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Chapter 18 - Capítulo 16: Canto a la hoguera, parte 6

En lo más profundo de un sótano sumergido en la oscuridad, prisión de Běifāng Zuànshí, se desplegaba un aire opresivo. Los antiguos muros de piedra mostraban cicatrices del paso temporal. El moho se aferraba tenazmente en los rincones. En lo alto, un tragaluz filtraba apenas un rayo de claridad proveniente de las lunas, destello que parecía desvanecerse antes de tocar la superficie; construyó sombras alargadas que se deformaron paralelo al movimiento de la rata de cola arcoíris que merodeaba por el lugar.

El espacio era reducido, acompañado de un aire denso y seco. Había cadenas que colgaban pesadamente de las paredes. El viento extendió el mal aroma del moho. La luz se volvió un vestigio al paso del tiempo, el orificio, por el que ingresaba, poseía bordes corroídos y una sucia cubierta.

HuángFǔ JiānWú se encontró sin escapatoria. Se tiró en la deteriorada banca. Se cruzó de brazos y empezó a silbar la canción de Los Tres Cerditos. Los primeros minutos y la hora transcurrida, se sintió nervioso, ocurrió algo que lo extralimitó. Se adosó a la pared, intentando proteger su integridad. Frunció el ceño al recordarlo. Apoyó su mano en su pecho y jugó con sus solapas. Su silbido ocasionó uno que otro eco. Procuró mantener la calma, pero su estrés se deslizó por su rostro; no abandonó la melodía.

Al cabo de un rato, percibió sonido de pasos. Alguien se aproximaba a su dirección.

«Ahí está… de nuevo», pensó. Por inercia, llevó su mano a su cintura. Buscó su espada, pero los guardias se la habían quitado. HuángFǔ JiānWú no era tonto —no tanto—, aún tenía un arma, un cuchillo de hoja corta y puntiaguda. «No me van a matar en una cárcel asquerosa, en la que una rata hace guardia. Si me atacan, atacaré».

Cuando el infiltrado estuvo lo suficientemente cerca y se detuvo, aún sumergido en las sombras, HuángFǔ JiānWú dejó de silbar y se sentó. Su mirada se volvió hostil. No logró visualizar el rostro del presente.

Segundos después, HuángFǔ JiānWú habló, desafiante:

— ¿Viene a matarme? Entre. Vamos, inténtelo; máteme. —El desconocido no respondió; no se inmutó—. ¿Teme lastimarse? —cuestionó, sonriente. Su objetivo era provocarlo—. Prometo no desarmar tu peinado. ¿Quién es?, ¿quién le dio la orden? A esa distancia, señor, dudo que pueda cortarme la garganta. ¿Por qué no se acerca? Peleemos, veamos quien gana.

«¿Qué está esperando?», se preguntó. Tensó su mordida, meditativo. «¿Planea lastimarme desde allí?». Pronto, los vellos de HuángFǔ JiānWú se erizaron, una hipótesis se colocó en su mente.

¿Aquel sujeto venía a "capturarlo" y torturarlo? Se podía fingir un secuestro. Su familia perdería su rastro, no tendrían cómo reclamar su cuerpo. ¡Qué conveniente!

El desconocido dio unos pasos hacia adelante. HuángFǔ JiānWú tragó en seco. Se aferró a su arma como un mendigo a su ultima moneada.

El extraño alzó los brazos, extendiéndolos de golpe, energéticamente.

— ¡Tienes deudas conmigo! —exclamó. HuángFǔ JiānWú reconoció la odiosa voz. Colocó los ojos en blanco y expresó irritación mirando de lado—. Yo, el gran Léi HuāLín, he salvado tu cuello de nuevo. Lo sé, lo sé, Léi HuāLín y su influencia no tienen parámetros —y realizó ademanes de aplausos mudos—. No tienes que dar las gracias, claro, si no quieres, pero si lo deseas, estoy dispuesto a escuchar tus halagos. Haré que las anderten canten esto. "Léi HuāLín, el de corazón empático, salvó al miserable e infortunado HuángFǔ JiānWú". ¡Lo cantarán en las fogatas! Soy genial, muy genial. Mira, mi rostro es tan bello que se ve bien a pesar de los moretones y de haber vivido un día tan problemático como este.

— ¿Terminas…?

— Por otro lado, eso habría sido genial —continuó Léi HuāLín, pensativo. Se descubrió la capa que ocultaba su rostro, se acercó a las rejas. Había suciedad en el metal, no lo tomó en cuenta, era la tela externa la que se ensuciaría, así que se apoyó predispuesto en ellas. Su expresión era astuta. Dilatado en confianza y orgullo, declaró—: Huángfǔ Zhēnfù llegó justo cuando yo iba a pedir por tu vida. Fue sorprender. Pateó las puertas e ingresó toda modesta y recatada. Me habría gustado ver su rostro. ¿Por qué se ha cubierto estos años?, ¿un tipo de moda?

— ¿Mi madre está aquí?

— Mi Jiùjiu y ella están platicando —asintió—. Huángfǔ Zhēnfù se ve saludable, eso es bueno. ¿Tus padres no han pensado en darte un hermano? —Léi HuāLín alzó una ceja, envió una mirada reveladora—. Te veo feliz. Pensé que tu corta estancia había resultado agradable, tanto como para que quisieras alargarla. ¿No te gustó la prisión de Běifāng Zuànshí?, imaginé que sí, ¡qué te habría encantado!, es una lástima descubrir lo contrario.

HuángFǔ JiānWú colocó los ojos en blanco. Léi HuāLín sonrió, aunque su actitud le pareció extraña, HuángFǔ JiānWú no era de los que hacían gestos para expresar su enojo, sino de los que declaraban directamente sus emociones; en tono frío, sobre todo, si estaba enfadado; pero lo entendió, ¿quién no se pondría así? El joven de los ojos café estaba encerrado y con la soga en el cuello.

— ¿Qué haces vestido así? —preguntó HuángFǔ JiānWú.

— ¿Qué tiene?

— Te ves ridículo. El negro no te queda.

El ceñó de Léi HuāLín se frunció, arrugó suavemente la nariz. Llevó una mano al pecho y se defendió, comedido, en tono engreído:

— Mi cabello es negro. Mis ojos son críticos y como cuchillas. El negro acentúa mi carácter y embellece mi piel. El negro me queda.

— ¿Quién te mintió?, ¿Fú Nán? ¡Ja! —rio HuángFǔ JiānWú. Cortante y serio, afirmó—: No te queda —y se recostó en la banca. Ahora se sentía más tranquilo, si su madre se encontraba en Běifāng Zuànshí, entonces tenía un pie asegurado en su casa—. Deben limpiar este lugar, hay ratas.

— ¿Ratas? —cuestionó Léi HuāLín, escrutando el entorno. No les temía a esos pequeños animales. Cuando las veía, experimentaba algo de asco. Rato después añadió—: ¿Y quién te dijo a ti que el rojo te queda? No deberías usar esa cinta, te hace ver como las Ranas Guerreras de Janap; te ves igual, solo que menos verde. Serás Señor de Bīng Xīng, cambia el color de tu casa y salva tu imagen. No te confundas, no es "empatía"; se trata de moda, respeto el estilo y al sagrado juego de colores.

«¿No tiene nada qué hacer?», se preguntó HuángFǔ JiānWú. Lo miró directo a los ojos.

— ¿Eras tú el de hace un rato? ¿Estabas practicando ese intento de monologo? ¿Querías asustarme?

Léi HuāLín se despegó de los barrotes.

— Este es el problema —dijo—. Siempre inventas algo que termina arruinando todo. Me culpas.

HuángFǔ JiānWú se alteró con facilidad.

— ¡¿Qué?! ¡Eres tú el que siempre sale con algo!

— ¿Yo?

— ¡Sí, tú!

— ¡Mentira! Yo nunca salgo con cosas. Ese eres tú.

HuángFǔ JiānWú guardó silencio. Sus palmas se cerraron en puños, hace mucho que había escondido su navaja. Frunció sus cejas con desagrado. Sus labios se levantaron, casi realizando un puchero involuntario.

— Exasperas, Léi Píng. Algunas veces exasperas.

— Tú igual —repuso el creído. Se volvió hacia otro punto. Colocó sus manos en su cadera y soltó un suspiro—. Ni pensar que casi matas a Fú Nán… —HuángFǔ JiānWú lo miró con mala cara—¿Acaso te estoy culpando de algo? Eres tú. Ahorita me estás diciendo que… ¡Espera! ¿Alguien bajó aquí?

Léi HuāLín estaba sorprendido. Sus cejas se volvieron dos diagonales inclinadas, decorando una boca semiabierta.

HuángFǔ JiānWú experimentó inquietud. Evaluó su situación.

— Sí —respondió. Luego de un silencio, preguntó—: ¿No fue Léi XuěWēi quién dio la orden? Espero más ataques de su parte que los de Léi Dàrén. ¿Entonces? ¿Hola? ¿Léi Píng? Vuelve a la tierra —pronunció, agitando su mano en el aire—. Hoy has estado distraído, fuera de ti. No deberías afrontar las situaciones así. Hay gente que aprovechará eso. Se volverá tu debilidad.

Léi HuāLín negó. Con los ojos abiertos y una expresión seria y meditativa, explicó:

— Los hombres de Běifāng Zuànshí, cada uno está arriba; JìngGuāng-Jūn los mandó a llamar. Por ello, se supone que no debería haber nadie aquí.

Los sentidos de HuángFǔ JiānWú se tensaron. Se tocó el cuello. Se había generado un nudo en esa zona. Tragó lentamente saliva que se le acumuló en la boca.

— ¿Entonces quién…?

— ¡Qué bueno que bajé! —aseveró Léi HuāLín—. Predije esto… —Sumió su mirada a sus asuntos. Estaba meditando algunos hechos—. HuángFǔ JiānWú, dime, ¿viste el rostro del leñador que taló los árboles con energía Hé? —No era necesario que respondiera, la respuesta era obvia. Recalcó—: Claro que lo hiciste. HuángFǔ JiānWú, tengo una noticia que te alarmará; te servirá para tener cuidado de aquí en adelante. Dime, ¿estabas cabalgando rápido con tu caballo en ese momento?

— …Sí… —murmuró—. Habrá sido unos segundos. Anxiety es…, ya sabes.

«Por ello, no lo mató», concluyó Léi HuāLín. «El caballo pasó muy rápido. Tomó por sorpresa al señor».

— HuángFǔ JiānWú, viste la cara de alguien que prefería ser anónimo —manifestó, colocando una expresión de susto, una falsa y exagerada—. Estoy seguro de que hoy es el día de la mala fortuna; está de un lado a otro. Y luego dicen que los ricos no sufrimos. —Soltó un suspiro. Miró con desdén la banca que se apoyaba en la pared. Estaba allí para que los guardias descansaran cuando nadie los veía. Dudó si sentarse o no, tenía mucho polvo. Al final, terminó haciéndolo; eso sí, en contra de su voluntad. Se ducharía horas y horas para sacarse todo lo del día—. LíngZé YúnChuān y DǒuMàn WénRú, hombres que trajo Léi YǒngHuā…

— ¿Tu hermano? —interrumpió HuángFǔ JiānWú, astuto.

— Léi YǒngHuā —corrigió Léi HuāLín, seco. HuángFǔ JiānWú lo miró con desilusión. Se acercó a los barrotes—. Ellos hicieron un par de declaraciones. Somos inocentes. Créelo. Luego de tantas calumnias y miradas odiosas, hasta yo mismo dudé… —Tosió. No tenía por qué contarle todo—. Como sea, al final salió la verdad.

— ¿Inocentes de qué? —preguntó HuángFǔ JiānWú.

— Se nos cargó un muerto.

HuángFǔ JiānWú lo recordó. Los Léi habían estado hablando de ello en su encuentro.

Después de tres segundos, pronunció a medias: «¿Qué?», para luego estallar en diversión:

— ¡JAJAJA! ¡JAJAJAJA! ¡JAJAJA! ¿Tus guardas no saben que una vez casi lloras por matar de causalidad una ardilla? ¡JAJAJA! Pensándolo mejor, con esa cara que se cargan Léi XuěWēi y Yán YǒngZhōng, ni yo habría dudado que son asesinos. Hay que ser imbécil para culpar a alguien como Shěn XuěPíng y, aún más idiota, para acusar a Fú Nán ¿Sabe siquiera por dónde queda el Sur? ¡JAJAJAJA! Y Sīkòu Fēng, jajajaja, ni siquiera puedo imaginar su cara. ¡JAJAJAJA! ¡Apuesto a que parecía una ardilla con los ojos salidos! ¡JAJAJA! ¡No, no! ¡Un yak con los ojos inflados! ¡Sí, sí, eso!

— ¡Eso ocurrió hace años! —repuso Léi HuāLín. Se puso de pie inmediatamente—. Eres un exagerado. Eso ni siquiera te da risa. ¡Lo estás forzando!

— ¿De qué hablas?

— De la ardilla.

— ¿De la "ardilla" contigo o de la "ardilla de Sīkòu Fēng"? —preguntó, hilarante.

— De la ardilla conmigo —espetó Léi HuāLín.

¡Obvio que la ardilla con él! ¿Tenía que preguntarlo? ¡Solo quería irritarlo! ¿Cómo podía tener "ardilla" con otra persona?

— Sí me da risa, Blameless Blunder.

Léi HuāLín frunció el ceño. Sus ojos no eran tan oscuros como los de su hermano. Sin embargo, sus cejas eran llamativas. Capturaron en escencia su disgusto. Sus pupilas se percibieron frías, acusatorias; y, sus labios, algo rojos, les había colocado presión escuchando ofuscado a HuángFǔ JiānWú.

— Claramente recuerdo a una persona consolándome y, también, llorando porque no podía dejar de… —Se detuvo. No quiso narrarlo. ¡Por supuesto qué era un error! Él no había llorado ese día, solo sollozó—. ¡Así dices que yo exaspero! ¡Tú exasperas, me enervas!

— Tranquilo, Little Autumn Rose, tranquilo. Entonces quieres decir que alguien quiere asesinarme, ¿no?

Léi HuāLín no respondió. Estaba molesto

«Inmaduro», pensó HuángFǔ JiānWú.

— Enfadado no pareces un lince, sino un gato al que le han quitado su ovillo de lana.

Ambos intercambiaron mirada bajo la sombra de la oscuridad.

Todo es más sencillo cuando se es niño, casi todo. Hasta los infantes experimentan estrés y malos momentos.

Léi HuāLín colocó una expresión sátira.

— El águila estaría mejor en las alturas; ahora que no puede cuidarse en tierra, menos encerrado y sin su espada.

— Veré el modo —repuso, resuelto—. Ser un águila no es excusa, no me esconderé bajo la nieve como el lince.

— Te recuerdo que el águila teme a lo que acecha en la tierra. Por ello, emprende vuelo cuando puede. Que siga volando alto, la caída será más larga.

— Y los linces se arrastrarán en silencio.

El uno y el otro mantuvieron sus ojos fijos. Las ventanas de sus almas encerraban un remolino que preferían mantener enfrascado.

No terminarían de discutir si iniciaban. Había temor de cómo reaccionaría el otro.

— Lo intenté —respondió Léi HuāLín. Miró el suelo.

— Creo que no lo suficiente.

Las palabras se deslizaron como pétalos arrancados. Estaban envueltas en ambivalencia de tristeza encantadora. Rozaron, como un delicado suspiro de deidad, un bosque de bambú perdido en la niebla; así como una pacifica nube deslizándose al amanecer.

El silencio perduró, y los distanció mucho más. La habitación se volvió más grande y hueca, oscura. El sombreado terminó devorándolos.

Léi HuāLín se volvió y comenzó a andar. No tenía nada que hacer allí. Se sintió estúpido. ¿Por qué había bajado? ¡No! "¿Por qué había ingresado?", ¡esa era la verdadera pregunta! Bien pudo quedarse afuera haciendo guardia hasta que los encargados de cuidar las celdas regresaran. Cruzar palabra con el preso resultó en error.

Saldría y se quedaría en las puertas. Era lo mejor.

— ¿Te irás? —preguntó HuángFǔ JiānWú. Lejos de sus sentimientos, dibujó una sonrisa. Elevó la voz—: Si te vas, te recomiendo reconciliarte con tu hermano.

Léi HuāLín se detuvo en seco. Su espalda era fina. No entrenaba su cultivo a diario, pero vaya que realizaba ejercicios para conservar su figura.

— ¿Qué tanto te importa ese tema? —cuestionó, asqueado. Lo miró de soslayo—. No es tu problema. No te metas.

HuángFǔ JiānWú alzó su ceja, desafiante y furtivo.

— ¿Me lanzarás otro hechizo si no lo hago?

El joven de cabellera negra se quedó completamente mudo. Una brisa lo estremeció a pesar de estar abrigado; sintió el frio atravesar su pecho como una cuchilla. La piel de sus rodillas sobresaltó. Su expresión no emitía más que sorpresa y un ligero pánico.

Lo único que pasó por su cabeza fue la advertencia de Léi YǒngHuā: «Existen cosas que solo la familia debe saber».

***

En una estancia espaciosa, de techos altos, decorado por vigas de madera oscura, donde el aire era espeso, impregnado de un suave y persistente aroma a sándalo quemado, la fragancia se alzó perezosamente, ondeando en el aire, sin prisa por abandonar el lugar.

Las paredes estaban decoradas con tapices de seda, de colores tenues. En estos, se desplegaban escenas de cacería imperial y dragones enredados en nubes de tormenta. Los finos hilos revelaban cada diseño con esplendor: Los pliegues de ropa de los personajes, las plumas de las aves, las escamas de los dragones; el tejido entregaba una sensación de vida etérea en el espacio.

Los muebles no poseían opulencia recargada; todo lo contrario, sus detalles eran sobrios, delicadamente elaborados: Una mesa baja de madera de sándalo, con incrustaciones de jade en los bordes, la cual parecía haber sido tallada a mano, acogía la candela de la vela. Al lado de esta, descasaba un jarrón de porcelana celadón, que era portadora de ramas de ciruelo en flor.

En medio del cuarto, una dama se presentaba envuelta en telas negras que parecían fluir como un negruzco lago. Su seda era primorosa y lustrosa, reflejaba un brillo tenue. Con cada uno de sus ademanes, su esbelta figura se acentuaba. Su vestimenta estaba repleta de detalles rojos carmesí que decoraban los bordes de sus mangas y el dobladillo del vestido; se mostraban intensos en su forma, como si la misma sangre hubiera sido hilada. Los bordados eran trabajos dignos, el tejido se desplazaba con nubes en espiral y pequeñas flores de loto. Estos detalles, con la fría y elegante presencia de la dama, sugerían un tipo de fuego oculto. Su reposada imagen, custodiada por su equilibrada respiración, producían una brecha de sentimientos encontrados, de intereses combinados.

El velo que cubría la mitad de su cabellera y todo su rostro, centímetros más debajo de su barbilla, era tan liviano como un suspiro. Estaba hecho de gasa transparente negra, y al caer ocultaba sus facciones. Estaba atenazada en un aura enigmática. Había una intrincada corona en su cabello, decorada con peinetas de jade y orquídeas que asomaban tímidamente entre las suaves ondas de su cabellera castaña clara. Tenía trenzas finamente enrolladas en la base de la nuca, donde colgantes de plata, que solían tintinear sencillamente con el más leve movimiento, no producía sonido alguno, demostrando su imperturbabilidad.

Se vislumbró por un segundo la sombra de sus labios, una delicada línea fina. Sus ojos, por otro lado, apresaban la atención predispuesta; aunque estaban ocultos, destellaban con una intensidad que parecía perforar el aire. Al estar envuelta en el mar de la seda que ceñía su cintura, de las que sus caderas capturaban la primera impresión, y sus hombros delicados, pero severos como el roble, presumían su gracia innata, era el rojo el que advertía no tomarla a la ligera.

— No pretende iniciar la plática —evaluó Huángfǔ Zhēnfù. Su voz se escuchó fría y calculadora, firme y autoritaria—. Iré al grano. Mi hijo. ¿Cómo y dónde está? Salió esta mañana con la idea de cazar dos conejos como regalo de cumpleaños. ¿Sabe Léi Gōng que, en el Invierno Intenso, la caída de la escarcha confunde a cualquiera de los límites entre Xiena y Heilongjiang? —preguntó, astuta y persuasiva. Acompañó sus palabras en un tono encantador, sonriente—. Ni yo sabría cuál es el camino a tomar, tal vez mi esposo pueda guiarse, pero ni con todos los años que llevo aquí, podría diferenciarlos. Los niños van y juegan; los adolescentes son torpes y despistados, se olvidan de sus deberes cuando tienen la mente fija en algo; quizás Léi XuěWēi pueda darle idea de ello. —Bebió algo de té—. Sí recuerda sus años de juventud, ¿no? Rememorándolo, podríamos evitarnos una serie de preguntas con los jóvenes, de lo que piensan a la hora de cazar, si en sus obligaciones como futuros lideres o en atrapar a su presa.

Léi Dàrén entendió ser paciente. Estaba sumergido en una nube de tranquilidad, en su modo más zen posible. El vapor que salía de su taza daba la percepción de que sus cejas ondeaban en el aire. Sus bigotes se mecieron. También bebió de su taza.

Saboreó la ligera presencia de la miel. Su mente estaba dividida en varios asuntos, y tenía que atender todos. Miró a la señora y, de nuevo, se estresó. Bebió otro poco y cerró los ojos, meditó. Era vital que encontrara un punto medio, o se pondría a escupir sangre.

Sabía que Huángfǔ Zhēnfù se esforzaría por salirse con la suya de todas las formas posibles. Imaginarla hablar y hablar lo agobió. Los asuntos que lo requerían eran de actuar rápido. Y allí estaba, tomando el té. Podía atender de prisa a Huángfǔ Zhēnfù; sin embargo, sus manos estaban atadas, en política y poder, nada era fácil. Ideó la forma de actuar ágil sin revelar sus secretos.

— Hay un trato de sangre —respondió.

— Han existido muchos acuerdos de sangre —aseguró la mujer, alzando delicadamente uno de sus hombros y meciéndolo, sensual—, tantos que invertiría horas mencionando algunos. —En un tono distinto, aparentando concentración, agregó veloz—: Singularmente, algo que comparten todos, es que, en algún tiempo, cada uno fue roto. Existen excepciones.

Léi Dàrén admiró su astucia.

— Recuerdo, también, que luego de esas "excepciones", grandes clanes sucumbieron.

— La historia y sus lecciones. Algunas veces está para evitarnos caer en el error, y otras para utilizarla a nuestro favor. —Esbozó una sonrisa. Anunció, convincente—: Me atrevo a discrepar conmigo misma. —Golpeó su taza con su dedo índice—. Solo existe, y es mencionada, cuando se relaciona con nuestros intereses. Léi Gōng, grandes casas también han caído luego de que el deber pasa a manos de un primo, tío, o familiar lejano, que no recibió la misma educación que el hijo de un líder. ¿No cree que Heilongjiang perdió bastante con el castigo que se nos impuso?, ¿planea quitarle a Bīng Xīng su único hijo? ¿Planea castigar a mi hijo con la muerte? Porque, si es el caso, la muerte no es castigo, sino libertad.

— Heilongjiang pagó la traición cometida al emperador. No estoy de acuerdo con lo que ocurrió, y nunca lo estaré. Por supuesto, nunca apoyaría el infanticidio. Su hijo es un asunto distinto.

— ¿Distinto? No veo la diferencia. —Huángfǔ Zhēnfù rio. Alzó su taza, realizó el ademán de llevarla a su boca—. Sé del acuerdo que tuvo con mi esposo. Estoy pendiente, a minuciosidad. Es gracioso. Se supone que estoy charlando con el señor feudal más recto. Si Léi XuěWēi fuera su único hijo, si fuera el único niño que Xiena haya visto crecer, lo defenderían con uñas y dientes, usted, Léi Gōng, no toleraría siquiera escuchar los insultos injustos que lo acompañan, las maldiciones que le lanzan, las ofensas disfrazadas de cortesía. Si usted fuera su madre, y no su padre, hace tiempo que habría enviado a cortar esos sucios labios que injurian el nombre de su hijo, habría cogido unas pinzas y arrancados dientes, créame. ¿Tiene idea de cuánto tiempo he estado sonriendo ante esta situación? Mi hijo piensa que no es digno de la confianza de su padre. Si fuese otro, habría abrigado un frío y violento resentimiento, pero, en vez de eso, su corazón se ha sumergido en una serie de dudas. Dudas, Léi Gōng. No me gusta eso. Mi hijo nunca ha dudado. Esto es efecto de su acuerdo con mi esposo.

«Nunca puedes cerrar la boca, HuángFǔ MùChuān», censuró Léi Dàrén. Deseaba tocarse su sien, pero se limitó a parpadear lentamente.

— ¿No cree que lo sobreprotege mucho? —preguntó sin inmutarse.

Huángfǔ Zhēnfù se puso de pie. Observó a fondo la habitación. Caminó tranquilamente hasta la ventana. Tomó un sorbo de su taza.

En su opinión, prefería el vino.

— Quizás. Aun así, no prometo detenerme. Lo que hacemos por los hijos —suspiró—. Sería bueno tomar unas vacaciones. —Movió su cuello, como si calentara. No temía mostrarse descortés. Tenía un pasado. Ella no provenía de un destacado clan. Era refinada, sí, pero aprendió con el tiempo; en aquellos años, descubrió también cómo actuar ante situaciones inflexibles. Aplicó guion de rutina—. La gente de Heilongjiang lo protegería. Observará como todos se levantan por él —advirtió, mirándolo. Sus ojos se volvieron sádicos—. Es su futuro señor, el único.

— Si sabe sobre el acuerdo, entonces sabe que puede llevarse a su hijo con toda la tranquilidad del mundo —repuso Léi Dàrén—. Está en prisión.

Se levantó de su asiento. Ahora podía atender sus otros asuntos.

Huángfǔ Zhēnfù se aproximó. Tomó asiento.

— Sí, lo sé —aseveró, sonriente.

— ¿Entonces?

— Entonces, ¿no cree que me debe una disculpa? —Léi Dàrén se sentó—. No lo rebajaría a disculparse con mi hijo, entiendo que la vida es dura, y que uno debe sobrevivir como puede, que debe tomar las decisiones que encuentra conveniente. No viviré por siempre, no estaré a su lado a cada segundo, no podré protegerlo de todo; así como no haré que los árboles recuperen las hojas de otoño. Él no ha estado en el campo de batalla, no ha vivido lo que mi generación y su generación, no ha saboreado tierra, ni comido ratas, ni bebido una sopa de huesos de perro por hambruna, ni estado encerrado en un castillo protegiéndolo hasta el último segundo sin ningún tipo de recurso, o tenido que esconder a sus familiares, fingir que están muertos y enfrentarse a todo solo. Sin embargo, como padre, madre, progenitor, me debe una disculpa. —Apoyó el codo en su ante brazo, meció el té, pensativa—. Sé que aquí se le acusa de haberla secuestrado, pero, más allá de Xiena, lo llaman violador, juran que tocó a su hija. —Huángfǔ Zhēnfù enfrió su mirada. Sus ojos se transformaron en cuchillas—. Eso debería enfadarlo a usted, la gente duda de la castidad de Léi XuěYún.

— ¿A qué quiere llegar?

— Matrimonio.

— ¿Quiere que le entregue a mi hija?

— No se confunda. A HuángFǔ JiānWú no le hacen falta candidatas. Soy yo quien no desea ser pariente de ellas. Quiero a Léi XuěYún como nuera. —Léi Dàrén enfureció—. ¿Creyó que permitiría que insultaran a mi hijo a cambio de nada siendo inocente de lo que se le acusa? Le voy a ser sincera, Léi Gōng, encontrar una dama centrada como Léi XuěYún es casi imposible. Ella ha ejercido impecablemente su papel, ha administrado Běifāng Zuànshí sin errores. Heilongjiang ha perdido años de avance por lo que ocurrió en el pasado; con un diamante como su hija, recuperaría todo en solo cinco años.

— ¿Quiere utilizarla?

— Para nada, lo que le menciono es un interés que surgió luego de haberla seleccionado como futura nuera. Admiro a su hija, la quiero en mi familia. Dispone de una actitud fría; es directa. Ella no temería en darme la contra si lo ve necesario, y eso me encanta. Está predispuesta a cálculos mayores si la situación lo amerita; no teme no tener escrúpulos. No quiero a una nuera que me sonría y esté de acuerdo conmigo en todo, solo para complacerme o encajar en la familia; he de admitir que es el estereotipo que se busca, la idea de tener una así es un placer, de esas que son la miel y se te pegan con afecto a más no poder, pero ellas solo sirven para una familia estable del campo, o para ser manipuladas, no para sostener una verdadera casa. Yo busco a alguien que sepa dirigir. Las que mencioné, ellas son complacientes para las ancianas; a mí, en lo personal, la única que me deleita es Léi XuěYún. Tiene todo lo que busco. Siempre quise una hija. Cuando conocí a la suya, a pesar de que el tiempo fue breve, se colocó en mi afecto; sus cabellos, sus cejas y su nariz guardan similitud a los de mi difunta Dafne. —Hizo una pausa. Observó su taza—. Yo la terminaría de instruir para que sea una buena gobernante. Le recuerdo que Léi XuěYún ya está en la edad. No encontrará un pretendiente decente que sea tan joven como HuángFǔ JiānWú.

— Parece ser que Heilongjiang es el único beneficiado en esto, sin mencionar que su hijo se llevaría a la Joya de Běifāng Zuànshí.

— Nuestras casas necesitan regentes jóvenes, con visiones progresistas. Nuestros fútiles cadáveres, a este punto, solo sirven para asesorar, gestionar, y revisar y crear leyes. Quiero que Léi XuěYún se convierta en la Señora de Bīng Xīng, que lo maneje como ella encuentre conveniente, velando por la gente y extendiendo su amable delicadeza. —Elevó su velo hasta la altura de su nariz. Sus finos rasgos extranjeros se dejaron admirar. Su piel se veía envolvente, deseable. Su cultivación la mantenía joven, parecía estar en los veintisiete; quizás, gracias a su Hé—. Respecto a lo que se gana, Léi Gōng, con esta unión, el Norte por fin estaría unido, a su hija e hijo le pertenecería todo Noddon.

— Nos pertenece todo Noddon.

— Por palabra de su amigo —afirmó, volviendo a sujetar su taza y ocultando su rostro—, la realidad es otra. Es usted quien representa Noddon, pero el consejo del Imperio DǒuMàn recibe las declaraciones y aportaciones de HuángFǔ MùChuān como las de un igual a su lado. Le diré algo, como le mencioné, a HuángFǔ JiānWú no le hace falta pretendientes; tres de ellas son de la casa del lobo, la hormiga y el tigre.

» La casa de la hormiga quiere Heilongjiang, siempre lo ha codiciado; los contratos marítimos y la riqueza pesquera. Sabe que jamás tendrá Xiena, y se va por la tajada asegurada del pastel. La casa del lobo quiere lo mismo, con la diferencia de busca ampliar su territorio, tal cual los deseos del felino. El emperador ha bajado la guardia, ha visto al lobo débil al lado del tigre, le abrió las puertas al perro menos domesticable, y, ahora, lo único que se ve en DǒuMàn son disfraces de ovejas.

— ¿Propone unir Noddon?

— Propongo que Noddon no caiga en la desgracia. Nadie maneja mejor el Norte que alguien del Norte. Léi Gōng, no habré nacido aquí, pero he vivido en estas tierras desde que aprendí a caminar. Los del Sur quieren explotar los recursos, llenar sus bolsillos, utilizar a nuestra gente. Tal vez, en mi sangre, no haya nada de Noddon, pero mi cuerpo, mi piel, ha sufrido todo lo que constituye a un norteño. No veré a la gente de Heilongjiang siendo explotada por unas monedas, para que sean los vendedores quienes ganen el triple. —Frunció el ceño—. Los de Sur viven por y para el dinero; el Norte es uno cuando el agua se congela, y siempre es un glaciar, no hay divisiones, y, aunque las hubiera, aunque el hielo se fragmentara, a la llegada del verano el líquido se volvería a unir. Ese es Noddon.

— Estos planes pueden ser considerados traición —alertó Léi Dàrén. Huángfǔ Zhēnfù estaba cruzando la línea—. El precio es la extinción de nuestras casas.

— No habrá casas que destruir si su amigo cae en la locura hereditaria de su familia —repuso. Huángfǔ Zhēnfù se centró en guardar la compostura, recordar el pasado la exaltaba—. No estaríamos planeando algo que los lobos no hayan realizado. Los dragones intentan emparentar con los linces porque se sienten acorralados. Esta es nuestra oportunidad. Este matrimonio acabará con la aversión que existe entre Heilongjiang y Xiena; restableceríamos y aumentaríamos la protección en Noddon; nuestros nietos, bisnietos, nuestra gente, vivirían en una tranquilidad asegurada. Si alguien del Sur quisiese iniciar otra guerra, Noddon estaría protegido de ante mano. No volveríamos a sufrir tantas perdidas. Los dragones, Léi Gōng; nosotros ya soportamos su fuego; hemos sobrevivido a su ira. No debemos arriesgarnos. —Se puso de pie, dejando a Léi Dàrén abstraído—. Su hija viviría cerca. No viajaría más de un mes para verla. —Se dio la vuelta—. Era todo lo que venía a decir. Los tiempos cambian, y el Sur se expande.

— ¿Por qué no vino junto a HuángFǔ MùChuān? —cuestionó Léi Dàrén. Estaba estudiando el panorama.

Huángfǔ Zhēnfù había dopado a su esposo. Lo dejó recostado en su habitación antes de viajar a Běifāng Zuànshí.

— Ustedes discuten cuando se ven. No quise perder el tiempo. Me despido, iré por HuángFǔ JiānWú.

Antes de que se cerrara la puerta, Léi Dàrén aconsejó:

— Huángfǔ Zhēnfù, cuide a su hijo.

Lo que dejó a la dama inmersa en sus palabras.