Al terminar la pausa revitalizante, el capitán y yo, continuamos nuestro camino. Entramos en la habitación y me sorprendí al ver a Alex. Había levantado el cabecero de la cama, tenía el cuerpo incorporado y daba la impresión de que había tomado las riendas de su futuro. Pensé que me pediría iniciar el tratamiento para curarse.
- ¿Qué deseas?
- Habéis tardado mucho, ¿Por qué tardasteis tanto en llegar?
- Estuvimos en el área de descanso recuperando fuerzas.
- Tengo mucha sed. No quiero que me deis sólidos pegajosos.
Sus incoherencias agudizaron mi atención. Me alertó su inexpresivo rostro.
- Alex, ¿ves mi mano?
- No, está oscuro.
- ¡¿Cómo que está oscuro?!
- Enciende la luz no puedo ver en la oscuridad.
Rápidamente le iluminé las pupilas con un led, pero estas no reaccionaron.
- ¿Alex, dime cuántos dedos tiene mi mano?
- Estuve allí pero no quisieron seleccionarme, era el mejor y me apartaron del equipo, no me dejaron
jugar.
Tenía cuarenta de fiebre y estaba delirando, pensé que su cuerpo comenzaba a llenarse de toxinas,
a deteriorase. Había iniciado el camino hacia su agonía final. Me ruboricé al pensar que, si moría, ya no sabría por qué no quiso curarse.
Su gasometría arterial era correcta, el nivel de toxinas no era alarmante, ni era la causa de sus delirios. ¿Qué estaba pasando? Al fin entraron dos enfermeras y el médico de mi equipo que estaba de guardia. Después de un primer y rápido diagnóstico intentaron estabilizar al paciente. Le pusieron una manta térmica para bajarle la temperatura, como ésta no le remitía decidieron pasar su sangre por un circuito hemorregulador que la reinyectaba a treinta y seis grados y medio. Sin saber cuál era la causa de aquel shock epiléptico, decidieron pararle el corazón y dejarlo en hibernación metabólica. Para ello trajeron a toda prisa la HCM-16G que era una máquina móvil de hibernación de decimosexta generación para mantenerlo vivo.
Los reuní a todos entorno a su cama, quería intercambiar su opinión sobre aquella repentina e inesperada degradación.
- Germán, yo me inclinaría por un coma metabólico, los primeros síntomas y el valor de las constantes que estamos viendo no infieren un súbito empeoramiento del estado de nuestro paciente.
- Trae un glucómetro, veamos cuál es el nivel de glucosa en la sangre. – Resolvió Ilse inmediatamente.
- Es una tontería, con los goteros que le estamos poniendo su nivel de glucosa tiene que ser constante.
- Sí, pero en un coma metabólico por insuficiencia de las glándulas suprarrenales tendríamos el mismo síntoma y con esta elemental prueba descartamos una causa.
- Ya te entiendo, de confirmarse tu diagnóstico resolveríamos el problema dándole con unas dosis precisas de insulina.
- También quiero que le hagáis unas pruebas para determinar el nivel de corticotropina, cortisol, aldosterona y de potasio, así conoceremos cómo funciona su sistema metabólico. – Concluí.
Tres horas más tarde teníamos al enfermo estabilizado, le habíamos revitalizado y se encontraba consciente. Una fuerte dosis de analgésicos combatía el tremendo dolor de cabeza que tenía tras el colapso sufrido. Antes de ver a mi paciente quise dejar unas instrucciones claras para su medicación farmacológica. Fui al dispensario de medicinas donde numeré y lacré con una etiqueta todos los medicamentos crónicos que le habíamos recetado y que tomaba regularmente. Ordené que antes de abrirlos para suministrárselos tendríamos que revisarlos yo o el capitán. El último gotero que le pusieron estaba adulterado.
Alguien había alterado la composición de este introduciendo sustancias que provocaron el desequilibrio metabólico renal. Afortunadamente el diagnóstico fue rápido y certero. Nada más terminar la glucometría supe que algo raro estaba ocurriendo así que le di la bolsa de suero al capitán para que la hiciese analizar y ver si había otras sustancias diferentes a las que indicaba el prospecto. Cuando me confirmó la manipulación del medicamento, me tranquilicé.
- Germán, no te entiendo, ¿ahora que sabes que se ha manipulado dices que estás más tranquilo?, explícamelo. – Me dijo el capitán.
- Ahora estoy menos inquieto, quieren que lo mantengamos vivo al precio que sea y por eso ha sido tan fácil sacarlo del estado de shock. Al quitarle la sedación e hibernarlo, sin querer le estábamos tratando y prolongarle la agonía. La adulteración de los sueros es para conservarle con vida, que es lo contrario que nosotros hacemos. Nosotros pretendemos conservar su voluntad.
- Es decir, que sin querer lo curabais.
- Coloquialmente sí. Para conocer las causas de su repentino empeoramiento, teníamos que hibernarlo, lo que nos obligaba a suspender la medicación y quitarle los goteros contaminados que le provocaban el shock.
- ¿Por qué no lo dejas morir si es lo que él quiere?
- Solamente le dejaré morir de su puñetero cáncer hepático.
- Será mejor que ignore lo que ha ocurrido.
Así con este pacto de silencio volvimos a su habitación.
- Alex, ¿qué tal te encuentras?
- Molido, no recuerdo cuando desfallecí, pero estoy totalmente dolido.
- El capitán me pidió que viniese, ¿qué querías decirme?
- ¡Ah, no recuerdo!, estoy cansado. ¡Ya me viene a la cabeza!, quería decirte que el último gotero pusisteis me estaba sentando mal.
- Ya lo hemos solucionado, te aumentaré la dosis de calmante para que descanses un poco.
Me quedé helado, su comentario me descompuso el rostro, no sé si lo notó en mi cara. Le di dos palmaditas en la mano y lo dejé, conectado a su sedante gotero, divagando tranquilamente por su mente. El TE-4G que continuaría volcando sus pensamientos en el ordenador de back-up cerebrales del hospital....