— ¿Qué te pasó? —preguntó Shěn Xuěpíng.
Léi Huālín tenía el rostro lleno de moretones. A pesar de eso, su aire era orgulloso y distinguido. Se desplazó desenvuelto e indiferente, algo arrogante; observando desdeñoso el comportamiento de los presentes y su alboroto por la celebración, considerando sus acciones grotescas e impertinentes.
— Nada —respondió, apacible—. Estoy bien ¿Ocurrió algo interesante en mi ausencia?
Ambos se encontraban parados en un gran estrado, ubicado en medio del festín, alejados de las carpas de desafío de habilidades, del banquete, de los puestos de venta y de las agrupaciones de baile de madres con sus hijos, abuelas y nitos, de familiares y amigos, y una que otra pareja enamorada.
El reencuentro había despertado una dicha energética y eufórica. Los soldados del Sur quedaron impresionados y melosos con el afecto de las madres, recibiendo algo de ello; en un inicio, se mostraron recios, pero pronto se aclimataron a las atenciones. Las mujeres del Sur y del Norte eran distintas. En el imperio, donde abundan las familias poderosas, la seguridad, la riqueza material y la presión por el éxito, las madres no acostumbraban a cuidar de sus hijos, mientras que el afecto en Noddon era cálido debido al frío, y atento y constante debido al peligro: eran más afines.
En el estrado, de gran anchura y relieve, había asientos para la familia de Léi Dàrén, pero por respeto y empatía que mostrar, así como alegría; los de sangre noble se reservaron a estar de pie, mostrándose interesados a la inmensa felicidad de la gente.
— ¿De verdad no te sucedió nada? —volvió a preguntar Shěn Xuěpíng.
— En serio —repuso, tranquilo. Esbozó una sonrisa forzada— ¿Por qué?
Léi XuěYún se encontraba cerca. Cuando terminó de cruzar palabra con algunos invitados, regresó con sus familiares. Antes de sentarse, se preparó para saludar a su primo. Quedó realmente impactada al ver su rostro.
— No me pasó nada. Siéntate, linda A-Jūn ¿No estás cansada? Las lagartijas no han dejado de invadirte. Si te incomoda, ya no les prestes atención.
— ¿Te colocaron hielo? —preguntó, alzando su mano, pero detuvo su ademan en medio del aire, y regresó a su solemne postura.
— Estoy bien. No me duele.
— Tu rostro…
— Sigo siendo lindo y muy guapo —repuso, distinguido.
Al fondo del estrado, Yán Yǒngzhōng y Fú Nán estaban parados uno al lado del otro.
Viendo el rostro de Léi Huālín, Yán Yǒngzhōng preguntó:
— ¿Léi Yǒnghuā lo golpeó?
— Si supieras… —suspiró Fú Nán—. Oí que tu amo olvidó su compromiso, así como Léi Xuěwēi y Sīkòu Fēng. ¿En qué quedó?
— Viajaran al Sur.
— Léi Xuěwēi debe sentirse enfadado —pronosticó, miedoso y estresado. Aquel joven se descargaba con quién sea. Fú Nán enfatizó ser precavido—. ¿Te cuento algo? .—Yán Yǒngzhōng no dijo nada, acogió una actitud distante y seria. No le gustaban los chismes—. ¿Por qué siempre eres así? No importa. No tengo amigos, así que de todas formas te lo diré. Léi Yǒnghuā estaba tan molesto con mi guapo amo Léi Huālín que dijo que lo llevaría al Sur a entrenar. Se lo comentó a Bǎo Zhì, así que es un secreto, nadie más lo sabe.
Yán Yǒngzhōng se volvió lentamente hacia él. Fú Nán le guiñó el ojo, cómico; en su interior, estaba feliz.
— Tú no viajarás, ¿o sí?
— ¡Claro que iré! Donde vaya mi amo, yo voy. Él es el viento de mi velo. Además, Léi Yǒnghuā también me castigó con eso —expresó sonriente e iluso.
Yán Yǒngzhōng se mordió la lengua y guardó la compostura. Fú Nán continuó hablando sobre lo que les deparaba el futuro, emocionándose por pequeñeces, parloteando y haciéndose el interesante.
Léi XuěYún miró la inquietud en los ojos de Shěn Xuěpíng. Sin encontrar las palabras adecuadas para iniciar una conversación, se limitó a la cortesía muda. Se quedó parada al lado de ellos.
— Ah, sí. Felicidades —expresó Léi Huālín, algo seco pero sonriente—. Unas sirvientas me comentaron, ya sabes, sobre eso…
Shěn Xuěpíng miró el suelo. Movió su pie, buscando cualquier excusa para distraerse.
La promesa, que había olvidado, no era otra que un pacto de matrimonio.
— Gracias.
— No te desanimes —continuó—. Aprenderás amarla...
Léi Huālín se sintió culpable, pero no lo demostró. Su arrogante expresión continuó en su rostro, ahora sosegada por los golpes. Encontró indignante que su Jiùjiu utilizara la "promesa de un ebrio" a su favor. ¿No era eso aprovecharse de alguien? Extrañado, sintió más lastima por Shěn Xuěpíng.
Léi Xuěwēi no estaba allí, así que no lo menospreció tanto como en otras ocasiones. Tosió y miró de soslayo a Fú Nán, le realizó una seña abriendo su abanico. Aquel comprendió sus intenciones, y se comportó aún más cargoso con Yán Yǒngzhōng.
— Hay que disfrutar de la celebración, Yán-gē —suplicó—. Vamos a pasear.
— Compórtate.
— Tu amo, así como yo, debe estar aburrido. Mi amo no se negará a dar una vuelta si se lo pido. Vamos, no seas así.
— Anda solo —sugirió, cortés y reservado.
— El punto es ir juntos, para divertirnos. Hoy, el guapo Léi Huālín está de buen humor, convivirá bien con Shěn Xuěpíng, no lo fastidiará. Si muestras interés en querer divertirte, Shěn Xuěpíng no fingirá ser un seco, frío y desalmado pilar reflejando la etiqueta, decidirá acompañarte. ¿Entonces? —Yán Yǒngzhōng no respondió; se enfrascó en el silencio y la indiferencia. Fú Nán movió su cabeza, decepcionado— ¿No piensas? Shěn Xuěpíng irá al Sur; el guapo Léi Huālín, también. Sería bueno acercarlos hoy, así tu amo tendrá con quien hablar durante el viaje. Además, es bueno que disfruten, ¿no? Quien sabe, de repente, esta será su última vez en el Norte. Shěn Xuěpíng te estima como a un hermano, —arrugó su frente y lo golpeó con su codo— solo finge aburrimiento. ¿Cuándo te ha negado algo?
— ¿Acaso alguna vez le he pedido algo?
— No seas aburrido. Tal vez, tú soportes la soledad, pero no todos son iguales. Shěn Xuěpíng no tendrá con quién convivir. ¡Nosotros no contamos, somos sirvientes, acompañantes! Si puedes, intenta que se vuelva cercano a mi guapo amo Léi Huālín. Pero eso tiene que suceder ya, al llegar allá, mi amo hará rápidamente nuevos amigos. Shěn Xuěpíng se quedará solo.
Yán Yǒngzhōng no respondió.
Para ser un bocón, Fú Nán tenía un punto a su favor.
— Linda A-Jūn… —habló Léi Huālín, pícaro.
— No me llames así.
— ¡Fría como el hielo! ¡Me encanta! ¿Shěn Jīn y yo podemos…?
— ¡Huālín Táng gē! —gritó un pequeño, corriendo hacia él. Se aferró a su cintura, sonriente. Se trataba de Léi Yuán, hermano menor de Léi XuěYún. Su expresión era tierna e inocente. Sus mejillas estaban rojas de tanto correr. Detrás del menor, venía Xue Qīngméi—. ¡Táng gē, Táng gē! Mira, mira, Xue Jiě'er[1] me ayudó a ganar… —El pequeño escrutó su rostro. Sus prismas impolutos recorrieron la tez de Léi Hualín, albergando fulgor primigenio. Su piel era aterciopelada como el lirio en plena floración y el primer rocío que adorna las llanuras del ortus. El pequeño pestañó lentamente, inclinó su cabeza a un lado y preguntó—: ¿Qué te pasó? ¿Te sacaron la mierda?
Los presentes quedaron pálidos.
Xue Qīngméi se tropezó en los escalones.
Preocupados, todos le llamaron la atención de inmediato.
— ¿Quién te enseñó a decir eso? —preguntó Léi XuěYún.
— Nadie. El carnicero se lo dijo al cerdo mientras lo bañaba con agua hirviente, Miào Měi y yo lo escuchamos. —Los tres adolescentes le recomendaron no volver a expresarse así. Léi Huālín no tenía ganas de cargarlo, no en público. Se limitó a acariciarle la cabeza con un gesto arisco—. Táng gē, escuché que Léi Yǒnghuā regresó. Dicen que trajo a los caballeros de armadura dorada. Creí que estaba acá. ¿Dónde está? Lo estoy buscando.
— Está hablando con tu Fùqin. —Léi Hualín no tenía ganas de platicar sobre su hermano. Cambió la conversación al segundo—: ¿Qué es lo que tienes en tus manos?
El pequeño tenía tres amuletos dorados; eran circulares y planos; había caracteres grabados en cada cara principal.
— Xue Jiě'er me ayudó a ganarlos. Este es de amor eterno; el de aquí, de longevidad; y este, de suerte.
— La del amor eterno regalémosle a Shěn Jīn —expresó, extendiéndosela.
— Entonces a ti te doy el de la suerte —repuso Léi Yuán—. Le quiero dar a Léi Yǒnghuā el de la longevidad.
— ¿No le conviene a mi Xiōngzhǎng[2] quedarse con el de la suerte?
— A Yǒnghuā Táng gē le gusta esforzarse, quiere convertirse en el Gran General del Imperio Douman. Siempre ha tomado los caminos difíciles. ¿No sería malintencionado de mi parte entregarle el de la "suerte" en vez del de la "longevidad"? Si le doy la segunda, tendrá más años de vida para cumplir sus metas, y yo estaría respetando y valiendo sus esfuerzos, sus méritos. ¿Para qué necesita suerte? No querrá que la gente le atribuya su dedicación a eso.
» ¡Tú sí que necesitas suerte! —gritó, señalándolo—. ¡No te esfuerzas, siempre te encuentro leyendo y no entrenando! ¡Creo que Bǎo Zhì ya se cansó de ti! Dicen que, si es inteligente, dejará de ser tu Shifu. Se lo recomiendan seguido, también viajar. Y creo que así será.
— ¿Dejará de qué? ¿Quién dijo eso? ¿Él lo dijo? ¿Cuándo lo dijo? ¿Me dejará? ¿Quién le da esas ideas? ¿Viajará? ¿A dónde planea ir?
Xue Qīngméi se llevó a Léi Yuán. Aprovechó que Miào Měi y Xie Zǐxiá aparecieron por allí.
La inocencia de los niños era igual a la magnitud de un fuerte terremoto.
Léi Huālín llamó a Fú Nán; ausente, bajó del estrado. Su fiel sirviente lo persiguió como un cachorro, lo alcanzó corriendo, arrastrando a Yán Yǒngzhōng.
Yán Yǒngzhōng le suplicó con los ojos ayuda a Shěn Xuěpíng, pero no entendió. El joven los siguió, sosteniendo dubitativo el amuleto.
Caminaron en silencio largo rato. Léi Huālín había olvidado que Shěn Xuěpíng lo seguía. De pronto, parándose al frente de un juego de arquería, soltó un suspiro. Un señor se acercó y le brindó el equipo para participar.
Lazó una flecha y murmuró:
— Le pertenecía a mi madre... Por términos de herencia, ahora me pertenece. ¿Quién dice que puede dejarme?
— ¿De quién hablas?
Léi Huālín no se sorprendió. Regresó la mirada al blanco y soltó otra flecha.
— Shěn Xuěpíng, ¿qué opinas del amor?
El chico se sobresaltó. Todo su rostro se puso como la ciruela. Aquella expresión decaída se esfumó y sus pupilas regresaron a la vida.
— ¡¿Por qué preguntas eso?!
— Te vas a casar. Es hora de tocar esos temas… Yo también debería casarme. Tendré hijos, y haré que crezcan rápido. De ese modo, mi Shifu se verá obligado a entrenarlos… ¡Está bien, también me casaré! —Lazó otra flecha—. Soy perfecto. Tres de tres. —Fú Nán celebró emocionado, dio aplausos y motivó a los presentes a aplaudirle—. ¡Me voy a casar, señores! —anunció con gracia, soltando carcajadas comedidas. Las personas lo vitorearon—. ¿Cuál es el premio?
— Usted puede elegir lo que quiera —respondió el dueño del negocio—, pero le sugiero los de aquí, son los más distinguidos. Alguien de su alcurnia lo sabrá con una mirada.
— ¡Por supuesto! —aseveró Léi Huālín, sofisticado—. Quiero… —Algo más atrapó su interés— ¿Qué hay en esa caja?
— Hmn… No recuerdo haberla… ¡Chén BìHǎi! ¿Chén BìHǎi? —llamó el señor. Se trataba de su hijo. Pensó que él lo había colocado por error. Se volvió a los costados para buscarlo, pero no estaba. Rascándose la cabeza, habló—: No, Joven amo Léi, esa vieja y mugrienta caja no es para alguien como usted. Está toda sucia y desgastada. Observe aquí. Mire, estás joyas son traídas de…
— ¿Me niega mi premio? —protestó, quejumbroso— ¿Es una táctica para que siga reclamando por ella?
— No, no, no se confunda. No se trata de eso.
— Esto es un negocio, sería correcto pensar que usted colocó la caja allí, justo allí, al lado de las bellas joyas, para captar mi atención y despertar mi curiosidad… Casualmente, su exterior es horrible, típico de los mejores premios escondidos. Deme la caja, quiero la caja. Ahora —exigió, abriendo su abanico y soltando una mirada condescendiente.
El dueño del negocio no sabía lo que había dentro.
— Pero…
— Ahora.
Le entregó la caja, temeroso.
Léi Huālín soltó una expresión de sorpresa que pronto pasó a una desanimada y seca.
Dentro, había un cubo de trece centímetros, de patrones intrincados, compuesto de madera oscura reluciente y de latón elaborado a precisión, el cual soltaba destellos con el reflejo de la luz. Sugería ser una creación simétrica y perfecta debido a los diseños, con aires de ser más aburrida que peligrosa.
«¿Intenta dejarme como un descarado? ¿O quiere ridiculizarme?», se preguntó Léi Huālín. Imaginó que el señor quería que actuase como un mimado reclamón frente a todos, que lo humillara, para arruinar su reputación por su propia mano gracias a su mala selección.
— ¿Qué es? ¿Cómo se utiliza? —cuestionó Léi Huālín, calmo.
— Yo… Esto…
Entre el público, un hombre se presentó como Sūn LiúXīng. Su rostro era ovalado, de mandíbula angulosa, moderada. Su mirada era almendrada, intensa y expresiva. Sus cejas acentuaban su profundidad emocional. Su sonrisa era carismática, acompañada de labios plenos y definidos y una nariz recta.
Léi Huālín le preguntó sobre el cubo.
— Es un rompecabezas —respondió el hombre—. Este modelo se llama Cube Cipher U. He visto juegos así en el extranjero. Se inventó para desarrollar la agilidad mental; contribuye a la salud cognitiva a largo plazo e incentiva la creatividad para la solución de problemas. Actualmente, los jóvenes demuestran su ingenio resolviéndolo. El Cube Cipher U cobra otra forma luego de descifrarlo; si lo haces en menos tiempo, mejor.
— ¿Un rompecabezas? —cuestionó Fú Nán—. Pero no tiene piezas.
— ¿Se presiona algo? —preguntó Shěn Xuěpíng.
— Exactamente. —Los muchachos lo miraron. Esperaban que se acercara a tomar el cubo para explicarles a precisión. El señor sonrió torpemente—. Disculpen, no puedo ayudarlos en eso. Todos los modelos son distintos. Los patrones geométricos que ven son parte esencial del juego, deberán manipularlo hasta dar con el orden específico de los movimientos; pueden girar, deslizar y presionar.
— ¿Hay algo en su interior? —preguntó Léi Huālín.
— Todos creen que sí. Estos modelos recién salen al mercado. Nadie ha podido resolverlos aún.
Shěn Xuěpíng agradeció por la instrucción y siguió a Léi Huālín, quien estaba absorto en el juguete.
— ¿Sabes cómo hacerlo, Léi Píng?
— No respondiste mi pregunta. —Shěn Xuěpíng lo miró con inocencia, dudoso; luego, lo recordó. Se puso rojo. Léi Huālín lo desdeñó con los ojos, cansado de su inocencia—. Somos hombres. —Se volvió hacia Yán Yǒngzhōng, cuestionó—: ¿No has hablado de este tema con él?
— Yán-gē es algo seco en ese aspecto, amo —acotó Fú Nán—. Él no habla de romance.
— Ya veo…
Léi Huālín se paró cerca de otro campo competitivo. Allí, los jóvenes demostraban sus atributos. Lazaban Cortes de Energía desde la mano, siendo capaces de cortar objetos a gran distancia. En este caso, eran cinco los concursantes, a una distancia de cinco metros, sus blancos eran unos grandes muñecos de trapo protegidos con armaduras. El objetivo era lanzar los Cortes de Energía y rebanar precisamente donde se encontraban las líneas rojas, ubicadas en piernas, brazos y cuello. El reto era la exactitud; y la intención, demostrar su destreza y el progreso de su entrenamiento.
— El amor… —murmuró Shěn Xuěpíng, tímido—. No sé mucho… pero… yo… yo… Se habla de la devoción de tu padre por la Honorable Léi Qing…, de sus votos y fidelidad… Lo dejó todo por ella... Me gustaría tener algo como eso.
Léi Huālín abrió los ojos con horror. Shěn Xuěpíng pensó que había dicho algo malo; se disculpó repetitivas veces. Léi Huālín le cubrió la boca y lo arrastró hasta detrás de un gran almacén. Fú Nán y Yán Míng lo siguieron.
— Es mi Xiōngzhǎng…, viene junto a Jiùjiu. Y, por el otro lado, vine Léi Kāng y Sīkòu Fēng.
El guapo y distinguido Léi Huālín no tenía ganas de ver a su hermano. No quería enfrentarse a los regaños de su Jiùjiu por lo que le hizo a Bǎo Zhì. Tampoco, quería que Léi Xuěwēi lo amenazara por acercarse a Shěn Xuěpíng, no deseaba aguantar sus berrinches.
Se tocó la frente, aliviado de que no los vieran. Abrió su abanico, observó el lugar y miró la carga.
Había pequeños jarrones de vino y otros inmensos de reserva. Escrutando cada uno de ellos, analizando su aroma, textura y sabor, cogió cuatro y los distribuyó como si fuesen manzanas.
Shěn Xuěpíng y Yán Yǒngzhōng no supieron cómo llegaron a eso. Se quedaron rígidos como columnas.
— ¿No vienen? —preguntó Léi Huālín.
Para la sorpresa de Shěn Xuěpíng, Yán Yǒngzhōng cedió, caminó hacia ellos.
Se internaron en el bosque. Caminaron sobre rocas, rodeando los troncos caídos —no querían romperse un hueso— y la hiedra Dina, que causaba una irritación horripilante, alergia que alteraba la textura de la epidermis. ¡La peor maleza del país¡ Se decía que era una maldición que con los años se volvía inimaginable.
Por suerte, era curable, con un tratamiento costoso de cuatro años, claro; sin duda daba un golpe a la economía de la víctima y, en el caso de los jóvenes, cual tiempo es valioso y determinado, les robaba el futuro, el estudio, dejándolos con una débil salud.
Pasaron algo temerosos. A la última persona en coger la enfermedad Dina, perjudicado de cinco años que falleció tres semanas después, le crecieron raíces oscuras en la piel, así como delgadas ramas conectadas a sus nervios.
No se pudo hacer nada.
— Desearía que no existirá —articuló Léi Huālín, altivo—. Sería un regalo.
— ¿A dónde vamos? —preguntó Shěn Xuěpíng.
— No sé —soltó, desinteresado—. Solo caminamos… —Balanceó el vino, bebió un sorbo y preguntó—: ¿Has escuchado alguna vez sobre Bái Dú?
Shěn Xuěpíng negó.
La esencia de la vida es lo bueno y lo malo. No existe bondad sin maldad ni maldad sin bondad o ambos conceptos sin la necesidad de serlo.
La pureza no puede ser pura sin conocimiento de la depravación, como la depravación no puede ser netamente oscura sin consciencia de la pureza. Con esa infección en una y la otra, el equilibrio desigual de la perfección inexacta existencial llega a su irreverente ilógico punto de igualdad en lo que se entiende como: Mundo, donde lo imperfecto existe bajo la noción de lo equivalente concurrente, celestialmente apodado como lo ideal y sin fallos, pues la insuficiencia es plan de lo irreprochable.
En un planeta como tal, los Hé se desarrollaban, absorbiendo ambos conceptos, energía pura e impura, siendo fuentes ricas de cultivo y el único camino hacia la grandeza.
Los Hé resultaban ser como bestias divididas en tres categorías: Neutrales, malvadas y benévolas. Su presencia en la tierra era basta, no poseían un patrón especifico, eran el resultado de lo que la materia quisiese que fueran, según las condiciones del entorno en el que se desarrollaban. Su uso era limitado, entre una a cuatro veces antes de desaparecer por completo; con el debido cuidado, algunos eran de mayor capacidad de uso; también, existían excepciones llamados Hé Eterno, que eran sumamente escasos.
Bái Dú era un Hé Malvado, se caracterizaba por medir dos metros de altura. Sus extremidades eran largas, con su piel moldeando sus huesos, erizando los sentidos y deformando la perspectiva de lo común, proyectando que no poseía masa muscular debajo de su tejido gris. A partir sus codos, otro brazo crecía con movilidad a cualquier dirección. Sus pies eran como las de un animal marino, sus dedos conectados entre sí, pellejo que reflejaba su capacidad acuática. Los dedos de sus manos eran de dieciocho centímetros, a excepción de los pulgares, los cuales solo eran el tercio del resto. No poseía un cuello. De sus hombros, la epidermis se extendía a la altura de las orejas. Su cráneo no era redondo, se erguía una cavidad con similitud de corona, completamente arqueada, donde se encontraba su deformada nariz y un par de ojos de esclerótica amarilla con aros negros, colocados de menor a mayor tamaño, o quizás al revés, profundizando su crudeza. Su boca crecía de su hombro izquierdo al derecho, ambos lados encontrándose entre sus costillas, con veintitrés centímetros de altura, formando un triángulo. Sus costillas estaban comprimidas, su barriga era densa y gigante, ocupaba la mayor parte de su torso, ligeramente peluda; le crecía una panza de piel rugosa y escalofriante. De su ombligo descendía una cadena oxidada que atravesaba su cuerpo, no tocaba el suelo, el metal llegaba a la altura de sus rodillas, donde la piel parecía apolillada, exponiendo las articulaciones y los huesos putrefactos y secos de su ser.
Bái Dú era llamado así por su insignificante aspecto. Al lado de sus semejantes, era uno de los menos peligrosos, pero poderoso. Se le atribuía el don del escondite y la lentitud, ya que era imposible capturarlo y se aseguraba que sus pasos eran lánguidos.
— Mi Xiōngzhǎng dijo que se esconde en los alrededores de Běifāng Zuànshí; pasa desapercibido detrás de árboles o entre escombros —explicó Léi Huālín—. Despierta en esta temporada cuando el invierno se pone peor. Por sus años, debe estar bien cultivado.
— ¿Vinimos a buscarlo? —preguntó Shěn Xuěpíng, temeroso. Fú Nán cargaba el vino de Léi Huālín, mientras que el engreído escrutaba la estructura del cubo. Como no le respondió, llamó—: Léi Píng…
— Es solo una historia —aseveró Yán Yǒngzhōng, para que Shěn Xuěpíng se tranquilizara—. No existe.
— ¿Cómo qué no? —cuestionó Fú Nán, ganándose una mirada amenazante. Repuso—: Uhm… Supongo que no. No creo que exista.
En el pasado, Léi Huālín adoraba escaparse al bosque de la Montaña XinMei. Se mencionaba que su madre y padre habían visto, en un día de caza, un venado blanco, de pelaje brilloso como la luna y de ojos rojos como el rubí. Absorto en estos rumores, cuando infante, se internaba en la arboleda nevosa y buscaba lo que sus progenitores alguna vez conocieron.
Léi Yǒnghuā, temeroso de que contrajera Dina, se dedicaba a contarle historias del Antiguo Reino Léi y sus Hé asechadores. Fú Nán también había crecido escuchándolo, por lo que ahora dudaba si alguna vez lo había leído y si Léi Dàrén había hablado al respecto, o si se trataba de un engaño. El estudio no era lo suyo y su memoria no era excelente, entró en duda.
Inesperadamente, se escuchó un sonido de ramas pisadas al otro lado del bosque. Shěn Xuěpíng, Fú Nán y Léi Huālín se ocultaron detrás de Yán Yǒngzhōng.
— ¿Qué fue eso, Yán-gē?
— Quizás una ardilla… —murmuró.
— ¿Vamos a investigar?
— ¿Quieres morir? —regañó Léi Huālín— ¿Por qué iríamos? En todas las historias de terror, cuando los tontos se acercan donde hay tensión, todos ellos mueren. ¿Ya olvidaste cómo terminan los de la Raíz de Media Vida en la Cima de la Codicia? —Suavizó su expresión y se dispuso a andar hacia otro lado, lejos de donde se escuchó el sonido de las ramas. Miró de soslayo al tembloroso Shěn Xuěpíng—. El vino sabe bien, ¿verdad? —El estómago de Shěn Xuěpíng sonó— ¿No almorzaste? —El joven negó—. Yo comí unos pasteles. ¿Te queda algo, Fú Nán?
El sirviente le entregó bocadillos a Shěn Xuěpíng que sacó de sus mangas.
— La nieve está por todas partes —pronunció Fú Nán, soltando un suspiro—. Guapo amo Léi Huālín, ¿vamos al lugar de siempre? ¡Oh, eso es bueno! ¡Si es así, entonces juguemos un juego! ¡Juguemos algo!
A los alrededores de la Montaña XinMei, había algunas construcciones destruidas. Dentro del bosque, pasando las malezas, los frondosos árboles, dejado atrás los ríos congelados, se erguía un gazebo.
Léi Huālín lo pensó de camino allí: ¿Cómo podían matar el tiempo? No quería regresar a la celebración, tampoco quería regresar a Běifāng Zuànshí, estaba molesto con su Shifu… Si ya tenían vino, ¿por qué no usarlo?, entonces inventó un juego "Yo no, jamás, jamás, nunca en la vida"; consistía en que, por turnos, uno diría algo que jamás había hecho, y, de los presentes, quienes sí lo habían realizado, debían beber.
— Yo no, jamás, jamás, nunca en la vida, he quemado la ropa de Sīkòu Fēng.
Yán Yǒngzhōng bebió enfadado. No tenía planeado jugar, pero aquello fue una amenaza directa.
— Yo no, jamás, jamás, nunca en la vida, he robado carne de la cocina.
Léi Huālín sonrió y lo felicitó por entender el juego. Fú Nán bebió junto a él.
— Yo no, jamás, jamás, nunca en la vida, he enfadado a JìngGuāng-Jūn —repuso Fú Nán.
Shěn Xuěpíng y Léi Huālín bebieron.
Yán Yǒngzhōng soltó:
— No es como si supiera de tu existencia.
— Sin ofender. No soy Sīkòu Fēng —se quejó Fú Nán.
— ¿Para qué mencionarlo?
— ¡Mi turno! —gritó Shěn Xuěpíng, evitando que se armara una discusión—. Yo no, jamás, jamás, nunca en la vida, he… he… ¡he cazado algo realmente grande!
Nadie bebió. Hace no tanto, había sido el Ritual del Amanecer. Antes de eso, unos años antes, la mayoría sencillamente podría haber sido asesinado por un jabalí.
Pasaron los minutos. Todos habían tomado más de medio jarrón.
— Yo no, jamás, jamás, nunca en la vida, vida, he visto a una mujer —repuso Léi Huālín. Shěn Xuěpíng y Fú Nán bebieron. Se sorprendió tanto que se puso a reír. Golpeó la mesa y gritó, extasiado—: ¡Shěn Jīn, nunca lo imaginé de ti! ¿Cómo fue? ¿Dónde? ¡¿Dónde?!
— ¿Uhm? Todos los días ¡hip! …las veo caminando —habló ebrio, arrastrando las palabras.
— ¡No me refería a eso! —continuó, sonriente—. Yo nunca, jamás, jamás, nunca, pero nunca en esta vida, me he dormido en clase.
Él fue el único en beber. Había estado así un rato. El juego, que era por turnos, se detuvo a ser únicamente del exquisito Léi Huālín, quien dijo muchas cosas mientras escrutaba el cubo. Fú Nán se reía a su costado, sugiriendo que debía hacer esto y lo otro, deslizar aquí y allá, mientras que Shěn Xuěpíng jugaba con la holgada manga de Yán Yǒngzhōng, quien se caía del sueño.
En algún momento, sintió nostalgia, era su única familia. Murmuró, sollozando:
— Yo no…, jamás, jamás…, nunca, nunca… nunca conocí a mis padres…
— ¡Hey, yo tampoco! —aseguró Léi Huālín, alegre, golpeando la mesa—. Jajaja…
Ambos empezaron a llorar, seguidos de Fú Nán, quien también era huérfano.
— ¡Léi Gāng es un malvado! —gruñó Léi Huālín, entre lágrimas— ¡Prometió nunca pegarme! ¡Lo primero que hace al verme es maltratarme! ¿Acaso soy malo? ¡Nunca he sido tan malo! ¿Por qué me pegó? ¡No es justo! ¡Es un malvado! ¡Malvado, malvado, malvado! ¡Malvado!
— ¡No quiero dejar Noddon! —articuló Shěn Xuěpíng— ¡No quiero irme de Běifāng Zuànshí! ¿Por qué tengo que casarme? ¿Por qué yo? No soy importante ¿Por qué? ¿Por qué? No tiene lógica. ¿Por qué me casarían? No es como si tuviera talento para que alguien reclamara por mí. ¿Por qué yo? No quiero… ¡No quiero irme!
— Él rompió mi ropa —se quejó Léi Huālín, refiriéndose a su hermano—. Él ni siquiera lo vio, pero la prenda era de nuestro padre.
— Léi Dàrén no me quiere —lloró Shěn Xuěpíng, tirado en la mesa.
Ambos se miraron, y lloraron más fuerte.
Luego de un rato, Shěn Xuěpíng se calmó, abrazó su botella y habló entre dientes.
— ¡Hay que escaparnos!, así aprenderán a valorar nuestra ausencia —expresó Léi Huālín, molesto—. Vámonos, Shěn Jīn, vámonos lejos. Nuestros familiares nos han menospreciado, y nuestros maestros, encima que nos maltratan, nos quieren abandonar. Hay que devolverles la moneda. ¿Qué dices? —Shěn Xuěpíng estaba tan ido que no reconoció su nombre. Léi Huālín le lanzó un manotazo—. ¡Shěn Jīn!
El Shěn Xuěpíng sobrio se habría negado sin dudarlo, hubiera palidecido, la poca valentía que almacenaba día a día, e intentaba retener, se hubiese drenado. No era malagradecido. Con esmeros, y como si se tratase de una penitencia que cargaría de por vida, demostraba su agradecimiento con todos por cuidarlo y criarlo. Antes de pensar en huir, habría preferido servir de tapete para los cerdos. Pero el Shěn Xuěpíng ebrio, con su rostro rojo, con los parpados caídos, vacilantes y pesados, con una mueca de confusión y dolor, producida por la migraña temprana y los gritos de Léi Huālín, miró hacia él distraído y torpe; y ese que no se conocía, que no sabía en dónde estaba ni quién era, solo se dejaba guiar por los efectos del vino.
Léi Huālín se acercó a él y lo agitó, repitió lo que dijo. Y ante sus sabías y profundas palabras, Shěn Xuěpíng asintió con fiereza.
— ¡Entonces corramos! ¡Corramos! —repuso Yán Yǒngzhōng, despertando de su sueño.
— ¡Eso, eso! ¡Corramos! —repuso Fú Nán.
[1] Se refiere a Xue Qīngméi. "姐儿" (Jiě'er) se podría traducir como "hermanita" o "hermana querida". Respeto, cariño y cercanía.
[2] "Hermano mayor" en tono respetuoso.