— ¡La próxima ni se te ocurra acercarte a esta parte del reino! —gritó Léi Xuěwēi. Su mano sostuvo con firmeza la cuenca vacía de sopa que aún chorreaba en el suelo— ¡¿Cuántas veces te lo he dicho ya!?, ¿ah? —Golpeó el aire. El plato salió disparado a un rincón; se fragmentó sin recelos, haciendo incluso más publica su discusión—. Todos los días tengo que soportarte. ¡Tolerarte! No te quiero ver más de la cuenta. Ahora lárgate de aquí —despreció, yendo por otro camino.
Shěn Xuěpíng se quedó estático, y no se movió hasta que la figura de Léi Xuěwēi desapareció entre las construcciones. Corrió frenéticamente. El rojo invadió sus mejillas, y lágrimas las cubrieron, se deslizaron por su rostro como la lluvia. No era la sopa hirviente lo que lo había puesto así, sino las palabras que había utilizado Léi Xuěwēi y como tan repentinamente se habían encontrado; siempre lo molestaba, pero pensaba que le reservaba un mínimo de estima. Ahora lo confirmó, Léi Xuěwēi realmente lo odiaba.
Shěn Xuěpíng regresó corriendo a sus aposentos. Al ingresar, cerró las puertas con fuerza y quedó oculto en medio de la oscuridad. Se dejó caer en la entrada, recostando su espalda en la madera.
— ¿Otra vez Léi Xuěwēi? —preguntó una voz. Shěn Xuěpíng quedó helado. Se limpió rápidamente las lágrimas y se puso de pie, nervioso. Aprovechó que la voz provenía del otro lado de la habitación, se dio la vuelta y pegó su pecho en la salida del cuarto—. ¿Shěn Jīn? —Shěn Xuěpíng no respondió—. ¿Uhm?, ¿por qué huele a consomé…? ¡Abre la puerta! ¡Y ni se te ocurra escapar, o te perseguiré hasta alcanzarte! ¡No me importa si corres hasta el fin del mundo!
— ¡Yán Míng!, ¡Yán Míng!, no es lo que crees. Solo me caí, me tropecé. Ya sabes que soy torpe. Me dio un antojo y fui a la cocina, me serví sopa, pero se me rebalsó todo. Las señoras ya me regañaron, no me regañes tú también. Me voy a limpiar, pero no me persigas. Me da vergüenza. Abriré la puerta, ¿está bien?
— ¿Me quieres tomar por estúpido? ¿A quién planeas engañar? —recriminó Yán Míng, cuyo nombre de cortesía era Yán Yǒngzhōng, acercándosele. Aunque la habitación estaba oscura, supo moverse, conocía a detalle muchos de los cuartos del Antiguo Reino Léi. Abrió de golpe la puerta, estaba enfadado. Sujetó astutamente el cuello de Shěn Xuěpíng para que no se escapara. Con la luz del día, vio su traje. Su cara se puso pálida, pero arrugó el ceño—. Ahora, tengo que cambiarte, ¡de nuevo! —gruñó. Agitó sus largas mangas en el aire y se tocó la frente, agotado—. Fue hace tan solo veinte minutos cuando desayunaste y dijiste "estoy tan lleno que podría salir rodando de aquí". ¡No sabes mentir!
La ropa de Shěn Xuěpíng estaba llena de verduras, había algunos fideos sobre su cabello y trozos de carne acumulados en zonas hundidas de su túnica. La expresión de Yán Yǒngzhōng se hizo severa y amarga. Su ceño se frunció como una antigua colina. Un mohín desformó su agraciado rostro. Se notaba que echaba humo por la cabeza cuando farfulló con rabia:
— Ese… tipo… Apenas sale el sol y ya te fastidia.
Zapateó bruscamente el suelo.
— ¡No te expreses así, Yán Míng! —pronunció Shěn Xuěpíng, apresurado—. Es el hijo de Léi Dàrén[1]. Tenemos que ser respetuosos, solo somos invitados.
— ¡Eres el único que se llama invitado! Deberías contarle lo que te hace su hijo. ¡Solo así lo veremos castigado! ¡Son sus celos!, ¡son los celos los que lo orillan actuar así! ¡Siente envidia de que su padre te trate como a un hijo!
— ¡Yang Ming!, ¡Yang Ming! No digas eso, ¡no digas esas cosas! —articuló, nervioso. Agitó sus manos, quiso deshacerse de los pensamientos negativos—. Por favor, no…
— ¡Se lo diré a Léi Dàrén!
— No le digas nada, por favor, no le cuentes nada. Léi Kāng solo... Léi Kāng...
El nombre de nacimiento del primogénito del Señor de la Casa Léi era Léi Kāng.
Yán Yǒngzhōng planeó desvestir a Shěn Xuěpíng. Cuando acercó sus manos a la ropa, sus dedos huyeron por instinto.
— ¡¿Qué te sucede?! —gritó, preocupado— ¡Pero si estas las telas aún queman! ¡Quítate la ropa! —exigió. Sin embargo, su reacción fue más rápida que la de Shěn Xuěpíng, y lo desnudó con rapidez—. ¡Ese maldito de Léi Xuěwēi! ¡Qué le pasa! ¡Cuando tenga la oportunidad de golpearlo, lo haré! ¡Le devolveré todo en un solo golpe! ¿El bastardo de Sīkòu Fēng también estuvo allí?
— No…, no estaba. No estés molesto. Esta vez fue mi culpa.
— ¿Tu culpa? ¡Qué!, ¿acaso siempre eres el único responsable? ¿Cómo puede ser tu culpa? Si es que es su culpa, dime, ¿terminó con algo en la cabeza? ¿Le tiraste un pepino? ¿Lo golpeaste?, ¡¿ah?! ¿Cómo es que durante todos estos años es tu culpa? Tu culpa. ¡No me hagas reír, por favor! ¡O quizás sí!, ¡sí que es tu culpa, por no contarle nada a Léi Dàrén y quedarte callado! ¡Oh, espera, pero si yo soy tu sirviente! —gritó irónico—, ¡eso significa que también es mi culpa! ¡Nunca debí escucharte cuándo quise delatarlo, debí ir de frente con nuestro señor! ¡No te preocupes, hoy se acabaron los culpables, hablaré con él!
— Yán Míng, no hay que pelear. No digas nada, te lo ruego. Yán Míng, por favor. ¿Yán Míng?, mírame, te estoy hablando. ¡Yán Yǒngzhōng, no me ignores!
Yán Yǒngzhōng tomó una gran bocanada de aire. Sus mejillas estaban ardiendo en rabia. Shěn Xuěpíng era su amo, así que no le quedó de otra que obedecer. Reservó sus emociones, por supuesto, con rencor.
— ¿Pudiste ver a tu tío? —preguntó, histérico, pero vagamente moderado.
Shěn Xuěpíng vaciló, apartó la mirada. Yán Yǒngzhōng acercó el balde de agua que momentos atrás había llenado para asear el suelo, justo lo habían construido ayer y él aún no lo había utilizado para los quehaceres; cogió una de las telas blancas del mueble de nogal, regalo de Léi Dàrén para el séptimo cumpleaños de Shěn Xuěpíng.
En esa parte del país, ubicada en el Norte, el clima era gélido.
Cuando sumergió la toalla y la exprimió, Shěn Xuěpíng fue incapaz de no estremecerse viendo la fricción y los chorros descender.
— No… —murmuró. No se atrevió a mentirle. Yán Míng lo asesinaría si lo descubría. Y él siempre se daba cuenta—. Léi Kāng apareció y… pasó lo que pasó.
— ¡¿Aún no has hablado con Léi Kē?! ¡¿Qué haces aquí perdiendo el tiempo?! ¡Tienes que ir rápidamente con él!, ¡dijo que era importante! —Yán Yǒngzhōng actuó diligentemente. Se apresuró mucho más que un caballo, lo limpió y vistió, le lavó el cabello con rapidez y empezó con el peinado—. Ya no eres un niño, Shěn Jīn. Debes portarte bien. No puedes retrasarte si nuestro señor te llama.
— Pero él dijo que me tomara mi tiempo.
— Eso no importa —reprendió Yán Yǒngzhōng —. Nuestro señor te podrá decir eso mil veces porque te estima, pero el resto está observando lo que haces.
— No te preocupes….
— ¡Qué no me preocupe! —interrumpió, airado, en un tono sarcástico—. ¡Los que nos miran!, ¡animas, animas!, ¿qué haré contigo? ¡Dime!, ¿qué haré?
Yán Yǒngzhōng sostuvo algunas joyas, pero el aroma a cerdo hervido aún no se había disipado. Dudó si colocárselos y rociarlos con perfumes, o limpiarlos luego y hacerle un peinado sencillo. Sabía que Léi Xuěwēi estaría en el salón en el que lo esperada Léi Dàrén. No deseaba que Shěn Xuěpíng se viera insignificante a su lado. Sin embargo, una idea llegó a él. Guardó las joyas en una caja desgastada, tenía que lavarlas antes de integrarlas con el resto de la orfebrería.
— Ya estás, vete así.
— ¿Seguro? —preguntó Shěn Xuěpíng, temeroso.
Desde que eran niños, Yán Yǒngzhōng lo había forzado a vestir ostentosamente. Shěn Xuěpíng se avergonzaba con facilidad, y no se sentía a gusto tan ataviado, pero, con el tiempo, se acostumbró sin desasosiegos a los estilos de Yán Yǒngzhōng.
— Seguro. Léi Dàrén verá que eres más humilde que su hijo.
Shěn Xuěpíng entendió de inmediato sus intenciones.
— … ¡Mejor ponme las joyas! —ordenó— ¡Léi Kāng se molestará si piensa lo mismo que tú!
— ¡Están sucias! Si te las pongo, ¿qué clase de sirviente sería?
— ¡Dámelas!
— ¡Quítate!
— ¡Qué me las des!
— ¡Hulen a grasa de puerco!
— ¡No importa!
— ¡Deja de ser un niño, compórtate!
— ¡No quiero ir así!
— ¡Suéltame! ¡Ya tienes que irte!, ¡apuesto a que te están esperando! ¿No tienes vergüenza?
— ¡Me iré, me iré, pero dame las joyas, o solo una, pero dame algo!
— ¡No lo haré, ya ríndete!
— ¡No me rendiré!
— ¡Fuera!
— ¡Quiero una!
— ¡Sobre mi cadáver!
— ¡Solo dame una!
Ambos se quedaron absortos en su riña. Yán Yǒngzhōng era hombre aferrado a su palabra, si ya había dicho que no, entonces se mantendría así hasta el último, muy distinto a Shěn Xuěpíng, quien tendía a vacilar por todo, incluso para esclarecerle su color preferido a otros.
A pesar de sus diferencias, los años y la cercanía; sobre todo, la dependencia y la fidelidad del uno hacia el otro; los había vuelto cercanos. El estatus significó poco, y el trato y la estima prevaleció entre ellos.
— ¿Qué sucede aquí? —preguntó gentilmente una grave voz.
Yán Yǒngzhōng se arrodilló prestamente, mientras que Shěn Xuěpíng intentó abalanzársele para quitarle las joyas. Este último no había visto, ni mucho menos escuchado, al señor ingresar al dormitorio.
Su acción casi lo hace caer al suelo, para evitarlo, sus pies trastabillaron entre ellos. Sus nervios se asentaron, y sintió un increíble alivió. Por poco y aterrizaba sobre los baldes de agua que había traído Yán Yǒngzhōng; ahora, llenos de desperdició.
— ¡A-Jīn, ten cuidado! —dijo Léi Dàrén, inquieto. Sus cejas dibujaron una expresión suave. Caminó energéticamente hasta Shěn Xuěpíng—. Vine porque pensé que habías enfermado, estaba preocupado. Ayer llovió mucho, poco más de lo usual, casi toda la noche, por no decir que llegó hasta el amanecer, como creo que así fue. Dime, ¿por qué demoraste?
— Tío… —susurró. Colocó una expresión alegre y repuso—: Tío, te debo una disculpa. No quise angustiarte. No estoy para nada enfermo, todo lo contrario. Hoy… Hoy me desperté tarde. Confundí los días. Como nuestra platica fue a la media noche, pensé que querías verme mañana, no este día. ¡Pero qué tonto soy! ¡Totalmente mi culpa!
— Ay, A-Jīn, jajajaja, siempre tan despistado. No te preocupes, no has perturbado tanto a este anciano. ¿Ya desayunaste? ¡Qué clase de pregunta hago!, pero si te acabas de levantar. La vejes consume mis sentidos. Léi Kāng tampoco lo ha hecho. Me comunicó que Sīkòu Fēng fue castigado por su maestro, así que él mismo tuvo que ir por algo de sopa, pero que un perro pasó corriendo, lo empujó, y cayó todo al suelo.
Yán Yǒngzhōng rio silenciosamente al escuchar la primera parte de la oración, pero, al escuchar la segunda, su cara se puso roja de la furia. ¡El desgraciado de Léi Xuěwēi se atrevió a llamar perro a Shěn Xuěpíng!
Shěn Xuěpíng se paró delante de él, intentado ocultar su expresión, la cual era increíblemente obvia.
— Si estás listo, podemos desayunar juntos —explicó Léi Dàrén.
— ¡Sí, estoy listo, estoy listo, lo acompañaré!
— Por cierto, ¿por qué discutían? —preguntó, mirando a Yán Yǒngzhōng.
Con esa interrogante finalmente planteada, el sirviente de Shěn Jīn se preparó para contarle todas las maldades que Léi Xuěwēi ejercía sobre su amo. Colocó una expresión seria y casi sufrida, llena de malestar, pero Shěn Jīn supo ver entre líneas, y vio claramente la sonrisa de satisfacción de Yán Yǒngzhōng debajo de toda esa actuación.
— ¡Por nada! —repuso rápidamente— ¡Pasa que Yán Míng compró un caramelo en el pueblo, pero, cuando estuvo a punto de entregármelo, recordó que Shīzūn estableció una dieta estricta para mí! Él no quería dármelo, así que… yo… yo intenté…
— Yán Míng, tan atento como siempre. —Observó los baldes en el dormitorio—. ¡Y tan trabajador! Por hoy, puedes descansar, hijo. En tus planes, estaría bien ir al pueblo y comprar ropa de verano.
— ¿Ropa de verano…? —repitió Yán Yǒngzhōng, en un mormullo.
— Tomate tu tiempo. Otros se encargarán de tus labores del día y los de mañana, así como los del resto del año y de los siguientes. Te lo has ganado, muchacho.
Yán Yǒngzhōng quedó sonsacado. Sus ojos estaban tan abiertos como los de un tarsio. Se encontraba casi boquiabierto.
Léi Dàrén rio, pero, al no ver reacciones en él, se quedó en silencio, curioso. No era habitual verlo sorprendido. Entre muchos adolescentes, Yán Yǒngzhōng era uno de los más serios y responsables. Pero, ahora, su expresión era como la de un niño viendo a su padre llegar de la guerra.
— Lo siento —repuso Yán Yǒngzhōng cuando notó su atrevimiento. Bajó la cabeza y pronunció—: Muchas gracias, Léi Dàrén. Será como ordene.
Sin embargo, se sentía peculiarmente turbado. Las palabras de Léi Kē se habían escuchado suspicaces, generó que se pusiera perspicaz y en alerta. Observó a su amo con cuidado y, luego, al señor, la mirada de este contenía intriga.
Su mente no tardó en concluir que no se trataba de una simple charla; en un inicio, creyó que Léi Kē le hablaría a Shěn Xuěpíng sobre su pobre progreso con la espada y que le lanzaría un pequeña regañada; aunque eso no era realmente su culpa, sino que todo residía en Léi Xuěwēi de nuevo. Dicho joven había dado la orden, a escondidas de su padre y Shīzūn, obstruir el entrenamiento de Shěn Xuěpíng, así que, cuando quería utilizar los campos de entrenamiento, o cuando quería desempeñarse en sus tiempos libres, algo inesperado surgía. Bajo los ojos de Yán Yǒngzhōng, Shěn Xuěpíng era tan inocente que no lo había notado. Estaba siendo acosado y él solo mostraba una sonrisa.
No lo entendía. Pero creía que era la razón por la que Léi Kē lo quería. Shěn Xuěpíng no era una persona que se dejara derrumbar tan fácil. Era fuerte, mucho más de lo que pensaba y se limitaba. Tenía una gran fuerza de voluntad. Léi Xuěwēi realmente lo envidiaba.
— Dime, Shěn Jīn, ¿le mostraste respetos a JìngGuāng-Jūn esta mañana?
— No, tío. Shīzūn ha estado enfadado estos días… Ayer, no se presentó a la sesión, así que fuimos al Cebe a rendirle honor. Nos quedamos arrodillados con presentes y comida durante horas. Cuando salió de su residencia, nos lanzó la puerta en la cara y se volvió a esconder. Desde el interior gritó: «¡Ni se les ocurra venir mañana!».
— JìngGuāng-Jūn, siempre tan severo —articuló con gracia y satisfacción, recordando el pasado—. ¿Sabes por qué tu Shīzūn está enfadado?
— Ayer no lo entendía, pero creo que lo comprendí en la madrugada.
— ¿Te desvelaste por eso?
Shěn Xuěpíng no asintió. No era la razón por la que se había levantado "tarde", como anteriormente le había asegurado. No quería que la mentira se extendiera. Pero sí, sí había trasnochado evaluando todo.
— Una vez, usted, me dijo que la sabiduría es esencial; sobre todo, en la vida de un artista marcial; me esfuerzo en pulirla desde entonces. Creo que repasar los eventos es parte de eso, de comprender "por qué" algo resultó como tal.
— De alguna forma lo es; no obstante, eso no te hará alcanzar la sabiduría —consolidó, con una amable sonrisa. Su larga barba se agitó gracias al viento. Shěn Xuěpíng lo observó cautivado, sintió que aprendería algo nuevo—. Y te recomendaría no repasar cada evento que vives.
— ¿Por qué no? —cuestionó, incrédulo.
— Una persona sensata no se aferra a cada instante de la existencia. No todo tiene una respuesta ni un significado encriptado; solo los libros de frases e historias del Camino a la Eternidad Espiritual están llenos de ello. Además, ya deberías saber que la sabiduría no se enfoca en un aspecto. Jajaja, ¡pero si justo es eso lo que quiere que aprendan JìngGuāng-Jūn!, ¿no?
— Así es. Esa fue mi conclusión. Creo que enfureció, incluso más, que lo visitáramos con presentes que con las lecciones claras. Presiento que no nos enseñará nada hasta que tengamos perfeccionado el "Faro del juicio".
— ¿Perfeccionado?
— Quiero decir… ¿interiorizado?
— Tienes que seguir estudiando.
— Pero…, sí es eso, ¿no?
— ¿Estás seguro?
— Usted conoce a Shīzūn. Si me topo con él y no tengo una respuesta, me desnudará cuando el invierno llegue, y ya no falta nada.
— No me convences, A-Jīn, no te daré las respuestas. Ya eres un hombre, a partir de ahora, correrás solo, no puedo llevarte de la mano como antes. Aún si lo quisiera, no podría, los huesos ya no me lo permiten.
— No diga eso, tío. Usted tiene fortaleza de sobra. El clima lo ha puesto así. Usted goza de buena salud. Sé que los dioses están muertos, pero… yo rezó por usted todos los días. No sabemos que sucedió en los cielos, todo es incierto, ¿no? Yo siento que Laks escucha nuestras plegarias.
Léi Dàrén prefirió no contradecir a Shěn Xuěpíng, este aún era joven, y todo espíritu recién concebido administra la esperanza en potencia, no quería originar una decepción en él. Aparte, ¿cómo explicarle que todos los hombres nacidos en el Norte no sufrían las afecciones de alguien del Sur? El ADN de los primeros había mutado hasta su actual descendencia, lo que menos sentía era la gelidez; de todas formas, no podía decírselo.
Dejó de lado dichos asuntos y le brindó una sonrisa. Shěn Xuěpíng había crecido bastante en los últimos meses. Todo aquel, incluso las comerciantes del pueblo y los ancianos del muelle, que lo trataban como un niño, abandonaron los modos. Había aumentado unos doce centímetros de golpe y sus rasgos habían cambiado, lo único que permaneció fue su inocencia; eso sí que seguía intacto, y se permitía suponer que, de hecho, se había vuelto más despistado, aspecto que lo preocupaba.
— Si vieras a JìngGuāng-Jūn hoy, ¿qué le dirías?
— No tengo palabras —respondió, temeroso—. Shīzūn no me permitiría hablar. Me callaría al instante.
Shěn Xuěpíng era consciente al predecirlo.
Al llegar al Salón Privado de la Familia Léi, dos centinelas abrieron las puertas. La madera eran tan pesada que el desplazamiento se hizo remiso. El traslado resonó en cada pasillo, izquierda y derecha, y en el largo camino del medio. Al separarse, se formó una delgada abertura. Como una advertencia, de lo condenada que sería su aparición si ponía un pie dentro, vio atónito como Léi Xuěwēi le decía asustado, con el rabillo del ojo, que se fuera de allí.
Aquella mirada solo significaba una cosa.
Léi Xuěwēi era alguien testarudo y atrevido; a pesar de todo, no era cobarde y mucho menos traicionero. Como todo aquel apellidado "Léi", contenía hermandad y compañerismo en su ser. Lamentablemente, y otra de sus únicas desgracias, solo para él, compartía maestro con Shěn Xuěpíng. Todo debido a una confusión, la cual imaginaba había sido instigada por su padre.
Sea como fuese, él, Shěn Xuěpíng y Sīkòu Fēng compartían a JìngGuāng-Jūn como maestro, uno de los hombres más estrictos, excéntricos e insensibles de todos los que servían a Léi Dàrén; para ser exacto, y vaya que a Léi Xuěwēi le obsesionaba la meticulosidad, JìngGuāng-Jūn podría ser uno de los hombres menos humanos de todo el Norte. Y lo que agravaba su situación era que su padre, Léi Kē, le había permitido a JìngGuāng-Jūn disponer de ellos como creyera conveniente.
La expresión de Léi Xuěwēi no lucían tan espantada, eran sus ojos los que contenían la advertencia de "vas a morir si ingresas". No había otra respuesta, allí dentro estaba su tajante maestro. Ver a Sīkòu Fēng arrodillado al lado de Léi Xuěwēi, con la cabeza plantada en la alfombra, solo confirmó la sospecha.
Su cuerpo reaccionó antes que él. Sus pies se movieron para huir. Léi Dàrén lo sujetó del hombro, lo enderezó y lo hizo ingresar.
— JìngGuāng-Jūn, tienes la energía de siempre. Dicen que tu belleza es eclipsante, pero creo que tu carácter lo es aún más. Te traje a una de tus ovejas —presentó, extendiendo a Shěn Xuěpíng frente a él.
El joven quedó intimidado. Se tiró al suelo rápidamente, arrodillándose al lado de Léi Xuěwēi. Pegó la frente lo más que pudo.
— ¿Conseguiste avances? —le preguntó.
— No, mi señor.
— Conque aún no recuerdan lo que prometieron…
— No lo hacen, mi señor —aseveró JìngGuāng-Jūn, calmo.
Su semblante era gélido como la nieve, sus ojos distantes y cristalinos. La cabellera le llegaba a las rodillas, era sedosa y fina, y vestía enteramente de blanco. Su aspecto era como la de un ángel; a primera vista, nadie dudaría que lo fuera; sin embargo, luego de sumergirse en su agría personalidad, la mayoría resultaba espantado, pero admirado de sus modales.
— ¡Eres tan estúpido que no notas nada! —regañó Léi Xuěwēi a Shěn Xuěpíng, procurando que otros no lo escucharan.
— Tu padre me atrapó, ¿qué querías que hiciera?, ¿qué lo empujara y me fuera?
— ¡Quizás! Tal vez con eso, nos habrías salvado a los tres.
— ¿Tan molesto está?
— Ni te imaginas.
Luego de que Léi Xuěwēi humillará a Shěn Xuěpíng, el karma no tardó en cobrársela. Doblando la esquina en la que lo abandonaba, se encontró con su Shīzūn. Un cruce desafortunado en toda palabra. Nadie transitaba por ese lugar. Y estaba tan amargado en esos momentos que sus pasos fueron agresivos y prepotentes. Chocó con el pecho de su maestro y hasta lo empujó por el abrupto. Como era de esperarse, fue él quien cayó al suelo, cuando elevó la mirada, vio la decepción en sus ojos y a un aterrado Sīkòu Fēng, quien lo perseguía como su sombra.
— Tu padre me dijo que Sīkòu Fēng estaba castigado —murmuró Shěn Xuěpíng.
— Ya, y a mí me dijo que estaba enfermo —repuso Léi Xuěwēi.
— ¿Por eso tenías la sopa a esa temperatura? —cuestionó Shěn Xuěpíng, entendiendo la expresión de inquietud que traía en el rostro esa mañana.
— ¿Qué sopa? —interrogó Sīkòu Fēng—. Pensé que solo estabas caminando.
— No importa —contestó Léi Xuěwēi.
— Tu padre me dijo que estabas en el Cebe —explicó Sīkòu Fēng—. Pensé que te atreviste a recibir el castigo de Shīzūn a pesar de que nos advirtió no ir a verlo, así que fui para acompañarte.
Los jóvenes se quedaron en silencio, llegaron a la misma conclusión: ¡El anciano los había timado!
— Le dijo a Yán Míng que comprara ropa de verano —añadió Shěn Xuěpíng.
— Tu padre le preguntó a… —Sīkòu Fēng señaló con sus ojos a su Shīzūn— …si habíamos recordado nuestra promesa, ¿saben de qué habla?
— Me aterra siquiera responder eso —respondió Shěn Xuěpíng—. ¿Léi Kāng?
— No lo sé… No me preguntes e intenta recordar.
JìngGuāng-Jūn tenía una capacidad auditiva minuciosa. Con frialdad, examinó tajante:
— Conque no recuerdan.
— Tuvieron tiempo para divertirse en año nuevo, robando el licor del hermano Mo y repartiéndoselo entre sus amigos—articuló Léi Dàrén. Caminó hasta el fondo del salón, yendo hacia su asiento—. Hasta Yán Míng lo recuerda, ocasionaron todo un escándalo en la montaña XinMei. ¿Cómo los llamaban sus hermanos marciales las primeras semanas? Ah, sí, "Hijos de la opaca luz".
— ¿Ah?, ¿no nos llamaban así por nuestro Shīzūn? —preguntó Shěn Xuěpíng.
— ¿Qué dijiste, A-Jīn? —cuestionó JìngGuāng-Jūn. El prefijo afectivo en sus labios se escuchó riesgoso y amenazante. Siempre sonaba del mismo modo cada vez que pronunciaba su nombre.
— ¡No habrás la boca! —regañó Léi Xuěwēi— ¡Vas a hacer… que… se moleste… más…!
Se calló al cruzar ojos con su Shīzūn.
— Harías bien en seguir tu propia recomendación, o el nuevo comportamiento de Sīkòu Fēng —advirtió su maestro.
Sīkòu Fēng tragó en seco. Trató de fingir ser un macetero. No buscaba que su maestro lo mirara, o que pronunciara su nombre, lo último sí que lo puso ansioso. Por poco y se le salen las lágrimas del miedo. Y, al parecer se le escapó alguna, la cual Léi Dàrén imaginó que era de alegría por su reconocimiento.
En el exterior de la habitación, se escuchó un sonido resonante y hueco, producto de unos increíbles y dominantes pasos, de cierto peso intrépido para desplazarse por la residencia de aquella forma, como si fuera dueño y amo de cada centímetro de la inmensa propiedad. Fue el chirrido de piezas de metal rozando entre sí, lo que llamó la atención de los jóvenes. El ruido no era estridente, sino un tintineo tolerable.
Léi Xuěwēi y Sīkòu Fēng intercambiaron miradas. Léi Dàrén se tocó la frente con estrés. Y JìngGuāng-Jūn cerró los ojos como si meditara, como si no le importara en lo más mínimo la situación. Ambos adultos parecían saber lo que se desencadenaría, solo que uno cargaba con el peso de atender el problema y, el otro, en esperar a que terminara para continuar con el actual. Nadie se dignó a ver al curioso Shěn Xuěpíng, por lo que sus ojos aterrizaron en la entrada luego de intentar entender la situación.
La puerta se abrió lentamente, mucho antes de que la visita se acercara. Cuando notó que se formó la línea de apertura, corrió tenazmente hasta el interior del salón. Su porte era temerario y firme, generó escepticismo en Sīkòu Fēng y Shěn Xuěpíng, y enojo en Léi Xuěwēi, quien casi le grita por su actitud.
Se retiró bruscamente el yelmo que cubría su rostro. Sus mejillas estaban rojas, su cabello quedó ligeramente despeinado. Su rostro se caracteriza por lucir estrictamente severo, gracias a la forma de sus cejas y labios, así como a la excentricidad de sus parpados. Ahora mismo, lucía ofendido. Se trataba del primo mayor de Léi Xuěwēi.
Su expresión se hizo agua a verlo llegar así. ¿Estaba soñando?
— ¡Jiùjiu! —pronunció el joven de armadura dorada con fuerza, en un tono replicativo, triste y berrinchudo— ¡Pensé que me recibirías! ¿Por qué no hay nadie en la entrada?
Los jóvenes se pusieron de pie rápidamente. Todos emocionados y con una sonrisa.
— ¡Léi Yǒnghuā! —gritó Sīkòu Fēng.
— ¡Táng Gē[2]! —se sorprendió Léi Xuěwēi.
— ¡Dà Gē[3]! —se alegró Shěn Xuěpíng.
[1] Honorífico genérico que se puede usar para mostrar respeto hacia una persona de alto estatus. se traduce como "Señor" o "Excelencia".
[2] "Táng Gē" (堂哥) se refiere al primo mayor del lado paterno
[3] "Da Ge" (大哥) es un término en chino que se utiliza para referirse a un "hermano mayor"