Léi Yǒnghuā interrumpió sus intereses y observó a los jóvenes. Su expresión se suavizó y soltó sorprendido:
— Sí que han crecido... —Tan pronto como dijo eso, regresó la mirada a su tío, frunciendo el ceño de nuevo, repuso—: ¿No hay fiesta de bienvenida para Léi Gāng? ¡El tonto de Léi Gāng avisó a su Jiùjiu que regresaría hoy a Běifāng Zuànshí hace nueve meses por una carta! Luego, se lo recordó en otras cien. —Realizó una pausa y soltó una carcajada—. Quién me recibió es un junior que estaba limpiando la entrada que, por cierto, no estaba esperándome, y quien luego me golpeó con una escoba pensando que venía asesinarlos.
Léi Yǒnghuā era un gran orador. Sus refinados gestos se movilizaron con gracia y actitud. Su particular articulación también era característico solo de él. Su pronunciación era una combinación entre varios acentos, sofisticada y estimulante. Generalmente, en su papel como "sobrino" y "primo" de la familia Léi, se abría telón a un comportamiento algo infantil y berrinchudo, con muchos levantamientos de cejas y muchos movimientos de cabeza que revelaban su estado de ánimo y vivacidad.
— Creo que ese es Miào Měi —aseguró Shěn Xuěpíng, emocionado—. Él es así.
— ¿Lo intestaste tocar? —preguntó Sīkòu Fēng—. No golpea a nadie a menos de que lo toquen.
— ¿Qué?, ¿de qué hablan? —cuestionó Léi Yǒnghuā, extrañado—. Estaba feliz de ver mi hogar. Vi a un hermano y lo quise abrazar de la alegría, ¿qué tiene de malo? Por suerte, Léi Jūn caminaba con su sequito no tan lejos de allí. Pensé que esperaba por mí. Me comentó que desvió su ruta para alimentar a los peces. Y comentó que no estaba enterada de mi llegada. Además, me golpeó al cargarla. Me miró fríamente y luego se fue. —Miró a los centinelas de la entrada, planteó disgustado—: ¿Creen que es lindo ser recibido así por mi familia?, ¿qué harían ustedes?
Los guardianes miraron a Léi Dàrén, rápidamente, cerraron las puertas.
— ¿Te das cuenta de que tus problemas inician cuando tocas a las personas? —preguntó Sīkòu Fēng.
— No he estado aquí tres años, ¿qué no puedo abrazar a mi gente? —Analizó el orden de la habitación, escrutó la comida y recordó encontrar a los menores arrodillados—. Veo que no me esperaban… ¿Qué pasa aquí?, ¿interrumpo algo?
JìngGuāng-Jūn abrió los ojos y aseveró tranquilamente:
— Interrumpe.
— … ¿Eso qué significa? —farfulló Léi Yǒnghuā— ¿Quiere que me retire? —Jugó con su casco y soltó un fuerte suspiro—. Regreso, y nadie me recibe. ¡Ni siquiera me han ofrecido un té y ya me botan! ¡Qué familia! Y yo que les traje regalos.
— Padre, ¿por qué no nos dijiste que Léi Gāng vendría? —interrogó Léi Xuěwēi.
Léi Dàrén tomó un sorbo de té. En vez de tener una tropa de muy bien formados varones, parecía poseedor de una corte de doncellas, todas recelosas y lloronas. Los niños siempre eran así. Los varones del hogar sí que necesitaban madurar y aprender a bajar la cabeza y guardar silencio.
Ignoró a su hijo, no se había ganado explicación alguna.
Tal vez se debía a la situación, o a que empezó a considerar que había hecho un mal trabajo como cabeza de hogar, pero pronunció con estrés:
— Léi Gāng, estamos en medio de algo…
— Están bromeando, ¿no? —repuso Léi Yǒnghuā, dirigiendo su vista a todos— ¿Hablan enserio? He traído a mil hombres conmigo. Cuatrocientos cincuenta son del Imperio Douman y los otros son hombres de Běifāng Zuànshí, hombres armados y cansados que no han visto a sus madres, hermanas, padres, abuelas, a toda su familia en los últimos años. Recorrimos tornados intensos, senderos sin agua, lluvias torrenciales, una avalancha de nieve y…, ¿a nadie le importa? ¡¿Esto es de verdad?!, ¿acaso estoy pintado?
— "¿Estás pintado?" —repitió Léi Dàrén, gestualizando un mohín—, ¿vas al Sur a aprender expresiones o a representar nuestro apellido?
Léi Dàrén cogió un bollo del platillo que se hallaba frente a él. Su sobrino, una vez que empezaba con sus reclamos, nunca se callaba. Le brindó a su carácter la gloría de ascender de rango ágilmente a pesar de las brechas y dificultades que lo obstaculizaban. No acumulaba quejas en ello, era buen líder, actuaba rápido y reclamaba al instante, era quejumbroso y gruñón cuando debía serlo; pero presentía que ello lo pondría en peligro. Ser inconsciente de sus defectos demostraba parte de su inmadurez. Reservó en su memoria regañarlo y platicar con él.
— No puedo creerlo —pronunció Léi Yǒnghuā, en una mezcla de enojo y sorpresa—. ¿Esto es normal? Me están tomando el pelo, ¿no? Me trataban mejor allá. Si tan ocupados están, entonces me retiro. Mis hombres necesitan comer, algunos esperan mi orden para ver a sus familias. Espero que no haya sido tan frívolo, Jiùjiu, ¿tendrá preparado…?
— En los pies de la montaña XinMei se ha organizado un festín para tus acompañantes. Sus familias también esperan allí. Han sido tres largos años, las mujeres quisieron organizarles algo especial; la gente de Douman también puede ir. Habrá entretenimiento y todo lo que a "un joven soldado" le agrada. ¡Anda!, pero no seas un "buen" anfitrión, sé uno excelente, el mejor, o te mandaré a arrodillarte en piedras filudas en los que colocaré escencia de limón. Y ríndeles respeto a las mujeres. Si fuera por mí, solo les habría dado carne y vino. ¡Benditas las madres!, para mí, ellas son las verdaderas diosas de la humanidad.
Léi Yǒnghuā lo escuchó en completo silencio. Lo tranquilizó saber que las cosas se habían organizado. No se preocuparía por conseguir comida y dirigir la preparación de todo desde la cocina, así como no tendría que explicar la mala organización de la Familia Léi, lo que habría sido un horror teniendo entre ellos a gente del Imperio Douman. Los decepcionados, sobre todo, serían sus compañeros de rango menor pertenecientes, nacidos y criados, en Noddon. En serio pasaron un infierno para llegar.
Con la situación aclarada, su expresión cambió. Sus gestos infantiles regresaron a la misma seriedad y lealtad de siempre. Desenvainó su espada y la colocó erguidamente sobre la alfombra. Se arrodilló y le presentó respetos a Léi Dàrén.
— Aunque el viaje no fue sencillo, le aseguro que fue tranquilizador. Que usted administre Noddon y que cuide de la gente de Běifāng Zuànshí nos permitió tener fe y viajar sin apuros. Es grato encontrarlo con salud y con la misma piedad de siempre. Su trabajo perdurará, no una década ni mucho menos un siglo, sino hasta más de un milenio. Los aportes de su casa y los nuevos cambios, los cuales halago profundamente, se han hecho ver. En las ciudades de Celline, resuena el nombre del Antiguo Reino Léi. Es el único e indicado para ser alabado por ello. Como su sobrino mayor, me encantaría haber hecho más por usted. Me disculpo si mis contribuciones para con la familia resultaron insignificantes.
— Běifāng Zuànshí te acepta y recibe, Léi Yǒnghuā. La gente está complacida por tus esfuerzos. Recuerda que no existe una cima en la que sentarse, el progreso no tiene límites. Las metas no son estaciones eternas, sino puertas que uno abre de un camino que jamás dejará de transitar. Las agilas nunca dejan de volar.
Léi Yǒnghuā recibió bien las palabras de su tío, asintió con respeto. Se quedó segundos arrodillado, esperando que Léi Dàrén se pusiera de pie.
Léi Kē llevó otro bollo a su boca. Cuando su sobrino, dudoso, elevó el mentó y abrió los ojos para verlo, se llevó un gran asombro. ¿Lo estaba ignorando de nuevo? Léi Yǒnghuā escrutó el rostro de su Jiùjiu, flexionando sus cejas. El anciano observaba las ventanas, parecía enfocado en el ruido del viento, golpeando el vidrio y agitándolo.
— Léi Dàrén… —murmuró Léi Yǒnghuā.
— Sí. Ya puedes irte.
— Lo sé. Lo estoy esperando. ¿Necesita ayuda para…?
— Yo no iré contigo —repuso Léi Dàrén.
Léi Yǒnghuā se calló. Se puso de pie, incrédulo. Tres segundos despues, comenzó de nuevo con sus quejas:
— ¡¿Yo?! ¡¿Yo solo?!, ¡¿y usted?!, ¿qué pasa con usted, Jiùjiu? Usted debe acompañarme.
— ¿Todos los hombres de esta familia dependen de mí?
— Usted es el líder.
— Sin duda lo soy. Me refería a ustedes. Los tres que están en el suelo y el otro que me habla desde el centro del salón. ¿Están creciendo?, ¿o aún son niños? Tienen manos y piernas, y, sobre todo, energía; maduren de una vez. Sean responsables. Léi Gāng, entiendo que regreses de un largo viaje, pero si pretendes ser el futuro Gran General del Imperio Douman, entonces aprende a nunca agotarte. Y ustedes tres, mocosos sin honor, pequeños sinvergüenzas, ¿cómo es posible que olviden su promesa?
«¿Estaban castigos por una promesa?», se preguntó Léi Yǒnghuā. Luego, miró a Léi Dàrén, curioso, sin entender nada. Observó su rostro, lucía molesto. Dirigió sus ojos a JìngGuāng-Jūn, quien lo miró de regreso y asintió como si Léi Yǒnghuā supiera de aquello.
Su reacción lo hizo retroceder. Como todo el mundo, Léi Yǒnghuā también temía a JìngGuāng-Jūn. Pensó que había superado su miedo luego de ganar algunas batallas al nombre del Emperador Douman, pero ahora entendía que no había nada peor que los traumas de infancia, los que se aferraban al corazón y se extendían por todo el cuerpo.
Lo meditó unos instantes. Repitió subconscientemente la palabra "promesa" hasta recordarlo.
Se golpeó la frente con la palma de su mano al lograrlo.
— ¡AH! —denotó con una sonrisa tonta—, ¡La promesa! ¿Esa promesa?
— ¿Qué promesa? —preguntó Léi Xuěwēi.
— ¿Cómo que lo olvidaron? No olvidaron eso, ¿no? ¿Acaso no viene a recogerlos? ¡Cómo es posible que lo olvidaran!
— ¡¿Recogernos?! —gritó Sīkòu Fēng, horrorizado.
Sīkòu Fēng era amante fiel, y reservado, de Běifāng Zuànshí. No se visualizaba en otra parte. Escuchar "recoger de", "viajar lejos de" o "saldremos de" junto al pronombre de su maravillo territorio, lo empujaba hacia la melancolía.
— ¿Recogernos para qué? —preguntó Shěn Xuěpíng.
Léi Yǒnghuā le sonrió a Shěn Xuěpíng. Estuvo a punto de responderle, pero recordó algo que lo detuvo:
— ¡Ah!, por cierto, ¿dónde está mi hermano? ¿Dónde está Léi Píng?
— Otro niño del que debo estar pendiente… —se quejó Léi Dàrén— ¡Por las animas abandonas!
Ala Oeste del clan Léi, Casa de Rosas Otoñales, hogar del joven Léi Huālín y de su hermano mayor, Léi Yǒnghuā; antiguo recinto de la hermosa y respetada Léi Qing, cuyos pétalos pocos admiraron y cuyo vigor y fortaleza muchos codiciaron.
La dama fue un santo prodigio en su juventud, pero, luego de su decimoséptimo invierno, su vitalidad se congeló en el tiempo, y, como todo cubo de hielo que cae al suelo, su aclamado destino se fragmentó. Se quedó como una rosa en reserva en el Ala Oeste. Suprimida en la ironía de aquella referencia, un día inició su cultivo de flores invernales. Los guerreros del Norte quedaron tan impactados por dicho logro que nombraron esa parte del territorio como "Casa de Rosas", a la que posteriormente añadirían "Otoñales".
Léi Qing fue comprometida con un hombre de Douman, llamado Douman Teo. Cuando el señor viajó a Xiena, territorio del clan Léi, para conocer a su futura esposa, quedó prendado de su belleza; sobre todo, de su enigmático carácter. Era amable, pero sumergida en expresiones frías. Sus buenas obras eran habitualmente confundidas por ofensas tras sus escasas reacciones. Y cuando parecía ser frívola, era cuando más tímida se sentía. Su esposo la llamaba "Sol Oculto entre la Nieve", y, loco de amor, renunció a su rango y se mudó a Xiena a vivir con ella por su frágil salud.
Pero no todo es un ocaso dorado, algunas rosas mueren. Fue justo despues de que Léi Qing entendiera "qué era el amor" y que interiorizara que amaba a su esposo cuando este falleció. La perdida y el remordimiento no la soltaron. La ausencia de su amado había dejado un gran vacío en ella, notó que casi todo lo hermoso que le rodeaba había sido colocado detalladamente por él. Ser consciente de eso la devastó, la enloqueció enterarse por la servidumbre. Ella había sido fría y distante con quién le cortaba leña y preparaba su medicina para refugiarla y cuidarla.
— Amo, amo, ¡joven amo Léi! —habló Fú Nán, alegre—, esas telas le quedan de maravilla.
— ¿Tú crees?
— Sí, amo.
— Creo que su único desperfecto es el diseño. Todo está bien hasta… aquí. Aquí el decorado se vuelve atroz a medida la vista recorre la tela.
— ¡Ni siquiera lo había notado! ¡Usted posee buenos ojos!
— Sí, así es. Los poseo. ¿Qué se puede hacer? ¡Jajajaja! Tengo buen gusto y una vista espléndida —se elogió Léi Huālín. Enfocó la vista en el asiento de su maestro—. Mi entrenamiento debería consistir en esto, de ese modo, sí se sentiría orgulloso de mí. ¡Tsk!
— Joven amo, ¿qué hará cuando el maestro Bǎo Zhì recupere la consciencia?
— Nada.
— ¡Vaya!, ¡qué valiente! Admiro que no se sienta asustado.
Fú Nán alabó con más términos heroicos a Léi Huālín. Este se agasajó locamente. Caminó graciosamente y se recostó en su sofá de meditación, con sus botas y toda su ropa puesta, saltó en él, alegremente. Fú Nán cogió la bandeja de comida, en donde había trozos de queso y uvas. Se arrodilló en el suelo, cerca de su mano, y lo empezó alimentar.
— Bǎo Zhì no representará peligro alguno, mi querido Fú Nán —se jactó Léi Huālín—. El hechizo que apliqué en él es muy efectivo. Pulí mis habilidades solo para que fuera así.
— ¿Qué fue lo que hizo exactamente?
— Mi hermano te regaló unos libros hace tres años. No sé qué harás en tus tiempos libres, así que preguntaré, ¿Léiste los textos que te entregó? No me molestaré si dices que no. Bueno, de todos modos, eso no importa. Te lo explicaré desde cero. Utilicé mi qi interno para activar el hechizo. Concentré y controlé mi flujo de energía, y lo hice circular por medio de mis meridianos, formando patrones con el hechizo que compuse. Lo llamé "Obedece al joven y querido maestro Léi Píng". Puedo controlar a quién quiera con esto. Por ahora, solo puedo manejar a una persona a la vez. Y solo puedo hacerlo conociendo uno de los secretos de la otra parte. Con eso, me escabullo en sus mentes. El "secreto" es como la llave a su consciencia, a su "yo". Cuando desactivo el hechizo, la persona no puede recordar nada. Sin embargo, si el objeto de prueba, en medio de dicho estado, presenta una perturbación a la cognición, recobrará el juicio, recordando todo lo que vivió bajo mi mando. Fú Nán, ¿entiendes lo malo que eso será para mí? Por ello, no hagas ruidos graves ni nada. Si Bǎo Zhì reanudará su criterio, me pararía en la punta de la colina Nungkei y me lanzaría piedras. Diría algo como: "Tienes que esquivar las rocas sin moverte", y me arrojaría todas a la cara.
— Joven maestro Léi, disculpe mi atrevimiento, solo busco entenderlo, pero ¿hace esto por qué detesta al gran maestro Bǎo Zhì?
— ¡No lo odio! —saltó Léi Huālín, exaltado. Al percibir su reacción, tosió con fuerza y aparentó armonía. Se recostó de nuevo—. Bǎo Zhì tiene la culpa. Estos dos años me ha exigido realizar muchas cosas. Me ha hecho trabajar como a una mula. Solo estoy cansando. Trabajé meses en este hechizo solo por eso. Quiero descansar un mes. Eso es todo. Pasado ese tiempo, juro no volver a aplicarlo.
Fú Nán no supo qué decir. Calló un momento. Alimentó a Léi Huālín de nuevo, entonces preguntó:
— ¿Qué hará si Léi Dàrén lo nota?
— Ya pensé en eso… ¡Establecí un control de días y horas para aplicar mi encantamiento! —dijo sonriente, extendiendo los brazos como un guerrero alabado.
En ese instante, Léi Yǒnghuā tiró violentamente las puertas de una patada. Las tablas se desplomaron sobre él suelo produciendo un espantoso chirrido. El eco repercutió en cada rincón de la habitación. Léi Gāng cerró los ojos con fuerza. No sabía que se trataba de su hermano, solo imaginó que alguien de un rango superior había escuchado la conversación. Su reacción fue hacerse bolita sobre el mueble. Y, previniendo que le golpearían la cabeza como castigo, su cubrió el cráneo con fuerza.
— ¡Eres un maldito malcriado, Léi Píng! —gritó Léi Yǒnghuā. El nombre de nacimiento de Léi Huālín era Léi Píng, en honor al nombre del padre de su padre—. ¡Harás que todos nuestros ancestros se revuelquen en sus tumbas por tu deshonor! ¡Verás que los ancianos te molerán a sablazos cuando fallezcas! ¡No te veo en tres años y esto es lo que encuentro! ¡Un malcriado que le hace esto a su maestro! ¡Yo haré que te pares en la colina Nungkei y te arrojaré piedras!, ¡¿qué piedras?!, ¡te arrojaré dardos!
Léi Huālín palideció de inmediato. Sus ojos se abrieron del tamaño de las lunas.
— Pero… Pero si es El Jade de la Arboleda Blanca —murmuró espantado.
Bajó del suave algodón, por no decir que se lanzó al cemento. Gateó por el suelo, temblando. Quería escapar por la puerta que daba al patio. Pero su hermano corrió tras de él y lo jaló de sus ropas y cabello. Subyugado en el suelo, Léi Yǒnghuā le brindó un puñete que nunca olvidaría.
— ¡Para, para! ¡No me pegues, no me pegues! ¡Dà Gē, suéltame, te lo ruego! ¡No me pegues!
— ¡Dame una gran justificación para soltarte!
— ¡Mi ropa es cara, muy costosa, demasiado onerosa!
Léi Yǒnghuā le rompió su traje. Le propinó otra golpiza por intentar hacerse el astuto.
— ¡Xiǎo Gē[1]! ¡Era broma, era broma!
— ¿Cómo puedes ser así?
— ¡Siendo!
Léi Yǒnghuā volvió a golpearlo.
— ¡Para, para! ¡No volveré a decir algo como eso! ¡Solo era broma! ¡Me extrañaste!, recuerda eso. ¡Tú extrañaste a tu hermano menor! No me quieres ver con el rostro morado, ¿verdad? A las damas no les gustan los desperfectos. No me casaré si me rompes la nariz.
Léi Yǒnghuā lo sujetó muy fuerte del pecho y lo atrajo hasta sí. Lo miró con una cara de perro rabioso y farfulló:
— ¡No me provoques, o juro que te la destrozaré!
Léi Huālín cubrió su rostro, intimidado. No quería perder su belleza. En Běifāng Zuànshí, él ocupaba, entre los juniors, el primer puesto en hombría masculina.
Léi Yǒnghuā apartó los brazos de su hermano, que utilizaba como escudo, de un tirón. Chocó con sus brillosos ojos. Había sangre en sus dientes y cargaba con una herida en el labio inferior. Su agarre se hizo suave. Aquella expresión de horror era la misma que su madre alguna vez gestualizó en el pasado.
Lo soltó de golpe. No podía lastimarlo, había tres razones. La primera, Léi Huālín era la viva imagen de su madre, exceptuando la personalidad; pero si lo vestían de mujer y lo maquillaban demasiado, fácilmente pasaba como una reencarnación de ella. La segunda, le juró a su padre y madre salvaguardar a Léi Huālín con su vida. Y la tercera, no digería los ojos de tristeza y pánico de Léi Huālín debido a cicatrices de su alma.
— ¡Eres un descarado! Ni pienses que te has salvado, ya tengo pensado un castigo para ti.
Se acercó hasta el desorientado Bǎo Zhì que poco a poco recobraba consciencia. Léi Huālín lo había arrodillado cerca de una mesa baja llena de postres. Y, como nunca lo había visto comer dulces, le dio la orden de que digiriera bocados hasta que su cuerpo se lo permitiera.
En el pasado, Léi Yǒnghuā le preguntó a Bǎo Zhì la razón de esto. Su maestro respondió: «En mi pueblo, éramos tan pobres que muchos fallecían de hambruna. Como era un lugar que quedaba de paso para contrabandistas, muchos de ellos pasaban con mercancía, ya sea robada o simplemente infiltrada. Cada mes pasaba un señor con una gran carga que olía bien. Mis amigos y yo le preguntamos qué era lo que llevaba, él respondió: "Caramelos". Nos contó algo sobre eso. Todos quedamos absortos en querer probarlos. Él no era malo, sino un hombre tranquilo que hacía lo que hacía por su familia; nos prometió regalarnos algo en la siguiente visita. En un mes puede pasar muchas cosas, el anterior Emperador Douman, Douman Tīanshēng, cuando se enteró que traficantes pasaban por allí, algunos con cargas del otro país, mandó a asesinar a todos. Mis amigos, mis compañeros de noche y día, no sobrevivieron. Juré no hacer muchas cosas en su nombre, negándome la infancia porque ellos no pudieron disfrutarla. Rompí unos juramentos, otros no. Pero algo que no pude hacer, siendo fiel a su memoria, fue disfrutar del azúcar. Eso me mantiene unido a ellos. Es triste disfrutar de algo que juraste compartir con alguien. Sientes culpa, como si hubieras cometido un delito. La mitad de vida la recorrí en gris hasta que alguien me salvó…»
Léi Yǒnghuā, sentado al lado de Bǎo Zhì, le contó la historia a su hermano mientras estabilizaba a su maestro.
— ¿Se negó a comer dulces décadas de su vida solo por una promesa? ¿Debería reírme o sentirme mal? Me parece algo tonto. Si mis amigos murieran y yo sobreviviera a algo, trataría de disfrutar todo lo que pudiera de la vida en memoria de ellos. Vaya que hay gente que sufre porque quiere. Me sorprende de Bǎo Zhì. Juro que si Shěn Jīn, Léi Kāng u otro fallece, viviré por ellos, construiré un templo dedicado a mí. Estoy seguro de que eso querrían —articuló, meditativo. Se tocó el mentón por inercia—. Es inevitable amarme…
— ¡No tienes ni una gota de honor! —Léi Yǒnghuā le lanzó una bandeja directo a la cara— ¿Sabes lo qué has hecho? ¿Cómo te atreves a bromear? ¡No tienes respeto! ¡Discúlpate con Bǎo Zhì ahora mismo! ¡No solo lo has utilizado como a una muñeca, sino que lo has hecho romper un voto!
— ¿No dijiste que quebrantó otros? —balbuceó, escapando por la habitación—. Que es "uno" al lado de otros no sé cuántos.
Léi Yǒnghuā lo atrapó. Le dio la vuelta y lo obligó a mirarlo. Léi Huālín cerró fuertemente sus ojos. Era consciente de sus palabras, mas no podía parar su parloteo, tampoco verlo a la cara. Su hermano expulsaba espinas de metal y fuego segundo a segundo.
— ¡Yo no lo sabía! —chilló Léi Huālín— ¡No lo habría hecho desayunar dulces y pasteles a sabiendas de eso! ¡Es tu culpa! ¡Tú nunca me cuentas nada! ¡Él también es mi maestro; es mi Shifu! ¡Tú debiste mencionarlo!
— ¡Juro que te lanzaré otro puñete! ¡Arrodíllate y discúlpate!
Léi Huālín obedeció a su hermano.
Bǎo Zhì aún no estaba en su completo juicio. Las voces no eran audibles. Y su vista se desenfocaba y alteraba sin parar. Léi Gāng regresó a socorrerlo.
Bǎo Zhì se giró; escrutó a quien lo sostenía.
— ¿Léi Gāng? —murmuró Bǎo Zhì, extrañado. Arrugó su frente y ojos, intentando ajustar su visión—. ¿Eres tú, Léi Gāng?, o… ¿eres, Douman Teo…? ¿Dónde estoy? ¿Estoy alucinando? Mi cabeza…
— Maestro, soy yo, Léi Gāng. He regresado a casa.
— ¿Léi Gāng? ¿Cómo…? ¿Dónde…? —Colocó sus ásperas manos en las mejillas del joven, y le estiró y pellizcó la cara—. ¿Eres el verdadero Léi Gāng? —Lo soltó con dolor. Fragmentos de memoria penetraron su mente y se ajustaron, como piezas de rompecabezas, a espacios vacíos de experiencias en blanco. Miró a Léi Huālín—. Tú… ¡Tú! ¡Cómo pudiste! —gritó, poniéndose de pie, mareado—. ¡Vamos! ¡Iremos a la colina Nungkei y…!
Bǎo Zhì, a pesar de sus malestares y la abundancia de imágenes difusas, vio manchas de sangre en la cara de Léi Huālín. Rápidamente, sus ojos se posaron en el desorden de la habitación y en su ropa rasgada. Como un golpe, los hechos lo hicieron estar más consciente, pero, por el abrupto, sufrió una sensación anormal, un estirón en el cerebro, como una especie de calambre.
En una esquina del cuarto, Fú Nán se había hecho uno con las cortinas.
Aún sin poder oír del todo, Bǎo Zhì escuchó susurros de "perdóneme" y "discúlpeme" provenientes del maltratado Léi Huālín. Dio un paso hacia el frente, pero sus pies trastabillaron y casi se va al suelo. Léi Yǒnghuā lo sujetó. Y Léi Huālín se acercó paniqueado a él.
— ¿Qué más le hiciste? —interrogó Léi Yǒnghuā. Su voz se escuchó más profunda y arrastró ásperamente las letras.
No era común toparse con un Léi Yǒnghuā iracundo, mucho menos recibir las reprimendas de uno extremadamente colérico. Para su mala suerte, Léi Huālín no solo era el detonante de sus perturbaciones, sino el balde que los recibiría, ¡el único en retener todo el peso de su furor!
¡Ese no era su año! ¡En serio!, ¡¿a sus ancestros no les gustó las ofrendas que les entregó a inicios de año, además de la hora de honra que les dedicaba cada día en la madrugada?!
Léi Huālín agitó sus manos en el aire con rapidez. El silencio era pecado anunciado.
— ¡Nada más! ¡Lo juro! —repuso, nervioso, casi en un grito ahogado por el temor.
— ¡¿Y por qué está así?! —reclamó Léi Yǒnghuā. Si no estuviera sosteniendo a su Lao Shi, entonces habría zarandeado a su hermano para soltarle la lengua—. ¡Léi Píng!, te romperé las piernas si me mientes.
— Tal vez…
— ¡¿Tal vez qué?! No balbucees. Sé directo.
— Es la primera vez que aplico este hechizo…, quizás es la migraña un efecto secundario. —Abrió los ojos con alegría. Gritó extasiado—: ¡Fú Nán, anota eso! ¡Tenemos progresos en mi investigación!
— ¡¿Utilizaste a Bǎo Zhì cómo tu conejillo de india?!
Léi Yǒnghuā no volvería a tirarle un puñete, pero sí que se imaginó lanzándole una bofetada. Sintió que su padre lo habría aprobado. Léi Píng había manipulado a quién era su Shifu, y no mostraba arrepentimiento. ¡Requería que alguien lo despertara de sus juegos!
— No… —Léi Yǒnghuā no se contuvo. Su mano se alzó en los aires. Léi Huālín habló, agitado y cubriéndose—: ¡Sí, sí! ¡Lo hice! Pero… pero… No esperaras que no anote esto, ¡¿no?! La información es importante. Igual me castigarás. Si recibiré tus golpes, más vale que sea por algo realmente bueno.
Léi Yǒnghuā le tiró un palmazo en la cabeza, algo que se podría tildar como "suave" ante lo enojado que se sentía y por la fuerza que empleó.
— ¡Fú Nán!, llama a la Honrable Hé Róu. Ella sabrá cómo atender correctamente a mi Lao Shi. Y dile a Léi Xìnjiān que busque a Léi Jūn. Ella tendrá que comunicarse con Douman Wénrú, mi segundo al mando. Que de paso arrastre a todo su sequito de mujeres con ella y a mis pequeños primos. Los hombres de Douman estaban interesados en conocer a los hijos de Léi Dàrén. Eso los tranquilizará un rato. Y, bueno, no han visto mujeres en un largo tiempo, las damas de su corte no se veían nada mal. Que redirijan a todos a la montaña XinMei. Y que se les entregue nuestra carga a los hombres de Léi Dàrén, que algunos armen el campamento para descansar; otros dormirán en el Distrito Amarillo del Antiguo Reino Léi, que arreglen ese lugar y que suministren cualquier cosa que falte. Y no te preocupes, Léi Jūn no se negará a responder ante sus deberes. Dile a Léi Xìnjiān que le explique rápidamente el "pequeño" inconveniente en privado —y le lanzó una mirada de muerte a Léi Huālín, quien cerraba los ojos con sufrimiento.
El espíritu de Fú Nán estaba en la punta de su lengua. Golpeaba sus labios y dientes para abandonar el desgastado cuerpo y elevarse más allá de las nubes. Así estuvo en toda la brecha, pálido y estupefacto. Eso era mejor, ¿no?, que el ser receptor de los golpes de su también amo.
Entre el "pequeño" y "gran" Léi, sobrinos de Léi Dàrén, quien lo había comprado una mañana nublada fue Léi Yǒnghuā. No tuvo que recordar a quién debía serle más fiel. Tragó en seco, arrastró al interior de su ser lo que lo mantenía sobre la faz de la tierra. Lo encerró en alguna parte de su esófago, le puso unas rejas y uno que otro sello. No moriría en esa vida, estaba seguro; no hasta que Léi Yǒnghuā se lo permitiera.
— ¡Ay, señor! —sollozó Fú Nán. Se tiró al piso de rodillas. Abrazó una de sus piernas como un pequeño mono—. ¡Señor, señor! ¡Ahhh! Estaba tan impactado de verlo y de cómo ingreso que ni siquiera lo pude saludar. ¡Mírelo, está enterito, ENTERITO! Mi amo, mi amo…
Fú Nán no exageró su sorpresa. De alguna manera, sí quedó realmente impactado por su llegada, aunque esto último se incrementó por el miedo a recibir un castigo junto a Léi Huālín. Entre un sirviente y un señor, era el primero quién tenía mucho que perder. Pero, tratándose de Léi Yǒnghuā, no había de lo que preocuparse, sus lágrimas brotaron por ello. El amo mayor no marcaba diferencias, por lo que el castigo sería el mismo. Y, aunque Léi Yǒnghuā no era suave cuando se trataba de la corrección, lloró del alivio.
"Léi Gāng, Lún Lǐ" lo llamaban sus íntimos en Běifāng Zuànshí. Y Fú Nán gimoteó el sobrenombre; sin querer, el pánico era quien hablaba.
El joven guerrero no se sobresaltó.
¡Aquella reacción…! ¡¡¡Esa era la reacción!!! Así es como su familia debió reaccionar con su llegada.
Léi Yǒnghuā había llevado una educación llena de valores y autocontrol. Se tragó su enojo y no apartó a Fú Nán de una patada, como otros lo hubieran hecho en la época. Pero, por el calor de la situación y la preocupación que sentía por Bǎo Zhì, su querido Lao Shi, su cuerpo se mantuvo rígido y ajeno, mostrándose frío ante el saludo del pequeño y atemorizado asistente.
— ¿Dónde este criado debe sugerirle a la tierna Léi Xuěyún que armen el campamento? —preguntó Fú Nán.
— Léi Jūn es la Ama y Señora de Běifāng Zuànshí. Ella sabrá qué hacer. Eso es todo. Vete a traer a Hé Róu.
[1] Xiǎo Gē (小哥): Literalmente significa "hermanito mayor"