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Chapter 12 - Capítulo 10: ¿Abismo?, parte 4

Zhì Yuè colocó una expresión burlona. Golpeó amistosamente a Lucius con su codo varias veces.

— ¿Me creerías si te dijera que una familia lo tuvo secuestrado diez años de su vida?

— No —negó Lucius, seco y cortante. Empujó a Zhì Yuè lejos. Se volvió hacia Yamagata y repuso—: Si te ha obligado a acompañarlo, tírale una patada y vete.

— ¡Jajaja! ¡Qué gracioso! —expresó Zhì Yuè, irónico. Se arregló su vestimenta—. Nos conocimos en un trabajo. Él no tenía nada que hacer, decidió acompañarme. Eso es todo.

— ¿Cómo confías en cualquiera?

— No es cualquiera.

— Insisto. Si te ha obligado a seguirlo, golpéalo, noquéalo, o lo que sea, y sé libre. —Lucius miró sin querer la contextura de Zhì Yuè. Recordó lo que Dashiell había mencionado—. ¿Has estado en coma? —preguntó de pronto.

— No ¿Por qué?

— Tu cintura no era tan delgada. ¡Aliméntate, desnutrido!

— ¡Deja de insultarme! —se quejó Zhì Yuè— ¿Qué hombre habla sobre la cintura de otro? ¡Es la ropa! ¡Este atuendo me hace ver delgado, eso es todo!

Lucius no estaba acostumbrado a verlo con esas prendas. Aunque ambos conservaran sus rasgos de Ocasip, habían crecido con las costumbres y reglas sociales de Snepden. Que Zhì Yuè vistiera hanfu, siendo miembro adoptivo de los Caelifer, transmitía la idea de que despreciaba a su familia política.

— ¿Qué haces vestido así?

— Mi ropa se malogró en un trabajo. Una familia, ubicada cerca de la frontera, me vistió con las prendas de uno de sus ancestros para bendecirme. No estaba en posición de rechazarlos.

Lucius lo miró extrañado. Eso no tenía sentido. Su ceño se contrajo, aún caminando, preguntaría la razón. No obstante, sus sentidos pronto se enfocaron en otra cosa. Murmuró:

— Silencio…

Viridia se sobresaltó. Se escondió en las ropas de Yamagata, mientras gritaba:

— ¿Qué? ¡¿Por qué?! ¡¡¡¿Vamos a morir?!!!

Lucius volvió a silenciarlos. Realizó un ademan para que todos escucharan atentamente el entorno.

— El dragón está despierto —explicó segundos después—. Ya no está roncando.

Lucius y Zhì Yuè estaban totalmente preparados para luchar. Continuaron bajando por el delgado pasaje de piedra, en el que se toparon con otras rutas e ingresos que se conectaban a los túneles de los otros pasillos.

En el nivel inferior del subterráneo, se construía, con piedras incrustadas, otra cueva rocosa de brillo azulado. La estructura estaba decorada de estalactitas finas y largas, similares a dagas de metal, algunas llegaban al suelo, creando un ambiente misterioso y preventivo. En el centro, se observaba un lago de aguas cristalinas, cuya superficie reflejaba los tonos del techo, sumándosele un toque etéreo a la belleza oculta. Desde la distancia, se apreciaba los múltiples niveles y aperturas, lo que añadían profundidad y vastedad, y se observaba una larga y gigante cola de reptil tendida en el suelo, cuyo cuerpo se encontraba reservado entre otras paredes.

El camino por transitar consistía en un lago de aguas translucidas, no tan profundo, rodeada de cuerpos minerales, irregulares y variados, lleno de facetas angulosas y texturas rugosas, volviéndolo un espacio accidentado, el cual contrastaba con la serenidad del líquido, agregando una sensación de misterio.

— Yamagata, tal vez no lo sepas, así que déjame explicarte —murmuró Viridia al interior de su oreja, lo hizo tan suave que nadie más escuchó—. Los dragones se dividen en dos. Están los Dragones Celestiales y los Dragones de Carne. Un Dragón Celestial, también llamado Dragón C, es hermano de los dioses; sus cuerpos brillan como la escarcha de la noche. Al contrario, un Dragón de Carne, también llamado Dragón K, es un dragón terrestre; algunos dicen que son los primos lejanos de los Dragones C; otros, que son su creación, a su imagen y semejanza, para que convivan con los humanos. En la Guerra Celestial, se narra que los Dragones C convirtieron a los Dragones K en armamento, así que no debería quedar ninguno con vida. Qué este Dragón K esté vivo significa que es un desertor o marginado, lo que lo vuelve un traicionero, o, en el peor de los casos, en el hazmerreír del Manantial Estelar por algo prohibido que cometió.

«Desenvaina tu espada», le exigió con la mirada Lucius a Zhì Yuè.

«No», replicó.

Rayo de Fuego es más poderoso que Cereza Dorada —murmuró Lucius. Zhì Yuè se negó—. No importa que no puedas usar todas las técnicas, con que apliques Rayo de Fuego: Espinas será suficiente.

Zhì Yuè se volvió a negar. En la frente de Lucius, se dibujaron venas verdes llenas de ira ¡En serio lo quería golpear!

Las técnicas de espada de Cereza Dorada derivaban de Rayo de Fuego.

La familia Silvanus y los Caelifer habían tenido lazos de amistad en sus inicios; fueron cercanos. En un punto de la historia, se separaron a causa de un mal negocio. Años después, un exterminador asesinó a cada integrante de la familia Silvanus. Lucius fue el único sobreviviente, hijo de Liǔ QīngFēng, luego nombraba QīngFēng Silvanus, y Cornelius Silvanus Gallus, cabeza de los Silvanus.

Lucius se crio aprendiendo la técnica de su familia por medio de libros y notas. Permaneció escondido durante años y, simplemente, su maestro de gremio lo encontró un día y le dio un lugar, siendo reconocido como un prodigio. Por otro lado, Zhì Yuè fue forzado a aprender las técnicas de la familia Caelifer. Nizthe no aceptaba que sus muñecas fueran tan débiles, así que lo extralimitó. Sin embargo, aunque Zhì Yuè dominada toda la teoría, y se sabía de izquierda a derecha cada técnica de Rayo de Fuego solo podía aplicar un estilo.

En ese caso, un método era más que suficiente. Las técnicas de Cereza Dorada eran de un grado inferior a las de Rayo de Fuego, su madre.

Zhì Yuè y Lucius idearon un plan. Este último se escondería entre las rocas y se escabulliría hasta ubicarse cerca del pasaje que ocultaba el dragón, mientras que Zhì Yuè y Yamagata actuarían descuidadamente frente a la gran bestia. De esa forma, atraería al animal hacia ellos, y Lucius podría examinar si la esa era salida y si estaban los brazaletes. En caso no hubiera dónde ir, siempre podían desear regresar a la superficie con las pulseras, ¿verdad?

— ¿Lo vas a exterminar? —preguntó Yamagata.

El asunto era complicado.

— Las personas vienen por él y las pulseras. Además… —murmuró, pensativo. Cambió de tema—: ¿Pudiste recordar algo más de tu pasado?

— No…

Zhì Yuè no sabía cómo explicárselo.

— Seré lo más bondadoso que pueda —concluyó.

«Siendo sincero, el hechicero es culpable. El dragón solo duerme. Pero la gente seguirá viniendo a exterminar a "Salamandra de Hielo" si nadie confirma que se realizó el trabajo. Están los que no respetan a nada ni nadie, querrán arrancarle las escamas una por una aun teniéndolo con vida para venderlas en el mercado negro; lo mismo con sus extremidades. Además… ¡AHHHHHH!»

Se tocó la cabeza. La vida algunas veces podía ser irónica.

— ¡Mira! —gritó, iniciando su show—. Pero ¿qué es eso? ¡Ah! ¡Es la cola de un gran animal! ¿Qué crees que sea?

— ¿…? —Yamagata no lo entendió. Zhì Yuè le giñó el ojo. Dudoso, preguntó— ¿Un gran reptil?

— ¡Un reptil! ¡Puede ser! —Viridia se moría del miedo. Se aferró a la mano de Zhì Yuè y empezó a sollozar en silencio—. Creo que está invernando. Mamá Osa no nos escucha, Kiriya-chan. ¿Qué te parece si la matamos y preparamos caldito? ¡Antes hay que construirle un altar! Le damos unos rezos y vengase pa' dentro ¡Muero de hambre! ¡Comerla será una experiencia única! Qué bueno que la encontramos, apuesto a que otros la habrían venerado, quizás hasta festejado. Pero los tiempos son otros, ya nadie reza ni adora dioses, menos dragones. Le cortaré la cabeza a esta bestia. Y si tiene hijos…

«¿Por qué no ataca?», se preguntó Zhì Yuè.

— ¡Hola! —saludó de pronto Dashiell—. El dragón está despierto, ¿no? No escucho que ronque ¿Cómo van? ¿Qué hacen?

«¿Qué diablos hace aquí?», se preguntó Lucius.

Yamagata lo sujetó del cuello.

— Vete —ordenó.

Dashiell utilizó su magia y cambió de lugar. Apareció frente a Zhì Yuè, lo abrazó, y le sacó la lengua a Yamagata.

— Er gēgē prometió enseñarme un truco y pelear conmigo —se jactó—. Se demoraron horas, así que pensé que habían muerto. Vine por el cadáver de Er gēgē, lo iba a patear por mentirme.

— ¿Nos demoramos horas? —preguntó Zhì Yuè, estupefacto.

— Como cinco o siete horas.

«¿El tiempo corre mucho más rápido en este nivel?», formuló. «Lucius dijo que solo estuvo dos días. Él estuvo subiendo y bajando… ¿Y Cogno y Dashiell?»

— Dashiell, ¿cuántos días han pasado desde que estás en el subterráneo?

— Como casi tres días..., creo. El tiempo y yo no somos amigos; no me gusta llevar la cuenta —pronunció sonriente. Enterró su cabeza en Zhì Yuè, risueño. Y sin que este se diera cuenta, miró de mala gana a Yamagata—. Pax también está bajando, solo que es muy lento —repuso—. Siempre que bajo aquí solo miro desde lejos. Bajé un par de veces para confirmar que de verdad se trataba de un dragón K; no lo creía. Nunca me acerqué a ojearlo, tampoco Pax. La verdad es que no me interesa. Si está vivo o muerto… De todas formas, ¿uno de qué nos sirve? Sin dragones K, este no sirve de nada. Ni en las más locas historias de las chamanas este podrá pelear contra todos los napatun que dominan los cielos.

«Si para Dashiell pasó como tres días, subiendo y bajando, entonces para Cogno habrá pasado más… ¿Habrá notado la alteración temporal? No… Nos lo hubiera dicho. Y no estaría bajando a ver. Tal vez, al dormirse, perdió la cuenta».

Zhì Yuè miró a Lucius. Si el tiempo era menor para él, significaba que Silvanus no había descansado desde que llegó ¿Tanto quería esas pulseras?

— Debes irte —le dijo Zhì Yuè, tomándolo de los hombros, pero Dashiell desapareció y reapareció cerca de la cola de dragón.

— Intentaban captar su atención, ¿no? —preguntó, sonriente. De la bolsa cinturón de su cadera derecha, salieron pequeñas navajas que se elevaron por encima de su cabeza, como una aureola. Las cuchillas giraron cuidando su forma—. Yo me encargo —aseguró, satisfecho, y las direccionó hacia la cola del Dragón K.

Ver la sangre desprenderse le hizo reír a carcajadas.

— ¡¿Ven…?!

No pudo terminar su pregunta. La cola se elevó, y le metió una fuerte embestida, estrellándolo contra uno de los muros más lejanos.

— Humanos asquerosos… —espetó el dragón, lentamente.

Se movió. Todo lo que le rodeaba, el polvo y la tierra, que había estado cubriéndolo durante años, se desprendió. El subterráneo tembló, las rocas se agitaron, así como el agua.

Por el arco y profundidad del entorno, su voz se escuchó mucho más profunda y resonante; su timbre era grave de toques solemnes. Conservaba su majestuosa serenidad, la cual se esparcía junto a una vibración tangible.

— ¡Emprende el emprendedor! ¡Y a él lo recontra emprendieron! —farfulló Viridia, rápidamente— ¿Está muerto? ¡No veo que se mueva!

— Viridia…

— ¡Tú viniste a ayudar! ¡Yo estoy aquí por mi plata! ¡Yo quiero la recompensa! ¡Si me voy a enfrentar a eso, quiero el dinero! ¡Le entregaré su cabeza al que ofrezca mejor remuneración! Vente, dragonzote. Somos tú y yo. ¿Aquí o afuera? ¿Cómo es? ¡Vas a ser ganado vacunado! ¡Soy el monstro! ¡Si tú eres hijo de los Dragones C, yo soy la chispa de la vida! ¡Atácame! ¡Puedo resistirlo!

Viridia estaba alineado al plan. Estaba intentado que el dragón se acercara más a ellos para que Lucius pudiera ingresar al pasaje. Aun se mantenía aferrado a sus nervios. Y Zhì Yuè sabía que, en verdad, se estaba muriendo del miedo. Su patas temblaban como delgadas ramas expuestas a una borrasca.

— ¡Ya saben! ¡Voten por mí! ¡Yo tengo que ganar las elecciones! ¡Yo tendré una dinastía! ¡Es un evento canónico! ¡La dinastía Viridia!

— ¿De qué hablas? —le increpó Zhì Yuè—. El dragón los miró penetrantemente—. Kiriya, creo que Mamá Oso se despertó. —Yamagata asintió lentamente—. Bueno…

El dragón K se extendió frente a ellos; media diecisiete metros de alto. El resto de su cuerpo aún estaba en el suelo. Se acercó soltando bocanadas de aire, casi tosiendo por medio de gruñidos y respirando profundamente. Su enorme masa se movía como la de una salamandra, cogiendo agilidades de lagartija. Sus patas eran largas y gruesas; sus garras se aferraban a la tierra, eran filudas y peligrosas.

Soltó un intenso bufido cargado de desdén cerca de ellos. El aire golpeó sus semblantes. Esto los obligó a cubrirse y presionar fuertemente sus pies y piernas en la superficie.

Semi abrió su boca, mostrando sus filudos dientes.

— Permito que ingresen y se comportan así.

«¿Nos dejó ingresar? ¿Entonces no fue casualidad?», se preguntó Zhì Yuè.

Dashiell recobró la conciencia. Su cuerpo había aterrizado cerca del nido del dragón K. Cuando elevó su vista, vio el inmenso corredor que descendía hacia otro punto. Observó que Lucius trataba de ingresar en él. Su cien se bañó en sangre, pasó su dedo, sonriente. Apareció detrás de Lucius, le embarró la mejilla de carmesí y dijo «Carreritas». Desapareció y volvió a aparecer al interior del pasaje. Lucius fue tras él, rabioso.

— Entiendo, entiendo, debe estar muy enfadada…, señora —repuso Zhì Yuè.

Viridia mordió a Zhì Yuè. No le gustó que llamara "señora" al dragón cuando este era macho; solo lo enfadaría aún más.

— ¿Qué tal si yo me los como a ustedes? —cuestionó. Sus largos bigotes se agitaron, y la saliva enjuagó sus dientes—. Malagradecidos.

— ¿Por qué nos permitiste ingresar? —preguntó Zhì Yuè.

La gran bestia nadó en el cielo, rosando su cuerpo entre las estalactitas. Murmuró:

— Desinterés… y…

— ¿Y?

— El anciano aún no aparece —articuló, desganado. Observó de soslayo la dirección por la que Lucius y Dashiell se habían ido. Soltó una bocanada de aire, emitiendo una sensación de cansancio y amargura. Giró en los aires—. No tengo por qué responder tus preguntas. ¿Tú para qué vienes? ¿Cuál es tu propósito? No quieres dinero. Hay bondad y tristeza en ti ¿Entonces? Responde, ¿quién eres?

Yamagata se acercó a Zhì Yuè, cauteloso ante las atenciones del reptil.

— Zhì Yuè —respondió el pelirrojo.

— Si tú lo dices…

— ¿Cómo que si yo lo digo? Ese es mi nombre.

— Nunca fue tu nombre… ¿Qué te diferencia del resto?, ¿cómo resaltas entra la hierba? Dime tu nombre.

— Ese es mi nombre, mi nombre real.

El animal soltó un tedioso suspiro. Pareció mover su cabeza en decepción.

— Afirmas ser quien no eres ni serás. Quien no se conoce, el mundo lo devora, lo hace añicos hasta desaparecer. —Observó de soslayo a Zhì Yuè. Su fría mirada se convirtió en una desalentada—. Las sombras cubrirán el horizonte cuando el corazón dance bajo las chispas de júbilo, algo que aprenderás a querer perderás; velos utilizaras. Esa es la verdad. Tu destino sigue igual. Pero todo caudal arriba al océano. El propósito es grande; el trajín, doloroso. La pena que sientes se habrá ido a un costo mayor, Temporal Zhì Yuè. Traté de rescatarte, el que te crio, espero intente perdonar mi error.

Zhì Yuè no entendió nada de lo que dijo ¿Se estaba burlando de él? Su nombre real era Zhì Yuè; su padre lo nombró así. Había sido un bebe abandonado en las montañas antes de él, ¿no? Entonces, ¿cómo podría tener otro? Nunca le dieron uno.

— ¿Conoces a quién me crio?

— ¿Sabes por qué te dejé ingresar, Temporal Zhì Yuè?

— ¿Por qué me llamas "Temporal"? Siempre seré Zhì Yuè.

— Una etapa de tu vida, Temporal. No más.

— Tú…

— ¿Cómo lo encontraste? —preguntó, astuto. Zhì Yuè supo a quien se refería—. Quieres respuestas, ¿no? Yo te las daré siempre y cuando respondas.

El dragón voló alrededor de él, envolviéndolo; primero, lento, generando una fuerte corriente de aire; luego, aumentó su velocidad. Zhì Yuè se vio obligado a cubrirse la vista por el polvo y agua. Cuando abrió los ojos, estaba en un espacio oscuro y vacío.

— ¡Yamagata! —gritó, pero solo escuchó un eco— ¡Viridia! ¡Viridia! ¡Kiri-tan!

Dio unos pasos. Se volvió rápidamente por todos lados, intentado ver algo, pero no había nada más que una densa penumbra. De pronto, en el inmenso vacío, se abrió un gran agujero por el que la bestia ingresó. Su piel ya no era opaca y desgastada. Sus escamas brillaban como la tanzanita, y su abdomen resplandecía como el ónix blanco.

— Ahora estamos solos —pronunció, suspicaz— ¿Cómo se conocieron?

— Nos conocimos en…

— Mentira ¿Cómo lo conociste?

— Yo…

— Mentira. ¿Cómo lo conociste? —Zhì Yuè abrió la boca—. Mentira ¡Lo sentiste! Fue mientras dormías. Lo viste encerrado en un lugar. Y esas hojas que llevas, las que son tu carga, una de ellas casualmente quedaba cerca. Fuiste, buscando a otra persona y pensando que era una simple sensación, hasta que volviste a sentirlo golpeando tu pecho y abriendo tu mente ¡Sentiste algo más! ¿Qué fue? Lo sabes, dilo.

— ¿Cómo sabes todo eso?

— Uno puede, o no, ver lo que quiera ver, observar lo que quiera observar, si no lleva una venda en los ojos. Los humanos son tontos, un desperdicio, algo por lo que una batalla no vale la pena.

Zhì Yuè rescató lo último que dijo. Repuso:

— Tú no desertaste. Conozco la historia, la verdadera historia ¿Los traicionaste? ¿Cómo sigues con vida?

— Seguro, te la habrán contado. Eso no importa. Quiero verte, acércate más. —El dragón lo rodeó, examinándolo a precisión—. Esperaba que fuera mentira, únicamente dominas el hielo. Y el de allá ni siquiera puede controlar sus habilidades. Conociendo la raíz, lo ayudarás. Adelanta las fechas, tienes que ayudarlo de una vez. El ahora es tarde, el mañana demasiado tarde. No lo dejes ir.

— Eres un Dragon C. Los que me criaron, a los que llaman "napatun…"

— Hablas de los Kelpie ¿Qué con ellos? No me preguntarás por qué desaparecieron, ¿no? JAJAJAJAJAJAJAJA ¿Creerás que yo los maté? JAJAJAJAJAJA. Como puedes notarlo, tengo magia de hielo ¿No te contó el retrasado de Glacies el origen y la historia de sus habilidades?

— Decía que era complicado para que un niño lo entendiera.

— Mentira. JAJAJAJA. Glacies no te lo dijo porque el otro no quiso. ¿Te detestaba? No te lo tomes personal, él era así. Ajeno a todos, amoroso con uno. JAJAJAJA —La mirada de Zhì Yuè se tensó—. ¿Puedes tranquilizarte? Yo no les hice nada. Ay, jajaja, pero ¿por qué me creerías? No puedes, los estarías traicionando. Sabrías en dónde están si pudieras recordar toda tu infancia ¿Por qué olvidaste? Ahora lo quieres de vuelta.

— Yo no olvidé por qué quise.

— Claro que sí. Si quisieses recordar, ya lo habrías hecho.

La desenvoltura del Dragón C era tan audaz que empujó a Zhì Yuè por una barranca de dudas ¿Por qué afirmaba con veracidad algo que era falso? ¿Qué es lo que sabía?, ¿o estaba intentado engañarlo?

— ¿Qué les pasó? ¿Qué sucedió con ellos?

— ¿Con quienes?

— Con mis padres.

— Nunca fueron tus padres, así como los de ahora no son tu familia.

— Son y siempre serán mis padres. Pero, si quieres que los nombre como maestros, entonces lo haré ¿Qué sucedió con mi familia? Esa familia ¿Qué pasó con mis maestros? ¿Dónde están?

— Temporal Zhì Yuè, no responderé lo que ya sabes. Deberías olvidar ese tema, el pasado guarda problemas, ocasiona tormentos y tempestades. Observa con claridad el futuro a desvelar. Nada es casualidad. Lo que te trajo aquí, lo que te llevó a él. Cuando el arma plateada, llegue a la edad, el alba brillará de verdad, y la oscuridad caerá. El tiempo ha despertado. Responde, ¿qué harás?

— No entiendo lo que dices. ¿Qué haré con qué?, ¿contigo?

— Conmigo. Contigo. Ahora somos uno. —Zhì Yuè no lo entendía— ¿Quién crees que soy?

— ¿Me preguntas por qué no lo sabes? —preguntó Zhì Yuè, irónico. Se estaba cansando de las adivinanzas—. Eres un Dragón C que fingía ser un Dragón K escondido en una cueva subterráneo abismo X; al parecer, cercano a Glacies, porque comparten un vínculo de magia, lo que no me importa "cero". Con una explicación, entendería de la "A" a la "Z", de ida y de vuelta.

El dragón nadó por el aire, envolviéndose como serpiente.

— Los Dragones C y los Kelpie, es verdad que ambos somos poderosos, idénticos, menos en el aspecto. Temporal Zhì Yuè, aún no has respondido, ¿qué te impulsó a ir por él?

— Tristeza, soledad y resentimiento —respondió sin filtros. Inmediatamente, interrogó, directo—: ¿Cómo conoces a mis pa… a mis maestros?

— Si ellos no quisieron contártelo, no veo porque yo sí. Para ti, es suficiente saber que el poder que yo tengo es el mismo que Glacies te heredó. A ese joven también lo crio un Kelpie. Eso los convierte en Cazadores de Kelpies y Dragones C. Tienen el don de asesinar dioses. Temporal Zhì Yuè, recuerda, el tiempo ha despertado porque el arma plateada a…

— Ya hablaste suficiente. Por cómo te expresas, no odias a los kelpies y deduzco que eres amigo de Glacies. Cuéntame tu historia ¿Traicionaste a los de tu especie y luchaste al lado de ellos?

— Mencioné que luchar por los humanos sería estúpido, lo mismo por los dioses o cualquier otra cosa. Los dragones, los de corazón helado como el mio, sobre todo, fuimos guardianes arrogantes de los dioses; los kelpies fueron guardianes sirvientes. Amaban tanto a las deidades que realizan hasta los más minuciosos trabajos por ellos. ¿Escarchar la noche?, pan comido. ¿Soltar brisa?, no hay problema. ¿Responder las peticiones de los humanos?, ¡claro! ¿Limpiar sus altares en la tierra?, ¡por supuesto! ¿Tender su cama?, ¡¿por qué no?! Esos eran los kelpies. Nunca empatice con ellos, eran unos arrastrados sin dignidad. En cuanto a mi raza, unos orgullosos irracionables ambiciosos de poder. Yo solo quería dormir.

— Entonces ¿por qué tu energía es débil? Ese cuerpo con el que te presentaste no es más que uno ya muerto. Tu espíritu está desgastado, puedo sentirlo ¿No te lastimaste en batalla?

— Jamás lucharía por algo que no puedo proteger, Temporal Zhì Yuè. Aquel día bajé a la tierra por vino, bebí y bebí como un humano y luego retorné. Al llegar, recibí tal golpe que me arrojó a la tierra. El aterrizaje me lastimó hasta enviarme aquí. El tiempo para nosotros es distinto al tuyo. Cuando desperté, ya había pasado bastante... No hablaré más. Hay cosas que no necesitas saber. Ya te dije lo vital, así que me despido.

— ¡Espera! ¡¿Qué hay de mis padres?! ¡Dónde están! ¿Quién crio a Yamagata? ¡Responde! ¿Cómo te llamas?

— Jajajajajaja —rio el dragón, desapareciendo—. Aléjate del vino, Temporal Zhì Yuè…

Zhì Yuè regresó a la realidad de golpe, sintió como si toda la penumbra fuera absorbida por sus ojos y oídos. Yamagata estaba al frente de él, llamándolo por su nombre y agitándolo.

— ¿Qué pasó? —preguntó rápido, mirando alrededor. El dragón ya no estaba— ¿Adónde se fue? ¿Estás bien?

Yamagata se tranquilizó, había estado gestualizado, por una brevedad de segundos, una expresión preocupada. Asegurándose de que Zhì Yuè estaba bien, soltó el aire que se había acumulado en su pecho y, monótono, articuló:

— El dragón. No sé que hizo. Me congeló. No podía moverme. Hace unos segundos, se deshizo. Se convirtió en el brazalete de tu muñeca. Te quedaste parado y no te movías.

Zhì Yuè se miró la mano. Un brazalete de plata con forma de dragón lo envolvía. Se tocó esa zona e intentó sacárselo, pero no pudo.

— ¿Y Viridia?

— En tu cuerpo. Se desmayó y se convirtió en pasto.

«Su energía se acabó…», pensó Zhì Yuè, tranquilizándose.

— Está recargando —le dijo a Yamagata, para que no se preocupara. Su mirada aún estaba perdida, bajo la vista, pero abrió los ojos de golpe. Expresó, preocupado—: ¿Qué te pasó en el cuello?

Yamagata negó con la cabeza. Retiró suavemente las manos de Zhì Yuè.

— No es nada… —respondió, tranquilo. Aquellas marcas las había realizado su atacante en el pueblo de Starlim; los hematomas habían terminado de formarse—. ¿Qué sucedió? ¿Qué te dijo?

— Él… —murmuró Zhì Yuè, tocándose la cabeza y mirando los moretones de Yamagata—. Kiriya, nosotros tenemos que hablar de….

— ¡Corran! —gritó Dashiell— ¡Corran! ¡Corran! ¡Corran! ¡Muévanse!

Dashiell cargaba dos pulseras en una de sus manos. No parecían ser especiales; tenían un aspecto común. Cada una estaba conformada por ocho piedras circulares y blancas. En su otra muñeca, sujetaba la espada Àn Bēi, la cual lazó a una esquina como si nada valiera.

Cuando Dashiell y Lucius llegaron a la planta baja del pasaje, pelearon por el premio; es decir, las Pulseras Divinas.

Lucius noqueó a Dashiell. Después, apareció Hynt ante ellos. El joven se entretuvo en un exhaustivo debate con el espíritu del hechicero. Cuando Dashiell despertó, se aprovechó de la distracción, arrojó a Lucius al suelo aplicando una llave, le quitó las pulseras, tomó la espada y salió corriendo.

— ¡Detenlo! —gritó Lucius, apareciendo detrás de ellos.

— Èr gēgē, escúchame, no seas tonto. Toma. Quédate con las pulseras. Pero agárralas ¿Uhm? ¿No las quieres? Piénsalo, Gēgē, ¿por qué él quiere las pulseras? ¿Qué es lo que planea pedir? Escuché que hablaba cosas bien raras con…

— ¡Cállate! —gritó Lucius, sumamente enfadado.

— No te digo, Èr gēgē. Esa persona no tiene buenas intenciones, oculta algo… ¿Èr gēgē?, ¿estás bien? Te ves… ¿Y el dragón?

Lucius se acercó. Correteó a Dashiell. Cuando lo atrapó, sujetó con fuerza las pulseras. Y ambos se las jalonearon entre sí.

Zhì Yuè sintió un terrible malestar en la cabeza. Lo que sea que le hubiera hecho el dragón, había dejado secuelas.

— Kiriya… —murmuró. Yamagata lo sujetó del brazo para ayudarlo a equilibrarse—. Creo que voy a…

Dashiell y Lucius, de tanto forcejeo y disputa, rompieron las Pulseras Divinas. Las piedras, blancas como el jade, salieron disparadas al aire. Como si el tiempo corriera lentamente, y bajo la luz de las piedras translucidas azules que adornaban el lugar, los jóvenes alzaron las miradas, algunos preocupados y sorprendidos, y uno adolorido, gestualizando expresiones netamente estúpidas.

Sin previo aviso, las esféricas piedras soltaron una luminosidad que casi los deja ciegos. Un inmenso temblor agitó el lugar. Se escuchó una angustiante ruptura y el ingreso de agua recorriendo invasivamente los pasillos del subterráneo.

Las esferas blancas se juntaron en el aire, como si fuesen imanes respondiendo a un llamado significativo. Formaron una gran aureola que desbordaba energía blanca de aura dorada. Giraron a gran velocidad. Lucius se preocupó, en serio necesitaba esas pulseras, eran algo importante. Inesperadamente, las piedras salieron disparadas emitiendo un estallido, y se introdujeron en el cuerpo de cada uno de los jóvenes.

Aquel movimiento, evidentemente impredecible, produjo una sensación de dolor incomparable. No fue como ser atravesado con una espada, sino como recibir una bola de cañón, y que esta explotase en el interior del cuerpo sin producir daños.

Dentro de cada uno, las esferas no dejaban de agitarse. Se movieron entre sus entrañas, sus órganos, golpearon su pecho y estómago.

Todos cayeron al suelo. Intentaron tolerar la tortura sin emitir ruido alguno. Sintieron nauseas, pensaron que escupirían sangre con una extraña combinación de restos de sus viseras. La temperatura de sus cuerpos se elevó. Sus frentes se pusieron rojas y el sudor acompañó su agonía.

En eso, el sonido del agua dejó de ser una melodía bestial, se abrió pasó en el lugar, generando temblores suaves y ocasionando que todo se desmoronara. Justo en ese momento, llegó Cogno, quien fue embestido y arrastrado por el agua, junto al resto de los jóvenes.