El monitor indicaba que el ritmo cardíaco del señor Rus se había acelerado, también que tenía una actividad cerebral muy intensa, miré si le había aumentado la fiebre, pero afortunadamente el sensor marcaba las décimas normales de un cuerpo que luchaba contra el cáncer hepático que le carcomía. Para saber con exactitud el momento en que el enfermero cruzaría la frontera de su holocausto ordené que le hiciesen un análisis completo cada dos horas. Sabía que me quedaba poco tiempo antes de que los acontecimientos comenzaran a precipitarse. A partir de ahora únicamente compartiría con mi equipo decisiones médicas, no los quería involucrar en las maquinaciones políticas que podrían acarrear consecuencias penales.
Equivocadamente creía que manteniéndolos ignorantes los protegería, pero Arturo estaba dispuesto a utilizar todos los resortes posibles con tal de salir airoso de esta lucha. Pretendía asegurarse una meteórica ascensión. No pudiendo doblegar mi voluntad presionó a mis colaboradores. Cuando me enteré de lo que estaba haciendo, los reuní y les puse las cartas sobre la mesa, les dije que quedándose conmigo corrían los mismos males que yo y les abrí la puerta para que se marchasen. No los necesitaba, para el simple trabajo de ayudar a morir a un moribundo, yo sólo me bastaba. Todos sin fisuras me garantizaron su apoyo. Le pedí al anestesista que reanimara al Señor Rus, necesitaba que me dieses unos consejos antes de enfrentarme al director del centro hospitalario.
Reforzado por mi paciente, salí decidido a batirme con Arturo.
- Ha llegado a mis oídos que estás presionando a mi gente para que me traicione y saboteen mi tratamiento. Con alevosía quieres conectar al señor Rus a un TE6G para reprogramarle contra su voluntad. - Germán, es evidente que si tú no entras en razón he de buscar otros caminos. Salvar la vida al
enfermo es mi prioridad.
- No, para salvar tu poltrona, en este negocio únicamente te preocupas por ti. Olvídate de ellos y no les fuerces más, todos están de acuerdo con acompañar al señor Rus hasta su muerte.
- ¡Qué romántico!, solidaridad prusiana, tu cabezonería va a hundir a siete personas. Es tierno ver cómo, con la emoción del momento, la gente es capaz de arrastrarse en el fango. Sólo he comenzado a hostigaros, tú podrás resistir, pero con el tiempo tu equipo se disolverá como un azucarillo en una infusión caliente. ¡Tan difícil te resulta darte cuenta de lo que el mundo se está jugando en esta partida!
- No, lo que no veo es lo que tú ganarás en todo esto. Quieres apostar, pues apostemos fuerte, no le voy a traicionar y le ayudaré a morir. El diagnóstico está hecho, nos encontramos en una fase terminal de un cáncer hepático y sin la extirpación y la regeneración del hígado el paciente morirá. Necesitábamos su autorización para poder realizarlo y expresamente nos lo ha denegado.
- Eres un gran cabronazo y por mucho que le ayudes no se saldrá con la suya. Aunque el tiempo se acaba, terminarás por cometer un error que me permitirá controlar al enfermo y que te llevará a la cárcel.
- Te repito, yo sólo defiendo la voluntad de mi paciente.
Abandoné el despacho de Arturo y me fui a ver el ordenador central de back-up cerebrales. Analicé la amplitud de sus ondas dolorosas, éstas se encontraban controladas por las dosis de analgésicos que le estábamos inyectando. La actividad cerebral del señor Rus era enorme para una persona que agonizaba. Seguía sin entender por qué estaba cansado de vivir. Tal vez la respuesta se encontrase en los pensamientos que allí se volcaban y se archivaban en una de las tarjetas de memoria de aquella sala de back-up cerebrales....