La cabeza me duele como un demonio, como si me hubiera pasado toda la noche en vela.
Y no, por primera vez, puedo decir que es la noche en la que mejor he dormido.
Aunque eso no quita la ansiedad que me martillea el pecho con cada segundo que pasa.
Entonces, la puerta de mi habitación se abre con una fuerza que me hace sobresaltar.
Me quedo sin aliento cuando veo a Zane al otro lado, mirándome fijamente. Esos ojos verdosos azulados posados en mí.
No puedo evitar levantarme de la cama a toda prisa para abrazarle, y él me envuelve con sus musculosos brazos de vuelta.
Joder.
—Pensé que te habías muerto —confieso con tanta pena que siento como se me aplasta el corazón.
—Bicho malo nunca muere —dice, separándose ligeramente.
Esbozo una leve sonrisa.
—Ahora hay que irnos, Nellie. Tengo más información de la que te puedas imaginar rondando por mi cabeza —suspira—. Además, he recuperado gran parte de mis recuerdos.
—¿En serio?
—Sí —me agarra una de las manos—. Vámonos.
No rechisto, simplemente dejo que me guíe por varios pasillos hasta que llegamos a una sala.
Estamos a plena luz del día, pero ni siquiera nos importa andar recorriendo el centro, porque todos los guardias están demasiado ocupados vigilando las salidas y, Aaron, me imagino que debe estar rompiéndose la cabeza ideando cómo librarse de la que le va a caer encima.
Cuando entramos, veo a Theo, a una enfermera y a la directora sentados en un sofá, hablando tranquilamente.
—Oh, la has traído —dice la directora, levantándose para acercarse a mí.
Zane cierra la puerta detrás de nosotros y se reúne con Theo y la enfermera en el sofá.
—Estás tan grande… —murmura la directora, mirándome de arriba abajo—. Eres toda una mujer.
Me quedo pálida.
—¿Quién… eres? —frunzo el ceño.
Ella traga saliva antes de responder.
—Soy tu tía, Chloe —dice y siento como la fuerza abandona mi cuerpo.
Ella evita que me caiga sujetándome los brazos.
No puedo con más revelaciones, por favor.
Me va a explotar la cabeza.
—¿Eres la directora… de todo esto? —indago, incrédula.
—Teóricamente sí… pero no estoy de acuerdo con lo que está pasando ahora.
Mi tía coloca una de sus manos sobre mi espalda y me guía con el resto. Ahí todos me ponen al día de todo lo que han ido descubriendo.
Cuando terminan, siento que necesito una máquina de oxígeno para poder respirar, porque no soy capaz de hacerlo por mí misma.
Yo aprovecho para contarles mi conversación con Dhrent y mi tía asiente, como si estuviera confirmando la mayor parte de la información.
—¿Y dónde está el resto? —indago.
—No sé si puedo confiar plenamente en ellos —dice Zane, mirándome.
—Diana es tu amiga… y Marco es el mío.
—Ya, pero siento que estoy haciendo lo mejor evitando que se enteren. Además, Marco es el hijo de un policía, ¿consideras amigo a alguien que te ha ocultado algo así?
—Aunque me haya ocultado eso… ha estado conmigo cuando le he necesitado.
—No, Nellie, ha estado contigo porque le ha venido bien —me corrige Zane—. Puede haberte cogido cariño, pero su objetivo siempre ha sido recabar información para la policía.
—¿Y qué hay de malo? —indago, incrédula—. La policía ha venido para salvarnos, ¿dónde está lo malo en que su hijo haya entregado esa información?
—Tengo ligeras sospechas de algo que está por confirmar —me dice—. Así que, mientras tanto, solo nos contaremos las cosas entre nosotros.
—¿Y ella? —indago, mirando a la enfermera que escucha con atención.
—Era amiga de mi padre —me explica—. Me ha ayudado a recuperar los recuerdos.
—Encantada, Nellie, soy Rebecca Thorn.
Yo asiento en un gesto apenas perceptible.
—Ella puede ayudarte a recuperar todos tus recuerdos, Nellie —dice mi tía, mirándome.
—¿Cómo?
Entonces, Rebecca saca una jeringa más larga que una puta barra de pan y me la enseña.
—Aquí hay un triple antídoto. Sé que sabes del tema, así que no te explicaré de qué trata. Lo único de lo cuál tengo que advertirte es que es una dosis muy fuerte y puedes correr el riesgo de quedarte en coma.
¿En coma?
—Entonces no —espeto, con obviedad—. No pienso correr el riesgo.
—Cielo, el riesgo es muy bajo. De hecho, confío en que saldrás adelante porque según he estado leyendo tus informes, tus resultados anteriores han sido excelentes.
—¿Qué resultados anteriores? —indago, frunciendo el ceño.
—A todos los pacientes se les ha administrado una dosis, aunque haya sido mínima, del suero experimental para borrar vuestros recuerdos. Hay informes de los resultados de cada uno —me explica.
Yo la miro con recelo, no me siento del todo convencida, pero mi tía y Zane me miran con una intensidad que me da miedo hasta decir que no.
—¿Y cuándo recuperaré los recuerdos?
—Es gradual, pero con este triple antídoto será muchísimo más rápido el proceso.
Dejo escapar una gran bocanada de aire.
¿Qué tengo que perder?
¿Quedar en coma? Casi es un regalo antes de seguir viviendo esta puta pesadilla.
La habitación se queda en un silencio sepulcral tras la propuesta de Rebecca. Todos los ojos están puestos en mí, como si mi decisión fuera a cambiar el curso de la historia. Y quizás lo haga.
—¿Qué pasa si… si no despierto? —mi voz tiembla con la pregunta.
Rebecca se acerca, su mirada es firme y compasiva.
—La dosis es fuerte, sí, pero tu cuerpo ya ha demostrado ser excepcionalmente resistente. Confío en que despertarás, y no solo eso, estarás más completa que nunca, con todos tus recuerdos intactos.
Zane se levanta y se coloca a mi lado.
—Yo estaré aquí, Nellie. No te dejaré sola ni un segundo —su voz es un susurro que solo yo puedo escuchar.
Mi tía Chloe asiente con la cabeza, apoyando las palabras de Rebecca.
—Es una oportunidad para enfrentar todo con la verdad completa —dice.
Respiro hondo.
La posibilidad de recordar todo, sobre qué ha pasado… es tentadora, casi irresistible.
—Está bien —digo finalmente—. Hagámoslo.
Rebecca asiente y prepara la inyección con rapidez.
Zane me agarra de la mano, y siento el calor de su piel contra la mía.
—En caso de que algo salga mal… —comienzo, pero Zane me interrumpe.
—Nada va a salir mal —afirma con una confianza que deseo poder compartir.
Rebecca se acerca con la jeringa, y por un momento, el miedo me paraliza. Pero entonces, recuerdo todas las piezas de mi cabeza que aún no encajan, todos los vacíos que necesito llenar.
Cierro los ojos.
Siento el pinchazo, que es una sensación fría que se extiende por mi brazo. Me aferro a la mano de Zane con todas mis fuerzas.
Si no me despierto, quiero sentir al menos que él estuvo conmigo.
Y entonces, todo se vuelve negro.
Cuando abro los ojos, lo primero que veo es el techo blanco de la habitación. Me siento desorientada por un momento, pero luego, todo comienza a aclararse.
Me giro hacia Zane, que está sentado a mi lado.
—Lo logré —susurro, y una sonrisa ilumina su rostro cansado.
—Nunca lo dudé —responde él, y algo en su tono me dice que no solo habla de la inyección.
—¿Te has quedado despierto? —indago, incrédula.
—Sí, claro, ¿quién iba a asegurarse de que despertaras si no?
Esbozo una leve sonrisa.
—He estado esperando este momento, para asegurarme de que estás bien y para… para decirte algo importante.
Le miro, confundida.
—¿Qué es? —mi voz es apenas un hilo.
Zane toma una respiración profunda y se inclina hacia adelante, sus ojos no se apartan de los míos.
—Nellie, hay cosas que debemos enfrentar, verdades que debemos aceptar y… —hace una pausa, buscando las palabras—. Y decisiones que debemos tomar juntos.
—¿Decisiones? —repito, sintiendo cómo el peso de las palabras de Dhrent regresa a mí.
—Sí, sobre cómo vamos a exponer la verdad al mundo y qué haremos después.
—¿Después? —pregunto, la idea de un "después" me parece tan lejana.
—Después de todo esto —Zane señala a nuestro alrededor—. Hay un mundo allá afuera, Nellie, un mundo que hemos olvidado, pero que no nos ha olvidado a nosotros.
—Entonces, ¿qué propones? —mi voz es más fuerte ahora, más segura.
—Primero hay que asegurarnos de salir de aquí —dice, sin apartar la mirada—. Luego, podremos pensar lo que venga.
Sin dejarme tiempo a responder, la puerta se abre.
Entran mi tía, Rebecca y Theo.
—Buenos días, pequeña —me saluda mi tía y yo esbozo una sonrisa.
—Te dije que ibas a soportar la dosis —añade Rebecca.
—Después de todo lo que hemos vivido aquí, una estúpida dosis es lo de menos —espeta Zane.
Nos volvemos a juntar todos en el sofá de la sala, menos mi tía, que se sienta encima de su escritorio, mirando hacia nosotros.
—Tengo algo que deciros —dice mi tía y siento como la curiosidad me pica por dentro—. Sobre todo tú, Nellie, necesito que escuches con suma atención.