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Chapter 19 - Capítulo 17: Canto a la hoguera, parte 7

Las montañas están escondidas bajo un pañuelo blanco, las cumbres traspasan el cielo como sables y la vida es como la codillera que invade el norte, alta y dura, de ascenso perseverante, de pico helado que otorga vistas que alimentan el espíritu. El clima se transforma en maestro, en los momentos más difíciles se descubren las enseñanzas en sus raíces. La supervivencia a la tormenta es demostración de fuerza interna, vibrante como el sol. El corazón aprende la destreza de resistir y encontrar estética en la desolación.

En Noddon, los asuntos se rigen bajo su propio poder, el frío es un recordatorio implacable: Un favor se paga con otro. No existe discusión; es una regla cultural; o, también, la deuda puede ser saldada con dinero, aunque aquello es un secreto entre los nacidos en la nieve.

— Págame —exigió Miào Měi. Extendió su mano al frente de Sīkòu Feng—. ¡Y quiero el doble! Me lanzaste del caballo. —Sīkòu Feng renegó entre dientes. Sacó dinero de su bolsillo—. No quiero dinero, quiero piedras espirituales.

— ¿Para qué quieres piedras? En tu caso, el dinero vale más.

— Lo he decidido, quiero convertirme en soldado, así que dame las piedras. Debo comenzar a entrenar desde ahora.

— Niño, vaya que eres incrédulo. —Sīkòu Feng soltó una carcajada—. Eres un esclavo, nunca podrás ser soldado. —Analizó despectivamente la expresión de Miào Měi—. Lo sabes, no te hagas el tonto.

— Si entreno lo suficiente y me vuelvo el mejor, podré pedirle a Léi Dàrén que me considere.

— Si entrenas lo suficiente y te vuelves el mejor, habrá uno que te mire con envidia. Si este es de influencia pesada, te culpará de un robo o de alguna otra cosa, se te castigará y desterrará.

— Pero Léi Dàrén…

— Te desterrará. No tienes influencias que presionen por ti. Además, no es momento para que Xiena gane enemigos. Léi Dàrén no podrá defenderte, aunque seas inocente. Para salvar tu vida, tendrá que desterrarte. Es decir, no solo serás el desperdicio de dónde naciste, sino que, ¡para colmo!, serás la basura del lugar que te crio. ¿Planeas convertirlo en un ciclo de vida?

— ¿Entonces qué hago?

— Huir. —Miào Měi lo observó atónito—. Quieres ser soldado, ¿no? Si huyes y no eres capturado por los winsonath, entonces podrás unirte a las filas MǔDān. Es el único clan de relevancia que acepta espurios de cualquier región.

— Pero yo quiero ser un soldado de Běifāng Zuànshí.

La expresión de Sīkòu Feng se volvió desdeñosa.

— Eso nunca ocurrirá. Escucha, si huyes y logras convertirte en lo que quieres, podrás ser un soldado infiltrado, también es importante. Tu corazón siempre estará con Xiena, trabajarás para él desde la distancia.

— ¿Y los votos? ¡Los MǔDān me harán jurar votos! ¡No los puedo romper!

— ¿Qué te impide romper un voto?

— ¿Qué dices? ¡No tienes moral!

— Deseas ser soldado, ¿no?

Miào Měi se mordió los labios. Sus mejillas se encendieron en un rojo vivo. Su respiración se volvió pesada y se quedó callado unos segundos. Las palmas de sus manos se habían cerrado como tulipanes. Casi entrecerró los ojos, sintiéndose timado.

Sīkòu Feng odiaba a los MǔDān, lo hacía desde que supo que ellos eran los asesinos de su familia.

— Yo veré como lograrlo. No es necesario escapar —aseveró Miào Měi. Lo miró con altivez—. Intentas engañarme. Dame las piedras, quiero el pago en piedras.

— Como quieras.

Sīkòu Feng le entregó las piedras espirituales, colocando resistencia.

— Ya veo por qué no le agradas a Yán-gē. Por eso dicen que, con un bordado en tu mano, el cielo está calmo. No sale más que malicia de tu boca, serpiente de cien pacers.

Inmediatamente, Miào Měi se dio la vuelta y se fue corriendo. Sīkòu Feng agitó la mano en el aire, intentó sostenerlo, pero no rosó ni sus telas.

— ¡Niño!

El pequeño giró por varios corredores. Bajó escalones antes de ingresar a un inmenso dormitorio custodiado por soldados. Cerró las puertas con fuerza, no tanta; no fue un golpe potente, sino curioso, de los que captan la atención de las personas para iniciar una plática abismal, una que está destinada a participar en un proceso de propagación de información no verificada e intentará satisfacer la necesidad emocional de validación o control social.

Miào Měi apoyó su espalda en las puertas. Escrutó las seis piedras espirituales que había recibido. Su corazón, tan inocente, casi caía en las malas guías de aquel insoportable joven. Sentía algo frío recorrerle el pecho.

«"El mundo no es tan malo", dijo. ¿Está bromeando?», criticó, enfadado. Se le escapó un suspiro, entre ofendido y resignado, mientras apretaba las piedras que antes valoró con emoción por significar un gran paso para lograr su deseoso futuro. ¡No lo dejaría allí! ¡Se vengaría de Sīkòu Fēng! Tragó su rabia y dio un paso hacia el frente.

En medio del aposento, se ubicaba un gran mural vibrante, en el que se construía un floreciente árbol de flores rojas en fondo montañoso, una composición devoradora de sentidos y gracia. Aquellos atributos brindaban un toque dramático y vivaz. A los lados del mural, había dos ventanas de celosía de madera. Los muebles, que complementaban el espacio, eran de madera oscura, con cojines rojos y un sofá de juego, centrados alrededor de una mesa baja. El piso estaba cubierto por una alfombra roja ornamentada con patrones florales. La iluminación era suave y cálida, de sensación inmersiva. Todo se adicionaba a la precisión.

Léi Yuán y Léi Juān se encontraban dentro. Léi Yuán estaba acomodando piezas para una partida de xiangqi. Las piezas eran de jade, estaban cuidadosamente esculpidas, con detalles finos y elegantes. El tablero estaba enriquecido con líneas del campo de juego grabadas e incrustadas, acompañada de inscripciones. Y, en un extremo de la habitación, en el sofá, Léi Juān leía un libro de cobertura azul negruzca, desgastada. Sobre la tapa decía: «Guqing Blanco». El texto se enfocaba en la historia del clan Shàn, de su inicio en el Sur hasta su caída; explicaba su ruina. No había registro alguno del autor, lo que refinaba la intriga de la lectura. ¿Quién se había atrevido a exponer de esa forma a todo apellido influyente? Era el lado oscuro no divulgado de la historia.

Léi Juān se puso velozmente de pie al ver Miào Měi. Los guardias de la entrada no los dejaban salir.

— ¿Qué sucedió? ¿Sabes algo? ¿Shěn-Shěn se encuentra bien? ¿Cómo está Léi YǒngHuā y Léi XìnJiān?

A pesar de sus emociones, Miào Měi saludó con respeto. Su expresión de enfado regresó poco después. Su voz se escuchó suave, aparentando tranquilidad.

— Todos están bien. Nadie se encuentra en peligro. Léi XìnJiān está descansando. De hecho, se lanzó un gas. —Léi Juān y Léi Yuán lo miraron absortos—. Como estaba descansado de lado, no podía verlo, no quise despertarlo, solo podía ver su espalda, así que me acerqué al acecho, y, justo cuando estuve a punto de asomar mi cara, se lanzó un gas. —Había unos cojines desordenados en el piso. Se acercó a levantarlos—. Léi YǒngHuā solo tiene un moretón. Los rumores de su brazo han sido exagerados. Creo que se cayó de la montaña luego de pelear. ¡Ahí, en su momento, veremos si lo acepta o no!

— ¿Y Shěn-Shěn? —preguntó Léi Yuán, esbozando una sonrisa.

Este pequeño era mucho más peculiar que Miào Měi. Sus verdaderos sentimientos casi nunca se veían reflejados. Su cara tenía tejida una sonrisa de comisuras alzadas a melodía y primavera. Podía sentir muchas emociones claro, tantas como cualquier otro ser humano, mas era incapaz de expresarlas y gestionarlas. A diferencia de Léi XuěWēi, él no había nacido llorando ni gritando, sino en silencio y expresando pasividad. Su semblante y personalidad se resumía en: Ojos curiosos, sonrisa fija y de orientación algo reservada; era como el hielo eterno, más asemejado a una roca, pero una de dureza tratable. Encerrado en la edad de ocho años, externamente era tierno. Su mentalidad variaba; pensaba como infante, claro está, pero su razonamiento era tan profundo como el de un adulto.

— Aún duerme —especificó Miào Měi —. No lo vi con claridad. Espié por la rendija. Léi YǒngHuā está con él. Tiene miedo, escuché, se lo decía a JìngGuāng-Jūn; teme que Shěn XuěPíng quede desequilibrado, irracional. Hú Róu irá con Bǎo Zhī y Róng Hǎomíng a recolectar un par de hiervas y a cazar un qīngfēi, después irán a Yàofáng. Preparará medicina para Shěn XuěPíng. Usaran las plumas para mejorar su estado y, de paso, curar rápido a Léi XìnJiān.

— ¿Podrán encontrar un qīngfēi? —cuestionó Léi Yuán—. No es temporada.

Los qīngfēi eran hallados en Xiena cada tres años. Tenían un extraño ciclo de vida nada esclarecido; poco se sabía de ellos. Su temporada finalizaba dos semanas antes de Año Nuevo. En Běifāng Zuànshí se los despedía encendiendo velas y quemando un hilo rojo de extensión de 25 centímetros; a medianoche, mirando el cielo, se apagaban las luces. Su especie era como la de un gorrión. Sus plumas exploraban una gama de colores y patrones que variaban entre tonos verdes, rojos, blancos y de toques azules. Poseían una cola larga, fluida con diseños intrincados de arte tradicional, donde algunas líneas eran como la tinta fresca. Los qīngfēi era raramente vistos, un regalo de la naturaleza, excepcionalmente un regalo para los Léi, quienes eran los únicos que podían gozar de los beneficios si intervenían en la composición del brebaje.

— Espero que lo logren —afirmó su hermana. Se acercó a la mesa y tomó asiento—. Siempre pueden aplicar Zhào.

— Es un melocotón por cada cinco décadas —precisó Léi Yuán—. No creo que lo desgasten en Shěn XuěPíng.

Léi Yuán y Léi Juān se sentaron frente a frente. Cada uno seleccionó un color y puesto en la partida.

Miào Měi se paró al lado del chico. Observó las fichas.

En su cabeza algo estaba más claro que el agua, si había un recurso, el cual se podía gastar, para proteger a Shěn XuěPíng, Léi Dàrén no objetaría en utilizarlo.

— ¿No lo crees? —preguntó, sonando evidente.

Luego de una pausa, Léi Yuán movió la primera ficha, respondió:

— Entonces habrá que esperar a que el duraznero vuelva a dar fruto. —Cambió de tema—: ¿Cómo está la tensión?

— Todos están alterados —explicó Miào Měi—, y entiendo, Shěn XuěPíng se rompió la cabeza, pero exageran y actúan extraño. Róng Hǎomíng ordenó que se traiga la nieve con su sangre, creo, o algo así. No entendí para qué; por higiene, supongo. —Se detuvo. Sintiéndose desconcertado, preguntó irónico—: ¿Cuándo has visto que limpien la sangre de un jabalí cazado en medio del bosque? —Frunció el ceño—. También, quemaron todas las telas embarradas. No dejan de cambiar las sábanas y echarlas al fuego inmediatamente. Verlos fue estresante. ¿Para qué quemarlas? A este paso, todo Xiena se quedará sin sabanas. —Sus quejas perforaron su conciencia y lo hicieron sentirse culpable—. Me da pena, es normal, ¿no? Shěn-gē es buena persona. Yán YǒngZhōng se ve acabado. La está pasando muy mal.

— ¿Qué hay de Léi XuěWēi? —preguntó Léi Juān. Su voz se escuchó más calmada—. ¿Cómo luce?

— Ni feliz ni triste. Está enfadado.

— ¿Por Shěn-gē?

— Obvio… que no. Está enfadado porque Léi Dàrén dejó ir a Léi HuāLín, y a él lo confinaron en su habitación transcribiendo un largo texto.

Los hermanos soltaron un lento suspiro y negaron con la cabeza. Su padre sabía con qué golpear el metal dejando de lado el martillo.

Lejos de allí, suponiendo un fuerte consumo de hierba de la tortuga negra, lo que influía mareos y un estado mental disociado; giros y giros consiguieron hacer palpitar las puertas, como si miles de soldados golpearan unísonamente y sin detenerse la madera y quisieran ingresar con violencia a los salones.

Mareo, vértigo y confusión. Las pisadas provenían del techo y, de lo que era el suelo, se apreciaba un silencio increíble del que un llanto entrecortado iba en aumento, colmado de gimoteos rabiosos. Se escuchaba el halar de la tela sobre la alfombra que decoraba el pasillo, una copa de vino vertiéndose, las gotas cayendo a la par del suspenso; y las uñas incrustándose en la lana. Se atisbaba una mirada más atiborrada de rabia que de miedo.

Los virajes y desvíos, así como los ruidos, solo se volvieron más confusos al transcurso del tiempo. El viento danzó por los niveles del castillo, invadió habitaciones privadas y desoladas hasta llegar a una en concreto, el más confidencial.

En ese espacio, Léi XuěYún estaba sentada mirando hacia el vacío, sosteniendo en sus manos un bordado, el que parecía tener forma de número nueve, de hilos discretos y elaborado con cuidado. Algunos minutos después, ingresó Xuě QīngMéi vestida enteramente de negro. Se arrodilló cordialmente. Deslizó por su mandíbula la cobertura facial. Su expresión lo decía casi todo.

Léi XuěYún la observó, distante. Pronto, regresó la mirada a la ventana.

Xuě QīngMéi se preocupó.

— Guì Nǚ Léi Shì…

— Soy responsable.

— ¡No! ¡Para nada! ¡Todo lo contrario! —exclamó Xuě QīngMéi rápidamente. Se había puesto de pie sin advertirlo. Cuando notó su exabrupto, de haber alzado la voz, se sonrojó a no poder. Quiso tomar la mano de Léi XuěYún, pero se limitó en medio de la acción; su señora lo ignoró, sumida en sus pensamientos. Negó con la cabeza y agitó las manos en el aire. Repuso turbada—: Disculpe, Guì Nǚ Léi Shì.

Léi XuěYún no la escuchó. Sus cejas se inclinaron levemente.

Su ausencia terminó de escandalizar a Xuě QīngMéi. Su paz salió volando por la ventana; su mente alzó pañuelo rojo.

Se puso de pie. Temblorosa y sin saber qué hacer o decir, expresó:

— ¡No es su culpa! ¡Usted no lo sabía! ¡No puede estar en todas partes! ¡Es la Señora de Běifāng Zuànshí, no la Señora de Xiena! —Pronto sintió que había dicho algo incorrecto. Su mente se congeló. Los ojos de la adolescente impulsaron un palpito frenético en su alma—. ¡No quiero decir que, si fuera Señora de Xiena, habría hecho un trabajo que grita "me esforzaré el triple la próxima vez"! ¿Entiende? —Ella misma meditó sus palabras. Se agitó por completo—. ¡No, no; eso no era lo que quise decir! ¡Es decir…! ¡¿Cómo decirlo?! Eh, bueno… su trabajo, como Señora de Běifāng Zuànshí, no es malo; no es como si lo hubiera hecho con un ladrillo. Usted gestiona con encanto. ¡Es como una flor que crece en un lugar inesperado! —Se ruborizó—. No, espere, eso suena raro. Quiero decir que su labor es la indicada, no que usted sea una flor, ni que Xiena es atroz.

«Mierda, va a pensar que me estoy riendo de ella. ¡Un segundo!, ¿la acabo de llamar fea?». Xuě QīngMéi se espantó. Quiso arreglarlo una vez más.

— ¡Usted es tan bonita como un loto! —Palideció— ¡Me refiero a que es buena… en su trabajo…! ¡No piense mal! ¡De todas formas, no hay nada malo que interpretar! ¡Me disculpo, me disculpo!

«¡Meto la pata y caigo de cara!», se lamentó sobresaltada por la serie de ocurrencias que lanzó sin previa meditación. Parpadeó un par de veces, trató de detectar su cerebro, pues imaginó que lo había perdido de cierta manera. Vencida y desalentada, Xuě QīngMéi solo pudo justificarse expresando:

— Guì Nǚ Léi Shì, siga brillando; usted realiza bien su trabajo. Si lo piensa, es conveniente que esto haya sucedido.

«Soy una estúpida», se censuró.

En el salón, todo parecía desvanecerse. Léi XuěYún quedó atrapada en un foco. Las palabras de Xuě QīngMéi resonaron en su cabeza. Sus ojos apresaron una ligera intensidad.

— ¿Lo es? —interrogó Léi XuěYún.

— ¿Ah? ¡Ah, sí! Solo debe conectar los puntos. Mire, si no fuera porque ayudó a sus parientes, entonces no sabría que hay bestias andado por el bosque. Hablamos de intrusos.

Xuě QīngMéi aún se sentía nerviosa. Trató de calmarse y colocar una expresión más severa.

— Disculpe, permítame expresarme mejor. Hace tan solo unos días se realizó la limpieza estacional de Hé y el reequilibrio de energía en la zona. Bái Dú no debería estar despierto, sino durmiendo. El centauro no debió estar siquiera dentro de los parámetros de Běifāng Zuànshí cuando todos los Hé del territorio fueron encapsulados, espantados y/o eliminados.

Aquello era correcto. Minutos atrás, Léi XuěYún meditó en lo mismo, y no era la única. La diferencia era que ella no llegó a una conclusión. Buscó repetitivamente la forma de justificar los incidentes sin caer en el error de acusar a alguien. Sus sustentaciones se habían vuelto pretextos. Con la situación planteada en la crudeza del aire, recibida por la realidad de un mundo caótico, su percepción se agudizó.

— Es un ataque —aseveró Léi XuěYún—. Pero ¿de quién?

Xuě QīngMéi ya no era un completo manojo de nervios; estaba rozando el borde de la paz. Sus excitadas mejillas endulzaban su rostro austero de expresión plomiza.

— Mi misión se vio truncada, Guì Nǚ Léi Shì. Hay soldados por todas partes. Sin embargo, mientras ellos se enfocan en rastrear al intruso, yo preferí seguir las huellas de la bestia. El centauro tuvo dueño, le pertenecía a alguien antes de ser liberado. Lo que le diré, sonará incoherente, pero su aparición es desde un punto no tan lejos del gazebo, donde su primo y el resto estuvo jugando en la tarde; no se localiza más. Todo está limpio. —Xuě QīngMéi frunció su ceño, todavía inmersa en los hechos—. A su vez, encontré huellas en un grupo de árboles, unas ramas pisoteadas. Estimo que el peso está entre 130 jīn y 140 jīn. Es como si un fantasma apareciera y desapareciera. Puede que se trate de un maestro Hé de rango diez con la habilidad de teletransportarse.

Léi XuěYún la observó fríamente.

— Los soldados que trajo Léi Yǒnghuā son expertos —declaró.

Xuě QīngMéi se ruborizó; experimentó mareo y un golpe de calor. Los inertes y despiadados ojos de la joven eran dignos de admiración. Su piel de por sí se veía suave como la niebla que juega con la montaña al amanecer, resplandecía al igual que un pétalo de flor de ciruelo. Su apariencia evocaba la elegancia de las lunas llenas. Parecía un susurro en un día de primavera, lienzo inmaculado, cuya invisible pero cautiva imagen estaba construida en el pensamiento etéreo de una sublime nube consciente.

— ¿Eso es lo que dicen sus ojos? —preguntó Léi XuěYún. Su voz sonaba apática y serena, pero sólida y tenaz. Xuē QīngMéi estaba conquistada por su aura, así que no logró responder. La dama continuó expresándose—: Hablamos de dos intrusos.

«Mi padre retiró a los guardias de sus puestos por la llegada de Léi Yǒnghuā. Se confió. Debió consultarlo».

— Un objeto jamás podrá detectar algo mejor que mis ojos… —murmuró Xuē QīngMéi; de la misma forma, sumida en sus propias conjeturas y deducciones—. Guì Nǚ Léi Shì, regresaré al bosque. Hay algo que no concuerda.

Léi XuěYún se puso de pie. Tocó su hombro y la detuvo. Negó con su cabeza, un movimiento ligero.

— Quédese. Estará en problemas si alguien la ve.

Xuē QīngMéi se llenó de alegría. Sonrió tiernamente y habló balanceando sus palabras entre tonos dulces. No pudo ocultar su emoción.

— ¡Seré cuidadosa! No se preocupe. Nunca he sido descubierta de todas las veces que me he escabullido. Regresaré…

— No me refería a eso —interrumpió Léi XuěYún—. El bosque no es seguro, si hay algún Hé, saldrá lastimada.

«¡Está preocupada! ¡Está preocupada! ¡Está preocupada! ¡Está preocupada! ¡Está preocupada! ¡Está preocupada! ¡Está preocupada! ¡Está preocupada! ¡Está preocupada! ¡Está preocupada! ¡ESTÁ PREOCUPADA POR MÍ!»

— Guì Nǚ Léi Shì, yo puedo… —No continuó. El carácter de Léi XuěYún se volvió inquebrantable. Xuē QīngMéi temió por un segundo—. Sí. Me quedo. No me iré. Yo sigo sus órdenes. ¿Qué planea?

— Por el momento, iré por un libro. —Sujetando el borde de la puerta, demandó—: Xuē Lìng Nǚ, consiga un mapa, y llame a Wei YùXiāo. Arregle la mesa cuando vuelva.

— Guì Nǚ Léi Shì, antes de que se vaya, le advierto para su cuidado, por favor, no confíe en nadie. Si se trata de un enemigo infiltrado, lo que creo que es, y del sur; pues, lo peor, nada indica que se trate de alguien de Heilongjiang; no dudará en asesinarla. Esto se alinea con la llegada de los soldados DǒuMàn. ¿Problemas, líos y un asesinato en el que casualmente los intrigantes de la familia Léi están envueltos? Solo puedo ver un par de cosas.

— ¿Cuáles?

— Urgencia de demostrar "un incompetente soporte de seguridad". Con esto, se intentaría formalizar el matrimonio de una vez. Los rumores de que Léi HuāLín y Léi XuěWēi son asesinos ya estará llegando al Sur, y los rumores de una infiltración lograda en Xiena pronto alertará a grupos secundarios. Si este teatro está armado por los DǒuMàn, la finalidad es obvia. Al casar a su primo y hermano, se enviará más protección para las hijas del emperador; los muy bondadosos querrán reforzar la seguridad de Xiena; y, con la protección del padre de las esposas, Léi HuāLín y Léi XuěWēi no tendrán que preocuparse por su prestigio; si es que desean que su fama no quede dañada, están obligados a casarse. Los está acorralando. Mi otra teoría, ¿a quién no le conviene, específicamente, porque choca con sus planes, que su hermano y Shěn Jīn se casen con esas mujeres? Los lobos, por lo que pueden querer eliminarlos.

Léi XuěYún no se inmutó. Escuchó atentamente la explicación. Pensó que estaba mal pensar así del amigo de su padre. Pero, ese acto, no debía provenir exactamente de él, sino de algún consejero cuya intensión de poder se ajustaba a las necesidades del emperador. O, como también aludió Xuē QīngMéi, podía tratarse de los lobos.

Segundos después, sintiéndose culpable, lo único que pudo decir fue:

— Salieron lastimados…

— ¡No se aflija! ¡No es su culpa! —repuso Xuē QīngMéi. Corrió hacia ella y tomó sus manos—. Ya le dije, usted no puede estar en todas partes. —No toleró escucharla angustiada. Se enfadó con todo aquel relacionado a sus tribulaciones—. Esto es su culpa. Están muy grandes como para comportarse como niños. ¿Para qué tuvieron que alejarse? Son unos irresponsables… —Se tragó su rabia. No buscaba lastimarla, sino animarla—. Son fuertes, recuérdelo, son fuertes; pierda desdicha, escuché que Hú Róu irá por un qīngfēi, estarán bien.

Xuē QīngMéi la soltó, dio un paso hacia atrás y comenzó a analizar demás. Se excedió en el trato. Léi XuěYún no parecía sorprendida, tampoco repugnada. Luego de intercambiar un par de miradas, fue consciente de que la estaba mirando fijamente. Se ruborizó de golpe y quedó congelada mirando hacia la nada.

Léi XuěYún no entendió. Creyó que Xuē QīngMéi no tenía nada más que decir, entonces se retiró en silencio.

Fuera de la fortaleza, entre el olor a cuero y paja, recinto de los animales, se ubicaban dos jóvenes trabajando sin cesar. El que se esmeraba con vigor tenía mechones de su cabello mal distribuidos y esponjados y elevados. El sudor se deslizaba por su nuca. No había bebido suficiente agua en casi todo el día. Con ese último esfuerzo de por medio, quedó deshidratado. La sequedad agrietó sus labios, un resultado que distorsionó su enfado y lo hizo ver como un demente; lucía como un toro a punto de embestir a alguien, pero era obvio que quería lastimarse a sí mismo antes, si fuera un poco más irracional, habría ido a buscar pelea al pueblo para que le dieran una paliza. Pero en el establo, en su importante labor, hundía la pala en el estiércol; hundía, sacaba y lanzaba; era una simple rutina, una de solo tres pasos. El soplo del caballo resonaba con fuerza. Este amigo era el encargado de cargar los kilos de excremento que se depositaban en la carreta.

— No es justo —se quejó Fú Nán, el que menos hacía con sus manos; llevaba mucho rato hablando y hablando. Su voz era estridente—. Esto no debería ser así. ¡Casi muero! ¡Estos trabajos…! No debería estar haciendo esto. Yo ordeno tela. Llevo la comida. Tiendo dormitorios. Doblo, despolvo y saco pelusa. Enciendo y apago velas. Limpio a mi amo, le doy de comer. Lo máximo que cargo son jarrones. ¿Dónde está mi lindo amo Léi HuāLín? Esto es un abuso. Prefiero que me castigue Léi YǒngHuā. —Miró hacia otra dirección, examinó los ladrillos y agilizó sus sentidos—. ¿Qué estará sucediendo? Desde de aquí, el castillo luce tenebroso. Las lunas no son amables el día de hoy. Oye, ¿no estás molesto? ¡Yo estoy indignado! ¡No me reconocen como sirviente de calidad! ¡Estoy cansado, tengo frío y mucha hambre! ¡No vine al mundo para tantos abusos!

— Trabaja en silencio —espetó Yán YǒngZhōng.

Fú Nán estalló de rabia. ¿Cómo se atrevía a callarlo? El poco orgullo que conservaba ya estaba casi destrozado, el comentario del joven lo aniquiló enteramente.

Se hizo ¡pum!, ya no quedaba orgullo, ni un poco, nada.

El odio y desdén se apoderó de su mirada. Acto seguido, estampó una horrible sonrisa en su rostro, acompañado de un tono burlón y fastidioso, articuló haciendo énfasis en "señor":

— Oh, disculpe, señor. ¿Lo incomodo con mis tragedias? ¿Quiere mi silencio, señor?, entonces debe darme unas monedas, señor. ¿Le cuesta algo, señor? Creo que no, señor. Como a todo señor, le he de servir bien, mi señor, así que, si usted, señor, quiere que me calle, me callaré, señor. Dígame cuándo y lo haré, señor. No será necesario darme dinero, señor. Entiendo que sea pobre, señor. —Lanzó la pala contra el concreto. Bramó sin contención—: ¡Es la primera palabra que me dices luego de casi una hora! No me hables de esa forma y yo intentaré no ofenderte.

Yán YǒngZhōng gestualizó un mohín. Pensó: «Pero si todo tú es molesto». Respiró hondo y exhaló una buena cantidad de aire. Cuando abrió los ojos, perfeccionó su garganta.

— No me llames así —respondió, calmado. Su salvaje expresión se mantuvo en su faz. Restregó su antebrazo por su sien y apartó algunos mechones—. No soy un "señor". Trabaja.

Fú Nán no deseaba trabajar. Le dolían las palmas de sus manos. Predijo el crecimiento de futuras ampollas si continuaba ejerciendo la gran y venerable labor. Además, quería decirle a Yán YǒngZhōng sus verdades. Llevaba mucho rato mordiéndose la lengua. Caminó y se meció por el lugar casi igual de creído que un gato.

— ¿Qué tiene? Ahora eres eso —expresó, sonando acusatorio. Objetó despreciativo—: Tienes suerte. Tu padre fue sirviente del padre de Shěn XuěPíng, ¡por suerte!, su padre era buen amigo de Léi Chí, hermano mayor de Léi Dàrén. Era obvio que te sacaría de la servidumbre si lo quería. ¡Y vaya que lo quería! ¡Él lo quería!

Yán YǒngZhōng evidenció su juego de palabras. Con «¡y vaya que lo quería!», no se refería a los deseos de Léi Dàrén, sino a la estima de Léi Chí hacia el padre de Shěn XuěPíng, quien arriesgó su credibilidad, posición y vida por este. Para Fú Nán, era de lo más predecible que Léi Dàrén, principal admirador de su difunto hermano, cuidara delicadamente de las cosas que valoraba Léi Chí hasta que la muerte lo alcanzara. Y con «¡él lo quería!», se refería a los intereses de Shěn XuěPíng.

Aquel sirviente apostaba que el de apellido Shěn se había mostrado entusiasta o había manifestado sus deseos sobre el futuro de Yán YǒngZhōng. ¿Qué otra cosa podía justificar que el Señor lo sacara de su estatus generacional? Esto era algo que solo podía deberse al hijo del mejor amigo de Léi Chí.

«¡Apuesto a que le lloró!», rugió Fú Nán en su interior. Estaba colmado de envidia. Y esa envidia pronto mutó a odio. Y no era un odio dirigido a Yán YǒngZhōng, sino a Shěn XuěPíng. ¿Qué otro era culpable si no él?

— Siempre tratándote como un igual. Sin ley ni cielo, llama al viento y la lluvia; es un consentido en exceso. —Yán YǒngZhōng lo miró con rabia—. ¿Te duele que hable mal de él? ¿Te molesta? ¡Pues yo me siento satisfecho, quiero que te fastidie! ¡Eres un estúpido, UN ESTÚPIDO! ¡No estás así porque estés preocupado, bueno, puede que sí, pero no es solo por eso! ¡Estás así por tu libertad! Deberías dejar de ser un cerrado de porquería. Molestarse por eso. ¿Eres un idiota? ¿No te llega oxígeno a la cabeza? ¿Tú qi está en tu trasero? ¿Escupes sangre por los pies?

— ¿Qué dices?

— ¡No lo sé! Pero hay algo de lo que sí estoy consciente. Tu berrinche, porque sí, se trata de un berrinche, no es más que un intento para socavarte a ti mismo. Te quiero golpear; ¡ay!, te quiero golpear, lo juro, quiero golpearte —expresó intensamente—. ¡¿Y qué si fuiste sirviente y te vuelves señor?! Supongamos que sí te lo restriegan por la cara en el futuro. ¿Acaso eso cambiaría algo? ¡Seguirás siendo libre! ¡Encontraran alguna forma de humillarte si no es con tu pasado! ¿No me digas que querías quedarte como sirviente y seguir entrenando? ¿Qué? No me mires así. Sí, sé que entrenas, y más de lo que deberías al parecer. ¿Crees que ignoraba que temblabas como un gato?, allí dentro, estabas así, ¡así! —articuló, estremeciéndose—. Pensaste que eras el asesino, ¿no? Ay, por favor, no me mires así. De cualquier modo, Léi HuāLín también lo sabe ahora. ¿Hum?, ¿ya lo olvidaste? No solo lanzaste Cuchillas de Aire, sino que las lanzaste en nuestra cara. Sí, sí, lo hiciste, ya, cierra la boca. Estabas muy ebrio, claro que no recordabas… Como sea, tal vez mi amo tampoco lo recuerde; reza por ello. —Fú Nán se cruzó de brazos—. No lo puedo creer, ¡tan orgulloso eres! ¿Preferías no ser fastidiado a ser reconocido como hombre libre? ¿Tanto le temes a los insultos? ¿Qué es lo peor que te pueden decir?, ¿trapeador de suelos? No te molestes, solo fue un ejemplo —justificó, retrocediendo. Yán YǒngZhōng se apoyó en la pala—. Si te dicen eso, entonces respóndeles: «Trapearé el piso con tu cara», listo. ¡Ánimas!, sabía que eras orgulloso, pero nunca imaginé que tanto. Escucha, Yán YǒngZhōng, en este mundo, nosotros deberíamos olvidarnos de ser vanidosos, no nacimos con lo de ellos, y estamos condenados a estar a su lado, es mejor aprender a controlar nuestras emociones y no avariciar sus vidas, ni siquiera soñar que seremos sus compañeros de puesto en el futuro, porque mientras ellos crezcan y avancen más, nosotros solo nos podremos quedarnos atrás. Esta oportunidad… aprovéchala, siquiera déjame imaginar cómo sería mi vida si fuese tú, y llega tan lejos como puedas. —Frunció su ceño con asco. Se sostuvo de la baranda de madera que estaba en su espalda. Miró de soslayo hacia la entrada—. Y, cuando tengas dinero, no te olvides de los pobres. No puedo creerlo. Eres un estúpido, un estúpido. Si no quieres ser una persona libre, entonces cambia tu lugar conmigo. Te tengo envidia.

Yán YǒngZhōng había preferido guardar silencio, de ahí que no objetó. El esfuerzo había consumido sus energías, de su boca solo podía salir un ajetreado vapor seguido de uno, luego de otro, y acompañado por otro más, y así consecutivamente. Varias preguntas pasaron por su cabeza: ¿Sabía que se instruía desde antes? ¿Desde cuando lo sabía? ¿Cómo lo sabía? ¿Por qué no lo había expuesto? Ahora que se lo decía, ¿deseaba algo a cambio?

Léi Dàrén le había permitido a Yán YǒngZhōng entrenar recién el año pasado; es decir, para lanzar Cuchillas de energía, debía por lo menos pasar unos cinco o siete años, todo dependía de su dominio en el manejo de depuración de malezas. ¿Cómo justificaría que ya lo tenía dominado?, tendría que exponerse y declarar que llevaba años adiestrándose a escondidas.

No adivinó sus intenciones. ¿De verdad Fú Nán lo consideraba un amigo? Bueno, eso era lo que siempre aseveraba, ¿no?

Se sintió más extraño con esa conclusión.

«Claramente, hace un rato dijo que no vino al mundo para tantos abusos. Tampoco le gusta esforzarse… Si tuviera mi vida, la habría malgastado». Yán YǒngZhōng no podía comprenderlo. ¿Fú Nán tenía envidia o no? No era libre de mal. Era justo comentar que parecía contener envidia, pero también se escuchó… ¿preocupado? Sí, así se oyó. «Este idiota… ¿Puede que sea buena persona?»

Yán YǒngZhōng quería limpiarse el rostro. Como no tenía un pañuelo, con sumo cuidado, se limpió con la manga de su ropa. Cuido los parámetros. Había seleccionado un rectángulo de su prenda para ensuciar, y era todo lo que mancharía.

— Anda, siéntate, yo limpiaré —repuso un rato después.

Fú Nán se levantó de golpe. Cogió su pala.

— ¿Ah?, ¿estás loco? Si JìngGuāng-Jūn me descubre sin duda me matará.

Yán YǒngZhōng se limitó a soltar otro suspiro. A punto de regresar a su labor, algo lo detuvo, se volvió hacia el castillo, lo contempló. Observar los largos muros, bañados en la sombra de la noche, le erizó la piel de extremo a extremo.

Se tocó la nuca y masajeó la zona, mientras atisbaba una ventada que emitía la luz de varias velas.

— Se acaba de retirar —declaró Léi Dàrén. En sus dedos sostenía una pipa de hierbas espirituales—. Pulimos nuestros puntos.

— ¿Lo sabe? —preguntó JìngGuāng-Jūn. Léi Dàrén lo miró fijamente, sus ojos expresaron secretos—. ¿Lo sabe todo?

Léi Dàrén asintió. Soltó el humo que acababa de inhalar. Planteó:

— Si el asunto queda expuesto, sabremos si Heilongjiang es de fiar o no.

— ¿Qué le pidió?

— La mano de hija.

— ¿Accedió?

Léi Dàrén se puso de pie. Sus largas túnicas compusieron una imagen elegante. La larga tela que cubría su espalda era equiparable con los inmensos y vastos trabajos de los que era responsable.

Se acercó a la ventana, y cruzó mirada con Yán YǒngZhōng. El joven inmediatamente se puso a realizar su labor.

— Para restaurar nuestro clan, Léi XuěYún se tiene que casar con Léi HuāLín. El tiempo nos hunde la hoja en el cuello. Se necesitan hijos. Léi YǒngHuā se mantiene en su trabajo; por fin, ha aceptado comprometerse. No le he mencionado que NíChén QióngChè es su prometida. Le dije que se la presentaría en el imperio. Si hemos investigado correctamente, los compromisos de tus estudiantes dejaran de significar un retraso generacional para ser una bendición de talentos. No podemos huir de la caza, más si evitar sus daños.

— ¿Qué pasará con Léi Yuán y Léi Juān?

— Léi YǒngHuā conoce sus responsabilidades. Su hija se casará con Léi Yuán. Y Léi Juān… se casará con Léi HuāLín si es que caso a Léi XuěYún con HuángFǔ JiānWú.

— ¿Y si no lo hace?

— Léi Juān tendrá que casarse con Léi XìnJiān… —Léi Dàrén se tocó la sien. Ya escuchaba las futuras discusiones con su hijo—. Léi XuěWēi se enfadará.

— Tendrá que aceptarlo. Esto es por el bien del clan. ¿Qué pasará con los hijos de Shěn XuěPíng?

— No nos anticipemos. —Léi Dàrén inhaló profundamente de su pipa. Luego de soltar el humo, este danzó en el aire como el diseño del bordado que decoraba la habitación—. De alguna u otra forma, nacerán aquí —afirmó—, de eso me encargo yo. Sin embargo, JìngGuāng-Jūn, no hay que ser presuntuosos. Nuestro infiltrado envió otro mensaje. DǒuMàn MéiFēn ha estado envenenado a su hermana con hierbas, la ha vuelvo infértil.

Léi Dàrén dejó de mirar el establo. Se centró en el paisaje.

Esa noche la nieve cubría las montañas incluso más que otros días.