Chereads / Misticismo Perdido / Chapter 22 - Capítulo 20 Viga, cuerda y una silla, parte 3

Chapter 22 - Capítulo 20 Viga, cuerda y una silla, parte 3

El emperador DǒuMàn XiānYú caminó por los salones. Le regalaba una que otra sonrisa a sus invitados. A pesar de que había perdido apenas un poco del fulgor inicial, su postura se mantenía recta y pulcra, y sus largos bigotes se mecían con el viento que paseaba por las habitaciones. El dorado y rojo resaltaba su expresión, reduciéndole la edad y sumándole color en las mejillas; de esa forma, la parte bronceada de su cien, que era evidencia relevante de su participación en la guerra; las ojeras de su rostro y los tonos oscuros que lo acompañaban, de alguien que se había desempeñado sin descanso, no eran advertidos agracias a la colorimetría. Se percibió debidamente fino y rico y no débil de salud. Aunque sus cabellos no jugaban ese papel, delatándolo mínimamente, la frescura se había marchado, estaban dispersos y secos, de puntas desgastadas.

DǒuMàn TiánYì, su hijo y escolta, estaba a dos pasos detrás. Al igual que su hermano, su porte era erguido y musculoso, embelesador; sus dientes eran blancos como las hijas dulces de la noche, dentadura embellecida por la caída en cascada de su sedosa cabellera negruzca similar al ala de un cuervo. Portaba unas cejas pintadas por un pícaro y comedido artista, de forma decidida, que volvía sus labios seductores y mantenía su mirada juguetona y penetrante; aquellas no eran exageradamente curvas o rectas, se arqueaban como una melodía impecable; se le podría nombrar elegante sin esfuerzo; ambos hermanos reservaban un encanto travieso. Por la ocasión y sus deberes, vestía armadura. Las mujeres se volvían a verlo continuamente, platicaban y susurran entre ellas ocultándose entre sus abanicos, enviándole miradas encantadoras. Con él tenían una oportunidad, aseguraban; era el segundo hijo. DǒuMàn JiāYí podía estar destinado al trono y ser próximamente comprometido, pero su hermano gozaba de la libertad de casarse con la mujer que deseara y de hacer lo que se le antojara; por lo que era la sensación del imperio.

DǒuMàn XiānYú exhibía su parcial placer como padre. DǒuMàn TiánYì y DǒuMàn JiāYí eran respetados por el ejército, conocían sus obligaciones y realizaban debidamente los mandatos. No cometían errores. Desde niños, se les contrató extraordinarios maestros de armas. Antes de alcanzar la adolescencia, salían de casa con el ochenta por ciento de éxito garantizado; después de la guerra, volvían con el noventa y cinco por ciento de las glorias. No obstante, su padre nunca los alababa con un cumplido demás, «es su deber», mencionaba, para luego continuar con lo suyo y no mirarlos a los ojos. Era indiferente a ellos; prefería no sonreír en su presencia; era incapaz de darles el afecto digno a merecer. Entre ellos se expandía una distancia emocional y desconexión no justificada que se dilataba día con día.

No tan lejos, Shěn XuěPíng estaba admirando el decorado de escenas de guerra que estaban talladas en un pilar, donde el fuego ardía y devoraba un templo. El emperador, DǒuMàn XiānYú, se le acercó y entabló una conversación que encontró placentera y oportuna. Resumió a Shěn XuěPíng como: «De buena sonrisa, y amable. Tímido, divertido e inteligente».

— ¿A este quieres con DǒuMàn XīngRuò? —preguntó DǒuMàn TiánYì, desaprobando su elección de esposo. Se mostró desdeñoso. Notó que su padre tenía cierto patrón a la hora de seleccionar hombres para la familia, en específico, evidenció que el emperador se inclinaba a llevarse bien con hombres de actitud torpe, los cuales quería como cuñados, y no de cualquier tipo, sino de los que podía manipular—. Tu hija preferirá tragarse una cortina.

DǒuMàn XiānYú observó a su hijo con desaprobación; sus ojos se volvieron agrios, pero no por ello detuvo su felicidad. Por su lado, Shěn XuěPíng estaba muriéndose de nervios, así que no escuchó ofensa alguna, con las justas se mantenía en pie. La ansiedad lo estaba dominando. Estaba seguro de haber trastabillado más de tres veces en la plática. Era pésimo socializando. ¡Lo peor! No recordaba qué era lo que había dicho o lo que estaba diciendo, solo sabía que su boca se movía de un lado a otro.

DǒuMàn XiānYú, como afectuoso padre de sus menores hijas, quería que floreciera el amor entre Shěn XuěPíng y DǒuMàn XīngRuò, quien tenía en cuenta y era terca. En su euforia, no tardó en mover sus cartas. Trató de convencer a su hija de platicar con Shěn XuěPíng, pero aquella le realizó un horrible desairé al joven que lo dejó ruborizado de la vergüenza. A raíz de esto, DǒuMàn TiánYì empezó a reírse a carcajadas. No era fan de DǒuMàn XīngRuò, no la estimaba para nada, pero sí que le divertía ver sufrir al pequeño Shěn. El joven era demasiado inocente en su opinión.

En medio de las carcajadas, su hermana lo miró con un enfado tal que hasta casi arrugó su nariz mostrando lo impropio en una señorita. Furiosa, criticó:

— Deberías parar, dejas en evidencia que tienes el cerebro de un insecto. ¿Es educado que un soldado se reía de esa forma? ¿Qué pensaran los oficiales?, ¿te tomaran en serio luego de verte así?, ¿acaso no siguen tu ejemplo?

DǒuMàn TiánYì iba a ignorar el agravio. Solía discutir mucho con ella, ya sea por un pan, bebida, lugar, color, o cualquier otra cosa, siempre discutían. DǒuMàn XīngRuò perdía la paciencia rápidamente, y él podía mantenerse sereno cuánto quisiera.

No la fastidiaba por necesidad, sino para complacer a cierta persona, llevaba haciéndolo tantos años que ya se había transformado en rutina. Ya de grande, cuando lo analizó, cayó en cuenta que le servía para desafiar su rapidez de respuesta, le ayudaba a pensar rápido.

En este juego, su hermana era una dura contrincante. En privado, la llamaba Palo de Clavos y Caballo Rebelde; se burlaba de su crudeza y de su desliz negligente al abandonar la delicada misión de perfección que estaba sujeta a ejercer. Siempre le recordaba lo imperfecta que era como mujer, le decía que había nacido dañada, y la sometía a severas comparaciones cogiendo a DǒuMàn MéiFēn como modelo de dama recatada e impecable.

En el extremo contrario de la gran habitación, a distancia regulada, Léi YǒngHuā, Piān Níhóng y LíngZé YúnChuān habían dirigido su atención hacia ellos por el fuerte tono de DǒuMàn XīngRuò. En otra situación, DǒuMàn TiánYì se habría reído y comido un postre luego del arrebato de su hermana. Vivía despreocupado de la opinión de las personas. Sin embargo, con la llega de Léi Dàrén y su gente, con terceros rumoreando de un lado a otro, los salones llenos y las personas siendo tan entrometidas, una presión se sumó en su frente generándole algo de incomodidad, lo que no le gustó para nada y lo irritó; más encima, ver a Léi YǒngHuā guiando a los suyos hacia otro lado para no lucir inoportunos fue lo que lo exaltó el doble. No tenía nada de qué avergonzarse para que ellos se fuesen de esa forma. Imaginar que ellos pesaban que sí tenía de que sentirse apenado solo le generó más rabia.

— No pensé que te enamoraras tan rápido —habló DǒuMàn TiánYì, apenado—. No volveré hablar así de tu futuro esposo, no preocupes.

— ¿No entiendes el ambiente? —interrogó DǒuMàn XīngRuò, enfurecida, guardando algo de propiedad. El tono de su voz se escuchó rasposo—. ¿Eres retardado? ¿Quién habló de amor? A mí no me gusta.

— Lo siento de nuevo. —DǒuMàn TiánYì no lucía para nada arrepentido—. Debí intuir que deseabas ocultar tus sentimientos. No fue mi intención exponerte. —Tosió y le guiñó el ojo a Shěn XuěPíng—. Claro, no te gusta.

DǒuMàn XīngRuò perdió la paciencia. Su frente se arrugó. Gestualizó a más no poder su desagrado.

— Que una espada sea lanzada y, al aterrizar, te parta el cráneo —murmuró DǒuMàn XīngRuò—, que el aire te asfixie y tus ojos no vean más que llamas verdes sobre lo que más amas, pierde el camino a casa en ruinas irreconocibles si llego a sentir algo por esta persona.

— No me desees eso, hermanita —se quejó DǒuMàn TiánYì. Sus mejillas dibujaron hermosos hoyuelos que, con sinceridad, lograron empatizar en Shěn XuěPíng. El hombre parecía verdaderamente afligido por las palabras de la joven—. Yo quiero verte el día de tu boda. Apuesto a que serás la más bella; es evidente que no superarás el exquisito retrato de DǒuMàn MéiFēn de cuando se casó, pero ocuparás el segundo puesto. No suena mal, ¿no?

El Supremo Anciano de Ocasip, enfadado por el actuar de sus dos hijos, demandó un encuentro privado para DǒuMàn XīngRuò y Shěn XuěPíng, una especie de presentación formal y privada. Le ordenó a un sirviente organizar un salón para que se conociesen, y le exigió a su hija que se disculpase. En cuando a DǒuMàn TiánYì, le alzó la voz en un espacio despejado, le advirtió que dejara de fastidiar a su hermana. Justo DǒuMàn JiāYí había regresado. Se limitó a decir: «Padre, ellos gozan jugando así. DǒuMàn XīngRuò no estaba molesta, sino nerviosa».

 

 

Luego de que se dejaron los bocadillos y el té, los sirvientes se retiraron del salón. Todos atentos a los jóvenes. Pasó minutos. Ninguna palabra fue pronunciada.

— ¿Eres idiota? —cuestionó DǒuMàn XīngRuò. Consideró la posibilidad de que lo fuese. Shěn XuěPíng estaba observando y jugando con la taza de té. Sus ojos se mantuvieron fijos en el objeto. Estaba tan absorto en eso que no escuchó la pregunta de la joven. Cuando ella le habló, él solo pudo elevar la mirada junto a un par de cejas alzadas más de su límite regular—. Te pregunté si eres idiota.

— ¿No? —dudó Shěn XuěPíng—. ¡No! No… No lo soy.

— ¡Claro que eres idiota! —aseveró la dama—. ¡Eres un gato mojado en la intemperie! Dime, ¿qué tipo de idiota eres y en qué tipo de idiota planeas convertirte? —preguntó, firme—. ¡Habla, no te quedes callado!

«¿Por qué me grita?»

— No soy un idiota, DǒuMàn XīngRuò —contestó, calmado. Su respiración era suave, y su semblante lucía apenado—. Por favor, mantengámonos cordiales… —solicitó, y su voz fue desapareciendo a cada silaba, mientras reconocía llamas en los ojos de la joven.

— Sin duda eres un idiota —confirmó.

— Señorita DǒuMàn, no hable así, alguien podría escucharla —se preocupó. Parecía ansioso—. ¡Podrían criticarla!

— ¡Qué lo hagan! —gritó, amargada. Miró la puerta. Sabía que había sirvientes escuchando. Lanzó la taza de té; el vidrio se rompió contra la madera. Inmediatamente, los informantes escaparon—. ¡Las hormigas gozan de tiempo para agasajarse con las migajas; los dragones volamos! —Se sentó de nuevo. DǒuMàn XīngRuò era de figura esbelta, así que su cuello se visualizó elevado y fino. Descalificó a acompañante. Los gestos, acentuados por sus chasquidos, eran melodía menospreciativa—. ¿Tú pediste mi mano?

Shěn XuěPíng tardó en responder. Su rostro estaba rojo. DǒuMàn XīngRuò soltó una risa sarcástica.

— Yo me caso con DǒuMàn XīngRuò si así lo quiere —contestó, jugando con los dedos de su mano—. Respetaré su decisión. Mi intención es conocer su opinión sobre este asunto antes de adoptar una resolución.

Sus ojos violet red se intensificaron. Un resplandor recorrió su iris. Su frente trazó otra línea de antipatía. A la brevedad, su espalda se colocó en alerta, elevando en mayor grado el mentón. Su ceja izquierda se alzó en examinación.

«¡Vaya chiste! ¿Conocer mi opinión? —se mofó. Imaginó que Shěn XuěPíng le quería ver la cara—. ¡A otro perro con otro hueso! Creo que he dejado más que clara mi postura al respecto».

DǒuMàn XīngRuò se puso cautelosa. Trató de dar crédito a las palabras de Shěn XuěPíng; sondeó su expresión.

«Léi HuāLín dijo que fuera compresivo, pero eso no funciona. Ella está hecha llamas». Shěn XuěPíng se angustió. Deslizó sus dedos por las solapas de su cuello. «No parece que guste del arte para utilizarlo como tema. Ha estado mirando con desprecio su vestimenta y los adornos de esta habitación. ¿Será porque le causo antipatía? ¡Me estoy saliendo del tema! ¿Qué les gusta a las mujeres? ¿Qué le gustaba a Léi XuěYún? ¡Mi cabeza no está trabajando! ¡Debe haber algo!, ¡ALGO!»

«No puedo —concluyó DǒuMàn XīngRuò—. Toda su cara grita: "Idiota". ¡Tiene un cartel!»

— Te falta carácter —esclareció la dama. No toleraba la inservible cara del chico. Shěn XuěPíng correspondió la mirada, imaginó escuchar mal. Observándose uno a otro, la hija del emperador empezó a soltar la verdad—: Tu postura dice mucho de ti. No pareces ser la gran cosa. No estoy sorprendida o decepcionada. No había pensado en el tema hasta el día de hoy. Me engañé a mí misma diciéndome que todo era mentira. Es la primera vez que oigo de ti. No pareces ser un asesino.

— ¿Qué…?

— Olvídalo.

Shěn XuěPíng quedó en blanco. Experimentó alivio; de cierto modo, compartían algo: Ambos supieron, el mismo día, con quién estaban comprometidos. Eso debía servir para algo, ¿no?

«No me agrada. ¡Él cree tener una oportunidad! —refunfuñó DǒuMàn XīngRuò. Lo analizó unos segundos. También, evaluó sus problemas y lo que le resultaba conveniente—. Puedo vivir con eso. Unos años más y terminaré acabada si continuo en este lugar». Aclaró su garganta. Carraspeó con suavidad. Posicionó sus dedos sobre su laringe. El tono de su voz se tornó suave y comedido.

— Carta de presentación —presumió. Las pecanas, que poseía por cejas, embellecían sus inimaginables ojos violet red. Se contempló misteriosa y audaz—. Inicio. Defectos: Tengo mal carácter, expreso mis críticas, no me callo, me encierro en mi lógica, me gusta la arquería y montar a caballo, no me gusta tocar instrumentos, detesto usar vestidos decorados a extremo; no soy dulce, mucho menos angelical; no encontrarás ternura en mí o gestos enternecedores; como puedes ver, mi ceño solo sabe estar fruncido; algunas veces soy agresiva e impulsiva; y soy demasiado terca y ansiosa. Virtudes: Soy leal, sobreprotectora y osada. Ventajas: Tengo contactos, dinero y poder.

Shěn XuěPíng quedó en blanco de nuevo. ¿Debía tomar notas? DǒuMàn XīngRuò era sorpresiva y desconcertante. ¿Qué estaban haciendo? ¿Necesitaba decir lo mismo? Hace poco le había dicho que no le interesaba en lo absoluto, y había maldecido a su hermano por si llegaba a enamorarse de él, entonces ¿qué estaba sucediendo?

— Tu turno —ordenó la dama.

— Yo... ¿Mis defectos? Pues, me gusta comer. —Shěn XuěPíng observó la mesa, concentrado—. Creo que dejaría sin comida a todo Noddon. Me avergüenzo con rapidez. ¡Soy ingenuo!

— Se nota.

— Me enfermo rápido.

DǒuMàn XīngRuò se sorprendió. La amargura la abandonó.

— ¿Qué no naciste en el norte? —cuestionó, extrañada—. ¿Cómo que te enfermas? ¿Qué tan seguido? ¿Podrías morir de eso?

— Mi madre era del sur, nací en el sur. No me enfermo seguido; es en el cambio de invierno a Invierno Intenso cuando sucede. No creo que pueda morir de eso, o habría fallecido de bebé. Generalmente, es como un leve resfriado. —DǒuMàn XīngRuò pensó en el tema. Se quedó callada—. Hay muchas cosas que me avergüenzan —declaró, continuando con la "carta de presentación"—; son tantas que no podría enumerarlas. Me gusta dormir temprano y dejar velas encendidas en la ventana.

«¿No tiene ambiciones? ¿Sufre de aislamiento social? Dormir temprano también puede significar debilidad. Se tendrá que trabajar en eso, pero si muere no será necesario».

— ¿Por qué dejar velas es un defecto?

— ¿Gasto recursos en vano?

— Si lo sabes, ¿por qué lo haces?

— "Alguien siempre estará contigo". Es una forma de mostrar mi apoyo y levantar los ánimos. La guardia se percibe solitaria en la madrugada.

DǒuMàn XīngRuò no se conmovió. Preguntó:

— ¿Virtudes?

— Soy leal y paciente. ¡Sé cocinar!

— Esa es una habilidad —sentenció—. ¿En cultivo?

— Mis habilidades son limpias. El camino es largo, me falta aprender muchas cosas, pero soy bueno.

— ¿Por qué te gusta comer? Escuché que la comida en el norte es horrible. ¿Acostumbras a comer cosas horribles?

El mentón de Shěn XuěPíng cayó un poco. No anticipó aquella declaración.

— Eso es mentira, señorita —aseguró con cuidado—. Alguien le dijo una broma. Todo lo contrario, la comida en el norte es de lo mejor. No podrá dejar de comer una vez que venga…

— Ventajas, ¿cuáles serían las ventajas? —Shěn XuěPíng se quedó en silencio—. Yo lo tengo todo. ¿Qué me puedes dar tú que yo no tenga?

Shěn XuěPíng tenía en su cadera la espada de su padre; sujetó con fuerza el mango. Observó directamente a DǒuMàn XīngRuò.

— Mi dama, si se convierte en mi esposa, ZhàiXū y yo le prometemos seguridad.

— Yo podría brindarme la misma seguridad —repuso seria—. ¿Acaso tengo cara de vaga? Yo también puedo cargar diez kilos de leña en cada mano. No me crea estúpida y débil.

Las luchas de Shěn XuěPíng se vieron inútiles. DǒuMàn XīngRuò no tenía planeado ser tolerable o cordial. Su mirada se había tornado fría e indiferente, de critica silenciosa, buscaba debilidades para exponerlo; ya estaba formando su propio juicio sobre Shěn XuěPíng. Era como si la habitación se hubiese vuelto oscura. Ambos mirándose a distancia. Y como si la sombra más caótica, en forma de silueta, se asomara por la espalda de la hija del emperador, asechándolo.

Shěn XuěPíng se pellizcó el dedo.

— Me aseguraré que el brillo del sol no se pose en su cara en las mañanas para que pueda seguir durmiendo —murmuró—, le daré mi abrigo en la brisa, le lavaré los dientes si está cansada, le daré mi sombrilla y paraguas cuando lo necesite, la cargaré al subir las montañas o cuando desee; usted será la única en gozar de mi humor y mi esencia, mientras que el resto tendrá la corteza de mí; cuando montemos a caballo, usted podrá lanzar todas las fechas que desee, porque seguro estoy que goza de la mejor de las punterías. Le dejaré mi seguridad a usted. Usted, en cambio, déjeme llenarla de felicidad, yo seré su protección. Si no puede con algo, podrá tomar asiento y dejarme el resto a mí.

Shěn XuěPíng tenía las mejillas de color tomate. Alzó la voz a medida que hablaba. Su voz se escuchó perceptiblemente aguda.

— Eres un ridículo —declaró DǒuMàn XīngRuò, fuertemente. Bajó la mirada. Se quedó callada unos segundos—. Te tomo la palabra. Sé mi protección. No eres tan idiota como pareces. —Inclinó un poco su cabeza hacia la izquierda—. Te falta formar carácter y firmeza; yo me encargaré de eso. Te convertiré en uno de los mejores cultivadores del siglo. Con mi instrucción, puedo prometer que no volverás a sentir vergüenza, haré que la pierdas. Sin embargo, antes de adelantarnos, hay algo que quiero. —DǒuMàn XīngRuò lo observó con firmeza. Sus cejas se contrajeron, su semblante se volvió crítico, como si estuviera a punto de detallar las necesidades de un campamento de guerra—. Si me caso contigo, prometes vivir en Běifāng Zuànshí y no regresar por nada del mundo aquí, y juras que mis hermanos, los del linaje de mi madre, pueden venir a visitarnos, y, si está en tu poder, lograr que ellos vivan conmigo.

— ¿No quiere volver al Imperio DǒuMàn?, pero ¿y su padre?, ¿sus hermanos…? ¿No… no…? ¿Está segura?

— ¿Ya conoció a los trillizos?, pero juntos, la manada entera. —Recordó cosas, lo que la obligó a rodar los ojos y actuar con desaire—. No es mi asunto cómo los percibiste, y créeme que no me atrevería a decirte lo siguiente si fueras otro, pero, si vas a ser mi esposo, espero y antes tomes en cuenta mi versión y mis criticas hacia ellos ante cualquier comentario que te hayas formado en los cinco minutos que los has visto. Vivir con ellos es como estar aproximo al infierno. La mayor, DǒuMàn MéiFēn, no es más que una víbora, ¿qué pensaste cuando la viste?, ¡seguro que era muy hermosa y amable!

— No creo que sea apropiado…

— ¡Solo di qué pensaste!

— De hecho…, no me dio buenas vibras.

Shěn XuěPíng suavizó su expresión.

— Es bueno saber que eres precavido. Tu sentir es oportuno. Todo lo que ves en ella no es más que actuación; es la mujer más venenosa, egoísta, frívola y maquiavélica que vas a encontrar en todo el imperio; no creo que alguien pueda igualarla. Me hace la vida imposible en todo momento. Su pasatiempo es aplastar a sus enemigos. Sus ojos son penetrantes, pero la sensualidad que transmiten no es más que farsa, lo único que quiere de cada persona es su destrucción. —Lo contempló con crudeza. El joven se visualizaba sorprendido—. Si fuese por ella, con sus ojos, convertiría cenizas tus huesos y tu piel en comida para los miserables, deseando que la mires fijamente mientras desapareces del mundo. Es experta en la manipulación emocional y en el arte de obtener lo que desea sin que nadie lo advierta. Cada sonrisa fugaz y gesto aparentemente insignificante, como cada palabra que pronuncia, son piezas de una estrategia mayor que ha planeado con meticulosa precisión. Sus emociones no son transparentes, las dosifica según le favorezca. Puede fingir vulnerabilidad para atraer aliados o inspirar confianza, y en un abrir y cerrar de ojos puede transformar esa misma fragilidad en amenaza velada. Lejos del ojo público, su mente funciona como una máquina, siempre buscando la manera de situarse en una posición de poder, ni siquiera se inmuta ante los dilemas morales, no tiene escrúpulos. Si alguien se interpone en su camino, no duda en manipular verdades, sembrar discordia y cortar lazos, y deja que otros carguen con las consecuencias de sus acciones. Es una sombra que se desliza por las grietas del alma, que te invade, infecta y destruye. Su cercanía resulta hipnótica, sí, pero el rastro que deja es desolador, como si arrancara algo vital de cada persona que toca. Para ella, una espada hundida en la oscuridad y el crujir del río carmesí en la frondosidad del bosque es significado de victoria.

Shěn XuěPíng por fin le dio el primer sorbo a su té. En el proceso, casi se atora. Trató de controlarse.

— Tiene mucho que decir de su hermana —tosió.

— ¡No es mi hermana! —corrigió la dama.

— ¡Claro, claro, lo siento!

«No se guarda nada. Es como Léi Píng», evaluó Shěn XuěPíng.

DǒuMàn XīngRuò sabía que todo lo que acaba de decir estaba fuera de lugar; así mismo, reconoció que se había expuesto de forma inmediata exhibiendo el carácter de DǒuMàn MéiFēn y su confrontación con sus hermanos. Algo en su interior le advertía ser precavida hasta de Shěn XuěPíng, que no debía confiar tan rápidamente él. Pero, si no era ahora, ¿cuándo? No siempre estaba a solas. Poco sabía si tendría la oportunidad de cruzar palabra de nuevo con el joven. Si DǒuMàn MéiFēn convencía a su padre de encerrarla hasta el día de su boda para cuidar de su castidad, entonces eso se haría. Era hora o nunca, y debía ser más que clara.

Shěn XuěPíng se mordió los labios y golpeó lentamente la yema de su dedo en el exterior de la taza.

DǒuMàn XīngRuò decidió ser amable. Suavizó su tono. Conociendo a su hermana, hallaría la oportunidad para hablar a solas con el joven y jugar con su mente. Quiera prevenirlo.

— Shěn XuěPíng, lo que toca lo destruye; lo que la irrita, arde; lo que le molesta, desaparece; lo que le incómoda y detesta, ¡ja!, se divierte con el de poco a poco; luego no me digas que no te lo advertí. Y esos dos idiotas que la persiguen son en medida como ella. No confíes en ellos.

— ¿Tus hermanos?, ¿DǒuMàn TiánYì y DǒuMàn JiāYí? —DǒuMàn XīngRuò enfureció—. Lo siento…

«¿Tanto la molestan? ¿Será como Léi XuěWēi y yo? Luce muy enojada, no creo que sea igual».

— ¿Sabe? Hay alguien quién también me fastidia —declaró, sonriente. Se veía inusualmente feliz—. Él…

— Si te refieres a Léi XuěWēi, él es una abeja al lado de ese dragón de treinta cabezas.

La expresión del joven quedó congelada. Pesó: «¿Tanto así?»

— Hablando de Léi XuěWēi —continuó DǒuMàn XīngRuò—, dejará de fastidiarte, de eso me encargo yo. Haré que se detenga. —Su expresión cambió, había recordado algo importante. Se tocó el mentón—. Espera, tenía más cosas que decir, aún falta detallar este contrato.

«¿Contrato? ¿No nos vamos a casar?»

La joven tosió. Sujetó su manga izquierda. Su puño se cerró con fuerza, se aferró como un ave de piernas débiles a una rama desgastada. Sus dedos temblaron.

— Quiero que jures que siempre estarás de mi lado y a mi lado —esclareció.

— ¿Entonces sí nos vamos a casar?

Shěn XuěPíng se sintió perdido. No entendía nada de lo que sucedía. Por ahora, decidió quedarse con la respuesta de que sí se casarían.

— No jugaré a la casita contigo —dictaminó DǒuMàn XīngRuò—. Ya te lo dije, no soy tierna o cálida. No me agradan las personas y desconfío de todo el mundo; tú no cuentas, eres como un ternero asustado. No obstante, obtendrás de mi parte una activa participación por ser una esposa fiel y en la que te puedas apoyar. No me cierro en la idea de no tratarte; eres estimable a la vista, aunque no puedo decir mucho de tu personalidad. He decidido transformarte en la mejor versión de ti mismo. Así como tú lo aseguraste, me aseguraré de dormir en el lado correcto de la cama, me apoyaré en tu brazo y dejaré la luz del sol sea obstaculizada por tu espalda, preparé un abrigo extra para ti cuando quieras darme el tuyo, lavaré tus pies cuando te extralimites en tu entrenamiento; mientras esté debajo de tu paraguas y sombrilla, me aseguraré de que también estés protegido y de que sonrías y diviertas; una vez que me lleve a la cima de la montaña, cantaré y bailaré para ti; será el único en gozar de mi humor y mi esencia, mientras que el resto tendrá la corteza de mí; cuando montemos a caballo, podrás cabalgar tranquilamente, porque yo cuidaré tu espalda. Llevaré su protección; a cambio, permítame hacerlo feliz. Si no puede con algo, actuaré primero, pero usted deberá continuar si me agoto.

— ¿En serio me veo como un ternero asustado? —rio el joven.

— Me confundí. Eres más como un ternero cocinado. ¿Léi Gōng te ha hablado de mí?

— No había oído de usted hasta que el Emperador y Léi Dàrén nos presentaron esta tarde —asintió, contento.

— ¿Has escuchado los rumores sobre mí? —preguntó, circunspecta.

— ¿Durante el banquete? —DǒuMàn XīngRuò asintió. Su expresión se mantuvo seria. Shěn XuěPíng esbozó una amable sonrisa. Sus cejas se arquearon como el arcoíris, transmitiendo los mágicos colores de la primavera ideal. No quería sonar impropio—. Algo

DǒuMàn XīngRuò se sorprendió. Encontró imposible que el joven decidiera ignorar los rumores. ¿Aun así estaba dispuesto a casarse con ella? A la gente no suele gustarle que estén hablando de sus fallas, y ella se convertiría en su mujer, ¿no le importaba estar en la boca de todos? Su semblante se veía calmo, no se mostraba incomodo. Se inclinó, apoyada de los bordes de la mesa, admirada. El chico emitía aire de dulzura y compresión.

¿A qué se debía ese tipo de reacción? ¿Acaso se casaba con ella porque había algo que le resultaba conveniente, o era porque estaba obligado a hacerlo ante todo pronóstico? ¿Era eso? ¡Tenía que serlo!

— ¿No te importa? —preguntó DǒuMàn XīngRuò, empeñada, algo perpleja.

— Mi prometida me dijo que confiará primero en su palabra y que siempre estuviera de su lado.

La hija del emperador parpadeó cuidadosamente.

— Casarse conmigo quizás sea lo peor que le vaya a pasar a tu vida —advirtió—. Eso y otra cosa pueden opacar tu éxito.

Shěn XuěPíng no logró evitar sentir pena por DǒuMàn XīngRuò, quien parecía tener mala opinión de sí misma. Quiso animarla.

— ¿Cómo puede opacar mi éxito que mi esposa me baile y cante en la cúspide de la montaña por la que escalara sentada en mi espalda? ¿Cómo, una mujer que pretenden sacar lo mejor de mí, puede significar el peor error de mi vida?, si hasta ha jurado ser mi seguridad, así como yo le juré ser su protección.

— Puede que no sea de utilidad en Xiena. Tengo más poder aquí que allá.

— No me estoy casando con algo, sino con alguien. Ambos nos apoyaremos, seremos felices. Prometo dar lo mejor de mí.

La dama lo miró atónita. Su cuerpo se hizo un poco hacia tras. Y se mostró disgustada. No le gustaba ser alagada o que la llenaran de cumplidos, experimentaba un repudio que subía de su vientre hasta su cuello, para luego volverse una serie de pellizcos internos bajo la piel de su rostro, donde una acida sensación en la nariz hacia que tragara saliva y parpadeara un par de veces más, hasta sentir que sus parpados ya no estaban secos.

Repasó la conversación. Que ella lo dijera era acertado; hablar es hablar. Sin embargo, escuchar sus palabras y, ahora que lo pensaba, de tono algo fuera de lugar, provenientes de un varón, resultaba incomodo, por no llamarlo molesto. Aunque por el comportamiento de Shěn XuěPíng, no temía a represalias, sino a, por error, mostrarse como atrevida. Regresó a su posición. Tosió y cerró sus ojos, suavizando su postura. Arrugó la nariz y lo miró directamente.

¿Qué debía decir? No quería escucharse cruel. Había prometido ejercer su papel como buena compañera por el bien de su futura relación y por el acuerdo que estaban cerrando.

Lo meditó. «No es feo. Tiene linda nariz y ojos amables. Las mujeres le prestaban atención. Algunas intentaron coquetearle. Él no cayó en el juego». Lo pensó otro poco. «¿Qué estoy haciendo? Todo esto es inapropiado. Si fuese otro, no podría haber abierto la boca. Tengo suerte de que sea así. Tendré que aprender a compartir los palillos».

DǒuMàn XīngRuò comió un bocadillo.

— Primero seamos amigos —aclaró, fría.

— Claro —aseguró Shen XuěPíng, sonriente.

Las puertas del inmenso salón se abrieron de golpe. Resonó un eco. Un viento helado recorrió la estancia, trajo consigo un rastro de perfume floral que se entrelazó con el aire. En el umbral, apareció una mujer de belleza deslumbrante que era escoltada por una luz dorada que se filtraba por la terraza exterior.

Era DǒuMàn MéiFēn, su porte estaba marcado por una arrogancia innata. Se movilizó hacia el centro de la habitación con pasos firmes y decididos, caminando por encima del vidrio. Su mirada desafió a los presentes. La tela de su vestido, la cual era una obra maestra al ser seda bordada con hilos de oro, fluctuaba a su alrededor como elaborado de luz. Cada joya y prenda en ella resaltó su estatus como miembro del imperio. Desvió la mirada de quienes la rodeaban. Su sola presencia fue suficiente para que Shen XuěPíng y DǒuMàn XīngRuò se sintieran diminutos y desprovistos de importancia. Sus labios, carnosos y pintados con un rojo intenso, se curvaron inmersos en desdén.

— Hermana —llamó, no tierna pero tampoco frívola—, vine a ver como te encontrabas. Shen XuěPíng, entenderá que no es de correcta moral que se permita que dos jóvenes estén solos en una habitación sin la compañía de alguien. Me habría encantado ser su chaperona; el romance entre los jóvenes es como una semilla de loto, dulce y espectacular; no obstante, los tuyos te buscan —le sonrió. Ignorándolo, se volvió a su hermana—. Padre quiere saber si te disculpaste, ¿lo hiciste?

— Nos vamos a casar, no hay mejor disculpa que esa.

— Interesante. Felicidades, Shen XuěPíng. Te llevas a la peonía del clan DǒuMàn. Me disculpo si su sangre sucia resulta ser un malestar para ti. No es su culpa ser de descendencia extranjera. Es consolador que su sangre tenga algo del imperio, así que, al final, resultará ser buena y ventajosa para los deberes.

— Proviniendo de DǒuMàn XīngRuò, no existe lo inferior. En el bosque, perdido en él y rodeado de bestias, es mejor tener una sonrisa y una espada que solo una sonrisa, y su hermana equivale ambas. Si me encuentro en una situación similar, dé por hecho que su hermana luchó más que yo. DǒuMàn XīngRuò es la conclusión del arte humano. Posee un carácter digno de admirar.

— Me alegra que sepas valorar a mi hermana. Espero que te aprecie de la misma forma. Es mejor que vayas, Shen XuěPíng, tu familia está impaciente por verte.

El joven no quería dejar a DǒuMàn XīngRuò sola con DǒuMàn MéiFēn. Ya había evidenciado que ambas no se llevaban bien. Y, lo que le había asegurado su prometida, de que DǒuMàn MéiFēn era peor que Léi XuěWēi, lo había dejado pensativo, imaginando qué era todo eso que le hacía para que aborreciera tanto su propio hogar.

— DǒuMàn XīngRuò, me encantó platicar con usted. —Shen XuěPíng se puso de pie—. No creo que al emperador le guste que la abandone de forma tan abrupta. ¿Le gustaría acompañarme?

— No te preocupes —se interpuso rápidamente DǒuMàn MéiFēn—. Tengo que hablar con ella.

— Yo lo alcanzaré, Shen XuěPíng —contestó DǒuMàn XīngRuò, ignorando a la mujer—. Puede ir con sus familiares.

Segundos después de que el joven abandonara el cuarto, DǒuMàn MéiFēn caminó cerca de su hermana y acusó, mirándola con repudio:

— Eres una golfa.

— Lo aprendí de la madre de las golfas, pero no te preocupes. No te puedo superar en esa materia.

— ¿Te gusta ese chico?

— Como un hermano.

DǒuMàn MéiFēn era más alta. Sujetó con fuerza a DǒuMàn XīngRuò del mentón.

— Tu madre fue una perra de establo, no estás lejos de ser lo mismo. Recuerda que se te vende como a una mula.

DǒuMàn XīngRuò luchó por retirar su mano. La miró con fastidio.

— A ti también te vendieron.

— Hay diferencias hasta en los animales.

— No lo hay.

— Soy un dragón C de sangre pura.

— Los dragones están muertos, no quedan ni las cenizas. Y tu no eres más que un animal en celo, enferma.

DǒuMàn MéiFēn dibujó una sonrisa. ¿Quién se creía esa inferior para hablarle así? No tenía más que sangre de hetaíra en todo el cuerpo. ¡Cómo quería coserle la boca!

— Agradece que llevas el apellido de mi casa, porque, si fueses otra, les pagaría a varios hombres para que jugaran contigo. Creo que lo haré —afirmó, arrogante—. Duerme con un ojo abierto, hermanita.

— ¡Atrévete! ¡Hazlo, adelante! Si resbalo, tú serás mi almohadón.