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Misticismo Perdido

PoypoyChang
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Synopsis

Chapter 1 - Prologo

El solsticio de ese año marcó un inicio y un final, lo cómico es que nunca se puede saber con exactitud cuándo y cómo se dan todos los sucesos y detalles de la tierra, así que, como otros muchos secretos del Corazón Escondido de Gea, esta verdad también quedó oculta…

Los pormenores son significativos. Cada elemento es una chispa en la inmensidad cósmica. Granos de arena conforman desiertos infinitos, gotas de cristal nutren los océanos, cada uno forma parte de la sinfonía del macrocosmos.

¿Pero qué dios lo sabía?, hasta eso se transformó confuso y perplejo; sobre todo, cuando los dioses estaban cayendo como moscas. Sus gritos atravesaron los siete cielos y retumbaron en la superficie terrestre; fueron días de lluvía carmesí y temblores intensos, con nubes negras y relámpagos escarlata.

En tierras mágicas, donde todo es posible y no existe límite de lo extraordinario, los Kelpie eran unas criaturas maravillosas al par del poder de un dragón. Los ancianos y jóvenes hablaban, en su momento, con regocijo sobre ellas. De vez en cuando, uno podía ver alguno cubrir el cielo con un manto negro para dar inicio a la noche; otros, se encargaban de escarchar el telón; todo era un trabajo compartido. Seres bondadosos en su magnificencia. 

Sin embargo, hace más de cien siglos que se había perdido rastro de ellos, y todo recuerdo celestial y puro, todo sentimiento de devoción y todo sentimiento de respeto hacia los Kelpie se desvaneció en el aire, como si nunca hubieran existido, como si su amor por las minuciosidades nunca se hubiera dado. Las personas ya ni los mencionaban, y pocos aseveraban su antiguo rastro de vida, uno de cada cien sabía vagamente sobre ellos, y el resto miraba de mala forma a los que sostenían la teoría de su vida en El Manantial Estelar.

Mientras aumentó el desconocimiento sobre los Kelpie, nació el término "Napatun" seres que se asemejan a los Kelpie en aspecto. La gente los retrató de forma malvada y diabólica, los definieron como criaturas promotoras del calvario humano, creadoras de pecados y causantes de la caída de la humanidad así como del Santuario Espiritual.

Los seres humanos siempre han estado inclinados a los sentimientos negativos, su ser siempre está lleno de oscuridad, cuando se les presenta algo a lo que dirigir su desprecio, ellos no dudan en despertar su odio y lanzar irracionalmente su violencia; el camino fácil, sin contraargumento alguno, era su selección predilecta.

Llegó el otoño y los Kelpie cayeron; llegó el invierno y nacieron los Napatun; en la primavera, estos se asentaron; y, para el verano, las hojas del otoño no volvieron a ser vistas.

— Has estado mirando los troncos de los árboles durante todo el camino —chasqueó Throckmorton. Su mirada saltó con brillo de ocaso, inquisitivo, su cabeza se movilizó a su par. Su ojo de estrella, y el otro, cubierto por una lagrima de aurora apresó la concentración de Hale. Lo golpeó un remolino de hojas secas—. ¿Qué sucede? El sendero es una representación gráfica de ti, ¿o qué? ¿Te sientes como los surcos de la madera?

Hale realizó un ademán pesado. No supo cómo expresarse. Su halito se presentó desmoralizador. Bajó la mirada. Los pinceles de sus manos jugaron con la rienda. Las yemas se deslizaron en la costura del cuero. Un nerviosismo lo obligó a presionar a medias los estribos en la cinchera del caballo. Agotado, anhelando que las lunas acogieran su tristeza, echó la cabeza hacia atrás.

Los Ethereal Drifters nadaban como si los líos no existieran, quizás así era el mundo fantasma.

El muchacho se sintió incompetente. El reflejo proyectado del agua abrazó su rostro y quebró su coraza. Concentrado en un solitario pez telescopio, que agitó su corazón al percibirlo armonioso, su mirada sucumbió en las ramas secas y el lodo.

Sus labios temblaron.

— Algunas veces pienso que soy malvado —respondió. Sus dientes se aferraron a la carne. Era incapaz de manifestar lo que carcomía su mente. Tres silencios bastaron para sensibilizarlo. Preguntó, adolorido—: ¿Soy lo suficientemente bueno? —Sus ojos brillaron—. En general.

Throckmorton colocó cara de patán. Abrió la boca dejando sus dientes al descubierto. Sacó la lengua de forma exagerada. Su acción resultó desaliñada, casi grotesca. Reflejó un aire infantil que se detectó absurdo.

— ¿Estás bromeando? —cuestionó, nervioso. Su mente divagó. Nunca había visto a Hale en ese estado— ¿No escuchas lo que dicen de ti?

Su amigo sonrió débilmente. Negó. Observó de nuevo al pequeño pecezuelo.

— No me conocen —declaró con dificultad—. Nunca me han visto pelear. Dicen lo que dicen por mis conjuros elementales.

Throckmorton se interpuso en su camino. Lo detuvo de pronto con su caballo. Su rostro era demasiado expresivo y juguetón. Sencillamente, su gesto de perplejidad se colmó de arrugas. Fomentó algo de comedia.

— ¿Estás bien de la cabeza? —Se acercó. Creó un cruce, su caballo apuntó al Norte y el de Hale al Sur. Sujetó la cabeza de su compañero y aproximó su oído a su cráneo. Se apoyó en él. Aparentó escuchar algo—. ¿Desde cuándo permites que esa débil vocecita rija sobre ti? —Golpeó la testa como si tocara una puerta. Gritó—: ¡Deja a Fox en paz! —Lo soltó. Tomó las riendas de su caballo y lo reposicionó a su lado. Ambos miraron al Sur—. Dejas huella, incluso si no puedes notarlo, estás marcando un camino.

Hale no se conmovió. Alzó los hombros. Sus dedos se ciñeron en la cuerda. Realizó un ademan, discrepó. Se recostó sobre el cuello del animal. Quiso ocultar su cara.

— Esa voz ha sido el eco de mis pisadas estos días. —Restregó su frente por la blanca cabellera—. El mensaje que busca transmitir… —musitó. Se enredó. Titubeó. Intentó zafarse de la conversación debido a la incomodidad. Throckmorton ironizó la situación con los ojos. De nuevo, Hale se ocultó. Sufrió al balbucear. Resumió, refiriéndose a "esa voz"—: Creo que tiene razón…. Siento como si hubiera desaparecido.

— ¿Y cómo puedo verte? —cuestionó, mofándose. Buscó una manzana en la maleta— ¿Por eso te marchabas solo? ¿Qué ganas escapando? —Lo observó expectante. Suavizó el ambiente. Le palmeó la espalda para galopar. Optó por continuar la plática sin inquietarlo, así que abandonó la postura anterior. Razonó—: Es una prueba, Fox, es el miedo parloteando. Tu voz original grita: "¡Lograré cualquier cosa!". —Chasqueó la lengua. Negó con la mandíbula—. Te centras en ignorarte. Tus inseguridades te están ahogando en un pantano. Por favor, deja de hacerlo. Entrarás en un estado de desánimo molesto. ¿Qué haré sin mi compañero de bobadas?

— Que lo digas así no cambia nada —objetó—. La aprehensión sigue allí. ¡Es más!, construyó su casa luego de tus sabías palabras.

— Está aquí, Fox. —Throckmorton tocó su pecho—. Los miedos son tuyos, ¿no? Eres capaz de controlar cualquier cosa que te pertenezca; eres su dueño. Escucha. Tu voz, la que es tu verdadera escencia, te ha empujado a realizar todo lo has conseguido. Yo no espero que cambies de golpe con lo que digo, sino que seas consciente de ello para que combatas a ese enemigo tuyo, quien, por cierto, eres tú. No hay más.

— Siento como si fuera a fracasar. Quiero traerlo de regreso. En casa actúan como si lo hubiesen aceptado sin más. ¿Y si fracaso? ¿Con qué cara podré regresar? Seré incapaz de volver.

— ¿Sabes cómo superé mis miedos? —Hale se volvió rápidamente hacia él, emocionado—. Te levantas y sigues. —A Hale se le desmoronó la sonrisa—. Sujeta tu mano y continúa caminando. Naciste solo y luchas solo. —Luego de un silencio, añadió, despreocupado—: No soy fuerte, para nada, no tanto como tú. Tienes que decidir: ¿Vas a confiar en tu voz o en el pavor?

— Suena fácil.

— Nada que valga la pena es practico. Se trata de tu vida, nunca será fácil. Pero, si sientes que vuelves a dudar y esa sensación te domina, piensa en mí. Te ayudaré a aprender de ti mismo. ¿Sabes qué? Mejor avísame, así me quedo a tu lado y no haces tonterías. No desistas por las dudas, hacerlo sería fracasar. Si piensas tirar todo por un abismo, entonces hazlo de modo más radical, a lo grande, pero no por temor. ¿Qué es eso? No es nada genial. Date gusto, déjate conocer.

Hale asintió lentamente, meditativo. Pronto, sus mejillas recuperaron su cálido color. Colocó expresión de gato aventajado. Festejó, mordaz:

— Tú hablaste. Ahora te castigo. Tendrás que estar allí para mí ante cualquier cosa. —Throckmorton se atoró—. ¡Ante cualquier cosa! Eso significa que…

— ¡Sí, sí, sé lo significa! —gruñó, hastiado, arrojando su cabeza hacia tras. Molesto, increpó—: Sé sincero, ¿estabas actuando?

Hale negó. Se sintió curioso. Al principio, se había encaminado a su propia ruta, pero, con el alcance de Throckmorton, abandonó su misión y se apegó a las indicaciones de aquel. No solicitó direcciones.

— ¿Seguro que esta es la ruta? —preguntó.

— Soy yo quien escogió los trabajos —aseveró Throckmorton—. Estoy seguro, vamos.

La noche supo que los viajeros estaban en la nota musical más grave e intricada de la vida. Las nubes sellaron la promesa de estar para el otro. La lluvia, lágrimas de uvas sin madurar, no los podría detener, porque la salida de los soles estaba asegurada por el curso inevitable de la naturaleza. Sin embargo, tomó un tiempo, solo una densa pausa. La marea de sombras asfixió la belleza etérea de las lunas. El despertar fue un golpe de polvo lleno de gemimos, sollozos y gritos sofocados en la desesperación. El mal arribó tan rápido como un relámpago. La esperanza entonó una melodía de aire sombrío, el agua danzó horrorizada y la tierra tembló de aflicción.

Esa noche, un ave surcó los cielos hasta desaparecer. Chilló un trino de amor platónico. La escarcha lo acogió en una colisión mágica. La otra golondrina se ahogó en el caudal del mundo fantasma. Su cuerpo, ahora desplumado, expuso su carne quebradiza.

A la par del desconsuelo, inundados de solidaridad, los Ethereal Drifters escoltaron a los espíritus.

Una manzana a medio comer quedó rezagada.

Un gusano halló un nuevo hogar.

Un sendero y una historia se perdieron.