—Te contaré una historia sobre el norte y una ciudad llamada Dakos, una de las cinco ciudades del norte, conectadas por vastos caminos de piedra —, continuó Jiro, sumergiendo a Retzu en sus relatos. —Aunque era una de las más pequeñas, su diversidad de especies y próspero comercio la convertían en una de las más concurridas—.
—En los callejones de Dakos, oculta a la vista de todos, la semilla del mal germinaban y se espandiria por todo el norte silenciosamente. Un grupo conocido como el Oculus, motivados por razones que aún desconocemos pero suponemos que era la codicia y el deseo de poder desconocido , se aventuró en experimentos con runas antigua, buscando dominar fuerzas que superaban su comprensión humana. La ambición los cegó, y pronto sucumbieron a la sed de poder, perdiendo la cordura en el proceso.
—¿Quién es el responsable de todo esto? con muchas dudas pregunto Retzu —inquirió Jiro, con un gesto sombrío. —Aún no lo sabemos, pero todas esas vidas perdidas en Dakos son culpa de esa organización —.
A medida que el clan del norte profundizaba en su investigación sobre las desapariciones, descubrimos con horror que los horrores que asolaban las ciudades no eran simplemente actos aislados de violencia. En lugar de eso, se enfrentaron a una realidad aún más sombría: los clanes que gobernaban las ciudades del norte estaban completamente corrompidos.
La corrupción se extendía como una plaga, impregnando cada rincón de la administración de los clanes. Desde los líderes hasta los miembros más bajos. Cada acto de violencia era como un tributo a la sombría entidad que acechaba en las sombras, esperando consumir todo a su paso. La desesperación se había convertido en una fuerza palpable, envolviendo las ciudades del norte en un manto de terror.
Retzu interrumpió la narración levantando las manos. —Si vas a contarme una historia tan larga, déjame acomodarme un poco—, dijo mientras su cuerpo comenzaba a emanar una energía intensa y rayos oscuros brotaban de él, rompiendo las cadenas que lo ataban. La reacción no pasó desapercibida para los guardias de la cárcel, que se pusieron en alerta máxima, pero Jiro los tranquilizó: —Si quisiera escapar, ya lo habría hecho—, comentó, haciendo que los guardias retrocedieran un paso, temerosos de lo que pudiera suceder a continuación.
Mientras Retzu y Jiro charlaban amistosamente, riendo entre ellos, algo inusual para dos personas que solían llevar máscaras falsas al interactuar con los demás, pero entre ellos, no había necesidad de tal artificio. Un paralelismo y similitud evidentes, el ambiente se tornó tenso de repente. Un silbido apenas audible rompió el aire, seguido de un silencio ominoso que llenó la habitación. Sus miradas se encontraron y sus sentidos se pusieron alerta. Antes de que pudieran reaccionar, la celda donde se encontraba Retzu estalló con una violencia repentina, arrojando a ambos jóvenes a kilómetros de distancia.
Retzu perdió el conocimiento por unos segundos mientras era lanzado por los aires, cayendo estruendosamente a unos metros de distancia, en medio del algunas estructuras del clan y la gran muralla que los dividía del bosque de los susurros.
Jiro logró aterrizar no muy lejos de Retzu. Sus miradas se encontraron pero su atención se dirigió aquella figura que salía de la cortina de polvo , al divisar esa figura musculosa con largos cabellos canosos, Retzu identifico de quién se trataba era de Janel el padre de Jana, la difunta tercera esposa del patriarca: Sin embargo, su presencia era abrumadora, más de lo normal. Jiro sintió ese escalofrío que ya había experimentado en aquel campo de batalla, reconociendo en ese momento la energía maligna que había sumido al norte en una guerra sangrienta.
Alarmado, Jiro gritó a Retzu que tuviera cuidado, pero antes de poder articular otra palabra, el puño del anciano Jegal lo estampó contra el enorme muro del clan, dejando un cráter en el lugar y sacándolo momentáneamente del combate. Retzu quedó atónito, incapaz de seguir los movimientos del anciano con sus ojos.
— No fui capaz de ver sus movimientos —, murmuró Retzu, sintiendo la presión de la situación. Intentó tomar distancia saltando hacia atrás, pero el anciano Jegal en un instante ya lo había tomado del tobillo en el aire y procedió a azotarlo contra el muro varias veces, como si fuera una marioneta en sus manos.
El anciano intentó partir en dos a Retzu con sus propias manos, pero Retzu imbuió la palma de su mano con su carasteristica energía , convirtiéndola en una cuchilla . Con un rápido movimiento, cortó el rostro del anciano, haciéndolo soltarlo momentáneamente.
Antes de poder caer al suelo, el anciano le lanzó un potente patada a Retzu, empujándolo unos metros haciéndolo chocar contra las estructuras del clan. Retzu rompió estas con el impacto de su cuerpo, escupiendo sangre mientras intentaba ponerse de pie. La batalla aún estaba lejos de terminar.
—Te haré pagar por lo que le hiciste a mi niña, bastardo rencoroso —gritó, Jegal .
Retzu se puso de pie, tembloroso, a pesar de la sangre que manchaba su rostro, una sonrisa desafiante se formó en sus labios.— ¡Ven, maldito vejestorio! —, gritó Retzu, eufórico, —¡Los enviaré al infierno a los dos!—.
Una sonrisa leve se asomo en la cara de Jegal ante las palabras desafiantes de Retzu. — ¿En serio no entiendes la situación en la que estás, pequeño bastardo? —preguntó, su tono cargado de desdén y superioridad. Era como si estuviera disfrutando el momento.—Realmente has tenido mucha suerte sobreviviendo ocho añospor tu cuenta en el Bosque de los Susurros, pero esa suerte hasta aquí llego— respondió Jegal con un tono siniestro, señalando a Retzu mientras empezaba a desbordar un aura siniestra.