Chereads / Misticismo Perdido / Chapter 28 - Capítulo 25: Viga, cuerda y una silla, parte 8

Chapter 28 - Capítulo 25: Viga, cuerda y una silla, parte 8

Debajo de los magníficos adultos, en el tercer nivel y en dicho sector, se encontraban los familiares de Léi Dàrén y sus allegados.

— ¡Qué raro! —exclamó Léi HuāLín, retorciéndose en su asiento. Sus hombros temblaron—. Sentí como si me acabaran de robar algo —y ventiló su rostro con su abanico.

A su lado, se encontraba Shěn XuěPíng. La expresión de su rostro era insípida. Su sonrisa se veía débil pero encantadora. Las jóvenes del clan MǔDān le sonreían y lo admiraban descaradamente. Evidenciando la escena, YǐnLuò WēnYí chilló de emoción en varias ocasiones. Fastidió a DǒuMàn XīngRuò con la intención de avivar las llamas del amor. Le aseguró a su amiga: «¡Haré que tu corazón salte!». DǒuMàn XīngRuò se limitó a ignorar al joven y trató de persuadir a YǐnLuò WēnYí platicándole de otras cosas. Se esforzó tanto que se sintió mareada durante unos segundos. Fue Léi XuěWēi quien detectó la escena y estuvo pendiente en exceso. Un odio visceral e irritación se distinguió por sus ojos.

— ¿Se te perdió algo? —le preguntó Shěn XuěPíng a Léi HuāLín, buscando por los lados.

— Ah… —dudó.

¿Por qué se sentía así? ¡Era molesto!

«Quizás es por los soles», intuyó.

En eso, se volvió a buscar su copa para beber líquido, y sus ojos dieron con los de su primo.

— Toda la mañana ha estado de mal humor —murmuró, solo para Shěn XuěPíng. Fue cuidadoso, no quería que Léi XuěWēi lo escuchara. La rabia del muchacho parecía trascender los cielos—. Evítalo. ¡¿Qué digo?! Es suficiente con que respires para que le apetezca… golpearte. —Shěn XuěPíng lo contempló nervioso. Sus ojos se movieron como un reloj de gato—. Ah, olvídalo. Distráete. Tú actúa como si no existiera. Y, por favor, ni se te ocurra mirarlo a los ojos.

«¿Esto es como uno de esos triángulos? ¿Y dónde estoy yo? ¿Quién me mira a mí? ¡Esto no es divertido! Ah, ellas me miran, pero no me gustan. No están mal. ¡Soy yo quién no siente nada! ¿Soy una roca? Todos se están casando. ¡Yo también debo! Si me tardo, ¿con quienes jugaran mis hijas? No tendrán familiares de su generación. Y mi Shifu se está poniendo viejo, las personas no son eternas».

Shěn XuěPíng agarró un bocadillo de ciruela. Se volvió y lo extendió hacia Yán YǒngZhōng.

— Yán Míng, ¿te apetece…?

— No, gracias —lo interrumpió rápidamente, alzando la mano. Su expresión estaba rígida como la de un soldado. Había estado conviviendo mucho tiempo con la armada del Imperio DǒuMàn. Yán YǒngZhōng estaba preocupado por las impresiones que podía generar Shěn XuěPíng ante la crema y nata de la sociedad—. Estoy bien. No voltees. Enfócate.

Otro de mal humor era SīKòu Fēng, había discutido con Yán YǒngZhōng en la mañana y había perdido. Habría calmado su disgusto, sobre todo, para proyectar una imagen positiva en YǐnLuò WēnYí, a quién consideraba agradable como novia; pues, si Shěn XuěPíng estaba satisfecho con su compromiso, SīKòu Fēng era el más impaciente por casarse. No obstante, su rabia partió la tierra cuando escuchó que MǔDān Gōng, el asesino de su clan, vendría.

Tener la estirpe del asesino de sus padres y hermanos en frente, y visualizar al responsable plácidamente sentado, le hirvió la sangre. El estómago se le revolvió, sus entrañas se retorcieron. La piel la sintió difusa y desvinculada a la razón. Se percibió en un sueño nublado, donde un dorado opaco lo guiaba hacia MǔDān Gōng. Ansió coger su espada y todas las armas del lugar, levantarse y atravesarle el pecho.

El asedio al clan SīKòu se consideró desalmado. Los discípulos MǔDān no se contentaron con arrebatarles la vida. A la madre de SīKòu Fēng la despedazaron. Conocieron sus extremidades en zonas impúdicas; eso luego de arrancarle la piel de la cara para tejerla en el estandarte del clan. A su padre le hicieron gritar hasta sus últimos segundos. Le cortaron las piernas centímetro por centímetro a la altura de las rodillas. Controlaron la hemorragia y bordaron la cabeza de su hijo mayor en su brazo izquierdo. Le amarraron las manos y lo lanzaron a una fosa en la que había un León. Lo obligaron a alimentar al animal con las extremidades de su hija. Y a los otros dos hermanos de SīKòu Fēng, poco se sabe lo que les ocurrió, entre lo que se dijo, fueron testigos de cómo a su madre era degollaba, posteriormente, se les cortó la cabeza en frente de la mujer que les dio la vida.

SīKòu Fēng sobrevivió porque fue escondido por su nana. Cuando Léi Dàrén llegó a la secta GǒuQǐ SīKòu, quedó perturbado con lo que ocurrió. Se enfrentó a MǔDān Gōng a cambio del perdón de SīKòu Fēng (eso si lo encontraba); ganó la contienda. Más adelante, DǒuMàn XiānYú no objetó en que se lo quedará. Se le ordenó criarlo a la par de un esclavo, sin brindarle privilegios; pero Léi Dàrén lo trató como a cualquier otro discípulo. No fue un camarada cercano al clan SīKòu. Lo que lo motivó a velar por el pequeño fue la injusticia que sufrió su gente.

En ese preciso instante, Sīkòu Fēng tenía claro dos cosas: Primero, esas personas eran malvadas y, segundo, deseaba asesinar a MǔDān Gōng.

— Si me quieres servir a mí —le dijo a Yán YǒngZhōng, sádico y orgulloso, mirando a MǔDān Gōng y sintiéndose inferior —, yo estoy dispuesto a aceptarte. ¿Por qué no me sirves algo de vino?

— Se te olvida que Yán YǒngZhōng ya no es un sirviente —le advirtió Léi HuāLín.

— No —aseguró—. Lo sé. Pero un sirviente siempre será un sirviente.

— Y un idiota siempre será un idiota —articuló Yán YǒngZhōng, sin mirarlo, rabioso.

Sīkòu Feng se paró. Se acercó a Yán YǒngZhōng, prepotente.

— ¿Qué, esclavo? —preguntó, tomándolo de las solapas.

Yán YǒngZhōng era más alto. Sujetó la mano de Sīkòu Fēng, enojado. Elevó una ceja e interrogó:

— ¿Qué, imbécil?

Fú Nán estaba a un costado. Fue el primero en acalorarse por el escándalo. Se acercó para detenerlos. Se sintió en demasía avergonzado.

— Oigan, estamos… —dijo.

— ¡No te metas! —gritaron Sīkòu Fēng y Yán YǒngZhōng al unísono, empujándolo y haciéndolo caer al suelo.

— ¿Tienes algo más para decirme? —rugió Sīkòu Fēng.

Léi XuěWēi se bebió todo el licor de su copa. Se volvió hacia Léi HuāLín y Shen XuěPíng. Sus tersas mejillas se pusieron como la piel de un recién nacido, chillando.

— Él no —aseguró—, pero creo que Shěn Jīn tiene mucho que contarnos.

— Y aquí va… —suspiró Léi HuāLín.

«¿Dónde está mi DàGē?», se escandalizó Léi HuāLín, buscando a su hermano para que venga corriendo.

Yán YǒngZhōng no tardó en responderle a Sīkòu Fēng. Lo empotró contra la pared y gritó:

— De hecho, sí. ¿Te caíste de chiquito? Madura de una vez. Te vas a casar y te comportas así. Esa pobre mujer se arrancaría los ojos si fuese otra. Es bueno que sea alegre, pero será un desperdicio en tu vida. Merece algo mejor.

— ¿Cómo te atreves? —Sīkòu Fēng jaloneó— ¡Repítelo!

— ¡Si quieres, te lo escribo en la cara!

— ¡Atrévete!

Léi XuěWēi apoyó su codo en la mesa, se recostó torpemente. Su expresión se vio alcoholizada. Parpadeó, pesado. Experimentó una molestia en los ojos que los obligó a entrecerrar la mirada.

— ¿Y qué historias tienes por contar, Shěn Jīn? —cuestionó, perdido, en siseo y tono suave. Buscó licor, pero no encontró nada—. ¡Un sirviente debe responderle a su amo! —objetó, enfadado.

— ¡No le hables así! —gritó Yán YǒngZhōng, yendo hacía él.

Léi XuěWēi se puso de pie.

Sīkòu Fēng sujetó a Yán YǒngZhōng del brazo.

— ¡No me ignores!

— ¡Cállate!

— ¡Tú cállate!

Fú Nán se había estrellado contra un estante decorativo con diseño de columna, el cual cargaba un florero gigante. El agua se había vertido sobre su cuerpo. Quedó empapado en su totalidad. Y el jarrón se fue rodado hasta otro lado; era de buen material, solo se fragmentaron sus azas. Sin embargo, el aroma del agua era como la de un desagüe.

— Creo que tengo nauseas —expresó Fú Nán, a punto de vomitar.

— Tú siempre tienes nauseas —repuso Yán YǒngZhōng, histérico de su voz.

Léi HuāLín comió un diminuto bocadillo y dijo:

— La gente nos está…

— Las aves eran muy hermosas, ¿verdad? —lo interrumpió Léi XuěWēi.

«¡Ánimas, eres tan evidente! Léi Kang, te vas a arrepentir de haber bebido», aseguró Léi HuāLín.

— ¿Y no hay más? —continuó Léi XuěWēi— ¿Es todo lo que viste en tu adorable campamento bajo las estrellas? ¿Eres de los que comen, se van y olvidan el tema?

Shen XuěPíng estuvo ignorando al joven por la recomendación de Léi HuāLín. Si los ataques eran solo hacía su persona, entonces sabría tolerarlo; despues de todo, había vivido de esa forma durante muchos años. No obstante, en esta oportunidad, el tono de Léi XuěWēi se escuchó candente, como si sus verdaderas intenciones, así como el comentario, estuvieran a interpretar, y todo guiado hacía el mal sentido. Shen XuěPíng se preocupó por la imagen de DǒuMàn XīngRuò.

— ¿Qué… insinúas? —preguntó, descolocado.

— No insinúo nada —aseveró Léi XuěWēi, irónico—, a no ser que deba de mencionarse algo.

Su expresión se vio infernal.

Todavía peleando, Yán YǒngZhōng hizo caer algo por error, embarrándose de postre.

— Recógelo —ordenó Sīkòu Fēng, mordaz.

Yán YǒngZhōng sujetó una copa de vino y lo vertió en las prendas del otro.

— Límpiate —recomendó, sonriente—. Eso se cayó por tu…

Y, de nuevo, ambos empezaron a golpearse.

— ¡Cuidado! —exclamó Fú Nán, alarmado. Intentó separarlos—. Se van…

Yán YǒngZhōng se vio como un depredador.

— Estoy cansado de tus juegos —le advirtió.

La cara de Fú Nán se llenó de arrugas. Sus gestos resaltaron confusión extremista. Cuestionó:

— ¿Juegos? ¿Qué? ¿Qué juegos?

Yán YǒngZhōng se refirió a todas las veces que Fú Nán se le había acercado. No entendía cuáles eran sus intenciones y de dónde provenían. Se había percatado de su extraña actitud hace mucho, ya era tiempo de que se detuviera.

Sīkòu Fēng se volvió a mirarlo con desprecio. Se quejó.

— ¡Ahhhhh! ¿Qué te metes? ¡Piérdete, Fú Nán! ¿No te das cuenta de que no le caes bien a nadie? Este no es tu problema. Nadie te quiere, lárgate de aquí.

Hace un rato Yán YǒngZhōng había recibido un golpe de Sīkòu Fēng, pero, a pesar de todo, pareció estar de acuerdo con él.

Léi HuāLín aprovechó la oportunidad y golpeó la pierna de Shen XuěPíng con su abanico.

— Vete… —murmuró—, márchate…

Shěn XuěPíng se puso de pie, rígido. Caminó como si fuese una tabla.

— Me retiro, chau —soltó, y, apresuradamente, se fue.

Léi HuāLín también se paró.

— Oye, Léi Kang—habló, alegre, tomándolo del hombro—, ¿sabes?

Léi XuěWēi le golpeó el hombro y pasó de largo.

— ¿Por qué te vas? ¿Estás escondiendo algo? —interrogó, persiguiendo a Shěn XuěPíng.

— Léi Kang… ¡Disculpa! Quise decir, Léi XuěWēi, tengo… tengo… ¡tengo que ir al baño!, volveré después —aseveró.

— ¿Qué pasó entre tú y la prima de Léi Píng?

— No es el momento —negó, caminando más rápido.

— ¡Dime!

— Detente…

— ¡Qué me digas!

Shen XuěPíng bajó los escalones corriendo. No quería golpear a Léi XuěWēi. Podría pelear con cualquier otro, pero no con las personas que lo alimentaban y velaban por su salud. Simplemente, no podía golpearlos, no a las personas con las que creció.

Léi XuěWēi lo alcanzó, lo tomó de los brazos y lo retuvo.

— Me lastimas… —se quejó.

— ¡Habla!

— ¡No! ¡No hay nada de qué hablar!

Shen XuěPíng forcejeó e intentó bajar el resto de escalones, pero no había visto que el jarrón que cayó sobre Fú Nán había rodado hasta allí. Sus sentidos de por sí estaban desequilibrados por la discusión. Tan rápido como dio un paso hacia adelante fue que cayó junto a Léi XuěWēi. Ambos se golpearon en el barandal de cristal que pronto se fragmentó, y aterrizaron sobre las mesas que estaban llenas de comida.

Shěn XuěPíng y Léi XuěWēi utilizaron su energía para protegerse. Al suavizar la caída, por la fuerza del aire, destinaron los postres y comidas hacía toda dirección, ensuciando el estrado. Ellos mismos quedaron embarrados de pastel y fideos. Debajo de las mesas, había barriles de vino. Estos se rompieron y el líquido salió por los costados, originando un pequeño tsunami de alcohol.

— ¡Me encantó! ¡Buena función! —celebró LiángZhū KuàiLè. Se puso de pie— ¡El viaje valió la pena! ¡Estuvo increíble! ¿Qué sigue?

— GōngZǐ, no debería festejar —le dijo discretamente un sirviente—. Aquello no es parte de la función.

— Mmn… Se ve como un desastre —designó—. ¡Nyumbu wengi[1]

Los ojos de LiángZhū KuàiLè se elevaron a los de Léi Dàrén. El hombre estaba hundido en su asiento, volutas de humo se desprendieron de su cabeza.

HuángFǔ ZhēnFù se aguantaba la risa.

«Vaya, esa mujer sí que es un caso», reflexionó.

De pronto, HuángFǔ ZhēnFù gestualizó una expresión seria y firme. Se acercó al barandal y preguntó:

— ¿Qué hace esa mujer?

— ¿Quién la dejó ingresar? —interrogó YǐnXīng Gōng—. Este es un evento privado. ¿Dónde se ha visto que la maleza se pueda tejer en la bañera del emperador? Sáquela de aquí. Es una falta de respeto para nuestro Supremo Señor.

La señora vestía haraposamente. Se desplazó como una penosa sombra. Su presencia alteró el aire. El evento se retorció ante la miseria. Sus pies crujieron como madera vieja a punto de quebrarse y, en medio de su marcha, su cuerpo se sacudió en lucha contra su coraza de carne. La vestimenta raída y sus manos, rancias y enlodadas, estaban marcadas por una vida de trabajo interminable. La tierra se adhería a su cuerpo como una capa de tortura y batalla perdida. De sus brazos, la sangre caía, dejó un largo camino de gotas carmesí. En su mano derecha sostenía la muñeca de quien parecía ser su pequeña hija. La menor trastabilló a cada paso, casi cayéndose y siendo arrastrada. Había lagrimas secas debajo de sus parpados y un poco de mucosidad acumulada en la orilla de su labio superior. Su piel era seca, estaba llena de costras y matices rojos de piel alérgica. Cuando la mujer llegó al estrado, se paró en medio del dragón tallado de la casa DǒuMàn, extrajo una cuchilla de su ropa y tendió a la pequeña sobre la piedra.

¡Estaba a punto de sacrificarla!

HuángFǔ ZhēnFù era de Snepden. Poseía el don de la desmaterialización. Se disolvió y reapareció al lado de la mujer. Sujetó su mano, deteniéndola, y la empujó. Cargó a la niña y caminó hacia otro lado. En eso, DǒuMàn XīngRuò aplicó su magia, activó Cube. El estrado circular se bañó de una luz roja que tiñó el cristal de oscuridad tenebrosa. El paisaje se sumergió en un cinismo profundizado. Las barreras del Cube poseían símbolos extraños. HuángFǔ ZhēnFù, la niña y la señora quedaron atrapas.

La habilidad de HuángFǔ ZhēnFù se volvió inútil. No obstante, no le interesó demasiado, mantuvo la mirada en DǒuMàn XīngRuò. ¿Cómo es que la adolescente podía realizar magia? Todos sabían que los genes de magia eran recesivos, de eso también nacía el desprecio hacia los snepdenitas. A pesar de que los ocasipenses los esclavizaban, no podían obtener la escencia que los volvía únicos.

Durante varios años, HuángFǔ ZhēnFù estudió las formas de cómo heredarle su habilidad a su hijo. Se había infiltrado en las mafias asentadas: La Rinconada y los Chicheros-Caimanes en busca de alguien o algo que pudiera ayudarla a cumplir con su objetivo; en ambas organizaciones criminales y mercados negros, involucradas con la minería ilegal, el tráfico de personas y la caza clandestina y explotación de Hé, se encontraban seres con interesantes habilidades, entre ellos, magos y hechiceros, pero, sobre todo, brujos, chamanes, nigromantes y conjuradores, maestros Hé del Camino Oscuro que, de alguna manera, fueron capturados. Sin embargo, por más que lo intentó, HuángFǔ ZhēnFù no encontró la forma de transferírsela. Allí conoció a Yǒng Gēn, quien la apoyó en sus investigaciones, luego se volvió maestro de HuángFǔ JiānWú.

Sinceramente, lo que le apetecía en ese instante era acercase al Emperador y preguntarle cómo logró que su hija pudiera, por así decirlo, "desbloquear" su habilidad.

«Me impide desaparecer», evaluó. Observó a la señora con desprecio. Sentenció:

— Intentó sacrificar a su propia hija.

— ¡Devuélvemela!

La mujer se le fue encima, pero HuángFǔ ZhēnFù la esquivó. En medio de eso, se ganó un corte en el brazo.

— ¿Intentaste matarme? —cuestionó, alegre. Dirigió su mirada a DǒuMàn XīngRuò. La adolescente la atisbó, nerviosa—. Si vas a utilizar tu magia, primero, aprende cómo. No eres de ayuda. Deshazlo.

DǒuMàn XīngRuò aceptó que tenía razón. Lo deshizo. DǒuMàn TiánYì apareció de pronto y se la llevó a rastras. YǐnLuò WēnYí se fue tras ellos atemorizada por su amiga. Su padre le ordenó a WúShēng XuànFēng, el guardia de YǐnLuò WēnYí, que la vigilara a detalle y, mirando con desagrado a SīKòu Fēng, demandó que lo alejara de ella.

«Esa extranjera no respeta a nadie», criticó MǔDān Gōng, resentido. DǒuMàn XīngRuò lo contempló con sadismo. MǔDān Gōng le sonrió a medias.

El guardia de HuángFǔ ZhēnFù se acercó velozmente hacia ella. La Señora de Bīng Xīng le entregó la niña. Reapareció frente a la mujer y le propinó una bofetada que la dejó de rodillas; después, regresó al lado de su guardia.

— Alguien como tú no debería ser capaz de dar a luz —juzgó.

— ¡Maúllalo, lindura! —aplaudió LiángZhū KuàiLè, meciendo sus hombros. Consideró el espectáculo de excelente potencial.

— La ibas a ofrecer —avaló HuángFǔ ZhēnFù, mirando a la pequeña—. Hasta las bestias cuidan de sus crías. Que te condene el Emperador, aunque tu castigo ya está dictado para tu siguiente vida.

— Solo es una pequeña —susurró YǐnXīng QīngPíng, horrorizada.

— ¡Ideales elevados y promesas de cambio! —gritó la mujer— ¡La moral es una herramienta de control sobre todos! Las emociones son piezas; las palabras, armas. Su gobierno se centra en sobrevivir, mientras son los únicos en gozar de riqueza.

— ¡Falacias! —gritó alguien.

El público carcajeó.

— Bueno, nada de lo que dijo es mentira… —suspiró LiángZhū KuàiLè, tocándose su mentón.

— Ay, cállate —se quejó ZǐTéng Gōng, quien fue el único en escucharlo. Movió las cejas con actitud. Comunicó, satírico—: Esta no es otra de tus "enigmáticas" reuniones de lucha por los derechos de esclavos.

LiángZhū KuàiLè lo miró ofendido. Sus asientos estaban a veinticinco centímetros de distancia. Se inclinó y golpeó su dedo en el pecho de ZǐTéng Gōng. Lo insultó:

— Eres un cruel manipulador titiritero de emociones ajenas y alma vacía como los discursos y promesas inertes que profesas, un dictador de pacotilla, perro rabioso, convenido, con un engañoso sentido de la justicia, retorcido, reflejo distorsionado del mal, monstruo disfrazado de hombre y una plaga barata de hambruna, presumido, saciado de ego, estúpido, laucha, cucaracha, bicho, sanguijuela, tricocéfalo y lacra[2]. ¡NO ME CALLES, palta desabrida de tierras infértiles y robadas! —habló tan rápido que ZǐTéng Gōng no entendió ni la mitad de lo que dijo.

— ¡Ah, encomiéndate a las ánimas, te hace falta! ¡Y a mí no me toques! —siseó, injuriado. Con su dedo, también le regresó el golpe en el pecho. La pitón de Boelen amenazó con los ojos a LiángZhū KuàiLè. Se extendió y lo observó directamente. LiángZhū KuàiLè no temió.

— ¡Animal rastrero! —juzgó, firme, desaprobándolo con su cabeza y chasqueando la lengua.

— ¡No la insultes! ¡Y mis tierras no son infértiles!

— ¡¿Quieres que mantenga a tu pueblo?! —preguntó, desafiante y burlón. LiángZhū KuàiLè tenía sus metas. Había financiado a una tribu que había conocido de casualidad. Su fortuna siempre se encaminaba a ese tipo de obras. No obstante, por la problemática agrícola, se le ordenó destinar parte de sus provisiones a ZǐTéng Gōng. Toda fortuna posee un límite y una condena. Si regalas el cincuenta por ciento de tu sustento, entonces inicia claramente uno de tus peores problemas; y él dirigía el treinta a sectores indígenas; se había quedado con el veinte por ciento. Y el futuro pagaré de ZǐTéng Gōng prometía devolverle el dinero, pero en tiempo indeterminado; una jugada que el hombre empleó, presentándole la propuesta al emperador y en la usencia de LiángZhū KuàiLè—. ¡Tú gente se muere de hambre! ¡Perdedor!

— ¡Ah! —objetó. Tiró su copa y se puso de pie—. ¡No soy un perdedor! ¡Yo aposté mi cosecha…!

Se calló. ZǐTéng Gōng cometió un error, se dejó llevar por su mal humor y expuso sus privacidades. Se volvió con temor para identificar si alguien había oído. Por suerte, la gente estaba pendiente de la mujer. Sin embargo, los sirvientes que lo rodeaban se quedaron contemplándolo, le sostuvieron la mirada, algunos con desprecio. ZǐTéng Gōng tramó cómo deshacerse de ellos.

La mente de LiángZhū KuàiLè quedó pausada. Se enfocó en descubrir quién había sido el ganador de la cosecha de ZǐTéng Gōng. Pronto, un recuerdo lo tomó por sorpresa y observó a YǐnXīng Gōng. Se preguntó: «¿Qué le prometió para que a cambió ZǐTéng Gōng decidiera regalarte el sustento de esta temporada? ¿Qué es lo que maquina ahora?». El reptil aún no se apartaba de su lado. LiángZhū KuàiLè observó su lengua. Sorprendido y algo descolocado, se interpeló: «Un segundo. ¿Acepté que un mudo se vuelva embajador?». Recordó su plática con YǐnXīng LíngJiàn. Se apoyó en el respaldar de su asiento y meditó sus acciones. No era lo único de lo que tenían que discutir.

— ¡El infierno viene por sus almas! —continuó la señora, paralelo a la discusión de los señores— ¡Los principios son desechables para ustedes. ¡Izan los valores cuando buscan apoyo! ¡Este gobierno es el reflejo de la auténtica naturaleza humana! ¡No son más que caos y figuras maliciosas! ¡Tomaron el poder, tomaron el poder!

— ¿Solo por eso matas a tu hija? —preguntó HuángFǔ ZhēnFù.

— Mi familia ya está perdida. Mi pequeña falleció al nacer. No es un sacrificio a ustedes, sino a su dios, a favor de un deseo mío.

Un alboroto inició en todos los niveles del anfiteatro. Los murmullos de las personas se esparcieron como un metal arrastrado en ladrillos. Todos quedaron extrañados. «¿Nuestro dios? ¿Qué dios? Ya no existe ninguno», expresaron varios. «¿En qué año vive esta mujer?».

— Al final, solo importa lo que se puede manejar —evaluó la señora—. Yo me apoderaré de esto. Su fachada ha caído. —Señaló al Emperador—. Este juego terminará hoy. Los dioses nos maldijeron por alguna razón, aquí yo los maldigo a ustedes. ¿Sirven al pueblo?; son calculadores, no comprometidos…

Lù ZhànXiāo estaba apoyado en una columna, desinteresado. Su hombro le dolía, pero no se movía de su posición. Desde allí, nadie podía observarlo. Huǒ YǔQīng estaba sentado al frente, cerca al barandal.

— ¿Qué esperaba? —le preguntó Lù ZhànXiāo—. La política es para los astutos. No se puede tener verdades absolutas.

— Quien no esté dispuesto a abandonar los valores cuando es necesario está destinado a ser pisoteado por quién sí lo hará; es una ley tan evidente —aseguró Huǒ YǔQīng—. ¿Quién la convenció de realizar dicho espectáculo?

— ¿Crees que se trate de alguien del consejo? —Huǒ YǔQīng discernió—. Tal vez… ¿Léi YǒngHuā?

— Muy recto —negó.

— ¿YǐnXīng LíngJiàn?

— No lo conozco bien —declaró, dudoso—. Es de los que te dan un pastel y te envenenan luego de veinte comidas.

Kitakyushu estaba infiltrado junto a Lysan entre la servidumbre. El primero podía alterar su forma cuánto se le apeteciera; era un anciano robusto de expresiones suaves y afables. Como Lysan se alimentaba de su sangre, él también disponía de la facilidad del cambio; en su caso, limitado. Kitakyushu era guardián de lo qué podía o no realizar. Los dos estaban en ese trabajo, y los discípulos Léi estaban en varios sitios, así que el malvado muchacho se volvió amable y lo dejó gozar de ese privilegio, lo transformó en un adolescente. Después de todo, Lysan era su sanguijuela, ¿no?, su pequeña mascotita. Tenía que tratarlo bien.

— ¿Esto tramabas? —cuestionó Lysan, incomodo.

— Alguien tiene que mover los hilos y adelantar las cosas, my handsome boy —aseguró Kitakyushu, complacido. Balanceó su cabeza de un lado a otro—. Esto iba demasiado lento. ¿Pastel? —Lysan ordenó las mesas. No quería ver el espectáculo— ¿Qué haces? La función no termina. La mujer descubrió muchas cosas, yo solo la ayudé a vengarse.

— Tus ayudas no son gratis —recriminó.

— El clan DǒuMàn tiene un dios, créelo. —Lysan lo miró, impactado. Kitakyushu señaló con los ojos a la mujer— ¿Sabes lo que ocurrió en el pueblo de ese desperdicio? El adorado emperador tuvo que controlar el nacimiento excesivo de infantes, demandó esterilizar a las mujeres, a las que fueran voluntarias, claro. No obstante, entre cuatro soldados sujetaron a cada hembra y las obligaron a beber Loto Negro de Castaña; a las niñas también. Mataron a su esposo y a su hijo mayor —informó, jubiloso—. Su pequeña hija sufre de psoriasis. El de ella es tan grave que le sale parches hasta en la cara. Cuando la obligaron a beber Loto Negro de Castaña, su estado empeoró. Tiene razón. La niña no está, en sí, viva. No es consciente de lo que sucede. Su cuerpo puede moverse, pero se está pudriendo. Por ello, el mal olor. Le quedan minutos… Creo que a eso le llamaban fuerza de voluntad.

— ¿En serio?

[1] Cuando se utiliza "Nyumbu wengi" se sugiere que un grupo de personas es torpe o ineficaz, comparándolos con la imagen de un búfalo grande.

[2] Los últimos siete términos son de una canción llamada El Estúpido de Corazón Serrano, cumbia peruana. No encontré información de a quién le pertenecen exactamente lo derechos. Nota de autor: Ya había escrito los insultos que LiángZhū KuàiLè le diría a ZǐTéng Gōng, pero me topé con la música por Tiktok y vi que las groserías iban por ese camino, me pareció gracioso y lo añadí. Además, la actitud de LiángZhū KuàiLè es de glamur sofisticada, pero con desviaciones a comportamientos de sector popular y, por todos los viajes y trabajos que ha realizado, detona siempre multiculturalidad; vi que encajaba en él y que, si perteneciera a este mundo, se expresaría así.