— ¿Así que tuviste oportunidad de pasear en Grumelia? —consultó Zhì Yuè.
Zhì Yuè y Yamagata avanzaban por una calle antigua. Los adoquines se extendían como una alfombra de historia. En el lugar habitaba la serenidad de la arquitectura.
Por la típica actitud alegre de Zhì Yuè, caminó distraído. A su paso jugó con las pequeñas piedras del suelo. Su semblante juvenil se iluminaba con una sonrisa cómplice. Sus ojos brillaban. Estos captaron cada fragmento del mundo a su alrededor.
¡No existía mejor aire que el del hogar! Aunque debía de admitirlo, por un segundo, añoró el inmaculado oxigeno de los descampados y ríos.
— En realidad, no —respondió Yamagata, sombrío—. Estuve en Dulcet Veil of Cloud todo el tiempo.
El muchacho de cabellera negra avanzaba como si llevara una pesada sombra. Su impenetrable rostro se manifestaba sereno, casi inhumano por su inexpresión. Sus ojos fijos en el horizonte reflejaron una mente sumida en pensamientos distante y penosos.
Zhì Yuè freno de golpe. Se volvió lentamente.
— Lamento lo de mi familia. Ellos… No es que… No son tan orgullosos, hoy exageraron un poco. Espero que te hayas sentido cómodo. Te aseguro que hospedarte en Dulcet Veil of Cloud fue lo correcto. Cassius hizo lo indicado. Te habrías sentido desosegado en Sanctuary of the Dawn. Zenobia Caelifer es racista. Te habría humillado en cada oportunidad.
— ¿Qué significa?
— ¿Racista? —Yamagata asintió con firmeza—. Zenobia guarda prejuicios hacia ciertas personas, especialmente hacia aquellas vinculadas a nuestro grupo racial, debido a la forma de nuestros ojos… y, como en el caso de Cassius, también por el color de su piel. Para quienes comparten esas creencias, esperan que nos consideremos inferiores, o algo similar, debido a nuestras diferencias en rasgos, tradiciones y demás… En mi caso, yo fui adoptado por la madre de Nizthe.
Lo primero que vino a la cabeza de Yamagata fue un enorme conejo salvaje.
— ¿Seguro que Nizthe no es el adoptado? —caviló.
— Él es un conejo por una maldición. Es de sangre Caelifer pura, de eso no hay duda —sonrió Zhì Yuè.
Una suave brisa sopló. Acarició la piel de Yamagata Kiriya. Lo estremeció inesperadamente. Le desbordó una fragilidad momentánea. Su mirada se desvió hacia Zhì Yuè. Lo comparó con la propia naturaleza. La cabellera, los diente, la nívea piel… todo su ser estaba cubierto por la luz dorada de los soles. Este brilló resaltó los delicados contornos de su expresión. Por un instante, Yamagata se quedó inmóvil. El tiempo corrió lento.
No hacía mucho Zhì Yuè había estado postrado en su cama, recluido en un sueño profundo que lo apartó del mundo. Esta visión, el panorama de su vitalidad renovada, tan serena y luminosa bajo los rayos de las manzanas doradas, le resultó profundamente… ¿rara? No reconoció la emoción, también era nueva. Yamagata recodó la suavidad de los ojos de Zhì Yuè, tan puros y llenos de vida como una gaviota danzando entre las nubes, y la intensidad de su sonrisa, tan espontánea y natural, que lo iluminaba todo.
— ¿Mmn?
Yamagata tragó en seco. Tosió.
— Al inicio, creí que los Caelifer eran como los Kaer —explicó—. Pensé que te encerrarían en algún sitio… Después, te encontré en ese cuarto… Tu familia no me debe una disculpa, no te preocupes. Deberías sentirte tranquilo… No soy quién para definir emociones, y tampoco sabría si reafirmar esto, pero, según Viridia: Nocflo y Nizthe se veían muy preocupados por ti. Te tardaste en despertar.
Zhì Yuè recordó a sus hermanos. El retrato familiar que colgaba en el Gran Salón vino a su mente.
— Yo no dudo de sus afectos… ¿Sabes dónde está Viridia?
Yamagata denegó.
— ¿Pero sabes que se marchó?
Yamagata asintió.
— ¿Qué fue lo último que dijo?
— "Zhì Yuè no me valora". "No estoy aquí para recibir sus maltratos". "Yo soy mucho para ese mago". "¡Yo soy de mucha utilidad, de usos múltiples, mejor que una lampara de deseos!" "Mi compañía debería de ser suficiente". "¡Me voy!". "¡Y qué el polvo quede detrás de mis huellas!" "¡Qué Er Lang se recupere solo!". "No tengo que nada que hacer en este sitio". "Nadie me valora ni me respeta". "¡Me marcho, y qué no me busque!".
Yamagata dijo cada uno de los diálogos impersonalmente. Su gélida faz se vio insensible y frígido. Pese a eso, Zhì Yuè sintió como si le hablase el mismísimo Viridia, con sus expresiones faciales y los bigotes erizados y ondulados.
— Debió estar muy enfadado… —susurró Zhì Yuè.
— Mmn —afirmó Yamagata—. No quiso adentrase al abismo en Starlim.
Zhì Yuè continuó caminando. Cerca había un canal de agua, cuya corriente corría con la precisión de billones hormigas cargando su alimento. La transparecía del líquido era sorprendente. Cuando ambos transitaron el puente, Yamagata se detuvo, preguntó:
— ¿Adónde vamos?
— A casa de Lucius.
— No está.
«¿Ah? ¡Ahhhhh…! Nizthe dijo que Lucius había ido tras Dashiell», recordó Zhì Yuè.
— Quizás ya re…
— Estuviste desmayado una semana.
Zhì Yuè lo miró, desconcertado.
— Sí, lo sé…
Luego de que los más jóvenes perdieran la razón, fueron Yamagata y Lucius los primeros en despertar. Por ende, era el joven apesadumbrado y fúnebre quién tenía más datos de lo sucedió en los últimos días.
— Lucius se quedó con Dashiell. Peleó por su cuerpo. Se esposó a él para evitar su escape. Por un tiempo, también me retuvo a mí. Pero Cassius nos seguía mucho. Además, yo me quejaba demasiado. Creo que se apiadó de mí.
¿Realmente? Lucius se hartó de las quejas de Yamagata Kiriya y, encima, no pudo platicar "de su asunto importante" por las persecuciones de Cassius. No le quedó de otra que entregar a Yamagata con la condición de Cassius no lo dejara ir. En ese sentido, primero terminaría sus asuntos con Dashiell y, después, solo tendría que tratar con Yamagata y Zhì Yuè.
A pesar de lo que planeó, nada se dio cómo quiso.
— Lucius hizo un trato con tu primo. Al final, yo terminé en Dulcet Veil of Cloud. Dashiell se escapó hace cuatro días. Lucius regresó hace dos días. Me dijo que no saliéramos de Grumelia y que regresaría a penas encontrara a Dashiell. Salió de la capital.
— Ánimas… ¿Cuánto tiempo estuvimos en la cueva? ¿tres o dos meses?
— Siete.
— Siete. Y yo estuve lejos de casa cuatro meses, entonces no estuve por aquí como 11 meses…
Al ser consciente de lo que acababa de calcular, su cuerpo se movilizó hacia el barandal del puente. Sus manos se aferraron a los ladrillos. Su cabeza bajó hacia el agua que proyectó su reflejo. Zhì Yuè se sintió tan perdido que le fue difícil reconocerse.
¿11 meses? ¡11 MESES! ¡Eso era demasiado! Técnicamente había pasado un año.
Su frente cayó directo a la dureza. Creyó que era lo correcto, en serio necesitaba un golpe.
«Siete meses o hasta ocho meses de ausencia sonaban bien, pero… ¿once meses…?»
Yamagata notó cierto dolor en Zhì Yuè. Pensó en tocar su hombro para animarlo. Al mismo tiempo, Zhì Yuè elevó su cabeza de la nada. Se tocó el cráneo y empezó a gritar:
— ¡Qué! ¡Qué! ¡Qué! ¡No! ¡No! ¡No! Por ello, estaban muy enfadados. ¡Once meses! ¡No! ¡No! ¡No! ¡Y no he hecho nada! ¡Yo tengo que…!
Zhì Yuè sufrió un largo colapso de histeria. Corrió de un lado a otro. Subió y bajó del puente. Su desesperación fue tanta que su aspecto espantó a los niños que venían a jugar al parque.
Luego del pánico:
— Cof… ¡Espera! ¿No me digas que Lucius anhela "recolectar" las piedras que se introdujeron en nuestros cuerpos?
Yamagata asintió. Se acercó a Zhì Yuè y habló bajo.
— En cada pulsera había quince piedras. ¿Recuerdas cuando las pulseras se rompieron y las esferas giraron en el aire? Cada una de ellas se agrupó en tres y se volvieron una sola. En total, quedaron diez piedras. De esa cantidad, en el cuerpo de cada uno habita dos esferas. Las dos sobrantes están con Lucius. Él las tomó antes de ahogarnos. Quiere devuelta el resto de sus cosas.
Zhì Yuè se tocó el estómago.
«Todavía siento como las piedras jugaron con mis intestinos».
Agitó su cabeza. Lo mejor era olvidarse de la sensación.
— ¿Y qué sucedió con Pax Cogno? —interpeló.
— Se negó a platicar con tu familia. Fue de frente al Consejo Estado Real y platicó con los líderes del país y la Iglesia. No podemos hablar de ello. El caso se clasificó de rango H-Z. Se nos castigará si decimos algo.
Consejo Estado Real era lo mismo que Consejo de Magos o simplemente Consejo. Cuando se mencionaba cualquiera de estos tres nombres dentro de Snepden, mientras se platica de política, se entendía que se referían a los líderes del país. En cambio, si se querían referir al poderío de la Iglesia Ortodoxa de Kimiya Mag, solo se tenía que decir: Iglesia. Después de todo, todas las basílicas actuales se centraban en Kimiya Mag. Asimismo, eran ellos quienes aplicaban los castigos.
— ¿Bajo ninguna circunstancia podemos decir algo?
— Exacto.
«Creí que Nizthe, Nocflo y Cassius me seguían porque temían que escapemos, pero… veo esto va más allá»
Nizthe, Nocflo y Cassius estaban escondidos detrás de una de las paredes del laberinto de la plaza.
«¿Nocflo no estuvo de acuerdo con que saliera? ¿Qué hace con ellos?»
Zhì Yuè analizó de soslayó a sus familiares. Las dos puntas de las orejas de su hermano se visualizaban con facilidad.
— Las Pulseras Divinas… —murmuró Zhì Yuè. Pareció serio por un segundo, pero luego colocó expresión de tonto—. Nunca las consideré tan importantes. No sirven de nada separadas. No te preocupes. No tienes que hacerle caso a Lucius. No hay forma de sacar esas esferas a menos de que nos mate, jajajaja… ja… Lucius ya debe estar olvidando el asunto. —Aplaudió— ¡Bueno! ¿Y qué has pensado hacer? ¿A dónde irás? —Iba a palmear el hombro de Yamagata, pero retrajo su mano y se tocó el codo—. No tenías que esperar a que despierte. No te sientas sujeto a mí. Ya eres… —Se acercó a Yamagata. No quería que su familia escuchara— una persona libre. ¡Haz lo que quieras! ¿Cuáles son tus planes?
Zhì Yuè extendió las manos hacia el cielo. Soltó un par de suaves risas. Se sentó en el barandal del puente.
Yamagata persiguió sus movimientos con sus ojos.
— Aún no lo sé…
— ¿No has cambiado de opinión? ¿No te gustaría quedarte y ser parte de Mermaid Wings?
— ¿No me habías botado?
— ¡¿Botarte?! Yo no te eché. —Zhì Yuè se bajó del puente—. ¡Todo lo contrario! ¡Si decidías irte, te iba a seguir sin que lo…!
«No los puedo juzgar. Este comportamiento es contagioso en la familia…», caviló Zhì Yuè.
— ¡Qué bueno que hayas decidido quedarte! —aseveró el pelirrojo— ¡Entonces vamos a mi otra casa!
— Ya no tienes casa.
Zhì Yuè se volvió pálido.
— ¿Qué?
— Tu hermano y primos. —Zhì Yuè los observó de soslayo. Aquellos se ocultaron—. Yo no quería escuchar. Fue cuando estaba durmiendo debajo de tu cama…
— ¿Qué hacías debajo de cama?
— Cuidándote —comentó, vacío.
— El de la sonrisa similar a la tuya y el conejo dijeron que te enfadarías cuando supieras que le ofrecieron una generosa suma de dinero a la propietaria —procedió, austero—. Ellos la compraron. Ahora son dueños de…
— …mi casa… —complementó Zhì Yuè—. Ya no tengo… casa… casa… casa… —Caminó hacia la nada—. ¿Qué me queda en esta vida? Debería mo… ¡Ah! Aún tengo mi empresa…
— En tu ausencia, el peso cayó en el conejo —replicó Yamagata, rígido e impasible. Con todo, Zhì Yuè identificó un grado menos de frialdad—. Él está a cargo hora.
«¿Hay algo que todavía sea mío en esta vida?»
[Mi humilde comentario como Poy-Poy Chang: Sí, Yamagata.]
— No tengo casa. No tengo empresa. No tengo…
— Eres tenaz —reconfortó Yamagata, estoico—. Recuperaras lo que perdiste. Los nuevos comienzos son buenos. Un reto es progreso.
Zhì Yuè se apoyó en el tronco de un árbol. Contempló el movimiento de las hojas y el brillo del sol.
Yamagata se sintió algo inquieto. Ambicionó ayudarlo.
¿Y si aceptaba la propuesta de Nocflo y conseguía la finca y el dinero y se lo entregaba a Zhì Yuè y se alejaba?
Lo meditó unos segundos.
«También podría solicitar que le regresen la empresa…», infirió Yamagata.
— Kiriya-chan —llamó Zhì Yuè—, ¿quieres hacer algo divertido?
Yamagata inclinó su cabeza hacia un lado.
Perspicaz, Zhì Yuè tomó su mano tan rápido como pudo y lo arrastró consigo lejos de su familia.
La arquitectura del gremio Mermaid Wings era imponente. Estaba ubicado justo al frente de la Iglesia Ortodoxa de Kimiya Mag. Sus torres se alzaban como espirales, desafiando las leyes de la física. Las puertas estaban talladas en obsidiana. Se abrían solo ante gente con el sello del gremio.
El corazón del lugar era un salón inmenso, el cual estaba iluminado de orbes flotantes de luz que nunca se apagaban. El suelo era de piedra bruñida. Poseía grabados mágicos que destellaban y cambiaban según las estaciones del año. Más allá, en su interior, había una biblioteca infinita, con estanterías que no parecían terminar y libros que eran leídos por los gusanos llamados: Mesh-me.
Yamagata y Zhì Yuè se escurrieron por la Forja de Almas. Este último no quería ser visto por nadie, y tampoco quería alterar a los Vishia-Nama, fuerza armada de Mermaid Wings.
— Después te podría llevar al festival —chilló Zhì Yuè.
— ¿Festival? —cuestionó Yamagata.
— Cuando estábamos corriendo, vi las calles llenas de decoración dorada. —Yamagata negó con su cabeza. Desconocía a qué se refería—. ¿Color blanco y ese otro que brilla casi como el sol, pero es de un todo más…? —Zhì Yuè señaló el ornamento de su ropa— ¡Cómo esto! ¡Justo esto!
— Eso…
— Sí.
La Lluvia Dorada era el festival por llevarse a cabo aquel día. Por ello, había sido tan fácil escaparse de Nizthe, Nocflo y Cassius. Las calles estaban llenas.
— Solo ocurre una vez cada año. Los astrónomos establecen el día a suceder tres meses antes. Y ese día es hoy. ¡Tienes suerte! ¡Verás algo realmente hermoso!
Yamagata guardó silencio.
Zhì Yuè se acercó arrastrando sus rodillas; estaba arrodillado al igual que Yamagata. Ambos estaban debajo de una gran plataforma de piedra destinada a servir como mesa. En su mano Zhì Yuè sujetaba un aparato de madera. En medio de la base circular del objeto, había un símbolo, una sirena con alas en posición fetal. La imagen se veía nostálgica.
— ¿Dónde te coloco el sello? —preguntó el de los ojos verdes—. ¡Puedes elegir el lugar que quieras! Mira —Zhì Yuè se quitó el saco y luego la camisa—, yo lo tengo en el brazo.
Yamagata guio sus ojos al brazo expuesto de Zhì Yuè. No se movió. Admiró la piel; era blanca como la leche. Aquel cuerpo de pequeños bellos rojos no poseía ninguna marca.
— ¿Cualquier sitio? —preguntó—. ¿Mi bota?
— Solo cuerpo —corrigió Zhì Yuè.
El de cabellera negra realizó una larga pausa de silencio. Sus manos rodearon su cuerpo.
— Cuello.
— ¿Detrás o delante?
— Detrás.
Zhì Yuè asintió. Yamagata se dio la vuelta. Se sentó completamente en el suelo.
— ¿De qué color lo quieres? —preguntó Zhì Yuè—. Creo que el plateado te quedaría bien, pero puedes elegir lo que te guste.
— Rojo.
La marca de Zhì Yuè era de color rojo.
— Oye —sonrió el pelirrojo—, recuerda, no necesitas estar igual que yo. Selecciona lo que quieras.
— Celeste. —Zhì Yuè alzó una ceja—. Dijiste que me quedaba bien.
— Bueno… —Cuando terminó, se apartó—. Se ve genial. Que pena que no lo puedas ver. —Miró hacia otro lado, con dirección a una puerta—. Hubiera robado también el espejo del maestro. Lo tendré en cuenta la próxima.
— ¿Te gusta?
— ¡Sí! —asintió Zhì Yuè— ¡En otra vida me colocaré el sello de mi gremio en el mismo lugar!
Yamagata quiso decir algo, pero, justo cuando estuvo a punto de hablar, Zhì Yuè cubrió su boca.
— Creo que nos encontraron —susurró—. ¿Te digo un secreto? Es el maestro quien sella a los de nuevo ingreso. Si nos atrapan, nos llamaran la atención.
Zhì Yuè sonrió dulcemente.
— Cuando diga "corre", corres. ¿Entiendes? —Zhì Yuè se asomó a escrutar el panorama—. ¡Corre!
El pelirrojo avanzó con rapidez. Sus pasos fueron casi absurdos, como si estuviera escapando de veinte mil leones. La risa que escapaba de su boca no era de alguien que tuviera el control de la situación, sino que era una felicidad vacía de lógica, como si el mundo entero se hubiera puesto en su contra y la única respuesta posible fuera ese estallido de alegría inquietante.
Los guardias se desdibujaron a sus espaldas. Con cada giro, Zhì Yuè apenas parecía tocar el suelo. Su avance dependió de la suerte, como si caminara sobre el filo de una navaja. El peso de su cuerpo osciló de un pie al otro con la ligereza despreocupada de un niño que juega, ajeno al peligro real de la persecución. Su respiración y presión le permitió escuchar el golpeteo constante y frenético de sus propios pasos.
Sin detenerse, irrumpieron en el comedor donde los magos se encontraban reunidos, compartiendo historias y revisando las opciones de trabajo en el tablón. La escena, que hasta entonces había sido tranquila, se rompió en un instante con la llegada de los fugitivos. Zhì Yuè seguía corriendo como si el caos fuera su hábitat natural, mientras, a su lado, Yamagata experimentaba algo ajeno a su naturaleza.
Dentro de él, en su pecho, algo palpitó con un ritmo irregular, una sensación desconocida que nunca había percibido. El aire que llenó sus pulmones lo hizo sentirse vivo de una manera nueva y electrizante. Sus pies corrían, movidos por una energía abrazadora. Poco le importó que los guardias estuvieran detrás. Su atención permaneció fija en Zhì Yuè, quien parecía un farol danzante en la penumbra, una luz que él perseguía más por instinto que por razón.
Por un momento, todo pareció ralentizarse. La figura del pelirrojo, con su risa desquiciada y sus movimientos erráticos, se grabó en su mente como una pintura en movimiento. Yamagata deseó que la huida no terminara, que los guardias continuaran, que el frenesí no se apagara. A pesar de todo, su expresión permaneció fría. Sin embargo, por dentro, la adrenalina invadió su cuerpo. Era eso, esa palabra que siempre había oído, pero nunca comprendido del todo: Adrenalina. Y, por primera vez, sintió que estaba vivo, ¡emocionante e intensamente vivo!
Al abandonar el gremio, la luz de las farolas callejeras los abrazó, los condujo hacia los aromas vivos. Yamagata y Zhì Yuè se ocultaron tras un modesto estante, donde montones de dulces envueltos en hojas de bambú reposaban en espera de ser descubiertas. El aire estaba impregnado de un dulce aroma proveniente de sartenes de hierro.
El lugar poseía la gracia de lo cotidiano: La madera del estante estaba desgastada por el paso del tiempo, pero no por ello carente de encanto. Un farol rojo derramó una luz que abrazó las formas redondeadas de los postres. A un lado, una anciana, inclinada sobre un pequeño brasero, giró afectuosamente palitos de dango, mientras una sonrisa melancólica se asomó en sus labios, como si encontrara en cada movimiento un eco de su luminosa juventud.
El aire estaba saturado de belleza, pero fue un dorayaki recién elaborado lo que capturó la atención: Dos esponjosos discos de pan dulce, abrazando un corazón de pasta de frijol rojo. El dulzor del anko se mezcló con un toque de miel, y el aroma tuvo la capacidad de arrastrar consigo vestigios. Fue una tentación y un refugio, un bocado parecía contener la serenidad del mundo y el caos en igual medida.
«¿Quién podría resistirse a algo así?», pensó Zhì Yuè. No lo dijo en voz alta. Compró algunos bocadillos y se llevó a Yamagata hacia una esquina donde nadie lo viera.Principio del formularioFinal del formulario
— Esto es para ti —le extendió el bocadillo—. Mi familia tiene una dieta estricta. Esto sí es rico, es dulce. Puedes quitarte la máscara. —Yamagata obedeció—. ¡Dios, tu cara!
— ¿Hmn?
— Está muy roja… ¡Jajaja! ¡Se ve como si te hubieras colocado rubor! ¡Tú, por fin, pareces estar con vida! ¡Come, come! ¿Qué tal?
— Delicioso —respondió, impávido.
Zhì Yuè descubrió un ligero brillo en sus ojos. Yamagata había descubierto una religión llamada dorayaki.
«¿Lo sabrá? —Se preguntó, curioso—. Parece que descubrió su dulce preferido y no lo sabe».
— Fue un caos allí dentro, ¿no? —interpeló Zhì Yuè— ¡Hace mucho que no corría así! Bueno, no sin que me persiga un monstruo. Esto fue menos tenso. ¡Jajajaja! ¿Viste la cara de Imber? ¡Lo mojaste por completo! ¡Él posee magia de lluvia! ¡Y lo empapaste por completo! Pero, antes de ese accidente, esquivaste perfectamente a los otros. Tienes buenos reflejos a pesar de haber estado encerrado mucho tiempo. —Zhì Yuè colocó una tierna sonrisa—. Sigamos. Te invitaré una bebida. Esta vez intenta colocar tu mascara de costado. No importa que se vean tus labios o mentón, lo que no debes exhibir es el resto de tu cara, ¿entiendes?
— Mmn —asintió Yamagata, sombrío—. ¿Qué son esas cosas del cielo? Lo que se mueve.
— Son espíritus. Se les llama: Ethereal Drifters. —Yamagata se vio inquisitivo—. Por si quieres escuchar la historia, hay dos explicaciones. Una es más nostálgica que la otra. ¿Cuál quieres escuchar?
— ¿La nostálgica?
— Hǎi Lìng Shū era la deidad encargada de los animales relativos a los océanos y ríos. Cuando falleció, los animales extrañaron tanto a su diosa que muchos de los de ese año fallecieron con ella. Sin embargo, como no podían estar a su lado, para ellos sencillamente no hubo lugar dónde ir. Estos súbditos optaron por quedarse varados en este plano. Se convirtieron en parte del Mundo Fantasma sin razones para renacer. Son animales empáticos, entienden rápidamente el dolor e intentan consolar. Nadan por las noches buscando a Hǎi Lìng Shū. Su mayor deseo es que ella renazca como una humana, aún a sabiendas de que es imposible que vuelva a existir.
— ¿Por qué no los vimos antes?
— Los Ethereal Drifters no son hallados en cualquier sitio, solo se encuentran en dónde alguna vez su diosa caminó como humana, algo así como si siguieran su rastro.
— ¿No ha pasado mucho tiempo desde que Hǎi Lìng Shū falleció? ¿No están cansados?
— Ellos la amaban. Cuando es amor de verdad, uno espera por siempre. O es lo que dice Luna. Sinceramente, pienso lo mismo, aunque es difícil de confesar. —Zhì Yuè contempló a los animales acuáticos—. Se dice que, el día que desaparezcan, será porque encontraron a Hǎi Lìng Shū. Y se deduce que será el momento más conmovedor de la historia, ya que sabremos que el cielo estará abandonado por seres que encontraron a la mujer por quién esperaron siglos. —Zhì Yuè lo miró directamente a los ojos—. La lluvia dorada que caerá hoy es para ellos. En el pasado, en su último aliento de vida, Hǎi Lìng Shū plasmó su escencia en las nubes: Esto como un recordatorio de esperanza para quienes rezaban por ella y la admiraban como deidad….
La multitud se desplegó alrededor como un mar inquieto. Las calles estaban iluminadas por la calidez de faroles rojos que oscilaban con la brisa nocturna. El festival vibró con vida. Cada rincón estaba saturado de risas, colores y un bullicio que resultó embriagador.
Los aroman se entrelazaron. Se detectó el dulzor del azúcar sobre los taiyakis, el toque salado del yakitori asándose sobre braseros de carbón, y la fragancia ligera del té verde. Zhì Yuè apenas se detenía, girando y señalando cada puesto como un niño emocionado, mientras que Yamagata lo perseguía, algo perplejo, como si estuviera en un mundo soñado. El pelirrojo alternó entre cada puesto de comida hasta avanzar a la zona de música, donde se localizaron el sonido de unos fuertes tambores.