Léi HuāLín rodó los ojos, y bajó la mirada. Su cuello estaba recto, mantenía erguida su postura.
— Básicamente eso —suspiró.
La persona que lo acompañaba parpadeó, sonsacado. Su hombro derecho bajó un nivel de altura, denotó su desconcierto.
— ¿Qué? —preguntó. Arrastró la última letra hasta desaparecerla en el aire—. ¿Básicamente qué?
Léi HuāLín no había emitido palabra alguna, lo recordó. Estuvo callado repasando los hechos. Quitó su expresión desentendida. Se refrescó con el abanico.
— Sé que no quisiste beber en año nuevo. También, sé quién remplazó tu bebida por vino. Yo lo vi todo. ¡Pero la hemos pasado bien!, ¿no? No me guardarás rencor por no haberte ayudado en ese entonces, ¿verdad? —Su acompañante colocó una expresión dolorosa y tímida. Léi HuāLín miró de soslayo por la ventana del carruaje. Observó a Yán YǒngZhōng, quien montaba en un caballo; luego, regresó sus ojos a su camarada—. No se lo vayas a decir, porque sin duda me armará un escándalo. —Mordió sus labios. Repuso—: No importa quién te embriagó. La cosa es que Sīkòu Fēng y Léi XuěWēi terminaron en el mismo estado. Empezaré desde allí.
Abrió un recipiente jiàn de laca, el cual estaba decorado con escenas de la naturaleza. Había un racimo de uvas verdes en su interior.
Seleccionó la uva más fresca y perfecta.
— Aquel día Jiùjiu recibió una carta del Emperador DǒuMàn. Esta misiva continuaba otra de las muchas conversaciones por papel o, mejor dicho, debates, que tenían. En esta última, el Señor de Todo no le proponía, sino le ordenaba, casar a DǒuMàn XīngRuò o a DǒuMàn YǎChéng con Léi XuěWēi. Pero sabes que Jiùjiu anda un poco desmedido y redramatico con el tema de nuestra hermosa y pulcra sangre —parloteó irónico—. Esa noche, en la que las Casas Plateadas se vieron amables, Jiùjiu platicaba de este tema con JìngGuāng-Jūn, mientras que nuestras hermanas y hermanos festejaban, comían y la revivían. Léi XuěWēi andaba de chismo, así que se metió en la conversación y armó un escándalo. De alguna forma u otra, tu nombre llegó a su boca. Para ese entonces, tú ya estabas en otra, más allá que aquí. Al oír tu nombre, te sumaste a su comedido coloquio. —Se tocó el cuello de su ropa. Fingió sentirse despreocupado—. Como Léi XuěWēi se quejaba y aseguraba que era injusto, tú dijiste que te casarías con una de ellas para acompañarlo. Sīkòu Fēng no quería quedarse atrás, gritó «yo me caso antes que él». Yo no estaba lo suficientemente cerca, pero Jiùjiu lucía disgustado. JìngGuāng-Jūn le susurró algo, no sé qué. Solo con eso se vio tranquilo. A la mañana siguiente, cuando me mandó a llamar para…, ¡ya sabes cómo es Jiùjiu!, siempre me regaña. ¡Me llamó para regañarme! —se quejó—. Después de decirme lo mío, me dejó en su despacho acomodando las cosas. Allí leí su respuesta.
— ¿Su respuesta?
Léi HuāLín asintió. Meditó unos segundos en silencio. En sus dedos, giró la uva que estaba a punto de comer.
— Tú te casarás con DǒuMàn XīngRuò. Léi XuěWēi con DǒuMàn YǎChéng. Y Sīkòu Fēng con YǐnLuò WēnYí.
El oyente elevó sus cejas a no poder, hasta sus poros se abrieron ante semejante noticia.
— ¡¿YǐnLuò WēnYí?! ¿No es hija de DǒuMàn LíngXī y YǐnLuò HēiYǔ?
YǐnLuò HēiYǔ era nieto de la que se especulaba era una pariente lejana de Sīkòu Fēng, precisamente del clan Sīkòu. ¿Su historia? Una tarde YǐnLuò QíXuān, abuelo de YǐnLuò HēiYǔ, regresó, luego de la caza, con una mujer a la que se conoció como CāngYuè HǎiYáo.
Como era nueva en sociedad, se la investigó; aunque nadie consiguió algún dato de su pasado. Tres meses después, se casó con YǐnLuò Qíxuān. Antes de la boda, la hermana de este le reclamó por sus acciones; no deseaba que su hermano se uniera a una "pordiosera". Tras una larga discusión, se escucharon gritos provenientes de la habitación, algunas palabras como: "Sīkòu", "fallecida", "pasado" y "amor", lo que avivó el interés de quienes llegaron a oír algo. La gente investigó, conectó detalles: Ese mismo año, en invierno, porque los novios se casaron en primavera, Sīkòu BáiYù, la segunda hija del líder, falleció ahogada en una pista de hielo, después de que se quebrara mientras iba detrás de un lùqīng; paralelo a esto, el mismo día, una joven promesa del clan HóuQí falleció al quedar atrapada en una neblina corrosiva que extinguió su cuerpo.
Vaya que se dudaba de los orígenes de CāngYuè HǎiYáo, así que pronto la relacionaron con las "fallecidas" por obra y gracia de una increíble casualidad: En el reverso de la muñeca, a la altura del cúbito, tenía un corte como las otras jóvenes. Incluso con eso, su actitud desmentía la posibilidad de que fuera una de ellas. Sīkòu BáiYù era descrita como una mujer de carácter duro, agrio y competitiva, sumamente directa; y la dama que falleció en la neblina era descrita como generosa, rebelde y solitaria. CāngYuè HǎiYáo no era dura, sino sensible; no era agria, sino dulce; no era competitiva, sino paciente; no era solitaria, le gustaba la cercanía de sus parientes; no era rebelde, sino sumisa y dispuesta; no defendía su punto de vista, era silenciosa en público; amaba servir en casa y quedarse resguardada por las murallas.
¿Qué tan probable era que fuera Sīkòu BáiYù o la joven promesa del clan HóuQí cuándo nadie había visto su rostro? CāngYuè HǎiYáo andaba con un velo y siempre estaba tentada a, primero, evadir a las personas, luego, a ignorarlas todo lo posible. ¿Qué tanto significaba esa cicatriz? No era prueba verídica de nada, solo una marca que YǐnLuò QíXuān aseguró fue resultado del ataque de un Hé.
— ¿Ves lo que trama Jiùjiu? —cuestionó Léi HuāLín. Soltó una carcajada medianamente sarcástica. Pronto, su expresión se volvió algo meditativa—. Esto parece un juego —aseveró, analizando el diseño de su abanico.
La persona se limitó a las opiniones. El matrimonio de Sīkòu Fēng era interesante, todavía más que el excéntrico emparejamiento de Léi XuěWēi y DǒuMàn YǎChéng; la niña tenía diez años, la misma edad que Léi Juān, su penúltima hermana. ¡Y si lo anterior no era suficiente espectáculo!, lo más intrigante era conocer por qué Shěn XuěPíng estaba prometido a DǒuMàn XīngRuò, quien tenía trece años.
¿No era perfecta DǒuMàn XīngRuò para Léi XuěWēi? La dama era la quinta hija del emperador; Léi XuěWēi, hijo de Léi Dàrén, futuro líder. ¿Por qué al hijo de un sirviente se le daba la fruta y al hijo de un feudal la semilla?, ¿no era al revés?
Cuando el hecho se hiciera público, traería las peores habladurías. Ya se rumoreaba, en el mismo norte, la posibilidad de que Shěn XuěPíng fuese un bastardo de Léi Dàrén, ¿sus acciones qué cosecharían hora? La gente juzgaría a Léi XuěWēi por adelantado, se inventaría que sus capacidades son insignificantes al merecerse a la hermana menor, y mucho más.
Bajo las migajas de trigo, las lenguas de las personas se arrastrarían como las de una rana en aceite; puntiagudas como la cola de un cocodrilo, peores que un arma; y venenosas tal cual la picadura de una tarántula; un chisme o rumor nunca puede destruir tanto sin la intervención del ser humano; eso, mi estimada realeza, es un hecho verídico; y, evidentemente, provocaría una explosión en el mar.
El presenté jugó con sus dedos. Preguntó:
— ¿Por qué me toca a mí la mayor?
— ¿Tú por qué crees?
— Bueno, yo, como yo, no lo sé. ¿Qué pasa si se lo pregunta y usted le responde eso, él queda con la duda y se lo vuelve a preguntar?, ¿qué hará?
— Le diré que hable con Jiùjiu.
Su acompañante elevó los hombros. Eso tenía sentido. Shěn XuěPíng no solía preguntar una tercera vez, le daba vergüenza. Imaginaba que, al preguntar de nuevo, quedaría como un tonto por no haber comprendido a la primera, así que después se esforzaba aún más para descifrar el mensaje por su cuenta.
— ¿Cuándo se lo dirá? Yán YǒngZhōng parece tener planeado no separársele. Desde que se recuperó, ha estado más sobreprotector que nunca.
— Es como un jaguar —reafirmó Léi HuāLín—. Tengo que enviarle una ternera para que se distraiga. —Abrió su abanico. Observó a Fú Nán, condescendiente—. ¿Sabes qué es lo bueno de ti? A pesar de que tus defectos lograrían que el consejero imperial se replantee su vida, tienes ese bendito rostro que derrite hasta a las matronas más severas. ¡Felicidades!, eres la prueba inequívoca de que el perfecto linaje no siempre es garantizado, pero serás muy provechoso para esto. Escucha, quiero que distraigas a Yán YǒngZhōng. Quiero estar bien con Shěn XuěPíng. ¿No es hipócrita de mi parte hablarle y estar ocultando esto?
— Pero no le está contando todo.
— Tampoco es relevante que lo sepa todo.
— Entiendo. ¿Hay otra cosa?
— Todavía no termino. Yán YǒngZhōng no lo deja respirar, ¿alguna vez lo ha hecho? Si no viviera por él, entonces no viviría. Eso está mal, muy mal.
— En eso estoy de acuerdo —expresó, frunciendo suavemente el ceño—. Yán YǒngZhōng solo pretende ser una sombra.
— ¿Son amigos?
— ¡Para nada! ¿Quién podría?, es inaguantable.
Yán YǒngZhōng se mantenía recio a volverse su amigo; evitaba ser cercano o amigable con él. Había rechazado su amistad de muchas maneras durante varios años. ¡Esa era la realidad! De ese modo, un dolor se había desarrollado en el pecho de Fú Nán, uno que lo impulsaba a expresar rechazo publico hacia Yán YǒngZhōng, como el que recibía en cada una de sus interacciones, lo que se domina como: Despecho.
Ese era Fú Nán, podía lanzar comentarios agrios sobre cosas que le interesaban; era un tipo de venganza emocional. Pero desconocía a quién dirigía su ataque, si a un involucrado o a él mismo. Aceptaba seguido, en su interior, que era digno de recibir críticas; era tan pecador como cualquiera, agregando el hecho de que él se había decepcionado de su propia persona, y que siempre era su primer y único enemigo.
— Aléjalo —sugirió Léi HuāLín, observando el exterior—. No sé, distráelo, platícale, llévale comida. ¡Ingéniatela! Tienes todo el tiempo del mundo. Haz lo que sea, pero mantelo ocupado y lejos; sobre todo, lejos.
«Todo el tiempo del mundo», repitió Fú Nán para sí. Su mirada bajó a sus rodillas.
¡No tenía tiempo libre! ¡Aquello era una vil farsa!
Fú Nán también administraba sus asuntos en su propia vida. No olvidaba sus responsabilidades como esclavo. Aunque, gracias a la libertad y ligereza, por no denominarlo "confianzudes", con la que había crecido junto a Léi HuāLín, sí que había desarrollado ciertas particularidades que habrían sido vistas, por cualquier otro gran señor o joven, como fallas de producto.
A raíz de esto, Fú Nán había cultivado la manía de darse unas que otras libertades, buscando siempre obtener algo a cambio de su trabajo, como si se lo mereciese; o gratificándose en el "tiempo libre" en el que debía de estar barriendo o cocinando, porque siempre hay qué hacer en un castillo, algún rincón que limpiar, algún bocadillo que elaborar. El trabajo en Casa de Rosas Otoñales era incluso más demandante, los sirvientes tenían que estar pendientes de las rosas en todo momento, velando por su salud y eternidad.
Durante el largo viaje hacia el Imperio DǒuMàn, Fú Nán mantuvo conversaciones con LíngZé YúnChuān, quien se había ofrecido a ayudarlo a cargar la leña de Léi HuāLín en varias ocasiones.
LíngZé YúnChuān era otro amigo cercano de Léi YǒngHuā; era elegante, disciplinado y bondadoso. No solo dominaba las artes marciales, sino que valoraba la poesía y caligrafía. Su mirada era serena, pero firme; de porte erguido. Sumamente leal. Era conocido por proteger tanto a sus compañeros como a los más vulnerables, y se mostraba respetuoso con las mujeres. Le encantaba cabalgar, sobre todo en las mañanas; vivía de desfrutar de la brisa y observar el paisaje. Le aseveró a Fú Nán que practicaba el guqin y recitaba poesía, encantado por obras de poetas reconocidos. Disfrutaba la música de los festivales, especialmente las canciones sobre héroes antiguos. Comentó que le gustaba los platos simples pero sabrosos, como el arroz al vapor con pato laqueado. Y apreciaba las frutas frescas y el té de jazmín, el cual prefería consumir con calma mientras reflexionaba.
Para el joven sirviente, que, en un inicio, se había mofado del oficial diciéndole: «Cuidado y sus manos sean tan delicadas para lastimarse», ahora, LíngZé YúnChuān era de gran importancia en su vida. Tenía una definición clara sobre su reputación; conclusión de Fú Nán: «El caballero LíngZé es un hombre que encarna la dualidad de la fuerza marcial y la gracia cultivada. No solo es un soldado eficaz, sino un ser humano atento y afable. Sus conversaciones son medidas y sabías. Todo el mundo parece amarlo por su ingenio. La gente lo escucha con estima».
En los campamentos, porque tuvieron varias paradas para pasar la noche, LíngZé YúnChuān le estuvo enseñando a Fú Nán a utilizar el arco. Pese a que se mostró inútil en el arte, logró retener los puntos importantes que su instructor le indicó. El oficial le aseguró que le brindaría mejores lecciones al llegar Imperio DǒuMàn, el cual poseía un enorme campo de entrenamiento y mejores utensilios.
¿Entonces?, ¡ya no tenía "tiempo libre"!
¿Qué no eran esas sus vacaciones?, ¿para qué habían venido ellos al Imperio DǒuMàn? ¡Venían por el castigo de Léi HuāLín!
«¡Pero espera!», se sorprendió Fú Nán. «¡Cierto!, yo soy parte del castigo, así que debo ser entrenado para pagar por mis errores, entonces sí podré ser entrenado por LíngZé YúnChuān», se consoló. Pronto su ceño se frunció de preocupación. Pensó: «¡Espera!, significa que tendré que cultivarme y controlar los puntos, y aprender a pelear y a… No, no, no… Yo no puedo hacer eso… Ni siquiera tengo talento… ¿Y si digo que quiero ser alquimista? ¡Basta, no soy tan inteligente! ¡Pero tampoco soy tan fuerte para entrenarme en otra cosa! ¡Pero yo quiero! ¡Ahhhh!, ¿qué hago?».
Lo más extraño de la situación, y lo sabía Fú Nán, era que estaba dispuesto a esforzarse, cuando nunca le había importado. Se trataba de la buena influencia de LíngZé YúnChuān. Fú Nán apreciaba el tiempo con él, y quería mejorar sus dones, pero, en los últimos tres días, empezó a sentir que lo que quería no era mejorar, sino complacer a su compañero de platica. Antes de caer en esta maraña de justificaciones, se tocó las mejillas pensando que estaba enfermo. Por un momento, deliró e imaginó que estaba poseído. Se preguntó: «¿De dónde sale este interés?». No existía un motivo. Sin embargo, justo en el carruaje, recordó que empezó a experimentar una lejana y tibia calidez, uno que lo arrastraba a recuerdos de su pasado.
Cuando era niño, antes de que Léi YǒngHuā lo comprara, había vivido encadenado junto a un grupo de niños de su edad. A su lado, siempre había otra fila de niños; estos eran algo mayores; no lo recordaba del todo, pero imaginaba que estaban a punto de iniciar la pubertad. Allí, conoció a Shí[1], un amigo que era callado, quien compartía con los más pequeños el escaso puñado de arroz que le entregaban como almuerzo y cena.
Un día, Fú Nán se metió en problemas con sus vendedores; es decir, sus dueños; ni siquiera su dulce y astuto parloteó lo salvó de ser agarrado a golpes en el suelo. Justo cuando estuvo a punto de perder la consciencia, vio como Shí interrumpió la agresión y se declaró culpable del cometido. Luego de ese día, no supo más de su héroe, había fallecido.
En todos esos años, fue incapaz de recordar su cara; a pesar de ello, percibía aún su calidez, la buena energía que transmitía. Shí había sido como un hermano mayor para los más jóvenes y el primer nieto para los más abuelos, de los que también cuidó, y quienes lloraron tras su partida. Por ello, LíngZé YúnChuān le resultaba exquisito; porque, si no fuera exactamente por esa similitud, Fú Nán se aseveraba, el oficial no significaría nada para él.
— ¿Por qué no viajó junto a Shěn XuěPíng hoy? —cuestionó Fú Nán.
— Para practicar lo que voy a decirle.
— ¿Para qué hace esto, mi querido amo? Usted no acostumbra a ser así.
Léi HuāLín sonrió. Negó con la cabeza y comió otra uva.
— Fú Nán, te percibo distinto. ¿Te duele algo?
— ¿Cómo distinto?
— No quiero sonar como Léi YǒngHuā, pero creo que estás madurando. ¿No es así?
— ¿Madurar? ¡No, no, no, para nada! ¿Madurar yo? Ni siquiera lo imagine, mi amo. Una cabeza tan hueca y cerrada como la mía no podría desarrollarse.
Léi HuāLín pensó al respecto. No estaba de acuerdo, pero no lo demostró. Respondió por responder, bajo ningún criterio, asintió:
— La densidad cerebral es un talento oculto. No todos pueden elevarse por encima de su propio umbral de idiotez. Pero al menos te ahorras la decepción de darte cuenta de que podrías ser peor. Eso es progreso, ¿no? La evolución de un ser que no puede evolucionar es un espectáculo fascinante. Con ese nivel de autoconciencia, ¿cómo podrías? El pez no aprende a volar; si lo intentara, terminaría frustrado y empapado. ¡Sigue nadando en tu estanque, lo has hecho bien estos años!
Fú Nán se sintió traicionado, además de percibirse como un intruso. No esperaba que concordara, sino que desistiera y lo llenara de cumplidos.
Mordió sus labios. Pronto, dibujó una sonrisa y abrió otro jiàn del que se exhibían fresas.
Extendió el recipiente hacia su amo.
— Mi lindo y guapo amo Léi, usted siempre tan inteligente; por eso, para que siga siendo así, debe alimentarse correctamente. Las fresas promueven la salud y representan un símbolo de amor y deseo. Son la belleza efímera de la vida, ¿no lo cree? Adelante, sírvase.
— Has charlado demasiado con LíngZé YúnChuān, solo él diría algo tan poético como eso. Le doy razón —contempló, cogiendo una fruta.
Fú Nán se mordió la lengua lo más fuerte que pudo y cosió una sonrisa de comisuras increíblemente elevadas. Sus mechones de cabello se encresparon. ¿No merecía recibir siquiera algo de crédito? ¿Tan inútil lo percibía? Ni las lunas ni los soles eran dueñas de esas palabras, aún menos LíngZé YúnChuān.
Él, nadie más que él mismo, había compuesto la frase en ese preciso momento al verse capturado por el rojo vivo de un fruto sagrado y complementado por la sangre de miles.
— Claro, hermoso y lindo amo, solo alguien tan estudiado es capaz de decir algo así.
— Instruido —corrigió Léi HuāLín—. Y sí, es increíble.
«¡Cállese, usted los emborrachó ese día! ¡Usted es el único responsable de todo! ¡En vez de juzgarme debería dejar que lo juzguen!»
— Practiquemos una vez más —aplaudió Léi HuāLín.
— Esta vez tartamudearé más —carraspeó Fú Nán—. Pondré ojos de borrego.
— Eso será perfecto.
Y así las horas volvieron a danzar en el actuar.
Al cruzar los dorados umbrales del vasto Imperio DǒuMàn, los cascos de los caballos resonaron invadiendo el camino; las banderas de veneración ondeaban en el aire, anunciando la llegada a un poder de inimaginable provenir. Desde las torres más altas, melodías de festividad envolvían la atmosfera, y el júbilo contenía sutileza y moderación.
Dentro, la opulencia era abrumadora: Mesas con delicadezas exóticas se ofrecían sin fin. Los candelabros de jade y las lámparas colgantes generaban una serie de claridades que iluminaban los techos abovedados, donde figuras de dragones serpenteaban entre las vigas. Los aromas de jengibre, loto y vino añejo se entremezclaban, creando una atmósfera onírica. Por las ventanas se observaba como la gente se dispersaba por los jardines, explorando estanques de lotos y terrazas adornadas con peonías. El festín continuaba en amplios salones, en las que los nobles intercambiaban saludos elaborados y paseaban entre pabellones de seda carmesí, discutiendo alianzas bajo la cortesía. Minutos después de la llegada y las presentaciones, el ambiente se reconcilió con los invitados.
El emperador, DǒuMàn XiānYú, la pasó muy bien junto a Léi Dàrén, no paraba de reír. Se veía más relajado que de costumbre, la gente que solía rodearlo quedó ligeramente sorprendida, menos los ancianos, aquellos lo conocían de toda la vida.
Léi Dàrén evidenció que su amigo había bajado de peso, lucía delgado, algo débil. Tosía recurrentemente. Sostenía, como si fuese su vida, un pañuelo en su mano, el cual tenía muchos dobleces, viéndose robusto. Prestó una que otra atención a DǒuMàn JiāYí [2]y DǒuMàn TiánYì[3], hijos de DǒuMàn XiānYú, el emperador, quienes hacían de guardia personal, vistiendo armaduras doradas, sujetos a sus espadas, y detectó que los jóvenes se mostraban indiferentes a la situación de su padre.
El señor se mostró cauteloso en el análisis, pero supo que se debía a lo sucedido años atrás con su madre, la primera esposa del emperador; pues, DǒuMàn XiānYú, no esperó a que el banquete del funeral se enfriase para casarse con una extranjera salida de un burdel, logrando que los hijos se dividieran en dos polos opuestos y hostiles: Los de ojos y cabello negro, y los de ojos violeta y cabellera marrón.
Ambos eran apuestos caballeros rondado los treinta años. Cualquier mujer en el imperio habría estado dispuesta a cortarse la mano para convertirse en su mujer. No era solo el físico lo que las embelesaba, sino las historias de su participación en la guerra en su tierna adolescencia, en la que aprendieron, por el nombre de su país, la moral y el honor, a desmembrar sin piedad cuando el tronco de su árbol estaba todavía en camino de establecerse en una sólida dirección
Aunque eran idénticos, Léi Dàrén sabía diferenciar a DǒuMàn JiāYí de DǒuMàn TiánYì, no es que fueran gemelos, sino trillizos. La hermana, DǒuMàn MéiFēn, caminaba junto a su esposo, sujeta a su brazo, platicando con el resto de los nobles que asistieron al esperado reencuentro de los eternos amigos.
DǒuMàn MéiFēn era un imán visual. Portaba una belleza que era envidiable e incomparable. Sus ojos eran amables; recurrentemente, parecía analizarlo todo, concentrada en sus metas y digna de ser buena madre. La gente comentaba seguido que una diosa había pronosticado su nacimiento y le había regalado sus ojos, pues esta melosa arma le había ayudado incontables veces en la política. Era todo lo contrario a su esposo, YǐnXīng YǐnZhì, del clan de los lobos, quien no lograba igualarla ni con todas las finas telas del país. Y no era una exageración. Un día, YǐnXīng YǐnZhì demandó que se le trajese ropa de Lircay, Corca y Yauyas, pero ni con tan bellos trajes armonizó su escuálido cuerpo, el que se asemejaba más a la gente común; como era algo regordete, parecía que usaba vestidos, pero siempre utilizaba la correa más gruesa para demostrar que vestía como cualquier otro hombre. Más allá de sus inseguridades, se rescataba de su persona un carácter comprensivo y agradable, siendo un padre atento, cariñoso y juguetón.
— ¿Cómo está, Léi Gōng? —preguntó DǒuMàn JiāYí. Sonrió ampliamente, exhibiendo su perfecta dentadura. Como las damas lo miraban, dirigió su mirada a una. Le guiñó el ojo y regresó a su conversación. Caminó con un brío único. El suelo parecía deudor de que anduviera sobre él. Evaluó descaradamente al señor. Lo observó a detalle impudorosamente—. La última vez que lo vi no tenía tantas arrugas; era tres centímetros más alto, más fornido. ¿La vida en el norte lo ha deteriorado? Eso es imposible, ¿no? Tal vez la comida no le sienta bien, debería cambiar su dieta —aseveró, aún sin invertirle mucha atención, parecía ocupado analizando el entorno.
Léi Dàrén no se ofendió en lo más mínimo. Aún si lo hubiese hecho, habría sido imposible para DǒuMàn JiāYí descifrarlo, dado a que la larga barba del señor ocultaba sus gestos faciales.
— DǒuMàn JiāYí —asintió Léi Dàrén como saludo—, siempre diciendo lo primero que pasa por tu mente. Tu cultivo ha aumentado. Es bueno verte saludable.
DǒuMàn JiāYí caminó alrededor de Léi Dàrén. Cogió una copa de vino, tomó un sorbo y preguntó, suspicaz:
— ¿Cómo lo hace? —Alzó una ceja y se estudió a sí mismo con la mirada, desde sus pies hasta su pecho; luego, alzó el mentón hacia el aire—. No puede ser mi forma de hablar, ¿tal vez algo que gestualizo?, ¿cómo me paro? Dígame, quiero saber.
«Tu mirada es como si quisieses cazar a un venado, niño», juzgó el señor.
— DǒuMàn TiánYì no tiene asuntos conmigo, por lo que nunca se aproximaría a hablarme más que para algo relevante —afirmó. Su voz se escuchó pesada y seria. Mostró una sonrisa—. Por otro lado, tú te aproximarías solo para insultarme. —DǒuMàn JiāYí cerró los ojos y asintió. El anciano hablaba con motivo—. Fuimos solo nosotros dos durante mucho tiempo, cuando las horas podían volverse días, y te entrené en circunstancias poco favorables. Sé cómo recocerte sin intentarlo. No hay algo en particular que me indique que trato contigo, solo sé que lo hago. —Léi Dàrén se preparó para retirarse, dándole casi media espalda y caminando hacia otra dirección, habló—: Has crecido mucho.
DǒuMàn JiāYí bebió todo el liquido de la copa. Rápidamente repuso, en un tono más severo y frío:
— Nunca lo llamé maestro; jamás planeé nombrarlo así, o tratarlo como tal. No sienta orgullo por identificarme sin esfuerzo. Apuesto a que tiene problemas para reconocer lo que creó. No me malinterprete, esto no es una disculpa o arrepentimiento. Si mira bien alrededor —susurró por encima de su hombro—, los señores temen siquiera ofenderme. Lo que hice, creó un límite que ellos no se atreven a pasar; se mantienen seguros bajando la cabeza para no generar algún tipo de molestia en mí.
Léi Dàrén no sentía nada por DǒuMàn JiāYí; ahora, apreciándolo, quizás algo de arrepentimiento; le habría gustado ser una mejor compañía cuando lo conoció, pero, en esos tiempos, se enfocó en proteger a su familia y salvar a su gente, no tuvo tiempo de guiar correctamente al hijo del emperador.
A decir verdad, hasta el cómo se conocieron fue tenebroso y triste. Unos soldados tenían rodeado a DǒuMàn JiāYí, estaban a punto de asesinarlo; por su parte, no tan lejos de allí, Léi Dàrén hacia no tanto que escapaba de un escuadrón que había asesinado a su hermana, Léi XuěHuā, y prima, Léi YǒngLín. Él era la clave de su clan, si lo capturaban, entonces lo obligarían a delatar la ubicación de su sangre, quienes estaban ocultos por su seguridad.
Léi Dàrén escuchó los gritos de dolor de varios soldados muriendo en otra ubicación del frondoso bosque, aquellos eran los amigos de DǒuMàn JiāYí. El señor ignoró el llamado largo rato. Cuando volvió en sí, dejando de lado el desconsuelo y lleno de sed de venganza, se dirigió al encuentro a asesinar a todo enemigo. Sus embestidas fueron perfectas; sus movimientos, rápidos. Pero había llegado tarde, solo quedaba un jadeante DǒuMàn JiāYí. Su ropa estaba cubierta de sangre bajo el brillo de las lunas, con la oscuridad de la naturaleza sobre su espalda. El joven tenía en brazos a DǒuMàn Nóng, su primo, quien había sido atravesado por siete espadas al protegerlo.
Una parte de DǒuMàn JiāYí culpaba y responsabilizaba a Léi Dàrén por la muerte de DǒuMàn Nóng. El problema fue que no tuvo tiempo ni oportunidad de odiarlo como debía, porque, al instante, tuvieron que huir de la escena. Estuvieron así semanas en tierra enemiga, comían cualquier cosa que encontrasen, dormían donde sea que pudiesen, entrenaban cada que podían; intentaron curarse lo más rápido posible, con lo que sea y cómo sea. Léi Dàrén había impedido que DǒuMàn JiāYí perdiera la pierna y, a falta de fuerza, había cazado un Hé para él, uno realmente poderoso y que casi le cuesta su último suspiro. Por si fuera poco, para que DǒuMàn JiāYí pudiera cultivarlo adecuadamente, tuvo que donarle el veinte porciento de su energía, casi arriesgando su vida por lo incompatibles que eran.
Sin embargo, todas las acciones tienen un propósito, una meta. Y claro que Léi Dàrén tenía sus asuntos. A más fuerza, doble oportunidad de venganza, ¿no? Léi Chí, el hermano mayor de Léi Dàrén, antes de morir, le selló su Hé. Le dijo: «Tiene que cultivarse. Hurricane podría arrasar con un ejército de diez mil hombres. Te encargarás de recuperar Běifāng Zuànshí. No utilices sus habilidades hasta no ser debidamente necesario, o serás responsable de la caída de nuestro clan»; de ahí que no pudiera salvar a ninguno de sus seres queridos. Y aquellos, los apellidados Léi, lo sabían; lo que significa que muchos optaron por sacrificarse para que Léi Dàrén no cargara con la responsabilidad de haberlos dejado morir.
DǒuMàn JiāYí, desde el segundo acto de amabilidad que recibió de Léi Dàrén, supo que lo utilizaría. Y lo dejó pasar. No le importó. Él también quería una revancha, conseguir justicia por su propia mano por la muerte de su primo, amigos y soldados. Era consciente de que un favor se pagaba. Aunque no lo desease, Léi Dàrén le había salvado la vida. Por tanto, sería tan vengativo como pudiera. Permitió que su corazón se llenara de un odio extremo que no abandonó su juicio hasta después cinco años de los hechos. Allí, la ambivalencia de emociones que se tenían ambos, alumno y maestro a desconocido y desconocido. No obstante, obviar a Léi Dàrén del "sentir" era lo indicado, ya que él había preferido olvidarse de esa parte de su vida.
DǒuMàn JiāYí guardaba muchos asuntos, temas que quería reprocharle hasta el cansancio, para luego iniciar y volver a parar, y seguir, y seguir, y seguir, casi igual que una rueda que se desliza por una interminable curva. Léi Dàrén fue el adulto, y él solo un joven. Léi Dàrén fue el adulto, el mejor amigo de su padre; y el solo un joven. Léi Dàrén fue el adulto. Y, en vez de dejarlo descansar por su perdida y presionar su hombro, le tendió una espada y lo envió a dormir sobre las rocas; sometido bajo entrenamiento; y aprendió a olvidarse de quién era y se convirtió en otra persona, una que arrebató hasta vidas de inocentes cegado por la oscuridad; una tormenta que pudo ser detenida en su momento bajo los ojos de quién se hacía cargo de su persona.
¿Pero qué fue lo que hizo su tutor? Por sus necesidades, de que sintiera la misma ira para ampliar el poder y la fuerza, para arraigarse el objetivo al corazón y la cabeza, y convencerse de que los motivos y argumentos eran suficientes, Léi Dàrén permitió que el hervor del caldero ebullera y rebalsara. No lo detuvo, no lo hizo. Cuando la paz regresó, ni siquiera le volvió a dirigir la palabra. No se despidió o le dio algún abrazo. Fue como si toda la supervivencia no hubiera significado nada. ¿Cómo se subsiste el invierno, el hambre y la soledad junto a alguien, ambos al borde de la muerte, y no se forma ningún valor emocional o algún tipo de vínculo? Solo un desalmado sin corazón puede actuar así.
Y exactamente esa era la confusión. Léi Dàrén se había alejado de DǒuMàn JiāYí porque entendía que él era el único responsable de sus errores. Se culpaba, se culpaba, se culpaba. Se culpaba tanto por todo lo que había sucedido y todo lo que había hecho que les rogó a las lunas terminar con su vida. En esos años, DǒuMàn JiāYí sentía estima por Léi Dàrén, la cual el mayor detectó, y vio todo el error en ese afecto. ¿Cómo el joven podía siquiera considerarlo un refugió cuando él lo estuvo observado como una herramienta de guerra? Como estaba cegado por la colera, ni siquiera la tuvo oportunidad de verlo con un ser humano, no había cosechado ni un tipo de afecto.
Con el juicio bien planteado, Léi Dàrén regresó al norte para no volver al sur hasta que el emperador DǒuMàn XiānYú lo mandara a llamar. La relación que había mantenido con DǒuMàn JiāYí, en la que la aversión era dueña de sus vidas, no era más que un túnel oscuro que prefería que fuese corto. Y, le pedía a las animas, que ayudaran al joven a alcanzar la paz, porque el pecado cometido era imperdonable e imborrable.
— Nunca esperaría que me llamases de otra forma —repuso Léi Dàrén—. Nuestros vínculos solo pueden limitarse a "DǒuMàn JiāYí" y "Léi Gōng".
DǒuMàn JiāYí presionó con ira su copa. Su mandíbula proyecto una pacifica sonrisa, de rasgos dulces y tiernos.
— Es bueno saber que lo tiene claro. Disfrute la fiesta, Léi Gōng, pronto vivirá lo que es la destrucción. —Elevó cómicamente las cejas—. No lo tome a mal, me refiero al trabajo, los del consejo se lo comerán vivo; recuerde que no estamos en Noddon. —Señaló hacia una dirección, apuntando a un hombre vestido de telas sencillas, pero formales—. Podría gritarle a un sirviente de aquí y ninguno se movería a servirle. —Se volvió y caminó de regreso al lado de su padre. Advirtió, despidiéndose con la mano—: ¡Dance a los pies del dragón y cante al interior de su boca! Espero logre ponerse cómodo, cuidado con los dientes.
[1] "石", piedra
[2] Jiāyí (嘉怡): 嘉 (jiā): "elogio", "felicidad"; 怡 (yí): "alegría", "satisfacción".
[3] "田义" : 田 (tián): "campo"; 义 (yì): "justicia", "lealtad".