.... feliz por estar de nuevo en casa, era el momento de comenzar una nueva vida. Mis compañeros eran lo más parecido que tenía a una familia, pero había llegado el tiempo de volar en solitario, quería emanciparme. Por su carácter hogareño, sabía que a Ximo le costaría mucho más que a Itziar, a ella alejarse de su trabajo sería lo que más añoraría. Después de algunos años viajando y pululando por todos los confines de la tierra tenía que finalizar mi doctorado y ese fue el tiempo que acordamos para que encontrasen otra morada.
El lunes me levanté antes de que sonase el despertador, estaba ansioso por volver a ver a mi colega Igor. Él resolvió quedarse, no le gustaba viajar, ni dormir sobre almohadas extrañas, prefirió seguir en el departamento continuando la investigación en España. Sabía que siempre entraba un poco más tarde que yo, no importaba a la hora que llegase, así que decidí repetir la rutina asentada sobre los años de estudios universitarios. Me puse el chándal y salí a correr durante una hora, al cansancio del esfuerzo se le unió la felicidad de reencontrarme con cotidianos paisajes urbanos, memorizados a fuerza de repetirlos en las innumerables carreras matutinas. Tomé una ducha, ingerí un desayuno energético, necesario para reponer las fuerzas gastadas, y me fui andando a la universidad. Por el horizonte punteaba el sol, pintando el firmamento de primavera. El hormiguero de la ciudad comenzaba a bullir, llenando las calles con desordenado movimiento que contrastaba con la paz que aún se vivía en el campus universitario, allí todavía faltaba una hora para amanecer. Miraba con minuciosidad los árboles, las farolas, los bancos, las escaleras y todos los espacios materiales de este complejo para poder detectar si algo había cambiado, dulcemente me preparaba para asumir las novedades. Era evidente que mientras no viese personas, en cuya piel deja marcada su huella el transcurrir de las estaciones, aquella estampa seguiría impregnada por añejos e inmóviles recuerdos. La vorágine del trabajo me había hecho perder el contacto con mis compañeros de la universidad y salvo la llamada de cortesía al llegar a Boston, nos habíamos completamente ignorado.
El primer cambio lo noté al coger el mango de la puerta y girarlo para abrirla, ¡estaba cerrada!, con asombro miré para asegurarme de que el departamento no se había mudado; en efecto allí permanecía, una placa lo confirmaba "Departamento de ingeniería biomolecular". ¡Sí!, algunas cosas habían cambiado, al fijarme en los detalles vi que la tablilla con los nombres de sus miembros se había modificado, la calcografía de Igor sustituía a la del madrugador Iván, de ahí que estuviese cerrada la puerta, me resigné y busqué un banco que soportarse mi espera.
- Don Alejandro, ¡buenos días!, ¿quiere que le abra el despacho?
- Por Dios, Matilde, no me trate así que me hace sentir mayor.
- Ahora que es usted tan famoso, ¿cómo cree que le voy a tratar?
- ¡Matilde, como el Alex de toda la vida!, te seguiré necesitando para limpiar los
destrozos de matraces que de tanto en tanto desparramo.
- Desde que usted se fue no nos dejan limpiar los bancos de trabajo, dicen que podemos estropear los experimentos. ¡Qué tontería!, ustedes siguen igual de despistados y les hacen perder el tiempo mientras nos vigilan cuando los limpiamos.
Le di un achuchón que la enorgulleció durante toda la jornada y marcó este día en su anecdotario. Mi mesa estaba ocupada, llena de papeles, desencantado comprendí que había adquirido el estatus de ex. Miré con nostalgia toda la estancia y me percaté de cómo el hombre era capaz de dejar más huella que el tiempo, el toque de las personas que allí trabajaban, le daba un aire distinto a las instalaciones.
Saludaba con neutra cordialidad a la gente que poco a poco iba llegando, hasta que al fin apareció Igor. Como un choque de trenes nos abrazamos y nos palmeamos como si quisiésemos quitarnos el polvo, el que depositó el paso del tiempo sobre nuestras espaldas.
- ¡Señor director del departamento, qué ascensión, si tardo un poco más no te alcanzo!
- Es la recompensa que se recibe por la discreción. En cambio, tú decidiste volar y no paras de estar siempre en el candelero de los medios. ¡Habrás ganado una pasta!
- Que, por cierto, no he podido gastar. Tienes libre el medio día para ir a comer.
- Sí, por supuesto, todo pasa a un segundo plano para recibir al hermano pródigo en su regreso al hogar.
- Bueno voy a ver al vicerrector de estudios, quiero saber cómo obtener mi título de doctor. Mi precipitada peregrinación me impidió formalizarlo.
- Nos vemos a las dos, yo reservo mesa en un restaurante con el caché que tú te mereces.
- ¡Menos cachondeitos, que el que tiene un trabajo fijo eres tú! ¿Tendrías una mesa para mí, hasta que me vuelva a instalar?
- Esto está hecho, ponte allí junto a la ventana, al lado de María. Antes de irte dile que te pida una autorización de acceso al ordenador del departamento con nivel de confidencialidad uno. En mi directorio, que no ha cambiado, creé una carpeta con tu nombre donde guardé todos tus archivos.
Le dejé y comencé a recoger toda la información que necesitaba. Afortunadamente, mi prestigio simplificó mucho el proceso. Tenía que matricularme, elegir un director de tesis, redactar una breve memoria del trabajo realizado durante mi periplo viajero y leerlo ante el tribunal, en pública audiencia, en la próxima convocatoria de julio. Disponía de tres meses para titularme, de este modo podría comenzar mi recorrido por el mundo laboral sin que ningún impedimento legal pudiese cerrarme alguna puerta contagiada por el virus de la titulitis. Al terminar volví para encontrarme con Igor.
- He pedido un taxi, está un poco lejos para ir andando. - ¿Qué ha sido de nuestro querido Iván?
- ¿No lo has visto?
- No, ¿por qué lo dices?
- Nuestro exjefe de departamento es el vicerrector y presidente del consejo nacional de clonación, de cuyo perímetro depende la regeneración molecular.
- ¿Pero si no tienen nada que ver?, clonar es crear, mientras que lo nuestro es reparar organismos, regenerar.
- Si, pero los políticos no lo entienden así, además los clonadores nos llevan mucha ventaja, para ellos nosotros somos unos advenedizos.
Durante el trayecto hablamos y reímos contándonos muchas banalidades, guardando las cosas importantes, tanto privadas como profesionales para conversar mientras comíamos. Le pedí que fuese mi director de tesis, pero en julio no podía, en esa convocatoria presentaba a María. Sabiendo que era una formalidad me propuso dos profesores de su departamento, yo me incliné por Julia es más agradable trabajar con mujeres son más rigurosas, profesionales y convincentes. Seguía tan impulsivo como siempre y un segundo después de aprobar su propuesta, estaba activando su comunicador.
- ¿Julia?, soy Igor, abusando de mi autoridad, quería hacerte una propuesta indecente. ¿Te gustaría dirigir la tesis doctoral a mi amigo Alex? No, se trata de una cuestión meramente formal. Evidentemente. Él se marchó sin redactar la memoria y antes de comenzar una nueva etapa profesional quiere cumplir con el trámite. Bueno si quieres aprender, creo que durante el tiempo que estéis juntos en absoluto le molestará enseñarte, me lo está ratificando. No hay problema. Sólo deseaba saber si tenías tiempo y estabas dispuesta. ¿Te viene bien mañana? Perfecto a las diez nos vemos en mi despacho y os presento. Muchas gracias.
- La siento dubitativa, ¿no se sentirá forzada y acepta creyendo que es una imposición?
- ¡Qué va!, está encantada, me decía: "¿cómo voy yo a dirigir su tesis?", si eres su maestro, te idolatra.
- Menos pamplinas que se va a llevar una desilusión.
- Tal vez, ¡por qué chico, es inteligente, simpática y guapa!, no sé si natural o de quirófano, ¡pero está para mojar migas!
- Déjate de monsergas, que esto debe ser rapidito cuanto antes acabe mejor.
- ¡No lo hagas tan rápido que la desilusionarás!.
- ¡Cállate capullo!, siempre estás pensando en lo mismo.
Por costumbre, la primera salida que hacíamos al regreso de las vacaciones terminaba al
alba y con excesos de carga estimulante. A las ocho de la mañana lo dejé para pasar por mi casa, tomar una ducha revitalizante y cambiarme de ropa. A las diez menos cinco estaba solo ante la puerta de su despacho. Me imaginé que se había dormido, si al volver tocaba la cama no aparecía hasta la hora de comer, las juergas le acababan fundiendo. Así que me tuve que auto presentar a Julia. Desayunamos juntos y acordamos cómo nos organizaríamos para molestarnos lo menos posible.
Terminada la tesis tenía que elegir entre desarrollar mi vida profesional en el ámbito universitario o en el privado. En el primero podía dedicar la mayor parte del tiempo a la investigación, pero a cambio me obligaba a pasar muchas horas de estudio opositando a las diferentes plazas que se iban ofertando. En el sector privado para investigar debía buscar un puesto en los departamentos de innovación y desarrollo de nuevos productos, pero pasados
unos años, si era un hombre de éxito, acabaría haciendo gestión. Opté por la pasta y me puse en contacto con unos laboratorios de estética que buscaban aplicaciones a las investigaciones que habíamos realizado. Estaba negociando para irme a las Américas, cuándo recibí una llamada que cambiaría el rumbo de mi vida.
- ¿Señor Rus?, – me dijo una voz femenina – soy la secretaria del director del Hospital Universitario Memorial Cinco de Enero, el señor Espinosa desearía hablar con usted, ¿le puedo pasar?
- Sí, por supuesto.
- Señor Rus, buenos días, soy Jerónimo Espinosa, ¿dispondría de cinco minutos?, querría hablar un tema personal con usted.
- Sin problemas, usted dirá.
- La junta de gobierno de mi hospital acaba de tomar la decisión de crear un servicio de bio-regeneración, con una dotación monetaria equivalente al diez por ciento de nuestro presupuesto y una plantilla inicial de quince a veinte personas. Necesitamos alguien que ponga todo esto en marcha y hemos pensado que usted podría ser el candidato adecuado. ¿Cuál es su primera impresión?
- Me ha dejado de piedra, así de sopetón, súbitamente, no sé qué decirle.
- Comprendo que esté anonadado por mi repentina propuesta. No tiene por qué contestar inmediatamente, piénselo, reflexione durante un par de días y cuando lo tenga claro me llama. Queremos comenzar a trabajar cuanto antes, pero podemos esperar unas semanas.
- ¿Cómo surgió mi nombre?
- Yo le propuse, conozco sus publicaciones, he seguido con entusiasmo toda la labor que ha hecho divulgando los principios de regeneración molecular. Estoy convencido de que es el campo de la medicina que nos abrirá las puertas de la longevidad y necesito alguien que sea capaz de darle un gran impulso.
- Sí, todo eso está muy bien, pero no es lo mismo trabajar en un equipo que dirigirlo y usted no me ha despejado esa inquietud.
- Porque en sus publicaciones veo al líder que puede aglutinar al mejor equipo del mundo. Sus conocimientos nos permitirán desarrollar, rápidamente, las múltiples aplicaciones prácticas que el hombre necesita. De los aspectos materiales no se preocupe, ya hablaremos una vez se haya decidido.
- Muy bien, deje que lo medite, dentro de un par de días le llamo.
- Cuando se ponga mi secretaria Irene, dígale que quiere hablar conmigo para contestar a mi oferta de trabajo, sea cual sea su respuesta deseo intercambiar opiniones con usted.
- Muchas gracias, así lo haré. Adiós, que pase un buen día.
Debió oír el grito que di nada más finalizar la comunicación, no me lo podía creer, si yo
hubiese diseñado un trabajo para mí, sería el que me acababan de ofrecer. Dejé pasar dos días antes de llamar para concertar una entrevista y firmar mi contrato.
Me fui a celebrarlo con mis amigos, los dos excompañeros de piso. Estuvimos muy comedidos, al día siguiente teníamos que trabajar y nos recogimos temprano. De regreso, quise compartir mis inquietudes con Itziar.
- Necesito hablar contigo de mi nuevo trabajo, ¿te apetece tomar una copa y luego te quedas a dormir en mi casa?, aún tienes ropa con la que vestirte.
- Bien, – dijo arqueando la boca para seducirme – no lo haremos largo, tengo que estar fresca, mañana participo en uno de esos horrorosos congresos en el que no puedo quedarme dormida.
Sabedora de que entre nosotros fluye una química cual hermanos, sensualmente me besó, le gustaba provocarme en público para especiar el posterior chismorreo de los presentes. Nada más llegar serví unas copas y nos sentamos en el salón.
- La regeneración molecular abarca todo el cuerpo humano y tengo que decidir por qué órganos comenzar. Quiero dar pronto esperanza a las personas con enfermedades que hoy son incurables. ¿Qué opina una investigadora que trabaja en un campo complementario al que iniciaré?
- Me parece que deberías centrarte en la regeneración del aparato respiratorio y digestivo, si las técnicas de reprogramación celular llegan tarde al diagnóstico de estas enfermedades, los pacientes quedan abocados a la muerte.
- Pero son los más complejos de validar.
- Si quieres rapidez empieza por el hígado.
- En definitiva, debo dar prioridad a los órganos internos.
Continuamos intercambiando ideas viendo qué haría ella si estuviese en mi lugar, soñamos
juntos con los ojos abiertos. No cumplí mi promesa y la dejé irse a dormir a media madrugada. Yo me quedé apurando otro cubata, permitiendo que mi cerebro navegase libre, sobre un mar de ron, imaginando el futuro.
Con mucha energía empecé a organizar el servicio de bio-regeneración de órganos, estaba satisfecho porque la apuesta del hospital era ganadora, puso todos los recursos previstos, tanto económicos como humanos. Nuestro reto consistía en pasar de los estudios de regeneración celular y embrionaria a la de órganos completos. Comenzamos seis personas en dos pequeños cuartos del sótano, cerca de la zona de radioterapia. Mientras nos construían un pequeño pabellón, de mil quinientos metros cuadrados en dos plantas, utilizamos prestadas las instalaciones de otros departamentos. Mi amistad con Igor me abrió las puertas del laboratorio universitario, lo que evitó que nos quedásemos de brazos cruzados. Mis continuas visitas al Departamento de Ingeniería Biomolecular, propició encuentros más frecuentes con Julia y poco a poco, sin pretenderlo fui viendo en los contraluces del laboratorio el contorno de la mujer que su bata blanca escondía, hasta que un día, su moreno pelo enmarcó la chica que la profesión encubría.
- He de irme, te propongo que continuemos mañana analizando los informes de los cultivos de la secuencia de crecimiento hepático. – Me dijo.
- Tengo toda la mañana ocupada en el hospital, ¿te importaría que siguiésemos por la tarde?
- Yo libro y no me apetece venir a la universidad para trabajar sólo un rato, ¿por qué no vienes a mi casa después de comer?, si le dedicamos dos horas más habremos terminado el diagnóstico.
- De acuerdo, no es necesario que te pases por el laboratorio, de camino yo recogeré los informes de todas las muestras que injertamos la semana pasada.
Caí, sin darme cuenta, en sus redes. Durante muchos años compartimos vidas y apartamentos, por cercanía de lunes a jueves estábamos en el mío y el resto de la semana en el suyo, la verdad que una vez te has acostumbrado a una vida nómada, como la que hice por los cinco continentes, esto me resulta hasta divertido y me permitía acortar la cotidiana monotonía. Con setenta y cinco años, en plena madurez, me planteó tener descendencia. Yo me movía en la contradicción de saber que, físicamente, era el momento y la inapetencia causada por mis obligaciones profesionales.
Comenzaba a ver mis primeros frutos al duro trabajo realizado y quería profundizar más en los desafíos que me quedaban por alcanzar que sobre mi equilibrio personal. Habíamos logrado regenerar, de forma aislada, tres clases de órganos de manera sistemática, corazón, riñón y músculos. El reto de las otras vísceras me estaba esperando, demasiada ambición como para desviarme del cautivador objetivo, desperdiciando el tiempo en otras preocupaciones superficiales. A medida que me sumergía en mi trabajo iba alejándome suavemente de ella. La quería, pero no me llenaba. Julia también lo apercibía y ninguno de los dos hizo nada por evitarlo, dejándonos llevar por la suave brisa, nadie fue capaz de echar el ancla para detenerse y definir el nuevo rumbo que queríamos tomar. En vez de ello decidimos, en silencio, explorar horizontes diferentes hasta descubrir que vivíamos en islas distintas, yo dedicado a mi trabajo, ella intentando crear un mundo que mis ausencias no le permitían. Todo marchaba relativamente bien hasta que un día Julia me confrontó a la gélida realidad de la separación. Colmado por los éxitos, entonces no me importó y llené mi vida con ocasionales compañías.
El trabajo de equipo, que hicieron todos los científicos del mundo, dio un impulso a la técnica regeneracionista como jamás se había logrado en ninguna investigación médica. Todos éramos conscientes de que la longevidad de la humanidad dependía de sus avances, incluido la de los que estábamos investigando. Después de cincuenta años pisando a fondo logramos la pócima de la eterna juventud, ya éramos capaces de mantener un cuerpo humano en plenitud física durante cuatrocientos años, lo que elevaba la esperanza de vida media a quinientos treinta.
Ahora había que convertirlo en el elixir de la vida eterna. Nos fijamos dos etapas, la primera detener el deterioro celular, la segunda conseguir la regeneración cognoscitiva del cerebro, aumentar su espacio para que siguiese almacenando vivencias. Ello implicaba reconstruir la memoria, la comprensión y los conocimientos. El estado de ansiedad que este
tipo de investigación estaba generando en la población cercana a la muerte, hizo se dictasen exigentes normas sobre la aplicación práctica de estas técnicas que impedían la investigación personalizada.