NELLIE
Actualidad.
—Supongo que esa cara es porque ya lo sabías, ¿no, Zane? —indaga Aaron, con cierta burla.
Las caras del resto parecen poemas de horror.
También lo era la mía cuando me lo confesó todo.
—Cómo me he dado cuenta de que te he cedido la mano y me has cogido el brazo tantas veces, he llegado a la conclusión de que no necesito que me ayudes más, Zane —dice Aaron, mirándole fijamente—. Ya tengo a mi hija que va a cooperar conmigo, así que no te necesito.
Con esas palabras, saca una pistola y le quita el seguro mientras la sonrisa de su cara se hace más larga.
—Pero… yo siempre he sido un amante de los giros dramáticos, así que… No seré el que acabe contigo.
Entonces, me dirige una mirada que me lo dice todo.
Me extiende la pistola y yo la miro fijamente.
Tomo una gran bocanada de aire antes de cogerla.
Con la pistola que me ha dado mi padre, apunto directamente a la cabeza de Zane.
—¿Últimas palabras, Zane? —digo, mirándole fijamente a los ojos.
La mirada que me devuelve es temeraria. Si estuviera en su situación, seguramente estaría temblando, mientras se me caen las lágrimas sin control, pero Zane… A él no le da miedo nada.
—Hazlo —dice finalmente, unos segundos después.
Sus palabras son como la cerilla que enciende la mecha corta que tengo. Cuando veo que esboza una leve sonrisa ladeada, coloco mis dedos de manera firme sobre el gatillo y…
—Si tanto te gustan los giros dramáticos, ¿qué opinas de este, padre? —escupo, apuntando con la pistola a mi padre.
La conversación que tuvimos antes de todo esto me golpea la cabeza:
—Tengo algo que deciros —dice mi tía y siento como la curiosidad me pica por dentro—. Sobre todo tú, Nellie, necesito que escuches con suma atención.
—¿Qué es? —indago, sin poder evitar que la curiosidad hable por mí.
—Aaron seguramente estará al tanto de todo lo que esté pasando… Ya sabes, que estamos conspirando contra él.
—Sí, ya contaba con ello —dice Zane—. No sé cómo pero ese hijo de puta siempre se entera de todo.
—Es importante que me escuches, Nellie. Va a hacer todo lo posible por convencerte de que hemos estado ocultándote información —prosigue mi tía—. Y según he visto, tiene un CD en su despacho…
—¿Un CD? —indago, alzando una ceja.
—No sé qué cojones habrá metido ahí dentro, pero lo único que puedo decirte es que te prepares para lo que sea.
Viniendo de Aaron, más me vale prepararme. No es conocido por ser la persona más estable en este lugar. Y mira que es irónico.
—Sinceramente no sé hasta qué punto va a llevar todo esto, pero vas a tener que jugar tus mejores cartas, Nellie —me advierte Rebecca—. Conozco a Aaron desde hace muchos años… Su ambición le nubla el juicio.
—Hay cosas que te va a decir que te van a hacer dudar sobre en qué bando te merece la pena estar —añade mi tía—. Pero eso lo dejo a tu juicio. Sé que eres una chica extremadamente lista.
—No estoy tan segura de eso —replico, sintiendo una ligera inseguridad invadirme por dentro.
—Hazme caso —insiste ella—. Alice estaría muy orgullosa de ti.
Oír el nombre de mi madre me rompe el alma. Todavía recuerdo la conversación con Dhrent.
Todavía es algo duro de digerir. El hecho de que haya llorado la muerte de mi madre y resulta que está viva es… no sé ni cómo explicarlo.
¿Me entendéis?
Espero que sí.
Porque hasta ahora, los únicos que tenéis toda la verdad sobre vuestras manos sois vosotros.
—Está bien —digo finalmente.
—Mientras vosotros estáis con eso, yo iré con Rebecca al laboratorio a por antídotos. Tenemos que aprovechar el momento para hacer que todos y cada uno de los pacientes lo tengan en el cuerpo.
—¿Y crees que accederán así como así? —indago.
—Claro, soy la directora después de todo. Mis órdenes, aunque parezca mentira, también se escuchan.
Dejo escapar un suspiro que libere toda la tensión que siento en el cuerpo.
—Joder, espero que esto funcione —murmuro, casi en tono de súplica. Si hay algo ahí arriba, espero que me ayude.
—Funcionará —me asegura mi tía—. Solo hay que jugar al mismo juego que Aaron y, una vez, se despiste, tendremos la baraja ganadora.
—¿Cuánto tiempo necesitáis para administrar el antídoto a todos los pacientes? —indaga Zane.
—Teniendo en cuenta de que son bastantes… No sé, un par de horas —dice Rebecca—. Los antídotos están creados ya. Lo único que hace falta es administrarlos.
—Creo que podemos retener a Aaron durante un buen rato —dice Zane, mirándome fijamente—. Solo tienes que seguirme el juego.
La tensión en la sala se vuelve casi palpable. Aaron, aún incrédulo, intenta disimular su sorpresa con una risa forzada.
—Siempre supe que tenías espíritu, pero esto… esto es una sorpresa incluso para mí —dice, recuperando su compostura—. ¿Realmente crees que tienes lo que se necesita para apretar ese gatillo?
—No lo sé —respondo, con la voz más firme de lo que esperaba—. Pero sé que no puedo permitir que sigas manipulando nuestras vidas como si fuéramos tus peones.
Aaron da un paso hacia mí, su mirada intenta perforar la mía, buscando algún atisbo de duda.
—Eres mi creación, mi obra maestra. No puedes traicionarme —afirma con convicción.
—No soy una de tus creaciones, soy tu hija. Y eso significa que tengo algo de ti en mí —digo, manteniendo la pistola firme—. La capacidad de hacer lo necesario para salirme con la mía.
Por un momento, el silencio se adueña del lugar. Todos contienen la respiración, esperando mi siguiente movimiento.
—Entonces, ¿qué será, Nellie? ¿Serás la heroína de esta historia o la villana? —pregunta Aaron, desafiante.
—Quizás ninguna de las dos —respondo—. Quizás solo sea alguien que finalmente se cansó de ser una marioneta.
Con un movimiento rápido, cambio el objetivo de la pistola y disparo a las cadenas que sujetan a Zane, liberándolo. Los guardias se sobresaltan, pero antes de que puedan reaccionar, Zane ya está de pie, listo para luchar a mi lado.
—¿Qué crees que vas a lograr con esto, Nellie? —dice finalmente, con un tono de incredulidad—. ¿Crees que puedes escapar de todo lo que he construido?
Lo miro fijamente, sin mostrar signos de miedo. Ahora más que nunca, me siento decidida a enfrentar a mi padre y poner fin a sus manipulaciones de una vez por todas.
—Lo que voy a lograr es liberarme de tus mentiras y manipulaciones —respondo con firmeza—. Ya es hora de que asumas las consecuencias de tus acciones, padre.
—No sabéis en qué os estáis metiendo, niños —dice finalmente, su voz llena de advertencia—. Esto no terminará como esperáis.
Lo miro fijamente, sin inmutarme.
Esta vez, estoy decidida a seguir adelante, sin importar las consecuencias.
—Estamos dispuestos a correr ese riesgo, Aaron —respondo con determinación.
—¿Te crees muy lista, verdad? —su voz suena fría y calculadora mientras me mira fijamente—. Pero aún no has visto todo lo que soy capaz de hacer.
Mi corazón late con fuerza mientras mis dedos se mantienen firmes sobre la pistola.
—Tal vez no, pero estoy segura de que tú tampoco has visto de lo que yo soy capaz de hacer.
Aaron sonríe con desdén.
—Te he dado la oportunidad de elegir el bando ganador… pero has decidido tirarla por la borda.
—¿Bando ganador? —chasqueo la lengua—. Solo hay que ver quién está apuntando a quién con una pistola, Aaron.
—Veremos quién sale victorioso al final, Nellie —añade—. Esto está lejos de haber terminado.
—Esto ha terminado ya, Aaron.
—No, este es mi juego, y son mis reglas —replica él.
—Entonces es hora de cambiar las reglas del juego —digo, volviendo a apuntarle.
Aaron esboza una sonrisa masoquista que me eriza el vello.
—No podéis cambiar las reglas si no sabéis a qué estáis jugando —espeta él, con seguridad.
—Oh, pero tú vas a cantar —le aseguro.
—Estás hablando con la persona equivocada, cielito —dice—. Hay alguien más detrás de todo esto.
—¿Quién?
Su sonrisa se ensancha y después de unos segundos lo suelta, como una bomba dispuesta a arrasar con todo a su paso, sin piedad:
—Tu hermano.