Han pasado varios días desde la muerte de Dom.
Ha sido un palo duro para todos, pero más para Zane, quien lo consideraba su hermano.
La atmósfera en el centro se ha vuelto aún más opresiva de lo que ya era. La gente sigue viviendo en su burbuja, ajenos a todo lo demás.
Pero nosotros no.
Estoy tranquilamente en mi habitación cuando los guardias llegan sin previo aviso, sus botas resonando en los pasillos.
Nos reúnen a todos los del grupo, de manera brusca y nos escoltan hasta la oficina de Aaron.
La verdad es que el camino se siente más largo de lo habitual.
Aaron nos espera, sentado detrás de su escritorio, con su típica expresión de psicópata.
—Supongo que después de lo que ha pasado, habréis llegado a la conclusión de que no podéis luchar contra nosotros —espeta Aaron, entrelazando sus dedos y apoyando los codos sobre su escritorio de madera de roble oscuro.
Todo aquí luce igual de frío que él.
—Así que… Para que veais que soy buena persona, os vengo a ofrecer una tregua —esboza una sonrisa—. Podéis hacer como el resto y cooperar o, por el contrario, podéis elegir la opción de seguir revelándose mientras nosotros os seguimos cazando sin descanso.
Que nos haga elegir parece más una burla que otra cosa.
Zane se levanta de su asiento con un movimiento brusco, que hace que la silla se caiga al suelo con un estrépito.
—¿Tregua? —escupe la palabra como si fuera veneno—. ¿Después de lo que habéis hecho a Dom? No hay tregua posible. No con monstruos como vosotros.
Los guardias se preparan, listos para intervenir, pero Aaron levanta una mano, deteniéndolos.
—Vosotros habéis querido jugar a los héroes… Nosotros os hemos tenido que demostrar que no tenéis los medios —responde él con chulería—. Esto es el progreso… es el futuro.
Zane se ríe con amargura.
—El futuro —repite con ironía, una que hiere más que una bala en el pecho—. Un futuro construido sobre cadáveres y sufrimiento. No, Aaron. No seremos tus peones. No más.
La tensión en la habitación se puede cortar con un cuchillo.
Nos miramos unos a otros mientras Zane sigue encarándose con Aaron.
—No tenéis más opción… —Aaron se levanta del asiento y se acerca a Zane, casi de manera teatral.
—Siempre hay una opción —replica Zane, manteniéndose firme.
Aaron sonríe, un gesto cínico.
—Tú, Zane, eres de nuestros pacientes más valiosos y te necesitamos —dice, posando su mano sobre el hombro de Zane.
Zane chasquea la lengua.
—¿Eso es lo único que veis en nosotros? —se aparta, poniendo distancia entre él y Aaron—. ¿Números, datos, resultados?
Aaron suspira, como si estuviera tratando con un niño que no entiende nada sobre el mundo.
—No entiendes nada, Zane —comienza a hablar—. Allí fuera no tenéis futuro. Nosotros estamos dispuestos a cambiar eso. No somos los malos aquí, como has querido creer.
—¿Matáis personas y aún así queréis hacernos creer que no sois malos? —espeta con rabia—. Creo que tenemos un concepto completamente diferente, Aaron.
Él esboza una sonrisa y empieza a dar vueltas a nuestro alrededor.
—¿Quieres salvarlos, no? —pregunta de repente, cambiando de tema.
Zane frunce el ceño mientras le mira, ligeramente confundido.
—Sí.
—Bien, pues aquí tienes mi oferta: cederás ante nosotros, cooperarás en todo lo que te digamos y, tienes mi palabra, de que no les pasará nada a tus amiguitos.
La oferta de Aaron se vuelve tentadora ante los ojos de Zane, pero no para mí.
—No —digo, levantándome del asiento.
Aaron se sorprende por un segundo, y ahora dirige toda su atención hacia mí.
—Nellie… Qué sorpresa me he llevado contigo —dice, acercándose a mí.
—No me interesan tus historias, Aaron —espeto con seriedad.
—¿Dónde ha quedado la niña inocente de diecinueve años incapaz de matar a alguien? —pregunta, plantándose en frente de mí—. En tus ojos solo veo rabia.
—La que siento.
Aaron suelta una breve risotada y asiente.
—Siempre ha estado ahí —señala mi pecho—. Ahí dentro. Nunca te ha abandonado… Solo tenías que dejarla salir.
Él se aleja un paso, su sonrisa se desvanece en una mueca de satisfacción.
—La rabia puede ser un motor poderoso, Nellie.
Me cruzo de brazos, intentando contener el temblor que recorre mi cuerpo. No es miedo lo que siento, sino furia.
—Estamos divagando —interviene Zane—. ¿Quieres un trato, no? Yo lo acepto.
—No, Zane —espeto y él se gira para mirarme—. No vas a ser el puto superhéroe aquí que se sacrifica por el bien de todos.
—Yo lo veo bastante beneficioso… Una vida a cambio de… cinco —dice Aaron.
—Estoy de acuerdo contigo, Nellie —Diana se levanta, decidida—. Zane, estamos juntos en esto.
—No… No lo estamos —dice, casi en un susurro.
Aaron sonríe satisfecho, con expectación mientras nos observa.
—Zane tiene razón… No lo estáis —interviene él, dispuesto a meter el dedo en la herida—. Os aseguro que lo que le ha pasado a Dom solo es el principio si no estáis dispuestos a cooperar.
—No te atrevas a poner el nombre de Dom en tu sucia boca —espeta Diana, con rabia.
—¿O si no qué?
—Te mataré.
La sonrisa de Aaron se ensancha y revela sus alineados dientes blancos. La verdadera sonrisa de un maníaco.
—Me gustaría ver cómo lo intentas.
—Cooperaré si me prometes que dejarás a todos al margen —interviene Zane—. Si les dejas marcharse de aquí.
—Oh, Zane. No puedo prometerte dejarlos marchar… lo que sí puedo es asegurar que su estancia aquí sea mucho más que agradable.
—Tu palabra no vale una mierda —espeto, con rabia.
Aaron sonríe divertido.
—Veo que hay pasión en este grupito —su tono se vuelve burlón—. Pero la pasión sin un rumbo es como un arma sin puntería… No sirve de nada.
—Si no te callas, te juro que…
—Diana, ya basta —espeta Zane, ligeramente molesto.
Y me sorprende por un momento.
—Dime lo que tengo que hacer y lo haré —añade, mirando a Aaron.
—Los detalles los discutiremos en privado —dice, echándonos un vistazo cargado con desdén—. No hay necesidad de que todos tus amiguitos se enteren.
—Está bien —dice.
—Esto no tiene sentido —murmuro entre dientes—. Zane, otra vez tú…
—Voy a cargar con la responsabilidad, sí —me interrumpe, mirándome a los ojos—. Es lo que tengo que hacer, y lo que haré.
Trago saliva.
La dureza en su voz, la manera en la que me habla me hiela los huesos.
Ni siquiera soy capaz de decir una sola palabra.
—Tienes que decirme cómo lo haces —comenta Aaron, con gracia—. Las veces que he hablado con ella no hay forma de hacerla callar.
—Estás jugando con fuego —espeta esta vez Theo, quién ha decidido mantenerse callado hasta ahora.
—Me encanta el fuego —responde, sonriente—. Desde pequeño me ha fascinado la capacidad que tiene algo tan pequeño como un mechero, de hacer arder todo un bosque.
—Estás mal de la cabeza —espeta Marco.
—Irónico siendo psiquiatra, ¿verdad? —se empieza a reír como un verdadero loco—. ¿Y esta chica quién es? ¿Una nueva integrante?
Mira fijamente a Yaritza, como si la estuviera estudiando.
—A ti qué mierda te importa —replica ella.
—Vaya, sois todos igual de antipáticos… —chasquea la lengua—. Con razón os habéis juntado… ¿Cómo es el dicho? ''Dios los crea y ellos se juntan''.
—Por lo que veo ese dicho no funciona con tus neuronas, porque parece que prefieren ir por separado —espeto.
—Me encantan tus ocurrencias, Nellie —sonríe—. Es todo un entretenimiento tener una conversación contigo.
—Me gustaría poder decir lo mismo de ti.
La sonrisa de Aaron se desvanece gradualmente mientras mis palabras parecen irritarlo más y más. Sus ojos brillan con un destello de furia apenas contenido.
—¿Sabes qué, Nellie? —dice con calma, pero su voz está llena de veneno—. Eres valiente, te daré eso.
—Qué considerado por tu parte.
Aaron se encoge de hombros.
—Tarde o temprano os daréis cuenta que no hay forma de escapar de aquí. Tarde o temprano, todos cederéis.
—Lo que digas —espeta Yaritza, con cierto aburrimiento.
—Bueno, si hemos terminado con este pequeño show, ¿podemos continuar? —espeta Aaron, perdiendo la paciencia—. Me gustaría poder discutir los detalles de mi trato con Zane, a solas.
Con un gesto de su mano, Aaron invita a Zane a que lo siga, dejándonos al resto en su despacho, aunque los guardias no tardan en entrar para volver a llevarnos a nuestras habitaciones.
Una vez que llegamos a mi habitación y la puerta se cierra detrás de mí, me siento en el borde de la cama y cierro los ojos por un momento.
Solo puedo pensar en algo…
Ojalá el plan funcione.