Shěn Xuěpíng se aferró tanto a la espalda de Léi Huālín que ambos aún seguían pegados.
En Noddon, existía una mariposa llamada Ojos de Tiniebla. Su tamaño era de veinte centímetros; corpulenta. De su tórax, se abría una boca en vertical, expulsaba un pesticida al sentirse amenazada; era una cavidad destinada a amasar sus alimentos. Aunque no solía consumir carne, siendo considerada una especie inofensiva, poseía una extraña adicción a la sangre si la advertía. Su abdomen era solido como la de una langosta, decorada con púas, las cuales estaban tendidas como un maizal tras una ráfaga. Sus alas poseían en total cuatro ojos escalofriantes que se movían desenfrenadamente y escrutaban una vidriosa humedad.
Un enjambre de Ojos de Tiniebla estaba dando un recorrido, los caballos se habían espantado al verlas.
¡¿Era el día de palidecer o qué?!
Léi Huālín y Shěn Xuěpíng se abrazaron atemorizados, mientras que los otros tres quedaron completamente inmóviles, camuflándose entre la nieve. Los corceles habían echado a correr hace mucho.
— La dejé calva —murmuró Léi Huālín. Se incorporó. En su mano, sostenía un mechón de la cabellera de la yegua—. Méi Guī se verá fea desde ahora.
Shěn Xuěpíng ayudó a Yán Yǒngzhōng, se dirigió corriendo hacia él.
— ¿Qué era lo que planeabas? —le increpó— ¿Qué hacías arrodillado?
Luego de que Léi Huālín le ordenara a Shěn Xuěpíng desmayarse, Léi Yǒnghuā envió a Yán Yǒngzhōng y a Fú Nán en busca de Hú Róu para que lo atendiera.
La declaración de sirvientes y la de un estudiante de ultimo nivel era insignificante al lado del testimonio de los apellidados Léi. Sus ausencias no serían notadas y sus presencias en el Gran Salón serían inoportunas. Solo se requeriría de ellos, y se los entrevistaría en privado, si en caso sus informes fueran a favor de los sospechosos.
Fú Nán desapareció sin decir nada, y Yán Yǒngzhōng se quedó apoyando a Hú Róu. La dama preparó una pócima para atenuar la intoxicación. Posteriormente, proporcionó el mismo remedio a Léi Huālín antes de ser expuesto al escriba y al consejero legal.
En un momento, Yán Yǒngzhōng se retiró con el permiso de Hú Róu. Su timbre de voz preocupó a Shěn Xuěpíng, quién fingió recobrar consciencia y salió corriendo, pero había perdido su rastro. Se tropezó con Sīkòu Fēng sondeando las áreas. Soldados lo perseguían, al parecer, Tàishǐ Suìliáng, un funcionario, lo había enviado a buscar.
— Yán Míng, ¿tú…?
Sīkòu Fēng le golpeó la espalda y apuntó con su mentón hacia el frente. Todos se callaron.
Al otro lado, donde los pinos rojos se encontraban y formaban una peculiar división, Léi Xìnjiān apuntaba con su espada a Huángfǔ Jiānwú.
«Casa Léi contra casa Huángfǔ. Las ánimas festejan», pensó Léi Huālín.
Huángfǔ Jiānwú era hijo de una extranjera. Poseía una mandíbula marcada, lo que le brindaba un aspecto masculino y fuerte a sus dieciséis años, haciéndolo lucir de casi veinte; tras sus facciones angulosas y la simetría de sus proporciones, sus finos y definidos labios, acompañados de un par de intensos ojos cafés, se escondía un chico que, por el giro inesperado de su caza, terminó envuelto en un desempatico encuentro contra sus enemigos de herencia.
Léi Xìnjiān transmitía, en solo una mirada, un brillo natural que envolvía la inocencia. A menudo, las mujeres lo describían como atractivo y de ojos misteriosos; al verlo, se sentían sumergidas a una intensidad emocional que aceleraba sus corazones. Su rostro era delgado, con pómulos altos. Sus pestañas estaban cubiertas de nieve, y lucían firmes como las colinas, así como su mandíbula angulosa.
Como se encontraba en una situación que se regía por protocolo, la piedad desapareció de su ser.
— Huángfǔ Jiānwú —habló Léi Xìnjiān—, el sirviente que sujetas le pertenece a Léi Dàrén. ¿Matarás a uno de sus hombres?
— ¡No lo hará, no lo hará! —gritó Fú Nán—. No lo harás, ¿verdad?
Huángfǔ Jiānwú tironeó de Fú Nán, presionó su brazo en su cuello para silenciarlo, asfixiándolo.
¡Claro que lo mataría si la situación lo ameritaba!
Después de caer de los corceles, el resto de los presentes solo pudo ver todo desde lejos.
— ¡Fú Nán! —gritó Léi Huālín, corriendo hacia él, pero Léi Xuěwēi lo detuvo—. Léi Xìnjiān, Léi Xìnjiān, recupera a Fú Nán —rogó, tirando de su ropa y mirando a su sirviente.
— ¡Ni un paso! —advirtió Huángfǔ Jiānwú, colocando su espada en el cuello de su rehén.
— Huángfǔ Jiānwú, te pagaré, te pagaré; te daré lo que quieras —parloteó Léi Huālín—. Suéltalo. Matarlo será como pisar una hormiga. No vale nada, no lo necesitas. Déjalo ir.
— No rogamos —declaró Léi Xuěwēi, jalando de las solapas de Léi Huālín. Sus ojos se colmaron de odio. Desenvainó y alertó—: Haz lo que quieras. Te cortaré la cabeza por traición.
— ¿Qué haces en el territorio Léi? —preguntó Léi Xìnjiān—. Estás violando un acuerdo que se paga con sangre.
Huángfǔ Jiānwú no quería hablar. ¿Por qué debía dar explicaciones? ¿Acaso él quiso profanar los límites de Běifāng Zuànshí? ¡Estuvo cazando! Encontró un Hé que podía clonarse, lo persiguió para obtenerlo. No supo cuándo ingresó a Xiena. Intentó regresar, pero su yegua, Anxiety, lo lanzó fuera de la montura. Solo le quedó movilizarse a pie. Minutos después, se cruzó con Fú Nán. Este pegó un grito que atrajo a Léi Xìnjiān.
Su plan fue amenazar a Léi Xìnjiān con la vida de Fú Nán para quitarle el caballo. Tras eso, ocurrió lo de la bandada de Ojos de Tiniebla. Y el corcel huyó.
— Léi Kang, ¿y si él mató a Chén BìHǎi y nos cargó el muerto? —preguntó Sīkòu Fēng.
— Ahora que lo dices, escuchamos que alguien pisó unas ramas cuando caminábamos por el bosque —acotó Yán Yǒngzhōng, meditabundo. Frunció sus cejas—. Antes de embriagarnos.
— Pueden no enfadarlo, ¿por favor? —suplicó Fú Nán—. Él habla en serio, me matará.
— Mi padre perdonó a tu familia, ¿y así es como pagas? —cuestionó Léi Xuěwēi—. Se lo aconsejé, a basura como tú hay que erradicarla desde sus cimientos.
Huángfǔ Jiānwú se enfadó. Soltó una bocanada de aire, rodando los ojos con disgusto.
— ¡¿Cuántas veces tengo que decir que yo no secuestré a tu ridícula hermana?!
— ¡Sí lo hiciste! ¡Las pruebas lo indican!
— ¡Aj! No, gracias. No. Yo no lo hice. No me gustan las pálidas.
— Se te atrapó in fraganti con tus manos en ella —acusó Sīkòu Fēng—. ¡Descarado!
«¿Cómo mierda me escapo?», se preguntó Huángfǔ Jiānwú. Eran seis contra uno. Su cabeza sería desprendida de su cuello en un mal movimiento. Y, al parecer, había enfadado mucho más a Léi Xìnjiān tras insultar a Léi XuěYún.
«¿Moriré aquí? ¿Aquí acaba mi vida?»
— Él no lo mató… —murmuró Shěn Xuěpíng—. Su espada está limpia. Además, Huángfǔ Jiānwú todavía está dominando Purificación Hé y Purificación Qi, ¿no? ¿Cómo podría haberle cortado la cabeza? No ha pasado por el Ritual del Amanecer. Las ancianas lo habrían anunciado si fuese el caso.
El sistema de entrenamiento del camino hacia la cultivación Hé iniciaba con la dominación de Purificación. Era una rama vital. Una vez superada, se organizaba el Ritual del Amanecer, y el maestro abría recién las siguientes puertas de enseñanza, como las Cuchillas de Energías derivadas del Qi.
Los Hé concentraban impurezas. Si un cultivador quería formar una relación con ellos, y no sufrir una desviación de Qi, deterioro de mental y físico, corrompimiento de energía, desintegración del cuerpo, pérdida de control de poder, y ser rechazado o excluido por la comunidad; luego de obtenerlo, debía depurar las toxinas. Este entrenamiento iniciaba a los cinco años, y era dominado mayormente a los quince.
Huángfǔ Jiānwú se sintió bendito por no abrir la boca. ¿Qué hubiera pasado si hubiese dicho que venía persiguiendo un Hé? Si declaraba eso, entonces todos sabrían que justo esa mañana pasó por el Ritual del Amanecer y que, también, hace tan solo unas horas había aprendido y domado la técnica de Cuchillas de Energía.
— No se te castigará, Huángfǔ Jiānwú —declaró Léi Huālín—. Si me entregas a Fú Nán, te dejaré ir.
Léi Xuěwēi enfureció.
— ¡¿Qué?!
— ¡Cállate! —interrumpió Léi Huālín—. Soy mayor que tú. Yo estoy a cargo. Léi Xìnjiān, guarda tu espada, dejemos que se vaya. Mi Jiùjiu solucionará esto con el señor Huángfǔ, su padre. Será una reunión diplomática.
— ¡Pero…!
— ¿Matarlo solucionará nuestro problema? —le cuestionó a Léi Xuěwēi—¿Crees que eso limpiará nuestra imagen? ¡Los "asesinos" asesinan al asesino! ¿Suena a buena publicidad inmaculada para ti? Terminaremos en problemas mayores si resulta que él no es culpable. El señor Chén tendrá evidencia solida de que somos atrevidos y culpables de la muerte de su hijo.
— ¿Y cómo explica su presencia aquí? —acusó Sīkòu Fēng.
— Mi caballo se desvió. Estaba cazando en mis límites. Hoy es el cumpleaños de Huángfǔ zhēnfù[1]. Se sabe que le gusta domesticar liebres. Le prometí llevarle dos.
Su declaración no era falsa. De hecho, había salido con ese propósito, pero se desvió.
Los jóvenes se calmaron. Todos enfundaron sus espadas después de tensos movimientos.
Fú Nán regresó a los pies de Léi Huālín.
Huángfǔ Jiānwú retrocedió paulatinamente, observándolos, temeroso.
— Si él no fue, ¿entonces? —cuestionó Sīkòu Fēng.
— Encima es de nuestra estatura —murmuró Léi Huālín, acariciando la cabeza de Fú Nán, como si fuese un cachorro.
— Creo que ya no crecerá —repuso Fú Nán, sacándole la lengua a Huángfǔ Jiānwú. Sus manos estaban aferradas a las piernas de Léi Huālín—. Para su edad, ya debería ser igual de alto que el joven amo Léi Huālín.
— No nos enfoquemos en lo bajo que es —se quejó Yán Yǒngzhōng—. Eso no es lo importante.
— Aunque pudiera utilizar las Cuchillas de Energía… —evaluó Léi Huālín—. Solo sería el culpable si no supiera canalizar correctamente su energía y tenga problemas al direccionar.
— ¿Y si fue un Hé? —planteó Shěn Xuěpíng.
— ¿Y si él sí fue, pero limpió todo astutamente? —contestó Sīkòu Fēng.
— ¿Encontraste huellas? —le preguntó Léi Xuěwēi a Léi Xìnjiān.
— Hay un escenario. —Nadie entendió. Léi Xìnjiān organizó mentalmente lo que diría—. Explico. Veinte metros atrás, encontré un camino del que se intentó borrar las pisadas. La nieve esta revuelta como si alguien hubiese elevado la escarcha, la hubiera agitado en el aire y la hubiera regresado al suelo. Suena extraño, lo sé. Pero, para la forma en la que se realizó, indicaría que se trata de un Maestro Hé de rango diez.
Todos gritaron: «Imposible», hasta Huángfǔ Jiānwú, quien ya se estaba marchando.
— Creo que se golpeó la cabeza —murmuró Sīkòu Fēng.
— Léi Xìnjiān, ¿tu caballo también te tiró al suelo? —preguntó Léi Huālín, mirándolo incrédulo.
— No se ha registrado a alguien de rango diez —sostuvo Yán Yǒngzhōng—. Nadie siquiera ha pasado el rango seis en siglos.
— ¿Rango diez? —preguntó Huángfǔ Jiānwú, pensativo. El joven era un entusiasta del entrenamiento. Sin embargo, de vez en cuando, le generaba pereza leerse todos los libros antiquísimos de su casa, por lo que había mucho que desconocía. Su maestro incitaba su motivación con pequeñas metas, las cuales lo dejaban satisfecho; era así como lo mantenía constante—. ¿Puede alguien de rango diez cortar arboles como si recogiera leña? Yo me topé con un señor. Un leñador.
» Cabalgando, creí ver que cortó un árbol en varias partes, y dividió los troncos con facilidad. ¿Eso no es de rango cuatro? ¡¿Acaso estuve cerca de alguien de rango diez?! —preguntó ansioso, tocándose el cuello.
— Por ello, no prosperas —se mofó Sīkòu Fēng, amargo.
— ¡No es que quiera ayudarlos! —gritó Huángfǔ Jiānwú— ¡No quiero que me vuelvan a culpar por algo que no he hecho! ¡Ya, ya! ¡Me voy!
— ¿Te sigues negando? ¡Intentaste tomar a mi hermana por la fuerza!
— ¿Cuántas veces tengo que decirlo? ¡Tu horrible hermana no me gusta! ¡Me parece fea! ¡No se ciñe a mis gustos! ¡Ni siquiera tiene pecho! ¡Es como ver una pared! ¿Por qué habría querido tenerla?
— ¡Cómo te atreves! —gritó Sīkòu Fēng, gravemente herido— ¡No puedes insultar a nuestra señora!
— No hables así de mi prima, malcriado —corrigió Léi Huālín.
— Imprudente —criticó Yán Yǒngzhōng.
— Basura —murmuró Fú Nán, desviando la vista.
Shěn Xuěpíng miraba absorto otro problema. Sus sentidos estaban alterados. Retrocedió con temor, lentamente.
— Oigan —carraspeó—, chicos…, chicos…
Chocó con la espalda de Léi Xuěwēi, casi empujándolo.
Todos se volvieron a su dirección. Y, viendo la expresión tensa de Léi Xuěwēi, que no había insultado a Shen Xuěpíng por el tropiezo, sino que estaba concentrado en algo que se encontraba mucho más allá, las pieles rozadas y el poco calor que los abrigaba desapareció; la palidez bañó sus rostros y sus temperaturas decayeron como una piedra por un acantilado.
Un Hé había aparecido en la zona, pero no era el Hé que Huángfǔ Jiānwú estuvo persiguiendo, sino otro. El aspecto de este era como el de un centauro musculoso. En medio de su pecho, se ubicaba su cabeza de caballo. Y, en donde se supone debía estar el cráneo, había un amplio orificio, el cual funcionaba como boca. Donde debían estar sus cuatro cascos, se extendían manos humanas. Estas extremidades se aferraban al suelo como las de un mono. Por lo que atestiguaban, su fuerza era superior a la de ellos. Aquel Hé, con tan solo su mano izquierda, dirigía al caballo de Léi Xìnjiān hacia su boca, al cual elevaba como si cargara un pañuelo.
El corcel se agitó, zapateó en el aire y relinchó. Su pelaje se alborotó, como la marea de la trinchera oceánica golpeando las rocas. No se detuvo hasta que el Hé le arrancó la cabeza.
La fricción, el sonido de la carne desprendiéndose del trapecio al esternocéfalo llenó la angustia de los presentes, se enterró en los temores y generó un brote de nerviosismo. Los chorros de sangre cayeron directo a sus cuerpos, algunas gotas a sus caras. No emitieron palabra alguna, fueron sus supieron los únicos en presumir presencia, cargados de sentimientos extraños.
El cadáver del corcel fue lanzado sobre nieve carmesí; primero, chocó con el tronco de un desolado árbol. El cuerpo rebotó al impactar. Aterrizó sin más en la frialdad de la tierra.
— Corran —murmuró Léi Xìnjiān. No escuchó nada. Se volvió lentamente hacia los muchachos—. Corran… —repitió, pero no había nadie a su alrededor.
Era lo normal. ¿Quién se habría quedado luego de ver eso? Iban a morir, se trata de un Hé Malvado de alta categoría. Habían echado a correr al primer segundo del encuentro.
Léi Xìnjiān había quedado absorto por la pérdida de su compañero. Su corcel estuvo seis años a su lado.
No era tan apegado a las cosas, no sentimentalmente. No supo cómo sentirse; pero era digno al deber, y sabía que tenía que vengarlo.
Hace unos meses, luego de un largo proceso, Léi Xìnjiān estableció una conexión espiritual con un cacomixtle de tres ojos y pelaje blanco azulino, un Hé benévolo. Una de sus habilidades era la de liberar un olor desagradable para disuadir las amenazas. Este Hé, también tenía la habilidad de soltar sus dientes como lanzas. Léi Xìnjiān aprovechó esta oportunidad para ver sus habilidades.
Léi Xìnjiān enterró sus botas en la nieve, necesitaba acoger una postura estable y firme. Cerró en puño su mano, dejando un agujero en medio, y colocó el borde de su palma alrededor de sus labios. Absorbió suficiente aire hasta llenar sus pulmones; después, soltó todo en dirección del centauro; despidió una niebla verdosa, algo ploma; el aroma era horripilante.
Los insectos de la zona fenecieron al no tolerarlo, pero ningún daño se generó en el Hé que enfrentaba, solo lo dejó ligeramente desorientado. Léi Xìnjiān extendió su palma derecha. Gritó: «Púas de Hueso», y colmillos de siete centímetros se precipitaron hacia la bestia, algunos perforaron la primera capa de su carne, las puntas quedaron enterradas, como en una partida de dardos.
El cacomixtle se encontraba en su punto extremo. Como Léi Xìnjiān no quería explotarlo al punto de desaparecerlo, entonces aprovechó la verdosa niebla que todavía ahondaba en la zona y desapareció de la visión de su atacante.
— ¿Qué hacemos? —interrogó Sīkòu Fēng, asustado.
— Yo debería estar en mi dormitorio —habló Léi Huālín entre dientes—. Solo en mi dormitorio. Calientito en mi dormitorio. Tranquilo en mi dormitorio.
«Debí escuchar a mi madre», pensó Huángfǔ Jiānwú. «No debí salir, no debí salir. Si no me mata eso, entonces estos me mataran».
«Lindas animas purísimas, sin pecados concebidos, engendrados del bien, bañados por la luz de la pureza; lindas animas purísimas, cuiden mi vida, llévenme a la salvación, reserven mi alma en mi cuerpo, quiero vivir, quiero vivir, no morir, pido por mí, mi bienestar, mi cabeza…», rezó Fú Nán. Su mente se llenó de plegarias privadas.
— ¡Vamos al antiguo mausoleo! —gritó Yán Yǒngzhōng.
— ¡No, no, ni loco entro a ese lugar! —se negó Sīkòu Fēng.
— ¿Qué hay allí? —cuestionó Huángfǔ Jiānwú, aterrado.
— Entonces vamos al Antiguo Panteón de los Dioses —repuso Léi Xìnjiān.
— ¡El mausoleo! —repuso Sīkòu Fēng— ¡Vamos al mausoleo! ¡mausoleo!
— ¡Nos persigue, nos persigue! —gritó Léi Huālín.
El Panteón de los Dioses y el Mausoleo Léi eran también bases de protección para la gente de Xiena. Hace muchos años, cuando todavía existían las deidades, aún se podía ascender y existían grandes riesgos, el clan Shàn del Norte colocó, en estos centros, por ser de colosal capacidad, una formación de sangre que funcionaba como escudo e impedía el ingreso de Hé Malvados o cualquier otra bestia o ser amenazante que emanara Energía Negativa.
La sangre de los Shàn era inigualable. La explicación de su origen se basaba en una canción titulada Abrigo de Luna. El fundador del clan no era otro más que un supuesto semidios. Algunos alardeaban, otros no, pero se vivía con la idea de que el patriarca Shàn era hijo de Zhēnshí Tiān Dì, una figura divina que encarnaba el concepto de dios supremo, superior a toda deidad y entidad.
Pese al transcurso de los años, el escudo de los Shàn nunca se debilitó, ni cuando migraron al Sur, ni cuando regresaron al Norte, ni cuando se extinguieron por completo.
— Es fuerte —suspiró Léi Huālín, restándole importancia.
Su semblante era liso como el de una hoja; su estado, sereno. Se evidenció un ligero rastro de sudor en su frente, una cobertura grasosa.
Se limpió con toques suaves. Fingió no haber muerto del pánico.
Huángfǔ Jiānwú lo criticó con la mirada. Pensó: «No solo era "fuerte", ¡sino increíblemente fuerte!».
— ¡Qué bendito que es el Mausoleo Léi! —agradeció Sīkòu Fēng, besando y abrazando la columna de ranuras verticales.
«Benditos sean los Shàn», festejó.
— No tienes derecho a estar aquí —gruñó Léi Xuěwēi. Su sangre hervía. La presión de salvar su vida se combinó con el desprecio a Huángfǔ Jiānwú y su colera a sus planes frustrados.
Aunque no solo era eso, el tipo que secuestró a su hermana estaba protegido donde yacían sus ancestros, donde su madre descansaba. ¿Cómo podría dejarlo pasar?
Léi Xuěwēi desenvainó su espada.
Huángfǔ Jiānwú se espantó. Pareció sorprendido. Dudó si cruzarse de brazos y darle la espalda. Contradictorio a eso, pronto enseñó la hoja de su espada y apuntó hacia su contrincante.
— Prefiero tener un duelo contigo a que eso me mate, pero ahora no es el momento. Deberías meditarlo —advirtió. Sus cejas fruncidas volvieron cruda su expresión.
— Huángfǔ Jiānwú, guarda tu espada —solicitó Shěn Xuěpíng. Tocó la filuda hoja. No lo sintió, ya que estaba tenso, pero se ganó un corte. Como el lugar estaba oscuro, el carmesí se deslizó hasta llegar al suelo; su presencia pasó desapercibida—. Ambos. Es un lugar sagrado. Los muertos descansan. Estamos siendo inoportunos.
— Su presencia aquí es mucho más inoportuna —espetó Léi Xuěwēi, mirando a Huángfǔ Jiānwú.
El polvo del lugar se combinó con la tensión de los presentes.
«Siempre tan testarudo y ruidoso», criticó Huángfǔ Jiānwú. Su gesto lucía desganado, casi como si no pudiera tolerarlo más. Las manchas de su rostro, pecas deformes casi invisibles, que pintaban sus pómulos y le añadían un grado de osadía, reflejaron hostilidad. Estaba dispuesto atacar si Léi Xuěwēi lo embestía primero. Intentaba ser cauto, todos los presentes eran sus enemigos.
Léi Huālín esperó la intervención de Léi Xìnjiān. Tres segundos después, entendió que este seguía enfadado por el insulto a Léi XuěYún.
Se tocó el lado derecho de la cabeza, el cual palpitó con a una naciente migraña. Se mostró sensible al sonido. Ahora, entendió las molestias de su hermano.
— Sin peleas —avisó—. Hay que dejar las niñerías un segundo. Los hombres que salieron detrás de nosotros están dispersos por todo el bosque. Si se topan con eso…
— …morirán —complementó Léi Xìnjiān.
— No está sugiriendo salir, ¡¿no?! —preguntó Fú Nán rápidamente, en tono sufrido.
— ¿Ah? No, no, para nada. ¿Cómo podría? No soy fuerte —aseguró Léi Huālín, sonriente—. Pero alguien tiene que hacerlo. No nos quedaremos aquí todo el rato, ¿no? La formación es antigua, me preocupa que se rompa. Propongo que alguien sea la carnada, así el resto podrá huir y avisarle a mi Jiùjiu. Enviará a los más fuertes.
— ¿No viste que nos miran como asesinos? ¿Quién vendrá? —espetó Léi Xuěwēi. Se encontraba lejos del pequeño circulo que había formado su primo—. No nos creerán, pensarán que mentimos. Lo primero que harán será encerrarnos.
— Ni con… ¡Ya sé! —gritó Sīkòu Fēng, miró a Shěn Xuěpíng y Léi Huālín—. Dos tienen que ser la carnada.
No hay mejor cebo que los favoritos de los más fuertes para atraer a los más fuertes, ¿no? Shěn Xuěpíng y Léi Huālín compartían eso. Dejando de lado todo lo que se digiera, de las excusas que se inventaran, JìngGuāng-Jūn vendría en un parpadeo si escuchaba "Shěn Xuěpíng" y "peligro" en la misma oración, ni que decir de Léi Huālín, su hermano y Bǎo Zhì lo dejarían todo.
Bajo una gruesa rama, la más elevada que se encontró, de cuatro metros de altura, se ató a dos esbeltos jóvenes; uno, tímido, el más bajo; y, el otro, apuesto y aguerrido.
Léi Huālín luchó con todo. Se movió de un lado a otro como una oruga escapando frenético de su capullo. Vociferó:
— ¡Eres un maldito Sīkòu Fēng! ¡Tú también, Léi Kang! ¡Nunca lo esperé de ti, Léi Xìnjiān! ¡Y ustedes dos!, pero ¿qué tipo de sirvientes son? ¡Malagradecidos! ¡Ni pensar que pedí por tu vida Fú Nán! ¡Si logro bajar de esto, te haré limpiar todo el reino! ¡Limpiarás todo con un cepillo y tu saliva! ¡No dejaré que bebas agua! ¡No te quedes callado, Shěn Jīn! ¡Insúltalos, di algo! ¡Somos la carnada! ¡Ellos nos usan de anzuelo! ¡¿No ves que podemos morir?!
Shěn Xuěpíng los miró con tristeza. Ocultó su rostro y murmuró:
— Los perdono…
— ¡Dijo que los odia! ¡Ya bájenme de aquí! ¡Esto no es primera clase! ¡Desgraciados!
Léi Xuěwēi se dio la vuelta y estudió el área, siempre precavido a si el Hé se aproximaba.
— Nunca lo había visto tan enfadado —charló Sīkòu Fēng—. Se le pasará cuando Léi Yǒnghuā lo rescate. Me sorprende que Yán Yǒngzhōng haya cedido, pensé que se negaría, pero también sabía que diría que sí. Ante todo, siempre elegirá la opción que asegure la supervivencia de Shěn Xuěpíng.
Léi Xìnjiān, Yán Yǒngzhōng y Fú Nán terminaron de atar
— Yo me quedo —aseguró Huángfǔ Jiānwú.
El joven había meditado. Si iba con ellos, Léi Dàrén se llenaría de ira al verlo. Si corría hacia su casa, el Hé lo mataría; no llegaría ni siquiera a pisar los límites de su territorio.
Nadie objetó. Huángfǔ Jiānwú trepó el árbol del que colgaban Léi Huālín y Shěn Xuěpíng. Se sentó en la rama del lado.
— ¡Si te vas a quedar!, ¡¿para qué no te ofreciste como carnada?! —le increpó Léi Huālín.
Huángfǔ Jiānwú guardó silencio. Se apoyó en el tronco y cerró los ojos. Estaba sumido en sus asuntos. Le preocupaba su situación. La ayuda de adultos involucraba problemas mayores, quizás lo encerrarían en Běifāng Zuànshí hasta la llegada de su padre, o solo lo matarían si no escuchaban a Léi Huālín.
Concluyó que su situación era idónea. No era tan malo quedarse al lado de la persona que lo defendería.
— Oye, Léi Píng, ¿recuerdas que alguien quemó todos tus juegos de mesa, que tus preciados dados de cristal fueron destrozados y que alguien metió una mosca en tu pastel de arándanos cuando niños? —Su primo se sintió confundido—. Fui yo —declaró Léi Xuěwēi, sagaz—, linda y hermosa dama Léi —giñó.
Léi Huālín perdió toda compostura. Hermano mayor
— ¡Desgraciado! ¡Eres un envidioso! ¡No tienes corazón! ¿Qué te hice para que me hicieras eso? ¡Eres un malvado, Léi Kāng, un malvado! ¡Se lo contaré a mi Jiùjiu, te castigará! ¡Lo hará! ¡Mira que ni siquiera he expuesto todo lo que haces! ¡Mi Xiōngzhǎng me apoyará en esto! ¡Se lo diré todo! ¡Esos dados! ¡Mi Shifu me castigó por esos dados! ¡Mi Xiōngzhǎng me ignoró una semana entera por esa tontería! ¡Me vengaré! ¡¿Escuchas?! ¡¡Me vengaré!!
Léi Huālín continuó gritando hasta que Léi Xuěwēi desapareció de su vista.
Huángfǔ Jiānwú cansado de oírlo, repuso:
— Si continuas así, atraerás a ese desformado centauro. Si resultas ser la carnada, ¿no será beneficioso para Léi Xuěwēi?
— Huángfǔ Jiānwú tiene razón —repuso Shěn Xuěpíng.
— ¿Crees que me importa? —cuestionó, algo nervioso. Tenía miedo, ¡claro que temía! Pero más importante eran sus asuntos—. Quiero atraer a ese caballo desformado para que no lastime a Léi Xuěwēi. No quiero que nadie lo mate, yo mismo lo haré cuando baje de aquí. Lo haré, lo haré —afirmó, agitándose.
— Léi Píng, me lastimas, me lastimas —sollozó Shěn Xuěpíng.
— Aguanta un poco. Mi intención no es pellizcarte, solo quiero alcanzar el nudo.
Léi Huālín se refería al nudo de sus manos. Léi Xuěwēi anticipó la actitud inquieta de Léi Huālín. Previniendo que intentaría escapar, ató sus manos y, luego, las volvió a amarar junto a las de Shěn Xuěpíng. Ahora, se encontraban espalda a espalda.
— ¿Lo lograste? —cuestionó Shěn Xuěpíng, mareado.
— No…
Huángfǔ Jiānwú los observó abriendo uno de sus parpados. «Verlos da pena ajena», pensó.
— ¡Oye! ¿No nos quieres ayudar? —sugirió Léi Huālín, agresivo. Fingió una amable sonrisa.
— Te estoy ayudando. Si te quedas allí, no te pasará nada. El centauro no te alcanzará. Te estoy salvando la vida.
[1] Esposa virtuosa.