Pasan varias horas hasta que finalmente, viene un médico a avisar que han intervenido a mi tía con éxito, que está completamente fuera de peligro.
Siento como el alivio consigue relajarme los músculos.
Gracias al cielo.
La expresión del jefe de la policía también parece relajarse.
Su mirada vuelve a clavarse en nosotros.
—¿Cuáles son las condiciones? —indaga, mirando fijamente a Alec.
—Queremos salir de aquí completamente impunes —comienza a hablar—. Sin ningún tipo de investigación abierta. Con la vida de la directora, ya no tiene ningún hilo del que tirar.
—No nos someteremos a ningún interrogatorio —añade Aaron—. Simplemente nos marcharemos de aquí como si esto nunca hubiera pasado.
El agente se queda en silencio, como si estuviera sopesando sus palabras.
—Está bien, ¿quiénes seréis? —indaga.
—Los que estamos presentes —dice Aaron.
—¿Todos ustedes?
Aaron asiente.
—¿Y esta chiquilla, quién es? —indaga el agente, mirándome fijamente.
—Es mi hija —responde Aaron apresurado—. Ella también se irá de aquí sin ser sometida a ningún tipo de interrogatorio.
—¿Está diciendo que por la vida de la directora, pretende que hagamos la vista gorda ante todas estas desapariciones?
—No, agente. Acabáis de salvarle la vida a la responsable de todo esto —corrige Alec—. Lo que te estamos pidiendo es que simplemente hagas como si nosotros no hubiéramos estado aquí jamás.
El agente frunce el ceño, pensativo.
Da un par de pasos hacia atrás y enciende la radio que tiene colgada cerca de sus hombros.
—Aquí el Jefe Fiore. Los sujetos que se encuentran ahora mismo dialogando conmigo, requiero sean borrados de la investigación.
Puedo ver una sonrisa victoriosa en la cara de Alec.
Después de todo… ¿se van a salir con la suya?
Me niego.
¿Querían ver el monstruo, no?
Pues aquí lo van a ver.
Me deslizo con rapidez detrás de ellos y alcanzo la pistola que me quitó Alec, la cuál la tiene en la parte trasera del pantalón.
Con otro movimiento veloz, me coloco detrás del jefe de la policía y le apunto con la pistola en la sien.
La sorpresa y el desconcierto se reflejan en los rostros de todos los presentes al verme con la pistola en mano, apuntando al jefe de la policía. Mi corazón late con fuerza en mi pecho.
—¡Detente, Nellie! —exclama Alec, con una mezcla de sorpresa y furia en su voz.
—¿Qué estás haciendo, hija? —agrega Aaron, con un tono de advertencia.
Ignoro sus palabras y mantengo mi mirada fija en el agente. Mis manos tiemblan ligeramente, pero mi determinación no flaquea.
—¿Creéis que podéis saliros con la vuestra así como así? —les digo, con la voz cargada de desafío—. No lo pienso permitir.
El agente me mira con una mezcla de sorpresa y temor en sus ojos, pero también puedo ver una chispa de comprensión. Sabe que estoy en lo cierto, que no puedo dejar que estos monstruos se escapen así como así.
—¡Baja el arma, Nellie! —ordena Alec, acercándose lentamente hacia mí.
—No te acerques, Alec —advirtió, manteniendo la pistola firme—. O le vuelo la puta cabeza a tu seguro de vida.
Alec traga saliva y retrocede de nuevo.
—Querías ver el monstruo que llevo dentro, ¿verdad? —espeto, mirándoles con rabia—. Pues ahora no lloréis porque lo tenéis en frente.
—¿Crees que puedes amenazarnos así? —agrega Diana, con una mueca burlona en su rostro.
Ignoro sus palabras y sigo manteniendo mi mirada fija en el agente.
—Quiero que traigáis a mi tía de vuelta aquí dentro —le ordeno—. Una vez me asegure de que está aquí, hablaremos.
Enciendo la radio del jefe y él hace exactamente lo que he dicho.
Mi tía atraviesa las puertas unos minutos después, con ayuda de unos médicos que la dejan justo a mi lado.
—Nellie, cielo…
—Ella no es la culpable de todo esto —la interrumpo, dirigéndome a la policía—. Son ellos.
—¿Pero qué estás diciendo? —espeta Alec, incrédulo—. Estás empezando a delirar, hermanita.
—Ellos son los que han estado todo este tiempo experimentando con seres humanos —continúo hablando—. Yo fui su primer experimento, al ver que no reaccionaba bien a las dosis, empezaron a traer más niños.
» El científico encargado de desarrollar el suero, el cual inicialmente iba a ser usado con el fin de inhibir patrones de comportamiento como psicopatías, fue asesinado por él.
Señalo a Aaron.
—Mi hermano —señalo a Alec—. Sin embargo, se ha encargado de convertir esto en un juego sádico. Su fin era alterar el comportamiento de los pacientes para que termináramos matándonos entre todos.
—No solo eso —interrumpe una voz que hace que se me salte el corazón del pecho—. Querían crear una especie de ejército con el fin de satisfacer sus más oscuros deseos.
Zane.
Viene acompañado de Rebecca y Theo.
—Ella es Rebecca Thorn, la enfermera que se ha encargado de mejorar el antídoto para revertir los efectos del suero que han creado —añade, mirando fijamente a la enfermera.
Ella da un paso hacia delante.
—Como bien ha dicho Nellie, el suero se creó con la intención de tratar ciertos diagnósticos —empieza a decir—. Pero Aaron empezó a usarlo en su hija, con el fin de crear un monstruo que no sintiera ni padeciera.
» Pero Nellie demostró tener una resistencia a los efectos del suero, por lo que utilizaron al hijo de Kaín Clark, Zane, como el segundo paciente involucrado en este experimento. Y así siguieron un total de quince niños. Ellos se hicieron llamar ''Club de los 15'', de los cuáles sólo queda constancia de cuatro.
—¿Y dónde está el resto? —indaga el policía
—Muertos —responde Zane—. Han sido asesinados porque los resultados no cumplían con las expectativas.
Zane fija la mirada en Diana, pero su rostro no cambia al verla del lado de Aaron y Alec, como si ya se lo esperase.
—Crearon un proyecto llamado ''Proyecto Mariposa'' con el fin de convertir a los pacientes en… —Rebecca hace una pausa y saca un documento de su bolsillo—... y cito textualmente ''máquinas de matar''.
—Como señal de que formábamos parte de ese proyecto, se nos hizo este tatuaje —Zane se levanta la manga de la sudadera y veo el tatuaje de la mariposa y la daga—. Dos de los asesinados, Dom King y Nora Baker, también formaban parte del Proyecto.
—Qué buena imaginación tenéis —sonríe irónico Alec, mirándolos fijamente.
—Para evitar problemas, diseñaron que el suero tuviera como efecto secundario una pérdida de memoria a corto y largo plazo, lo que significa una pérdida de recuerdos —añade Rebecca—. Sin embargo, ciertos pacientes, al ser reacios a los efectos, aunque tuvieran la pérdida de recuerdos, tienen la capacidad de ''pensar'' por sí mismos.
—Por eso, cuando se vieron amenazados por un par de personas que no acataban las normas, empezaron a tomar medidas desesperadas —añade Theo.
—Mientras ha pasado todo esto, me he encargado de inyectar un antídoto a cada uno de los pacientes que han pisado este centro —informa Rebecca—. Eso quiere decir que, en menos de una semana, habrán recuperado totalmente sus recuerdos.
—Por lo que, si necesita testigos, pruebas o información sobre todo esto, tiene más de doscientas personas a su disposición que, en una semana, estarán dispuestos a cantar como colibríes —responde Zane, sonriente.
—¿Dónde se encuentran? —indaga el policía.
—No se lo tome como algo personal, agente —responde Rebecca—. Pero por nuestra seguridad y la de los mismos pacientes, vamos a reservarnos su ubicación hasta que todo esto quede zanjado y los responsables asuman las consecuencias.
Aaron empieza a reírse, de la misma manera que se ríe un loco que acaba de perder completamente el juicio.
—Es que nunca aprenderéis, ¿eh…?
—¡Nellie! —grita Zane pero, antes de que pueda reaccionar, siento como algo tan frío como el metal se aprieta contra mi cabeza.
—Deja en paz a mi padre o te volaré la cabeza.
No hace falta girarme para saber que es Marco.
—Qué macho alfa eres —escupo con ironía—. El tipo que se lleva cagando en los pantalones todo este tiempo ahora tiene una pistola. Parece un chiste malo.
—La que lleva llorando todo este tiempo porque no consigue acordarse de nada, ahora se acuerda pero es tarde porque tiene una pistola en la cabeza —replica él—. Parece un chiste malo.
—Si le haces algo, te juro que…
—¿Qué, Zane? —le interrumpe, con chulería—. ¿Me vas a matar? Cuando te conocí supe que ibas a dar problemas e intenté hacer todo lo posible para mantener alejada a Nellie de ti, pero supongo que lo que tienes entre las piernas la dejó dudando.
—¿Celoso? —escupo, venenosa—. ¿Te da rabia que contigo me diera un beso y todo con la intención de salvarme el culo?
Siento como la pistola se aprieta más contra mí.
—No tendría algo contigo aunque fueras la última mujer del mundo.
—Es normal, porque aún siendo la última mujer del mundo, no podrías estar a mi altura —contraataco, con una sonrisa burlona.
Marco frunce el ceño. Su mandíbula se tensa mientras sus ojos me escrutan con furia, lo intuyo.
—Tú y tu lengua afilada. No me sorprende que nadie te quiera —dice, con un tono lleno de resentimiento.
—¿Estás reflejando tus propios traumas ahora? —chasqueo la lengua—. Eso es un poco triste.
—No me hagas reír, Nellie —replica, con amargura en su tono—. Tú no sabes nada de mí ni de mis traumas.
—Pero yo sí —interviene mi tía, sonriendo—. Tengo un informe tuyo y… —baja la voz—, hay cuatro páginas que podrían hacerte caer de culo.
Puedo ver a mi tía sonriendo y no puedo evitar sonreír también.
—Nos hemos desviado del tema, estábamos hablando de lo estúpida que es Nellie, dejándose engañar por todos —suelta una risotada—. Me apuesto a que ésta no te la esperabas —añade y sé que está sonriendo.
—Pero yo sí —dice otra voz más.
Y, cuando Marco se gira dispuesto a pegarle un tiro, éste es más rápido. En cuestión de segundos, el cuerpo de Marco cae redondo al suelo.
—¡No! —grita con desesperación el jefe, mirando de reojo a su hijo con una bala en la cabeza—. ¡Mi hijo!
Le retiro la pistola de la cabeza y dejo que se acerque a Marco. Éste le acuna entre sus brazos mientras las lágrimas empiezan a brotar de sus ojos.
Yo puedo respirar de nuevo cuando veo a Dhrent, soplando el humo de la pistola, caminar hacia mí.
—Te dije que nos veríamos muy pronto —dice, acariciándome la cabeza con cariño.
Entonces, su mirada se dirige a Aaron y al resto que siguen en línea recta.
—Dhrent —dice Alec, sonriente—. Cuánto tiempo.
—Sí, la verdad es que me hubiera gustado seguir sin tener que verte la cara de imbécil que tienes, pero supongo que no se puede tener todo en la vida —espeta.
La cara de Alec se arruga con enfado, pero no nos puede importar menos.
—Aún sigo preguntándome cómo es posible que escaparas —añade Aaron, y en su voz solo noto fascinación.
—Hace falta estar loco para comprender a otro loco —dice, con cierto humor—. Y, por desgracia para vosotros, yo sí lo estoy.
—¿Quién diablos es este tipo? —exclama Diana, con incredulidad en su voz.
—No importa quién sea, lo que importa es que está del lado correcto —respondo.
—¿Qué planeas hacer, Dhrent? —pregunta Alec, con una mueca de desafío en su rostro.
—Lo que debería haber hecho hace mucho tiempo —responde Dhrent, con una mirada fría—. Poner fin a esto de una vez por todas.
Me quedo mirando con incredulidad, sin poder creer que finalmente esté llegando a su fin.
—Así que lo que vamos a hacer va a ser lo siguiente.