con una mezcla de curiosidad y asombro.
— ¿Cómo lo supiste? ¿Eres un Maestro Hé de un rango avanzado o, quizás, cultivas el método antiguo? ¿Qué reino has alcanzado? ¿Estás en el reino trascendental?
Yamagata negó. Se volvió hacia Zhì Yuè. Transmitió, sombrío:
— Tengo buen ojo para los desastres.
Ayar se ofendió. Se preguntó gravemente: «¿Lo está insultando?»
— Zhì Yuè —dijo—, ¿por qué traes a alguien que parece salido de una secta secreta?
— Es una persona completamente normal —le contestó.
— ¿Cómo…?
Joy lo detuvo. Le sonrió.
— Ah, Ayar, siempre tan protector. Es conmovedor. Solo es el amigo de Zhì Yuè. No enfades a los más pequeños.
— No confíes tan rápido en extraños —orientó Ayar. Su expresión indicó un reclamo, pero su voz se escuchó como si suplicara. Parecía que pronto empezaría a llorar—. Ni siquiera sabemos quién es realmente.
Zhì Yuè dejó pasar su comportamiento. Se limitó a alzar las cejas. Luego, vio un libro en el abrigo de Joy.
— ¡Sigues leyendo demasiado! —exclamó, emocionado.
— Este libro menciona cómo refinar un elixir que podría extender la vida por cien años. ¡Son cien años más de investigación y aprendizaje!
— Sí —murmuró Ayar, mirando hacia dónde lo habían comprado—, y tiene que tratarse de eso. ¡Porque, si es solo marketing, esa tienda nos devolverá el dinero!
— Esto es serio —se ruborizó Joy—. Imagina un mundo donde podamos detener el tiempo, trabajar el cuerpo y… —musitó sin que los más jóvenes escucharan— quizás vivir juntos para siempre.
— Si alguien puede lograrlo eres tú —afirmó Ayar, atento.
Yamagata extendió la mano para entregarle el frasco a Joy. Se movilizó suave y comprometido. De la misma forma, el científico se mostró delicado, un alquimista manejando una poción en extinción.
El frasco, ese pequeño recipiente que contenía el fruto de tantas horas de trabajo meticuloso, en un abrir y cerrar de ojos, se fragmentó, se hizo añicos en la palma de Yamagata. Y el mundo de Joy se desplomó. El liquido se convirtió en gas y se disipó en el aire.
El de cabellos rubios se quedó allí, mirando el lugar en donde su frasco se había quebrado. Parecía un náufrago contemplando la vastedad del océano tras haber perdido su barca construida con lo que había. Un desolado vacío se extendió en su pecho. Se preguntó si el vacío mismo había alcanzado la forma del ser humano. Se imaginó desintegrándose.
¿Dónde quedaron todas esas veces que se rehusó ir al baño, desveló y no comió por ese pequeño resultado? ¿Dónde quedó la gastritis que enfrentó, las infecciones y el insomnio?
— …Bueno —suspiró, con una expresión tonta—, empezaré de nuevo...
— ¡Fíjate en lo que haces, idiota! —rezondró Ayar.
Yamagata se quedó detrás de Zhì Yuè.
— ¡No le hables así! —le reclamó Zhì Yuè a Ayar—. No es su culpa que ese jugo raro se evaporara en el aire. ¡Tú eres el idiota!
— No era un jugo raro —repuso Joy, guardando los fragmentos de vidrio en su bolsillo. Estaba calmado. Limpió con un pañuelo su mano y la mano de Yamagata, y guardó el trozo de tela en otro bolsillo—. Era un esfuerzo científico de un año por superar las limitaciones de nuestra existencia. Células regenerativas eternas, inmunidad total ante las enfermedades…
— ¿Qué haces para estabilizar la polaridad de la escencia cristalina? —consultó Yamagata, estoico.
Zhì Yuè y Ayar se asombraron. Pensaron: «¡Habla su idioma!»
— Utilizo un núcleo magnético para sincronizar las vibraciones armónicas —respondió Joy.
— Es buena opción, aunque inestable si las frecuencias armónicas no están perfectamente sincronizadas con las líneas de ley circundantes —explicó el de cabellera negra. Su mascara desestimó lo que decía. Le agregó el aire de un estafador. Pero Joy entendió lo que dijo—. ¿Cómo contrarrestas la deriva energética cuando el entorno cambia?
— ¡Es un problema enmarañado! He estado utilizando cristales de crisoprasa resonante para mitigar la interferencia ambiental, pero incluso con una calibración precisa, los resultados varían dependiendo de la densidad energética local.
— Mmn, la crisoprasa resonante es una solución clásica. ¿Has probado con cristales de obsidiana espectral? Su estructura molecular absorbe fluctuaciones más agresivas sin comprometer la estabilidad de la esencia principal.
— ¡Oh, claro que lo pensé! Pero la obsidiana espectral tiene el problema de la saturación energética. Si absorbe demasiada energía, corre el riesgo de fracturarse y causar una retroalimentación destructiva.
— Solo si no sabes cómo tratarla. Si infundes un flujo constante de esencia vital a través de un canal estabilizador, digamos, un vórtice de jade celestial, la obsidiana puede mantener la integridad por tiempo indefinido.
— ¡Eso tiene sentido! —gritó Joy— ¡Nunca había pensado en usar jade celestial como canal! Aunque, claro, el jade celestial puro no es fácil de conseguir. Necesitaría algún tipo de purificador de esencia, y esos son… bueno, costosos.
— El costo es irrelevante cuando el propósito es alcanzar lo eterno, ¿no? —Joy retrocedió. Observó a Ayar—. Si el jade puro no es accesible, prueba un enfoque mixto con jade inferior y esencias condensadas de raíces de loto dorado. El resultado es menos eficiente, pero viable.
— ¡Eres brillante, Kiriya! ¡Eso es exactamente lo que necesito para mi próxima fase de pruebas! —Joy se apegó a Ayar. Se abalanzó a su pecho—. ¡Esta vez no demoraré mucho!
Ayar dibujó una sonrisa que pareció agria, tal vez por los rasgos de su rostro. Su cuello se puso rojo y asintió lentamente. Tragó en seco.
— Será así… —confirmó.
Joy se separó y dio un giro sobre su talón.
Retornando a su seriedad, Ayar se arregló la ropa:
— ¿Podemos tomar un momento para recordar que estamos en una feria? —Observó a Joy—. Dijiste que este sería tu día de descanso. No has salido meses. Trata de disfrutarlo. ¿Y qué es eso de jade celestial y esencia condensada? —Analizó los alrededores y preparó su billetera—. ¿Acaso venden eso en el puesto de algodón de azúcar?
— Es alquimia —aclaró Yamagata—, aunque la mayoría lo llama "magia".
— Para muchos, la alquimia es magia —rio Joy—. Pero para quienes comprendemos su lógica y fundamentos, es ciencia.
Ayar miró a Joy con una sonrisa ligera.
— Si hay alguien que puede levitar un barco en otra dimensión, es eres tú —le dijo.
— Deberías revisar tus cálculos de estabilización —asesoró Yamagata.
— ¡Claro! —rio Joy, nervioso— ¡Revisar nunca está de más! Aunque te advierto, mis cálculos están basados en la última teoría de flujos cuánticos-etéricos…
Luego de la plática para alcanzar la vida eterna, Zhì Yuè mordió su labio inferior. Sus manos habían estado sudorosas un tiempo. De hecho, encontrarse con Joy lo había dejado más pálido y angustiado que chocar con el Gran Hermano de Yamagata, casi se cayó del susto, no porqué Joy fuera malvado o criticón, sino porque no supo cómo darle la cara, así como no sabía cómo mirar al resto de sus compañeros luego de haber desaparecido sin aviso y regresar aproximadamente once meses después.
Era del conocimiento de Zhì Yuè que los Caelifer habían anunciado la presencia del pelirrojo en Sanctuary of the Dawn y el estado de su salud, pero, como se trataba de una familia estrictamente reservada a su intimidad y recelosa con el público, muchos creyeron que fue una tierna mentira para disimular que el adoptado del Gran Palacio abandonó a los ricos por supuestos abusos; y, como tampoco se sabía nada del joven y nadie lo había visto ingresar al palacio, la mayoría, por excelencia, decidió que era una farsa.
¡Lo último que falta en Grumelia eran chismes!
El día que estuvieron en Starlim, antes que Zhì Yuè alcanzara a Yamagata y tuvieran una discusión, el pelirrojo regresó al centro del pueblo para ayudar a los ciudadanos. Natsugama no solo había implantado lagrimas de Alteración en una sola persona, sino que en varios.
El lugar fue destruido por los orcos transmutados. Starlim casi es marcado como eliminado en el mapa de Snepden; solo unos cuantos sobrevivieron, personas que tuvieron que mudarse a pueblos cercanos en vista de lo sucedido.
Zhì Yuè habló, cabizbajo, jugando con su mejilla:
— …Me disculpo por los sucesos acaecidos en Starlim… Dejé al orco enjaulado bajo la tutela de Cassius, con la esperanza de que su juicio pudiera domeñar aquella aberración. Antes de mi partida, me esforcé en reducir a cuantos pude, llevándolos a un estado de diminuta seguridad. —Los contempló con timidez—. Durante este tiempo, ¿han hallado algún remedio que pueda devolverles su humanidad a los orcos? ¿Alguna solución que disipe la sombra de la grotesca metamorfosis que pesa sobre ellos?
— ¿Cómo puede una simple lágrima desencadenar algo tan grotesco como convertir a un humano en un orco? —cuestionó Ayar, con un aire pensativo—. ¿Acaso estamos lidiando con una maldición, o hay algo más profundo, algo que desafía incluso la lógica mágica?
— No te he explicado este tema antes —confesó Joy, apenado—. Lo siento.
— Siempre tenemos de qué hablar —justificó Ayar, sonriente—. No te preocupes.
— La lágrima no es simplemente un líquido común —explicó—; su composición es única, diseñada para alterar las capacidades del cuerpo humano. Al ingresar por el oído, la lágrima no se disuelve en el conducto auditivo, sino que forma una especie de resonancia mágica que se acopla a las estructuras naturales del oído. —Yamagata y Ayar se tocaron las orejas—. Cuando la sustancia toca la membrana timpánica, ocurre una excitación alquímica. Este proceso provoca una serie de microresonancias mágicas que estimulan el nervio auditivo y afectan el equilibrio entre las frecuencias de la energía mágica del cuerpo y la forma en que el cerebro procesa esa magia. El verdadero peligro comienza allí. —Los labios de Joy dibujaron una sonrisa admirando la torpe expresión de Ayar—. Una vez que la sustancia viaja al cerebro, la frecuencia mágica que anteriormente estaba alineada con las capacidades humanas, se ve forzada a entrar en un estado de desarmonía.
— Lo que sigue es el proceso de transmutación psicoquímica —señaló Zhì Yuè.
— Exactamente —asintió Joy—. Al ingresar al sistema límbico, en la zona del hipocampo, la lágrima desencadena una reconfiguración de la estructura neuronal. Esta altera la percepción mágica del individuo y crea una disonancia tan intensa que el cerebro "reescribe" las conexiones sinápticas.
— ¿Y ahí es donde la mente intenta adaptarse a una nueva forma? —consultó Zhì Yuè.
— Claro. Pero lo que realmente ocurre es una transfiguración mágica que convierte al humano en algo completamente distinto, un ser más primitivo, con las características arquetípicas de un orco. —Sacó una libreta y enseñó un dibujo—. La verdadera esencia de esta transfiguración es la simbiosis temporal entre el cuerpo humano y la forma mágica del orco. Esto significa que la transformación no es una simple mutación física: la identidad mágica del individuo se fusiona con un núcleo primigenio. —Ayar tomó el diario. Quiso escrutar los análisis gráficos de cerca—. El problema es que esta fusión no ocurre gradualmente, es instantánea; pero se activa con órdenes. Lejos de eso —tosió—, si no se detiene la transmutación en el momento preciso, la transformación se estabiliza y se asienta. La resonancia mágica que ya se ha impreso en las estructuras cerebrales y espirituales del sujeto se vuelve demasiado fuerte para ser revertida sin causar un daño irreversible en el cerebro y el Núcleo Mágico de la persona.
— Eso suena aún peor de lo que imaginaba —gruñó Ayar. Sus manos se colocaron en dos puños—. ¿Entonces la única manera de salvar a alguien es intervenir antes de que el proceso llegue a ese punto crítico?
— En efecto. El tiempo es la clave. Desde el momento en que la lágrima entra en contacto con el oído, el proceso se acelera. Para cuando la sustancia llega al cerebro, ya han pasado solo unos pocos minutos, se vuelve manipulable para el que la creó… —Escrutó los alrededores. Realizó un ademan para que Zhì Yuè caminara a su lado—. Necesito tiempo para desarrollar un contraconjuro que pueda neutralizar la resonancia sin causar más daño. Pero lo que es aún más urgente, es que debo tener una muestra estable de un sujeto que haya comenzado la transformación, pero no esté completamente cambiado. Sin eso, no puedo avanzar con los cálculos precisos que permitan crear un remedio. Se necesita un plan rápido.
— Agradezco tu dedicación, Joy —susurró Zhì Yuè—, pero creo que es hora de conseguir más ayuda.
— ¿Por qué estás llevando toda esta investigación por tu cuenta? —interpeló Ayar, hablándole a Joy—. Este es un asunto de guerra, afecta a toda la región. Deberíamos estar trabajando todos, no solo nosotros.
Ayar provenía de una comunidad amazónica llamada Yanesha, pequeña y remota. En su pueblo natal, los habitantes poseían una relación cercana y respetuosa. Ejercían una buena solidaridad comunitaria, donde la cooperación es clave, porque lo que el joven de expresión seria no entendía esta división secreta de deberes que ejecutaban Zhì Yuè y Joy. A fin de cuentas, en sus tierras, las personas solían desempeñarse juntas, especialmente en actividades grandes. Y ¿quién optaría por la división si el asunto era complicado? ¿Acaso todos no eran miembros de Mermaid Wings?
— Entiendo tu preocupación —suspiró Joy—, pero la situación es complicada. Los métodos convencionales de investigación mágica no son suficientes aquí, y no puedo confiar en todos los involucrados en el consejo científico.
— ¿Por qué? —cuestionó inocentemente.
— Algunos están enfocados en las consecuencias políticas de este fenómeno, no en su solución —le aclaró Zhì Yuè, serio—. Además, ¿qué sucedería si hay infiltrados de Natsugama?
«¿Podría haber uno por acá ahora mismo?», se cuestionó Ayar. Se mantuvo en guardia.
— El enfoque debe ser técnico, y mi experiencia en bioquímica mágica es lo que más se ajusta a lo que necesitamos —repuso Joy.
— Pero… ¿prefieres arriesgarlo todo sin el apoyo de la comunidad mágica? —preguntó Ayar, escéptico.
— Si hay alguien que puede levitar un barco en otra dimensión, soy yo, ¿no?
Ayar lo contempló como si fuera un cometa. Lo miró con admiración. Tragó en seco.
— Además —prosiguió Joy—, no es un riesgo sin apoyo. He hecho contacto con unos pocos individuos confiables que entienden el alcance del problema y me han ofrecido sus recursos… pero el resto de los magos y científicos no están preparados para entender lo que estamos tratando de detener. Se obsesionan con la magia antigua y eso…, mientras yo me enfoco en la ciencia detrás de toda la situación.
Ayar guardó silencio. No quería que Joy saliera lastimado. La situación podría volverse peor. Y a poco apoyo, poca fuerza de combate.
— No me siento cómodo con esto, Joy. La magia y la ciencia pueden ser dos fuerzas poderosas, pero cuando se separan, la reacción puede ser explosiva. No quiero que te pierdas en algo que podríamos haber enfrentado en grupo. Somos un gran gremio.
— No es cuestión de orgullo —corrigió Joy—. La naturaleza de esta transformación mágica no puede entenderse con simples fórmulas arcanas o teorías de hechicería. Se requiere de alquimia, magia física y neurociencia mágica, lo que sólo yo puedo proporcionar. Adicionalmente —resaltó, suspicaz—, las iglesias de Kimiya Mag me acusarían de hereje. La hechicería es vista como vulgar y limitada por la carencia de un sistema reglamentado y su enfoque en asuntos triviales. Y la alquimia es demasiado introspectiva y "materialista". Se suelta de lo divino para transformar la materia… —Se mordió el arco del dedo índice—. Sería un largo juicio de si me matan o no, o cómo me castigaran —resumió, restándole importancia. Se encogió de hombros—. Y este desastre no nos esperará. Si no actuamos rápido, no podremos salvar a aquellos que aún no han sido transformados…
— Yo estaré a tu lado —aseguró Ayar—. Te ayudaré con lo que pueda. Tal vez no pueda entender todo lo que estás haciendo, ni lo que dices, pero hay algo que no puedo negar: No quiero verte caer solo en esta batalla. —Observó a Zhì Yuè de soslayo—. Estabas esperándolo para saber cómo proceder, ¿no? Ahora que está aquí, ¿qué harás…?
Joy se volvió hacia el de los ojos verdes.
— Como dije, el tiempo apremia. Por algo nací con este cerebro, así que esta es mi lucha. Conseguiré a una víctima cómo pueda y pondré en marcha la investigación de nuevo. Antes de eso…, Zhì Yuè, tendrás que infiltrarte en el Consejo de Magos una vez más... —Joy colocó una expresión imperturbable y llena de seguridad. El pelirrojo lo entendió. Luego, se volvió hacia Yamagata—. Por otro lado, si Kiriya lo desea…, necesito un asistente. Si cree tener suficientes conocimientos para ayudarme, entonces es bienvenido en mi Sala de Investigación.
«¡¿Y yo qué?!», se preguntó Ayar.
— Te conozco —le dijo Joy a Zhì Yuè, sin que Yamagata escuchara—. Sé que saldrás de nuevo muy pronto. Kiriya tal vez quiera algo de estabilidad y conocer Grumelia. ¡No será un problema! ¡De verdad!, puede quedarse conmigo.
Zhì Yuè ya había toma una decisión. Sin embargo, tomó en cuenta lo que Joy le dijo.
«Tal vez Kiriya quiera estar más tiempo en Grumelia. Se ve que le gustó demasiado…»
Con una expresión gatuna, Zhì Yuè colocó cara de piedra y preguntó sin recelos ni vergüenza:
— ¿Ya están saliendo?
Joy sonrió. Un rubor invadió su rostro. Ayar tartamudeó un par de veces.
— Soy yo quién le dijo que no se lo dijera a nadie —avisó Joy—. El día que me pidió ser su pareja estuve muy confundido. No sabía si me estaba preguntando, avisando o amenazando. No quise reírme en su cara, así que le dije que iría a comprar bocadillos. Me reí toda la tarde. —Le susurró a Zhì Yuè—: Para ser muy fuerte y temperamental es inocente y leal. Es atento. El otro día intentó entender un libro de química mágica avanzada... Me dio tanta ternura que le seguí el juego… —Se alejó—. Lástima que no pueda decir lo mismo de ti —le palmeó la espalda—. Te fuiste sin decirle a nadie. Y lo entiendo. Eres libre de hacer lo que desees. Sin embargo, no te despediste de Nox.
Zhì Yuè se congeló. Se golpeó la cabeza dos veces seguida. Rato después, repuso:
— Aunque no lo creas, lo mejor fue que no me acompañara. Habría… muerto… Quería hablarte de eso… Fui yo quién te invitó a Mermaid Wings después de conocernos en…. Cof.
Zhì Yuè y Joy decidieron omitir aquella parte.
— Quiero ubicar a alguien —manifestó Zhì Yuè, con solemnidad.
— ¿Nombre?
— Dolorius Tormentor.