Chereads / Misticismo Perdido / Chapter 20 - Capítulo 18: Viga, cuerda y una silla, parte 1

Chapter 20 - Capítulo 18: Viga, cuerda y una silla, parte 1

Las aves son hermosas. Enamoran. Despiertan admiración. En ventanas codiciosas, terminan en prisión, donde se aprecia y se mata su mañana, se marchitan sus plumas, y sus coloridas cenizas se transforman en anhelos de vida, un suspiro atascado, que el desprecio, miedo y la tristeza asesina, dejando ausencia en la nada, un vacío en la risa.

Lín TòngXīn hubiera preferido estar arrinconado, apoyar su cabeza en la pared y recostarse de lado, inclinándose hacia otro soporte. Se volvió rutinario estar como un ovillo en la oscuridad, escondido; su cuerpo siempre distanciado de la entrada, siendo su pacifico palpito su leal compañera. Habitualmente, su piel se tensaba al escuchar pasos, se ponía nervioso. Nunca sabía si pararse o seguir en el suelo, si expresar algo o mantenerse en silencio, no sabía cómo actuar.

Ahora, se encontraba en otro ambiente, uno nuevo; hace unos días había aprendido a cómo llamarlo: Prisión. No había esquinas. Estaba en una torre de celda aérea de superficie circular; sentado. Los ladrillos eran la placentera comodidad, la única que había conocido. El clima era cálido y ventoso; no frío y opresivo como su anterior recinto. Tenía la mejilla apoyada en sus rodillas, ensimismado. De nuevo, alejado de la puerta, mirando el dintel inferior. Se había sorprendido la primera vez, nunca había visto la luz natural formando sombras. Cuando se le explicó, no abandonó el tema durante toda la noche. Pero, como ya había pasado un día y medio, la fascinación se había apaciguado. Se quedó reflexionando al respecto. Interesado, pensó y se preguntó sobre otras cosas, expandiendo sus impuestas limitaciones.

Los ladrillos, a pesar de su antigüedad, no estaban cubiertos de grasa. No poseían manchas de moho, hollín o desgaste por el humo de antorchas. Se había limpiado a minuciosidad, mediante escobas de paja y cal viva, además del uso de vinagre, cuyo olor se percibía en algunas zonas; se aromatizó con ajenjo y alcanfor para repeler insectos; y se perfumó con incienso de ámbar gris.

Lín TòngXīn observó la puerta, había escuchado pisadas. Por un segundo, irguió su cuerpo, sus ojos habían cobrado esperanza.

La entrada, un marco de madera robusta, adjunta a una rejilla lo suficientemente amplia como para encajar la vista, donde fuera se distinguía una mampostería, pasaje de profundos ecos; cuando identificó la dorada luz de la antorcha, sus parpados cayeron. Su dedo cimbró. Jugó con la tela de su puño derecho. Se enfocó en el bordado, en los hilos, la textura; se perdió en ello.

— Sparrow —llamó el señor.

Ingresó.

El rechinido de la bisagra fue tolerable. Enfocó su vista en eso antes de continuar. Su voluntad se regía por lo «perfecto», lo deficiente se filtraba como insatisfacción y obsesión, y su estado de ánimo se construía en una agresiva irritación por no controlar su entorno. Tomó en cuenta el crépito y planeó arreglarlo luego de terminar con sus pendientes.

Colocó la tea en el candelabro. Sus pisadas se oyeron firmes. Sus botinas de cuero curtido, de textura suabe, pero robusta, forradas con fieltro de lana y reforzadas con tachuelas de metal, se movilizaron con calma, produciendo un imperceptible eco; la luz se reflejó en el material. El resplandor golpeó los ojos de Lín TòngXīn. Este entrecerró la mirada.

— ¿Qué has hecho hoy, pequeño? —preguntó. Apoyó su rodilla en el suelo, importándole menos las condiciones. Sujetó el mentón de Lín TòngXīn, lo elevó para examinar su rostro, pero el menor apartó la vista—. Solo llevas un día aquí y el sol ha vuelto saludable tu piel. Te ves mejor. Habría querido darte más espacio, pero esta construcción es importante. Su valorización crece con los años. No se me permite remodelar.

Lín TòngXīn se apartó sosegadamente. No quería que se enfadara, entonces se comportó y demostró sumisión. No cambió su expresión perdida. Sus cejas se vieron débiles. Sin verlo a los ojos por completo, movió las manos para comunicarse:

— Estoy satisfecho.

Huǒ Yǔqīng observó superficialmente sus manos; su vista se desvió en sus deseos.

Lín TòngXīn vestía túnicas blancas. Para su edad, era más alto que otros. Sin embargo, su cuerpo era delgado, característica benefactora a su encierro, su nula interacción, la oscuridad y el clima gélido con el que había crecido; se había limitado su desarrollo en un espacio reducido.

Sus holgadas solapas colgaban en su pecho, su delicada piel siempre quedaba expuesta. Cerca se ubicaba el tragaluz, los rayos del sol lucían y remarcaban sus clavículas, líneas que surcaban el décolleté; el reflejo dorado creó una sensación etérea, revancha de retos que invitaban a la exploración desmedida.

— No has dormido en la cama —habló Huǒ Yǔqīng. Deslizó su dedo por su pecho. Tocó la ropa de Lín TòngXīn, la acomodó—. ¿No te gusta?

Los labios de Lín TòngXīn temblaron. Sujetó la mano de Huǒ Yǔqīng. Lo observó benevolentemente. Se señaló, volvió a mover las manos, comunicándose:

— Estoy acostumbrado al suelo. Este será mi último día. Desde mañana, dormiré en la cama.

— ¿Desde mañana? —preguntó, meditativo.

La última cama de Lín TòngXīn era una mezcla de algodón y lana, colocado sobre una base de madera.

El joven acostumbraba a girar mientras dormía. Se movía de un lado a otro, caía muchas veces al suelo, y se quedaba allí hasta despertar. No entendía la diferencia; después de todo, ambos puntos eran superficie plana.

— Me preguntaba —expresó Lín TòngXīn. Sus manos temblaron. Intentó recordar cómo expresar esa idea. Agitó las muñecas. Negó—. Otra vez. Discúlpeme. Me preguntaba, ¿podría tener un cuaderno? Un cuaderno. Escribir. Practicar. Quiero uno.

— ¿Un cuaderno? —Huǒ Yǔqīng se sorprendió. No supo cómo tomarlo. Se quedó inmóvil— ¿Solo quieres eso? Puedes pedir cualquier cosa.

Lín TòngXīn miró sus pies.

Por el entorno, y su expresión facial, parecía que la tristeza lo había devorado.

— Textos de gramática —repuso—. Quiero practicar mi gramática. Textos y un cuaderno.

— Sparrow —murmuró, poniéndose en pie lentamente a la par de Lín TòngXīn—, tan delicado como un ave, sigues siendo inocente —suspiró en su oído, pasando su nariz por su hombro y cuello, capturando su aroma—. ¿Cómo practicarás sin pincel y tinta? —Sus ojos acumulaban placer con rasgos condescendientes—. No me los has pedido. Es lo esencial.

Lín TòngXīn entrecerró sus manos y mordió sus labios, desconcertado. Sus frágiles hombros se contrajeron. Asintió, temeroso.

— Eso también. Por favor.

Huǒ Yǔqīng lo tenía tomado de la cadera. Le satisfacía que su mano fuera tan grande y ancha como para sujetar esa zona, cubriéndolo todo, o pensar que Lín TòngXīn era tan frágil y delicado que podía capturarlo con el espacio entre su dedo pulgar e índice y el resto de ellos.

Sus ojos de zorro hervían de apetito. Ocultó su cara en el hombro de Lín TòngXīn.

— Claro que sí —susurró, cerca de su mentón lateral.

Sparrow estaba contra la pared. Reconoció el pulso acelerado de Huǒ Yǔqīng, su respiración cortante. Esos inteligentes y serenos ojos marrones ocultaban miles de secretos que no le interesaba descubrir. Sus largas y gruesas pestañas acentuaban su mirada de almendra, haciéndolo exótico y misterioso. Sus cejas arqueadas le añadían carácter. Administraba una expresión seria y pensativa, pero, cuando sonreía, revelaba una amabilidad dulce como el mangostán. Su piel era clara y tersa, reflejaba vitalidad. Poseía el atractivo de un guerrero, y lo había sido, las cicatrices de su pecho eran prueba de su honor y destreza en el campo. Su cabellera azabache, lisa y sedosa, estaba perfectamente sujeta en su cabeza.

Cautelosamente, Huǒ Yǔqīng guio a Lín TòngXīn hacia la cama. Este mueble colgaba en un soporte de metal, estaba sostenido por dos cadenas de cobalto, anclado a la pared.

Lín TòngXīn miró la rejilla, temeroso. Se sintió extrañamente ansioso.

— Tendrás cualquier cosa —aseguró Huǒ Yǔqīng. Repasó lentamente el cuerpo del joven con los ojos; el placer se encontraba en lo inalcanzable, en lo restringido. La intensidad aumentó. Repuso, con pausas en cada oración, en voz baja—: Me excita que seas así. No pides joyas, comida o placer, solo educación; y no eres arrogante, pedante o distinguido. Eres humano. Representas delicadeza, bondad y agradecimiento. ¿Puedes ser más agradecido? —deslizó los dedos en su cuerpo, tocando zonas privadas—. Little Sparrow, quiero que trines para mí —y mordió su oreja.

Lín TòngXīn tocó sus pectorales, lo arrimó delicadamente. Movió las manos:

— Sol. Es de día.

— ¿Cuándo ha sido un obstáculo? —preguntó Huǒ Yǔqīng. Pensó que Lín TòngXīn se estaba volviendo impertinente. No obstante, al ver sus ojos, se enredó en generosidad. El bulto en su entrepierna incrementó. Volteó a Lín TòngXīn y lo obligó a apoyarse en la cama. Levantó sus túnicas, dejando expuesta su piel. Sutilizó sus dedos por la columna del menor—. La claridad te hace ver más hermoso, deseable. Una flor que todos avariciarían. —Besó su musculo lumbar. Escaló, y mordió su trapecio sobre las telas—. Si crecieras en el jardín, las personas te robarían, te apartarían de mi lado.

Huǒ Yǔqīng se desvistió sin despegar la mirada de Lín TòngXīn. Su piel era nívea y delicada, poseía una silueta especial. El joven era tan excepcional que había estado viviendo de él durante años, siendo lo único que necesitaba, el único poso del que hidratarse por siempre. Sus labios tenían la textura de los pétalos, sus ojos eran como cristales del invierno. Tenía muchas zonas rosadas. El color se adhería junto a su pureza. Lo volvía irreal, inimaginable. ¿Cómo podía existir alguien así? Era un pecado observarlo, haberlo conocido. No había humano que fuese digno de tocarlo. Y la tierra era culpable de su existencia. ¿Pero a quién debía castigar?, ¿a la tierra o a él? Lín TòngXīn tenía que aprender que la vida tiene un costo, se lo demostraría; y la tierra debía abonar engendrarlo, haberlo traído a un mundo de pecados.

Lín TòngXīn había vivido años de esa forma. No precisaba desde cuándo. Solo sabía que había crecido así, escondido. Fue a sus diez años cuando aprendió la definición de madre y padre, y hace tan solo dos semanas lo que significaba secuestro, cautiverio y encarcelamiento. Con el rabillo del ojo, observó la puerta. No sabía que sentía, pero suplicaba que, esa persona que lo venía a visitar algunos días, no se apareciera en ese momento.

Huǒ Yǔqīng le bajó los pantalones. Lín TòngXīn no pudo evitarlo, se volvió hacia él.

— Las rejas. Cúbrelas.

Huǒ Yǔqīng no estaba acostumbrado a las interrupciones. Lín TòngXīn siempre había sido sencillo de digerir. Miró la entrada, pensó que algo había llamado su atención. Afinó su oído para analizar el ambiente; bajó sus ojos y colocó su mano en la empuñadura de su espada. Si había algún intruso, se desharía sencillamente de él. En breve, concluyó que no había nadie, lo único que se escuchaba era el viento golpear la torre.

— ¿Tienes vergüenza? —preguntó, extrañado. Era imposible que Lín TòngXīn desarrollara el concepto de pudor. Lo tomó de la muñeca y lo pegó a su cuerpo, hostil—. ¿Será por la edad? —planteó, examinándolo. Sujetó su mentón y lo analizó. Parecía furioso. Acusó con acritud—: Tú, ¿alguien más te ha tocado? ¿Alguien te ha visto?

Lín TòngXīn sintió su corazón palpitar con fuerza. Su rostro se oscureció y sus pupilas brillaron, pero las sombras generadas por la antorcha alteraron sus rasgos.

Huǒ Yǔqīng sonrió maliciosamente. Se acercó a su oído.

— Es broma. De hecho, tengo otra conclusión, ¿será que Little Sparrow se está enamorando de mí? Puede ser inconsciente. Nunca has puesto esa cara. Tus mejillas nunca han estado ruborizadas, ni cuando te baño, ni cuando te visto, ni cuando…

— No, padre. No es vergüenza. Frío. Clima. Tengo frío.

— ¿Sientes frío? —Huǒ Yǔqīng lo meditó—. Estamos en verano. Tu cuerpo no se aclimata a este lugar. Como no lo asimila, se tensa y sientes frío; se siente ajeno a todo esto; es estrés. Puedes enfermarte —evaluó, preocupado. Observó sus hombros y esa expresión de tristeza en su cara. Realizó una pausa, pensativo—: Te conseguiré algunos juegos y haremos una que otra cosa para que reconozcas este sitio como tu nuevo hogar. Podemos comenzar ahora. Tu cuerpo se aclimatará rápido. —Acarició su mejilla. Besó su frente; luego, su ojo; después, su pómulo, donde frotaba su pulgar. Lín TòngXīn parecía un cándido conejo de nieve, una campanilla de invierno, con unos ojos estáticos al igual que el roble—. Has que padre se sienta feliz.

Huǒ Yǔqīng le dio la vuelta. Lín TòngXīn se apoyó en el algodón. Decidió perderse en el color de las sábanas, mientras escuchaba la fricción de los pantalones de Huǒ Yǔqīng. Enfocó su memoria en el telar, solo en el telar.

El señor le hizo erguir las caderas, y presionó su espalda para que bajara. De sus bolsillos, había sacado un pequeño recipiente de cinco centímetros, el cual contenía aceite de sésamo.

Lín TòngXīn sintió algo helado deslizarse en su piel. Parpadeó con fuerza. El ambiente se llenó de la misma fragancia de siempre. Se forzó a concentrarse en el caos de los pliegues. Contempló las ondulaciones y doblajes. La lisura se quebró. En seguida, experimentó un mareo. La habitación giró, como el lienzo nocturno iluminado por un torrente de estrellas que vagan sobre el invisible horizonte. Sus dedos se incrustaron en el algodón. Un estremecedor dolor se originó en su zona baja. Mordió su labio inferior y soltó un gemido ahogado.

La cabellera de Lín TòngXīn se balanceó en el aire. Su ceño se frunció. Toleró la ferocidad.

Fue una embestida tras otra. Sus codos temblaron, y sus manos se rindieron, casi recostando su rostro sobre las sábanas. Huǒ Yǔqīng enroscó gran parte de su cabello alrededor de sus dedos, tiró hacia atrás. Lín TòngXīn arrugó los ojos, pero se mantuvo callado. Huǒ Yǔqīng lo azotó con su mano. El silencio del Lín TòngXīn fue un reto. Huǒ Yǔqīng lo volvió a golpear.

Cuando logró que gimiera, sus sentidos se hundieron en un gozo extraordinario.

Colocó a Lín TòngXīn boca arriba. Se coló entre sus piernas, besando delicadamente su monte púbico, su vientre, su ombligo, sus pectorales; jugó con sus pezones; mordió su cuello.

— Vuelves loco a papá.

Lín TòngXīn se cubrió el rostro con el reverso de su mano. Interrumpió sus miradas. No se sentía avergonzado, sino incomodo, extraño e inseguro. Experimentó un cargo de culpa, acompañado de una sensación de molestia.

Huǒ Yǔqīng golpeó tres veces la palma de su mano. Se mostró delicado. Amaba todas las facetas de Lín TòngXīn.

— Little Sparrow —pronunció, entrelazando sus dedos y desvelando su rostro—, no te ocultes.

¿Era el cristal de su iris? Había algo que siempre lo sometía a mirarlo directamente, y, conectado a sus ojos, ansiaba recibir la misma intensidad y afecto; pero Lín TòngXīn no había interiorizado lo que era el amor, el cariño, el deseo, la pasión, por más que se lo había explicado. Al parecer, vivía apartado de eso, protegido como si se tratase de una enfermedad. El adolescente entendía los conceptos como si los memorizase, mas no los experimentaba; se mantenía distante. Incluso así, ese carácter no representaba un problema. Huǒ Yǔqīng lo adoraba. Se volvía un reto, una forma de vida, más que un estilo, su propósito en la tierra. Confrontar esos cristalinos ojos grisáceos casi blancos era un deleite.

El vestigio de su identidad longaba recibir esa mirada hasta que muriera; otra, que Lín TòngXīn lo admirara con la gama de emociones que mantenía entre rejas. Su placer y deseo giraba en torno a eso; su obsesión.

Se sumergió en su cavidad. Y recibió otro gemido de Lín TòngXīn al interior de su boca, mientras intentaba excitarlo por medio del beso.

Deslizó sus manos por su espalda, elevándolo. Lo cargó, aferrándose a sus glúteos. Besó tiernamente su cuello. Dejó un rastro de mordidas de camino a su oreja. Regresó de nuevo a sus pétalos, a esa superficie que lo desquiciaba por su suavidad.

La antigua celda de Lín TòngXīn tenía un cercado de metales redondos, no tan distanciados, pero tampoco tan juntos. En repetidas ocasiones, Huǒ Yǔqīng lo había estrellado contra ellas para escuchar el eco de su placer; Lín TòngXīn estaba acostumbrado a percibir el helado metal en su espalda y a sujetarse de los barrotes; de esa forma, se mantenía estable mientras recibía las embestidas, posición a la que Huǒ Yǔqīng recurría seguido y estaba a punto de emplear.

Este rincón del mundo se alineaba a la sinfonía de sus planes, perturbadores deseos ominosos que bordeaban la locura; no llevaría a cabo ningún movimiento que no estuviera diseñado. Con unos pasos hacia atrás, Huǒ Yǔqīng empotró a Lín TòngXīn contra la pared. Restregó su mano por su cabellera. Mechones quedaron enmarañados, revueltos. El señor no dejaba de sentir un frenesí a cada rose. Guio lentamente la mano del menor hacia las rejillas del tragaluz, por las que accedía la tenue luz; era rectangular, de medidas estrechas, pero lo suficientemente espaciosa como para incorporar dos manos; y, por inercia, Lín TòngXīn llevó la otra. Encontrándose en esa posición, luego de largos jadeos interceptados, experimentar una chispa de fuego sutil en la lengua, gotas de sudor adornando sus semblantes, sensaciones palpitantes que alargaron la hora e intensificaron los propósitos, aquel hombre vertió su vitalidad. Llevado por ese designio, Lín TòngXīn se perdió por completo.

Huǒ Yǔqīng pertenecía a un clan reconocido, cuyo emblema era el del mono. Poseía un fuerte poder político y era parte del Consejo del Imperio DǒuMàn. Era la cabeza de su familia desde el fallecimiento de su padre. Como él estaba destinado a vivir en el imperio, su hermano, Huǒ LǐnRán, se encargaba de los asuntos en Yùshuāng; administraba cada asunto con su permiso.

Se le había destinado una residencia en el Imperio DǒuMàn, una que perteneció al clan Huǒ. Sin embargo, en el pasado, luego de un par de combates, su familia la había perdido junto a Yùshuāng; ahora, después de ganar de nuevo el favor del emperador, se le permitía residir allí como un regalo digno de alguien tan devoto, pero no era dueño de la construcción. No obstante, poseía el privilegio de gestionar Yùshuāng como propietario.

Huǒ Yǔqīng era respetado por su gente, sacó de la desgracia a su clan. Durante décadas, se había mencionado que su caída se trataba de un malentendido tejido por intrigas de la corte; ellos lo afirmaban. Quedaron marcados por la deshonra. Su vida se convirtió en un sendero oscuro, alejado de las luces doradas del palacio. A pesar de esa significativa derrota, el clan se retiró a las montañas, donde cultivaron su cuerpo y mente, buscando sabiduría en antiguos textos. Pasaron días enteros en compañía de la naturaleza, donde los ríos y los animales les recordaban la importancia de la perseverancia.

Durante esos meses de dedicación, se desató una guerra contra el clan Shàn en la que otros clanes también participaron. Huǒ Yǔqīng se involucró porque su padre había sido asesinado por Shàn BáiRú, quien se había infiltrado un mes antes en su refugio. Fue Huǒ Yǔqīng quien devolvió el gesto. Realizó varios preparativos y, con una leva de hombres que había reunido, atacó en secreto al clan Shàn del Sur en nombre del emperador, DǒuMàn Tīanshēng.

Puntualmente, era el consejero del departamento de asuntos de estado; se encargaba de redactar y presentar decretos imperiales, funcionaba como intermediario entre el emperador y las demás instituciones gubernamentales, y coordinaba reuniones del consejo para tratar asuntos urgentes. No tenía buena relación con el encargado de reclutamiento, evaluación y nombramiento de funcionarios, pero se sabía entender con el consejero militar, Lù ZhànXiāo. Su relación era un delicado equilibrio entre rivalidad y conspiración, forjaban planes tras bastidores.

— Hoy llegan esos niños —habló Lù ZhànXiāo, hostil.

Huǒ Yǔqīng se encontraba en su escritorio, con una pluma en la mano y una expresión seria. Había trasnochado revisando informes sobre las condiciones en la provincia Lánxī, donde las inundaciones recientes habían devastado campos y hogares. La situación era crítica y requería una respuesta rápida del emperador.

Con un suspiro acumulado, redactó el decreto, y mientras escribía su mente se movía rápidamente, sopesando las posibles repercusiones de cada frase. ¿Serían suficientes los recursos enviados? ¿Cómo podrían los líderes locales manejar la distribución?

— ¿Qué pueden hacer unos niños? —cuestionó Huǒ Yǔqīng—, nada más que casarse. Se acordó que, si el encuentro es complaciente, las princesas viajaran a Noddon. Su estadía no pasará de un mes.

Lù ZhànXiāo arrugó la nariz. Se acomodó en el siento, hace más de media hora que reposaba en la silla. Sujetaba unos documentos. Con un movimiento rápido, tachó una línea y escribió una palabra encima. Apartó su escrito, y observó a Huǒ Yǔqīng con desprecio. Aquel sujeto sabía a lo que se refería.

— La basura no es más que basura —se jactó—. Me refiero a JìngGuāng-Jūn.

— ¿Qué con él?

— No solo es él, sino también Bǎo Zhī.

— ¿Y?

Lù ZhànXiāo frunció el ceño. Huǒ Yǔqīng estaba de humor para incomodar. No caería en la trampa. Se puso de pie. Tomó sus hojas y caminó lentamente hacia la puerta.

— No son obstáculo —declaró Huǒ Yǔqīng—. Deberías centrarte en tu problema.

— ¿Mi problema?

— Piān Níhóng da señales de estar en guardia.

— ¿Qué puede saber un ciego?

— Sus gestos delatan su escepticismo. ¿Puedes ser menos basto y actuar con naturalidad?

— Si dejo de ser porcentualmente menos tosco, entonces sospechará el doble.

— Pretender ser afable no supone ningún sacrificio. —Sus ojos, hundidos bajo el peso de unas cejas espesas y desordenadas como la maleza, se mantuvieron inmóviles. Su parpadeo lento era un cálculo minucioso—. Hoy llega Léi YǒngHuā, Piān Níhóng pasará tiempo con él. Intercambiaran palabra. Llegará a nombrarte si los minutos apremian. Y, para ellos, las horas sobran.

Lù ZhànXiāo entendió que las piezas ya estaban en movimiento, captó que se traía algo entre manos, entonces ordenó:

— Habla.

— Busca un niño, un vagabundo. Dale un pan, muéstrate altanero. Hazlo durante unos días con cualquier otro niño de la calle o el mismo. —Asintió hacia la pila de papeles impecablemente organizada—. Esos documentos delinean un plan integral destinado a proporcionar alimentación a los menores en situación de riesgo social de una forma poco convencional. Posteriormente, se someterán a una evaluación; si cumplen con los estándares establecidos, se coordinará con el consejo militar los preparativos necesarios para que los niños reciban formación militar.

— ¿Con el permiso de quién?

— Habría solicitado tu aprobación, pero cometiste un error tan evidente. Piān Níhóng estará atento, es mejor que piense que todo se relaciona a esto. Cubre mejor las sombras de tu carácter, y, por unos días, sacrifica la seguridad de tu rutina por algo más audaz.

Lù ZhànXiāo se sentó de nuevo. Cruzó sus piernas.

— ¿Me estás juzgando?, ¿tú? —Con un ligero movimiento de cabeza, su mirada se posó sobre su compañero. Sus ojos brillaban en desafío. Su ceja izquierda se elevó con desdén, acentuando el gesto de burla que dibujaba en su rostro. Era un gesto audaz, revelaba un aire de ironía. Esa mirada, cargada de picardía y desprecio, invitaba a cuestionar la seriedad de la situación, como si la realidad misma se convirtiera en juego—. Huǒ Yǔqīng, el bambú torcido entiende al viento que lo dobla.

Huǒ Yǔqīng se mantuvo sereno, parecía un maestro del equilibrio entre la serenidad y la determinación. Estaba sentado en un elegante escritorio de madera oscura, de grabados de dragones danzantes. Su rostro, marcado por la sabiduría de los años, mostraba una calma casi zen.

El comentario no importunó su trabajo. Trazó caracteres con precisión, líneas cuidadosamente medidas.

— El bambú es una planta que se deja llevar —replicó, despectivo, pero tan calmado como un lago—. Yo no me someto a las corrientes, soy firme en mis decisiones.

— ¿Firme? Entonces, ¿por qué esa chispa en tus ojos cuando la noche se cierne en nosotros? Hay viento en la oscuridad, y tú, como yo, juegas en él.

— Observar no es jugar. La moderación es escudo. Tú te entregas sin remordimientos —dictaminó, desinteresado.

— ¿Moderación? Te conviertes en un escultor del engaño, moldeando la verdad a tu favor.

— Esa no es mi naturaleza. Mi camino es diferente, y yo elijo el silencio en lugar de la desenfrenada libertad que tú ansías.

— El silencio también habla. Es el eco de los pensamientos ocultos, los mismo que yo he abrazado, deduzco. No podemos ignorar que el bambú crece en la sombra, mientras la luz lo acompaña.

— El bambú puede ceder, pero yo me resisto a ser arrastrado. Lo que tú ves como libertad, se llama caos.

— A veces, el caos es el único camino hace la autenticidad. Mirar hacia otro lado no cambia lo que somos en esencia. Todos llevamos nuestra oscuridad en el corazón.

Huǒ Yǔqīng lo miró duramente.

— Detesto los laberintos —sentenció.

— Y, sin embargo, en cada laberinto se encuentra un refugio. Lo que temes reconocer es lo que te conecta conmigo. Algunas veces, el viento nos lleva a lugares insospechados.

— Lugares peligrosos, diría yo, y elijo mantenerme alejado de ellos. No necesito ser parte de tu tormenta.

— Recuerda que el bambú torcido no se rompe. Se adapta y, en su adaptación, encuentra su fortaleza. Cada uno tiene su propia forma de ser. Al final del día, amigo mío, el agua sigue siendo agua, sin importar qué elementos la acompañen.

Un golpe en la puerta los sacó de su tensa conversación. Era Yún Tiān, el asistente de Huǒ Yǔqīng, con un gesto nervioso en el rostro.

— Señor Huǒ, la reunión del consejo se ha convocado para el mediodía —anunció, sosteniendo un puñado de documentos—. ¿Debería preparar una copia del decreto para presentarlo?

Huǒ Yǔqīng asintió. No apartó la vista de su escritura.

— Primero necesito terminar el borrador. Es fundamental que el emperador vea que hemos abordado la crisis de manera oportuna.

— Entiendo —respondió Yún Tiān. Observó como Huǒ Yǔqīng trazaba los caracteres con una elegancia que reflejaba su destreza. Luego, inclinándose hacia el frente, añadió—: También ha llegado un informe sobre Noddon. Quizás debamos considerar integrarlo en el decreto.

 Huǒ Yǔqīng se detuvo un momento.

— ¿Noddon? —preguntó—. Léi Gōng estará aquí hoy. Cualquier cosa es mejor discutirla en su presencia.

— ¿Darle explicaciones? —planteó Lù ZhànXiāo, asqueado.

— Cuando encierras a un animal, sobre todo a un felino, debes volver cómoda la cárcel, siquiera los primeros días, así la bestia se mantendrá calmada. Léi Gōng estará aquí antes del anochecer. Su asunto puede esperar y ser atendido en su presencia. ¿Para qué actuar a sus espaldas? —Se detuvo unos segundos. Organizó sus papeles y se puso de pie. Yún Tiān dejó los documentos sobre un mueble y le aproximó a Huǒ Yǔqīng el depósito de tinta. Su señor era independiente; permitió que vertiera parte del líquido en el recipiente—. Yún Tiān, quédate en el patio, presta atención. Comunícate conmigo si sucede algo importante —demandó, y el sirviente se retiró de inmediato. Se sentó de nuevo. Se enfocó en Lù ZhànXiāo—. Es hora de que vayas. Pan o algo de sopa, utiliza gustosas herramientas.

Lù ZhànXiāo lo contempló. Soltó una risa sátira.

— Huǒ Yǔqīng, eres digno de ser un primate. "La habilidad de engañar e imitar a otros animales". ¡Sabes sobrevivir en la selva!

— Tus deberes te llaman, Lù ZhànXiāo.

El señor se puso de pie. Se quedó inmóvil tres segundos. Luego de meditar, preguntó:

— ¿A qué te refieres con "…una forma poco convencional"?

— ¿Qué tipo de soldados nos faltan? Hazlo cómo quieras. Siempre y cuando te vean entregando comida, todo bien.