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Chapter 9 - Capítulo 7: ¿Abismo?, parte 1

"SUERTE", vaya broma.

Luego de afirmaciones tan descaradas, y de caer por un vacío que no parecía tener fin, Viridia no se atrevió a realizar broma alguna durante el descenso. Una parte se debía a la vergüenza por quedar como una criatura de mala suerte; la otra, a que se moría de miedo. Desde que se deslizó hacia la nada, no interrumpió su grito. Emitió un chirrido extenso y frenético; desagradable para los oídos. Los jóvenes se vieron obligados a cubrir sus orejas en vez de enfocarse en la situación.

Viridia desprendía una tenue luz verde. Con esa pequeñez, alumbró débilmente el lugar.

En el aire, nadó en dirección a Zhì Yuè y se aferró a su cara. Sus patas temblaban. La fuerza del aire era increíble, se asió a él mordiéndole el rostro para no salir disparado a otro lado. Sus antenas se agitaron sin perdón. Pensó que dichas extremidades se desprenderían de su cuerpo. Del miedo, se apagó; la luz se desvaneció.

Cuatro segundos antes de posarse sobre la tierra, Yamagata se preparó para aterrizar. Atrapó a Zhì Yuè y a Viridia. Y sus botas tocaron silenciosamente una superficie rocosa.

Zhì Yuè palmeó dos veces su pecho para que lo bajara.

— Gracias, gracias, pero ¿no te mencioné que me arrojaron desde la campana de una iglesia? Eso ocurrió dieciséis veces. Sé cómo aterrizar por mi cuenta. Guarda las energías.

— Pensé que habría alguna trampa —argumentó Kiriya, estoico.

— ¿Una trampa?, ¿cómo agujas o lanzas clavadas en el suelo?

Kiriya asintió. Pero todo estaba oscuro, Zhì Yuè no vio su respuesta. Se quedaron en silencio tres segundos.

Zhì Yuè volvió a palmearle el pecho dos veces.

— Ya, bájame —repitió moderadamente.

— ¿Y si hay trampas y aterrizamos con suerte?

Zhì Yuè guardó silencio. Yamagata podría, o no, tener razón.

Era bueno que el joven fuera mucho más precavido que él. Sin embargo, sea cual sea la realidad, no podían pasar horas en el mismo punto. Tenían que resolver un caso, además de averiguar cómo salir de allí. La entrada se había cerrado.

— ¿Viridia? —llamó Zhì Yuè.

— ¿Dígame…? —preguntó. Se escuchó temeroso.

El pequeño insecto aún no se recuperaba del asombro.

— ¿Puedes alumbrar?

— Sí, sí… —respondió, perturbado. Luego, regresó a sus sentidos. Agitó su cabeza y aseveró—: Sí, sí, ahora mismo. —Se despegó del rostro de Zhì Yuè y saltó a la superficie. Se desplazó entre una gran cantidad de piedras y por lo que parecían ser ramas blancas, largas y gruesas. Se inmiscuyó y se abrió paso. Respiró profundamente y se concentró tanto que su rostro se puso del color de la palta, hinchándose. Inmediatamente, se escuchó un ¡puf! y su cuerpo resplandeció como si fuese una lampara de mano—. ¿Qué les parece? —preguntó, volviéndose hacia ellos— Creo que… ¡AHHHHHHHH! ¡No se muevan!

Los gritos que Viridia soltaba eran atroces. Contenían un agudo y sádico sonido. Cualquiera que lo oyera terminaba en el pánico junto a él. En la opinión de Zhì Yuè, su pequeño amigo no era más que un lastimoso exagerado. La mayoría de las veces solo gritaba porque sí, no porque la situación fuese verdaderamente alarmante. Lo peor radicaba en la proporción y ambigüedad de sus rasgos, los cuales no permitían identificar sus emociones verdaderas, sumado a que se distorsionaban como la de un alma en pena… De por sí, ya era extraño y estremecedor escuchar a la mantis hablar, oírlo gritar era inquietante. Su alarido despedía al más tenaz de sus facultades.

Yamagata conocía muy poco a Viridia; de hecho, solo minutos; lo vio el día que Zhì Yuè lo rescató. No es que cruzaran palabra. Fue más un: «¿Cómo es que el insecto habla?», y luego: «¿Qué hacen estos dos en este lugar?». Bueno, no lo pensó, sino lo sintió. Estaba impactado viendo a Zhì Yuè salir de la pared.

Zhì Yuè estaba tanteando el lugar con los ojos, él era el más calmo escuchando los gritos de Viridia, mientras que Kiriya quedó inmóvil, con las extremidades rígidas.

Zhì Yuè se sobresaltó. Su rostro se bañó en palidez. Se volvió lentamente de regreso a Kiriya.

Una corriente de aire lo estremeció.

«¿Se asustó…? ¿Era necesario presionar mi glúteo? Debe estar muy conmocionado», reflexionó Zhì Yuè.

— ¿Por qué gritas así? —le preguntó a Viridia— ¿Ahora qué?

— Yamagata está… Es decir, ustedes están… Quiero decir, ¡el amigo de Yamagata está en una terrible amenaza!

— ¿Amigo? —interrogó Kiriya.

— ¿Amenaza? —preguntó Zhì Yuè.

Ambos jóvenes se miraron. No entendieron nada.

— ¡No te muevas, Kiriya! —gritó de pronto Zhì Yuè, entendiéndolo todo. Su imaginación corría rápido—. ¡Te refieres a ese amigo!, ¿verdad? ¡El Gran Hermano!

— ¡Sí, sí, eso mismo! —afirmó Viridia—. Yamagata, no te asustes, pero… debajo de tus túnicas hay un largo y fino pico de piedra. Es muy filudo. Un movimiento y dile adiós a tu hombría.

— No lo asustes —sonrió Zhì Yuè, débilmente—. No te preocupes, yo me encargo —aseguró. Y formó un cubo de hielo en la punta del pico; ahora, era un área lisa y helada, no peligrosa—. Ya puedes respirar, tranquilo. Mira, justo allí, a tu lado, el suelo es solo roca. Déjame allí.

Como señaló, en ese lugar, la superficie era estable. Existía el rastro de que una fracción de la formación mineral había sido partida desde el área más baja, como si un gran cuerpo hubiera colisionado contra ella, dejando estragos no tan lejos.

Zhì Yuè estiró sus extremidades. Por la impresión de la caía, su calor corporal desapareció, la ropa mojada se friccionó y pegó a su cuerpo, la sensación fría y las telas pesadas lo turbaron.

Corría una brisa helada. No tuvo problemas con eso, podía tolerar el frío; pero era estremecedor andar así.

Se volvió casualmente hacia Kiriya. Este lo observaba estoico.

«Él también debe sentirse incómodo…», pensó.

Zhì Yuè le sonrió. Se palmeó los hombros, brazos y piernas para obligar a su sangre a fluir más rápido.

Aunque lo aparentaba profesionalmente, se sentía raro. Ya estaba muy grande como para que lo cargaran. Pero la situación lo ameritó, ¿no? Despues de todo, realmente había muchas estalagmitas en toda la zona. Cada una de ellas de distintos tamaños y en posiciones amenazantes. Un mal descenso los habría hecho escupir sangre y adquirir perforaciones y fracturas. Para nada hubieran muerto a la primera, sino sufriendo.

— Bien hecho. Muchas gracias. Sin duda nos salvaste —felicitó Zhì Yuè. Le tocó el hombro y luego caminó por el lugar.

Viridia también agradeció, aunque en un tono sarcástico y arrogante, y avanzó hasta adelante de Zhì Yuè, siendo su lampara personal.

El panorama era duro de observar. Había pilas de cuerpos amontonándose en algunas estalagmitas de dos metros; en algunos, las personas parecían ser anticuchos de carne. La marea de cadáveres no terminaba. Muchos de los cuerpos estaban descompuestos, la gran mayoría solo eran huesos. El occiso más fresco parecía ser de hace un mes. Como el olor era putrefacto, no pasó mucho para que se cubrieran la nariz y boca con sus desgastadas mangas.

Zhì Yuè se acercó al que creyó que sería el más antiguo. Lo analizó. Después, se aproximó al más fresco.

— Parece que los primeros en entrar no pasaron el primer nivel del juego —dijo Viridia—, jajajaja. ¿Nos vamos?

— ¿Qué opinas? —le preguntó Zhì Yuè a Yamagata.

— ¡Creo que mi opinión es más importante! —repuso Viridia. Tosió con fuerza, mirando los cuerpos, y preguntó—: ¿No sería mejor buscar la salida?

— Los han profanado —articuló Yamagata, refiriéndose a los cadáveres.

— Eso es malo. ¿Ya nos vamos? —expresó Viridia.

— Sí, eso es correcto —asintió Zhì Yuè—. Parece que se han alimentado de ellos. ¿Tal vez algunos insectos?

— Sobrevivientes —corrigió Yamagata, distante.

Viridia se puso pálido. Sus ojos se agrandaron del tamaño de los frijoles y luego estallaron. Sin mucha demora, los volvió a formar. Sus pequeñas patas se aferraron a su cabeza con desesperación.

— Si lo piensan, esos sobrevivientes deben tener hambre —balbuceó—. Y nosotros nos vemos apetitosos, demasiado jugosos. Somos carne fresca. Y seremos comida servida si no nos vamos.

— Quizás. Pero fíjate en los detalles. Como la vestimenta y los artículos que traen. La mayoría parece de un nivel socioeconómico inferior. Ciudadanos normales de zonas rurales. Además, sus prensas y las armas, en su mayoría de campo. Venían preparados para algo, así que no pudieron ser engañados, atacados o caer de casualidad.

— Las Pulseras Divinas —repuso Yamagata.

«No veo una figura importante entre ellos que justifique el cambió del nivel de trabajo…», caviló Zhì Yuè. «¿Será que simplemente se modificó por la cantidad de desaparecidos?»

Viridia saltó al rostro de Yamagata y gritó:

— ¡Los dos están locos! ¡Quieren morir! ¡Están buscando la muerte! ¡Deberíamos estar buscando la salida! No planean quedarse aquí, ¿no…? ¿Zhì Yuè? —El joven no respondió. Posó sus ojos en otra dirección. Viridia se alteró. Agitó la máscara de Yamagata—. ¡Tienes que convencerlo de irnos! Vamos a morir si nos quedamos.

— No grites… o te piso —advirtió Yamagata, neutro. Sujetó a Viridia de su lomo para apartarlo, pero el pequeño se aferró—. Hay gente en este lugar. Debemos pasar desapercibidos.

— Kiriya tiene razón —aseveró Zhì Yuè, meditativo—. Guarda silencio. Además, si nos comen, tú podrás escapar. Eres pequeño y escurridizo.

— ¡Esto es injusto…! —murmuró Viridia, lastimoso y enojado.

— Injusto es que los fallecidos no hayan tenido un entierro. Sus almas deben estar… —Zhì Yuè se interrumpió. Guardó silencio. Su expresión era melancólica. Segundos después, repuso seriamente—: Kiriya, ayúdame. Haremos una fosa. Vamos a enterarlos. Y tú, Viridia, si quieres salir rápido, entonces averigua cómo ingresamos. Quizás lo que dijiste o por las piedras que aventamos, algo debió abrir la entrada. No estoy seguro.

— ¡Cuidado que dibujes una serpiente y le incorpores las patas, niño! —señaló Viridia, preocupado.

Zhì Yuè no estaba mínimamente enfadado. No era de las personas que reservaran rencores. Sus sentimientos eran peculiares, así como no entendía el amor tampoco entendía el odio.

Despues de dos shichen[1], Zhì Yuè y Yamagata terminaron de trabajar. Sus ropas ya estaban secas. La mugre bañaba sus rostros, manos, cuellos…, ¡todo su cuerpo! No intercambiaron muchas palabras durante el quehacer; solo algunas ordenes, entre ellas: "Pon eso aquí" o "cava acá". Afortunadamente, Zhì Yuè llevaba dos palas en su garlin, y otros artículos que le sirvieron para llevar a cabo este acto de piedad. Sujetando el ultimo cadáver, lo posicionaron en el último espacio semi hueco. Echando la tierra de vuelta, una hora ya había transcurrido. Zhì Yuè se dejó caer al suelo. Estaba realmente cansado; sus brazos le pesaban.

Soltó un fuerte suspiró. Llenó sus pulmones de aire una vez más e infló sus cachetes. Seguidamente, liberó el aire lentamente. Estaba pensativo, tal vez inquieto. Pero no podía hacer nada. Fijó su mirada por donde habían ingresado. No se veía más que una espesa oscuridad.

— Kiriya… —murmuró rato después. Zhì Yuè no lo estaba llamando. En realidad, solo estaba escrutando el nombre con honoríficos culturales. Y, así como se enciende el fuego, pronto soltó todas sus ocurrencias—: Kiriya-chan… Eso es correcto. También tenemos… Kiriya-kun, Kiri-chan, Kiri-kun, Kiri-tan, o Kiri, o Kiri-Kiri, Riya-Riya y Riya-tan. Me pregunto ¿cómo habría sido decirte "Kiri-Kiri, asobo!"? Jajaja, con otro tipo de niñez, creo que ambos habríamos sido buenos amigos, ¿no crees? ¿Mmn? Riya-tan, nani shiteru no?

Yamagata también estaba agotado. Se había desplomado al lado de Zhì Yuè. Permaneció en silencio todo el rato.

Con una mirada sorprendida y sin demora, se volvió estupefacto hacia él.

— Repite eso.

— ¿"Riya-tan, nani shiteru no"?

— Siento que lo he escuchado antes, pero con el "Kiriya-chan" —Sus ojos brillaron. Recitó—: "Oyasumi nasi, Kiriya-chan". Esto también sonó en mi cabeza.

La mirada de Zhì Yuè resplandeció. Olvidó sus dolores musculares.

— ¡Ya estás recordando cosas! —se alegró. Giró sobre la tierra, quedando con el pecho en el suelo. Apoyó los codos y los antebrazos para elevarse. Levantó las cejas y expresó emocionado—: ¡Esto es bueno! Sigue intentando, sé que lo lograras. En menos de lo esperado, sabrás quién eres.

Luego de eso, se quedaron en silencio. Yamagata no supo cómo continuar la charla. Zhì Yuè movió los pies en el aire. Se dejó caer una vez más cuando previno que un calambre le cobraría sus payasadas.

— ¿Cómo te… dicen a ti? —preguntó Yamagata.

Zhì Yuè se sorprendió un poco. No anticipó preguntas privadas. Naturalmente, imaginó que el otro no estaría interesado. Relacionaba su carácter con el de Cassius; y este nunca hablaba, así que tampoco esperaba mucha platica por parte de su amigo. Aún si lo hiciera, no creyó que le importaría. En cualquier caso, Yamagata se iría luego de terminar con el trabajo.

— Mis familiares no utilizan los honoríficos… —respondió Zhì Yuè. Francamente, la explicación era larga. Empuñó algo de tierra en sus manos. Sintiéndose impropio, exclamó—: ¡Tengo una hermana! Se llama Luna. Recientemente, me llamaba A-Yuè. Algunas veces, me dice Èr gē o Èr gēgē. Ella no lo sabe, aquí entre nos, lo propio sería que solo me llame Èr gē. No tengo corazón para corregirla. Mi abuela le llamó la atención una vez que la escuchó. Tengo otro primo, llamado Nocflo, me dice A-Yuè para molestarle. —Contrajo sus labios. Se mordió la carne interior. Ahora que reflexionaba, de verdad añoraba su casa. Había evitado pensar en su familia porque sabía que la consciencia le jugaría una mala pasada—. Extraño a mi hermana… Dejaría que me golpearan con tal de escucharla llamarme como le plazca. Extraño su "Èr gēgē". No la he visto en mucho tiempo.

«Eso debe ser poco para él…», reflexionó Zhì Yuè.

— Quizás no tanto, ¿no? ¡Tres meses! Creo que estoy exagerando.

Zhì Yuè se recostó de costado, mirándolo. Su hombro derecho le dolía. Había empleado mucha fuerza con la pala. Nunca había laborado de esa forma. La posición de su cabeza también se sentía incomoda. Creció con las comodidades de la seda y las almohadas de plumas de ganso envolviéndolo por donde sea que estuviera, el calor de una chimenea y el confort de una nube.

— Si sientes que fue bastante, entonces no exageras. Ser dramático sería hablar más de lo que originalmente sientes.

Por la lejanía de Viridia, la luz llegaba tenue a sus rostros. La oscuridad cubría hasta la altura de los labios del pelirrojo y la mitad de la máscara de Yamagata. Dejando de lado la claridad, fue suficiente saber que el sonido provino de él, para que Zhì Yuè se transformarse en un lago estremecido por la lluvia; no podría ser su imaginación dueña de la atención.

Se sorprendió tanto que dejó de pensar. No parpadeó, y sus pupilas se contrajeron. De pronto, empezó a reír a carcajadas. Se revolcó por el suelo como un gato. Tocándose su barriga. Sus carcajadas se hicieron largas. Recordó que no podían hacer ruido. Cubrió sus labios y terminó gimoteando.

Yamagata se incorporó. Su rostro era estoico. Algunas veces, realmente no lo entendía.

— ¿Qué cosa? —preguntó.

Zhì Yuè aún se retorcía de la risa. No podía creer que las palabras que necesitaba escuchar, o las que su corazón esperaba, fueran cálidas y compresivas ante sus problemas, salieran de él. ¿No tendría que ser al revés? Era lo lógico, ¿no? El que tenía un pasado mucho más triste era Yamagata. Quien tenía que ser escuchado y consolado era Yamagata. Quien necesitaba apoyo era Yamagata.

Incorporó la mitad de su cuerpo. Sonriéndole de oreja a oreja, Zhì Yuè articuló alegre:

— Lo sabía.

Yamagata se mantuvo en silencio; segundos despues, preguntó, ambiguo:

— ¿Qué sabías?

— Que eres mucho más inteligente que yo, Kiriya-chan. Continua así, serás muy feliz en el futuro.

Viridia los miró boquiabierto, exageradamente sorprendido. No sabía si tragarse su existencia o seguir allí, como la lampara que era. ¡Porque lo habían reducido a eso! ¡Solo era la lampara! Desalmado descaro el de los muchachos. Los jóvenes no respetaban a sus mayores. La juventud sí que estaba perdida. Previamente, Zhì Yuè le había entregado el afiche de trabajo para que lo examinara. Y se esforzó con ahínco en entender cómo es que ingresaron. Con todo el tiempo transcurrido, había formulado sus conclusiones, unas más lógicas que otras. Se aferró fielmente a pocas de ellas.

— Ellos divirtiéndose y yo trabajando —farfulló Viridia. Sus patas arrugaron el demacrado papel—. «"Jojojojojo, lo sabía"». «"¿Qué sabías?"». «"¡Qué eres más inteligente que yo, jojojojojo!"». «"Serás muy feliz, JOJOJO"». Comen delante de los pobres. ¡Kiri-Kiri y A-Yuè!, o Kiriya-chan y Zhì Èr gēgē —pronunció sarcástico y airado—, si ya terminaron de convivir, entonces quizás puedan escuchar mis especulaciones.

— ¿Acaso me rodó los ojos? —le preguntó Zhì Yuè a Yamagata.

— Hasta ahora no entiendo dónde está su mirada.

— ¿Van a venir o no? —repuso Viridia. Ambos obedecieron—. ¡Aquí están mis ojos, joven Yamagata! Otra cosa, no puedo tolerar como te diriges a Zhì Yuè, desde ahora, llámalo Èr Láng. Conserva tu dignidad. Me lo agradecerás en el futuro.

— ¿Èr Láng?

— No le hagas caso. Ignóralo.

— ¿Qué me ignore? "Kiriya-chan". ¿No te daba vergüenza que otros te llamaran A-Yuè o Èr gēgē? Mírate, tragando la semilla y masticando el durazno. ¿No mencionaste que los honoríficos eran muy…?

— ¿No tenías algo que decirnos? —interrumpió Zhì Yuè, sonriente—. El tiempo corre.

Viridia chasqueó su lengua y rodó los ojos de nuevo.

— No harás todo el zàng lǐ [2], ¿verdad? Jajaja ¡Hello! ¿El tiempo apremia? —dijo humorístico, riéndose alarmantemente. Estaba siendo mucho más que irónico. Se limpió una lagrima falsa con gracia, soltando un "ayyy". Zhì Yuè miró hacia otro lado. Viridia dio en el clavo. Soltó un notable suspiro quejoso—. ¡Eres una persona cuadrada! Ahhhhhh… Aunque así lo quisieras, no podrías hacerlo bien.

— Lo sé. Haré lo que pueda.

— ¡Sabes lo que opino!, ya no diré nada al respecto —chasqueó la lengua en decepción—. El croquis del afiche tiene un cifrado.

— ¿Eso es todo?

Zhì Yuè había llegado a la misma conclusión mientras cavaba, así que no se sorprendió.

— No menosprecies mis esfuerzos ¡Espera!, ¿lo sabías?

— Lo presentí. Por ello, te entregué la hoja.

— El cifrado es un poema; es largo; de runas Ukren —y señaló en el mapa, entre los árboles, el río y las rocas, como diminutas líneas, más grande que las astillas, construían símbolos—. Solo reconstruí la primera parte. "El sol se mueve de izquierda a derecha, la tierra se asienta y las torres se encuentran…"

— ¿Nada más? —interrogó Zhì Yuè. Esperó que Viridia descifrara más que eso. Enserio le tuvo fe.

— Es mala poesía —expresó Yamagata.

— ¡Tú qué sabrás, Chí Wā[3]! —chilló Viridia.

— ¿Has leído poemas? —preguntó Zhì Yuè.

— Los he escuchado.

«¿Escuchado? ¿Qué clase de secuestro tuvo?», se preguntó Zhì Yuè. Él y Viridia se miraron. Rápidamente, se sintió apenado. "Clase de secuestro", ni que existieran diferentes tipos. Secuestro es secuestro como el rojo es rojo. Sus parpados abajaron, culpables.

— Si no sabes más…

— ¿Sabes qué significa? —le preguntó Viridia.

— Creo que son pasos a seguir para ingresar —aclaró Zhì Yuè—; parte de todo lo que se tiene que hacer para abrir el abismo. Con "las torres se encuentran", quizás se refiera a desplazar dos cuerpos de lado a lado, donde se encuentren y alineen. Eso pasó cuando lanzamos las rocas. Yo la lancé al Norte y tú al sur. Si lo recuerdas, casualmente, ambas se fijaron en la misma recta. ¿Será cómo realizar un ritual?

— ¿Y con "el sol se mueve de izquierda a derecha" y "la tierra se asienta"?

— "La tierra se asienta", ¿no significa dejar los problemas? —planteó Yamagata.

— Calmar las aguas. Claro —asintió Zhì Yuè, más involucrado—. "El sol se mueve de izquierda a derecha" representa la agitación, los problemas, los pesares. Si venimos por algo oculto…, y lo relacionamos a algo espiritual…, ¡los secretos! Se refiere a eso. Ambos declaramos tener pendiente una charla. "La tierra se asienta", lo pusimos sobre la mesa y calmamos nuestros corazones, representa la paz. La paz ante los secretos… "Las torres se encuentran" también podría significar que dos corazones se entienden, entran en la misma línea. La paz ante los secretos del corazón. Pero no tendría lógica…

Evidentemente no tenía lógica. Si Zhì Yuè iba por esa dirección, entonces los que vinieron al lugar debieron hacerlo acompañados, con quienes tuvieran asuntos sin resolver. Solo así podrían ingresar. Pero la mayoría parecía gente solitaria. Y las familias con las que habló no mencionaron nada sobre otros parientes o amigos que los acompañasen. Eso y otros puntos no encajaban.

— ¡Este lugar tiene vida! —afirmó Zhì Yuè.

— No mames, Zhì Yuè. Es parte de la madre tierra, ¿cómo no podría tener vida? —amonestó Viridia.

— Este lugar —resaltó Zhì Yuè—. Solo este lugar tiene vida, pero por un espíritu. ¡Dos corazones se encuentran!, el corazón de quién viene y el corazón de quién controla el lugar. La persona que viene ofrece un secreto que lo perturba a cambio de ingresar… —Se detuvo, pensativo. Miró las estalagmitas—. Las trampas tienen una enseñanza cruel.

— Nos falta el resto del cifrado —repuso Yamagata—. No saquemos conclusiones.

— ¿Será un tipo de ritual? —volvió a preguntar Zhì Yuè.

— Lo más probable.

— ¿Y quién colocó el cifrado? —formuló Viridia—. ¿El alcalde habrá contratado a alguien?

— Imposible. La explicación es otra. —Viridia inclinó su cabeza hacia un lado, dudoso. Agitó su pata para que Zhì Yuè siguiera explicando—. El que custodia las pulseras está aquí. El alcalde sabía de esto... ¿Recuerdas que, antes de seleccionar el trabajo, meses atrás de eso, lo vimos, pero el croquis era la mitad de lo que es ahora? Al lado del mapa había unas palabras.

— ¡Lo recuerdo! Sí, sí. Creo que lo leí… ¡Era un hechizo para abrir puertas…! Whoa, Whoa, Whoa, ¡para el carruaje! ¿Me estás diciendo que el hechicero alteró los afiches? Pero… —Viridia pareció entenderlo. Respondió sus dudas—: ¡OK! ¡Replanteemos! El alcalde de Starlim pudo contratar a alguien para que redacte el hechizo de abrir puertas para los primeros afiches. Luego, puede que el hechizo dejara de surtir efecto. Acto seguido, el alcalde cambia los afiches y solo coloca el mapa, quizás esperanzado de que alguien inteligente y con un poder de alto nivel venga y lo resuelva. Y el que custodia las pulseras alteró el croquis y colocó las runas ukren.

— Como dijo Kiri-Kiri, no saquemos conclusiones —sonrió Zhì Yuè—. Pero puede y que tengas razón.

— Supongo que nunca lo sabremos —murmuró Viridia, girando hacia otro lado y sentándose en una piedra, pensativo. De pronto, fue más consciente de la situación—. ¡Ayyyy, noooo! No, no, no, no, no ¡Nooooooooooo! ¡Él sí nació de un cántico! ¡Pero ahora es un espíritu que controla todo! ¡Es el espíritu de un hechicero! ¡Y posiblemente él mismo sea Salamandra! A-Yuè, A-Yuè, A-Yuè, A-Yuè, A-Yuè…

Viridia se la pasó rogándole. Ya había caído en cuenta de lo que sucedería. No quería morir, no allí, no de esa forma.

Zhì Yuè administró eficazmente el tiempo. Él y Yamagata armaron un pequeño altar con piedras y ramas secas, artículos que encontraron buscando en la tierra y fisgoneando en los alrededores. No es que hubiera mucho. En realidad, gastaron más tiempo buscando que armando. El resultado habría sido digno de aplausos, pero irritable para los ojos. Para los insignificantes recursos, habían hecho un trabajo estupendo. Sin embargo, si un pariente de los fallecidos hubiera visto el pobre altar, se habría puesto a llorar desconsoladamente por la marginal despedida de las almas.

Como el señor Cahandick, el pastelero, le había entregado a Zhì Yuè una bolsa de galletas linzer, el joven colocó esto como ofrenda y puso algo de incienso, que tenía en su garlin, en el altar. Zhì Yuè no podía irse así no más. Él había platicado con algunos de los allegados de los fenecidos. En silencio, Yamagata encendió el incienso. Y ambos realizaron el san-bow[4]. Viridia los miró como si fuesen unos exagerados. Como perdían mucho el tiempo, los empezó a patear para que se movilizaran.

Pero, cuando las nubes sueltan sus lágrimas, si hay un río penoso, entonces este se desborda. Zhì Yuè se puso de pie y regañó amablemente a Viridia. Este último saltó repetitivamente en su espala. Lo embistió hasta obligarlo a dar unos cinco pasos. Aún intercambiaban quejas cuando de pronto se escuchó una caída.

— ¿Ah?, ¿qué pasó? —preguntó Zhì Yuè—. ¿Kiriya? ¡¿Kiriya-kun?!

— …Aquí

— …

— …

— ¿…? ¿Aquí dónde? ¿Te caíste?

— Pero qué pregunta de lo más absurda —repuso Viridia, rodando los ojos y golpeándose la frente.

— Es tu culpa —habló Zhì Yuè—. Apagaste tu luz mientras me regañabas.

— Alguien tiene que hacerlo. Por eso, estoy a cargo. Yo soy quien dirige este navío. Chí Wā está bien. No entres en pánico.

Viridia volvió a encender su luz. Zhì Yuè se acercó corriendo al primer poso que vio, uno que ambos jóvenes habían cavado para que sea la fosa, pero que abandonaron, porque se toparon con una gran piedra que no les permitía excavar; allí, como una tortuga con las extremidades hacia el aire, se encontraba Yamagata en una posición un tanto angustiante. Zhì Yuè se espantó. Pensó que se había roto el cuello.

— ¿Puedes moverte?

Kiriya asintió.

— ¿Te duele algo?

Kiriya asintió.

Además del dolor físico y el dolor en su pie, sentía que otra cosa había salido lastimada.

— Que no te de pena —le dijo Zhì Yuè. Miró a los lados, pero regresó la mirada rápidamente. Luego, lo observó con detenimiento—. ¿Es el tobillo? —Kiriya asintió—. Supongo que tendré que cargarte.

Y así pasó, Zhì Yuè lo subió a su espalda.

Donde se encontraban, solo había una ruta que tomar. Se construía un largo túnel de piedra que dirigía hacia algún punto.

— En el futuro, no te avergüences por cosas como estas. Te caíste, ¿acaso robaste o mentiste? Si te lastimas haciendo algo, entonces no hay por qué sentir incomodidad.

— Escúchalo, Chí Wā —articuló Viridia, muy inmerso en el tema—. Eres hombre. Tu orgullo no puede romperse tan fácil. Sé fuerte.

«¿A eso le llamaban orgullo?», se preguntó, monótono.

¿Se había lastimado el orgullo? Se tocó el pecho.

Zhì Yuè supo exactamente lo que estaba pensando. Lo miró con el rabillo del ojo y se echó a reír.

— ¿Cómo podrás cuidarte solo? Estaré preocupado.

«¿Cuidarme solo?», se preguntó Yamagata. Reflexionó en silencio, mirando a Zhì Yuè. Sus pensamientos dejaron de tener lógica. Pero concluyó que Zhì Yuè y él se separarían al salir del abismo.

— Zhì Yuè —llamó Viridia—, ¿por qué crees que se transformó en un espíritu? ¿Acaso era así con los canticos de hechiceros?

— Me encantaría tener la respuesta… Creo que alguien lo derrotó en el pasado, pero, como aún tenía asuntos pendientes, se negó a irse.

[1] Luego de 4 horas.

[2] Ceremonia funeraria tradicional china.

[3] "池蛙" Rana de Estanque. Viridia llamará a Yamagata de esa forma en muchas ocasiones como insulto.

[4] Ritual de las tres reverencias. Parte central de la ceremonia funeraria. Una reverencia al alter o el retrato del difunto, otra a los ancestros y la tercera a los padres del muerto o a los presentes en la ceremonia.