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Chapter 15 - EL NUEVO MUNDO -2-

.... matar a un hombre siempre marca, aunque justifiques su muerte. Para mí el haber salvado una multitud de vidas, sólo me permitía disimular la hiel del horror de mis crímenes. Después de que me licenciaran de mis obligaciones militares volví a la realidad de mis tareas estudiantiles, continué con mi doctorado en la madrileña Universidad Complutense, en el departamento de Biología Molecular. La masacre atómica que contemplé marcó mi existencia y decidí centrar todo mi trabajo en la prolongación de la vida y ésta pasaba por la

regeneración de órganos.

Frente a mis compañeros, la pensión que me correspondió por haber participado en aquella

contienda me daba una posición privilegiada. Con ella pagaba una morada en propiedad. Tenía un apartamento en la calle Isaac Peral frente al parque de la Bombilla. Para sortear la detestable soledad, compartía las otras dos habitaciones de la casa con sendos compañeros. Les cobraba alquiler y compartía las cargas de la casa. Itziar una doctora en bioinformática, estaba investigando el proceso de programación para la mutación celular en el Instituto de Biología y Biomédica de Madrid y Ximo un excéntrico ingeniero nuclear, que trabajaba en el Centro Nacional de Investigaciones Atómicas, eran mis compañeros de piso.

Itziar se dedicaba a la investigación aplicada, sus estudios se basaban en emplear la tecnología militar de programación celular en el campo civil. Estudiaba cómo utilizar la técnica de creación de los microsayones para aplicarla a las células enfermas y que éstas se autocurasen. La afinidad intelectual de nuestras investigaciones hacía que las relaciones con ella fuesen más sólidas, lo que compensaba los roces de nuestro similar carácter personal. Ximo, un mujeriego empedernido, iba siempre volando de flor en flor, dejándose cazar por las atractivas plantas carnívoras. Su idiosincrasia anárquica y apariencia descuidada coincidía con su filosofía de tomarse la vida, minuto a minuto; como decía: "si en un nanosegundo el hidrógeno y el oxígeno se transforman en agua y energía, cambiando la naturaleza de la materia, ¿qué no puede ocurrir en un eterno minuto?". A Ximo sólo le preocupaba el efímero presente.

Llegué a casa tras una larga jornada de trabajo y me encontré a Itziar que se subía por las paredes, una cocina con todos los cacharros utilizados durante el día sin ordenar y un cuarto de baño desordenado después de haberse aseado, la habían sacado de quicio. Así era Ximo, el pulgarcito de la casa, siempre iba esparciendo migas por donde pasaba, no lo hacía aposta, pero, si no ibas detrás de él, no recogía ni su sombra al ponerse el sol.

- No lo puedo soportar, cuando venga me va a oír, le he dicho mil veces que lo deje todo recogido, que no vive sólo y debe cumplir con las mínimas normas de convivencia que nos hemos establecido. ¡Me tiene hartísima!

- ¿Para qué te alteras?, si cuando venga con un beso y una sonrisa te va a quitar el enfado. El gitano te puede.

- ¡Esta vez no va a salirse con la suya! Quería cenar y relajarme y no puedo hacer ambas cosas sin antes quitar la mierda que ha derramado. ¡Anda, ayúdame a limpiar, por fa!

- No, te ayudaré a relajarte, te invito a cenar, ¡vámonos! Le llamaré y le diré que cuando venga lo ordene todo.

- ¡Estupendo! – gritó a la par que saltaba – Tomo una ligera ducha y nos vamos.

- Utiliza el baño de mi habitación, así no irás saltando entre sus andrajos.

Cenamos en un restaurante de comida mejicana, sabía que le gustaba el picante y, como

un escozor grande apaga a uno chico, pensé que este tipo de restauración era ideal para esa noche. Salir un rato le ayudaría a olvidarse del estropicio que le dejó Ximo. Me imaginaba que había tenido un mal día, por eso había sobreactuado en casa. Tomamos el segundo chupito y por fin se arrancó, un tequila amansa a las fieras.

- ¿Por qué será que en esta vida la maldad siempre gana?

- No lo dirás por la forma de ser de Ximo.

- ¡No, bobo!, lo digo en general por todo, en la naturaleza, en los seres humanos, por lo

que me pasa a mí, no sé cómo explicarme, continuamente el jodido mal siempre acaba imponiéndose.

- A ver, cuéntame con más detalle, ¿qué te ha ocurrido en el trabajo?

- Estamos investigando sobre la programación biológica de las células. Queremos modificar ciertas secuencias para que, cuando éstas sufran mutaciones cancerígenas, sean capaces de frenar la mal formación y regenerarse con normalidad. Utilizamos una técnica parecida a la empleada en la realización de los microsayones y no funciona. La vida es injusta, conseguimos reprogramar las células para que produzcan el mal y provoquen una hemorragia cerebral en una persona sana, pero somos incapaces de que éstas vuelvan a regenerarse cuando han enfermado.

- ¡Qué me estás diciendo, ¿qué no sois capaces de que una célula descontrolada se autodestruya?!

- No, te digo que podemos llegar a programar una célula para que se dañe y provoque enfermedades, incluso la muerte, pero es imposible conseguir que ésta sane y se regenere.

- ¿Habéis probado si las células cancerígenas son capaces de autodestruirse?

- No, nunca nos hemos planteado esa hipótesis.

- Pues hacedlo, si conseguís parar los cánceres de forma programada, por

autodestrucción celular selectiva, habréis dado un paso de gigantes contra su lucha. De entrada, evitaréis muertes, regenerar el tejido del órgano dañado será una segunda parte que dará calidad de vida al paciente, tanto más cuanto más precoz sea el diagnóstico.

- Gracias por mostrarme otro ángulo de la realidad.

- Es una lástima perder el idilio de la noche, te invito a una ludoteca, tú eliges el espectáculo que quieras.

- Perfecto, me apetece algo intrascendente, quiero ver una película de humor, necesito reírme muchísimo.

De madrugada y abrazados llegamos a casa, se encontraba feliz, como si hubiese descargado sobre mí un lastre que no la dejaba moverse. Antes de entrar en su habitación me dio un beso en la mejilla.

- Alex, eres un encanto, ¡buenas noches, amor!

- Hasta mañana, ¡qué tengas dulces sueños!

De esta forma, por azar, abrieron una nueva vía de investigación. El día que confirmó su

éxito, entró rebosante, poderosa, como un torbellino, dando saltos de alegría, se dirigió hacia mí para abrazarme, apretujándome contra su cuerpo, quería que nos fundiésemos y compartir conmigo su logro.

Mis trabajos sobre regeneración avanzaban lentamente. Al desconocer los mecanismos de diversificación de las células madre, no sabíamos predecir en qué órgano iban a convertirse, por lo cual éramos incapaces de reconstruir un miembro amputado. Podíamos crear un hombre completo, pero no una parte de él. Encontrar el proceso de especialización celular era la primera etapa para llegar a restaurar órganos. Habíamos logrado desarrollar músculos, huesos, tejidos, pero jamás habíamos conseguido un órgano completo.

Todos los embriones parten de la unión de dos células que acababan por desencadenar un proceso de división de doble especialidad, una, la que determina la especie y otra, la que define los órganos. Experimentábamos con tres tipos de cobayas, las moscas, los ratones y los cerdos y todas guardaban el misterio de la especialización celular. Habíamos pasado horas y horas extirpando tejidos a los fetos, desde que eran una simple amalgama de células hasta que comenzaban a formarse los primeros órganos, corazón, cerebro, extremidades y todo para nada, seguíamos dando vueltas, no sabíamos cómo predecir el resultado de la división.

Lo grande de trabajar en equipo es el mutuo apoyo que nos damos, también el estado de ánimo en el que se encuentra cada miembro, que, salvo en los éxitos o en los fracasos, nunca es el mismo para todos los componentes. Un día que llegaba hastiado, con ganas de tirar la toalla, me salvó mi compañero Igor.

- Alex, ayer cogí una papa depresiva por impotencia laboral hasta alcanzar un orgasmo intelectual creativo.

- ¿Te has vuelto majar?, qué me quieres decir, no estoy para psicoanálisis.

- El cansino ritmo de avance de nuestro trabajo me produjo un grado de desasosiego tal que, para olvidarme, este fin de semana me emborraché hasta perder el conocimiento. Cuando cogí el puntito y comenzaba a bascular hacia el coma etílico, me sobrevino una idea que podía encauzar nuestras investigaciones, como sabía que la cantidad de alcohol que había ingerido haría que perdiese el conocimiento y ante el temor de no acordarme de nada cuando despertase, decidí grabar mis pululantes pensamientos y seguir bebiendo.

- ¿Qué concluiste de tu miscelánea etílica?

- El viernes nada, terminé dormido en la cama, pero durante el resto de fin de semana he puesto en pie los protocolos que estamos realizando y creo que los debemos cambiar.

- Bien, cuéntame, a veces de las más disparatadas locuras nacen las más brillantes ideas.

- Sabemos que, una vez fecundado el cigoto, éste comienza a dividirse dando lugar a las diferentes partes del cuerpo. Todas las células desarrolladas en el proceso de división contienen el ADN del individuo, por lo que en algún lugar del genoma debe estar el reloj que indica la etapa del proceso de creación de órganos.

- Efectivamente, pongámonos a buscar en que espiral se encuentra el reloj que marca la pauta de la especialización.

Nuestra investigación comenzó a transitar por caminos desconocidos que nunca imaginamos recorrer. Con el tiempo obtuvimos cultivos estables de células madre, genéticamente reprogramadas, que dejábamos envejecer y posteriormente atrasábamos sus relojes biológicos para devolverlas a su estado de partida, haciéndolas inmortales. Después de haber repetido el experimento con éxito, tres veces consecutivas, llegamos a la certeza de que habíamos dado con los protocolos de regeneración. Ahora conocíamos la espiral en la que se ubicaba el reloj biológico y la forma de manipularlo.

Llevábamos treinta y seis horas seguidas en el laboratorio y nos dimos cuenta de que eran las ocho de la noche de un sábado. Para celebrar este logro, decidimos quemar nuestras últimas energías en una agotadora juerga. Tomamos unos estimulantes y salimos a romper la noche, comimos, bebimos, pasamos por todos los espectáculos nocturnos y diurnos. Convivimos, durante todo el fin de semana, con lo más vicioso de la calle. El lunes volveríamos a ser los buenos doctorandos de trayectoria impecable.

Igor tenía la costumbre de llegar más tarde que yo, él prefería no madrugar y compensar la hora de trayecto prolongando la jornada vespertina. Lo esperé inquieto, queríamos mostrar juntos a Iván, nuestro jefe de departamento y director de la investigación, el exitoso fruto de nuestro trabajo. Impaciente, debía contenerme para no saltar sobre su mesa y gritar ¡lo hemos conseguido!, acabamos de encontrar el proceso de la inmortalidad, afortunadamente la resaca que me quedaba escondía la felicidad que mi mente irradiaba. Me estaba exacerbando, eran las nueve y media y aún no había llegado, no pude aguantar más así que decidí llamarle.

- ¡Joder, joder, joder!, lo siento me he quedado planchado. ¡Ah, mi cabeza, cómo me duele!

- ¡Date prisa, toma una ducha refrescante, un café doble, un analgésico y vente pitando al despacho!, si llegas en hora y media, nos quedarán veinte minutos para explicárselo antes de que Iván se marche a la reunión de la comisión de investigación. ¡Si tardas más se lo diré yo sólo!

- ¡No me jodas, sin que yo esté no le comentes nada!, quiero ver la cara que se le queda, a ese escéptico engreído, cuando le contemos que nuestro método ha funcionado.

Mientras la ansiedad me corroía, estaba jugueteando con el ordenador, pasaba sin sentido ficheros de una carpeta a otra para posteriormente volverlos a la carpeta de inicio, sentado en mi silla me tuvo, in albis, durante una hora. Por fin aparecía cruzando la puerta de entrada al departamento.

- ¡Coño, ya era hora! – exclamé nada más lo vi. La verdad es que aún traía una cara que era un poema, tenía un cierto aire espectral, más bien de un muerto que de una persona que estaba en las puertas de la gloria.

- ¡Te calmas!, necesito cinco minutos para tomar un maldito café. Para arrastrar mi cuerpo sólo llevo una ducha y un analgésico y los efectos de ambas cosas se están agotando.

Tomamos un café, una barra reconstituyente y nos fuimos a ver al director del departamento.

- Iván, nos puedes dedicar quince minutos, tenemos una cosa urgente que enseñarte. – Le dije.

- ¿No puede esperar?, voy a repasar mi intervención en la comisión de hoy, debo presentar un balance de las investigaciones del departamento.

- Por eso nos tienes que escuchar, lo que lleves preparado es secundario frente a lo que te queremos mostrar.

- ¡Alex, has estado aquí toda la mañana y vienes ahora con prisas!, creo que lo vuestro podría esperar un día.

- Lo siento jefe, pero la culpa ha sido mía, me he quedado dormido a causa de la jodida jaqueca que tengo.

- Teníamos que estar juntos para explicarte lo que hemos logrado.

- Tenéis un minuto – dijo Iván harto de nosotros – para convencerme de que os dedique quince.

- ¡Acabamos de abrir las puertas de la inmortalidad!

- Lo que Igor quiere decirte es que nuestro experimento ha sido un éxito y tenemos tres cultivos estables de células madre en un proceso de bucle inmortal.

- ¡No me jodáis que están vivas!

- Vivitas y coleando, – se pavoneó Igor – ya te comenté que nuestro método de reprogramar la hora del reloj biológico no tenía por qué bloquear los poros nucleares de la envuelta, impidiendo el tránsito de las moléculas que alimentan a la célula, lo que les provocaba la muerte por falta de nutrientes.

- El sábado por la tarde realizábamos la tercera duplicidad que dejamos en el laboratorio. – proseguí para poner cierto orden cronológico – Aplicamos tres veces el mismo procedimiento y obtuvimos seis cultivos estables de células embrionarias. Tres, los hemos congelado y los otros tres están en la incubadora desarrollándose para implantarlas en un útero.

- Me debías de haber puesto al corriente cuando obtuvisteis el primer cultivo. Vayamos a verlos, quiero comprobar el grado de madurez para autorizar la fecundación de la rata.

Entramos al laboratorio, Igor se fue a la incubadora para recoger el cultivo más antiguo, mientras yo me dirigí a preparar el microscopio para observar su crecimiento. Llegó con la cajita circular transparente que contenía la placa con el substrato gelatinoso de anclaje celular, la depositó en la base del microscopio y lo activó.

- Iván como puedes ver en el monitor están, ¡papas fritas! – Gritó Igor

- ¡Muertas!, – exclamé con incredulidad – ¡¿qué hostias ha pasado?!, te juro que cuando nos fuimos el sábado estaban vivas.

Me fui corriendo a la incubadora donde se encontraban los demás cultivos y traje los otros dos, ambos estaban secos, habían muerto. Con las caras descolgadas y las dudas en nuestras mentes no sabíamos qué decir, qué responder. Habíamos tomado todas las precauciones y nuestro mundo se había derrumbado. Iván estaba observando los cultivos por el monitor con más frialdad que nosotros.

- Bueno, – nos dijo al cabo de un rato de silenciosa paciencia – aunque no haya sido un éxito, durante alguno tiempo sí que han estado vivas, calculad su línea de desarrollo para ver cuándo se han muerto y averiguad las posibles causas. No descartéis el colapso por bloqueo del poro nuclear.

Durante cuatro semanas estuvimos investigando las causas de la destrucción de los cultivos, pero no la encontramos. Así que decidimos reanudar el experimento y comenzamos de nuevo. Una vez obtenido el segundo cultivo se lo mostramos a Iván, quién nos pidió prudencia, sólo una fecundación viable validaría el ensayo. Antes de irnos de fin de semana congelamos una muestra de cada uno de los estratos celulares y así disponer de un prototipo de todo el proceso. Esta vez nos lo tomamos con mucha más tranquilidad, sin celebraciones. Yo escuché música, leí, fui al teatro, pasando un relajado fin de semana. El lunes llegué nuevo al trabajo.

- Igor, veo que has aprovechado para cambiar de aspecto, pareces más formal con ese pelo rapado al uno.

- No he cambiado, me han cambiado.

- ¡Una chica!

- Tres, me fui a un alberge de montaña para estar cerca de la naturaleza con tres

amigas y me desplumaron al póker, lo perdí todo, mi ropa, mi dignidad, mi honor, perdí hasta los calzoncillos. Tuve que elegir entre volver en pelotas o vestido, pero sin pelo. ¡Dejemos el descansito y pongámonos a trabajar!

Pronto nos quedamos descompuestos, atónitos, sin palabras, ¡muertas, muertas y muertas! Ninguno de los tres cultivos, que dejamos en la incubadora, tenían rastro de células vivas, todos se habían perdido. Durante quince días estuvimos desesperadamente buscando respuesta a la maldita pregunta, ¿por qué estaban muertas?, ¿qué las había matado? Así que esta vez decidimos hacerlo de otro modo, empezamos por el final, comenzamos por retomar las muestras que habíamos congelado y fecundamos un par de ratas.

Como si alguien estuviese saboteando nuestro trabajo, todos los lunes degustábamos el amargo sabor de la hiel del fracaso. Volvíamos a encontrarlas muertas. Tampoco quisieron ayudarnos las blancas roedoras, no se habían quedado preñadas.

- Igor, he analizado el substrato de las ocho cajas y no están contaminadas.

- Alex, si te fijas los cultivos que metemos en la incubadora dejan de desarrollarse durante el fin de semana.

- He visto los vídeos de seguridad del perímetro del laboratorio y no hay nada extraño, llamé al vigilante de esta zona y me confirmó que él la patrulla cada dos horas y no ha observado nada que pueda hacerle sospechar.

- ¿Se ha producido algún corte informático o de energía? – Me preguntó Igor.

- No. Por eso, porque no ha pasado nada, soy incapaz de encontrar una causa. He llamado a Ximo para que nos ayude a realizar una cartografía de la memoria del ordenador que pilota la incubadora.

Vino al laboratorio, conectó una maleta de diagnóstico electrónico y comenzó a descargarse los datos históricos de funcionamiento del aparato.

- No hay ninguna anomalía, todos los parámetros de temperatura, consumo, estanqueidad son normales. – Nos dijo Ximo enseñándonos una gráfica como la de un electro – durante cinco días el motor de la incubadora se activa cada cuatro horas, pero los días sexto y séptimo arranca seis veces y está más tiempo en marcha.

- ¿Nos podrías decir si eso ocurre únicamente los fines de semana?

- ¿Qué día es hoy?

- Miércoles, veintiocho

- Sí, todos los sábados y domingos.

- ¿Ximo, encuentras alguna explicación a este fenómeno?

- Todo ocurre como si tuviese necesidad de realizar, puntualmente, bruscas aportaciones de calor.

- ¡¿A qué te refieres, no logro entenderte?!

- ¡Igor!, como si alguien metiese un pollo para recalentar.

Con el pollo nos quedamos, si esa era la única explicación que había, la tendríamos que investigar. ¡Mandará cojones, que el principio de la inmortalidad pase por la teoría del pollo recalentado! Así fue como cazamos al pollo, un bonachón de guardia de seguridad que utilizaba un estante libre la incubadora para recalentar su comida. Esto provocaba un bajón de temperatura, en la bandeja donde nosotros depositábamos las placas con los substratos celulares, que mataba los cultivos. Repusimos el microondas estropeado del departamento y le pedimos que no usase el instrumental del laboratorio. Ese fue el último escollo que salvamos para comenzar el camino de la perpetuidad humana.

El descubrimiento había que compartirlo con todo el mundo. Se informaría prudentemente a la opinión pública, de forma superficial, había que quitarle relevancia para evitar la ansiedad de las personas que estuviesen en el umbral de la muerte. Aún quedaba un largo trecho a recorrer antes de que la investigación se aplicase al hombre. Yo fui el encargado de compartir el hallazgo con la comunidad científica, entrando en una vorágine de intercambios de trabajos, de estancias en otros países, de miles de desplazamientos, tan continuos, que perdí la noción de dónde estaba mi casa.

Sin advertirlo habían pasado quince intensos años cuando volví a Madrid. Por vez primera me di cuenta de que echaba de menos a mis dos compañeros, Itziar y Ximo. Al abrir la puerta,

quedaba claro que la estética de ella se había impuesto y salvo en la anárquica habitación, el resto tenía su coqueto toque femenino. Para celebrarlo decidieron prepararme una sorpresa, invitándome a una cena familiar.

- ¿Desde cuándo tú sabes cocinar? – Le dije.

- Desde que Itziar me enseñó "casa la mama", es una cadena que se dedica a la cocina individual a la carta. Compra productos de la más alta calidad y en función del menú elegido y de los comensales, los cocina en directo para ti.

- ¡Como la mamá! – Comentó ella.

- ¡Pero vale un huevo!, donación que por un amigo se hace.

- Bueno yo traeré el vino. – Les dije –

- Nada, todo corre de nuestra parte. En tu honor, hemos pedido la cena completa.

Así pasé las primeras horas en mi casa, a gustito, cenando y conversando con mis amigos,

poniéndome al día de la realidad humana de mi país.

- Te has perdido tres referendos de ratificación de adhesión, parece como si la vieja

Europa quisiese renacer. Poco a poco, como las hormigas, hemos llegado a la gran nación que ahora somos. – Sentenció Itziar.

- Si no nos damos un tiempo para digerir tantas adhesiones, creo que nos podemos diluir.

- No, Ximo, - prosiguió ella - hemos sido capaces de exportar un modo y una filosofía de vida que ha ido calando y los principios no se disuelven, o existen o desaparecen.

- He viajado por muchos países y os puedo asegurar que somos los primeros en entender que el hombre ha dejado de ser un animal racional para convertirse en un ser emocional y cuando esta evolución alcance a todas las civilizaciones el mundo será nuestra única nación.

Después de las reflexiones políticas pasamos a las morales y luego a las existenciales. Justo cuando terminábamos, el sol se levantó para acostarnos.