— No le agrado —suspiró Shěn XuěPíng.
El joven estaba recostado sobre la madera del puente conectado a la laguna; sus pies balanceaban en el aire, a punto de rozar el agua. Léi HuāLín estaba a su costado, troceaba un pan y les lanzaba migajas a los pescados.
— Debe haber algo que le guste de ti. —La comisura de Léi HuāLín se contrajo—. Piensa en algo.
— ¿Cómo qué?
— No lo sé. Debes preguntárselo. ¡Hazlo hoy!
Léi HuāLín lanzó el último trozo. Se limpió las manos.
— ¿Hoy?
— ¿No quedaron para ir a montar a caballo? ¿Hmn? —Léi HuāLín dejó caer sus cejas. Estaba agotado de ser un consejero romántico. En un inicio le había parecido interesante y entretenido, pero, últimamente, le empezaba a molestar. Golpeó la cadera de Shěn XuěPíng. Este se sentó correctamente—. Shěn Jīn, no solo platicaran de montura —aseguró, serio. Elevó las cejas, señalando lo evidente—. Escucha, la conversación con hombres son solo de armas y monturas, ¡sí!, pero, cuando estás con una dama, la plática siempre arribará a algo más delicado, quieras o no. Aprovecha y pregúntale. Se casarán. Tendrán que hacerlo cuando se casen. Será mejor que respires hondo y le preguntes si le agradas.
Shěn XuěPíng lo meditó en silencio. Aquellos días, Léi Píng hablaba en doble sentido.
Trató de descifrar el mensaje. Se quedó observando el brillo del sol sobre el líquido, viendo las ondas del lago expandiéndose por la pelea de unos peces.
— ¿Por qué le metes ideas erróneas en la cabeza? ¿Cómo podría gustarle? —preguntó Léi XuěWēi, quien apreció sin previo aviso. Se veía agotado. Vestía ropa de entrenamiento. Tenía una toalla beige en la mano derecha, la cual usó para secar su rostro—. Una mujer nunca podría enamorarse de alguien tan delgado, torpe y asustadizo.
«No soy extremadamente asustadizo», pensó Shěn XuěPíng. Observó a Léi XuěWēi, luego, desvió la mirada.
«Este es el final de camino. No hay forma de que se desviara. Literalmente solo vino a molestarlo», evaluó Léi HuāLín, tocándose la frente y mirando de reojo a Shěn XuěPíng.
— No empieces con los insultos —lo detuvo Léi HuāLín. Se puso de pie. Jugó con su cabello, pomposo—. Intento darle una buena bienvenida a DǒuMàn XīngRuò instruyendo a Shěn Jīn; será parte de la familia, y tú te casarás con su hermana, así que mejor ayuda y no empeores las cosas. Por lo que me dice Shěn Jīn, DǒuMàn XīngRuò no es mala persona. Quiero que se sienta encantada en casa. Así, tendremos a alguien más para divertirnos.
Léi XuěWēi retiró la mano de su primo con un golpe. Sus ojos se enfocaron en Shěn XuěPíng, quien no le devolvía la mirada y continuaba de espaldas, sentado en los tablones.
Para su defensa, Léi HuāLín le había aconsejado ignorar a Léi XuěWēi, esquivar todo insulto o intento de humillación; era la única forma de evitar peleas y escenas infantiles al frente de gente de renombre y títulos sorprendentes.
Shěn XuěPíng sintió que su espalda le quemaba, que dos puntos se sellaban allí, friendo su piel. ¿Por qué lo perseguía tanto?, ¿de verdad quería armar todo un espectáculo en el Imperio DǒuMàn?, ¿no podía esperarse a llegar a Noddon para empezar a fastidiarlo?
Sin duda, era claro que el joven de semblante tierno no comprendía que, lo que sentía Léi XuěWēi, eran celos, interesante sentimiento que Léi HuāLín sí llegó a reconocer.
— ¿No tienes nada que hacer? —cuestionó Léi XuěWēi. Se cruzó de brazos. Y la toalla de su mano se arrugó con fuerza. Léi HuāLín abrió su abanico y se cubrió parte del rostro—. Léi Gāng te buscaba —dijo, en tono grave, con intenciones de alarmarlo. Sonrió, sádico—. No habrás olvidado algo, ¿o sí?
Shěn XuěPíng se volvió, miró a Léi XuěWēi de casualidad. Los cabellos del hijo del líder Léi tenían volumen. Le nació la necesidad de acercarse y peinarlo, pero se limitó a ponerse de pie. Recibió una amenaza con las cejas. Imaginó que Léi XuěWēi le advertía que se quedara, «quizás piensa que quiero escapar», concibió.
Shěn XuěPíng enterró sus pies en la madera.
— ¿Olvidado? ¿Olvidado qué? —interrogó Léi HuāLín, molesto—. Él solo quiere torturarme. Por hoy, desapareceré de su radar. Además, sí, no tengo nada qué hacer; no hay nada, ¡nada qué hacer aquí! —Shěn XuěPíng le sonrió—. Ya probé un poco de todo. ¿Lo qué logré? ¡Aburrimiento!, puro y asfixiante. Dame oportunidad de relajarme. ¿Dónde está Sīkòu Fēng? ¿Está ocupado?, ¿por eso vienes a molestar?
— Mi padre lo llevó al clan YǐnLuò al amanecer. Regresaran en la noche.
Se quedaron en silencio. Segundos después, Léi HuāLín consultó, dirigiéndose al joven Shěn.
— ¿Cómo será YǐnLuò WēnYí? Las damas no la censuraron, hablaban muy mal de ella sin reparo alguno.
— DǒuMàn XīngRuò dice que es "irritantemente feliz". ¡Son amigas! —asintió.
Su alegría enfadó a Léi XuěWēi.
«¿Ahora qué?», se preguntó Shěn XuěPíng. «¿Dije algo malo?»
— ¿Se lo preguntaste? —se asombró Léi HuāLín—. ¡Wow!, mírate, sí hasta estás siendo más abierto con tu prometida —lo felicitó.
Léi XuěWēi arrugó la nariz. Sus pupilas se tornaron menospreciativas. Esbozó una sonrisa malévola, juzgó:
— ¿Tu corazón es como un loto flotando sin raíces?
— ¿Ah…?
— Si va a ser su esposa, él puede enamorarse todo lo quiera —defendió Léi HuāLín—. No veo porqué se vuelva nuestro problema.
— No eres suficiente hombre para ella —recalcó Léi XuěWēi, mirando a Shěn XuěPíng.
— Disculpa —habló el joven Shěn con sinceridad. Se volvió hacia Léi HuāLín, inclinó la cabeza—. Será mejor que me retire. Tengan buen día.
Léi XuěWēi lo sujetó del brazo.
— No he dicho que puedas retirarte.
— Léi Kāng, no lo molestes —chilló Léi HuāLín—. En serio, detente. Esto es muy…
— Eres hijo de un sirviente. —Sus palabras de escucharon rígidas—. Hijo de alguien quién trabajó para el amigo de mi tío, no más. Actúas como hijo de mi padre, y no lo eres. Aprende a identificar cuál es tu lugar. ¡Me tienes harto! No eres diferente a un perro buscando un hogar.
— Claro —sonrió Shěn XuěPíng. No iba a ser hipócrita, lo que le dijo había golpeado sus sentimientos, lo único que quería era irse de allí, escapar. Como cualquier otra persona, ya estaba llegando al límite de su toleración de humillaciones. Pero colocó buena cara y se expresó en tono amable—. Lo siento. No fue mi intención. —Léi HuāLín trató de interrumpirlo—. Creo que me he tomado muchas libertades, joven amo Léi. ¿Le parece si puedo retirarme?
Escuchar esas palabras estremeció a ambos jóvenes de buena cuna. Durante todos esos años, Shěn XuěPíng nunca les había hablado como alguien de nivel inferior. Y, de alguna forma, orillarlo a hacerlo, se sintió como un pecado. ¡Quien menos pudo tolerarlo, fue Léi HuāLín, más aún cuando estuvo interactuando con él! Se mordió la lengua, y, enfadado, comenzó a golpear a Léi XuěWēi con el reverso del abanico.
— ¿Tienes qué humillarlo? —le gritó—. ¡Ánimas! ¿No puedes controlarte? ¿Qué tienes contra el pobre? ¿No ves que casi se muere? ¿No puedes ser más amable? ¡Si sigues así, se lo diré a mi Dà gē! ¡Él sí que te pondrá en tu lugar!
Shěn XuěPíng corrió en su socorro, y, aún sujeto por Léi XuěWēi, detuvo a Léi Píng con su otra mano. Su acción no importó mucho. Léi HuāLín le jaló la oreja a su primo. Y los tres quedaron conectados, sujetos entre ellos como en una cadena, formando un círculo deplorable.
Si esa situación era de por sí vergonzosa para adolescentes de clanes posicionados, que una mujer lo presenciara solo lo convertía en una función para enterrar la cabeza en la tierra.
— Espero no interrumpirlos —saludó DǒuMàn XīngRuò. Vestía un atuendo sencillo pero elegante. En el lado izquierdo de su cabellera, traía una máscara dorada de dragón, similar a una peineta—. Vine por Shen XuěPíng.
Los presentes se soltaron y disimularon no haber estado en la "situación" anterior.
— Discúlpeme, entendí que saldríamos en dos horas —se acercó Shen XuěPíng. Se alarmó—. No quise hacerla esperar. Totalmente mi responsabilidad. Puede…
— No te disculpes. Soy yo quien desea salir antes. El oficial LíngZé me informó que hay varias húdié niǎo en el campo oeste. —Los presentes no sabían a lo qué se refería. DǒuMàn XīngRuò ignoró al resto y se concentró en Shen XuěPíng—. Quizás no hayas escuchado de ellas, son mariposas doradas con una larga cola de plumas blancas y delineado rojo. Están de paso, migran a Yauyos; pasaran aquí la noche —informó—. En la oscuridad su brillo se pierde, cuando echan vuelo antes del amanecer, sus alas se tornan azul mar. Esperaba que pudieras admirarlas antes que se hiciera de noche. Algunos acamparan allí. Si quieres, nosotros también podríamos. LíngZé YúnChuān y otros nos acompañaran. ¿Qué dices? ¿Quieres acampar o solo ir a verlas?
Shen XuěPíng se quedó en silencio. ¿Estaba permitido ir a acampar con la hija del emperador? ¿Eso no era pecado?
— ¡Claro que irá! ¡Quiere ir! Estuvo hablando de ti toda la tarde. ¿Yo podría acompañarlos? —consultó Léi HuāLín.
— Te hubiera invitado en otra ocasión —negó DǒuMàn XīngRuò—. Me temo que Léi YǒngHuā te busca. Está organizando los caballos para visitar a tus abuelos. Me encargó comunicártelo si te veía.
Gente se movilizaba alrededor.
Piān Níhóng ayudó a Léi YǒngHuā con el equipamiento.
De hecho, era esencial recalcar que Piān Níhóng se levantó más temprano de lo usual y se dirigió a alimentar al corcel que utilizaría el atractivo comandante. Se centró en los detalles, lo normal en su actitud, una de sus mejores cualidades; acarició el pelaje del animal e invirtió tiempo en peinarlo. Podría decirse que dicho cuadrúpedo resultó ser el afortunado del día y él más envidiado de sus semejantes. El resto de los caballos tamborilearon gravemente el piso y relincharon presenciando la escena, los celos salieron a flote. El caballero también le había cantado al animal mientras lo aseaba con esmero y entrega, y todos deseaban lo mismo, si no era eso, siquiera ansiaban que se aproximara a ellos para acariciar sus rostros. Como la mañana se prolongó al igual que el río Yangtsé, Piān Níhóng se esparció entre los caballos y compartió con ellos, solo así se calmaron. Sus subordinados, jóvenes a los que entrenaba, seguido le aseveraban que ese era «el efecto Piān». Ya sea animal, mujer u hombre, todos se pelearían por algo de su atención, pues, poseía algo, una escencia espiritual que muchos eran incapaces de describir. Con el simple hecho de estar próximos a su persona, uno caía por un vacío en el que su cuerpo aterrizaba en el almohadón más suave y flexible del mundo.
A su costado, mientras reía, Léi YǒngHuā terminó de hidratar al corcel. Caminó hasta una banca donde dejó el balde de agua.
Como Léi YǒngHuā era comandante y primo de los hijos del emperador, cuyo distintivo era haber heredado el apellido de su madre, con el que se sentía a gusto y altivo como un crisantemo en otoño y elegante como un sauce al borde del agua, iría acompañado de varios de sus hombres al hogar de sus abuelos, DǒuMàn ShūYǔ y DǒuMàn RuòXī, quienes preferían vivir fuera de las puertas del Imperio DǒuMàn con la excusa de representar una imagen de igualdad de "ilustres" habitando entre los súbditos, pisando la misma tierra y comiendo la misma comida.
Léi YǒngHuā no tenía buena relación con ninguno de aquellos. DǒuMàn RuòXī lo despreciaba en cada oportunidad, así desde niño, y DǒuMàn ShūYǔ lo toleraba por la conexión familiar; era algo discreto, no quería exponerse a la habladuría y delatar que no vivía en alianza con su nieto, por lo que se mantenía estricto con Léi YǒngHuā y siempre estaba en contacto, le recordaba que debía esforzarse. No se negaba a extenderle la mano, por supuesto, era voluntario, no uno sentimental, sino por el honor. Luego de breves y largas interacciones con su nieto, lo único que podía fastidiarle de su persona era que nunca le pidiera favores. Es decir, él, alguien de su posición, había abierto las manos y entregado la tierra y el agua, y ¿lo que hizo Léi YǒngHuā? (claro, a los ojos de su abuelo), mirar el abono con desprecio, dirigirse a tierra erosionada, orinar y allí colocar la semilla tan nutrida que se había cultivado con lo mejor. Incluso cuando DǒuMàn ShūYǔ se manifestó tolerable a que le sugiriese ayuda, Léi YǒngHuā nunca abrió la boca, entonces, agridulce, gracias a la respuesta del comandante, el señor se dedicó a ayudarlo desde las sombras. Evidentemente, que tuviera que recurrir a esto, solo desarrolló una mala idea de su nieto. Lo tildó de estúpido, ciego y orgulloso. ¿Qué no era evidente, que, en un lugar como ese, lo que más necesitaba eran aliados?
Por su parte, Léi YǒngHuā no se tomaba a pecho la frialdad de sus abuelos. No había crecido sin chimenea. En sus años, obtuvo los mejores recuerdos de su familia nuclear, con los que se deleitaba cuánto quería. No requería de más; era lo exacto y suficiente. El cariño de su abuela no podría, en ninguna circunstancia, remplazar los mimos de su madre, sus afectuosos toques a su tierna mejilla, ni su dulce aroma a ciruela; su afecto y belleza, que era como la primavera del invierno, cuyo apodo de su padre encajaba: "Sol Oculto entre la Nieve"; su atención y su mirada, sus finos y brillosos ojos observándolo de cerca y jugando con él; su calidez y suavidad al hablar, como el primer copo descendiendo del cielo; su apariencia, su ternura y carácter; de ahí que, no dependiera sentimentalmente de ella. Además, en el telar espiritual de Léi YǒngHuā, no existía esa imagen de frialdad e indiferencia con la que muchos describían a la mujer que lo trajo al mundo; solo detectaba amor. Y eso fue suficiente para ver a su madre como a una diosa. ¿No era ella acaso la mujer que, en honor a su difunta hermana, Léi XuěHuā, y prima, Léi YǒngLín, lo nombró como tal y también a Léi HuāLín? Él amaba, admiraba y apreciaba tanto a su madre que mandó a construirle una estatua no tan lejos de su habitación en Xiena, en medio del campo de rosas; la contemplaba cada mañana cuando estaba allí, y le platicaba de todo, no podía dejar de extrañarla, no había olvidado ni el sonido de su voz. Y con respecto a su abuelo, él jamás podría superar la inquebrantable figura de devoción y lealtad, fuerza y pasión, amor y valentía, con la que vio luchar a su padre, defenderlo, cuidarlo y educarlo. Nadie tendría la grandeza de remplazar las tardes de comida, cuando una vez su padre intentó sorprender a su madre y cocinó y arruinó la merienda, o las salidas al bosque y risas en la orilla del río, o cuando su padre se resbaló en el hielo por querer realizar una broma, y su madre no evitó soltar una carcajada y luego lo cargó hasta el hogar; nada opacaría los días de baño en el que uno le enjugaba la cabeza y el otro le tallaba la espalda, las noches de tormenta y las risas bajo el destello de las velas en un día lluvioso, o la voz de su madre narrándole una historia. Sus abuelos podían ser o no afectuosos, verlo como pariente o no, quererlo más o menos que a otro, y, aunque él les tuviera una pisca de afecto, de todas formas, no servirían, ni por suplica divina, para cubrir el cemento fragmentado. Definitivamente, "X" no podría competir contra su padre y madre, y, como hijo, no estaba dispuesto a entregarle eso, que solo debía dedicarles a sus padres, a otros.
DǒuMàn RuòXī, su abuela, era la dama que evitaba recibirlo. Nunca lo había abrazado, acariciado o dado de comer. Su abuelo siquiera le había dado la mano y lo había recibido con un saludo de espada; era alguien capaz de mirarlo a los ojos y hablarle con dureza, todo lo contrario a la señora que, dedujo, lo odiaba. ¡Y se daba el gusto de afirmar que no era otro sentimiento distinto al odio!, ya que la señora no solo era déspota e descortés con él, sino que también lo había sido con su padre; es decir, su propio hijo, DǒuMàn Teo. Los sirvientes platicaban, y claro que Léi YǒngHuā escuchó los detalles, además de todo lo que había visto de niño. Con certeza, recordaba a su abuela humillando, insultando y agrediendo a su padre, y a este hombre tan erguido recibiendo el maltrato con la cabeza baja y en silencio. Esa hostilidad, oyó de una señora, siempre había convivido con DǒuMàn Teo desde sus días de nacido. DǒuMàn RuòXī nunca lo cargó ni le dio de mamar, no toleraba siquiera tenerlo a la vista. Prácticamente, DǒuMàn Teo creció como la basura de su hogar, durmiendo lejos de la mansión principal, y, apenas cumplió nueve, sus padres lo enviaron a vivir al imperio. Como Léi YǒngHuā era idéntico a su padre en apariencia y personalidad, teniendo un mínimo de su madre, y su abuela no solía soportarlo, no le faltaban argumentos para sentenciar que, de hecho, lo abominaba, detestaba, repudiaba y aborrecía. DǒuMàn RuòXī encontraba en él a DǒuMàn Teo, hijo que siempre desestimó.
Pero había algo que le enfadaba y lo alertaba. Algunas veces, cuando se quedaba en blanco y no pensaba más allá que en la familia de su padre, se preguntaba mil cuestiones, para luego divagar entre sensaciones e ideas ambiguas. ¿En conclusión? En ocasiones, llegó a considerar que se esforzaba demasiado (lo que era obvio), y, la última vez, sintió que se implantó la meta de volverse General del Imperio DǒuMàn para recibir la atención y el reconocimiento de sus abuelos, pero no para sí mismo, sino para su padre, quien falleció con ese único propósito. No sabía por qué, si DǒuMàn Teo se lo había mencionado o no, pero creía que él ambicionaba que DǒuMàn RuòXī esperara por él en la entrada del hogar, viéndolo llegar de las guerras y combates, que lo abrazara y limpiara la mugre de la cara. Pero, para ser sinceros, hubiera bastado con que DǒuMàn RuòXī se dignara a esperarlo y verlo directamente. Léi YǒngHuā añoraba que su padre descansara en paz, y ansiaba, el reconocimiento de DǒuMàn RuòXī para que así fuera, ya que le remordía imaginar que su padre sufría.
«Deseo implantado», juzgó Léi YǒngHuā, pensando en su abuela.
Su vida no había sido sencilla en el Imperio DǒuMàn. Ciertamente, había sobrevivido a muchas situaciones que fueron mucho más que agobiantes. Hubo noches que no pudo dormir, tardes que pasó abrumado y fatigado, tan angustiado que fue incapaz de ir al baño. Estar solo en el sur lo hizo sentirse desamparado. Sin embargo, con los años, aprendió a aserenar su corazón y sus emociones. Nunca le dijo nada a sus familiares, y aquel era un tema insospechado por su hermano, quien imaginaba que su partida había sido la etapa más agradable de su vida. Como no solía mostrar otra cara que fuera su expresión de póker en casa, intuyeron que era pan comido para él. Por ello, se sentía agradecido con Piān Níhóng. Después de que se volviera comandante y experimentara tanta corrupción, dicho General fue el único en defenderlo y apoyarlo sin haberle hablado previamente. Desde allí, empezaron a interactuar, Piān Níhóng lo había fichado para dejarle su puesto. Había invertido muchos años de su vida al lado del emperador, y, ahora, planeaba retirarse a cumplir sus aspiraciones.
— Sé paciente —recomendó Piān Níhóng—. Léi HuāLín no es malo.
— ¿Estamos hablando de la misma persona? ¿Está seguro de que lo evaluó bien?
— ¿Lo dudas?
— No dudo de usted.
«Temo que le haya lanzado un hechizo para que guarde esa opinión», pensó Léi YǒngHuā. «Serviría de algo si lo hiciera con nuestros abuelos».
— ¿Dudas de tu hermano?
— Un poco. —Lo observó, serio. Creó suspenso. Elevó una ceja, cuestionó—: ¿No le pagó?
— ¿Crees a tu hermano capaz de sobornar?
— Sí —aseguró sin dudarlo—. Lo conozco bien.
— No seas duro. Lo volveré a preguntar. ¿Crees a tu hermano capaz de sobornar?
— ¡Si la situación lo amerita! —Piān Níhóng guardó silencio—. Depende. Él es complicado. Nunca puedo controlarlo. —Se dirigió a ajustar la correa de la montura, pero su mayor ya lo había hecho—. ¿Le gustará hacerse cargo de eso?
— Yo me encargaré del entrenamiento de Léi HuāLín —rio amablemente—. Siento que Bǎo Zhī estará celoso. ¿Es mi imaginación?
— Sabe que Léi HuāLín es idéntico a mi madre, ¿no? —Léi YǒngHuā observó la venda roja de Piān Níhóng—. Por lo que ha podido escuchar, digo —corrigió. Se tocó el cabello—. ¿Sabe cómo Bǎo Zhī se integró al clan Léi? —El General del Ala negó—. Es una historia romántica —asintió—, de una familia oculta en el bosque —afirmó, moviendo sus dedos en el aire—. Él se enamoró de mi madre, le salvó la vida.
Piān Níhóng abrió notablemente la boca. Soltó un: «Oh», comedido y discreto. Le prestó mucha atención al joven comandante.
— Después de que mi madre me trajera al mundo, pasó años debilitada. No podía ni cargar tres kilos. —Se recostó en la pared y elevó su mentón hacia el techo, con las manos en la espalda—. Cuando cumplí la edad en la que los niños suelen retener sus memorias, inició la disputa en contra y a favor del clan Shàn. Como es de su conocimiento, el clan Léi se vio envuelto en una serie de confusiones con dicha confrontación. Mi familia había sido allegada al clan de la Grulla. No obstante, para ese entonces, dos meses antes, se originó un desacuerdo y se distanciaron, no volvieron a oír sobre el otro. —Piān Níhóng caminó y se paró cerca de su posición, cortando la distancia. Si tuviera ojos, se podría aseverar que lo miraba directamente. Léi YǒngHuā analizó los rasgos de su rostro. Se preguntó si el general podía de verdad contemplarlo—. Cuando se revelaron los clanes a favor de los Shàn, apellidos que lucharon, al final del día, a título propio y que cogieron como excusa la protección de un clan insultado, para luego cantar dictámenes sin extenderle la mano a los afectados, todo enemigo, persona no declarada públicamente aliado, masticó tierra y respiró sangre.
El principal clan en defender a los Shàn fue la secta Sīkòu. Todos aseguraban que lo hicieron a beneficio de sus ventajas, pero Léi YǒngHuā lo dudaba, por ello, fue incapaz de tratar mal a Sīkòu Fēng mientras lo veía crecer. Había leído muchos libros e investigado por todas partes, estaba seguro de que tenía razón. Los Sīkòu lucharon sin deseos, fueron sus "aliados": YáoChén, YéYún, MuRóng y CangShuo, los que se involucraron por ambición, transformando una limpia causa en algo ruin; también, estaban los HuángFǔ, quienes ocultaron a los Shàn del norte, pero aquel clan nunca se nombró aliado del bando, y tampoco buscó la traición del imperio, más la declaración de la heredera del clan Shàn, quien aseguró que los había obligado a ocultarla, a ella y a su hijo, el único castigo que el emperador de ese entonces, Douman Tīanshēng, le dio al clan HuángFǔ fue asesinar a cada infante recién nacido en Heilongjiang y cada menor de diez años.
DǒuMàn Tīanshēng era llamado Príncipe de Voces, fue el emperador anterior y el más loco de todos. Muchos estaban cansados de sus veredictos y gobierno. No fue sorpresa escuchar cuántos se levantaron en su contra. Sin embargo, fue alucinante atestiguar la cantidad de quienes se elevaron hacia el sol para apoyarlo. El Príncipe de Voces fue el más despreciado, pero el que, a fin de cuentas, ganó el Gran Disturbio. La verdad salió luego de su muerte, nadie había peleado por él, sino por sus propias preferencias. Un vagabundo gritó una madruga: «El dragón dominó con el miedo, pero las ovejas comieron y balaron para sí mismas».
Existían muchas y muy buenas ganancias al aprovecharse de la desgracia de los Shàn, como lo vieron los YáoChén, YéYún, MuRóng y CangShuo, una de ellas: Erradicar al Imperio DǒuMàn y todo su linaje. En esas décadas, varios se quejaban de la situación, muchos sedientos de poder y gloria.
— La guerra principal era solo entre el clan Shàn y DǒuMàn. —Léi YǒngHuā realizó una pausa. Observó el suelo—. Cuando cayeron, se supo la razón. —Se volvió a analizar el camino que se extendía hacia el imperio—. Todos los que pisan el suelo del emperador son los que más culpa tienen, y, los que están bajo tierra, los más inocentes. Dura realidad. Claro que los aliados del clan DǒuMàn, entrometidos hasta en los huesos, protegerían el imperio, si eran participes de los agravios al clan Shàn.
Piān Níhóng tocó le hombro de Léi YǒngHuā. Por medio de sus sentidos, detectó ira y rabia en el comándate.
— Déjalo ir —recomendó.
— Sabe que, así como usted, no tolero las injusticias.
Léi YǒngHuā caminó hacia otro lado, alejándose de Piān Níhóng. Se acercó al corcel y le acarició la boca.
— Como no hubo tiempo de nombrarse para un bando, mi clan quedó en medio del caos. Para DǒuMàn Tīanshēng, el clan Léi era aliado de los Shàn, y para los clanes YáoChén, YéYún, MuRóng y CangShuo éramos enemigos. —Su voz se escuchó lastimosa—. Mis tíos tuvieron que dividir a la familia. El juego del dado A y B, lo llamaron. Un grupo se escondió en el sur y el otro en el norte. Mi madre era parte del dado B, lado norte. Se le aconsejó a mi padre quedarse como protector del grupo. Que él sobreviviera era vital, siendo de la familia DǒuMàn, en el caso de que mis tíos fueran condenados, quedaría como representante de la familia de mi madre. El imperio no le negaría ayuda. —Sus dientes rechinaron—. El plan no salió según lo previsto. Unos hombres de Huǒ Yǔqīng encontraron el escondite dado B mientras buscaban a más Shàn. Mi padre les negó el ingreso y los detuvo, asesinó a diez de los suyos. Eso los puso violentos, y como creían que habían Shàn infiltrados entre los Léi, entonces atacaron. Mi padre obligó a mi madre a huir con los niños. —Piān Níhóng se acercó. Tomó la rienda del caballo y le acarició la oreja, algunos animales gruñeron—. ¿Ha peleado alguna vez con alguien del clan Huǒ? ¿Sabía que Huǒ Yǔqīng, para salvar a su clan, se alió a los mercenarios Grito Rojo? La fuerza de su clan se compone así.
«¿Grito Rojo?», se preguntó Piān Níhóng. Una vez, en el pasado, un escuadrón de mercenarios, que vestía el traje de Grito Rojo, intentaron acabar con su vida. No obstante, eso fue antes del Gran Disturbio. De todas formas, aquel testimonio lo dejó pensativo.
— A Huǒ Yǔqīng le desfavorecía lastimar a alguien apellidado DǒuMàn. Se lo advirtió a su gente, no quería problemas, podían aniquilar a todo aquel de sangre no imperial. Así que, redujeron a mi padre después de exterminar a los presentes y le permitieron arrebatarle la vida a mi madre y a mí. «Es de mandato imperial exterminar a los Shàn y a sus aliados», le dijeron. Mi padre nos apuñaló con su espada. Pero él era médico; no lo sabía, ¿no? —preguntó, elevando una ceja—. Supo dónde introducir el arma sin levantar sospechas, y nos transmitió toda su energía por medio del metal.
— ¿Y qué sucedió después?
— Lo último que recuerdo es la espalda de mi padre; los soldados del clan Huǒ se lo llevaron apresado. Tres días más tarde, desperté en la cabaña de Bǎo Zhī, quien había estado viviendo recluido en las montañas. Mi madre no era muy afectiva, y nunca me había abrazado, acostumbraba a darme toques en la cabeza; pero ese día estaba aferrada a mí, cantando con la voz entrecortada. Cuando abrí los ojos, no parecía sorprendida. Solo me abrazó más fuerte, y me dio mimos y un profundo beso en la frente. Ella sabía que no moriría. —Tosió levemente—. Bǎo Zhī cuidó de nosotros. ¿Quiere saber que es lo gracioso de esta historia? —preguntó, sonriente.
Piān Níhóng no se mostró contento. Sentía la nostalgia de Léi YǒngHuā. Quiso regañarlo por actuar feliz cuando no lo estaba.
— Bǎo Zhī conoció todas las cálidas matices de mi madre y varias de sus expresiones humanas, mientras que mi padre solo conoció su expresión de hielo. Y de eso se enamoró mi Lao Shi, de esa parte de ella, de la versión que intentó ser como mi padre.
— ¿Qué?
Recordándolo, Léi YǒngHuā rio hilarante. Pensó: «Dicho de esa forma, nadie lo entendería».
— Mi madre intentó ser cómo mi padre para que yo no lo extrañara, actuaba literalmente como él. Eso fue divertido y extraño. —Se cruzó de brazos. Carcajeó suavemente balanceándose de un lado a otro, negando con la cabeza y mirando el suelo—. Llegué a pensar que él había muerto y que ella lo ocultaba, entonces también fingí ser feliz para que mi madre no se sintiera mal; ambos actuamos por la felicidad del otro. —Soltó un suspiro—. Mi madre era hermosa —declaró, elevando las cejas—, y ella no le había contado nada de su pasado a Bǎo Zhī; es más, antes de toparse, mi madre se deshizo de nuestra ropa por nuestra seguridad. Bǎo Zhī sabía que algo andaba mal, pero le agradó tener visita. No poseía más ropa que la de hombre; mi madre se vistió de varón, y yo de sabanas. La cosa se complicó al termino de la tercera semana, cuando pasaron unos oficiales de YéYún que nos reconocieron. Bǎo Zhī no dudó en protegernos. Y le prometió a mi madre llevarla de regreso a Běifāng Zuànshí.
— ¿Léi Qing sonrió demasiado? —preguntó Piān Níhóng, sorprendido e incrédulo.
El señor trató de visualizarla, pero no llegó a nada.
Léi YǒngHuā se contentó. La expresión del General de Ala era evidente: "No puedo creerlo, ni siquiera imaginarlo".
— Se había enamorado de ella —asintió Léi YǒngHuā—, de sus chistes y risas. Posteriormente, recuperó el castillo en su representación. Mi madre, agradecida, le permitió quedarse a su lado como su guardia, otorgándole un puesto en el consejo. Léi Qing nunca reconoció los sentimientos de Bǎo Zhī, y él nunca le dijo nada. Mi Lao Shi continúa amándola hasta el día de hoy. Por ello, siempre ha querido más a Léi Píng, lo ha malcriado por su parecido facial. Consuela su perdida canalizando todo su afecto en mi hermano.
— ¿Cómo sabías que Bǎo Zhī la amaba? Eras muy pequeño.
— Se ponía como mi padre cuando interactuaba con ella. Además…, eso se siente.
— ¿DǒuMàn Teo no lo notó?
— Yo creo que sí, pero no dijo nada. No era un hombre celoso. De todas formas, Bǎo Zhī no tenía oportunidad. Mis padres estuvieron algunos años ocupados intentando concebir a Léi Píng. Mi padre se la pasaba preocupado imaginando los escenarios perfectos a crear para endulzar a mi madre; y Bǎo Zhī estaba ocupado cuidándome. Además, mi madre parecía no entender el amor. Una vez le pregunté lo qué significaba, lo que era o cómo se sentía. Ella lo comparó con ir al baño.
No tan lejos, se escuchó unos ruidos. Piān Níhóng, con su audición y habilidad, era capaz de reconstruir todo escenario; negó con la cabeza. Con ese ademán, logró que Léi YǒngHuā bajara la guardia y se despreocupara.
— Léi Qing no comprendía las emociones —aseveró Piān Níhóng. Palmeó el hombro de Léi YǒngHuā—. En nuestro duelo, ella desestimó la tristeza, alegría y amistad. Opinó que eran estados de ánimo innecesarios y vivencias absurdas, lo mismo con el afecto. Le dije que aprendería con el tiempo. Nunca supuse que experimentaría todo lo que se le vino encima.
«Mis palabras se volvieron un ancla de culpa».
Piān Níhóng vivía y luchaba con ese remordimiento.
— Para ser justos, mi madre técnicamente le dijo que su sentimiento de amistad era basura, que se callara la boca y peleara rápido —rio Léi YǒngHuā—. Siempre fue dura, ¿no?
Piān Níhóng se avergonzó; de joven, había sido increíblemente parlanchín.
Su memoria arribó a ese momento: Léi Qing en la arena, vistiendo su típica mascara de madera oscura y seca; y él, como siempre alegre, saltando de un lado a otro, y moviendo y moviendo la boca en vez de luchar como debía.
Ahora que reconstruía la escena, con una serenidad más adulta y mucha más consciencia, percibía que Léi Qing, lo único que quiso ese día, fue agarrarlo a patadas y abandonar la idea de un encuentro justo para acabar con su vida.
— Fue mi culpa —declaró, cubriéndose la sien con sus manos y alzando los hombros—. Le insistí en hablar. Ella era fiel al silencio, iba a lo suyo sin interrupciones. Nuestro combate fue una lección de vida. Aprendí bastante de ella, la suelo recordar seguido. —Volviéndose hacia otro lado, chilló—: ¡Qué pena!
— Me hubiera gustado preguntarle a mi madre cómo fue que le gañó, así tal vez podría derrotarlo —afirmó Léi YǒngHuā.
— Puedes hacerlo —motivó Piān Níhóng.
Léi YǒngHuā intentó golpearlo. Lucharon un rato. Sus movimientos se vieron elegantes. Como siempre, Piān Níhóng ganó el encuentro.
— ¡Seguiré intentando! —declaró el comandante, fingiendo estrés. Subió a su caballo—. Antes de irme, iré a entregarle un recado a LíngZé YúnChuān. —Jaló la rienda, guiando al caballo—. Le encargué a mi prima arrastrar a Léi Ping hasta aquí si lo encontraba. Cuando llegue, amárrelo al corcel y envíelo conmigo. Estaré en la entrada.
— Suerte en casa —se despidió Piān Níhóng.
— Pídales a las ánimas que DǒuMàn RuòXī no me tire agua "por error" de nuevo.
Piān Níhóng asintió. Cuando Léi YǒngHuā se alejó lo suficiente, caminó hacia donde el ruido anterior se había escuchado. Se asomó por la ventana. Se apoyó en el alféizar.
— ¿Qué opinas, Léi HuāLín?, ¿necesito amarrarte al caballo?
El joven se espantó, lo tomó por sorpresa.