Treinta minutos antes, en la sala penal, se desataba una tormenta de argumentos y tensiones políticas mientras se discutía el destino de Retzu por sus acciones y el trágico asesinato de la tercera esposa. La facción liderada por el anciano clamaba por la máxima condena, exigiendo la ejecución de Retzu como un acto de justicia final. Sin embargo, otros miembros del consejo cuestionaban las circunstancias que rodeaban el incidente, argumentando que Retzu actuó en legítima defensa ante las amenazas hacia él y su familia.
El debate se volvía cada vez más acalorado, con voces elevadas y acusaciones lanzadas de un lado a otro. Las palabras se convertían en dagas afiladas, mientras las lealtades se fracturaban y las alianzas políticas se desvanecían. En medio del caos, el anciano Jegal golpeó la mesa con un estruendo ensordecedor, expresando su frustración ante la falta de apoyo a sus ideales.
Al abandonar la sala en un estallido de ira, Jegal dejó claro que no permitiría que sus convicciones fueran ignoradas. Con la determinación ardiendo se retiró de la sala penal pero en su interior se dispuso a tomar la justicia en sus propias manos, convencido de que solo así se haría verdadera justicia para su hija y para el clan.
El patriarca recibió el informe de un guardia menor sobre el estruendo que resonó en el clan informando le que todo fue un ataque del anciano Jegal a el joven maestro Retzu . Con gesto grave, apretó el mango de su espada en un gesto de frustración y enojo. Su segundo al mando, Dariel, se preparaba para salir y abordar rápidamente el asunto, pero el patriarca lo detuvo con un gesto de su mano. Era claro que el líder del clan quería abordar personalmente esta delicada situación.
—No, Dariel. Este asunto lo resolveré yo como líder del clan —dijo Kure con una mirada cansada, mientras Dariel asentía con la cabeza, reconociendo la autoridad de su líder.
En el presente, el anciano lanzó un puño que Retzu esquivó hábilmente. El golpe, cargado de energía, impactó contra el suelo con tanta fuerza que lo rompió en pedazos. Retzu decidió tomar distancia y observando la devastación causada por el golpe del anciano, comprendió que recibir un ataque directo sería extremadamente peligroso.
El anciano sonrió maliciosamente mientras avanzaba hacia Retzu. —Rata asquerosa, sangre impura, voy a matarte a golpes. Eres bueno esquivando, pero no podrás hacerlo para siempre —advirtió con voz amenazante. Aumentó aún más su energía, y el aura que desprendía provocó que los vientos se agitaran y el suelo debajo de sus pies se quebrara . La atmósfera se cargó de electricidad mientras su presencia dominaba el entorno con una fuerza abrumadora.—Te enseñaré la desesperación la misma que le hiciste sentir a mi hija —.
Jegal se abalanzó hacia Retzu a una velocidad sobrehumana, su cuerpo envuelto en esa aura maligna, lanzándole un puñetazo que logró esquivar a centímetros de su cara, dejando a Jegal desconcertado por un breve instante. Sin embargo, Jegal no perdió tiempo y lanzó rápidamente una serie de ataques de energía con sus puños que Retzu logró esquivarlos nuevamente por muy poco, sintiendo el calor de la energía rozando su piel. Antes de que pudiera recuperarse por completo, Jegal salió de la cortina de humo de su ataque lanzó una patada que impactó en su brazo derecho, enviándolo volando hacia unas columnas cercana.
—Baja la guardia —exclamó Retzu entre quejidos, escupiendo sangre mientras intentaba levantar su brazo derecho. Sin embargo, este no le respondía; al observarlo detenidamente, se dio cuenta de que estaba roto, lo que lo sorprendió aún más, encontrándose ahora en una situación bastante complicada.
Jegal, al ver la condición tan deplorable de Retzu , comenzó a reír descontroladamente con gestos maniaticos y fuera de si. —¡Jajajajaja! Quiero ver tu cara cuando te encuentres en una total desesperación —. Se disponía a ir tras Retzu, pero al dar el primer paso hacia adelante, una marca apareció en su pecho yestallando una herida que se abrió bastante rapido. Jegal, al ver la sangre corriendo por su pecho, se tocó la herida confundido. —¿Cómo es posible? ¿pero cuando? he cubriento mi cuerpo con energía? ¿será por esa estraña aura de energía que el emana? —.
Una sonrisa leve se reveló en el rostro de Retzu. —Aún no lo entiendes, ¿verdad? Para tus ojos, no soy más que un simple juguete para saciar tu incompetencia y sed de venganza —. Mientras terminaba de articular esto, Retzu dio un paso hacia delante. —Te has creído demasiado, subestimándome y dándole oportunidad a tu enemigo para atacar. Tu ego te está consumiendo, anciano. Crees que podrás pisotearme y llevarme a la desesperación jajajaja , pero no seré pisoteado por ti, no seré pisoteado por nadie. Dime, ¿quieres saber qué hacía en el Bosque de los Susurros y cómo pude sobrevivir allí?
—Pequeña rata parlanchina, te partiré en pedacitos — decía esto mientras tensaba los músculos de su brazo, dispuesto a azotarlo con ataques. En su momento de distracción, Jiro le clavó una daga envenenada en el muslo derecho, lo que lo hizo notar que Jiro ya estaba incorporado. —No deberías estar de pie, niño — gruñó, sintiendo el dolor agudo de la herida en su pierna. —Cada vez me ponen más incómodos estos dos.
Jiro se colocó ágilmente al lado de Retzu. —La energía que él emana es la misma que el culto usaba. Si estoy en lo correcto, sus facultades mentales se deterioran mientras pasa el tiempo. La daga que utilicé tenía veneno de la víbora de Kanatra; su veneno es bastante letal y le entumecerá los músculos.— Retzu, burlándose de Jiro, comentó: —Después de la siesta que tomaste, es bueno que seas útil.
Jiro lo miró extrañado. —En ese estado, te estás burlando de mí, ¡y estás medio muerto! —respondió con una sonrisa en su rostro .
El anciano Jegal, experimentado en el combate, percibió una presencia amenazante acercándose a una velocidad vertiginosa. Antes de que pudiera reaccionar, sintió un dolor agudo y desgarrador recorrer todo su cuerpo, como si una lluvia de cuchillas invisibles lo hubiera atravesado. Gritó de dolor mientras su sangre salpicaba el suelo, formando un macabro contraste con la calma tensa del ambiente.
En ese momento crítico, el patriarca del clan, una figura imponente cargada de ferocidad y poderío, emergió de entre las sombras. Su presencia irradiaba una aura de autoridad implacable y determinación despiadada. Con un movimiento veloz y preciso, el patriarca desató una tormenta de ataques brutales, cortando sin piedad los tendones de Jegal con cada golpe.
Los gritos agonizantes del anciano llenaron el aire, mezclándose con el sonido sordo de sus huesos rompiéndose bajo el poderoso asalto del patriarca. Jegal cayó de rodillas, su cuerpo convulsionando de dolor mientras sus últimas fuerzas lo abandonaban. El patriarca permaneció impasible, su mirada fría y decidida, demostrando que no había lugar para la misericordia en su búsqueda de justicia y dominio absoluto.
Varios segundos después, llegaron los guardias del clan, liderados por la guardia personal del patriarca. Al observar la escena, quedaron estupefactos por la ferocidad desatada por su líder y todo en fracciones de segundos.