Acuarios de peces, Recinto de la Meditación.
Léi Xuěyún se encontraba en medio de una gran fuente de agua, en la que muchos peces nadaban. Había un camino de piedras cuadradas por el que transitó para llegar y sentarse en uno de los otros seis asientos libres. En medio del gran poso, se erguía una mesa redonda que no dejaba a la imaginación cómo habría sido su fresca estructura. Para sus años, estaba igual de conservada que en la primera década de su estreno.
La parte superior de los bancos era esférica, se moldeaba como una copa robusta. Emitían un aroma, no uno desagradable, sino histórico. Dos damas, Do YìngBō y Bō Nangdo, años mayores que Léi Xuěyún, se encontraban platicando. Mencionaron detalles precisos sobre la anatomía de los jóvenes pescadores. Intentaban hablar en clave, y se miraban con ojos lujuriosos y risueños, actuando con prudencia en todo momento, esto para no letargar la inocencia de su Ama y Señora.
Al lado de ellas, estaba la pequeña Táo Tǎ. Jugaba con dos muñecas de cerámica, decoradas con vestimentas que reflejaban la estética del antaño; mas que simples juguetes, parecían sofisticados adornos u objetos de practica ritual; ambas idénticas como gemelas. De alguna forma, generaban cierto terror o angustia a simple vista, pero estar ornamentadas con elegancia las volvía extrañamente tiernas.
Táo Tǎ inventó una charla entre ellas. La niña de su mano derecha dijo:
— El primer copo invernal va a caer.
— Aunque toque el suelo en el Norte, no desaparecerá —respondió la pequeña de su mano izquierda.
— Laks, ya no está. La nieve, incluso en el Norte, pude derretirse antes de temporada —rio la de la mano derecha.
— La nieve es eterna.
— Era eterna. Los napatun son responsables.
— Jiějie —llamó tiernamente—, la pelea de los dioses y sus criados salió mal.
— Los napatun son unos traidores —espetó. Y la joven Táo Tǎ realizó unos pucheros—. Sirvientes desleales.
— Jiějie —replicó con dulzura—, todo lo que sea tildado como un "problema", tiene solución. Una discusión es solo eso. Ellos se arreglarán.
— …Ahora —murmuró la gemela de la derecha—, quienes eran gobernantes de lunas cósmicas son esclavos de sus majestuosidades. Perdieron sus poderes. Comen tierra y su éter no es más que agua putrefacta, estancada, llorada; pero no salvada.
Táo Tǎ carraspeó su garganta. El halito salió de sus labios como si hubiera tosido. Estaba preparando su voz para cantar. Acomodó muy bien a sus ahora títeres. Las sujetó para moverlas como si bailaran. Una de las acompañantes, que no se encontraba cerca de ellas, mandó a encender todas las gigantes estufas de carbón. Entonces, mientras el reciento se llenaba de un agradable calor, Táo Tǎ soltó limpiamente cada palabra del Tiān Dì Zhū Yīn:
Las lunas se apagan.
En el camino corroído,
nada un ave plateada.
En la cima de la noche, se desvaneció la eternidad,
Los dioses cayeron en la fatalidad.
Cielos ennegrecidos, ¡perdida de estrellas!,
El viendo lleva las penas, en una danza sin huella.
Llora el cielo con sus dragones,
Los mortales en la oscuridad, sin luz que guiar.
En el lamento, se rompe la armonía.
La pérdida, en el alma, es un vacío sin analogía.
Galopes de trueno cruzan el valle sombrío,
El rojo se deslizó con dolorío.
Los chillidos de los ancestros se pierden en el vacío,
Los murmullos de las Madres de la Noche son lamentos de hastío,
Ocaso y alterado.
Llora el cielo con sus dragones,
Los mortales en la oscuridad, en el eco dejan sus lamentos.
Sin luz que guiar, se rompe la armonía.
Es un vacío sin analogía lo que en el alma habita.
Las estrellas caen en duelo.
Humanos,
En el eco de los anhelos buscan consuelo.
En la penumbra, el corazón se desvela,
La pérdida de los dioses….
Táo Tǎ dejó de cantar.
La última silaba de la palabra pronunciada se explayó hasta convertirse en una larga fonética. Sin alterar el cambio, la consonancia se convirtió en un humilde tarareo.
Por su edad, sus ojos eran esmeradamente almendrados. Llamó su atención ver un pequeño, pero pequeñísimo, hilo suelto en la vestimenta de una de las gemelas. Era un desperfecto que no sería notado a no ser de ser revisado minuciosamente.
Asegurándose de que no se trataba de un grave desgaste, balanceó sus pies debajo de la mesa y continuó jugando. Sus movimientos, con los juguetes, fueron más moderados. Y tarareó el estribillo de la canción. Dirigió sus ojos hacia su ama. Léi Xuěyún sujetaba en sus manos un delicado bordado de tonos suaves. Cocía un ramo de margaritas; había dos conejos en la base, alimentándose del tallo. La expresión de la joven era fría y suave. Se veía solitaria e indiferente a lo de su entorno.
A los alrededores, en las mesas separadas y libres, se ubicaba la Señora Qióng y otras criadas, cortando fresas y manzanas en trozos pequeños; y picaban uvas. El resto estaba conformado por Damas de la Corte, estaban sentadas en el borde del estanque en el que se encontraba Léi Xuěyún. Nunca tan cerca, nunca tan lejos. Siempre atentas a ella.
— Señorita Léi, ¿por qué golpeó a su primo? —preguntó Táo Tǎ, aun jugando. Era cuatro años menor que ella. Por la diferencia de edad, Léi Xuěyún no era tan severa, así que permaneció en silencio, ignorando la insolencia—. El otro día, cuando escuchamos de casualidad a Léi Dàrén hablar con JìngGuāng-Jūn, lucía emocionada. ¿Tanto le desagradó que Léi Yǒnghuā la abrazara?
Léi Xuěyún y Táo Tǎ eran parte del pequeño grupo de personas que se habían enterado del regreso de Léi Gāng y los preparativos que Léi Dàrén había organizado.
Do YìngBō y Bō Nangdo escucharon a la pequeña. Interrumpieron su charla. La mayor, Do YìngBō, tocó con calidez la espalda de Táo Tǎ. Luego, acarició su cabeza. Recomendó:
— A-Ta, es de mala educación preguntar eso. No deberías exigir o buscar explicaciones, tu trabajo es servir.
— Lo siento —murmuró—. No era mi intención ofender a la señorita Léi. Ella es mi ama.
La Señora Qióng no solo había organizado la comida de los peces, también preparó una merienda, postres de fruta para Léi Xuěyún y las Damas de la Corte. Necesitaba que alguien le ayudara en unos últimos detalles y llevara los aperitivos a la mesa central del estanque.
— A-Ta —llamó—, ven, ayúdame con esto.
La infanta abandonó su diversión y se dirigió hacia la Señora Qióng; no sin antes saltar por las piedras como jugando Mundo[1].
Cuando Táo Tǎ llegó a su lado, la mujer pellizcó suavemente su mejilla y le metió un trozo de mandarina a la boca. La niña gestualizó un agrio mohín. No había probado algo tan acido en mucho tiempo. Se acostumbró a acompañar las frutas con miel. Su expresión se vio cómica, la Señora Qióng no pudo evitar gestualizar una sonrisa.
— Nuestra querida y linda princesa Léi es una joven tímida —habló una de las Damas de la Corte, acercándose. Su nombre era Wei Yùxiāo—. Ella aparenta ser un tempano de hielo, pero es frágil como un copo de nieve, tan cálida como la primavera y tímida como un durazno. Antes de tu llegada a Běifāng Zuànshí, jugaba por momentos con sus muñecas —le dijo a Táo Tǎ—. Ahora, está creciendo y ya las ha abandonado. Que Léi Yǒnghuā la tocará de esa forma la avergonzó por completo. Él tendría que haberlo previsto. Tocó sus caderas de casualidad. Instintivamente, eso la sobresaltó y lo golpeó.
— El guapo Léi Yǒnghuā no ha cambiado mucho —repuso otra—. Sigue siendo frenético con sus emociones.
— Se veía tan emocionado… Me dio lastima verlo impactado y triste cuando nuestra Léi Xuěyún lo golpeó.
— Él tiene la culpa —replicó Wei Yùxiāo, recordando el momento y riendo—. Ella madrugó para recibirlo. Caminó y caminó por la entrada varias veces. Fingió que se olvidó una que otra cosa. Se hizo la indecisa respecto a donde quería pasar el tiempo. Se dirigió por todos los puntos cercanos a la entrada para ser la primera en verlo. Pero él, a penas la ve, lo que hace es cargarla como si tuviera cinco años. Debería recordar que su prima es…
La dama se detuvo. Iba a utilizar el término "introvertida", pero no pudo hacerlo, no sabiendo que algunas palabras podían arruinar la reputación de Léi Xuěyún. En los últimos años, tras el aumento de la buena reputación que había acogido la casa Léi por la amistad que mantenía con el Imperio Douman, muchos otros grandes señores enviaron a sus hijas a llenar la sequita de Léi Xuěyún y su hermana.
— …que no le agrada el tacto —repuso.
Una de las damas pensó en Léi Yǒnghuā unos segundos. Con una expresión astuta, se tocó el mentón y explicó:
— Ha estado conviviendo con hombres, …y quizás hasta ya haya vivido una que otra experiencia con mujeres… Ha de olvidar cómo son las damas correctas de una buena familia. —Una corriente de gelidez la hizo estremecerse. Se abrazó a sí misma, envolviéndose con su capa—. Tengo frío —castañó.
— De muchos lugares, ¿por qué fingió venir aquí? Pudimos haber ido a la Galería de Arte.
— Solía venir con su madre —respondió Wei Yùxiāo. Se acercó a la fuente y espantó a los peces como juego. La señorita era algo inquieta, demasiado risueña. Hablaba y se movía de un lado a otro al mismo tiempo—. Es un sitio lleno de recuerdos. Léi Xuěwēi también lo frecuenta… Son quienes más recuerdan a su madre.
— Disculpe, Dama Lan —habló Táo Tǎ, respetuosamente—, así como otros lugares, ¿Léi Xuěwēi le tiene prohibido a Shěn Xuěpíng ingresar al Recinto de la Meditación?
— Sí, ¿por qué, A-Tao? —preguntó Wei Yùxiāo.
No tan lejos, Xue Qīngméi se acercó casi corriendo, interrogó, sobresaltando a Táo Tǎ:
— ¿Sabes algo? Cuéntame, cuéntame. En este lugar no hay ni una lagrima de chisme. Solo nieve, nieve y más nieve; y habrá más nieve dentro de poco.
Táo Tǎ elevó la mirada. Sus ojos se achinaron más. No dijo nada.
Tres segundos después, Xue Qīngméi sacó de su manga una moneda. Se la entregó a la pequeña.
— El otro día —contó Táo Tǎ, escondiendo la moneda en su traje—, que necesitaba ayuda para alimentar a los peces, me topé con él y Yán Yǒngzhōng. Les pedí que me ayudarán, ya saben, Xuěpíng-ge siempre es atento y amable, así como Yǒngzhōng-ge con las señoras. Sin embargo, ambos se negaron. Xuěpíng-ge huyó avergonzado. Y Yǒngzhōng-ge se disculpó antes de retirarse e ir tras él. ¿Léi Xuěwēi odia tanto a Jīn-ge?
Al escuchar la pregunta, la Señora Qióng le metió otra mandarina a la boca.
— No te haces idea —respondió Xue Qīngméi. Cubrió su rostro con su abanico y se distrajo con él—. Hablar del tigre te hace cambiar de color —meditó, imaginando las expresiones de Shěn Xuěpíng.
— La montaña no puede ser más alta.
— La tierra y el cielo lo saben.
— Su aversión es como la marea. No podrían compartir el mismo cielo
— Shěn Xuěpíng podría; Léi Xuěwēi, no
— ¿Saben la razón? El motivo de su… ¿"desprecio"? ¿Odia el hierro porque no se convierte en acero?, o ¿tiene alguna espina en el corazón?
Las señoritas lo contemplaron. Sin embargo, por estar inmersas en su platica, no advirtieron el acercamiento de Léi Xuěyún.
— Será mejor que dejen de hablar —sermoneó. Su tono fue serio y seco, sin sentimiento alguno—. El ruido espanta a los peces.
Las mujeres bajaron los ojos.
La señora Qióng le entregó una bandeja llena de frutas troceadas a Táo Tǎ. Le acarició la cabeza y la envió con Léi Xuěyún, quien caminaba a paso tranquilo alrededor de la fuente. Corrió para alcanzarla.
Léi Xuěyún sujetó el cucharon de acero que estaba al lado de la comida. Lo llenó y, suavemente, deslizó los frutos dentro del estanque. Los peces se amontonaron, unos sobre otros se quitaron la comida, y aplastaron.
El silencio se mantuvo entre ellas. Táo Tǎ recordó que la Señora Qióng le sugirió hacerla reír dentro de lo que podía. Le echó una ojeada desde lo lejos. La Señora Qióng le realizó un "OK" con los dedos y continuó con sus labores.
— Joven ama Léi, cuando se sienta aburrida, debería ir al Campo de Entrenamiento del maestro Rong Haoming —propuso.
Genuinamente, Táo Tǎ era una niña seria. Para su edad, parecía astuta como un adulto. Sus metas eran claras: Dinero y reconocimiento. En momentos, su gracia hacia reír a cualquiera. Léi Xuěyún la miró. Y ese fue su error al querer mantener su inexpresividad en su rostro. Táo Tǎ le sonrió. Cuando abrió la boca, la ausencia de dos dientes arrugaron la frente de Léi Xuěyún. Pronto, Táo Tǎ movió sus cejas con picardía. Léi Xuěyún apartó la mirad. Levantó su manga y fingió limpiarse uno de sus ojos. Sus acciones se vieron tiernas y elegantes. Pensó: «Parece una marmota eufórica y desdentada».
Táo Tǎ regresó a su seriedad. Movió su cabeza con decepción. Se preguntó se la había hecho sonreír, o si Léi Xuěyún había suprimido sus sentimientos.
— No me creerá, pero el maestro le coquetea a la Señora Qióng cada que pasa por allí —continuó. Léi Xuěyún quedó estática. Pasó de tener dormido sus sentimientos a sentir algo. Estupefacción—. Él ruega y ruega, le dice de todo, pero la Señora se mantiene firme. Hoy, lo golpeó con una sartén, así como usted golpeó a su primo. Hizo así: ¡Pum, pum! ¡Pum, pum, pum! Rong Haoming intentó abrazarla, o eso interpretó la Señora. Yo vi otra cosa. A la Señora Qióng se le cayó uno de los pañuelos que traía recién descolgados en una pequeña canasta. El maestro Rong se la quiso entregar. La tomó de la muñeca y la Señora casi se da una vuelta con la que ambos chocarían rostros. No sé de dónde lo sacó, pero se apartó de inmediato y le dio de sartenazos. Yo no le expliqué nada a la Señora. Dicen que un niño no debe meterse en problemas de adultos, entonces cerré mi boca y esperé a que terminara de golpearlo.
— Táo Tǎ…
— Dígame, Joven ama Léi… ¡Oh!, verdad. Eso no es todo. Los estudiantes de Rong Haoming estaban en los baños, todos sumergidos en hielo. Al escuchar los gritos de su maestro, salieron corriendo, algunos desnudos y otros con toallas. En medio del ajetreo, quisieron ayudar al maestro Rong. La cara de la Señora Qióng se puso pálida y dura. Gritó: «¡Exhibicionistas!», también los agarró a golpes. Fue divertido. Otros días suceden cosas más interesantes. Vi a Léi Xuěwēi colocando barro y huevos crudos en las botas de Shěn-ge; a Fú Nán, escaparse para comprar revistas pecaminosas; a Sīkòu Fēng, limpiarse los mocos en la ropa de uno de sus hermanos; a Shěn-ge escapando de los perros de Léi Xuěwēi; a Yán-ge quemando la ropa de Sīkòu Fēng; a Miào Měi y Léi Yuán robando papas rellenas con queso; a Léi Huālín con ellos, robando pulcramente costillas de cerdo recién asadas…
— ¿Le contaste a alguien? —interrumpió Léi Xuěyún.
— ¿Recomienda que deba decírselo a su padre?
— No.
— Entonces no lo haré.
— La ropa que ensució Sīkòu Fēng, ¿pertenecía a Yán Míng? —preguntó Léi Xuěyún. Sus ojos se enfocaron en cuatro peces; dos de ellos parecían ser amigos, así como los otros dos que nadaban en contra…, ¡eran dos bandos enemigos! Léi Xuěyún presionó el mango del cucharon— ¿Por ello, luego quemó su vestimenta?
— No estoy segura, pero creo que sí.
Los peces se lanzaron como focas entre ellas, golpeaban sus pechos. Parecían proteger su territorio. El de escamas totalmente doradas mordisqueó la aleta de su némesis, uno de manchas negras y blancas, el cual era protegido por un pez de opacos colores marrones.
— Pero no se centre en eso —recomendó. Luego, negando con la cabeza, repuso—: Como no me preguntará, déjeme decirle, la escena más graciosa que vi esta semana fue la de Shěn-gē —aseguró, riendo. Táo Tǎ rompió con su seriedad, y rio como la pequeña niña que era—. Shěn-ge fue perseguido hasta donde los guardias queman leña. Allí, pisó sin querer unos baldes de agua. Se fue de cara y se mojó por completo. Todo su cuerpo y rostro quedó embarrado, de todo negro como el carbón. Los perros de los que escapa, los que lucían rabiosos y casi le arrancan parte de su carne, se calmaron cuando Léi Xìnjiān les lanzó unas piernas de pollo.
— ¿Léi Xìnjiān?
— Como lo escucha. Léi Xìnjiān. —Viendo una sombra aproximarse, se asomó para ver por detrás de Léi Xuěyún. Su expresión regresó a su misma estoicidad y soltó un gran—: Oh… Señora y Ama de Běifāng Zuànshí, justo es el héroe de Shěn Xuěpíng quien acaba de entrar al Reciento de Meditación.
Léi Xuěyún todavía tenía algo de fruta en el cucharon. Lanzó la comida donde los cuatro peces se agredían. Espero que, con eso, los animales entendieran que su merienda había llegado, que dejaran sus problemas de lado, se alimentaran y que luego continuaran discutiendo si así lo querían. Observarlos pelear la llevó a imaginar a raíces de un árbol discutiendo entre ellas. Parpadeó y soltó un fuerte suspiro. Después, sin mucho sentimiento, se giró hacia dónde ingresaba el varón.
Muchas de las damas saludaron cordialmente a Léi Jen, otras se acercaron discretamente hasta su ama, quedando dispersas entre ella y el visitante, también, detrás de la señorita, para cuidar su espalda.
Léi Xìnjiān se arrodilló.
— Guì Nǚ Léi Shì, este humilde guardia viene por usted.
Sus palabras se escucharon firmes y cálidas, articuladas con confianza. Se expresó con responsabilidad. Sus largos cabellos eran como el satén, debidamente ordenados. Su presencia era tan hermosa como las flores y tan elegante como el jade, con expresiones de ágata. Ágil como un águila en vuelo. Paciente como un león en caza. Y ordenado y pulcro como un gato; tanto que la luminosidad no cabía en él. Sus ojos eran del color de las pecanas, lo que le otorgaba piedad bajo esas finas y estrictas cejas.
— Párate —le ordenó Léi Xuěyún—. Explícate. Sé conciso.
— Señorita, tiene que atender a los hombres de Léi Yǒnghuā…
Algunas de las damas de compañía se atoraron y otras quisieron echarse a reír. Hubo un largo silencio de incomodidad. Las presentes lo miraron con lastima y gracia. Léi Xuěyún no había malentiendo las palabras, solo esperó a que Léi Xìnjiān agregará algo más, algo concreto como "dónde se encontraban las personas a las que tenía que recibir".
El rostro de Léi Xìnjiān se puso como las manzanas al ver la picardía de las damas y las insinuaciones del mal uso de términos. Una negó con la cabeza, y le dijo, estirando y moviendo la mano: «Empieza de nuevo». El color lo bañó y se profundizó a cada microsegundo. El calor se arrastró en su cuello, y una gota de sudor corrió por su nuca. Se arrodilló apresuradamente.
— ¡Discúlpeme! Lo corregiré. Debe comunicarse con Douman Wénrú, subcomandante del batallón que trajo su primo. Llevar a los hombres a la montaña XinMei y organizar y suministrar su estadía en el Distrito Amarillo, además de seleccionar un lugar para que armen un campamento. Asimismo, debe llevar a sus hermanos menores con usted al recibimiento que se está organizando allí, en la montaña. Léi Yǒnghuā le dijo explícitamente a Fú Nán: «…Dile a Léi Xìnjiān que vaya con Léi Jūn, y que de paso arrastre a todo su sequito de mujeres con ella y a mis pequeños primos. Los hombres de Douman estaban interesados en conocer a los hijos de Léi Dàrén. Eso los tranquilizará un rato. Y, bueno, no han visto mujeres en un largo tiempo, las damas de su corte no se veían nada mal…». Ordenes, Señorita Léi.
La expresión de Léi Xuěyún se mantuvo distante e indiferente.
— ¿Cómo que "nada mal"? —rugió Xue Qīngméi. Sus palmas se cerraron en puños. El invierno malograba el cabello. Pero eso no era su culpa, ¿no? Ella siempre había sentido la calidez del sol, no el hielo al despertar— ¡Somos mejores que las peras en todo Noddon! ¡¿Me escuchas?! ¡Nuestros cuerpos son mejores que las mismas creaciones de la naturaleza!
— Xue Ling, tranquilízate —murmuró Wei Yùxiāo, tomándola del hombro—. Léi Xìnjiān solo es un mensajero.
— Eso ya lo sé —repuso. Sus mejillas estaban rojas de furia, detalle que la hizo tierna a la vista—. Será Léi Yǒngzhōng quién me escuche cuando lo vea. ¿Cómo que "nada mal"? ¿Cómo que "nada mal"? ¿Ah?
— La veo disgustada, Xue Lìng Nǚ —articuló Léi Xuěyún—. Ese derroche de energía no la habrá debilitado para ser excluida del evento, ¿no?
Las damas rieron suavemente. Adoraban escuchar como la Señora y Ama de Běifāng Zuànshí era estrictamente meticulosa e ingeniosa. A pesar de que era el corazón del invierno, encontraban su inexpresividad como un dulce intento de comportarse como alguien mayor.
Xue Qīngméi no se amargó con ella. De hecho, adoraba recibir la frialdad de sus ojos. Respondió, sonrojada:
— Lo siento, Guì Nǚ Léi Shì. Fui inoportuna. La próxima, morderé mi lengua.
Léi Xuěyún parpadeó sin importancia. Su rostro realmente no expresaba nada más que fortaleza y un porte impecable.
Pasó de largo por donde Léi Xìnjiān se encontraba arrodillado, se dirigía hacia la salida.
El joven se puso de pie rápidamente y fue corriendo hasta ella, caminando a su lado y manteniendo su mano en la empuñadura de su espada. Sus ojos se enfocaron discretamente a los alrededores.
— Léi Xìnjiān, agradezco tu diligencia con la memorización del mensaje —asintió Léi Xuěyún—. Pero, para una próxima ocasión, si me encuentro rodeada de personas sensibles, entonces parafraséalo a algo menos áspero —Léi Xìnjiān bajó la cabeza y se volvió a disculpar—. Cuéntame, sé que no es todo. ¿Qué pasó con Léi Yǒnghuā?
Las Damas de la Corte caminaban ocho pasos detrás de ella; otras, ocho pasos delante. Léi Xuěyún y Léi Xìnjiān tenían un espacio para charlar en privado.
De hecho, por ello, las señoritas se habían distribuido de esa forma. Las acompañantes de la Señora y Ama de Běifāng Zuànshí no eran simples doncellas bien portadas y meticulosamente instruidas en poesía y literatura, e historia y filosofía. Su delicadeza y ternura, los ojos grandes y la agraciada piel blanca como esculturas de jade, y su delgada y esbelta figura, no eran más que pinceladas falsas de una aclamada obra de arte.
Podían ser embelesadoras como la armonía de un piano. ¿Quién lo negaría? Eran lotos emergidos del agua. Pero, más que todo, eran malvadas trampas para osos. Sus blancas sonrisas distraían a cualquiera de sus pensamientos, olvidando las obligaciones y bajando la guardia. Como el agua derramada, se deslizaban sutilmente de un lado a otro, cuando representaban la fuerza de las olas del mar y el peligro de un tigre fingiendo ser un gato recién nacido.
Sencillamente, eran como diminutas agujas envenenadas. Los señores, que enviaron a sus hijas, las entregaron como regalos de armas para el cuidado de Léi Xuěyún. No hay nada mejor que una mujer aparentemente débil para el cuidado de un diamante, ¿no? Los intrusos vendrían sin pensarlo dos veces, pero fallecerían al instante; sobre todo, si algunas de ellas habían sido moldeadas para ser asesinas.
— Léi Huālín hechizó a Bǎo Zhì —respondió Léi Xìnjiān—. Su primo mandó a llamar a Hé Róu para que lo revise. Está con él, evaluando su condición.
— ¿Dónde está Léi Xuěwēi?
— Su hermano, Sīkòu Fēng y Shen Xuěpíng están siendo castigados por Léi Dàrén.
«No es novedad», pensó Léi Xuěyún.
— ¿Puedo preguntarle algo? —planteó, dudoso.
— Adelante.
— ¿Yo habré cometido alguna falta…? Sabe, Léi Xuěyún, que soy guardia del salón donde su padre suele desayunar en privado. Hoy, yo vi llegar a Léi Yǒnghuā, así como Léi Xuěwēi y los otros… Quiero decir, cuando la buscaba, escuché de varios que ya lo sabían. Al verla a usted y sus damas, por cómo están vestidas y eso… Solo… ¿Cometí algo tan grave como para que no se me lo mencionara? Si es así, ruego me perdone. Y agradecería que me señalara mi insolencia, solo así no volveré a repetirla.
Léi Xìnjiān no era una persona metida en el cotilleo. Se distraía meditando poesía que narraba Léi Huālín, ya que también era guardia de la biblioteca; o escuchando el guqing de Xue Qīngméi o de que cualquiera que la tocara. Esos eran sus pasatiempos: Música y poesía; de vez en cuando, llenarse de arroz y pollo.
Infirió que todas las presentes habían sido informadas, debido a que Léi Xuěyún estaba minuciosamente arreglada; traía una refinada corona de cabello y estaba envuelta y acondicionada en buenas telas, quizás obra de la Señora Qióng; y las demás, no se quedaban atrás, llevaban maquillaje de celebración, entre joyas que nunca las había visto lucir antes.
Solo había una razón para que una dama estrenara algo nuevo. Eso significaba: O querían impactar en alguien, presumir o asistirían a un lugar.
— No hiciste nada, Léi Xìnjiān. Mi padre no nos lo comentó. Yo me enteré a mi forma. De hecho, creo que cada quién lo hizo igual…
«Debo investigar cómo es que el chisme corre aquí. Tendré que poner orden…»
Léi Xuěyún había estado tan ilusionada con el regreso de Léi Yǒnghuā que no notó los arreglos de sus damas. Presintió que una de ellas notó que Táo Tǎ ocultaba un nuevo secreto, entonces le habría pagado para que soltará un par de palabras. ¡Vamos! ¡Hasta se lo imaginó! Táo Tǎ jugaba a las adivinanzas cuando no quería emitir palabra alguna pero tenía mucho que decir, más que todo cuando se trataba de "grandes noticias".
«…O tal vez fue padre. No creo que este rumor se esparciera sin su consentimiento», divagó.
La Señora y Ama de Běifāng Zuànshí se volvió hacia sus damas y ordenó:
— Wei Yùxiāo, Xue Qīngméi; Léi Juān está en su dormitorio. Solo tienen que vestirla. La Señora Qióng la bañó apenas la luz tocó las montañas. —Regresó su vista al frente y llamó—: Do YìngBō, Bō Nangdo; no sé dónde pueda estar Léi Yuán, reúnan a unos guardias y encuéntrenlo. Que mis hermanos se vean presentables. Las vestimentas están preparadas, solo tienen que vestirlos. Los llevaran a la Montaña XinMei lo antes posible, incluso antes de que yo llegue. Sáquenlos por detrás del reino —Miró a otro segmento de señoritas y agregó—: Preparen los cabellos desde ahora y ayuden en la búsqueda de Léi Yuán. Yo guiaré a los invitados de mi primo.
Con las indicaciones señaladas, todo mundo se marchó a cumplir sus labores. La Señora y Ama de Běifāng Zuànshí se dirigió con su grupo de damas y su guardia a la entrada del Antiguo Reino Léi.
Miào Měi aún estaba allí, escondido detrás de las arcaicas y vetustas puertas. Observaba admirado, por uno de los picaportes, las largas y ordenadas filas del batallón. Lo que más llamó su atención fueron los hombres montando en incomparables caballos; se reflejó en ellos, concibió el deseo de volverse militar.
No había escuchado ni visto nada más que expresiones severas y completo silencio en los hombres de adelante, pero había oído murmullos quejosos de los que se formaban casi al último de las tropas.
No tan lejos de él se encontraban los uniformados de Léi Dàrén. Habían sido enviados por Léi Yǒnghuā. Presentaron sus respetos a Léi Xuěyún.
Miào Měi se volvió al escucharlos. Sus ojos se iluminaron como rayos del sol sobre la superficie marina. Se acercó corriendo hacia a ella con su escoba en mano.
— ¡Guì Nǚ Léi Shì!, ¡Guì Nǚ Léi Shì!, hay hombres afuera. Todos armados. Su primo… —Se detuvo. Posó sus ojos sobre Léi Xìnjiān. Le molestó que caminara cerca de Léi Xuěyún. Realizó un puchero y dijo, distante—: Las hormigas nunca han volado con los gansos.
Léi Xuěyún miró de reojo a Léi Xìnjiān. Prefirió ahorrar sus palabras y dio un paso al frente, lejos de él. Léi Xìnjiān no lo expresó, pero le impactó la reacción de la señorita.
— Miào Měi —saludó Léi Xuěyún.
— ¿Saldrá a recibirlos? —preguntó el pequeño.
— Señorita Léi, que A-Měi nos acompañe. ¡Es tan lindo! —articuló Xie Zǐxiá con ternura—. Por favor, yo me haré cargo de él.
Léi Xuěyún no respondió. Había visto muchas veces a la dama jugar con él; ambos disfrutaban compartir el rato. Miào Měi permitía que solo ella lo tocara. Una vez, en un día de té, cuando Xie Zǐxiá recién había llegado a la casa Léi, le contó algo de su vida a Léi Xuěyún para introducirse. Terminó hablando de sus hermanos. Era afectuosa y apegada a ellos. Le partió el corazón dejarlos.
Léi Xuěyún era consciente de que Xie Zǐxiá había encontrado el parecido de su hermano menor, Xie Luò, en Miào Měi; esto por lo juguetones y alterados que eran. Lo consentía sin parar. Siempre lo buscaba por el reino en sus tiempos libres. Últimamente, ella misma le enseñaba gramática. Y se contentaba con sus avances. Hablaba mucho de él cuando le pulía la espalda. Léi Xuěyún se sumergía en el agua, y se imaginaba todo lo que la dama le contaba.
La Señora y Ama de Běifāng Zuànshí continuó su paso. Como no se negó, Miào Měi abandonó su escoba y se unió a ellos. Se fue al fondo del sequito junto a quien había reclamado por él. La dama le dio un caramelo y el pequeño le sujetó la mano con alegría.
— Qīn'ài de jiějie[2], el establo estará lleno —le dijo a Xie Zǐxiá, sonriente.
Los guardias, que se mantenían firmes y quietos como el pavimento, abrieron la entrada.
Léi Xìnjiān fue el encargado de realizar las presentaciones. Anunció la llegada de Léi Xuěyún. Los presentes guardaron silencio, idolatrándola. Su belleza era como la Segunda Luna. Se hablaba de la piel pálida de los nacidos del Norte. Pero nunca habían visto una tan nívea como la de la primera hija mujer del Señor de la Casa Léi. Sus labios eran rojos como el carmesí. La hematita de sus ojos, y su cargada indiferencia, le construían la reputación de que, a pesar de ser una niña, poseía un remarcado sentido del compromiso y probidad. Algunos parpadearon más de dos veces, difiriendo la realidad de la imaginación. Poco después, antes de que Léi Xìnjiān llamara a Douman Wénrú, este, como subcomandante, tomó la iniciativa y se presentó por su cuenta.
Léi Xuěyún se explayó diplomáticamente. Inventó argumentos irrefutables que justificaban la ausencia de sus familiares, la más importante, la de su padre. Con el resto, supo apañarse. Instruyó a los hombres de Léi Dàrén.
Sin mucha demora, y generándoles bastante tranquilidad a sus invitados, los guio hacia el bosque.
[1] Juego en el que se salta en una pierna o en dos según lo requieran los casilleros del nivel.
[2] Qīn'ài de se puede traducir como un dear; es decir, "estimada" o "estimado". Jiějie significa "hermana" o "hermana mayor". Miào Měi llama a Xie Zǐxiá: "Querida hermana".