En una mañana resplandeciente, el sol se asomaba por el horizonte pintando el manantial celestial de tonos rosados y dorados. Las ráfagas, breves, fuertes y vigorosas, se zambulleron en las hierbas del suave pastizal; con los primeros golpes, las meció con prudencia y, luego, con delicadeza. Cada brizna de vegetación de la tierra llana y el escarpe del terreno inclinado parecía danzar al compás del viento, siendo acariciada por la energía vital.
El mosaico de verdes tonalidades se extendía como un manto ondulado sobre el suelo, un bordado delicado del blanco al verde más oscuro, desde dónde la mente no recuerda hasta donde todo se hunde en medio del océano. Al rozar el tacto, la textura era sedosa, acompañada de un aroma fresco, el cual, impregnado en el aire, se apoderaba de cada pétalo adherido al cuerpo; fragancia detectada únicamente cuando se respira a conciencia, con necesidad y concentración, sólo allí y solo así. Cada hierba poseía su propia característica, algunas esbeltas y flexibles, otras más delicadas y robustas, todas vibrantes de vida bajo la luz matutina.
La esfera del cielo derramaba su luz sobre el paisaje. Iluminó a las mariposas que revoloteaban entre el pastizal. Sus alas eran un arcoíris en movimiento, cada aleteo acumulaba una sonrisa, y, en su interior, almacenaban regocijo. Sus tonos eran vibrantes, oscilaban entre el amarillo, naranja y azul, de bordes negros y motas blancas. Cada revoloteo desplegaba un destello de color, como pequeñas pinceladas de arte en el glaciar superior.
El lago celestial termina siendo un lienzo de constante cambio, en él, se funden los tonos pasteles del amanecer con el celeste intenso del día que llega, siempre apodado "Boreal Auriga". El algodón, esponjoso y etéreo, flota en el firmamento, toma formas caprichosas, muchas despiertan la imaginación, y otras parecen lino esculpido por las manos de Stribog, se extienden por las plumas de un Martín pescador común.
Y el viento, definido como "luxurio", más de lo que uno quisiera realmente, es el director de esa sinfonía que es impulsada y definida por el trineo de las aves. Se siente en la piel como una caricia, refrescante y revitalizadora. Desde la distancia, detalles observados desde la ventana de una posada, sus susurros son como un canto mañanero de sirena, y, gracias a sus actos, aquel que fuera el responsable recibiría una piadosa bendición por la evocación de la contemplación y conexión con la naturaleza.
Fluctuando junto al canto, persiguiendo la tierna corriente de voz, el vigoroso brillo del día expande mucho más los dos metros de largo de la ventana. Los espejos del alma, como cada matiz del vaso mortal, captaron fascinados la danza de colores, aromas y sensaciones que agitaban los sentidos y alimentaban el néctar interior. Algo era seguro, sería un evento efímero, pero eterno, un regalo del seno de la tierra que se sumerge en la armonía y belleza del universo; ese en el que se vive sin camino establecido, armado de planes, propuestas y construcciones.
«Pero ¿qué le sucede?», se preguntó Zhì Yuè.
Yamagata Kiriya estaba sentado cuatro mesas delante; estaba de espaldas, mirando hacia la nada y sorbiendo plácidamente su sopa. El joven vestía una capa negra que cubría su deteriorado y andrajoso hanfu blanco. Sus heridas estaban vendadas, aún se recuperaba. Y sus pies estaban descubiertos, expuestos a la crueldad del suelo.
Zhì Yuè se rascó la cabeza con severidad, soltó un fuerte soplido, cansado; el trabajo del día anterior le había dañado el lado izquierdo de la mandíbula; se pasó la mano por la cara y, de paso, elevó algunos de los mechones que le cubrían la frente. Tomó toscamente su pan, envuelto en una tela color beige, y cogió su taza de linaza. Se acercó hasta la mesa de Yamagata. Allí, lo miró con cuidado.
Yamagata tenía un semblante ausente, como si alguien le hubiera succionado la felicidad. Sus ojos eran dos motas grises pérdidas, similares a dos semillas de guanábana; no tenían ningún tipo de brillo, acumulaban la ausencia de su alma. Sus parpados estaban caídos, sumidos en el desinterés, parecía que sus pupilas estaban acorraladas en un mar de desesperanza, no reflejaban luz ni mucho menos espíritu. Sus ojeras cargaban el peso del mundo, y sus párpados una lucha contra la abrumadora apatía.
El sujeto irradiaba una tristeza capaz de drenar el color y la vida de todo a su alrededor, revelaba un alma perdida en el abismo del abatimiento, pero sin reconocer que lo estaba.
Zhì Yuè se sentó al frente de él. Yamagata no mostró expresión alguna. Zhì Yuè dobló sus piernas, colocó una pantorrilla sobre otra, tomó un profundo sorbo de su lizana caliente, miró a Kiriya con curiosidad y articuló:
— ¡Habla! ¿Qué es lo que quieres de mí? Me has perseguido estos días. Ayer trabajamos técnicamente juntos. Intenté darte la mitad de la recompensa. Pero huyes cuando me acerco y te aproximas sin notarlo después. Y no digas que no me sigues. Hemos caminado por los mismos senderos. Has entrado a los mismos lugares que yo. Duermes cuando duermo, caminas cuando camino, te mueves cuando me muevo y comes cuando como. Yo he estado pagando por tus gastos, tu alimento y posada. En nuestra situación, lo adecuado es que respondas.
Yamagata Kiriya llevó su mano a su mentón. No parecía entenderlo. Se preguntó: «¿Pagando por mi comida…?, ¿la posada? ¿Se paga por dormir?»
Zhì Yuè leyó inmediatamente su mente. En realidad, el dinero no era un problema. Soltó un suspiro originado desde el interior de su corazón, flexionado y contenido por el cansancio muscular.
No estaba confrontando a Kiriya por los gastos que le había generado. Sus intereses derivaban de otro aspecto, algo humano.
— No te entiendo —murmuró Zhì Yuè—. Responde. ¿Por qué me sigues?
— Dijiste: «Ahora eres libre, puedes ir dónde quieras. Los humanos son capaces de escoger su camino, tanto como la flora decida desplazarse».
Zhì Yuè lo recordaba. Eso era exactamente lo que él le había dicho cuando lo rescató.
— ¿Por ello, me has estado siguiendo?
— … El pavimento es público —articuló Kiriya ausentemente—. La libertad… es libertad.
Por su expresión, Zhì Yuè dedujo fácilmente que no le estaba tomando el pelo. No parecía ser una persona orientada a la estafa, como otros huérfanos que había conocido; mucho menos del tipo de persona que finge ingenuidad esperando que bajes la guardia para robarte; todo lo contrario, lucía perdido.
— Hagamos bien esto. No puedes estar siguiéndome como un perrito desahuciado por todas partes. Hace dos días compré un par de zapatos para ti, pero te echaste a correr porque pensaste que te pegaría. Yo te rescaté, ¿no? ¿Por qué te golpearía…? ¡Ay! —denotó, tocándose la frente. Kiriya no parecía entender nada de lo que le decía, estaba sorbiendo el caldo de su cuchara—. Solo tienes que decir que no sabes a dónde ir y que me quieres acompañar, con eso es suficiente para mí —aseveró Zhì Yuè, sonriente. Su alegría era instintiva, igual que su respiración—, así que hagámoslo oficial. Me presento de nuevo. Mi nombre es Zhì Yuè. Pertenezco a Mermaid Wings. Y mi talento… eso ya lo sabes. Será un placer trabajar juntos. Ahora tú, preséntate.
Kiriya colocó su cubierto al interior de su tazón. Tomó una servilleta y se limpió cuidadosamente, era la primera vez que Zhì Yuè lo veía ser tan leal a la limpieza.
— … Mi nombre es Yamagata Kiriya. No pertenezco a ningún sitio. Mi talento es problemático, al parecer, especial; no quiero traerte problemas, así que no lo usaré hasta aprender a controlarlo. Será interesante trabajar contigo. Espero aprender cosas de ti. Y… no soy un perro desahuciado.
«Lo último era innecesario», evaluó Zhì Yuè, pero no le importó. Kiriya parecía ser una persona directa, le gustó eso. Sintió que serían compatibles para trabajar en equipo; después de todo, no lo había hecho tan mal el día anterior.
— ¡Muy bien!, ¡me encantas! Si te sigo agradando en el futuro, y mi compañía te resulta grata y satisfactoria, entonces puedes darte el lujo de ser adoptado por mí.
— ¿Adoptado…?
— ¡Siempre bebes sopa!, ¿te gusta?
— No lo sé… ¿Cómo sé si me gusta?
— Sabes que te gusta cuando es eso en lo único que piensas al tener hambre. Yo amo el estofado, o el pollo en general. Me gusta el arroz y el pollo.
— Creo que me agrada que sea ligera. Nunca he comido otra cosa que no sea sopa…
Zhì Yuè quiso darle un abrazo, Kiriya no mentía, algo había escuchado sobre lo que le daban de comer. ¿Cómo era posible que lo olvidara? Debería golpearse a sí mismo luego. Necesitaba concentrarse, llevaba días pensando en otros asuntos. Agitó su cabeza y se apoyó en la mesa.
— Lo olvidaba, ¿cuántos años tienes? Pareces de mi edad, ¿tú también tienes quince?
— La familia Kaer me mantuvo encerrado diez años —comentó como si nada, haciendo los cálculos, manteniendo su vista en la madera del techo—. Y creo recordar que dijeron que me encontraron a los cinco… Creo que sí, supongo que tengo quince.
— ¿Me presumes que sabes sumar? —preguntó Zhì Yuè, intentando bromear con él—. Yo también sé matemáticas.
— ¿Presumir…? —murmuró Kiriya. Sintió recordar algo, pero lo olvidó enseguida— ¿Matemáticas…? —repitió, después.
Zhì Yuè habló como maestro genio del Imperio Mágico:
— Presumir: Acción de alardear con el propósito de impresionar.
Tan pronto cuando definió "presumir", se dirigió a definir "matemáticas", pero Yamagata Kiriya habló antes, remedando la actitud de Zhì Yuè, en el mismo tono y casi como un robot, artículo monótono:
— Matemáticas, según el Diccionario Celestial, las matemáticas son una disciplina encargada del estudio de las relaciones de los números y sus propiedades, funciones, conjuntos, figuras geométricas, operaciones lógicas que se analizan y resuelven… —notando su impropiedad al interrumpirlo, se detuvo abruptamente—. Disculpa. No sé de dónde salió eso. Me disculpo. Entiendo si me odias…
— ¡Esto es bueno!, ¡no eres un analfabeto! —exclamó Zhì Yuè, contento. Sus mejillas lucían rosadas, y sus verdes pupilas irradiaban un brillo de emoción—. ¡No te disculpes, no te disculpes! Realmente me preocupaste. Estaba haciendo los cálculos de cuánto costaría invertir en un maestro para que te educase, y cuánto tiempo tardarías en aprender. ¿Eso te enseñó la familia Kaer…? —Se detuvo. Tosió con discreción un par de veces. Sí que era un estúpido en ocasiones—. Será mejor no mencionarlos, no es bueno para ti.
— No importa. Como sea, no recuerdo mucho. Quizás ellos me educaron.
— Cuando recuerdes cosas importantes, avísame. De seguro quieres entender quién eres y de dónde vienes —Kiriya no parecía entenderlo—; ya sabes, armar tu pasado, a eso me refiero. Te ayudaré en lo que pueda, ahora somos amigos. —Zhì Yuè le extendió su pan de semillas integrales. Pensó que sería agradable que Kiriya probara algo nuevo—. Desayuna bien, tenemos que atender otro trabajo.
— ¿De qué tratará? —preguntó, luego de recibir el pan y morderlo con escepticismo.
Al escuchar esa pregunta, los ojos de Zhì Yuè se volvieron traviesos. Movió sus cejas como si fuese un contrabandista intentando vender Polvo Aditivo a niños en un callejón apartado y escondido entre los escombros luego de la guerra. Las comisuras de su sonrisa se extendieron con placer y regocijo, como si recordara algo travieso que había hecho; lucía demasiado feliz.
Asintió orgullosamente un par de veces antes de responder.
— Nosotros, amigo mío, nos aventuramos a exterminar a Salamandra de Hielo en el abismo maldito, lugar del que se rumorea y esconden las Pulseras Divinas, las cuales son custodiadas por Hynt. —De nuevo, Kiriya no entendió su emoción—. El pueblo Starlim paga veinte mil sonios por deshacerse de él. En estos momentos, el dinero nos urge. Debemos pagar los últimos cobros de la casa, cubrir los gastos de comida, comprar cosas nuevas, y, justo ahora último, estamos remodelando todo, y, con tu llegada, tendremos que construir un nuevo dormitorio. Todo en Grumelia está caro. Vivir en la catedral nos cuesta medio riñón al mes. Quizás no lo sepas, pero lo de la guerra y las iglesias dejó la economía hasta el Santuario Celestial, el Consejo de Magos está hecho un loquero, así que escogí en secreto siete trabajos del tablero de asuntos de Mermaid Wings, bueno, por todo aquello y por otras cosas. Pero olvida todo; no es importante. Antes de irnos, tenemos que ir a comprarte ropa. No puedes andar así.
Kiriya escrutó su atuendo con simpleza. Alzó la mirada y, con unos ojos inertes, preguntó:
— ¿Es malo?
— Por tu propio bien, y por la salubridad de los demás, nunca preguntes eso frente a otros, y nunca andes así cerca a alguien. Tú solo recuerda mantenerte limpio siempre. Polvo: Te bañas. Una mancha: Te bañas. Sudor: Te bañas. Así de simple.
— Está bien… Ya terminé de comer. ¿Dónde compraremos?, ¿queda lejos? ¿Dónde queda el trabajo?, ¿en cuantas horas llegáremos?
— ¿El trabajo?, ¿horas? —preguntó Zhì Yuè, confuso—. Ah, verdad —aplaudió— había olvidado que creciste secuestrado. No es cuestión de horas, sino de días. Nos tomará dos días llegar a Starlim. Compré dos boletos, viajaremos en tren; sale en dos horas, así que aún tenemos tiempo.
— ¿Tren?
— Amigo, me niego a definirte lo que es un tren —expresó Zhì Yuè, seguro y frunciendo el ceño—, te estaría quitando la chispa de emoción al conocer uno por primera vez. Cuando estemos cerca, te cubriré los ojos y te lo mostraré. Aunque a mí no me gusta subir a uno, siempre termino vomitando.
— ¿Entonces para qué vamos? —cuestionó Kiriya, sin entenderlo.
— ¿Tienes un anglil del que no me hayas hablado? —preguntó Zhì Yuè, con una mirada astuta. Apoyó cómodamente sus codos sobre la mesa, inclinándose un poco y tocando sus mejillas, necesitaba masajear esa zona de su cuerpo. Un anglil era una enorme ave de color verde de tonos azulados con líneas negras, su tamaño promedio era la de un caballo, dependiendo del peso y su desarrollo, eran capaces de servir como transportistas o acompañantes de viaje; su pelaje siempre brillaba como hilos de plata—. No, ¿verdad? La única forma de movernos rápido es en tren si no tenemos un anglil. Si vamos a pie o en caballo, tardaríamos unos cinco o seis días, o hasta siete, creo. Eso no importa, de seguro tú sí te divertirás. Te gustará el tren, muchos dicen que lo disfrutan. Para serte sincero, no sé cómo no odian esa máquina.
A pesar de que esas fueron las palabras afirmativas y animosas de Zhì Yuè, Yamagata Kiriya no soportó el viaje en tren. Experimentó el peor mareo de toda su vida y terminó vomitando todo su desayuno. Al parecer, ambos jóvenes eran incapaces de viajar en un ferrocarril; a eso se le podría llamar, despectivamente, ser pueblerino profundo.
Aunque el viaje fue innegablemente divertido, Kiriya pensó que Zhì Yuè lo estaba castigando.
En el pueblo de Starlim, en la avenida G, sitio algo desatendido, que se conecta con la avenida principal, dos chicos estaban en medio de un amplio callejón, uno de pie y el otro encorvado. El moho había domado el lugar, increíblemente, hasta habían crecido algunas flores de pétalos blancos.
Sobre el pavimento desgastado y lleno de manchas negras, en su mayoría mugre con algo de petróleo, se esparcían desperdicios y, en general, basura. Había muchos barriles, algunos con agujeros y otros parecían haber sido destruidos luego de una agitada pelea; el aroma del vino aún se sentía, no había traspasado varios días desde su presencia en el lugar, no más de dos.
Para su suerte, Zhì Yuè siempre llevaba consigo un producto mágico llamado El Mejor Aroma; este producto permitía que su empleador convierta la esencia del frasco a su fragancia favorita y soltaba aroma por sí solo, midiendo siempre la necesidad del portador. La ventaja del producto era que su forma podía variar, Zhì Yuè lo llevaba consigo como una insignia.
— ¿Estás mejor? —consultó Zhì Yuè. Su mano sostenía la larga cola de Kiriya, mientras este último vomitaba al interior de un bocoy, de madera extremadamente oscura—. Bro, en serio, disculpa, no creí que tampoco soportaras viajar en tren.
Kiriya lo miró con tristeza. Sus ojos parecieron reflejar sentimiento por un segundo, pero se esfumó rápidamente.
— No importa —pronunció con dificultad. Se limpió con un pañuelo, pensando que eso sería todo. No obstante, su cuerpo se aferró a la sensación de mareo y empezó otra ronda.
— ¿De dónde sale tanto? Temo que, si sigues así, lo que saldrá después será tu corazón. —Kiriya llevó rápidamente su mano al pecho y se aferró en esa zona—. No te preocupes, solo era una expresión, no es que realmente se salga; eso nunca ha ocurrido.
«Es sencillo engañarlo. Qué bueno que no terminó con alguien malvado», caviló Zhì Yuè.
— Kiriya, hoy te enseñaré a bromear.
— ¿Tiene que ver con nuestro trabajo?
— Nop. Pero tiene que ver con tu desenvolvimiento social. No tienes que ser gracioso, eso es innecesario; lo que debes aprender es diferenciar la sátira entre la verdad.
— Entiendo.
— ¿Te puedo preguntar algo?
— Adelante.
— ¿Qué opinas de los sentimientos?
— ¿Los sentimientos?
— ¿Sabes qué son?, ¿crees que son importantes?
— Mencionaste algo… ¡urgh!, ¡urgh!, …similar, lo recuerdo —respondió con dificultad. Luego, respondió su pregunta—: Solo en definición... ¡Urgh!
— Será mejor que no utilices la máscara por ahora, el olor quedará impregnado.
Por su larga cabellera rojiza, Zhì Yuè era una persona que vestía un largo traje negro de ornamento dorado. Sus túnicas no eran nada conservadoras, se orientaban a ser holgadas y abiertas, en donde exhibía piel. Su túnica interior era blanca, y dos largas telas cubrían su brazo izquierdo, y, debajo, se pegaba a su cuerpo una larga manga negra, moldeándolo; sobre su brazo derecho se extendían telas de un color concorde al dorado, y, en esa parte de su cuerpo, su piel estaba descubierta. Cuando movía su brazo, las telas se dividían en dos y dejaban al descubierto su pálida dermis.
Zhì Yuè le consiguió ropa cómoda a Kiriya. Pero no solo se enfocó en su bienestar, sino que también en sus emociones. Kiriya era un lienzo negro, necesitaba de motas de arcoíris para brillar, entonces, para jugar con la profundidad oscura de sus ojos y cabello, Zhì Yuè lo vistió de celeste y blanco, con joyas para su mano y orejas, y le colocó una cinta delicadamente escarchada en la frente, en donde se construía un patrón de viento que parecía ser una neblina blanca. Con ese cambio total, se veía vivo y seguro, con algo de personalidad.
Zhì Yuè había sujetado su larga y desordenada cabellera en una coleta, para eso, le hizo algunos cortes y probó uno que otro estilo. Y, por su seguridad, cubrió su rostro con una máscara blanca. Su apariencia era la de un joven amo de una buena familia, y la de un cadete preparándose para enlistarse. Su mirada huidiza y carente de sentimientos se había transformado en un arma de atracción para las damas. Al verlo cambiado, Zhì Yuè le lanzó un par de silbidos y guiños para animarlo y orillarlo a manifestar alguna emoción, pero Kiriya se mantuvo seco como la arena.
Ambos caminaron por el pueblo Starlim. Antes de llegar, Zhì Yuè imaginó que sería un lugar aislado y poco urbanizado, pero era todo lo contrario, Starlim lucía como una ciudad, al parecer, estaba en camino de ser una. Eso sí era interesante.
— ¿Eso es comida? —preguntó Kiriya. Se detuvo y miró hacia el ventanal de una tienda. Esta exhibía postres, como pie de arándanos, panes dulces y tartaletas—. Se ve como… Está muy decorado. Es como la joyería.
— Dicen que la comida entra por los ojos; por ello, lo hacen lo más hermoso posible; aunque, de todas formas, la gastronomía es un arte. —Lo meditó unos segundos—: Tal vez, ambos puntos son explicaciones y acciones beneficiosas para la venta. ¿Quieres probar?
Kiriya negó, pero su estómago rugió con fuerza. Inquieto, se disculpó cordialmente con Zhì Yuè, inclinando su cabeza y extendiendo sus brazos.
— Ya gastó dinero en mí. No necesito nada. No comeré estos días hasta trabajar lo suficiente.
— ¿Pero qué dices? ¿No comerás estos días? ¿Quieres morir? Y no me hables de "usted", somos de la misma edad.
Kiriya asintió y habló:
— Mencionaste necesitar dinero para tu casa en la catedral. Eres amable. No quiero generar gastos innecesarios.
— … Creo que no te lo dije, pero… yo soy rico.
Kiriya lo observó con una expresión ausente. Se preguntó: «¿Rico como los Kaer? —Zhì Yuè le sonreía—. Riqueza: Maldad. ¡Es malo!»
— El dinero no es problema —continuó explicando Zhì Yuè—. No provengo de una familia noble o de un clan reconocido. Yo amaso mi fortuna con trabajos de este tipo. Ah, lo olvidaba, y tengo una empresa. Lo que estoy haciendo ahora es acumular dinero por si se aproxima otra guerra, ya existen algunos rumores al respecto. Y, bueno, eso y porque estoy buscando a alguien…, luego te contaré sobre eso ¡Entonces!, dejando todo de lado, ¿querrás algún bocadillo?
El vientre de Kiriya volvió a rugir con fuerza, respondiendo por él.
— ¡Tomaré eso como un sí! —aseveró Zhì Yuè, tocando suavemente el hombro de Kiriya. Este último aún no se acostumbraba al buen trato, así que cerró sus ojos como si lo fuesen a golpear. Zhì Yuè se alejó rápidamente avergonzado—. ¡Lo siento! Creo que debo cambiar mi forma de actuar contigo. Intentaré no tocarte de esa forma; es más, no volveré a tocarte. Discúlpame… Bueno…, ¿entramos?
Kiriya tocó su hombro como si buscará algún tipo de daño, luego, asintió tranquilamente.
La entrada de la pastelería brillaba en marrón café; "Bombonami", se llamaba. La doradura de las letras resplandecía en un fondo negro algo desgastado. El cartel estaba rodeado de un borde dorado de margaritas envueltas en líneas rectas. El vidrio era tan reluciente que el reflejo se construía sin obstáculos.
El interior era cálido por la gracia de los hornos. Un aroma abría el apetito y mecía al cliente hacia la paz y suavidad, algo de confort se adueñaba sigilosamente del trato, y envolvía, en la dulce vainilla, la amargura y el estrés.
Zhì Yuè se puso atento con Kiriya, notó que sus ojos habían acogido cierta sorpresa e interés; se rio en silencio; era como un niño impresionado por las burbujas.
— Buenas tardes. Deme una tarta red velvet; veinte galletas linzer para llevar; una tarta pavlova y una orden de cuatro waffles con toppings de chips de chocolate, helado de limón y trozos de fresa.
El vendedor, un hombre robusto, de nariz regordeta, mejillas rojas y piel blanca, con cabellos del color del cobre, y una apariencia risueña y melosa, lo observó con intriga. Rio un par de veces; su barba se meció junto a cada "jo", "jo", "jo".
— ¿Te conozco? —consultó el hombre. Se limpió la harina con un pañuelo blanco—. Creo que te he visto.
— No lo creo. No lo recuerdo —respondió Zhì Yuè.
— Tú eres el que salió en la portada de la revista semanal de magos…, ¿cómo se llama?, mi hija para hablando de eso. ¿Trina? No. Era algo con "va", va…, va, Triva…, ¿Trivatus?, ¿Trivapus?, ¿Trivalus?
— Trivanus. Se refiere a la revista Trivanus. Sí, salí en la portada.
— Leí que usted quiso participar como defensor de la patria, pero se le negó el puesto por la edad y porque el líder de Mermaid Wings se lo prohibió. El Consejo de Magos tampoco estuvo de acuerdo. Fue una mala fortuna. Con usted en el campo, hubiéramos tenido menos bajas. ¿Ahora qué hace por aquí? ¿Vine a resolver algún caso? ¡Ah, no me diga que viene por lo de Salamandra de Hielo! ¿Y él…? —cuestionó, mirando a Kiriya—. Oh, había escuchado que últimamente viaja. No imaginé que tuviera un nuevo compañero. ¿Cuál es su nombre?
— Me llamo Yamagata Kiriya. Mucho gusto. Espero ser un cliente de su agrado.
— ¡Oh, es muy educado! Los de Mermaid Wings siempre son así de amables y educados a pesar de ser desastrosos. Debes ser nuevo en la comunidad, nunca había escuchado tu nombre. Por sus esfuerzos, la casa invita. ¡Qué los Cuatro Elementos les brinden fuerza! ¡Jojojo!
— Gracias, señor —articuló Zhì Yuè—. Disculpe, ¿tendrá la revista Trivanus por aquí? No he tenido tiempo de leerla.
— ¡Claro, JAJAJA! ¡Debes estar muy ocupado! ¡Los jóvenes de ahora paran en todas! ¡Yo le prestaré el mío! ¡Jojojo! ¡Llamaré a mi hija, por favor, siéntese; ahora se la traigo!
Ambos jóvenes se acomodaron en la tercera mesa cercana al ventanal. El lugar no estaba tan lleno; en el primer piso, había diez personas.
— ¿Posaste para una revista? —preguntó Kiriya.
Zhì Yuè lo miró con sorpresa. ¿Kiriya estaba burlándose de él? ¡Eso sería bueno! Si era así, entonces aún conservaba algo de humanidad.
Kiriya parpadeó y le lanzó una mirada introspectiva. Zhì Yuè lo entendió.
¿En serio Kiriya estaba pensando qué él era ese tipo de persona?
«Para no entender nada, asume cosas muy rápido», evaluó Zhì Yuè.
— No es como crees que es —corrigió tranquilamente, pero sin evitar gestualizar un mohín—. Nunca me pidieron participar en eso. Me tomaron una foto cuando estaba de paso. No fue consensuado. El reportero aprovechó que estaba cerca de… ¡Aj, ni siquiera vale la pena mencionar su nombre! —dijo molesto. No quería recordar ese día—. Como sea. No sé de dónde sacaron eso de que quise participar en la guerra. Si esa información se está divulgando, mi maestro debe estar enfadado, más de lo que creo que ya está… ¡Ah! Kiriya, Kiriya, ¿qué opinas de escapar juntos y perdernos por siempre?, así no afrontaré regaños —y rio nerviosamente—. Si ves que un señor me quiere pegar, promete que me protegerás. Y si ves que un gran conejo me persigue, ve por mí y escóndeme.
— ¿Un gran conejo? Tú… No te conozco del todo, pero creo que debes regresar a tu hogar. Sobre los regaños, si te pegan, pégales. Si no te defiendes, entonces… intentaré golpearlos.
Zhì Yuè gestualizó una expresión blanca.
— ¿De dónde aprendiste eso? —preguntó, intuyendo la respuesta.
— De ti.
— Ah —denotó, ligeramente ofendido. Segundos después, apoyó su cabeza en la mesa—: ¿Mi hogar…? Supongo que es la palabra correcta… —De pronto, alzó su mirada y regañó a Kiriya—: A eso me refiero, tú no entiendes las bromas. Lo que dije, eso de perdernos por siempre y no afrontar regaños, era broma. Solo lo dije para amenizar mis penurias, ¿entiendes?
— ¿Lo dijiste para consolarte?
— Sí, algo así.
— Entiendo.
— Por cierto, ¿qué es Mermaid Wings?
— ¡Ah! ¡Ay, verdad! ¡Qué tonto soy! ¡Nunca te expliqué eso! Espera, esto cambia todo.
«Otra de las razones, por las que pensé que me seguía, creí que derivaba de su interés por integrarse a Mermaid Wings».
El semblante de Zhì Yuè se tornó algo decaído e incómodo.
— Kiriya…, ¿tú de casualidad…?
Kiriya sintió algo alarmante recorrer su ser. La fuerza del aire había cambiado.
— ¡Abajo! —gritó Kiriya, abalanzándose sobre Zhì Yuè.
El ventanal del establecimiento produjo un horrible sonido. El vidrio se rompió y un armamento gigante atravesó el cuarto hasta llegar a la cocina interior, destrozando todo a su paso.